jueves, 6 de octubre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 9 NEGRITA EN CASA

- CAPITULO - IX -

- NEGRITA EN CASA -

Instalada en su habitación, y atendida por la enfermera, Negrita comenzaba a recuperarse del atropello sufrido. Junto a su cama la sanitaria contratada por su Viejito y pendiente de las dos el Negro Langostero, que por petición de Gonzalo estaba presto a proporcionar cualquier petición de la enferma o su cuidadora. Él no perdió el tiempo. Asegurada la atención de Negrita se apresuró a poner sobre aviso al personal de la cabaña.

En un par de días a lo sumo la trasladarían a la cabaña. Como persona meticulosa quiso que todo estuviese preparado desde el principio.

El mismo colaboró en adecentar la habitación para invitados. Proporcionando todo lo necesario para las dos personas que la ocuparían. Negrita y su cuidadora. No le llevó mas de dos horas tener todo dispuesto como le gustaba. Solucionada la habitación se despidió del servicio asegurando que no acudirían a comer y muy posiblemente tampoco lo hicieran a la cena.

Necesitaba zanjar un asunto que le preocupaba desde las primeras semanas de estancia en Puerto Viejo.

Subió al todo terreno, lo puso en marcha y salió con la intención de cumplir con su cometido. Ponerse en contacto con don Máximo. No tuvo dudas su primera parada la realizó en el “Chino”.

No andaba descarriado aquel pervertido se encontraba como siempre contemplando a las jovencitas que se acercaba a la cala donde estaba ubicado el local. Se sentó junto a él. Lo saludó.

Pidió una imperial y sin pérdida de tiempo le expuso su interés por adquirir el chiringuito del “gringo”. Sus informes señalaban como propietario del local a don Julián.

Esos informes se los confirmó aquel desdichado. Éste le expresó su convencimiento de no querer desprenderse de la propiedad su patrón. Tenía un pacto de palabra con el “gringo” y sin el consentimiento de este último no sería posible la venta del chiringuito. Fueron intercambiando información sugerencias, propuestas, exponiéndose argumentos de todo tipo.

Pero como Gonzalo ya había realizado varios tratos con esos personajes, tocó el tema económico. El rumbo de la negociación cambió radicalmente. Hasta tres veces su valor llegó a ofertar por la propiedad. Don Máximo buscó el celular. Rebuscó en su bandolera, solía llevarla prendida de su hombro, sacó el teléfono y se puso de inmediato en comunicación con su patrón. La economía de Don Julián no era muy boyante últimamente.

Pero como Gonzalo ya había realizado varios tratos con esos personajes, tocó el tema económico. El rumbo de la negociación cambió radicalmente. Hasta tres veces su valor llegó a ofertar por la propiedad. Don Máximo buscó el celular. Rebuscó en su bandolera, solía llevarla prendida de su hombro, sacó el teléfono y se puso de inmediato en comunicación con su patrón. La economía de Don Julián no era muy boyante últimamente.

Le faltaba mano de obra y especialmente el personal más cualificado. El Negro Langostero conocía muy bien a su gente y aconsejó a su Viejito y socio la contratación de los mejores elementos de don Julián. Estos no dudaron un solo segundo en unirse a la plantilla del otro patrón. Conocían al Negro y las condiciones laborales eran más justas, pero especialmente con mayor perspectiva de futuro. Por si esos argumentos fueran pocos el Viejito firmó con ellos unos contratos convirtiéndolos en socios para la explotación de las fincas. Con un reparto increíble del rendimiento de la propiedad.

Aguardaba con expectativas, la finalización de la conversación entre los dos personajes.

Consciente de su generosidad en la oferta. Pero deseaba proteger a Negrita y alejarla de aquellos indeseables. Seguía con la convicción de la reencarnación de su mujer en aquella criatura. La expresión de satisfacción en el rostro de don Máximo le reveló de inmediato la respuesta positiva. Aquel personaje era un libro abierto en su lenguaje corporal. Sus primeras palabras fueron para lanzarle el precio. Lo aceptó sin la menor vacilación. En la entidad bancaria se verían para cerrar el asunto.

Antes de abandonar el local para regresar al hospital, apuró su imperial y telefoneo al director del banco en Limón para informarle de sus intenciones. A los quince minutos le telefoneaba para quedar. El viernes fue el día elegido para tener todo preparado en su despacho y cerrar la compra que pretendía su cliente. Regresó al hospital con la idea de permanecer el resto del miércoles y el jueves junto a Negrita. Antes de entrar conversó con El Negro para hacerse cargo de la reforma del chiringuito. Deseaba que todo estuviese listo en el momento del alta de Negrita. Iba a tener una nueva socia.

Negrita se haría cargo del local en las mismas condiciones que estaban el resto de familiares y amigos. Al entrar en la habitación estaba despierta y tendió sus brazos mientras comentaba.

- Venga Mi Viejito. Venga. Estrécheme entre sus brazos. Necesito su calor, su ternura, su mirada. Pero especialmente su cariño.

Sonriendo se aproximó al lecho. Ella se había incorporado y le tendía los brazos. Él le abrazó con una ternura sobrecogedora. Temía hacerle daño.

Cuando sus cuerpos se fundieron expresó la dicha que embargaba su ser.

- Mi Negrita soy muy feliz pues la enfermera confirma que se recupera más rápido de lo previsto y seguramente mañana podremos disfrutar de su compañía en casa.

Las lágrimas se deslizaban por ese rostro deformado por los golpes irritando sus heridas pero ni llegó a sentir el menor síntoma de dolor o molestia. Estar abrazada a su Viejito le hizo olvidar cualquier problema físico. En tono suave, bajito y al oído le confirmó la adquisición del chiringuito del “gringo” y su intención de convertirse, si estaba de acuerdo, en socios.

Para regentarlo y dirigirlo ella personalmente. Separándose levemente de él pero manteniendo sus manos en los hombros le regaló una de sus sonrisas. Una de esas que le confirmaban su fe ciega que aquella criatura era la reencarnación de su esposa. Luego ella volvió al cobijo de aquel personaje, mientras su rostro recuperaba la preocupación.

Consciente que “el gringo” no le soltaría tan fácilmente. Andaba la figura de aquel hijo de puta por su mente cuando hizo acto de presencia en la puerta. Iba a entrar a saco pero al ver a don Gonzalo se contuvo.

Saludó y manteniendo los modales entró en la habitación. No vaciló un solo instante aproximándose a la cama con pasos decididos. Ante su actitud Negrita cambió de expresión y esta no pasó desapercibida para Gonzalo quien reaccionó de inmediato. Pero la forma educada, como se dirigió aquel personaje, interesándose por la paciente le pararon en mostrar una actitud agresiva. Le tendió la mano mientras le invitaba con cortesía.

- ¿Le importa que hablemos? Si es tan amable me gustaría conversar con usted en privado. Salgamos a la sala de espera. ¿Por favor?

El “gringo” sabía que tenía pisándole los pies la secreta. Aceptó la invitación y abandonando la habitación para dirigirse en compañía del Viejito a dicha sala. Gonzalo no perdió el tiempo y fue directamente al asunto. Le expuso la compra del negocio y su interés para que Negrita siguiera controlando el negocio como socia. Escuchó estoicamente todo lo propuesto por aquel hombre pero sin dar ninguna respuesta. Pero cuando Gonzalo le hizo una proposición directa comentó.

- Usted da por sentado que ella aceptará su ofrecimiento. ¿Pero si Negrita quiere venirse conmigo? ¿Nos dejara en paz?

La última frase del “gringo” le dejó desmarcado. Dudó para responder a continuación.

- Si Negrita quiere irse con usted, no compraré el negocio. No sería el mismo sin ella.

De regreso a la habitación el “gringo se adelantó unos pasos para dirigirse a Negrita y plantearle una pregunta directa.

- ¿Con quien desea trabajar? ¿Con “el gringo” o con don Gonzalo?

A Negrita le cambió el rostro. Su deseo no era otro que estar lo mas cerca posible de su Viejito, pero era consciente que no era posible. El contrato con “el gringo” le obligaba a permanecer junto a él. Titubeando y con lagrimas en los ojos respondió.

- Con usted “gringo” Usted bien lo sabe.

Gonzalo quedó petrificado. En un principio incrédulo para luego reflexionar y comprender que había sido un iluso al pensar que Negrita prefiriera estar con él antes que con aquel apuesto gringo. Su rostro cambió de forma radical y sintió como si perdiera de nuevo a su esposa. Esa angustia, esa dejadez de todo su cuerpo y alma le obligaron a sentarse en la silla más cercana. El Negro estuvo a punto de saltar pero Gonzalo reaccionó. No se explicaba como lo consiguió. Pero en esos momentos pensó en ese pueblo al que estaba ayudando.

Olvidando todo egoísmo. Con rapidez y oportunidad impidió cualquier discusión o intervención de nadie.

- Si es así. Los deseos de Mi Negrita son sagrados. Solo le pido una cosa señor.

Asintió como pidiéndole que expusiera su petición. Ante su respuesta mímica Gonzalo no tardo en mostrar su deseo.

- Espere a que le den el alta y luego permita que esta enfermera le atienda hasta la cura completa de las heridas y lesiones.

Aceptó y estrechando la mano de don Gonzalo dio media vuelta y abandonó la estancia. Gonzalo se aproximó al lecho.

La cara de Negrita pedía ayuda a gritos, pero era incapaz de solicitarla. Sabía que “el gringo” le tenía atrapada. Permitió que su Viejito pusiera los labios en su frente y se despidiera de ella sin atreverse a decir palabra. Con un gesto llamó al Negro y ambos regresaron en el coche a casa.

A Salvador le costó mantener el silencio le hubiera gustado explicarle todo a Gonzalo para socorrer a Negrita. Pero tal vez provocara un enfrentamiento grave con consecuencias incalculables. Las cosas por Puerto Viejo iban cada vez mejor para los suyos y si a alguien le tocaba sacrificarse era por el bien del grupo.

Por ello aunque afligido por lo que le esperaba a Negrita, se mantuvo en silencio y cabizbajo. Gonzalo no fue capaz de percibir la situación. Sin duda el rechazo de Negrita le afectó mucho más de lo que en un principio pudo imaginar. Se culpaba por su ingenuidad por su soberbia por mil cosas. Por ser tan cretino. Esas circunstancias le impidieron mantener esa capacidad de análisis de la situación. Esa capacidad que tantas veces demostró a lo largo de su vida pero que en esos momentos sus reproches y especialmente la sorpresa por la respuesta enturbiaron su mente.

Por otro lado no conocía muy bien a esa gente abnegada y sacrificada. No conocía al negro de Puerto Viejo.

El “gringo” retrasó su viaje a Golfito. Tenía la intención de dejar las cosas en su sitio. Al llegar el domingo cuando Negrita se instaló en casa, dejó a un compatriota a cargo del negocio y de la joven. No podía esperar más. Debía abrir nuevas rutas de entrada para seguir en la brecha de un negocio, donde no se podía bajar la guardia. Y aunque en otras circunstancias se hubiera llevado a Negrita con él, en las condiciones actuales, le resultó imposible. Pero se fue preocupado.

Ese español no le daba buenas sensaciones y temía que aquel personaje le perjudicara más todavía. Gonzalo anuló la compra del chiringuito, ante el disgusto de don Julián quien no tardo en recriminar al “gringo” por ser el causante de dar al traste con aquella ventajosa compra. Pero el “gringo” le tenía bien cogido. Un enfrentamiento con el americano le acarrearía problemas de muchísima más envergadura que la simple perdida de un buen negocio. Gonzalo empleó su tiempo en la pesca de la langosta siempre acompañado por su socio y ya compadre. El Negro Langostero.

Descubrieron que las zonas protegidas por su lado norte. En concreto resguardadas de las explosiones ocasionadas por las empresas petroleras, la posibilidad de capturar los crustáceos aumentaban considerablemente. En los restaurantes, bares y chiringuitos adquiridos hasta la fecha se ofrecían las de mayor tamaño y calidad. La pareja se encargaba personalmente de proporcionar diariamente los apreciados animalitos. Llevando la pesca recién capturada a sus establecimientos. El prestigio de los mismos fue en aumento, pero sobre todo en la época seca que se aproximaba. Prueba de ello era que tenían prácticamente la temporada al completo.

Gonzalo, acompañado por Salvador desayunaba en el chiringuito de Negrita. Pudo visitarle y comprobar su evolución. Los cuidados recibidos, pero sin duda la ausencia del “gringo” de la zona, le proporcionaron una recuperación casi milagrosa. Cada vez que veía a su Viejito el ánimo se le desbordaba. Aquel hombre era una bendición para su pueblo y aunque a ella no le había llegado la buena fortuna con su presencia se contentaba. A pesar de sus circunstancias se sentía una privilegiada al contar con su amistad. Pero su felicidad le llenaba al comprobar como muchos amigos y familiares les había tocado la varita mágica y generosa de su Viejito.

Convirtiéndose en socios de sus fincas o de los negocios montados.

Andaba enredada su mente con esos pensamientos y sentimientos cuando su rostro alegre y sonriente se trucó en decepción.

Gonzalo acababa de comunicarle su partida de Puerto Viejo para regresar a España. Iba a pasar las Navidades con sus hijos y familiares. Negrita no solo fue incapaz de ocultar su desilusión y sorpresa. Sin llegar casi a componer las palabras conscientemente preguntó temerosa.

- ¿Mi Viejito, pero me regresará pronto? ¿Verdad?

La pregunta emocionó profundamente a Gonzalo. Escuchar la frase con esa ternura, con esa dulzura, pero especialmente el temor implícito en su interrogante le llegó al alma. ¡Dios que criatura! Fue oírla mientras su alma se inundaba de sensaciones. No estaba muy convencido si su respuesta la pronunció con palabras o solo su mente dio una respuesta rápida tranquilizándole, mientras le aseguraba que más de dos semanas no podía estar lejos de Puerto Viejo. Volver a observar su rostro recuperando la sonrisa le ahogo de emociones y sensaciones. Sin pensarlo le comentó que propondría a la familia pasar el fin de año en Puerto.

Iba a partir con El Negro para pescar un rato pero su corazón y su alma andaban en un peldaño mas arriba. En ese cielo que solo había sido capaz de mostrárselo su esposa y ahora esa joven, su encarnación si duda, se lo brindaba también. Se estaba levantando de la silla cuando con su armonía en el habla le preguntó.

- ¿Estará en su hamaca de la playa esta noche? ¿Mi Viejito?

Al asentir le prometió acudir, esa noche, para platicar unas horas. Deseaba dialogar con su Viejito con más tranquilidad que por las mañanas en el chiringuito.

Podría hacerlo sin la preocupación de atender el negocio. Pero especialmente bajo el cielo estrellado, en presencia de su Caribe del alma. Tras el acuerdo se despidieron con el deseo en ambos, que el día les permitiera acelerar el reloj para detenerlo al anochecer. Luego en la cala disfrutar de la compañía y recuperar esas horas del día condensadas en la noche. Un beso en la mejilla cerró el encuentro de la mañana, ahora sus obligaciones y ocupaciones les esperaban. Todas las mañanas Gonzalo dejaba el chiringuito profundamente emocionado. Seguía viendo a su mujer en aquel regalo de la naturaleza.

Especialmente esa mañana con la promesa de encontrarse en la cala por la noche. Pero sobre todo al comprobar su inquietud cuando le informó de su partida, abandonó el chiringuito lleno de optimismo, de ilusión, de ansias por encontrarse con ella. Negrita se dirigía al Caribe. A la cala, en cuyo centro se ubicaba la cabaña de su Viejito. Lo hizo, como siempre que venía del chiringuito, por su parte norte. Terminaba de cerrarlo. Antes de entrar en la playa se descalzó y con las playeras al hombro iba pisando la fresca, húmeda y blanca arena. Esa noche la luna brillaba en todo su esplendor y a modo de foco iluminaba su figura que se dibujaba en la lejanía de la bahía.

Una corta falda blanca, de veinte centímetros a los sumo, ofreciendo al aire y especialmente a cualquier observador sus esbeltas piernas, el encanto de unos fuertes y perfectos muslos, morenos, brillantes mostrando toda la suavidad, la frescura y la juventud de su piel.

Una camisa roja sin abotonar, entrelazados sus extremos inferiores para realizar un nudo bajo unos tersos pechos, que se aireaban al viento por su parte superior completaban la vestimenta.

Sus cabellos bailaban al ritmo del movimiento de un paso lento, sensual, contorneando sus caderas y dando armonía a la noche, pero sobre todo ritmo, ese ritmo caribeño que llevaba arraigado en su alma. Le quedaba alguna huella de la última y brutal paliza del “gringo” pero los médicos y los cuidados de la enfermera consiguieron devolverle, el encanto y la perfección. Gonzalo reposaba en su hamaca tumbado con su mirada perdida en dirección norte. Consciente que Negrita se dejaría ver por ese extremo de la cala. Fue abandonar la selva para iniciar sus primeros pasos por la playa cuando distinguió su silueta.

Observaba ese gesto sensual, lento y gracioso peinándose con los dedos de su mano derecha sus cabellos. Recogiendo su melena desbaratada por la acción de la brisa.

La respiración se entrecortaba. La aceleración de su corazón era escandalosa y sus lagrimales liberaban torrentes del líquido salado. No pudo evitarlo sus ojos se clavaron en sus caderas balanceándose de un lado a otro acompañando el ritmo rompedor de las olas que marcaban su paso sensual. De pronto una aureola rodeo ese cuerpo perfecto que se contorneaba siguiendo el ritmo del ambiente.

Su mente comenzó a componer las imágenes recibidas por sus sentidos y la magia de Puerto Viejo se encargó de componerla de tal forma que vio con claridad la imagen de Ana aproximándose a él.

De nuevo aquel espejismo se producía con la presencia de Negrita. Sin duda su espíritu cruzó el charco y se reencarnaba en aquella nativa. Se incorporó, colocándose de pie junto a su hamaca y cuando iba a tenderle los brazos para abrazarse a su gran amor. La voz de Negrita rompió la magia y la imagen de Ana desapareció para observar la de aquella joven. ¡Mi Viejito! ¿Me esperaba?

Le tendió la mano y al contacto de su piel el recuerdo de Ana acudió a su mente al sentir la suavidad, el calor y la fragancia de Negrita. Entrelazaron sus manos para iniciar un paseo por la playa. Pero al llegar al tronco, donde solía sentarse Gonzalo cuando le acompañaba alguien, cruzaron sus miradas, y sus labios se agrandaron mostrando esa sonrisa fiel reflejo, de su estado.

La satisfacción por estar juntos, era patente.

Ahora las imágenes percibidas por sus retinas les faltaba color, pues la noche se estaba apropiando de aquel paraíso.

- Mi Viejito me crucé hoy con “Mama Cahuita” y me contó todo lo que hizo por ella y sus hijas. Me manifestaron algo que penetró en mi alma y que comparto plenamente con ella. “Nuestro Señor se acordó por fin del negro al enviar a su ángel para liberarlo de los truhanes que andan suelto por nuestro Puerto Viejo del alma.

Gonzalo sonrió para posar su otra mano sobre la de Negrita y responderle.

- Mi Negrita, simplemente soy un hombre que le gustaría poder hacer justicia con un pueblo que ha sido y sigue siendo marginado a través de los siglos. Se dan programas de debate, tanto en radio como en televisión. Documentales. Películas.

Libros. Artículos en periódicos, semanarios, revistas. Durante horas se habla, se visiona o escucha sobre el holocausto judío.

Particularmente desde que nací he estado leyendo, viendo o escuchando sobre aquella aberración y son ya más de sesenta años. Últimamente y habló de los últimos diez años sin dejar a los judíos hemos estado siendo bombardeados constantemente con las limpiezas étnicas en guerras suicidas, pero puntuales en el tiempo. Donde el hombre se ha comportado como la criatura más irracional del planeta. Como soy de los convencidos de la existencia de vida en otras galaxias, me atrevería a decir del universo.

Olvidando, tal vez por lo cotidiano, por norma, por costumbre, por antigüedad, e incluso me arriesgaría a confirmar por seguir con una estructura mental similar al movimiento Nazi, del mayor holocausto en la historia de la Humanidad hacia una raza que ha sufrido durante siglos y, hoy en día, continúa con su humillación, su persecución, su esclavitud,... No se equivoca Negrita. Acertó. La raza Negra. “EL NEGRO” Gonzalo comenzó a expresar a Negrita la enorme deuda que la raza blanca, especialmente, tenía con la raza Negra. No era ningún ángel enviado por el cielo.

Simplemente un hombre avergonzado del comportamiento de sus semejantes y que precisaba aportar su granito de arena para mostrar su arrepentimiento.

Es más. Negrita. Aunque todo el mundo occidental realizara algo similar a lo que estoy intentando, seguiríamos en deuda. Pues han sido siglos de opresión y de sometimiento.

La conversación se prolongó por espacio de varias horas. Iban a despedirse hasta la mañana siguiente cuando Negrita sin atreverse, en esta ocasión, a mantener su mirada en él comentó.

Mi Viejito, no crea que no le quiero. Usted lo es todo para mí. La única persona que ha sabido tenderme la mano, pero especialmente el único que ha dedicado su tiempo y cariño. Mucho más importante que cualquier otra cosa. El decidir irme con “el gringo”

Gonzalo no le permitió seguir. No debía darle ninguna clase de explicaciones. Era una mujer libre y sus decisiones las respetaba sin pedir ningún género de aclaración.

- Me basta y me sobra con su amistad. Se lo digo con el corazón. Mi Negrita.

Intentó aclarar las circunstancias pero de nuevo se encontró con la dulzura de Su Viejito. Gonzalo le acompañó hasta la casa del “gringo”.

Era muy temprano, el sol comenzaba a despuntar en el horizonte, asomando en primer lugar su luz y poco a poco su corona por el Caribe. Gonzalo permanecía de pie contemplando el amanecer. Esa misma mañana viajaba a Limón para coger la línea aérea local. Volar al aeropuerto en Alajuela, junto a la capital, y de ahí en vuelo directo a Madrid para pasar las Navidades con la familia. Al girar su mirada hacía la parte norte de la cala divisó la figura inconfundible de Negrita, quien se aproximaba con la intención de despedirse de su Viejito antes de partir hacia España.

De nuevo esa armonía de movimiento aproximándose a él volvió a envolverlo de la magia de Puerto Viejo. El espíritu de su esposa se introducía en Negrita y la imagen que percibía acercándose a él era la de Ana. Su corazón se encogió, eran fechas muy especiales para la familia. Iban a ser las primeras Navidades sin ella y todas sus constantes se aceleraron. Negrita llegó hasta él abrazándose a su cuello mientras le susurraba al oído, envolviendo sus sentimientos y ahogándolo de recuerdos.

- Me deja. Mi Viejito. Estaré pensando todos los días en los segundos que faltan hasta su regreso. Todo Puerto Viejo va ha estar muy triste sin su presencia. No he querido abrir el negocio hasta que no me despidiera de usted. Mi Viejito querido.

Gonzalo posó sus labios en la frente de la joven, le tendió la mano y conversando fueron en busca del Negro que tenía preparado el coche y el equipaje en el maletero. Subieron los tres y dejaron a Negrita en su puesto de trabajo. Un fuerte abrazo despidió a los dos amigos y unas lágrimas recorrieron el rostro de la joven.

Al tiempo que le mostraba esa sonrisa tan peculiar. Tan enormemente parecida a la de Ana, su esposa.

El viaje a Limón fue tranquilo. A pie de la avioneta los dos amigos se dieron un fuerte abrazo. El Negro le deseo un buen viaje y al igual que Negrita su deseó de verle pronto de nuevo por Puerto. En Alajuela, en su aeropuerto, comió tras pagar el correspondiente canon de emigración y facturar el equipaje. El avión no salía hasta las trece horas y quince minutos y eran escasamente las once. Por fin y con un pequeño retraso de quince minutos su vuelo partía a cabecera de pista para iniciar el despegue.

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