sábado, 27 de diciembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO SEPTIMO LA PRIMERA COMPETICIÓN

CAPITULO SÉPTIMO SU PRIMERA COMPETICIÓN

 

 

   Al llegar la noche de su primera jornada en Cancún recibió la noticia. Su embarcación estaba en el puerto deportivo base de la competición. Había quedado con Robert para navegar juntos conocer y ver sobre el terreno aquellas aguas. Durante el desayuno Ester comentó a su abuelo la clausula que habían hecho firmar a todos los participantes que se inscribían. Le extrañó aquella acción pero luego el anfitrión le explicó la participación de aquel muchacho. Adel. Sabía que aquella niña ganaría, tenía esa intuición y el muchacho con su equipo impugnaría la competición. Los conocía demasiado bien como para cubrirse las espaldas. También le informó lo notificado por su hijo a Ester en la cafetería. El comentario sobre la participación de una niña. Mofándose delante de todos los presentes de la inutilidad de firmar aquel documento.

   Robert llevaba navegando unos diez años pero esa mañana aprendió lo que no había conseguido en esa década. Era increíble el dominio de la embarcación, pero especialmente al enterarse que había comenzado a manejarla ese mes. También le aclaró que comenzó a navegar desde muy pequeña y llevaba en la mar casi tanto tiempo como él. Al llegar a puerto, tras amarrar las embarcaciones, en la cafetería del club náutico, le mostraba su asombro por su increíble capacidad de navegación. Sin duda lo llevaba en los genes. Fue cuando le comentó que en realidad Julián no era ningún familiar, eso sí, convivían como si de su abuelo se tratase. Fue relatándole la vida de aquel personaje. Lo que realizó en vela lo conocía, su padre había comentado muchas cosas sobre el Julián, pero en el terreno intimo, familiar, se lo fue descubriendo aquella jovencita. Sin duda era un hombre fuera de lo común. Llegaron insultantes de felicidad, la jornada se desarrolló sin el menor incidente y disfrutaron de la vela toda la mañana. En las dos pequeñas carreras para medirse, venció con facilidad ella y luego le explicó el porqué. Pero previamente le hizo pensar en que se había equivocado. Al interrogarle si ella había cometido alguno replicó de inmediato. No. Efectivamente era consciente de todo lo que realizó.

 

      Te das cuenta de la razón que tiene mi abuelo en no decirme donde he acertado y donde no. Siempre trata que piense y descubra los fallos y los aciertos. Dice que es la única manera de mejorar a niveles de alta competición. 

 

  Ahora comprendía su estancamiento y el poco avance en los últimos años. Sus entrenadores se lo daban todo mascado y de esa forma poco asimilaba. Estaba convencido que a Adel le ocurría tres cuartos de lo mismo.

   La compenetración del muchacho con la niña fue total. No dejaron de salir ni una sola jornada y eso que la del penúltimo día sufrieron para regresar a puerto. Ester le recomendó que le siguiera y realizara las mismas maniobras. Las patrullas del puerto salían a su encuentro cuando iniciaba su entrada. Aquellos expertos profesionales se quedaron de piedra al ver la juventud de los navegantes, pero especialmente como lograron alcanzar puerto.

   Por fin se presentó el día marcado para disfrutar su primera competición oficial. El evento deportivo se celebraba en dos jornadas con cuatro regatas, sin posibilidad de anular ninguna. Dos se disputarían por la mañana y las otras dos por la tarde. Robert observaba a su amiga y no podía creer la serenidad y tranquilidad que tenía. Si no recordaba mal su primera competición, no durmió la noche anterior y por la mañana estaba hecho un flan. Y no era solo la tranquilidad que transmitía aquella joven le animaba a disfrutar de la jornada. El resultado no tenía la menor importancia. Cuando uno realiza algo que le gusta lo que debe hacer es disfrutar cada décima de segundo y luego lo que tenga que ser será. En el competir simplemente ya estaba la motivación, el premio, pero sobre todo el disfrute de una actividad que les llenaba plenamente.

   En el salón de actos del club náutico se reunieron todos los participantes y familiares. Se habían inscrito cuarenta embarcaciones de treinta países diferentes. Se les informó de la competición y abandonaron el salón para acercarse a sus embarcaciones y ultimar los detalles finales para salir a navegar. Adel pasó junto a Ester y en tono paternalista le comentó.

 

     Ánimo pequeña que podrás quedar por delante de ese patán que te acompaña. Los campeones os esperaremos en la cafetería para brindar.

 

    Se quedó mirándolo con la sonrisa sarcástica que solía emplear con la gente impertinente y con la parsimonia de los ticos, le replicó con un refrán de su otra nacionalidad.

 

   - En mi tierra hay un refrán que reza en los siguientes términos. “No vendas la piel del oso antes de cazarlo”

 

    Se giró sin esperar respuesta, le dio la mano a Robert y los dos abandonaron el salón juntos. La conversación se desarrolló en un perfecto inglés entre los participantes.

  Esa primera jornada las condiciones no eran las más idóneas para navegar, el viento era escaso y la mar muy serena. La posibilidad de error estaba descartada y los navegantes con más experiencia partían con una ventaja al salir junto a la baliza. Por el contrario Ester andaba colocada al lado opuesto, al no tener historial, mientras que Adel partía junto a la baliza y Robert tres posiciones después. Fue una regata sin excesiva alternancia desde el inicio. Adel se adelantó logrando con facilidad la victoria, pero por precipitarse le sancionaron con medio punto por una infracción en la última trazada. Robert consiguió tras el primer giro y gracias a unas maniobras que practicó con Ester adelantar y colocarse en segunda posición. Mientras que Ester sudó de lo lindo para ir remontando poco a poco, finalizando la competición en tercer lugar.

   En la entrada al salón de actos del club náutico se colocaba la clasificación. Adel, miraba con cierto temor a la joven. Parecía increíble que una principiante con esas condiciones hubiera remontado sin fallo tantas posiciones. Pero miraba al resto por encima del hombro. En el cuadro de honor figuraba primero con punto y medio. La fracción por su imperdonable error pero no le dio importancia. Ester sí que lo comentó con Robert.

 

    Ese medio punto que ha cosechado le va a complicar la regata, principalmente por las circunstancias que le han llevado a sumar ese medio punto cuando todo estaba a su favor.

 

   Animó a su anfitrión asegurando que era el día que ganaría a ese fanfarrón. Robert agradeció el apoyo de la joven, pero tenía tanta o más opciones de hacerlo que ellos. Ahora saldría en una posición que le permitiría desarrollar toda su sabiduría náutica. Daba la sensación que deseaba que la victoria fuera suya. Le felicitó porque lo realizado era algo extraordinario. En segundo lugar figuraba Robert con dos puntos y en tercer lugar Ester con sus tres puntos.

  Durante la comida les propusieron comer todos juntos pero la pareja prefirió aislarse y comer solos para concentrarse en la prueba de la tarde. Cuando se inició la regata la mar andaba algo más movida que la primera, pero el viento era algo traicionero. Se dio la salida y Ester tomó la delantera seguida muy de cerca por los dos caballeros. Al llegar a la última baliza controlaba la prueba pero se abrió en exceso para darle paso a Robert pero se equivocó y Adel aprovechó la ocasión para adelantarle. Llegando a la meta, Robert, seguido de Adel y en tercera posición Ester. Julián observó la maniobra de su nieta y se percató de la intención de su pequeña, pero se equivocó al darle opción a la embarcación de Adel. De nuevo ante el cuadro de honor. Robert ocupaba la primera posición con tres puntos mientras que Adel le seguía con tres y medio y Ester en tercer lugar con seis puntos. Estaba enfadada consigo mismo por el error cometido, no debía haberle pasado Adel, pero ya no había solución. Ahora tocaba concentrarse para la jornada del día siguiente. Llegaron al rancho y el anfitrión estaba insultante de felicidad y al mismo tiempo asombrado por la capacidad de aquella pequeña. También se dio cuenta de la última maniobra de Ester, pensando que había sido muy generosa al dar la victoria a su hijo. Los adultos se quedaron conversando mientras que la pareja se recogieron pronto en sus habitaciones para descansar y concentrarse en la próxima jornada.

   Las posiciones de salida cambiaron en sus dos primeros puestos permutándolos. Se dio la salida y Ester de nuevo tomó ventaja, mientras que Adel le seguía muy cerca. Robert le pudo los nervios y tuvo un fallo en su salida, pero fue remontando poco a poco. Penúltimo giro y Adel se pasó con el cierre que le hizo a Ester, colocándose en primer lugar pero con una sanción de un punto. Las trazadas de Ester eran más largas, pero su nave iba adquiriendo una velocidad muy superior al resto. Llegó a la última baliza en primer lugar, desesperando a Adel, quien pasó en segundo lugar mientras que Robert lo hacía en cuarta posición. Se acordó de lo hablado con Ester, se serenó y a falta de pocos metros para la meta consiguió sobrepasar al cuarto alcanzando la tercera posición. La primera fue para Ester seguida del sancionado Adel.

  De nuevo nuestra pareja frente al cuadro de honor de la regata. En primer lugar figuraba Robert pero con seis puntos y medio, cuando todos pensaban que tenía seis, cuando pidieron aclaración le confirmaron una sanción de medio punto en el giro de la segunda baliza. En segundo lugar figuraba Adel también con seis puntos y medio pero de ellos uno y medio era por sanción. Estaba descontrolado, aquella mocosa le estaba sacando de sus casillas. En tercer lugar figuraba Ester con siete puntos y ninguna penalización.

   Por fin la última prueba. Los nervios estaban a flor de piel, Ester animaba a Robert. Lo importante era no cometer ningún error. Se dio la salida, con nuestros amigos emparejados con Adel. La primera baliza le permitió tomar la iniciativa a Adel, consiguió la trazada más corta mientras que Ester y Robert tuvieron que abrirse un poco más. Todo estaba muy igualado, Ester observó las aves justo cuando iban a tomar la última baliza y gritó con fuerza.

 

     Robert sígueme.

 

   La trazada que tomó sorprendió a todos, pero más si cabe al comprobar que el que mantenía la tercera posición le seguía. Adel se vio con una gran ventaja, pero había perdido mucha velocidad en el giro mientras que nuestra pareja aumentaba la velocidad progresivamente y le estaban dando alcance con gran facilidad. Primero le pasó Ester y a continuación Robert. Adel estaba desesperado. Faltaban escasamente veinte metros para la llegada cuando Ester hizo una maniobra innecesaria y dio el triunfo a Robert, quedando ella en segundo lugar y Adel desesperado llegó en tercera posición. Todos los presentes fueron conscientes del regalo que aquella criatura había proporcionado a Robert. Cuando se vieron en el muelle le preguntó el porqué lo había hecho.

 

      Por tres motivos, el primero por ser un gran anfitrión y para que te convenzas que eres un buen marinero. Te falta ese pelín de confianza en ti mismo y espero que esta competición te abra los ojos de ser capaz de lo que te propongas. La segunda si hubiera ganado el próximo reto sería mucho más difícil. Hay que dosificarse poco a poco. Tengo que ser campeona olímpica. Se lo prometí a mi abuelo. Y el tercero creo que no hace falta que te lo comente.

 

   Sonrieron mientras observaban a Adel que discutía con su equipo. Deseaba impugnar la competición por permitir regatear a una participante sin la edad, pero le recordaron la firma de la clausula. Se fue hecho una fiera ni siquiera se quedó a la entrega de trofeos.

   Debían volver al rancho pues a la mañana siguiente temprano tenían el vuelo para España. Pero la felicidad de su anfitrión era de tal grado que no consintió que abandonaran el rancho. Debían permanecer en la fiesta que organizaba y a la tarde después de descansar pondría su jet a disposición de la familia. Ester preguntó al abuelo si se podían llevar la embarcación. Hablaron sobre el tema y quedaron en dejar esa en Costa Rica y comprar otra en Donostia para continuar con su entrenamiento. Ahora estaba convencida que iba a cumplir la promesa que le hizo delante de su abuelo. Sería campeona olímpica.

   Fue una fiesta por todo lo alto, invitó a Robert a pasar alguna temporada en España. Quería la revancha. Se habían compenetrado a la perfección. Se dieron sus direcciones de todo tipo y se pasaron varias horas conversando sobre la competición y lo mucho que habían disfrutado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

jueves, 18 de diciembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO SEXTO. PREPARANDO LA PRIMERA COMPETICIÓN

CAPITULO SEXTO PREPARANDO LA PRIMERA COMPETICIÓN

 

 

   Ester salía todos los días a navegar en su flamante embarcación. Llegó a salir con la mar excesivamente peligrosa, pero tanto la patrullera policial de Puerto como el compadre de Julián velaron por la seguridad de aquella intrépida navegante. Una de las jornadas con mayor dificultad Julián se quedó en la cabaña con el matrimonio para navegar, pero esta vez lo hizo por Internet. Se encontró con el anuncio de una competición internacional hasta diecisiete años de la clase Laser en aguas de Cancún. De inmediato siguió buscando información sobre contactos, inscripciones, condiciones y demás detalles para poder apuntar a su pequeña en la prueba. La primera dificultad la encontró con la edad. La categoría inferior abarcaba de los doce a los dieciséis años. La señorita que le atendió le aseguró que las edades eran esas y que no se hacían excepciones. Preguntó por el promotor y organización del evento y le rogó que le entregara sus datos. Deseaba hablar personalmente con él. Cuando aquella joven leyó el historial de aquel anciano de inmediato pasó a la secretaría del organizador la información recibida. No había regresado Ester de su salida cuando personalmente le telefoneaba el personaje. No era otro que el hijo de uno de los componentes del equipo de los Estados Unidos que compitió en la olimpiada de Múnich allá por los años mil novecientos setenta y dos. Su amabilidad con aquel anciano le sorprendió al mismo Julián, preguntó por su padre pero había fallecido hacia más de una década. Cuanto había oído hablar de esa pareja de españoles a su padre. Todo el mundo de la vela admiraba a la pareja española. Le confesó que todos sus contrincantes solo esperaban una mala suerte de su embarcación para poder arrebatarles el triunfo. Asegurando que su padre logró el oro olímpico en la siguiente olimpiada en Montreal. Nunca llegó a explicarse el porqué no siguió compitiendo si era muy joven. Cuantas historias, cuantos comentarios poniéndole en un altar a ese vasco de Donostia que de no haberse retirado habría acaparado no menos de tres olimpiadas. Estuvo hablando más de una hora, había leído su biografía, sus escritos sobre vela y era alguien al que veneraba. Cuando Julián le expuso el motivo de su llamada de inmediato le comentó que estaba resuelto. Deseaba conocer a esa niña. Si se andaba entrenando con él, sin duda sería el primero en ver ganar a una campeona olímpica. No daba crédito a las atenciones de aquel personaje. Le ofreció su mansión para la estancia de toda la familia que acompañara a la pequeña. El periodo de estancia también lo decidían ellos. Era un honor para su familia y para él poder atender a su persona.

   La conversación prosiguió y aseguró que se desplazarían sus hijos, su nieta y por supuesto él. La competición se celebraba en la última semana que les quedaba de vacaciones. Fijaron fecha y hora. Todo estaba resuelto enviaría al aeropuerto personal para recogerlos y conducirlos hasta su casa y la organización se harían cargo de la embarcación para llevarla al puerto de salida para la regata. Julián se quedó atónito, no quiso cobrar la inscripción era su invitado y todo lo tenían pagado. El lunes tras el último día regresaban directamente a España pues las vacaciones de sus hijos finalizaban y él convivía con ellos. Le aseguró que si deseaba él permanecer mas días no había el menor inconveniente. Era un privilegio tenerlo en su hogar y le aseguró que sería el invitado de honor del trofeo internacional. El alcalde de Cancún lo entendería pues eran buenos amigos.

   Andrea pasaba de vez en cuando junto a Julián y estaba asombrada que su papito aguantará tanto al teléfono. No era santo de su devoción y con esa conversación llevaba cerca de dos horas. Cuando finalizó comentó en tono irónico

 

    - Papá, ya me contaras quien era ella. Creo que nunca en mi vida te he visto más de cinco minutos al teléfono

 

   Le fue explicando el motivo y como los había involucrado, comprometiendo a toda la familia. Por su nieta era capaz hasta hacerle pasar más de dos horas al teléfono. Cuando le alentó a que lo hablara con Greet le aseguró que sabía muy bien que cualquier decisión que él tomara era dogma en aquella casa. Se dieron un par de besos para buscar a su esposo y ponerle al tanto de los planes de la familia. Quedaba una semana escasa para volar a México. Julián pretendía estar al menos tres días antes de la competición para que su pequeña pudiera tomar contacto con aquellas aguas.

   Al llegar Ester a la cabaña, venía insultante de alegría, había salvado esa jornada, de una dificultad manifiesta, pues la mar andaba enfurecida. El compadre de Julián que salió con la embarcación de recreo de gran cilindrada se quedó pasmado con la capacidad de navegación de aquel microbio, como supo poner la embarcación en todo momento para salvar las situaciones complicadas que se le fueron presentando una tras otra. Ni un solo fallo y todas las decisiones correctas. Llegó a pensar que de haber manejado él aquella embarcación habría volteado irremisiblemente. Julián dejó en manos de los padres la comunicación del viaje a Cancún. Cuando la pequeña escuchó se quedó pálida, le faltaba mucho para conocer bien la embarcación pero al escuchar a su abuelo

 

    Es un reto. ¿No te atreves?

 

   No hubo necesidad de nada más, se iba a su habitación para conocer por medio de internet la meteorología que se esperaba para esas fechas en esa zona de México, así como buscar fueros de navegantes de la zona. Julián sonrió estaba convencido que a pesar de su corta edad y de competir con navegantes de varios países, algunos con años en el mar, aquella criatura les daría una lección de cómo se regatea en la alta competición. Nunca había participado en una regata, nunca había llevado una nave en competición. Iba a ser un reto mucho mayor que el padecido ese día. Pero una de las cosas que le caracterizaba era que se atrevía hasta con lo imposible.

   A la mañana siguiente se pasó la mañana preguntando a su abuelo. Él era un experto en eso de competir y no había dejado de navegar. A sus casi noventa años aun y a pesar de su estado se atrevía con su catamarán, con ayuda por supuesto, pero a los mandos de la nave era insuperable. Le confirmó que no conocía ese tipo de casco, era muy ligero y los errores con viento aumentaban la dificultad considerablemente. Pero los dos entrenarían esa semana que les quedaba hasta la prueba.

    No recordaba una semana tan intensa, solos los meses previos a la olimpiada se podían comparar. Vivió disfrutando todas esas horas en la mar. Le pedía consejo pero como siempre era quien debía decidir, luego en la cabaña analizaban toda la jornada y tomaba buena nota de lo que hablaban. Sabía muy bien la filosofía de su abuelo.

 

   “Para alcanzar algo hay que cometer errores, pues de ellos se aprende mucho más que de los aciertos”

 

  Ester andaba algo nerviosa, pero muy ilusionada. Los retos le hacían más fuerte y al igual que su abuelo le gustaba las cosas con tiempo. Llevaba muchas horas de prácticas, a pesar de su corta edad, pero sobre todo disfrutaba con ello. Durante esa semana Julián le llegó a decir que si no le apetecía salir algún día pues lo dejaban, descansar un día no iría mal. Pero sabía que al igual que a él si les hubieran permitido navegar por la noche también habría salido con la embarcación.

   Por fin llegó el día de la partida. La noche anterior su embarcación era transportada por una empresa hasta Cancún. La primera jornada no tendría su barco y se dedicaría de lleno a investigar, a informarse, a estudiar a los contrincantes todo lo que le permitieran, las personas, los espacios, los tiempos. Cuando su avión aterrizaba en el aeropuerto a pie de avión les esperaban las autoridades aduaneras en compañía del anfitrión. Entregaros sus pasaportes y en coches oficiales fueron conducidos hasta la entrada principal del aeropuerto. Al llegar, sus documentos estaban en regla, pasaron a los vehículos que había desplazado aquel personaje. Estaba insultante de felicidad. Conocer personalmente a Julián era algo increíble. Parecía esos adolescentes que acuden a la llegada de sus astros y eso que el personaje ya contaba con seis décadas y algún añito más. Todo fueron atenciones. Los acoplaron en la casa principal de un rancho propiedad de aquel personaje y tras el aseo y el descanso reglamentario bajaron a comer con la familia. Un nieto del anfitrión se brindó para acompañar a Ester por la zona para visitarla, atendiendo a cualquier información que le solicitara. Contaba con dieciséis años pero ya conducía su flamante Chevrolet deportivo. Él también competiría en la misma categoría que aquella jovencísima criatura. Era un muchacho muy equilibrado y después de lo escuchado por su abuelo no se atrevió a mostrar la mínima superioridad sobre aquella joven. Durante el trayecto le contó que también participaba el hijo de un importante jeque árabe, de nacionalidad norteamericana. Un fanfarrón, pero que estaba ganando las ultimas regatas. Había intentado ganarle y en un par de ocasiones casi lo logró, pero siempre sacaba de la chistera algo que lo relegaba a la segunda posición. Con seguridad en sí misma pero sin la menor muestra de superioridad le comentó que sería su primera competición, por lo que no sabía muy bien cuál sería su rendimiento. Ahora sí, pondría todo su saber en lograr lo imposible. Solo así se consigue el triunfo. El muchacho sonrió, su pensar era el de una persona madura. Se asombró cuando comenzó su trabajo en tierra, como le confesó. Pero mucho más que le permitiera escuchar y no solo eso le informaba de cada cosa que hacía y el porqué. Cuando se detuvieron a merendar alucinaba.  Con nueve años y esa mentalidad competitiva. Sin duda el sello de su abuelo estaba en su sangre. Allí le relató que todos los que participaban debían firmar una clausula por la que aceptaban la participación de una niña fuera del margen de edad, en concreto con nueve años.

    Recuerdo que la semana pasada cuando llegó Adel, nombre del muchacho árabe hijo de un importante jeque, firmó la clausula riendo y mofándose de la tontería que suponía firmar aquel documento. La pobre niña lo que debería hacer era jugar con sus muñecas.      

    Aborreció la superioridad de aquel muchacho. También era cierto que le había ganado todas las partidas, pero había sido educado en el respeto a todo ser viviente y mucho más en la competición uno se podía encontrar con sorpresas. Ester sonreía ante las palabras de aquel muchacho.

 

     ¿Sabes una cosa Ester?

 

  No esperó respuesta para añadir de inmediato.

 

      ¿Cómo me gustaría que le mojaras la oreja a ese prepotente?

 

   Con esa expresión inocente y dulce le respondió

 

    Lo que más le importaba en esos momentos no era su resultado, iba a ser su primera competición. Ya había logrado su objetivo. Competir en una categoría superior. Después de lo relatado le gustaría que su anfitrión quedara delante de ese cretino. Se aproximó a la chica y deposito un par de besos en sus mejillas. Llegó a sonrojarse pero la conversación se reanudo de inmediato y prosiguieron informándose. Fueron a los puertos pesqueros, con la gente más humilde del lugar. Ahí era donde se lograba las mejores informaciones. Esa gente se debía jugar la vida casi a diario y por lo tanto los mejores conocedores de las situaciones de la mar. Jamás llegó a pensar que se pudiera recoger tanta información. Al preguntarle si tenía la embarcación cerca, al afirmarlo, le rogó embarcar. Lo hicieron en una lancha rápida, les acompañó un muchacho de último pueblo de pescadores donde se dejaron caer para informarse y el muchacho les condujo a la zona de regatas. Ella se interesó por la ruta que tomaban las bandas de peces y quiso que le especificara las diferentes clases. Robert, el muchacho anfitrión muerto de curiosidad le preguntó el porqué de ese interés y de inmediato volvió a absorber una gran cantidad de información en la que jamás hubiera pensado que se podía extraer para una regata. Aquella muchacha parecía un pescador anciano que conocía todas las posibilidades de la mar.

   Llegaron al rancho y el joven no paró de comentar con su familia lo increíble que era esa muchacha. Estaba seguro que les iba a dar un repaso a todos.

 

    A todos menos a ti. Hay que luchar por lo imposible

 

   El tono irónico hizo sonreír a todos los presentes. Su abuelo le comentó que sin duda venía alucinado por aquella mujercita, pero él había pasado la mejor tarde de toda su vida. Conversar con aquel personaje era todo un máster al máximo nivel universitario.











miércoles, 10 de diciembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO 5- LA CLASE LASER

CAPITULO QUINTO LA CLASE LASER

                      

 


   La mañana amaneció lluviosa, cuando Julián se despertó ya tenía a Ester a su lado leyendo un libro mientras esperaba pacientemente. Fue abrir los ojos cuando dos besos se dejaron caer en la mejilla de su abuelo. Le incorporó, le ayudó a pasarse a la silla de ruedas para conducirlo al baño. El servicio estaba todo dispuesto para atender las primeras higienes del anciano. La bañera con hidromasaje conectada y mientras Ester preparaba la ropa para vestirle, él se fue desnudando. Cuando entró en el servicio se recreaba en las burbujeantes aguas a presión. Con la ayuda de una esponja frotó con fuerza aquel castigado cuerpo y lo enjabonó desde la cabeza a los pies. Vestido de espuma con ayuda de sus brazos y el apoyo de su nieta regresó a la silla que se acoplaba en el saneamiento. Asegurado su equilibrio con la manguera de la ducha le fue quitando todo el jabón al tiempo que el desagüe se encargaba de absorber el agua. Secó lo permitido por la posición del viejo. Depositó una toalla sobre la silla de ruedas y con su ayuda lo trasladó. Allí pudo seguir secándole las piernas, los pies, los dedos y los espacios entre los mismos. Concluida la operación se echo a su abuelo sobre su hombro y con otra toalla le secó el trasero. Los lagrimales ya por si flojos fueron incapaces de retener las lágrimas. Esa dulzura, o la ternura, pero especialmente el amor que aquella niña ponía en su labor le ahogaban de sensaciones, de felicidad, de agradecimiento. No había duda que el Señor compensaba a sus ovejas. Pero a él ya le había premiado con creces al permitirle cruzarse con Anki. Aquello eran extras. No sabía muy bien porque pero adoraba a su Dios por tanta generosidad.

   Desayunaban juntos cuando Andrea, algo sofocada, llegaba corriendo a la cabaña para atenderlo. Por la noche llegaron demasiado tarde y esa mañana no había quien los despertara. Al ver a su padre arreglado fue al encuentro de su niña para abrazarse y besarle con todo su cariño. Luego repitió la operación con Julián, para sentarse a continuación en la mesa y acompañarlos en la primera toma de calorías.

   A los diez minutos se les unió Greet. De inmediato Ester volvió a levantarse para preparar el desayuno a su padre, anteriormente lo había hecho con el abuelo y su madre.

   Esa mañana habían quedado en navegar. Ester dejó bien claro que no pasaría ni un solo día sin salir a la mar, siempre y cuando ésta se lo permitiera, dando por descontado que su abuelo le acompañaría. Si alguien deseaba apuntarse no tenía el menor inconveniente, pero por nada renunciaría a su jornada náutica.

     Greet acercó el todoterreno a la cabaña del abuelo y con todos los trastos necesarios subieron al vehículo. Ya en el puerto metieron el coche junto al hangar donde guardaban las embarcaciones y en esta ocasión decidieron salir con el catamarán. Estaban embarcando cuando el armador de Limón telefoneo al celular de Julián. Había leído su mensaje y precisamente tenía un par de embarcaciones Laser, la solicitada por su cliente. Cuando le pareciera pertinente se podrían pasar a verlas. De inmediato le comunicó que en unas horas estaban en el puerto de Limón que procurara tenerla preparada en el agua para estrenarla ese mismo día. Aquello era demasiado precipitado pero Julián era uno de sus mejores clientes y no era momento para ponerle ninguna escusa, haría lo imposible por tenerlo todo preparado.

 

     Hoy nos iremos hacia el norte, quiero ver algo en Limón. Entre ir y volver nos llevará la mañana si preferís comer allí buscamos un restaurante, de lo contrario regresamos a casa y almorzamos en la cabaña.

 

   La propuesta del abuelo les pareció correcta, nadie había pensado en una alternativa, aceptando con gusto la oferta del abuelo. Ahora si la preferencia por regresar a casa a comer fue unánime.

   Ester tomó el mando del catamarán. Su abuelo observaba como se desenvolvía. La pequeña de vez en cuando dirigía su mirada a su yayo para confirmar que eran correctas las decisiones. Sin hablar se transmitían todo lo que se querían decir. Julián durante la navegación jamás objetaba nada, salvo que el error pudiera traer consecuencias. Desde los tres añitos aquella criatura navegaba con él y poco a poco las decisiones las tomaba la niña. Luego se sentaban en una cafetería si habían navegado en España, o tumbados en la hamaca si era en la cala de las cabañas y le preguntaba el porqué de una maniobra u otra. Jamás le corregía deseaba que descubriera sus errores, e incluso no equivocándose que encontrara otras soluciones. Tenía muy gravado desde niño la frase de Piaget, enseñarle algo a un niño y le privaras de placer de descubrirlo. Pero últimamente todas las decisiones de aquella pequeña eran las correctas. Seis años navegando portando iniciativa, más otros tres de paquete, le habían revelado el arte de navegar. Estaba maravillado, entusiasmado y cuando le prometió que conseguiría el oro olímpico revivió su juventud. Aquella pequeña era mejor navegante que él pues tenía las dos virtudes que les hicieron ser oro olímpico. Pero sobre todo se emocionó porque la idea partió de ella. Se prometió no inmiscuirse en los deseos y sueños de nadie. Siempre le tendrían a su lado para ayudarlos cuando desfallecieran, sin presiones, sin coacciones, sin consejos dirigidos, simplemente motivándolos a levantarse y a buscar su camino. Esa había sido su filosofía de la vida y, cuantos de su alumnado captaron esa filosofía.

   Algo que le llenaba plenamente, se daba cuando se encontraba con antiguos alumnos y estos le confesaban que seguían esa filosofía, no porque les machacara con la idea, porque nuca lo hizo, sino por su ejemplo de vida. La gran mayoría le confesaba que también habían tomado muy en serio la frase de Einstein.

 

“La esencia del ser humano está en su capacidad de entregarse a los demás.

 

   La mar andaba bastante tranquila y la calidad del viento para como andaban las aguas era perfecta. Realizaron un trayecto increíble, disfrutaron de las panorámicas, de los delfines saltando para recuperar el frescor del Caribe, tomaron su aperitivo a bordo y disfrutaron con el manejo de la embarcación por parte de la pequeña.

   Una infinidad de recuerdos le llegaban al anciano durante aquel trayecto. Cuantas horas de navegación mano a mano con su compañero de equipo o en solitario. La mar después de Anki y su profesión era su tercer amor. Pero más que la mar era la vela.

   Por fin arriaron y el motor les condujo a los amares de las embarcaciones deportivas del puerto. Pronto pudo distinguir al armador quien tenía ya la embarcación en el agua. A un gesto de este Julián indicó a Ester que amarrara junto a esa pequeña embarcación. Fue verla y comentar de inmediato con su abuelo, que era una preciosidad.

 

   - ¿Cómo me gustaría probar una embarcación de esa clase? ¿Sabes cómo se llama, abuelo?

 

   Con la sonrisa en su rostro que de inmediato descifró aquella pequeña Bribri y mientras su yayo le confirmaba que se trataba de la clase Laser, fue consciente que era para ella. Su abuelo los había, les condujo a Limón precisamente para darle la sorpresa. Casi no había terminado de pronunciar el tipo de clase que era cuando replicó.

 

   - ¿Abuelo es para mí, verdad?

 

   No cabía duda allí estaba el armador amigo de su yayo. Se lanzó como una loca a sus brazos, se sentó sobre sus piernas y besaba todo el rostro. Luego besó a su madre, a su padre, al armador y abordó su nueva embarcación. Los padres reprendieron al abuelo. Era un consentidor, la estaba mal educando. Pero se defendió manifestando que la educación les correspondía a ellos. Su papel era el del abuelo, consentir cualquier cosa a sus nietos. Andrea se separó de su esposo para ir junto a su maestro para abrazarse con toda su ternura y amor. Aquel hombre no le dejaría de sorprender ni después de muerto. De eso no le cabía la menor duda.

 

   -  Bueno mi niña ahí la tienes, saldremos a navegar. La pruebas y si te gusta es tuya.

 

  Julián extendió un cheque al armador y esté le entregó toda la documentación. Pero si no era del agrado de la pequeña, cuestión que ambos estaban convencidos que no sería así, podían cancelar la venta sin ningún compromiso.

   Finalizadas las gestiones, que se realizaron a bordo del catamarán, donde Andrea sirvió un pequeño aperitivo, Greet se puso al mando del velero con el que llegaron y siguieron a la niña en su trayectoria con su flamante Laser.

   La felicidad inundaba hasta el último rincón del alma de aquella pequeña. Era muy manejable, pero lo que realmente le asombró fue su capacidad de navegación. Llegó a llorar por la emoción. Se repetía mentalmente que navegaría si era necesario las veinticuatro horas al día siempre que dispusiese de tiempo, pero sería campeona olímpica en la clase Laser. Pronto se percató que también era fácil volcar. Tenía que aprender muchas cosas con aquel nuevo casco, el tipo de velas y la combinación de ambos. Pero se sentía la diosa de los mares.

   Cuando amarraron las embarcaciones en el pequeño puerto deportivo de la cala, saltó de su embarcación, ya amarrada al catamarán y fue directa hacía su abuelo. Era la embarcación que siempre había soñado, ligera manejable peligrosa, veloz. Había soñado que conquistaba el oro con esa embarcación. Ahora sabía que clase era, Laser, como ese rayo físico manejaría ella aquel casco y se convertiría en la primera española, tica, holandesa en ganar una olimpiada. Con sus chispeantes ojos verdes enturbiados por ser incapaces sus lagrimales de retener el líquido se lanzó en brazos de su abuelo.

 

      He soñado con este tipo de casco. He soñado que ganaba la olimpiada como tú. Eres lo mejor que me ha pasado abuelo. Quiero que aguantes para verme subir al pódium.

 

     Si ya tenía por la edad el llanto fácil, no fue menos en esos momentos. Abrazada a su pequeña le aseguró que siempre estaría a su lado, aun después de abandonar este mundo.

 

     Intentaré aguantar. Pero aligera que no se cuanto resistiré.

 

   Todos sonrieron. Ester pidió no guardar la embarcación a la tarde pensaba salir con ella. Entraron el catamarán en el hangar y a petición de Julián sacaron la embarcación de recreo de gran cilindrada. Saldría con su nieta y un pescador amigo suyo de la zona para acompañarle. Ella protestó alegando que si no se fiaban, pero las palabras del abuelo le volvieron a la sensatez.

 

    Por supuesto que quiero ir conmigo yayo, olvida lo que he dicho, me encanta que estés siempre a mi lado.

 

   Las palabras del abuelo sellaron la posible discusión. Pero con nueve años y a pesar de sus grandes dotes de navegación serían unos inconscientes dejar a una menor sola ante la caja de sorpresas que es siempre la mar. Comieron en la cabaña del matrimonio, el servicio había sido alertado y tenían todo a punto para el almuerzo. Durante el mismo la nueva embarcación fue el centro de la conversación. Ester estaba como el día de reyes. Entusiasmada y solo deseaba terminar de comer, bueno pensó habrá que dejar que el yayo duerma su siestecita, pero se encontró con la grata noticia que renunciaba a lo casi sagrado para él por acompañar a su nieta antes que la luz solar los abandonara. Ella insistió para que descansara un rato pero era consciente que no iba a volverse atrás, era igualita cuando tomaban una decisión ni una catástrofe les hacía cambiar de opinión.

    La navegación fue increíble. Julián se extrañaba de ciertas decisiones que jamás había realizado. Luego pensó que sin ningún género de dudas estaba tanteando a la embarcación, deseaba conocerla en situaciones límites y aunque la mar no invitaba a muchas situaciones de ese tipo si las forzó. Tenía que conocer sus límites, debía descubrir situaciones imposibles, para tratar de conseguir salir de ellas. Luego de tres horas de navegar sin pausa regresaron a puerto.

   Se sentaron en el pórtico de la cabaña del abuelo con la que compartía con su nieta y mientras merendaban intercambiaron opiniones sobre todas esas acciones realizadas esa tarde. Efectivamente Ester le fue confirmando sus sospechas. Necesitaba conocer los límites de aquella embarcación y deseaba probar en situaciones difíciles, cuando la mar se mostraba con su otra cara. Oírle hablar, planificar, distribuirse su tiempo para navegar le llegó la convicción que aquella señorita seguiría sus pasos en alguna olimpiada. El compadre de Julián se quedó maravillado con el manejo de aquella niña con esa cascara de nuez sobre las aguas. Pero le aseguró a su amigo que si la chiquilla estaba algo loca, lógico por la edad, él no tenía perdón al aplaudirle todas sus locuras. Logró comprometer a su compadre para salir con mar brava.

 

    Usted está loco compadre, está loco. Pero lo haré, a usted no se le puede negar nada.

 

Era casi treinta años más joven que Julián, pero ya entraba en esa maravillosa edad de las seis décadas. Confirmó su compromiso cuando dejaban las embarcaciones dentro del enorme hangar donde guardaba las cinco que tenían a la que se les había sumado la de Ester. Cuando esto sucedió la niña se lanzó a los brazos de los dos ancianos y los besaba. Al llegar a casa no paraba de contar aquella increíble tarde. Ese día lo recordaría toda su vida. Porque como comentó en esa jornada comenzó la cuenta atrás para la nueva campeona olímpica.





jueves, 4 de diciembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO 4 NO ME PASA NADA

CAPITULO CUARTO ¡NO ME PASA NADA!

 

 

  El sol despertó a Ester. Por la noche mantuvo las cortinas descorridas para poderse levantar antes que su abuelo. Miró el reloj, solo había descansado unas cuatro horas, los dígitos marcaban las cinco de esa esplendida mañana. Restregándose los ojos, al tiempo que su cuerpo se estiraba y un bostezo profundo le sorprendía para acompañar el inicio de la nueva jornada. Se aproximó a la hamaca donde dormía plácidamente aquel personaje al que veneraba. Se mantuvo de pie, junto al lecho flotante. A la altura de su cintura, su abuelo en posición horizontal. De fondo el Caribe y unas islas cercanas, mientras la estrella del sistema solar, emergía de las serenas aguas entre dos islas. Aquella estampa elevó su espíritu. Pero sus mágicos ojos verdes al dirigirlos hacía su abuelo, fue consciente que comenzaban a enturbiarse y unas lágrimas imposibles de retener se desvanecían hasta alcanzar el suelo. Unos pucheros acompañaron a esas lágrimas para dar paso casi de inmediato a un llanto incontrolable. Al ser consciente que el sonido producido por el acongojo que le sobrevino podía despertar a su abuelo se alejó para entrar en la cabaña, dejarse caer sobre su cama, para llorar como jamás lo había hecho hasta la fecha. Su abuelito se le iba.

 

   ¿Con quién iba a jugar? ¿Con quién iba a realizar travesuras? ¿Con quién iba a salir al cine, al teatro, a los conciertos? ¿Quién le acompañaría a navegar?  Papá y mamá estaban muy ocupados. ¿Quién le iba a defender ante las discusiones con sus progenitores? ¿A quién se podría abrazar par reír, llorar, conversar, discutir, aprender, preguntar…?

 

   La voz temerosa y entrecortada de su yayo, que se había desplazado desde la hamaca hasta la habitación arrastrándose por el suelo, le hizo retornar. Con el temple de un adulto se giró secándose el llanto con las sabanas.

 

   ¿Te… ha sucedido… algo? No me lo perdonaría en la vida.

 

  Eran las palabras entrecortadas que lanzaba aquel anciano, mientras se abrazaba a su pequeña. De inmediato serenó a su abuelo. No le ocurría nada, estaba llorando de alegría por tener un abuelo que se preocupaba tanto por ella. La conversación fue tomando la verdadera dimensión, Julián volvió a abrazarse a su nieta, le hubiera gustado desahogarse llorando pero por nada del mundo preocuparía más si cabe a su pequeña. La tarde noche anterior se lo hizo pasar mal y era consciente que ya no podría salir a solas. La situación que se dio en la fiesta se repetiría con más frecuencia de lo normal. A una chiquilla de nueve años no se le podía responsabilizar de una situación así. Nieta y abuelo se confesaron mutuamente, él le expresaba su tristeza al no poder salir solos. Otro adulto los tendría que acompañar en sus aventuras por el mar, o en la asistencia a cualquier espectáculo. Se confesaba que si había sido capaz de valerse esa primera vez y por sorpresa con mayor motivo podría hacerlo en las siguientes ocasiones.

 

 

   - Además yayo pienso buscar información en internet y preguntar a médicos especializados en tu enfermedad para saber cómo se deben tratar esas situaciones. No creas que te vas a librar tan pronto de mí.   

 

   Observaba a la criatura, encogido por la emoción. No pudo evitar las lágrimas, aquel tesoro era inmejorable, se abrazó y le besó con una ternura especial. Tomó lo primero que encontró, la sábana superior de su cama, para enjugar los lagrimones de felicidad que se precipitaban desde esos cansados ojos azules de su abuelo.

   Se acercaron al comedor, él en su silla de ruedas, ella empujando al personaje. Tomaron un buen desayuno y después de recoger todos los bártulos, pagaron la cuenta del hotel y en un taxi se acercaron al puerto donde tenían amarrada su embarcación. La mar se había vuelto a serenar y no había peligro de navegar en sus aguas. Con ayuda de unos empleados del puerto subieron al abuelo a la embarcación. Acoplado en el timón dio las gracias acompañadas de algún que otro dólar y conectó el motor para salir de puerto. Nada más abandonar el recinto, extendió velas y se puso junto a su abuelo, quien le cedió el mando y abrazados navegaron por aquellas aguas, rumbo a casa.

   No tardaron en alcanzar las aguas de Costa Rica. Andaban a la altura de Manzanillo cuando una patrullera de la policía les paró para comprobar documentación. No los retuvieron, todos los habitantes de aquel rincón conocían demasiado bien al anciano. Se alegraron de poderle saludar y se ofrecieron para lo que fuera menester. Agradeció las atenciones pero tenía a una gran loba de mar a los mandos de la embarcación, amén de la mayor belleza del Caribe. Ester se sonrojó ligeramente y de nuevo reanudaron el rumbo camino de su cala. En el pequeño puerto, que las autoridades le dejaron construir amarró su embarcación. Andrea y Greet les estaban aguardando pues en la parada la policía comunicó a la familia que llegaban a casa.

   Durante el pequeño trayecto en coche Ester comentaba lo maravilloso que habían sido esos días junto al abuelo. Julián inició el relato del incidente, pero con su habilidad Ester logró de inmediato cambiar de tema. Era algo que no podía ocultar, pero tendría otro momento para hablarlo con sus hijos. Llegaron a casa y la mesa dispuesta para esa comida aguardaba a que los comensales se sentaran a la misma para hacerse con los alimentos. Tanto Ester como Julián quisieron darse una ducha primero. Mientras su hija se duchaba Andrea atendió a Julián para ese menester donde era incapaz de valerse por sí mismo. Comprobar el amor, el cariño y la ternura que aquella mujer ponía le tenía encogido el corazón. Durante la ducha le contó el incidente de esa escapada por el mar y la preocupación consiguiente. Le expresó como aquel renacuajo se comportó mejor que muchos adultos, con una serenidad y un aplomo que le tenía asombrado. Andrea dejaba escapar unas lágrimas al ver como aquel anciano lloraba de emoción. Fue cuando se confesó con él al comentarle que la pequeña le había propuesto que un año lo cuidaría y otro ella así ninguna perdería sus quehaceres. Aunque le llevara más tiempo finalizar sus estudios eso era lo menos importante. Quien importaba y mucho era el abuelo. Se abrazaron llorando como dos niños, por supuesto que no lo iban a consentir. Fue entonces cuando volvió a insistir. Había que contratar a un profesional para que le atendieran en las horas que tuviese que trabajar.

 

     Mi querido papá sabes que jamás haré una cosa como esa. Te conozco lo suficiente como para no consentir algo así. Por mucho que hiciera nunca compensaría lo que has hecho tú por todos nosotros.

 

   Poso su labios en “su padre” para que no dijera tonterías, sabía perfectamente que uno no hace las cosas por recibir algo a cambio y no estaba pagando lo que él había hecho. Simplemente disfrutaba y se realizaba en todos los campos dedicándole su tiempo.

 

   Está claro que el Señor me está haciendo que me gane la eternidad con Anki, pero aunque me mantuviera otros noventa años estoy seguro que seguiría ganando.

 

   Fue pronunciar esas palabras, cuando le vino a la mente lo sucedido esa noche. Su encuentro con ella y el vivir aquellas horas que no recordaba del pasado. El Señor los trasportó al paraíso para que vivieran juntos unas horas y fueran conscientes de la grandeza de Dios. Dándoles a entender la necesidad de entregarse a los demás. Andrea lloraba, reía, se abrazaba a su “papá” pero al ver la hora le dio una palmada cariñosa en el trasero y le secó a marchas forzadas para bajar a comer. Padre e hija aguardaban pacientemente a que los dos componentes de la familia se dignaran a dejar sus comentarios y charlas para reunirse todos y comer. Fue una comida con una buena carga en la conversación. Andrea miraba a su “papá”, sonreía, le mandaba un beso picarón o le guiñaba un ojo, siempre con esa sonrisa que tanto le agradaba. Ester hacia un tanto de lo mismo mientras que Greet se sentía el hombre más afortunado por compartir su vida con esa familia.

   Ya en la sobremesa en el pórtico de la cabaña Andrea, apoyada en todo momento por Julián, expuso a su pequeña que las salidas los dos juntos no se podrían dar. No por desconfiar ni mucho menos pero una responsabilidad de esas dimensiones no se le podía trasladar a una menor. Les podría acarreara algún que otro problema legal. En un principio protestó, pero la ternura de su abuelo y el cariño de su madre le llegaron a convencer. Lo que sí dejó claro aquel renacuajo fueron sus salidas a la mar. Podía apuntarse quien quisiera, pero no renunciaría a salir todos los días de las vacaciones con el abuelo mientras la mar lo permitiera.

 

     Sabes abuelo, quiero ser olímpica y ganar una medalla como tú. Quiero que me orientes en que clase sería la más apropiada para poder lograr ese objetivo.

 

   Los adultos sonrieron, pero eran conscientes que lo decía muy en serio y desde luego por parte de su pequeña no iba a quedar. Le explicó que era una buena conocedora de la mar, era muy intuitiva y le recordaba mucho cuando era joven. La clase como hacerlo individualmente o en equipo era algo que debería decidir ella. Él estaría siempre dispuesto a acompañarle, a aconsejarle, a descubrir ciertos trucos, pero ella y solo ella era quien debería decidir. Le habló, ya lo había hecho con antelación, pero las cosas se le olvidaban con facilidad, de su obsesión por conversar con los nativos de los mares donde participara. Esa información siempre le resultó muy valiosa, pero también le confirmó que era cuestión de manías suyas y que cada navegante tenía su peculiar método de navegación. Le aseguró que partía con una ventaja muy superior al resto, sabía leer los movimientos de la fauna donde navegaba y esa información si se sabía interpretar era altamente importante. Su compañero de equipo aunque no tan pronunciado como le ocurría a Ester tenía ese don y por ello llegaron a compenetrase tanto. Cada uno aportaba lo mejor para el equipo resultando el secreto de su triunfo.

     Sé que no podré verte en lo más alto del podio, como le ocurrió a Anki, cuando ganamos la olimpiada, pero al igual me tendrás a tú lado durante toda la competición. Ese es el secreto oculto que nos hizo invencibles. Ester se levantó de la silla y se hizo campito junto a su yayo para abrazarse, al tiempo que sus lagrimales dejaron escapar la carga emocional que se había acumulado.

 

    Tú nunca te vas a morir yayo, nunca jamás. Tú verás mi medalla olímpica

 

   Andrea y su esposo contemplaban emocionados la escena se miraron y de inmediato se regalaron ese premio Nobel, que tantas veces comentaba el anciano. Al darse cuenta Andrea que a Julián se le había olvidado tomar la medicación, llamó la atención de su pequeña para que las buscara y con un vaso de agua se las llevara al abuelo. Últimamente se olvidaba con demasiada facilidad de la obligatoriedad de tomarse las medicinas. No hizo falta repetirlo, posó sus labios en las mejillas de su yayo y como una pantera saltó de la hamaca portando lo solicitado por su madre en medos de un minuto. A regañadientes ingirió la medicación, pero después de los desvelos de aquel ángel no le iba a hacer un feo. Ester regresó a la silla, sabía que al abuelo le encantaba darse una siestecita y le dejó tranquilo. Tomó un libro e inició su lectura. Andrea andaba estudiando y repasando varios tratados de medicina mientras que Greet, se sumergió en el ordenador. A los pocos minutos se escucharon los ronquidos del abuelo que plácidamente se abandonó al mundo de los sueños.

   Esa noche se iban con la familia tica a cenar a manzanillo, a Maxi´s, restaurante al que solían frecuentar siempre que se dejaban caer por Costa Rica. A pesar que el abuelo insistió, para que Ester fuera, no hubo forma de convencerle. Se quedaba con el abuelo, era consciente que había mucha gente del servicio de las cabañas rondando por las mismas, para ordenarlas y poner en orden para el desayuno del día siguiente, pero en vacaciones el tiempo se lo quería dedicar íntegramente a su yayo. Intentó por todos los medios posibles persuadir a su nieta, pero sabía con seguridad que era como él, cuando tomaba una decisión era prácticamente imposible que cambiara de opinión a última hora, más tratándose de su yayo. Como solían decir sus familiares de Costa Rica, Julián era Sibökomo (el creador de los Bribris) o el otro grande de los Malekus, Tocú (los Malekus, tribu indígena del norte de Costa Rica).

   Tanto el abuelo como la nieta se abandonaron pronto en sus habitaciones, habían sido dos jornadas de mar intensas y luego la movida de la noche, estaban cansados. En el ascensor que montaron hacia ya diez años, para que Julián pudiera llegar a su bóveda sagrada, la niña acompañó a su abuelo, le ayudó a ponerse el pijama y tras plasmar sus labios en su frente lo arropó para abandonar la habitación y bajar a la primera planta donde tenía sus aposentos. Se dio una ducha rápida y se quedó unos minutos hasta que observó que la luz de la habitación de Julián se había apagado, seguramente estaría ya en el ultimo cielo. Se arropó y se quedó profundamente dormida.

   Sobre las cuatro de la mañana Julián se desveló, no tenía sueño y no era de las personas que les gustaba estar en la cama despierto. En la hamaca podía aguantar horas sin dormir, manteniendo la posición horizontal, pero en la cama si no dormía se levantaba de inmediato. No soportaba permanecer despierto en el lecho. Con ayuda de las muletas se sentó en su silla de ruedas y aproximándose a la mesa de su despacho conectó el ordenador y comenzó a indagar sobre diferentes embarcaciones.  Llamó a la Federación Española de vela y le informaron de todo cuanto pidió. Sin duda la clase Laser, embarcación ligera que se podía transportar en la vaca de un vehículo, sería sin duda la más apropiada para Ester. De inmediato se puso en contacto con un armador en Limón y le dejó un mensaje en su correo para que le llevara a puerto lo antes posible una embarcación de dicha clase.

 

 

 

 

 

 

 


 

jueves, 27 de noviembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- TERCERA PARTE- ESTER- CAPÍTULO 3-UNOS AÑOS DESPUES

CAPITULO TERCERO UNOS AÑOS DESPUÉS

 

 

  

   La torpeza al andar era manifiesta, su increíble lucidez al llegar la tarde desaparecía por completo y vivencias de su niñez creía vivir en primera persona. A esas horas a la única personilla que reconocía era una mujercita de escasamente nueve años de pelo rubio repleto de tirabuzones que se dirigía a él con la siguiente palabra. “yayo”. Ester, la mujercita de tirabuzones era hija de los doctores, Andrea y Greet, que con su vitalidad enloquecía al viejo de la cabaña. Cuantas horas se pasaba aquel renacuajo a los pies de su abuelo o sentada sobre su barriga mientras descansaba en su hamaca escuchando historias de su pasado. Lo llevaba haciendo desde que aquel renacuajo llegó al mundo. Estaban de vacaciones pues la vida tanto escolar de la pequeña, como la profesional de nuestros doctores se desarrollaba en el Palacete de Donostia. Donde la familia compartía su vida con aquel anciano al que su enfermedad le impedía valerse por sí mismo. Andrea llevaba ya dos años de excedencia desde que su profesor, amigo, padre, tío, abuelo, amor, para ella lo era todo, enfermó seriamente y le impedía tener una independencia. Se había volcado en cuerpo y alma con aquel increíble personaje al que adoraba. Desde los ocho años aquella criatura ayudaba a su madre con su yayo en todo lo que podía y le dejaba. Era adoración la que sentía por aquel torpe anciano que le costaba moverse de un lado para otro, requiriendo la ayuda de alguien para trasladarse del sofá, a la mesa, o a su lugar preferido, la hamaca del porche.

   Habían aterrizado en el país del Caribe hacia escasamente dos días y entre toda la familia habían conseguido poner en funcionamiento las dos cabañas próximas, la del matrimonio e hija y la del anciano. Por regla general la comida la realizaban en la cabaña del matrimonio mientras que el desayuno y la cena solía prepararlas Ester, para ella y su abuelo. Pues la pequeña no se separaba de él, instalándose en la cabaña del anciano.

   Durante esas vacaciones se habían propuesto él y la pequeña navegar a diario. Los dos eran unos enamorados de la mar y Ester se había propuesto asistir a una olimpiada, dos generaciones después. Siempre que la mar lo permitía salían muy temprano nieta y abuelo para embarcar en el catamaran y recorrer unas cuantas millas marinas. Incluso en alguna ocasión llegaron hasta las islas de Panamá donde se quedaban a comer para regresar a continuación antes de anochecer, sobre las dieciséis horas y treinta minutos aproximadamente. En más de una ocasión parte de la familia se preocupaba porque Julián no tenía sus facultades muy centradas, pero tanto Greet como Andrea eran conscientes que Julián lo último que haría en este mundo sería poner en riesgo a esa criatura. En una ocasión decidieron no salir de puerto de Bocas de Dragó, pernoctando para no arriesgar al ser conscientes que la mar podía ponerlos en dificultades. Ester con sus escasos nueve años manejaba el catamarán como pocas personas, pero siempre seguía las indicaciones de su abuelo y jamás desatendía cualquier sugerencia que le hacía. Era el campeón olímpico y nadie mejor que él conocía aquellas aguas. Con la embarcación en puerto buscaron un hotel y se alojaron en una cabaña, junto a la playa. Tumbados en la hamaca escuchaba relatos sobre Anki. En una ocasión cuando aquel anciano finalizó el relato se le ocurrió comentar

 

   “Qué bonito seria traer de regreso a Anki del cielo. ¿Te imaginas? Abuelo. Pasar un día con ella. Solamente un día… una última vez. Darle un último abrazo, un último beso, escuchar su voz nuevamente… Tener otra oportunidad para decirle: ¡¡¡¡Te quiero, te extraño!!!! Te amo con toda el alma. Te extraño demasiado ¿Sabes?”

 

  Con lágrimas en sus ojos aquel anciano le contaba a su pequeña que Anki se había metido primero en su madre Andrea para hacerse más joven y entrar en ella para acompañarle, cuidarle y mimarle hasta que los dos se encontraran en la eternidad. Su gran amor seguía ahí junto a él consciente que permanecería hasta que su alma se elevara junto a la de ella para compartir la eternidad. La pequeña se abrazó a su abuelo con sus ojitos chispeantes y mostrando todo el amor que le profesaba.

   En una cabaña, eran las habitaciones de aquel local hostelero, contigua a la que pernoctaba Ester con su abuelo se instaló un matrimonio joven con una niña de la misma edad que Ester, quien al ver que tenía por vecina a alguien de su edad quiso contactar. Ester iba a rechazar la invitación de aquella desconocida pero Julián no se lo permitió. Le aseguró que se encontraba en perfecto estado y que podía salir para jugar con aquella compañera. Le observó abandonar la cabaña temerosa, le apetecía jugar, era una chiquilla pero si le pasaba algo a su abuelo jamás se lo perdonaría. Él se acopló en la hamaca del pórtico y le prometió que no se movería de allí hasta su regreso. La visitante era canadiense y no hablaba una sola palabra de castellano pero no hubo inconveniente ya que Ester hablaba perfectamente en inglés, chapuceaba el francés y algo el alemán. Su padre principalmente se encargaba que no perdiera la lengua de su país. Aquella extranjera deseaba montar en las bicicletas y perderse por el complejo hotelero que abarcaba unos kilómetros, pero se negó en absoluto. No se separaría más de quinientos metros de su abuelo.

   Julián quedó a los pocos minutos completamente dormido. La brisa marina, la temperatura moderada y la ausencia casi total de humedad crearon un clima propicio para descansar, para viajar en el espacio entre lo real y esas otras dimensiones. Esos otros espacios que no somos capaces de captar, pero cuando uno se sumerge en lo más profundo de su espíritu, con el sueño profundo, puede cruzar esas dimensiones y descubrir esa otra vida. El cielo, el paraíso, otros campos energéticos, hay para todos los gustos. Pero Julián se había educado en el mundo cristiano, concretamente católico y por supuesto sus creencias permanecían intactas. Viajó junto a su amada. Sin duda Anki había escuchado las palabras de la pequeña y quiso reencontrarse en ese mundo de los sueños con aquel joven que le proporcionó esa otra vida. La eterna que compartía con otros seres. Donde le esperaría todo el tiempo que el Señor dispusiera, pues el premio que le proporcionó prolongando su vida durante esos seis meses no tenía precio y debían ganarse la eternidad para no separarse.

   Del tejado de aquella cabaña, tras un fundido al cerrar los ojos, a encontrarse en una nebulosa, cálida, seca, flotando en aquel inter espacio al que las fuerzas de sus almas le estaban conduciendo para reencontrarse como había solicitado Ester. De pronto unas turbulencias inexplicables zarandearon todo su cuerpo y cuando la calma llegó se encontraba sobre la arena, apoyando su espalda en una embarcación bien entrada en la playa, cerca de una valla de cemento. Su cabeza reposaba entre dos protuberancias y su cara se apoyaba en algo que se asemejaba a la piel. Alguien le abarcaba con sus brazos con una ternura que pudo sentirla. La esencia de aquella persona no podría olvidarla en toda la eternidad, era la esencia de Anki, no le cabía la menor duda. Temía moverse y perder todo el encanto del momento. Al sentir su mano acariciando sus cabellos se atrevió a descubrir sus ojos que se apretaban contra uno de los pechos de aquella bendición. Alzó la mirada temeroso y se encontró con unos labios que se rasgaban desde sus comisuras para regalarle la sonrisa más dulce que jamás había visto, pero sobre todo sentirla hasta en su corazón. No llego a poder saborearla porque aquellos labios cargados de generosidad, de un amor infinito se aproximaban a los suyos para depositar ese premio Nobel que él le demandaba con cierta asiduidad. Sentir aquella química le confirmó que no estaba soñando. De nuevo el Señor con su eterna generosidad les permitía reencontrarse aunque fuera por unos minutos. Aquello le devolvía la juventud, las ganas incluso de seguir viviendo a pesar de estar separado de su amada. Aunque jamás en esos cerca de setenta años, cumpliría pronto los noventa, nunca se sintió abandonado por su amor. Primero Andrea, convencido que parte de Anki se encontraba en ella y ahora con su nieta Ester, siempre le acompañaba para poder soportar aquel purgatorio que sin duda debían sufrir por la generosidad de haber podido compartir aquel medio año. Pero no eran momentos de explicaciones, de reflexiones se tenían los dos y lo único importante en esos momentos era disfrutar esos segundos, minutos, horas, o el tiempo que les permitiese “el de Arriba”. Se miraron al mismo tiempo que esbozaban una sonrisa. Pensaban lo mismo, conscientes de esa comunicación transmitidas por sus ondas cerebrales, sin duda iban a vivir esas horas que en aquella noche en Gandía se les negó. Si era así, iban a estar juntos varias horas hasta el amanecer, pues fueron las únicas que no podían recordar. Habrían viajado en aquella ocasión a otra dimensión y compartieron esas horas para regresar y encontrarse de nuevo en la playa junto a la embarcación. Si todo sucedía como sospechaban no solo habría que esperar a vivir con intensidad esas horas descubrirían lo compartido durante ese periodo de tiempo que nunca consiguieron recordar. Un enorme estruendo precedido de un gran rayo cegó sus ojos. Cuando lograron recuperar las sensaciones captadas por su visión se encontraban corriendo completamente desnudos, recorriendo un prado de un verdor intenso y bajo sus pies una alfombra que cuidaba sus pies. Vegetación y agua por todos los costados, unas sensaciones térmicas con un grado de placer que no recordaban ninguno de los dos haber disfrutado de unas condiciones meteorológicas iguales o parecidas en su vida. Tan pronto iba ella delante corriendo como él. A su paso escuchaban a los animales y entendían perfectamente sus saludos, sus ánimos, compartiendo con aquella pareja todo el encanto y belleza del lugar. Todo lo encontraban natural. No apartaba la mirada de su amada pero a una indicación, alzó primero al cielo. No podía contar el numero de soles que brillaban en las alturas, le llegó incluso a cegar y de inmediato llevó su mirada al suelo. Estaban flotando. No había suelo y andaban rodeados de vegetación, de torrentes de cascadas, pero no había nada bajo sus pies. Siguieron corriendo como si todo aquello fuera lo más natural del mundo. Aunque a decir verdad ¿De qué mundo se trataba? Anki le tendió la mano, para proseguir la carrera. El árbol se aproximaba a ellos pero no detuvieron la carrera, se iban a estrellar pero parecía que eso no importaba y sus piernas proseguían a buen ritmo hasta impactar con aquel ser viviente. Fue atravesarlo cuando comenzaron a caer en el vacio hasta dar con sus huesos sobre un lecho de algodones, para mirarse y comenzar a compartirse. Proseguir sería dañar la sensibilidad del lector y si ha vivido situaciones parecidas tampoco habrá que explicarle nada para viajar con su imaginación y revivirlos en su mente.

   De nuevo abrazados junto a la barca los rayos del sol los hizo volver a la realidad de aquel momento. Ninguno de los dos comprendía nada.

 

¿Se habían dormido? ¿Qué había sucedido en esas horas?

 

   Yayo. ¡Yayo!

 

    Una infantil voz le despertó de su siesta, de su sueño de aquellas horas que vivieron juntos y que no había logrado recordar. Se incorporó en la hamaca con la sonrisa en sus labios. La petición de su nieta se había cumplido y pudo recordar en aquel sueño maravilloso lo vivido durante esas horas con Anki. Había ido a su encuentro para recordarlas de nuevo juntos. Un beso selló el encuentro entre abuelo y nieta. Llevó la silla de ruedas y condujo a su abuelo hasta el comedor del hotel para cenar.

   Mientras aguardaban que les sirvieran, con su celular telefoneó a sus padres confirmándoles que se encontraban alojados en Panamá, en concreto en un hotel, les dio la dirección y el teléfono y les aseguró que si la mar se apaciguaba a la mañana siguiente saldrían de nuevo para regresar a casa. Pero que de continuar el temporal proseguirían instalados en aquel acogedor hotel. Ester confirmó a sus padres que por se hubiera lanzado al mar para regresar ese día pero que siguió los consejos del abuelo como les había prometido. El matrimonio se miró. Como conocían a Julián, jamás pondría en el menor riesgo a ese tesoro suyo.

  Durante la cena Ester comentó con su abuelo que esa noche se montaba una pequeña fiesta en la playa junto al hotel y que había quedado con la canadiense, por supuesto previo permiso suyo, para participar en la misma ya que varios artistas locales iban a interpretar algunas melodías propias de la región.

   Había descansado esa tarde más de lo normal y no tenía sueño por lo tanto les acompañaría a la fiesta. La joven se alegró y cuando se levantaban para ir a la fiesta se cruzaron con su amiga a la que acompañaban sus padres camino a la fiesta popular.

   Los ritmos caribeños se desataron en un escenario montado sobre la misma playa. La juventud, tanto biológica como de espíritu, se descalzaban para contornear sus cuerpos al ritmo que envolvía aquel rincón de la Naturaleza. Julián permanecía en su silla expectante, pero especialmente vigilante para que su tesoro no corriera el mínimo riesgo. Las dos amigas, se unieron con el primero que saltó a la pista. Se abotonaron la blusa por encima del ombligo y descalzas comenzaron a contornearse al más puro estilo tico. El anciano contemplaba a su nieta. Como había crecido, era ya una mujercita y de nuevo los recuerdos de su juventud llegaron a esa cabeza que de vez en cuando perdía el rumbo. A los treinta minutos comenzó a desvariar, le solía pasar de vez en cuando, pero últimamente se repetía con mayor asiduidad. Con sus primeras manifestaciones se encontró con la ternura de aquella criatura que adoraba a su abuelo. Se sentó sobre sus rodillas y le acariciaba cual bebé es mimado por su madre. Con esa dulzura primero fue calmándole para depositar aquellos infantiles labios en sus mejillas y tratando que regresara a la realidad. En algunos momentos se puso algo violento, cosa que no había sucedido hasta la fecha, pero aquella criatura respiró profundamente, tomó sus manos para deslizar sus dedos sobre la palma de aquellas arrugadas y cansadas manos, consiguió controlarse pero sobre todo logró que Julián se calmara. Parecía increíble el aplomo y la serenidad de aquella mujercita ante una situación difícil, pero especialmente inesperada. Julián nunca se había llegado a comportar de esa forma. Pero ella ya había escuchado al médico personal de su abuelo en Costa Rica decir que esos arrebatos se darían tarde o temprano. Como joven inquieta e interesada se informó de los consejos que aquel facultativo dio a la familia, pero no se quedo tan solo con eso. Buscó en internet sobre dichas situaciones, comparó y corroboró posteriormente con el facultativo sus indagaciones. El médico confirmo a Andrea que tenía un potencial sanitario en aquella criatura. Pero para Ester su abuelo era lo primero. Había escuchado tantas veces la historia de aquel hombre, unas veces porque se las relataba el mismo protagonista pero la mayoría de las veces era quien pedía a sus padres que le contaran historias sobre su abuelo. Aquel personaje estaba en un altar para su nieta. Sería capaz de dar su vida por él. Cuando en una ocasión se lo comentó con esa sonrisa que le llenaba el espíritu, con el cariño que siempre le mostraba le aseguraba que si hacia algo así, en la otra vida se las vería con él. Era viejo y ella debía vivir intensamente su vida. De inmediato una de sus citas favoritas

 

  “La vida es maravillosa aunque en ocasiones sea infinitamente injusta”.

 

  Cerca de una hora le llevó, con la paciencia y el estar de un adulto, serenar a su yayo. La voz de aquel ángel, sus mimos, su ternura lo adormeció hasta caer dormido. Ester sonrió se despidió de su amiga y se recogieron en la cabaña del hotel.  Arrimó la silla de ruedas a la hamaca del pórtico y cogiéndole de los hombros lo traspasó de la silla a la hamaca. Le costó algo pero la mar le había proporcionado la fuerza suficiente para transportar aquel personaje de un lugar a otro. Entró en la habitación sacó un cubre y tras abrigar a su abuelo descolgó la mosquetera, previamente sus labios se depositaron en su frente. Entró en la cabaña se dio una buena ducha de agua fría y en camisón se acostó en su cama.