miércoles, 4 de marzo de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO DÉCIMO SEPTIMO

CAPITULO DÉCIMO SÉPTIMO 

UNA ACCIÓN DE GENEROSIDAD

                                      


 

   Llegaron al hotel cansados, llevando cerca de veinte horas sin dormir. Aún así Vicente le pidió, que tras la ducha deseaba hablar con ella. Tenían libre hasta la mañana siguiente. Terci sonrió aceptando encantada. Pero cuando le pidió a Rafael poder salir le puso solo una condición. No alejarse del hotel. Los dos eran menores de edad y la responsabilidad recaía en la Federación. Cuando Terci se lo comentó a Vicente este fue a Rafael y le aseguró que solo pasearían por la playa. El hotel lindaba con el paseo marítimo y al otro lado se extendía una gran playa. Aceptó y se sentó en la terraza de la cafetería rogándoles que pasearan de tal forma que no los perdiera de vista. Sellado el acuerdo salieron para atravesar el paseo marítimo y pisar la arena. Se acercaron a la orilla, se descalzaron, para juntos sin contacto pasear en silencio. El límite de su recorrido lo marcaban dos sillas de los socorristas. A la derecha de la cafetería y a unos trescientos metros del hotel una, mientras que a la izquierda y a la misma distancia aproximadamente la otra. Sobre los seiscientos metros era el margen de maniobra de la pareja permitiendo pasear sin que pareciesen un par de leones de cualquier zoo europeo. Con las zapatillas en una mano y la felicidad inundando su corazón. La pequeña caminaba disfrutando el silencio, la climatología y la magia de aquel lugar. Vicente feliz pero inquieto y algo tenso. Si se lanzaba y así lo había decidido le confesaría su gran secreto a una casi desconocida.

   Andaban paseando cuando comenzó a llorar. Ester se quedó paralizada, pero guardó silencio a pesar que le hubiera gustado abrazar y consolar a su compañero de equipo. Como sus pasos proseguían continuo a su lado. Pudo observar en más de una ocasión su intención de lanzar lo que le ahogaba, le martirizaba y sin la menor duda le había cambiado su forma de ser. Al observar por tercera vez su intención de hablar sin soltar una sola palabra, le tomó las manos, deteniéndose uno frente al otro. Le miró fijamente para concluir la maniobra lanzando una frase llena de ternura, de una dulzura estremecedora y con una carga de cariño que le sobrecogió.

 

    Si no te salen las palabras. Abrázame

 

     Quedó tan impresionado por la frase que involuntariamente, no sabía que fuerza le llevaba se abrazó a la niña mientras sus lagrimales se vaciaban. Seguía llorando pero ahora su mente comenzaba a funcionar. Era la persona idónea para descargar toda su pena. Se llamaba como ella Ester, aunque él le llamaba Terci y ahora llamaba a su compañera de Vela con el mismo diminutivo.

 

   “No sería su gran amor reencarnado en aquella criatura”

 

   En esos momentos todo era posible, su compañera le había cargado de energía, le había devuelto esa ilusión, esa alegría por la vida que tenía antes de la tragedia. El control de si mismo le permitió comenzar a razonar y pensó que lo más apropiado sería comenzar por otros amargos momentos de su vida.

   Sin más se lanzó confesando que sus padres se separaron al poco de cumplir el año. Se lo turnaban cada año uno, pero no lo atendían personalmente. Sus respectivos trabajos no daban margen para dedicarle algo de tiempo. Al cumplir catorce su madre le reveló la verdadera razón de su separación. Sufría abusos violentos y en más de una ocasión tuvo que pasar por urgencias. Pero hasta esa fecha ambos lanzaban las culpas al otro por la separación. Desde aquella confesión Vicente no iba con tanta asiduidad a Estados Unidos, donde vivía su progenitor. Su madre decidió regresar a España y hacerse cargo del negocio familiar, pues su abuelo falleció, encargándose de convivir con su abuela y con su madre. Le consentían todo pero deseaba una relación más afectiva con su progenitora. Mientras vivió su abuela le proporciono ese afecto que le faltaba de sus padres pero al fallecer, hacía escasamente dos años, su sumió en una profunda depresión con un intento de suicidio incluido. No se atrevió a confesarle aún que la muerte de su abuela coincidió con la tragedia de su amor. Con toda seguridad se lo contaría antes de la olimpiada. Estaba convencido que sería Ester la única de los cuatro que lo lograría. Se habían sentado en la arena y al finalizar el relató se levantaron y de la mano prosiguieron el paseo.  Ester presentía que aquella alma que paseaba junto a ella no había descargado todo el dolor que le atormentaba pero sentía que se había liberado de una gran carga que le oprimía. Sabía que se lo había ganado y que tarde o temprano descargaría todo lo que le oprimía.

    Al llegar al hotel tenía una nota junto a su llave de habitación. Era de Robert confirmándole que había aterrizado ese día. Su padre se instaló en un hotel de súper lujo de la zona pero él le pidió poder estar en el mismo que Ester. Figuraba el número de habitación y desde la misma recepción le llamaron. No había casi ni colgado el teléfono cuando se presentaba ante la pareja. Se abrazaron y Ester presentó a su compañero de equipo. Era la hora de la cena y pidió permiso para que Robert se sentara con ellos. No hubo objeción y los tres compartieron mesa y dialogaron largamente. Se cayeron bien desde el primer momento pero tener a Ester era garantía, las personas que compartían compañía con esa niña, gozarían de una buena relación. Iban a ser contrincantes en el mar pero fuera de la competición nació una gran unión entre los tres. El único que tenía la plaza para la olimpiada era Robert en representación de México. Pero los dos estaban convencidos que Ester también estaría presente. Los treinta minutos que duró la cena Vicente estuvo charlatán, reía constantemente y se le notaba completamente compenetrado con aquella pareja. Los de la federación se congratulaban que aquel muchacho triste y solitario reaccionara de esa manera y desde luego Ester tenía gran parte de la culpa. Era ver alguien preocupado o triste y ya estaba por medio tratando de animarlo y de restar importancia a la situación. Su madre lo había comentado en infinidad de ocasiones con su esposo. Si hubiese sido nieta biológica de Julián no se parecería tanto. Pero aquel viejo profesor había influido tanto en esa niña que era lógico su comportamiento. Todas las chiquillas de su colegio portaban la última en móviles, tableta o ipod, mientras que los intereses de Ester estaban en ayudar a sus semejantes. El consumo no le había atraído ni de pequeña y eso que su abuelo le consentía todo lo que quería. A la mañana siguiente saldrían a navegar por la zona de la regata.

 

   Cuatro días los separaban del comienzo de la primera jornada que al igual que en Cancún se celebraría a doble sesión y en dos jornadas. Un total de cuatro regatas. Tras la cena Rafael se ofreció a acompañarlos en su entrevista con los pescadores de la zona. Iba a pedir un taxi para ir los cuatro pero Robert ofreció el coche con chofer que había puesto su padre a su disposición. Una lujosa limusina que aguardaba en la puerta. Subieron al vehículo al tiempo que el chofer esperaba ordenes. Robert le entregó unos folios con los recorridos sacados por internet marcando con un punto rojo y número correlativos los lugares donde deseaban compartir con los nativos conversación y unas copas. Vicente pudo comprobar de primera mano toda aquella estrategia que su amiga empleaba antes de una competición y ciertamente la información que recibieron era altamente interesante. Luego por la mañana en los entrenamientos habría que comprobarlas y elegir las que mayor resultado les pudiera dar. Pasaron cerca de cuatro horas, hasta que los locales comenzaban a cerrar y ya no localizaba a la gente que les interesaba. Regresaron al hotel y tras permanecer unos minutos en la cafetería frente al mar para contemplar la noche, las olas, las estrellas, la luna y el ambiente sereno de todo lugar junto al mar. Se despidieron, debían madrugar.

   Vicente contactó con su madre y mantuvo más de una hora la conversación con ella. Cosa que le extrañó pero no quiso cortar ya que su hijo estaba dispuesto a confesarse. Sin duda esa chiquilla con sangre española, holandesa y tica tenía algo que ver. El muchacho cargó si cabe más entusiasmo y alegría pues su madre le había dedicado toda una hora y eso que era a través del teléfono. Cuando colgó y se acostó en la cama comenzó a llorar, la alegría le podía y todo lo sucedido ese día era increíble. Recordó a su amor, las palabras de aquella criatura compañera de equipo que siempre veía el lado positivo de las cosas, la alegría, la felicidad, el optimismo lo radiaba a todos los que le rodeaban. Durmió poco pues tuvo que levantarse a las cinco de la mañana pero no recordaba unas horas descansando como esas.

     La jornada de entrenamiento fue interesante, pudo comprobar la utilidad de toda la información dedicando los descansos a intercambiar opiniones y situaciones que les ocurrió.

     Los otros tres días se desarrollaron de manera similar. La amistad entre los tres fue creciendo. Robert admiraba a su querida amiga. Seguía enamorado de aquella criatura que poco a poco se iba formando como mujer y cuando recordó aquella noche que le llamó para decirle que ya era una mujer. Sonrió.

 

   Que estúpido somos los chicos menos mal que no metí la pata. Lo decía con tal entusiasmo que sin duda era todo un acontecimiento para una mujer.

 

   Y de hecho lo era. La capacidad de crear vida era un milagro que el Señor había otorgado en su creación.

   Por fin llegó la competición. Nuestros tres amigos no recordaban llegar a una regata de esa importancia y encontrarse completamente tranquilos y seguros de sus posibilidades. El representante de Estados Unidos miró por encima al trío de jóvenes que compartían amigablemente un pequeño tente en pie antes de iniciar la competición.

    La primera regata estuvo muy disputada, la mar movida pero muy manejable. Ester fue primera seguida de Robert el americano tercero y Vicente logró la cuarta posición. Los tres amigos salieron pletóricos habían realizado una gran regata y Vicente no le ganó al americano por un pequeño fallo al resbalar la cuerda de una de las velas y perder velocidad. Pero sus compañeros lo encontraron desconocido, sabía que era un fallo puntual y que había navegado como pocas veces. El contrincante americano estaba que trinaba denunció a los tres primeros por maniobras improcedentes y se libró de una sanción porque a petición de Ester el equipo español no puso una reclamación. La chiquilla le comentó A Rafael que las regatas se ganan en el agua y si la organización no lo ha visto en el momento se convierte, al menos para ella, en un incidente de regata. Su abuelo siempre le había dicho que nunca ganara una regata en los despachos, los que lo hacen son malos navegantes pero especialmente gente de poco fiar. Hay unos jueces y si se equivocan mala suerte. Seguiría siempre los consejos de Julián, aunque le llegara a costar la posibilidad de ir a una olimpiada o perder una medalla en la misma. La deportividad la honestidad y el respeto a las normas y a los jueces debía ser sagrada para todo deportista. Unos alimentos energéticos y mucho líquido previos a la segunda regata de la tarde. De nuevo la alegría en nuestros amigos se reflejaba en el inicio de la segunda manga. Al dar la salida alguien se cruzó con Ester y tuvo que realizar una maniobra brusca para no colisionar y perder toda opción no solo en esa regata sino en la competición. Salió muy rezagada, sobre la vigésima posición. El americano se entretuvo vigilando donde andaba la embarcación de aquella chiquilla que le desquiciaba y tanto Vicente como Robert tomaron delantera y se les escapó. Ester en una magistral lección de cómo leer la mar, el viento, la embarcación y los rivales fue remontando lugares hasta llegar a meta y terminar en sexta posición. Vicente había ganado esa manga y Robert le siguió. El americano había sido derrotado de nuevo por esa pareja. Pero finalizó más contento que la de esa mañana. Había quedado por delante de ese demonio de proyecto de mujer. Al finalizar encabezaba la clasificación Robert con cuatro puntos, seguido por Vicente con cinco, el americano con seis y Ester con siete. Todo se podía dar en la siguiente jornada. Nuestro grupo estaba satisfecho y se quejaban de la mala suerte que había tenido Ester. Durante la charla que mantuvieron al terminar la jornada Vicente se levantó en repetidas ocasiones para darle un abrazo a Terci. Sin su ayuda nunca habría obtenido esos resultados. Robert se le pasó por la cabeza los celos pero a ciencia cierta que no había motivos era lógico que aquel muchacho del mismo equipo se sintiese identificado y agradecido con su amiga del alma.

   De nuevo en la última jornada, la competición podía quedar para sentencia prácticamente si Robert ganaba. Sus adversarios lo sabían. Se dio la salida y Robert fue quien más la ajustó tomando la delantera. El americano le seguía a la zaga. Muy ajustado a él, Ester y unos dos largos detrás Vicente. En la segunda baliza Robert se equivocó aprovechando el norteamericano para ponerse en primer lugar seguido de Ester, Vicente y Robert. Cualquier fallo, se iba tan ajustado te costaba tres puestos como le sucedió a Robert. En la línea de llegada la foto y repetición de la llegada dio el triunfo al americano. Vicente entró en tercer lugar mientras que Roberto tuvo que conformarse con la cuarta posición. Al ir hacía el cuadro de honor el americano aguardaba la llegada de los españoles. Al verlos llegar disimuló como si acabara de llegar. En primer lugar estaba él con siete puntos seguido por Roberto y Vicente con ocho y Ester figuraba con nueve. La regata de la tarde decidiría el primer puesto.

    Se dio la salida a la última regata de la competición. Ester logró salir en primer lugar Robert le seguía muy cerca mientras que Vicente y el americano iban a la par en tercer lugar. Si le ganaba Vicente o Robert el americano no ganaría mientras que con Ester con quedar por delante de ellos le bastaba. En la última baliza continuaba el mismo dibujo del principio. El americano debía hacer algo arriesgado de lo contrario esa chiquilla le arrebataría la competición pero obstaculizó completamente a Ester y Robert. De inmediato le sacaron la bandera descalificando al americano. Pero la maniobra que ejecutó Ester no la llegaron a interpretar en carrera y la relegó a tercera posición ganando Vicente la regata y la competición. Robert quedó en segundo lugar, mientras que Ester entró tercera, el mismo puesto que en la general. Robert nada más cruzar la meta se dio cuenta que Ester había querido favorecer a Vicente. La carrera a pesar de la maniobra antirreglamentaria del americano supo salvarla y de haber puesto la embarcación en la trazada correcta hubiera ganado sin problemas. Un error de ese tipo no era propio de ella. Se convenció que le había brindado el triunfo a su compañero. La alegría de Vicente era desorbitada, pero cuando se calmó fue consciente de lo sucedido. A quien tampoco le pasó desapercibido fue a Rafael. Lo de esa criatura era increíble, conocía a la perfección que ir a la olimpiada le daría el último empujón a su amigo para sacarlo de aquel pozo en el que llevaba dos años metido. No podía creer tanta generosidad. No era menos cierto que tenía mucho tiempo por delante. Pero de presentarse a la olimpiada podría ser la mujer más joven en conseguir un oro olímpico en vela.         

   Fue llegar al muelle e ir corriendo hacia Terci, sus ojos húmedos como el mar se lanzó a sus brazos y solo pronunciaba dos palabras

 

     ¿Por qué?

 

      Solo le decía

 

   ¿Has ganado simplemente porque has sido el mejor en esta competición?

 

   No tardó Robert en acercarse hacía la pareja y recordando el mismo gesto en Cancún de aquella criatura llorando como una magdalena se fundió con los dos.   

    Rafael rodeo con sus grandes manos las mejillas de aquella pequeña y le plasmó un beso en la frente. Entre los tres le subieron al hombro y llegó a ruborizarse. Cerró los ojos y vio a su abuelo llorando de emoción. Consciente que su acto le daba mil vueltas al triunfo, a una olimpiada o a su prometida medalla de oro. Se la había ofrecido con creces. A Julián le importaba un rábano esa medalla, esos gestos eran lo que hacía a su nieta sentirse a cualquier ser humano orgulloso de pertenecer a la raza humana.