jueves, 24 de enero de 2013

EL PRIMER AMOR- TERCERA PARTE-CAPITULO XXV-TARDE, PERO...


                                           -  TARDE, PERO...

   La solución, a la sección de la médula espinal, llegó tras la colaboración de innumerables científicos.
   Jos dedicaba el mayor tiempo del día a su pequeña. No era un papá joven, eso no lo podía ocultar, pero se fijó un objetivo con determinación para que su hija, al menos, disfrutara de un padre joven de espíritu. Desde el nacimiento de su niña el tiempo disponible era para las dos mujeres de la casa. Había decidido hacer un alto en sus investigaciones. Sus colaboradores, más directos, Joel, Dany y Jung trabajaban en el laboratorio familiar y procuraban no molestar a su maestro. Si en alguna ocasión iban a preguntarle algo, siempre estaba dispuesto a dar su opinión y colaborar. Pero no se involucró en los trabajos de investigación. Su mayor reto era la educación de su pequeña, y era consciente que en ciertas épocas, no muy lejanas, tendría mucha más dificultad que los problemas encontrados en el laboratorio. Caterine tomó la misma determinación y dejó en manos de su tía el peso de la empresa.
   Linda, durante sus primeros años, mientras no tuvo edad escolar, viajó, en compañía de sus padres, por todo el mundo. Todos los días dedicaban unas horas a sentarse junto a su hija y jugando con la pequeña le iban introduciendo en el mundo del conocimiento y en las destrezas fundamentales de la etapa escolar. No muy lejana para la pequeña.
   Al incorporarse a la escuela, su grado de madurez era muy superior a sus compañeros. Leía a la perfección y tenía un gran dominio de las distintas áreas escolares. Pero pronto se dieron cuenta de su pasión por la moda. Era algo increíble desde sus primeros pasos se apasionaba especialmente por el diseño. Su mayor ilusión y entretenimiento era ir con su tía-abuela a los talleres de diseño. Juguetear en la tienda y probarse todos los modelos que caían en sus manos. Sus dibujos, casi todos trataban de ropa. Precisamente de unos de ellos, Caterine sacó un modelo que impactó enormemente en el mundo de la moda. Estaba claro cual iba a ser su futuro. Adoraba a su padre de una forma especial. José siempre mostró su temor de no poder conectar con su hija, como consecuencia de su edad, pero no había la menor duda que lo adoraba. Siempre que salía de casa y no le podía acompañar, cosa extraña, le buscaba por toda la casa para despedirse, abrazarse fuertemente a su cuello y plasmar dos sonoros besos en sus mejillas. A su regreso, normalmente le esperaba en la puerta, corría como una atleta de los cien metros lisos para abrazarlo. Muchos de sus compañeros pensaron que era su abuelo y cuando se enteraron, su mejor amiga, le comentó.
   - Tu padre. ¿No es muy mayor?
   Con el descaro que le caracterizaba contestó
   - Por eso nos entendemos también. “No dicen que los abuelos son como niños”.
   Era una cría genial, nadie le llegó a ver enfadada. Si se metían con ella, con su padre o cualquier otro miembro de su familia siempre tenía la frase apropiada llena de ironía y sarcasmo, destrozando con su dialéctica a quien osaba atacarle o burlarse de alguien a quien quería. No había nada, ni siquiera el más profundo de los secretos entre sus amigos que no se lo contara a su padre. Al jurar, guardar algún secreto, siempre añadía la misma "coletilla" 
   - Juro no contarlo a nadie. Salvo a mi papá.
   Los compañeros, que visitaron su casa, adoraban a José. Se pasaba el tiempo jugando con ellos y en varias ocasiones mostraron envidia de la pequeña Linda al tener un padre tan divertido.  “Tu padre esta siempre contento”. “¿Nunca se enfada tu papa?”. “¿Nunca te ha reñido ni dado un azote?”. “Tu padre es genial” “Ojalá mi padre jugase conmigo, aunque fuera un día a la semana” Y frases similares se oía a diario la pequeña. Muchos días, especialmente al ir a dormir, pedía que le contara historias de cuando era pequeño. La vida de su padre en la huerta le encantaba. A ella también le hubiera gustado tener quince hermanos. “Te lo pasarías bomba”. Comentaba muchas veces cuando terminaba de relatarle alguna historia de aquella época. La otra persona, santo de su devoción, era su tía-abuela. Cuando, con asiduidad, le llevaba a los talleres de costura se llegaba a emocionar. Sus profesores le adoraban. Ese aspecto le llamó la atención a su padre, al comentarle la enorme ayuda prestada a sus compañeros con problemas de aprendizaje resultando de gran eficacia para avanzar en el aula. José sonrió, sin duda esa virtud la heredo de él.
   Iba a cumplir los siete años cuando al salir de clase iba como loca. La felicidad inundaba su pequeño cuerpo y deseaba encontrarse con papá para contarle algo que le comunicó su profesora. Se encontraba junto al coche abarcando a Caterine por la cintura mientras aguardaban la llegada de su retoño.
   - ¡Papa, te lo van a dar! ¡Tarde, pero de lo van a dar!
   Salía de clase gritando desde lejos. Tanto Caterine como José se quedaron atónitos. Que era eso tan importante y que se lo iban a dar, aunque tarde.
   Cuando Caterine rogó en primer lugar que se calmara y luego se explicase. Arrancó de nuevo.
   - Te acuerdas de esa historia del premio Nóbel, Cuando te lo quitaron par dárselo al médico que curo a la abuela. Pues mi profesora de Lengua me ha contado que este año te lo van a conceder a ti. Asegurando que ya era hora de hacer justicia con un hombre como tú. ¿Creo que esta enamorada de ti?
   Añadió a lo dicho en tono bajo y procurando que su mama no le escuchara. El matrimonio se miró sonriendo ante la salida de su niña. De donde se había sacado esa noticia. Mientras permanecían un poco escépticos ante las afirmaciones de su hija, coincidió que en ese momento salía del colegio su profesora.
   - Señorita Josephine, verdad que le van a conceder el Nóbel a mi papá.
   No dejó a su señorita contestar e inmediatamente añadió
   - A que está enamorada de él.
   La maestra se sonrojó. Era una joven de veintitrés años, no muy agraciada por la Naturaleza, pero poseía un corazón y un don para los niños fuera de lo común. Casi tartamudeando consiguió vencer un poco su timidez y se aventuró a aclarar la situación.
   - Efectivamente Don José. Estábamos realizando un trabajo y habíamos encendido la radio para utilizarlo como medio didáctico cuando en las noticias de las once treinta, unos minutos antes de salir de clase, han confirmado que el doctor José Carbonell, que ya fue candidato al premio de medicina, era nominado de nuevo para el Nóbel de este año.
   Tomo unos segundos de respiro y consiguió arrancar de nuevo.
   - Y los tertulianos presentes en el plató aseguraron que en esta ocasión nadie se lo podría arrebatar.
   Escuchaban atentos y sorprendidos la noticia que aquella profesional de la enseñanza les aseguraba haber escuchado. Caterine se abrazó a la joven maestra y luego lo hizo con su marido.
   - Por fin, se acuerdan que existes.
   Explotó mientras abrazaba a su marido y sus ojos se bañaban de lágrimas, al tiempo que su cuerpo se inundaba de una felicidad indescriptible. Tras la felicitación de su esposa e hija. Se aproximó a la joven profesora y besó sus mejillas agradeciendo la noticia.
   - Te das cuenta como te quiere papá. Se ha sonrojado cuando le has dado los dos besos.
   Al ver que los accesos a casa estaban abarrotados por profesionales de la información optaron por seguir con el coche y subir a la cabaña. Allí escucharían las noticias y podrían reflexionar más sobre el asunto. 
   En todos los informativos, tanto de prensa, radio y televisión destacaban la nueva nominación para el Nóbel, del español afincado en Francia José Carbonell y todos los comentaristas invitados apuntaban que esta vez no se lo negarían al gran científico. Incluso las entrevistas que consiguieron hacerles a los otros candidatos reflejaban en sus declaraciones las pocas posibilidades que tenían ante el español. Tanto Caterine como su hija Linda sentadas junto a él escuchaban atentamente los informativos, estaban orgullosa. Fue Caterine, quien rebosante de satisfacción por lo dicho en los informativos y los comentarios de sus invitados mirando a su marido comentó.
   - Tarde. Señores míos. Tarde, pero al fin os habéis quitado la venda de los ojos y reconocéis lo que hace mucho tiempo tenías que haber hecho.
   José sonrió. Expresó a su esposa su deseo de no dejarse llevar por los sentimientos. Era una mujer inteligente y sabía muy bien que el mérito no era solo de él. Había que comenzar por Silvia, su primera mujer, ella había intervenido en muchas de sus investigaciones, y necesariamente pasar por decenas y decenas de investigadores que aportaron su grano de arena al éxito del que disfrutaban ahora. Sin olvidar a Jung, el último en incorporarse pero con su participación resolvieron uno de los grandes obstáculos para conseguir que accidentados de años pudiesen tener esperanzas de realizar una vida normal.
   - Es mejor que todos nosotros estemos en la misma línea a la hora de las declaraciones, pues además de ser cierto. Sí nos conceden el Nóbel, que la gente lanza las campanas al vuelo antes de tiempo, basaré mi discurso en eso.
   José era consciente que todo apuntaba a conseguirlo en esta ocasión. Eran muchas las circunstancias que así lo aseguraban.
   Tras ese fin de semana en la cabaña, relajándose y preparando esos meses de entrevistas y homenajes regresaron a casa. Las cadenas de radio y televisión más persistentes consiguieron hacerse con las primeras declaraciones del doctor. Los micrófonos intentaban colarse a través de la puerta, de la ventanilla, del techo del coche. Bajó el cristal rogó calma, de inmediato los invitaría a entrar y en el salón podrían preguntar cuanto deseasen con tranquilidad, calma y tomándose algún café o bebida que les ayudara a realizar con más comodidad su trabajo.
   Durante ese lunes, entrevistaron a casi todo el personal de la casa, tanto Joel, Jung como Dany intervinieron. Y siguiendo los consejos de su maestro basaron sus respuestas en lo acordado. Sin embargo, también habían decidido, por su cuenta, una “coletilla” a sus declaraciones. “Sí. Pero todo eso, si no es conducido por un experto piloto, el avión puede estrellarse”. A José no le agradó aquella salida del guión, pues rompía en parte lo que pretendía. En su interior se dijo “Debo de preparar un discurso que sensibilice a todos los investigadores a no ser protagonistas”. Era consciente que lo hacían como agradecimiento a su maestro y evitar que alguien pudiese tener la menor duda del inmenso don que los cielos había concedido al Planeta ofreciendo al mundo aquel maravilloso hombre.
   José no hizo el menor comentario de desagrado por esa frase añadida por sus colegas, esperaría al momento oportuno y estaba seguro que incluso aquello le ayudaría a su verdadero propósito de mentalizar a la Humanidad, que el protagonismo en investigación retrasaba demasiado las soluciones a problemas graves de la sociedad.
   Una noche de esa terrorífica semana para él y su familia, no pudieron tener intimidad, le telefoneó su hermana Rita. Iban a pasar un reportaje sobre él en el canal internacional de  televisión española. La familia en compañía del grupo de investigadores, que colaboraban con José, se reunió en el salón de la vivienda para visionarlo. Allí salió la familia al completo, las anécdotas contadas por uno y otro hermano, y como no, algo que emocionó profundamente al científico, hasta tal punto que su mujer tuvo que buscar un pañuelo y con su cariño y dulzura característico enjugar esas lágrimas de felicidad que los recuerdos, algunos lejanos y otros no tantos llegaban a su mente. Lo que emocionó al investigador fue cuando contaron la influencia y participación que Silvia, su difunta mujer, había tenido en la consecución de sus éxitos. Al final de aquel reportaje, sobre el famoso investigador, las últimas imágenes sorprendieron a los presentes. Sin duda las consiguieron de alguna televisión francesa. Consistían en una entrevista a su pequeña en el colegio. Lo comentó, en su día, pero nunca vieron esas imágenes. La pregunta, formulada a la pequeña, con más impactó en sus padres fue al pedirle el periodista una opinión sobre su padre.
   - ¿Bueno pequeña, tu que puedes decir de papá?
   No se paró a reflexionar la contestó de inmediato, casi ni había terminado de formularla cuando respondía.
   - Mi papa. No tengo un amigo mejor. Puedo contarle cualquier cosa, incluso secretos inconfesables, los comparte conmigo y los guarda incluso sin contárselos a mama.
   En ese momento Caterine en tono de broma se dirigió a los dos y preguntó.
   - ¿Se pueden saber esos secretos ocultados a mama?
   Hizo aman de perseguir a su hija y está entre risas y carreras, por todo el salón, trató de evitar ser alcanzada por su madre. Los presentes rieron. El juego entre madre e hija, consiguió recuperar el emocionado cuerpo de su anciano padre y liberar, mediante la risa, la emoción del momento.
   Cuando esa mañana, de nuevo los informativos, se confirmaba la concesión del Nóbel de medicina a Don José Carbonell, en la mayoría de las principales ciudades del mundo se produjeron manifestaciones de adhesión al gran investigador. Esa misma noche los informativos reflejaban la manifestación pacifica más grande producida en la historia de la Humanidad. En el más estricto de los secretos la asociación mundial de medicina organizó la convocatoria. La principal  se dio en New Ville, dando comienzo en su plaza principal y teniendo como destino final la casa del doctor. Consiguieron congregar a más de diez premios Nóbel de los últimos años. La intención era doble. En primer lugar solicitar perdón a tal eminencia de la ciencia por haberse retrasado el mundo en agradecerle los servicios prestados a la Humanidad. En segundo termino, y esto fue idea de todos los que de una forma u otra colaboraban con el profesor, y eran muchos, resaltar su idea principal su verdadera lucha en el mundo. Conseguir dar a los demás científicos cualquier descubrimiento por pequeño que fuese o no finalizado para dar lo más pronto posible una solución a lo investigado, evitando el protagonismo y conseguir resolver el problema a los enfermos. Dos lemas encabezaban las manifestaciones realizadas y a la cabeza sillas de ruedas arrastradas por personas que gracias a las investigaciones de ese equipo les proporcionaron el derecho a poder caminar y desenvolverse con normalidad. Todas las sillas llevaban un letrero en el que se podía leer. Nunca más. Gracias doctor Carbonell.    
   Cuando la concentración de gente se detuvo ante su casa y los gritos y vítores le obligaron a salir. La emoción lo embargó por completo, abrazado a su mujer y a su hija Linda, lloraba como un chiquillo. Un sofoco indescriptible se apoderó de su cansado cuerpo, pero mientras las lagrimas encharcaban el suelo él se mantuvo firme ante aquella multitud, la fuerza que le transmitían esas jóvenes manos que apretaban la suya le daban las fuerzas más que suficientes para mantenerse entero. Sus dos tesoros, bañados en lágrimas, contemplaban a su ser más querido a través de sus ojos turbios, empapados por el salado liquido. A la cabeza iba el doctor Aleixandre, emocionado tanto o más que su colega y gran amigo. Iba a ser el encargado de leer el manifiesto que el mundo con esas concentraciones en las principales capitales del mundo deseaba rendir a tan ilustre personaje. Dudaba tener las suficientes fuerzas como para poder leer aquellas cuartillas. Pero cuando se puso delante de su amigo a escasos metros sintió como su cuerpo era dominado completamente por su mente. Las emociones, que eran muchas desaparecieron por completo y con una serenidad, que le sorprendió a él, comenzó su lectura. El texto no se lo pudieron elegir mejor, no en balde fueron sus más allegados los protagonistas en su confección, pero conforme, Aleixandre leía, José se dio cuenta que su discurso de agradecimiento al recibir el Nóbel se estaba dando ya. Se llenó de satisfacción porque sin lugar a dudas la repercusión de ese manifiesto iba a ser mucho mayor y precisamente era lo que buscaba con toda ansiedad. Otra de las cosas que emocionaron al genio, fue que no le nombraron, aunque se lo leían a él siempre se hablaba de los investigadores. Se dio cuenta que en aquellas cuartillas estaba la mano de Caterine, Dany, Joel, Jung, y un largo etc. El abrazo entre los dos colegas dio fin a un homenaje a todos esos científicos que entregaban su vida y protagonismo por el bien de la Humanidad.
   A lo largo de toda esa semana los informativos se admiraban y admiraban al mundo de la repercusión que esas manifestaciones habían tenido en la gente sencilla. Si la de New Ville fue la principal por las personalidades que la componían y por el personaje a quien le leían el manifiesto. Los periodistas destacaron que la más multitudinaria se dio en la capital de Corea. Donde calculaban que la friolera de cerca de seis millones de personas tomó la ciudad. Desplazándose de los más lejanos rincones del país. Y asegurando que en la localidad donde se encontraba ubicada la Fundación no se vio una sola persona en sus calles. Las imágenes que, la televisión Coreana, tomaron de dicha localidad impresionaron al mundo.
   Pero esa semana no iba estar falta de más escenas emotivas para la familia Carbonell. Ese sábado por la tarde se presentaba en su casa de New Ville una pequeña de siete años de edad con su madre enviudada recientemente, al perder a su esposo en el accidente que había relegado a su pequeña a la silla de ruedas. El servicio se conmovió al ver a la pequeña y avisó al señor de la casa. Cuando José entró en el salón, dónde le aguardaban las dos, comenzaron a llorar y la pequeña entre sollozos comentó.
   - Este lunes me van a intervenir para que pueda volver a correr. Le he pedido a mi madre personarnos en su casa para poderle agradecer con anticipación lo que ha conseguido hacer por mí y por miles de niños y personas como yo. Todas las noches cuando hablo con mi papá le pido que le diga al Señor que lo cuide mucho  señor.                                                                                                        
   Comenzó a llorar, abrazó a la pequeña y le aseguró que Dios le había escuchado y con toda seguridad haría de ella una gran mujer. Una persona dedicada a los demás.
   La ceremonia de entrega del premio Nóbel de medicina se realizaba la tarde noche de aquel sábado. Caterine confeccionó un bello y elegante traje diseñado casi íntegramente por su pequeña. Contemplaba a su esposo y recordó a Silvia y a su madre. Se sentirían tan orgullosas como ella, de ver que al fin, se valoraba la dimensión no solo científica, sino también humana de aquél personaje. Al subir al estrado para soltar su discurso, se limitó a poner un vídeo. Fueron apareciendo imágenes de investigadores que trabajaron con él. Bajo de las mismas los nombres de todos esos personajes y junto a ellos y entre paréntesis la palabra investigador, o investigadora, según de quien se tratase. Entre las imágenes pasadas no olvido sacar la suya, pero procuró que fuese una más de todas. También se cuidó en mostrar la de su primera mujer. Silvia. Las diferentes imágenes se sucedieron una tras otra, no hubo el menor comentario. Estaba claro que transmitían todo lo que se podía decir, con creces. Al cesar el video, tomó la palabra, asegurando que solo deseaba añadir algo a lo expuesto.
   - El premio no le corresponde a ninguno de los presentados en las imágenes. Pertenece al espíritu de esos científicos. Los verdaderos protagonistas son todas esas personas que con su problema despertaron el interés, la preocupación y las ansias por solucionarlo. Aunque la sociedad está acostumbrada a personificar todo en alguien, debemos ser justos y repartir los metritos a quien corresponden.
    Se vio obligado a detenerse en varios momentos de su discurso. A su mente llegaba con insistencia el recuerdo de Silvia. Aquel homenaje que el mundo le ofrecía le pertenecía en gran medida a su querida Silvia. Finalizó esas palabras ofreciendo en nombre de todos los del vídeo el premio en metálico para dedicarlo a jóvenes investigadores con ese espíritu.
                
                                               FIN