- TARDE, PERO...
La solución, a la sección de
la médula espinal, llegó tras la colaboración de innumerables científicos.
Jos dedicaba el mayor tiempo
del día a su pequeña. No era un papá joven, eso no lo podía ocultar, pero se
fijó un objetivo con determinación para que su hija, al menos, disfrutara de un
padre joven de espíritu. Desde el nacimiento de su niña el tiempo disponible
era para las dos mujeres de la casa. Había decidido hacer un alto en sus
investigaciones. Sus colaboradores, más directos, Joel, Dany y Jung trabajaban
en el laboratorio familiar y procuraban no molestar a su maestro. Si en alguna
ocasión iban a preguntarle algo, siempre estaba dispuesto a dar su opinión y colaborar.
Pero no se involucró en los trabajos de investigación. Su mayor reto era la
educación de su pequeña, y era consciente que en ciertas épocas, no muy
lejanas, tendría mucha más dificultad que los problemas encontrados en el
laboratorio. Caterine tomó la misma determinación y dejó en manos de su tía el
peso de la empresa.
Linda, durante sus primeros
años, mientras no tuvo edad escolar, viajó, en compañía de sus padres, por todo
el mundo. Todos los días dedicaban unas horas a sentarse junto a su hija y
jugando con la pequeña le iban introduciendo en el mundo del conocimiento y en
las destrezas fundamentales de la etapa escolar. No muy lejana para la pequeña.
Al incorporarse a la escuela,
su grado de madurez era muy superior a sus compañeros. Leía a la perfección y
tenía un gran dominio de las distintas áreas escolares. Pero pronto se dieron
cuenta de su pasión por la moda. Era algo increíble desde sus primeros pasos se
apasionaba especialmente por el diseño. Su mayor ilusión y entretenimiento era ir
con su tía-abuela a los talleres de diseño. Juguetear en la tienda y probarse
todos los modelos que caían en sus manos. Sus dibujos, casi todos trataban de
ropa. Precisamente de unos de ellos, Caterine sacó un modelo que impactó
enormemente en el mundo de la moda. Estaba claro cual iba a ser su futuro.
Adoraba a su padre de una forma especial. José siempre mostró su temor de no
poder conectar con su hija, como consecuencia de su edad, pero no había la
menor duda que lo adoraba. Siempre que salía de casa y no le podía acompañar,
cosa extraña, le buscaba por toda la casa para despedirse, abrazarse
fuertemente a su cuello y plasmar dos sonoros besos en sus mejillas. A su
regreso, normalmente le esperaba en la puerta, corría como una atleta de los
cien metros lisos para abrazarlo. Muchos de sus compañeros pensaron que era su
abuelo y cuando se enteraron, su mejor amiga, le comentó.
- Tu padre. ¿No es muy mayor?
Con el descaro que le
caracterizaba contestó
- Por eso nos entendemos
también. “No dicen que los abuelos son como niños”.
Era una cría genial, nadie le
llegó a ver enfadada. Si se metían con ella, con su padre o cualquier otro
miembro de su familia siempre tenía la frase apropiada llena de ironía y
sarcasmo, destrozando con su dialéctica a quien osaba atacarle o burlarse de
alguien a quien quería. No había nada, ni siquiera el más profundo de los
secretos entre sus amigos que no se lo contara a su padre. Al jurar, guardar
algún secreto, siempre añadía la misma "coletilla"
- Juro no contarlo a nadie.
Salvo a mi papá.
Los compañeros, que visitaron
su casa, adoraban a José. Se pasaba el tiempo jugando con ellos y en varias
ocasiones mostraron envidia de la pequeña Linda al tener un padre tan
divertido. “Tu padre esta siempre
contento”. “¿Nunca se enfada tu papa?”. “¿Nunca te ha reñido ni dado un
azote?”. “Tu padre es genial” “Ojalá mi padre jugase conmigo, aunque fuera un
día a la semana” Y frases similares se oía a diario la pequeña. Muchos días,
especialmente al ir a dormir, pedía que le contara historias de cuando era
pequeño. La vida de su padre en la huerta le encantaba. A ella también le
hubiera gustado tener quince hermanos. “Te lo pasarías bomba”. Comentaba muchas
veces cuando terminaba de relatarle alguna historia de aquella época. La otra
persona, santo de su devoción, era su tía-abuela. Cuando, con asiduidad, le
llevaba a los talleres de costura se llegaba a emocionar. Sus profesores le
adoraban. Ese aspecto le llamó la atención a su padre, al comentarle la enorme
ayuda prestada a sus compañeros con problemas de aprendizaje resultando de gran
eficacia para avanzar en el aula. José sonrió, sin duda esa virtud la heredo de
él.
Iba a cumplir los siete años
cuando al salir de clase iba como loca. La felicidad inundaba su pequeño cuerpo
y deseaba encontrarse con papá para contarle algo que le comunicó su profesora.
Se encontraba junto al coche abarcando a Caterine por la cintura mientras
aguardaban la llegada de su retoño.
- ¡Papa, te lo van a dar!
¡Tarde, pero de lo van a dar!
Salía de clase gritando desde
lejos. Tanto Caterine como José se quedaron atónitos. Que era eso tan
importante y que se lo iban a dar, aunque tarde.
Cuando Caterine rogó en primer
lugar que se calmara y luego se explicase. Arrancó de nuevo.
- Te acuerdas de esa historia
del premio Nóbel, Cuando te lo quitaron par dárselo al médico que curo a la
abuela. Pues mi profesora de Lengua me ha contado que este año te lo van a
conceder a ti. Asegurando que ya era hora de hacer justicia con un hombre como
tú. ¿Creo que esta enamorada de ti?
Añadió a lo dicho en tono bajo
y procurando que su mama no le escuchara. El matrimonio se miró sonriendo ante
la salida de su niña. De donde se había sacado esa noticia. Mientras
permanecían un poco escépticos ante las afirmaciones de su hija, coincidió que
en ese momento salía del colegio su profesora.
- Señorita Josephine, verdad
que le van a conceder el Nóbel a mi papá.
No dejó a su señorita
contestar e inmediatamente añadió
- A que está enamorada de él.
La maestra se sonrojó. Era una
joven de veintitrés años, no muy agraciada por la Naturaleza , pero poseía
un corazón y un don para los niños fuera de lo común. Casi tartamudeando
consiguió vencer un poco su timidez y se aventuró a aclarar la situación.
- Efectivamente Don José.
Estábamos realizando un trabajo y habíamos encendido la radio para utilizarlo
como medio didáctico cuando en las noticias de las once treinta, unos minutos
antes de salir de clase, han confirmado que el doctor José Carbonell, que ya
fue candidato al premio de medicina, era nominado de nuevo para el Nóbel de
este año.
Tomo unos segundos de respiro
y consiguió arrancar de nuevo.
- Y los tertulianos presentes
en el plató aseguraron que en esta ocasión nadie se lo podría arrebatar.
Escuchaban atentos y
sorprendidos la noticia que aquella profesional de la enseñanza les aseguraba
haber escuchado. Caterine se abrazó a la joven maestra y luego lo hizo con su
marido.
- Por fin, se acuerdan que
existes.
Explotó mientras abrazaba a su
marido y sus ojos se bañaban de lágrimas, al tiempo que su cuerpo se inundaba
de una felicidad indescriptible. Tras la felicitación de su esposa e hija. Se
aproximó a la joven profesora y besó sus mejillas agradeciendo la noticia.
- Te das cuenta como te quiere
papá. Se ha sonrojado cuando le has dado los dos besos.
Al ver que los accesos a casa
estaban abarrotados por profesionales de la información optaron por seguir con
el coche y subir a la cabaña. Allí escucharían las noticias y podrían
reflexionar más sobre el asunto.
En todos los informativos,
tanto de prensa, radio y televisión destacaban la nueva nominación para el
Nóbel, del español afincado en Francia José Carbonell y todos los comentaristas
invitados apuntaban que esta vez no se lo negarían al gran científico. Incluso
las entrevistas que consiguieron hacerles a los otros candidatos reflejaban en
sus declaraciones las pocas posibilidades que tenían ante el español. Tanto
Caterine como su hija Linda sentadas junto a él escuchaban atentamente los
informativos, estaban orgullosa. Fue Caterine, quien rebosante de satisfacción
por lo dicho en los informativos y los comentarios de sus invitados mirando a
su marido comentó.
- Tarde. Señores míos. Tarde,
pero al fin os habéis quitado la venda de los ojos y reconocéis lo que hace
mucho tiempo tenías que haber hecho.
José sonrió. Expresó a su
esposa su deseo de no dejarse llevar por los sentimientos. Era una mujer
inteligente y sabía muy bien que el mérito no era solo de él. Había que
comenzar por Silvia, su primera mujer, ella había intervenido en muchas de sus
investigaciones, y necesariamente pasar por decenas y decenas de investigadores
que aportaron su grano de arena al éxito del que disfrutaban ahora. Sin olvidar
a Jung, el último en incorporarse pero con su participación resolvieron uno de
los grandes obstáculos para conseguir que accidentados de años pudiesen tener
esperanzas de realizar una vida normal.
- Es mejor que todos nosotros
estemos en la misma línea a la hora de las declaraciones, pues además de ser
cierto. Sí nos conceden el Nóbel, que la gente lanza las campanas al vuelo
antes de tiempo, basaré mi discurso en eso.
José era consciente que todo
apuntaba a conseguirlo en esta ocasión. Eran muchas las circunstancias que así
lo aseguraban.
Tras ese fin de semana en la
cabaña, relajándose y preparando esos meses de entrevistas y homenajes
regresaron a casa. Las cadenas de radio y televisión más persistentes
consiguieron hacerse con las primeras declaraciones del doctor. Los micrófonos
intentaban colarse a través de la puerta, de la ventanilla, del techo del
coche. Bajó el cristal rogó calma, de inmediato los invitaría a entrar y en el
salón podrían preguntar cuanto deseasen con tranquilidad, calma y tomándose algún
café o bebida que les ayudara a realizar con más comodidad su trabajo.
Durante ese lunes,
entrevistaron a casi todo el personal de la casa, tanto Joel, Jung como Dany
intervinieron. Y siguiendo los consejos de su maestro basaron sus respuestas en
lo acordado. Sin embargo, también habían decidido, por su cuenta, una
“coletilla” a sus declaraciones. “Sí. Pero todo eso, si no es conducido por un
experto piloto, el avión puede estrellarse”. A José no le agradó aquella salida
del guión, pues rompía en parte lo que pretendía. En su interior se dijo “Debo
de preparar un discurso que sensibilice a todos los investigadores a no ser
protagonistas”. Era consciente que lo hacían como agradecimiento a su maestro y
evitar que alguien pudiese tener la menor duda del inmenso don que los cielos
había concedido al Planeta ofreciendo al mundo aquel maravilloso hombre.
José no hizo el menor
comentario de desagrado por esa frase añadida por sus colegas, esperaría al
momento oportuno y estaba seguro que incluso aquello le ayudaría a su verdadero
propósito de mentalizar a la
Humanidad , que el protagonismo en investigación retrasaba
demasiado las soluciones a problemas graves de la sociedad.
Una noche de esa terrorífica
semana para él y su familia, no pudieron tener intimidad, le telefoneó su
hermana Rita. Iban a pasar un reportaje sobre él en el canal internacional
de televisión española. La familia en
compañía del grupo de investigadores, que colaboraban con José, se reunió en el
salón de la vivienda para visionarlo. Allí salió la familia al completo, las
anécdotas contadas por uno y otro hermano, y como no, algo que emocionó
profundamente al científico, hasta tal punto que su mujer tuvo que buscar un
pañuelo y con su cariño y dulzura característico enjugar esas lágrimas de
felicidad que los recuerdos, algunos lejanos y otros no tantos llegaban a su
mente. Lo que emocionó al investigador fue cuando contaron la influencia y
participación que Silvia, su difunta mujer, había tenido en la consecución de
sus éxitos. Al final de aquel reportaje, sobre el famoso investigador, las
últimas imágenes sorprendieron a los presentes. Sin duda las consiguieron de
alguna televisión francesa. Consistían en una entrevista a su pequeña en el
colegio. Lo comentó, en su día, pero nunca vieron esas imágenes. La pregunta,
formulada a la pequeña, con más impactó en sus padres fue al pedirle el
periodista una opinión sobre su padre.
- ¿Bueno pequeña, tu que
puedes decir de papá?
No se paró a reflexionar la
contestó de inmediato, casi ni había terminado de formularla cuando respondía.
- Mi papa. No tengo un amigo
mejor. Puedo contarle cualquier cosa, incluso secretos inconfesables, los
comparte conmigo y los guarda incluso sin contárselos a mama.
En ese momento Caterine en
tono de broma se dirigió a los dos y preguntó.
- ¿Se pueden saber esos
secretos ocultados a mama?
Hizo aman de perseguir a su
hija y está entre risas y carreras, por todo el salón, trató de evitar ser
alcanzada por su madre. Los presentes rieron. El juego entre madre e hija,
consiguió recuperar el emocionado cuerpo de su anciano padre y liberar,
mediante la risa, la emoción del momento.
Cuando esa mañana, de nuevo
los informativos, se confirmaba la concesión del Nóbel de medicina a Don José
Carbonell, en la mayoría de las principales ciudades del mundo se produjeron
manifestaciones de adhesión al gran investigador. Esa misma noche los
informativos reflejaban la manifestación pacifica más grande producida en la
historia de la
Humanidad. En el más estricto de los secretos la asociación
mundial de medicina organizó la convocatoria. La principal se dio en New Ville, dando comienzo en su
plaza principal y teniendo como destino final la casa del doctor. Consiguieron
congregar a más de diez premios Nóbel de los últimos años. La intención era
doble. En primer lugar solicitar perdón a tal eminencia de la ciencia por
haberse retrasado el mundo en agradecerle los servicios prestados a la Humanidad. En
segundo termino, y esto fue idea de todos los que de una forma u otra colaboraban
con el profesor, y eran muchos, resaltar su idea principal su verdadera lucha
en el mundo. Conseguir dar a los demás científicos cualquier descubrimiento por
pequeño que fuese o no finalizado para dar lo más pronto posible una solución a
lo investigado, evitando el protagonismo y conseguir resolver el problema a los
enfermos. Dos lemas encabezaban las manifestaciones realizadas y a la cabeza
sillas de ruedas arrastradas por personas que gracias a las investigaciones de
ese equipo les proporcionaron el derecho a poder caminar y desenvolverse con
normalidad. Todas las sillas llevaban un letrero en el que se podía leer. Nunca
más. Gracias doctor Carbonell.
Cuando la concentración de
gente se detuvo ante su casa y los gritos y vítores le obligaron a salir. La
emoción lo embargó por completo, abrazado a su mujer y a su hija Linda, lloraba
como un chiquillo. Un sofoco indescriptible se apoderó de su cansado cuerpo,
pero mientras las lagrimas encharcaban el suelo él se mantuvo firme ante
aquella multitud, la fuerza que le transmitían esas jóvenes manos que apretaban
la suya le daban las fuerzas más que suficientes para mantenerse entero. Sus
dos tesoros, bañados en lágrimas, contemplaban a su ser más querido a través de
sus ojos turbios, empapados por el salado liquido. A la cabeza iba el doctor
Aleixandre, emocionado tanto o más que su colega y gran amigo. Iba a ser el
encargado de leer el manifiesto que el mundo con esas concentraciones en las
principales capitales del mundo deseaba rendir a tan ilustre personaje. Dudaba
tener las suficientes fuerzas como para poder leer aquellas cuartillas. Pero
cuando se puso delante de su amigo a escasos metros sintió como su cuerpo era
dominado completamente por su mente. Las emociones, que eran muchas desaparecieron
por completo y con una serenidad, que le sorprendió a él, comenzó su lectura.
El texto no se lo pudieron elegir mejor, no en balde fueron sus más allegados
los protagonistas en su confección, pero conforme, Aleixandre leía, José se dio
cuenta que su discurso de agradecimiento al recibir el Nóbel se estaba dando
ya. Se llenó de satisfacción porque sin lugar a dudas la repercusión de ese
manifiesto iba a ser mucho mayor y precisamente era lo que buscaba con toda
ansiedad. Otra de las cosas que emocionaron al genio, fue que no le nombraron,
aunque se lo leían a él siempre se hablaba de los investigadores. Se dio cuenta
que en aquellas cuartillas estaba la mano de Caterine, Dany, Joel, Jung, y un
largo etc. El abrazo entre los dos colegas dio fin a un homenaje a todos esos
científicos que entregaban su vida y protagonismo por el bien de la Humanidad.
A lo largo de toda esa semana
los informativos se admiraban y admiraban al mundo de la repercusión que esas
manifestaciones habían tenido en la gente sencilla. Si la de New Ville fue la
principal por las personalidades que la componían y por el personaje a quien le
leían el manifiesto. Los periodistas destacaron que la más multitudinaria se
dio en la capital de Corea. Donde calculaban que la friolera de cerca de seis
millones de personas tomó la ciudad. Desplazándose de los más lejanos rincones
del país. Y asegurando que en la localidad donde se encontraba ubicada la Fundación no se vio una
sola persona en sus calles. Las imágenes que, la televisión Coreana, tomaron de
dicha localidad impresionaron al mundo.
Pero esa semana no iba estar
falta de más escenas emotivas para la familia Carbonell. Ese sábado por la
tarde se presentaba en su casa de New Ville una pequeña de siete años de edad
con su madre enviudada recientemente, al perder a su esposo en el accidente que
había relegado a su pequeña a la silla de ruedas. El servicio se conmovió al
ver a la pequeña y avisó al señor de la casa. Cuando José entró en el salón,
dónde le aguardaban las dos, comenzaron a llorar y la pequeña entre sollozos
comentó.
- Este lunes me van a
intervenir para que pueda volver a correr. Le he pedido a mi madre personarnos
en su casa para poderle agradecer con anticipación lo que ha conseguido hacer
por mí y por miles de niños y personas como yo. Todas las noches cuando hablo
con mi papá le pido que le diga al Señor que lo cuide mucho señor.
Comenzó a llorar, abrazó a la
pequeña y le aseguró que Dios le había escuchado y con toda seguridad haría de
ella una gran mujer. Una persona dedicada a los demás.
La ceremonia de entrega del
premio Nóbel de medicina se realizaba la tarde noche de aquel sábado. Caterine
confeccionó un bello y elegante traje diseñado casi íntegramente por su
pequeña. Contemplaba a su esposo y recordó a Silvia y a su madre. Se sentirían
tan orgullosas como ella, de ver que al fin, se valoraba la dimensión no solo
científica, sino también humana de aquél personaje. Al subir al estrado para
soltar su discurso, se limitó a poner un vídeo. Fueron apareciendo imágenes de
investigadores que trabajaron con él. Bajo de las mismas los nombres de todos
esos personajes y junto a ellos y entre paréntesis la palabra investigador, o
investigadora, según de quien se tratase. Entre las imágenes pasadas no olvido
sacar la suya, pero procuró que fuese una más de todas. También se cuidó en
mostrar la de su primera mujer. Silvia. Las diferentes imágenes se sucedieron
una tras otra, no hubo el menor comentario. Estaba claro que transmitían todo
lo que se podía decir, con creces. Al cesar el video, tomó la palabra,
asegurando que solo deseaba añadir algo a lo expuesto.
- El premio no le corresponde
a ninguno de los presentados en las imágenes. Pertenece al espíritu de esos
científicos. Los verdaderos protagonistas son todas esas personas que con su
problema despertaron el interés, la preocupación y las ansias por solucionarlo.
Aunque la sociedad está acostumbrada a personificar todo en alguien, debemos
ser justos y repartir los metritos a quien corresponden.
Se vio obligado a detenerse
en varios momentos de su discurso. A su mente llegaba con insistencia el
recuerdo de Silvia. Aquel homenaje que el mundo le ofrecía le pertenecía en
gran medida a su querida Silvia. Finalizó esas palabras ofreciendo en nombre de
todos los del vídeo el premio en metálico para dedicarlo a jóvenes
investigadores con ese espíritu.
FIN