miércoles, 25 de febrero de 2015

miércoles, 18 de febrero de 2015 UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO DÉCIMO QUINTO UNA DÉCADA DE VIDA

CAPITULO DÉCIMO QUINTO UNA DÉCADA DE VIDA

 

             

                                           

 

   Entre las prisas, la competición y la comida se despistó olvidando el legado de Julián en la cabaña. Pero como sabía que nadie hurgaría en aquel lugar sagrado se resignó y cuando tuviera vacaciones se perdería en Puerto para leer aquella herencia. Lo iba a tener difícil si participaba en la olimpiada pero se contentó asegurando que tras la misma dispondría del tiempo necesario para una escapadita y recoger el legado de su abuelo.                            

   Ese quinto de Primaria lo llevaba con soltura, su maestra aunque no llegó a trabajar con Julián si había oído hablar de él y desde luego los más viejos del centro lo recordaban con un cariño excepcional. Felicitó a Ester por llevar las cosas tan al día pero especialmente como había sido capaz de asimilar la pérdida de aquel familiar con el que se identificaba. La acogida de sus compañeros fue modélica y se incorporó como si no hubiese ocurrido nada. El viernes se desplazaba con los de la federación para navegar. Unas veces al sur otras al este, al oeste y de vez en cuando se quedaban en el Cantábrico. Los técnicos de la federación estaban entusiasmados con aquella mujercita, podía hasta con los Dioses del Olimpo de la vela española. Metódica, ordenada, puntual, no dejaba nada, absolutamente nada a la improvisación. Cuando llegaba a una población aunque ya la conociera rogaba a un técnico que le acompañara. El ritual que tenía su abuelo lo cumplía siempre. El hablar con los pescadores y regatistas de la zona. Siempre le acompañaba a esos menesteres Rafa, era hijo de un antiguo dirigente de la federación que conoció a su Abuelo y le contaba esas anécdotas de Don Julián antes de una competición. No daba crédito a la capacidad de aquella jovencita. Aprendió en esos tres meses previos a la importante competición en Australia mucho más de lo que hubiera imaginado.

   Las clases seguían su curso y los entrenamientos no cesaban. Los fines de semana se le hicieron algo duros por los viajes y los madrugones pero era tal la pasión por navegar que lo llevó sin problemas.

   A la semana de su regreso a clase le notificó a su señorita que ya era mujer. Que distinta la reacción cuando lo contaba a una chica o a un chico. Eso le chocó, los intereses de un sexo y otro principalmente en su edad ¿Eran tan distintos? Pero especialmente la madurez entre un niño y una niña de diez años era abismal. No fue ajena a la reacción en los adultos, aunque por maduración exteriorizaban alegrías similares, la de los varones venía impuesta por la ternura hacia una niña, por el contra en el otro sexo se captaban los sentimientos. Como buena descendiente de los Bribri lo captaba perfectamente. Al comentarlo con su madre se lo confirmó.

   El día de su cumpleaños a primeros de Diciembre, a punto estuvo de desplazarse Robert con su padre a Donostia pero un problema en el trabajo lo malogró. Se tuvo que contentar con felicitar a su amiga por medio de la videoconferencia con el Skype. Solo quedaban dos semanas escasas para la competición en Australia, allí se verían y le felicitaría personalmente. Le confesó que le tenía guardada una sorpresa como regalo a su primera década. No era curiosa y aceptó aguardar esos días para descubrir de que se trataba.

    Sus padres contrataron una sala en la Perla para realizar la fiesta con los compañeros de clase. A la que fue invitada su tutora y maestra. Hubo juegos, concursos, baile, karaoke, imitaciones, disfraces, en fin que en las cerca de cuatro horas que duró, hubo tiempo para casi todo. 

    El sábado viajó a Gandía con la selección española de vela, se celebraba una regata preparatoria para la gran cita, donde amen de los ya seleccionados entrarían los últimos participantes españoles de vela en la olimpiada. Ester pidió permiso para salir. Pensaron que era su rutina de todas las competiciones y Rafael se ofreció como siempre a acompañarle.

 

    Rafael espera, no quiero salir para lo que te imaginas. Necesito perderme por los lugares que mi abuelo frecuentó de joven. Sé que tal vez te parezca una tontería pero me gustaría hacerlo, porque lo necesito de verdad de lo contrario sabes muy bien que no te lo pediría.

 

   Aquel técnico se quedo mirando a esa criatura. No había motivos para negarle lo solicitado. Sin lugar a dudas era de los convencidos en la federación que tenia ante él a la futura campeona olímpica femenina en la clase Laser. Solo una desgracia, de la que nadie está a salvo en una competición de esa índole, le arrebataría la medalla. Fue consciente que deseaba desplazarse sola por la ciudad. Esa petición le era imposible aceptarla, por lo que decidió hablar. Sola no podía dejarle, pero le seguiría a una distancia prudencial. Ester lo comprendió, se abrazó, plasmó dos sonoros besos en su mejilla y aceptó la condición necesaria.

    Salieron juntos del hotel, próximo al puerto deportivo por el paseo marítimo. Julián le había hablado de ese hotel y a poco más de doscientos metros se encontraban los apartamentos donde Anki y sus padres pasaron ese verano. No recordaba muy bien como se llamaban pero estaba convencida que si lo leía se acordaría. Sabía que se ubicaban a doscientos metros, en dirección contraria al puerto deportivo. Cruzó el paseo marítimo y se desplazó por la valla que separaba la playa de la vía pública, mientras que Rafael le seguía a una distancia prudencial por la cera de apartamentos y comercios. De pronto unos balcones azules y acristalados con un gran letrero junto al paseo le hicieron detener. Apartamentos Las Arenas. Eran esos. Setenta años después y ahí estaban, no podía dar crédito el corazón le dio un vuelco y se sentó en la valla. Fue tomar contacto sus posaderas con la piedra de la valla y una sensación indescriptible recorrió su cuerpo. Se quedó inmóvil cerró los ojos, al tiempo que sus manos se apoyaban junto a su cadera. Fue cuando sintió que una fuerte mano se posaba sobre el dorso de de la suya. Abrió los ojos y todo el personal, del paseo había desaparecido. La luz artificial alumbraba una calle desierta, elevaba su mirada hasta confirmar la certeza del personaje al que le pertenecía esa mano. Lo sintió desde el mismo momento de tomar contacto, pero ahora su vista le confirmaba lo que sabía. Era su abuelo. La fuerza Bribri acudió presta a los personajes para reunir sus espíritus allí donde uno de los dos vivió con intensidad momentos inolvidables de su vida. No era para menos. El encuentro de su abuelo con Anki se repetía. Giraron ambos a la vez la mirada al frente y permanecieron en silencio transmitiéndose todo lo vivido.

 

   ¿Qué momentos tan maravillosos, como se podía experimentar tanta felicidad?

 

   Sus ojitos comenzaron a dejar escapar ese líquido salado, que recorría su suave cutis hasta caer sobre su rebeca o directamente sobre sus pantalones. Elevó su mirada enturbiada por la humedad hasta que se encontró con el tercer piso. Una luz se prendía en esa planta y una joven de la edad de Robert más o menos se asomaba a la ventana y los saludaba. Era Anki. Había acudido para acompañarle. Giró su mano, para entrelazarla con la de su abuelo. Comprobó que los espacios de sus dedos coincidían sin duda el Señor los había confeccionado así para que acoplasen los unos en los otros.

    Aquella criatura llevaba allí sentada cerca de treinta minutos por lo que Rafael optó por sentarse en la cafetería que estaba justo al otro lado de la cera y tomarse un refresco mientras aguardaba a la joven. Se percató que estaba en trance, en su último encuentro recordaba que le había informado que como buen descendiente de Bribris le solía pasar cuando se concentraba en algo que había perdido. Y por regla general contactaba con ese ser. Ciertamente no estaba muy convencido de ello pero aceptó la historia y ahora comprobaba al menos que si se mantenía en un estado de catarsis. Su rostro no tenía expresividad y su movilidad era nula. Hasta tal punto que algunos niños que circulaban por el paseo comentaban con su padre que esa niña estaba haciendo la estatua y lo hacía muy bien.

   Cuando Anki y Julián le dejaron sola en la valla regresó de nuevo al mundo real. A sus pies varias monedas permanecían esparcidas por tierra. Comenzó a reírse, recogió lo que se había ganado. Al ver a Rafael en la mesa de la cafetería se sentó junto a él y pidió un helado. La discreción de aquel técnico fue total, no hizo ni una sola pregunta y aguardó a que ella iniciara una conversación para hablar.

    Finalizado el refresco y el helado se cogió a la cintura de Rafael y fueron paseando tratando de localizar el chalet de los padres de Julián. La zona que le había comentado su abuelo no había nada más que grandes edificios de más de quince plantas. Posiblemente vendieron la propiedad para edificar. Como se aproximaba la hora de la cena y a la mañana siguiente debían regatear decidieron regresar al hotel.

   Era Octubre y aun se mantenía bastante bien el buen tiempo. La costa levantina era un regalo del Señor con respecto a la meteorología. En el club náutico se presentaron antes que el sol amaneciera, había demasiadas cosas que preparar antes de iniciarse la competición. Organizada por el comité olímpico español en ese campeonato europeo de vela. Un buen aperitivo para los seleccionados antes del gran pastel. Australia. Ester asombró a conocidos y extraños aquella chiquilla había nacido para la vela. Dio un varapalo a todos los contrincantes que no se recordaba en mucho tiempo. Esa criatura parecía que vivía en esas aguas, se las conocía mejor que los peces y las aves que merodeaban todo el año. Todos le felicitaban, pero ella procuraba restar importancia y comentándolo con su preparador Rafael apuntó las siguientes palabras

 

   Creo que hoy me ha salido todo redondo, pero Rafael confirma o desmiente mis sensaciones, preciso estar en la olimpiada.

 

   Aquel personaje sonrió y sin lanzar ninguna alabanza replicó

 

   Lo cierto es que podías haber alcanzado la meta diez minutos antes

 

   Ester comenzó a reír ante la salida de su preparador. Era consciente que todo lo había hecho a la perfección y de ahí la frase lanzada por su preparador.

   El viernes le habían recogido del colegio los de la federación y ahora llegaba con Rafael para comenzar las clases. Pero a pesar de todo ello se presentó con todas las tareas completas. Entraba por la puerta del colegio en el preciso momento que tocaban el timbre. Un pasillo de alumnos compuesto por todo el segundo ciclo de secundaria formaba filas para homenajear a la brillante campeona europea, en la categoría Laser. Llegó a sonrojarse, pero entró en la dinámica del equipo de clase y se olvidó de los honores. Cuando su tutora recogía los trabajos realizados por aquella modélica niña comentó.

 

  Estoy convencida que mientras regateas realizas tus tareas de clase, espero que el equipo aprenda de nuestra capitana.     

 

   Levantó la mano como requerían las normas y cuando le dio paso comentó.

 

    Ninguno de nosotros es igual a otro por tanto no hay que seguir el ejemplo de nadie. Lo que siempre me decía mi abuelo era que cada uno debía tomar sus propias decisiones, que nadie las tomara por él. Debíamos ser receptivos a todo, pero analizarlo y criticarlo para luego decidir lo que más se acoplaba a la forma de cada uno.

 

  Como casi siempre aquella jovencita tenía razón pero se pusieron a trabajar como les gustaba al curso. Como un equipo.

    Fueron las primeras Navidades sin el abuelo. Lloró con su madre, en noche buena y Navidad, como pocas veces. Cada momento lo tenía presente y no era capaz de calmar sus lágrimas. Tras la comida se subió al cuarto y se preparó el equipaje para asistir a la competición. A sus padres les resultó imposible tomarse esa semana de vacaciones, entre unas cosas y otras y el colapso que había en el hospital no les permitieron acompañar a su pequeña a su primera competición representando a su país. Varios equipos olímpicos que se preparaban para ese verano. Y esa importante competición les valía como test para ultimar detalles de sus embarcaciones y tantear como andaban los rivales. Salvo el americano, un australiano y Robert desconocían la capacidad de navegación de nuestra campeona. Y mientras El australiano y especialmente Robert eran conscientes de la dificultad para derrotar a la joven española. La suficiencia de aquel yanqui le costaría cara no solo en Australia, con toda seguridad tras dos derrotas consecutivas con aquella joven lo descartarían para la olimpiada.