lunes, 30 de abril de 2012

EL PRIMER AMOR. SEGUNDA PARTE. CAPITULO VI-LA COMPETIENCIA


   - CAPÍTULO SEXTO.

                                          - LA COMPETENCIA. -

   Faltando una semana para la cita Reme invitó a su hermano Jorge a un desfile de modelos en la pasarela Cibeles. Una importante firma francesa, "Pierre Valery", que pertenecía al padre de Caterine. Temeroso por la presentación de Modas Revaud en París prefirió realizarla en España.
   Reme siguió con atención el pase, pero Jorge se aburrió pronto y comenzó a investigar los ambientes fuera de la pasarela. "Si papá se ha metido en este negocio habrá que conocer como es este mundo". Pensaba mientras fisgoneaba de un lado para otro. La agitación detrás de la pasarela era irritante. Carreras, prisas, nervios, todo aquello le chocó al joven. De pronto se sorprendió, se había colado en los vestuarios de las modelos, viéndose inmerso en una enorme habitación llena de señoritas vistiéndose y desvistiéndose. Nadie dio importancia al intruso. Cada uno se desvivía por cumplir con su cometido y la presencia de Jorge pasó inadvertida. Aquel espectáculo era verdaderamente sorprendente. Una de las jovencitas cruzó por unos instantes su mirada con él y le sonrió, prosiguiendo con su cometido de inmediato. Aquella acción alegró el cuerpo del joven y cuando se disponía a conversar con ella, fue sorprendido por Bety, la hija de Pierre Valery, y diseñadora junto a su padre de aquella colección.
   - No se quede parado, por favor y vaya a lo suyo.
   Cuando su mirada acarició el cuerpo de la joven su corazón se agrandó. "¡Dios!.Que criatura más bella". Se decía para sí. Su voz le había aflojado las piernas. Se dejó caer en una de las sillas cercanas y con los ojos clavados en aquella armonía de cuerpo en movimiento le siguió con la mirada y el alma. No paraba de un lugar a otro. Retocando uno y otro modelo. Mandando a maquilladoras a retocar uno y otro rostro. Llamando al peluquero para lo mismo. El nerviosismo estaba a flor de piel. Quiso levantarse y conversar con ella pero se dio cuenta que, si quería entablar conversación con aquel ángel, era lo menos apropiado en ese momento. Permaneció allí observando a uno y otro lado y siguiendo con su mirada siempre que  podía a Bety. Quedándose clavado en aquella silla, donde le dejaron caer sus piernas, durante todo el pase.
   El nerviosismo de la sala iba desapareciendo. La tensión ya no se podía cortar. Caras alegres y relajadas bromeaban mientras se quitaban la ropa y entraban en las duchas. Unas salían desnudas, secándose con la toalla. Otras envueltas en sus albornoces. La verdad sea dicha eran verdaderos monumentos de mujeres pero a Jorge le gustaban un poco más rellenas. Si bien merecía la pena aquel espectáculo. Jamás se imaginó distraerse tanto en un desfile de modas. Estaba convencido que su hermana no se lo habría pasado mejor. Cuando estos pensamientos ocupaban su mente vio entrar a Bety radiante de felicidad. La tensión de su rostro había desaparecido y besaba a cuantos pasaban a su lado. Jorge no quiso perder la oportunidad y también se apuntó. Se acercó disimuladamente para recibir el oscar, con aquel beso. Al aproximar su mejilla a la de ella, para recibir el trofeo, le susurró.
   - Verdaderamente ha sido todo un éxito, le felicito señorita.
   Terminada la frase tomó su mano posando sus labios en ella con tal dulzura y ternura que le conmovió. Entablando una pequeña conversación con ese apuesto joven. No sabía de quien se trataba, algún peluquero, masajista, maquillador, lo cierto es que le llamó poderosamente la atención. Le hubiera gustado seguir hablando con aquel simpático y agradable joven pero sus obligaciones se lo impidieron. Cuando abandonó de nuevo la sala, él volvió a dejarse caer en la silla. “Que dulzura de rostro, que ojos más embriagadores, que labios más  sensuales”. Jorge no salía de su asombro. Había salido con varias chicas, pero ninguna le había llamado tanto la atención como aquella francesa. De nuevo sus cavilaciones fueron interrumpidas. Llegó hasta él como un relámpago y de la misma forma se fue.
   - Toma.
    Le ofreció dos invitaciones.
   - Me gustaría verte en la fiesta de esta noche.
   No le dio tiempo a reaccionar. ¿Dónde era? ¿A que hora? Tomó aquellos dos papeles y tras desdoblarlos comenzó a leer. "La firma Pierre Valery " tiene el honor de invitarle a la cena en el hotel Place de Madrid. Todos los datos anhelados estaban especificados en aquellas invitaciones. Se levantó de la silla y de nuevo la misma joven anterior volvió a sonreírle. Jorge se despidió con un gesto y un...
   -”Hasta luego”
   Consiguió articular sus cuerdas vocales.
   Al encontrarse con su hermana le contó lo sucedido. Reme no salía de su asombro. Menuda cara se le había hecho a su querido hermano.
   Se vistieron de gala pues así lo pedían las invitaciones. Se puso uno de los diseños de Caterine. Regalo de su madre y Jorge el frac. de rigor. A la hora señalada se presentaron en la fiesta. Pierre y su hija Bety junto a la puerta del salón azul recibían a sus invitados. Al ver a Jorge se disculpó y abandonando la compañía de su padre, fue a su encuentro.
   - Me siento alagada por aceptar mi invitación.
   Se quedó unos instantes mirando a su acompañante. El modelo era impresionante. No había visto algo igual en su corta vida de diseñadora. De una clase y gusto que  llamaron poderosamente su atención. Jorge se disculpó.
   - Perdón. Es mi hermana Reme.
   Bety tardó unos segundos en reaccionar, la causa del asombro no era su hermana, sino más bien el impresionante modelo que ésta llevaba. Dio un par de besos en las mejillas y entraron en el salón. Tomaron unas copas de las bandejas portadas por los camareros que circulaban ofreciéndolas a los invitados y picotearon en otras algún que otro canapé. Mientras se iniciaba la conversación. Lo primero fueron las presentaciones. Por fin sabían sus nombres, pero inmediatamente después de conocerlos, Bety no pudo resistir su curiosidad y preguntó.
   - ¿Ese modelo, a que firma pertenece?
   Sonrió y de inmediato desveló a la anfitriona la firma del modelito. “Modas Revaud”. Se quedó helada. Ahora comprendía porque su padre no quiso exponer en París. Aquel modelo era inmejorable. Llamaba la atención hasta tal punto que algunas de las invitadas le preguntaban si pertenecía a la colección. Bety con suma delicadeza les sacaba de su error.
   - Siento hacerte la competencia en tu propia casa.
   Se disculpó. Pero por otro lado pensó que le estaba haciendo a papá un poco de propaganda, que falta le hacía. Bety estaba algo triste, pues aunque el éxito del día había sido notable. Comprendía que la marca, propiedad de la familia de esos jóvenes, tendría una buena acogida por el público. Entendió a su padre la tensión de esos últimos meses y la poca creatividad observada en él. Casi toda la colección la había diseñado ella y aunque estaba satisfecha era consciente que le faltaba mucha experiencia.
   Jorge consiguió llevarse a Bety hacia su conversación. Le tomó del brazo y fueron a sentarse en uno de los salones más tranquilos del local. La preocupación de su compañera fue desapareciendo a medida que aquel apuesto joven le animaba y bromeaba.
   Durante la cena Bety hizo observar a su padre el vestido de Reme confirmando su firma. El rostro de preocupación fue mayúsculo. Su hija tenía grandes dotes de observación. Realmente el modelo tenía una calidad increíble. Pero no quiso preocupar más a la joven. Y alegando que así era el mundo de la moda dejó la conversación con su hija para reanudarla con su acompañante.
   No había finalizado la cena cuando Jorge al ver a Bety levantarse de la mesa para ir al aseo se aproximó.
   - Me gustaría perderme contigo en la noche madrileña.
   Sonrió, le rogó esperar unos minutos, tras entrar y salir del aseo se acercó a la mesa presidencial y habló con su padre. Fue junto a Jorge y mientras abandonaban el local, él realizó una señal con la mano despidiéndose de su hermana. Reme se quedó conversando con sus compañeros de mesa mientras pensaba. "A Jorge le ha costado, pero ahora va a cien". 
   Fue una noche inolvidable. Se perdieron en una exquisita sala de la ciudad y bailaron por espacio de varias horas. Comenzaron a contarse sus vidas, sus inquietudes y sus ilusiones.
   Esa semana Jorge no pisó la facultad. Llevaba muy bien los estudios, y aunque hasta la fecha no había faltado nunca a clase Bety merecía la pena y solo iba a estar unos días.
   Ese jueves por la noche cuando la pareja cenaba, casi al unísono, comentaron su viaje a París. Las casualidades de la vida. Iban a ir en el mismo vuelo. Jorge iba a la presentación de la firma de su padre y por supuesto le invitó tanto a la presentación como a la fiesta posterior.
   - Te lo agradezco. A la inauguración de esa prometedora firma han sido invitadas todas las casas de modas. Además, espero verte durante el día.
   Sonrieron, se miraron tiernamente y prosiguieron con la cena y la conversación. Jorge le propuso ir a casa aceptando encantada y la pareja subió al coche con destino a la mansión de los Carbonell. Quedó impresionada con la vivienda. La posición económica de la familia era impresionante. Cuando entró en su habitación le encandiló. Aquello era un gran piso, con su salón, su despacho, su dormitorio y su baño. Se sentaron en el salón y tras ponerse algo de beber conectaron la música abandonando sus cuerpos al ritmo de la melodía. El ambiente, la climatología cálida y acogedora, la luz tenue y las dosis de alcohol permitieron a la pareja vivir con fogosidad esa noche.
   En los dos comenzaba a nacer algo verdaderamente delicioso y embriagador. Jorge hacía hueco en su corazón. Pero el reloj era implacable, debía regresar a su hotel. Salieron de casa acompañándola hasta su lugar de descanso. En el vestíbulo, silencioso y en penumbra se abrazaron llenos de ternura y pasión. Aquellos escasos días vividos juntos abrieron sus corazones y la conexión fue total.  Dentro de unas horas se volverían a encontrar en el aeropuerto, pero aquella despedida parecía que iba a ser definitiva. La sonrisa se dibujó en los recepcionistas del hotel que contemplaban la escena con discreción pero no exenta de una cierta envidia sana. Un beso selló el fin de la velada.