- CAPÍTULO SEXTO.
- LA COMPETENCIA. -
Faltando una semana para la cita Reme invitó
a su hermano Jorge a un desfile de modelos en la pasarela Cibeles. Una
importante firma francesa, "Pierre Valery", que pertenecía al padre
de Caterine. Temeroso por la presentación de Modas Revaud en París prefirió
realizarla en España.
Reme siguió con atención el pase, pero Jorge
se aburrió pronto y comenzó a investigar los ambientes fuera de la pasarela.
"Si papá se ha metido en este negocio habrá que conocer como es este
mundo". Pensaba mientras fisgoneaba de un lado para otro. La agitación
detrás de la pasarela era irritante. Carreras, prisas, nervios, todo aquello le
chocó al joven. De pronto se sorprendió, se había colado en los vestuarios de
las modelos, viéndose inmerso en una enorme habitación llena de señoritas
vistiéndose y desvistiéndose. Nadie dio importancia al intruso. Cada uno se
desvivía por cumplir con su cometido y la presencia de Jorge pasó inadvertida.
Aquel espectáculo era verdaderamente sorprendente. Una de las jovencitas cruzó
por unos instantes su mirada con él y le sonrió, prosiguiendo con su cometido
de inmediato. Aquella acción alegró el cuerpo del joven y cuando se disponía a
conversar con ella, fue sorprendido por Bety, la hija de Pierre Valery, y
diseñadora junto a su padre de aquella colección.
- No se quede parado, por favor y vaya a lo
suyo.
Cuando su mirada acarició el cuerpo de la
joven su corazón se agrandó. "¡Dios!.Que criatura más bella". Se
decía para sí. Su voz le había aflojado las piernas. Se dejó caer en una de las
sillas cercanas y con los ojos clavados en aquella armonía de cuerpo en
movimiento le siguió con la mirada y el alma. No paraba de un lugar a otro.
Retocando uno y otro modelo. Mandando a maquilladoras a retocar uno y otro
rostro. Llamando al peluquero para lo mismo. El nerviosismo estaba a flor de
piel. Quiso levantarse y conversar con ella pero se dio cuenta que, si quería
entablar conversación con aquel ángel, era lo menos apropiado en ese momento.
Permaneció allí observando a uno y otro lado y siguiendo con su mirada siempre
que podía a Bety. Quedándose clavado en
aquella silla, donde le dejaron caer sus piernas, durante todo el pase.
El nerviosismo de la sala iba
desapareciendo. La tensión ya no se podía cortar. Caras alegres y relajadas
bromeaban mientras se quitaban la ropa y entraban en las duchas. Unas salían
desnudas, secándose con la toalla. Otras envueltas en sus albornoces. La verdad
sea dicha eran verdaderos monumentos de mujeres pero a Jorge le gustaban un
poco más rellenas. Si bien merecía la pena aquel espectáculo. Jamás se imaginó
distraerse tanto en un desfile de modas. Estaba convencido que su hermana no se
lo habría pasado mejor. Cuando estos pensamientos ocupaban su mente vio entrar
a Bety radiante de felicidad. La tensión de su rostro había desaparecido y
besaba a cuantos pasaban a su lado. Jorge no quiso perder la oportunidad y
también se apuntó. Se acercó disimuladamente para recibir el oscar, con aquel
beso. Al aproximar su mejilla a la de ella, para recibir el trofeo, le susurró.
- Verdaderamente ha sido todo un éxito, le
felicito señorita.
Terminada la frase tomó su mano posando sus
labios en ella con tal dulzura y ternura que le conmovió. Entablando una
pequeña conversación con ese apuesto joven. No sabía de quien se trataba, algún
peluquero, masajista, maquillador, lo cierto es que le llamó poderosamente la
atención. Le hubiera gustado seguir hablando con aquel simpático y agradable
joven pero sus obligaciones se lo impidieron. Cuando abandonó de nuevo la sala,
él volvió a dejarse caer en la silla. “Que dulzura de rostro, que ojos más
embriagadores, que labios más
sensuales”. Jorge no salía de su asombro. Había salido con varias chicas,
pero ninguna le había llamado tanto la atención como aquella francesa. De nuevo
sus cavilaciones fueron interrumpidas. Llegó hasta él como un relámpago y de la
misma forma se fue.
- Toma.
Le ofreció dos invitaciones.
- Me gustaría verte en la fiesta de esta
noche.
No le dio tiempo a reaccionar. ¿Dónde era?
¿A que hora? Tomó aquellos dos papeles y tras desdoblarlos comenzó a leer.
"La firma Pierre Valery " tiene el honor de invitarle a la cena en el
hotel Place de Madrid. Todos los datos anhelados estaban especificados en
aquellas invitaciones. Se levantó de la silla y de nuevo la misma joven
anterior volvió a sonreírle. Jorge se despidió con un gesto y un...
-”Hasta luego”
Consiguió articular sus cuerdas vocales.
Al encontrarse con su hermana le contó lo
sucedido. Reme no salía de su asombro. Menuda cara se le había hecho a su
querido hermano.
Se vistieron de gala pues así lo pedían las
invitaciones. Se puso uno de los diseños de Caterine. Regalo de su madre y
Jorge el frac. de rigor. A la hora señalada se presentaron en la fiesta. Pierre
y su hija Bety junto a la puerta del salón azul recibían a sus invitados. Al
ver a Jorge se disculpó y abandonando la compañía de su padre, fue a su
encuentro.
- Me siento alagada por aceptar mi
invitación.
Se quedó unos instantes mirando a su
acompañante. El modelo era impresionante. No había visto algo igual en su corta
vida de diseñadora. De una clase y gusto que
llamaron poderosamente su atención. Jorge se disculpó.
- Perdón. Es mi hermana Reme.
Bety tardó unos segundos en reaccionar, la
causa del asombro no era su hermana, sino más bien el impresionante modelo que
ésta llevaba. Dio un par de besos en las mejillas y entraron en el salón.
Tomaron unas copas de las bandejas portadas por los camareros que circulaban
ofreciéndolas a los invitados y picotearon en otras algún que otro canapé.
Mientras se iniciaba la conversación. Lo primero fueron las presentaciones. Por
fin sabían sus nombres, pero inmediatamente después de conocerlos, Bety no pudo
resistir su curiosidad y preguntó.
- ¿Ese modelo, a que firma pertenece?
Sonrió y de inmediato desveló a la
anfitriona la firma del modelito. “Modas Revaud”. Se quedó helada. Ahora
comprendía porque su padre no quiso exponer en París. Aquel modelo era
inmejorable. Llamaba la atención hasta tal punto que algunas de las invitadas
le preguntaban si pertenecía a la colección. Bety con suma delicadeza les
sacaba de su error.
- Siento hacerte la competencia en tu propia
casa.
Se disculpó. Pero por otro lado pensó que le
estaba haciendo a papá un poco de propaganda, que falta le hacía. Bety estaba
algo triste, pues aunque el éxito del día había sido notable. Comprendía que la
marca, propiedad de la familia de esos jóvenes, tendría una buena acogida por
el público. Entendió a su padre la tensión de esos últimos meses y la poca
creatividad observada en él. Casi toda la colección la había diseñado ella y
aunque estaba satisfecha era consciente que le faltaba mucha experiencia.
Jorge consiguió llevarse a Bety hacia su
conversación. Le tomó del brazo y fueron a sentarse en uno de los salones más
tranquilos del local. La preocupación de su compañera fue desapareciendo a
medida que aquel apuesto joven le animaba y bromeaba.
Durante la cena Bety hizo observar a su
padre el vestido de Reme confirmando su firma. El rostro de preocupación fue
mayúsculo. Su hija tenía grandes dotes de observación. Realmente el modelo
tenía una calidad increíble. Pero no quiso preocupar más a la joven. Y alegando
que así era el mundo de la moda dejó la conversación con su hija para
reanudarla con su acompañante.
No había finalizado la cena cuando Jorge al
ver a Bety levantarse de la mesa para ir al aseo se aproximó.
- Me gustaría perderme contigo en la noche
madrileña.
Sonrió, le rogó esperar unos minutos, tras
entrar y salir del aseo se acercó a la mesa presidencial y habló con su padre.
Fue junto a Jorge y mientras abandonaban el local, él realizó una señal con la
mano despidiéndose de su hermana. Reme se quedó conversando con sus compañeros
de mesa mientras pensaba. "A Jorge le ha costado, pero ahora va a
cien".
Fue una noche inolvidable. Se perdieron en
una exquisita sala de la ciudad y bailaron por espacio de varias horas.
Comenzaron a contarse sus vidas, sus inquietudes y sus ilusiones.
Esa semana Jorge no pisó la facultad.
Llevaba muy bien los estudios, y aunque hasta la fecha no había faltado nunca a
clase Bety merecía la pena y solo iba a estar unos días.
Ese jueves por la noche cuando la pareja
cenaba, casi al unísono, comentaron su viaje a París. Las casualidades de la
vida. Iban a ir en el mismo vuelo. Jorge iba a la presentación de la firma de
su padre y por supuesto le invitó tanto a la presentación como a la fiesta posterior.
- Te lo agradezco. A la inauguración de esa
prometedora firma han sido invitadas todas las casas de modas. Además, espero
verte durante el día.
Sonrieron, se miraron tiernamente y
prosiguieron con la cena y la conversación. Jorge le propuso ir a casa
aceptando encantada y la pareja subió al coche con destino a la mansión de los
Carbonell. Quedó impresionada con la vivienda. La posición económica de la
familia era impresionante. Cuando entró en su habitación le encandiló. Aquello
era un gran piso, con su salón, su despacho, su dormitorio y su baño. Se
sentaron en el salón y tras ponerse algo de beber conectaron la música
abandonando sus cuerpos al ritmo de la melodía. El ambiente, la climatología
cálida y acogedora, la luz tenue y las dosis de alcohol permitieron a la pareja
vivir con fogosidad esa noche.
En los dos comenzaba a nacer algo
verdaderamente delicioso y embriagador. Jorge hacía hueco en su corazón. Pero
el reloj era implacable, debía regresar a su hotel. Salieron de casa acompañándola
hasta su lugar de descanso. En el vestíbulo, silencioso y en penumbra se
abrazaron llenos de ternura y pasión. Aquellos escasos días vividos juntos
abrieron sus corazones y la conexión fue total.
Dentro de unas horas se volverían a encontrar en el aeropuerto, pero
aquella despedida parecía que iba a ser definitiva. La sonrisa se dibujó en los
recepcionistas del hotel que contemplaban la escena con discreción pero no
exenta de una cierta envidia sana. Un beso selló el fin de la velada.