lunes, 8 de octubre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XXII-LA APARICIÓN


   - CAPITULO XII -

                                        - LA  APARICIÓN -

   El taxi se detuvo ante la puerta principal de la alquería. Paquito, el pequeño de Rita, fue el primero en ver a su tío y como si del diablo se tratase entró en casa gritando. José recogió su bolsa de viaje y se dispuso a entrar. Iba a cruzar el umbral de la puerta cuando se tropezó con su hermana. Se abrazó y al separarse no podía dar crédito a lo contemplado por sus ojos. Era sorprendente su buen estado, dejándose caer sobre uno de los sillones de la entrada. Sin saber muy bien el porqué comenzó a llorar como una chiquilla. Se pellizcaba para convencerse. Lo miraba una y otra vez desde todas las perspectivas posibles. No había duda, era José, su querido hermano. No tardaron en salir el resto de la familia para abrazarse al aparecido. Al mismo tiempo lo asediaban a preguntas. Se limitó a sonreír. Delante tenía a los hijos de su hermana y a su gran amigo, vecino y cuñado. Paco.
   - ¿Pero bueno, no nos vas a contar nada?
   Preguntó desesperada su sobrina mayor. El silencio se apoderó de aquel recinto repleto de personas. Dejó transcurrir unos segundos de espera para ironizar a continuación.
   -¿Dónde esta la hospitalidad de esta alquería? Estoy muerto de sed y destrozado por el viaje y solo se os ocurre tenerme en la puerta de pie y con la maleta en la mano.
   De inmediato Paco tomó la bolsa de viaje de su cuñado y le invitó a instalarse en el salón. Cuantos recuerdos le llegaron en el instante de entrar en aquella habitación. Había sido el comedor, cuando sus padres vivían. Cuantos gritos y blasfemias se pudieron escuchar en ese recinto. Y cuantos silencios hirientes se pudieron sentir en aquel lugar. Miró a su hermana se abrazó a ella, cerrando los ojos comenzó a recordar en alto.
   - ¿Recuerdas las comidas de familia? 
   Rita sonrió, como se podía olvidar aquella época de penuria, de disciplina casi hitleriana. Como se podía una olvidar de mama, sumisa a su esposo, dulce y cariñosa con sus hijos, luchadora como pocas para conseguir la igualdad entre sus hijas e hijos ante aquel marido casi primitivo. Sus rostros se inundaron de una felicidad indescriptible. Aquellos recuerdos eran demasiado profundos como para no emocionarse y sentir en sus cansados cuerpos todo lo vivido allí juntos. El resto de la familia, impacientes aguardaron estoicamente, dejando a los recuerdos volver a las mentes de los hermanos y esperar al recién llegado para decidirse a desvelar los misterios de su desaparición. Habían pasado más de catorce meses desde su secuestro de la clínica. ¿Cómo había conseguido vencer a la enfermedad? ¿Cómo logró salir de su invalidez? Eran demasiadas preguntas, demasiados interrogantes a desvelar. Pero verlo en tan buen estado de salud entusiasmó a la familia. Por fin, tío y madre dejaron los recuerdos para sentarse en torno a la mesa del salón y poder aclarar todo aquel misterio.
   Comenzó a descubrir algunas incógnitas. En primer lugar nadie le había secuestrado. Una amiga suya le liberó de la cárcel donde le relegaron sus hijos. Una vez en libertad, regresó junto a su esposa Silvia.
   - ¿Has estado en New Ville todo el tiempo?  
   Interrumpió uno de sus sobrinos. Pero pidió calma. Lo contaría todo, y si después del relato quedaba alguna duda, estaba dispuesto a dar luz a cualquier cuestión. Había estado en New Ville pero poco tiempo, la mayor parte de su larga desaparición permaneció en los Estados Unidos, tratando su enfermedad. Y como podían ver, con unos resultados brillantes. Contemplaba a su familia, atentos al mínimo detalle del relato. Conforme aclaraba unos inmediatamente aparecían otros en sus mentes. Explicó que Neus le había ayudado a salir de la clínica con la colaboración de su joven esposa. Fue pronunciar esa palabra cuando el asombro se apodero por completo de la sala. Fue Rita la única en reaccionar. Conocía muy bien a su hermano y a los dos días del secuestro se lo confeso Caterine pero haciéndose la ingenua aseveró con los interrogantes oportunos.
   - Es Caterine. ¿Verdad?
   Ciertamente Rita conocía bien a su hermano. Desde luego desconocía su enlace matrimonial pero no había duda que no se casaría con nadie de no estar muy ligado a su vida. Sabía a la perfección la pasión de esa mujer por él. Desde el primer encuentro siempre que algún acontecimiento afectaba a su hermano, era la primera en enterarse e ir a su lado para prestarle su apoyo. Sentía verdadera devoción por él. Ahora liberarlo de aquella lujosa cárcel y conseguir vencer su enfermedad, debía tener su premio. Con la perdida de Silvia y Linda se encontraba solo y lo estaba pasando muy mal, al equivocar sus hijos cual era la mejor solución para su padre. Por el contrario ella fue a socorrerle desde el primer instante, aunque el intento le hubiese ocasionado graves problemas. Abandonó totalmente la otra pasión. La moda. Entregándose en cuerpo y alma a su hermano. Antes que alguien volviese a romper el silencio, reinante en el salón, volvió a comentar.
   - Esa mujer se merece un esposo como tú.
   Se levantó, hizo levantarse a su hermano y se abrazaron de nuevo. Poco a poco José fue contando punto por punto todos esos meses lejos de todos. La historia relatada les dejó atónitos. El servicio sirvió el aperitivo y prosiguieron conversando mientras hacían buena cuenta de él. Durante el mismo acordaron invitar a cenar a toda la familia y guardar la sorpresa antes de iniciarla cuando estuviesen todos presentes. De inmediato se pusieron en contacto con sus hermanos. José llamó a Caterine y le rogó, buscar la posibilidad de presentarse con Neus a la cena. No iba a ser empresa fácil, faltaban horas, pero si conseguía alquilar un reactor al menos lo intentaría.
   Llamó al aeropuerto, pero como muy pronto podría disponer de uno a la mañana siguiente. Deseaba, poder estar junto a su esposo en el acontecimiento de sea noche en la alquería. Estaba desanimada, pues el único medio para llegar era el avión y esa posibilidad se había esfumado. Se sentó con desanimo en el tresillo del salón, cuando vio en la mesa un periódico del día con la foto de un gran amigo y adversario en el negocio de la moda. Se encontraba en la ciudad y él disponía de un reactor privado. Cogió rápidamente el teléfono y tras unas cuantas llamadas se pudo poner en contacto con él. Todo fueron facilidades, solo tendría que ir al aeropuerto y presentarse al comandante de su avión, tenía ordenes de llevarle donde deseara. Le mandó un fuerte beso vía telefónica y tras avisar a Neus se prepararon un ligero equipaje para volar a Valencia. La ultima noticia  comunicada a su esposo, le aseguraba la imposibilidad de estar a su lado. Ahora prefería no avisarle y sorprenderlo con su presencia.
   Paco advirtió a su cuñado la necesidad de poner en conocimiento a la policía su aparición. Pues oficialmente seguía desaparecido. Tenía razón pero si lo hacía en esos momentos se pasaría varios días liado con aclaraciones. Optando por comunicarlo al día siguiente, tras informar a la familia.
   Se subió al desván, lo encontró muy cambiado, pero, guardaba la misma estructura de años anteriores cuando se perdía entre las balas de paja para estudiar o jugar con sus hermanos. De nuevo los recuerdos regresaron a su mente. Cuantos momentos felices y tristes había vivido entre aquellas cuatro paredes. Recordó el incidente con la señorita Elisa y su padre. Sin lugar a dudas aquella situación se había grabado profundamente en su mente. Recordaba las noches con aquel farol de petróleo donde él y su hermana se dejaban la vista para leer, estudiar o hacer los deberes para que Paco a la mañana siguiente se lo llevase a su señorita. Alzó la mirada y en una estantería su hermana conservaba aquel farol. Una emoción difícil de describir recorrió su cuerpo, se levantó y tomándolo entre sus manos comenzó a observarlo mientras sus recuerdos volvían casi con la claridad de una cinta cinematográfica. Pero conforme curioseaba aquella estantería se sorprendió al comprobar la infinidad de recuerdos que sin lugar a dudas su hermana conservaba. Debía seguir siendo su rincón privado. Con seguridad en momentos bajos subía para recordar aquellos años donde compartieron, ilusiones, trabajo y castigo. Al tomar, en sus manos, la primera cartilla de lectura, regaló de Elisa, no pudo evitar que sus lagrimales dejaran paso a unas gotas de felicidad y añoranza. Cogió una carpeta, la abrió y ante sus ojos fueron apareciendo recortes de prensa, fotografías, anotaciones. Allí estaba la noticia del sabio valenciano, poesías que escribía con su hermana, los títulos de ingreso, de revalidas, los carné de facultad, tanto de él como los de su hermana. Tuvo que sentarse, tantas sensaciones, tantos recuerdos, tanta nostalgia le hicieron flaquear sus piernas. Se dejó caer sobre el sillón y fue poco a poco descubriendo el contenido de aquella carpeta. Estaba lleno de sentimientos, de esfuerzos, de tesones, de amor. Pasando los diferentes papeles su corazón se paralizó por espacio de unos segundos. Se trataba de una carta de Linda. En su época la buscó como un loco por espacio de varios meses y nunca la llegó a encontrar. Desplegó las cuatro cuartillas, de las que constaba, e inició su lectura. No tuvo más remedio que sacar el pañuelo las lágrimas caía cada vez con más intensidad y corría el riesgo de perder toda aquella maravillosa información. Se trataba de una carta, como todas las que le escribía su gran amor, llena de ternura y cariño. Llevaba fecha del siete de septiembre de mil novecientos sesenta y siete. Conforme desentrañaba su contenido se dio cuenta que era la primera carta recibida inmediatamente después de separarse ese verano cuando se declaró y ella  le dio calabazas. Cuanta dulzura, cuanta comprensión había en esas líneas. Paró en varias ocasiones de leerla para recoger con el pañuelo el líquido que sus lagrimales dejaban escapar. Besó aquel papel con tal ternura que sintió al cerrar los ojos la suavidad de la piel de Linda. Todo su cuerpo flotaba y se sentía abrazado por un sinfín de sensaciones placenteras perdiendo por completo la noción del tiempo y del espacio. En ese momento no sabía muy bien donde se encontraba. La presencia de su joven esposa, acompañada de Neus y su hermana le transporto de nuevo a la realidad del presente. Al verle se aproximó, le besó y le mostró aquella carta que sin lugar a dudas habría leído más de veinte veces en ese periodo de tiempo inmerso en el desván. Cruzó su mirada con su hermana y la expresión de sus rostros reflejó los sentimientos provocados por el recuerdo.
   - A propósito. ¿No decías que no había forma de llegar?
   La abstracción le había desorientado de tal forma que cuando vio a Caterine ante él, no se sorprendió hasta que aterrizó de nuevo e interrogó a su amor. Caterine le contó toda la odisea hasta conseguir un avión que les permitiera viajar a su lado antes de la cena. Pero como la familia comenzaba a llegar, y la sorpresa quería que fuera para todos, tanto Rita como Caterine bajaron para recibirla. Mientras tanto Neus y José se quedaron allí arriba conversando. Le fue mostrando los diferentes recortes y le contaba alguna anécdota de cada uno de ellos. La enfermera se quedó sorprendida de la historia de aquel hombre. Verdaderamente tenían razón al decir que era un personaje extraordinario.
   Abajo el bullicio era enorme. La numerosa prole que componía aquella gran familia iba llegando. Los más pequeños se quejaban a sus tíos por encontrarse la puerta del desván cerrada. Pero arriba estaba la gran sorpresa y hasta la llegada de toda la familia no se abriría. La curiosidad fue en aumento conforme el tiempo iba pasando. El aparcamiento de la alquería volvía a llenarse como en las grandes ocasiones. Todos se extrañaron de ver a Caterine, llevaba mucho tiempo sin dejarse caer por allí y especialmente las pequeñas adoraban a su tía. Alguien llegó a recordar su imperdonable falta en las últimas Navidades. El mayor sacrilegio cometido por nadie hasta esa fecha en la familia. Brisite, acudió también a la cita. Se encontraba en Madrid pasando unos días junto a su sobrina Bety. Rita le aseguró la presencia de todos. Sospechó de inmediato el motivo de esa improvisada reunión familiar. Había estado en contacto con su otra sobrina y sabía del buen estado de José. En su última comunicación le aseguró poderse ver pronto. Deseaba poderse abrazar a su querido amigo. Aunque desconocía la boda de su sobrina con él. Segunda noticia a desvelar en esa reunión. Con la salvedad de Neus, Rita y su familia, nadie más la conocía.
   Al hacer la entrada en la alquería un comisario, amigo personal, y encargado de llevar el caso de la desaparición, así como al abogado oficial de la familia. Jorge, rompió en parte la sorpresa.
   - Ha aparecido papá ¿Verdad? 
   La pregunta la dirigió a su tía Rita. Sonrió y tranquilizó a los presentes diciendo.
   - Lo mejor será no especular con noticias que nos pueden decepcionar. Esperemos a su momento y todos saldremos de dudas. Pero no es bueno crear falsas esperanzas.
   Jorge había dado en el calvo, pero la intervención de Rita dejó a todos un poco fríos. Pero con más curiosidad, si cabe, de la provocada en un principio.
   Cuando Caterine vio entrar a Ignacio se aproximo a él, se dieron un par de besos en las mejillas, a puro estilo francés y conversaron amigablemente. Se había vuelto a casar. Pero le confesó que en su corazón siempre habría un hueco para ella. Aún seguía enamorado de aquella mujer, pero era consciente que ella nunca le llegó a amar.
   Por fin el gran momento llegó. Las puertas corredizas que unía el corral, el salón y el comedor las plegaron para colocar una gran mesa en forma de C, preparada para los cerca de ciento cincuenta comensales. No faltaba nadie, se pudo escuchar en uno de los presentes, pero inmediatamente fue contestado por uno de los pequeños de Jorge.
   - Falta el abuelito.
   El comentario del pequeño dejó en silencio a todo el mundo, Rita de inmediato se levantó abrió la puerta del desván mientras llamaba la atención de todos.
   - No, mi pequeño. El abuelito también está con nosotros.
   La aparición de José llenó de emoción aquella casa, gritos, llantos, abrazos desmayos se dieron cita en el lugar al comprobar la presencia del jefe de la familia y en tan buen estado. Inundando de felicidad la reunión. Nadie podía dar crédito a la aparición del jefe de familia. La misma Brisite a sabiendas de su buen estado, se quedó perpleja al verle desenvolverse con soltura y naturalidad. Era sin lugar a dudas el José de siempre. Y. ¿Cómo no? Salió con una de sus chispeantes frases devolviendo a los más incrédulos a la realidad. Abrazos, besos, estirones, empujones. Todos querían abrazarse al abuelo. Caterine se sentía llena de felicidad al contemplar a su esposo como la emoción le podía. Le costó su trabajo poder mandar callar a toda esa gente. Deseaba, primero que nada, presentar a su nueva esposa. Seguro de la mala aceptación de la noticia por parte de sus hijos especialmente. Pero para ser sincero no le importaba ni le preocupaba.
   - ¡Al fin! Hemos conseguido unos minutos de silencio. Mantengámoslo un poco más. Os deseo comunicar varias cosas.
   La presencia de Neus, tan solo fue advertida por Jorge comunicándoselo de inmediato a Bety. Al hacerlo en tono elevado uno de sus pequeños les mando callar, el abuelo quería silencio. De nuevo la voz pausada y relajante de José se volvió a escuchar.
   - En primer lugar deseo dirigirme directamente a mis hijos, para ellos no va a ser fácil asimilar la noticia. Voy sin rodeos. Me he casado de nuevo.
   Las miradas se clavaron materialmente en el cuerpo de Neus, la joven enfermera sintió casi físicamente esas miradas perforando su cuerpo como puñales. Pero pronto las dudas se aclararon y consiguió liberarse de esas inquisidoras miradas. Caterine se aproximó a José y mientras era presentaba como la señora Carbonell, se abrazó a su esposo. Un silencio aún mayor se apoderó del lugar. Fueron unos segundos donde la respiración se pudo escuchar claramente. De nuevo, José, más seguro al tener a Caterine a su lado lo rompió de nuevo.
   - En segundo lugar os pido perdón por este largo año de angustia y preocupación. Pero no he encontrado otra forma de salir de aquella cárcel a la que me sometisteis, con la mejor de las intenciones, por supuesto. La muerte de vuestra madre y de Linda me afectaron enormemente quería quedarme a toda costa en New Ville y no comprendisteis cuál era mi deseo. Pensando que lo mejor era traerme a Madrid me condenasteis a pasar la época más amarga de mi existencia.  
   José prosiguió junto a Caterine exponiendo a la familia todas las circunstancias de su fuga, de su recuperación y también les explicó por qué había decidido unirse a Caterine. El silencio volvió a envolver el ambiente. Era sorprendente, con tanto niño pequeño, no se escuchó el menor ruido en los cerca de sesenta minutos de exposición del abuelo.
   Uno a uno se acercó a su padre. Se disculparon, mientras le felicitaban por la recuperación milagrosa.
   En la exposición dejó bien claro su voluntad de continuar viviendo en New Ville. También. Mostró su voluntad de dejar el trabajo. Ponía en manos de sus hijos todos los negocios y se encargarían de enviarle su parte correspondiente. Ahora su mujer y la investigación le esperaban.
   Poco a poco la alquería volvía a su normalidad. Las diferentes familias fueron regresando a sus hogares. José se despidió de todos y cuando se disponía a llamar a un taxi para regresar a New Ville con su mujer y Neus, Paco no lo consintió, sacó el coche del garaje y junto a su esposa, los acompañaron al aeropuerto.