miércoles, 21 de enero de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACION. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO DÉCIMO PRIMERO. LOS EMBLEMAS DE SU LASER

CAPITULO DÉCIMO PRIMERO 


LOS EMBLEMAS DE SU LASER

 

 


   Entraron en la cabaña riendo a carcajadas. Pasaron una tarde maravillosa, sentir la presencia de Julián en la embarcación les había proporcionado emoción, ternura, felicidad, pero sobre todo una paz que no llegaban a explicarse muy bien. Tenían la sensación de seguir junto a él, que no lo habían perdido, seguía allí en la cala con ellas. Sin duda su espíritu les acompañó toda la tarde y continuaba a su lado. Greet en plan de broma comentó que le tenían que presentar a esos chicos que habían conocido esa tarde. Fue su hija la que respondió de inmediato a su padre.

 

     Es de la familia, todo queda dentro.

 

   Sonrieron sentándose en la mesa para hacerse con las últimas calorías del día, que el servicio tenía preparadas para los señores. 

   Las palabras de Ester dejaron descolocados a todo los presentes pero sin duda detrás de sus palabras estaba su abuelo.

 

     María Marta, por favor diga al resto que nos acompañen, me gustaría restablecer el clima de familia que tenía mi abuelo con vosotros

 

   Los adultos se miraron, los señores sorprendidos, el servicio aguardando confirmación o desmentido. Pero Andrea reaccionó de inmediato. Como no se le había ocurrido antes, era la filosofía de Julián y le encantaba, pero se había aburguesado demasiado. Disculpándose suplicó que se sentaran con ellos. María Marta, una mujer curtida por la vida y cercana a los sesenta años solicitó a la señora que deseaba hablar con ella. Andrea se levantó y le acompañó a la cocina. Allí hablaron directamente, pero Andrea le pedía mil perdones era la costumbre de su “padre” y a ella le encantaba, pero las costumbres en ocasiones se olvidan con facilidad. Suplicó que les acompañaran y por fin los tres empleados de la cabaña con sus dos hijos se sentaron en la mesa de la familia. Al principio costó un poco el diálogo pero Ester se encargó de cambiar el ambiente en otro más natural. Ahora se daba cuenta que su abuelo seguía presente para compartir la mesa. Greet era tranquilo, le encantaba la relación con la gente sin guardar distancias de ningún tipo, pero al igual que Andrea en España se había aburguesado demasiado, y aunque esa primera cena les costó, recordaban las que habían realizado anteriormente en las mismas condiciones cuando Julián compartía la cabaña con el personal de la cala. Al finalizar la cena Ester se levantó para recoger la mesa, pero no lo consintieron, era su trabajo. Una cosa era comportarse como una familia y la otra era que cada uno en esa gran familia, que formó Don Julián, tenía y debía desarrollar su rol. Aunque lo intentó de nuevo y sus padres le apoyaron cogiendo también platos y vasos, el personal no lo consintió. Si deseaban seguir las normas de Don Julián éstas eran muy claras. Aceptaban ese trato familiar pero cada uno debía cumplir su papel. No discutieron tenían toda la razón. La norma se había consensuado por todos cuando Don Julián vivía y no estaba de más respetarlas. Ester se abrazó a todos y se despidió deseándoles una gran noche. Besó a sus padres y con su negro se subió a la bóveda para chatear con sus compañeros. Le pusieron al día con las actividades y trabajos a realizar. Conversó más de lo que tenía previsto, pero se puso de inmediato a trabajar. Le hubiera gustado sacar un nuevo legado de su Abuelo pero si tenía que ponerse al día no era posible. Ya había leído una y a la mañana siguiente tras navegar tal vez dispusiera de tiempo para con tranquilidad sacar a la luz una nueva. Cerca de dos horas y media le llevó ponerse al día con el trabajo colegial. Era muy tarde y a la mañana siguiente se levantaría temprano, había quedado con Pedro que saldría a entrenar. Le advirtió que aunque su madre le acompañara debía salir sola con la embarcación para ir haciéndose con ella. Por lo tanto su madre subiría en la de recreo para seguir sus pasos. Cuando se metió en la cama comenzó a rondarle por la cabeza colocar en su Laser unos emblemas que le distinguieran del resto de las embarcaciones. El negro se colocaría siempre a proa dirigiendo la nave, luego en el casco estuvo dándole vueltas y por fin se decidió a poner las tres enseñas de la familia. Las banderas de Costa Rica, España y Holanda, irían dibujadas en la proa a estribor y en popa y a babor. Las tres enseñas no serían muy grandes pero le daría ese toque a su casco. Luego tanto en una vela como en la otra en su parte superior irían también bordadas las tres enseñas. Con esos pensamientos le sorprendió el sueño y se abandono al mundo del subconsciente.

   Fue Andrea quien tuvo que despertar a su niña, pero si deseaba seguir descansando le dejaba. Se levantó de inmediato y junto a su madre entró en el cuarto de aseo para darse una ducha rápida y bajar las dos a desayunar. Solo estaba María Elena que tenía todo preparado. En amena conversación repusieron energías. Se despidieron de la empleada para pasear hasta el hangar. Pedro ya estaba al pie del cañón. Tenía las dos embarcaciones a punto para navegar. Tras darle dos sonoros besos Ester le confesó lo que había estado masticando durante la noche.

 

      No se preocupe señorita que me encargaré personalmente para que cuando salga a la tarde lo tenga todo conforme a sus deseos.

 

  Se abrazó al anciano y saltó sobre su velero. Pedro y Andrea soltaron amarras para iniciar nuestra navegante su jornada de vela por la mar. Ellos fueron al yate y mientras Andrea se ponía al mando Pedro quitaba los amarres para seguir y apoyar a la campeona olímpica. El Caribe andaba algo movido pero no fue impedimento para manejar a la perfección su Laser. Su madre al comprobar el estado de la mar prefirió pasar el pilotaje a Pedro, no era una buena navegante y solo solía llevar los mandos cuando la mar se ofrecía sumisa. Ester llegó cansada pero disfrutó como nunca de esas horas regateando. Nada mas amarrar los barcos Pedro se puso manos a la obra para cuando la señorita volviera por la tarde tuviera el casco conforme a sus deseos. Las velas se las llevó a una tía suya que era una autentica artista con los bordados. Madre e hija se quedaron en bikini y se lanzaron a nadar un rato en el mar. Disfrutaron de la bravura de las olas pero conforme el tiempo avanzaba la mar iba aumentando su bravura percatándose que esa tarde no podría salir con su Laser. Se andaba enfureciendo por momentos y no era cuestión de correr riesgos innecesarios. Al salir del baño, con revolcones incluidos por la virulencia de las olas, tomó el celular para comunicarse con Pedro. Le comentó que en esos momentos le iba a llamar para decírselo. Mostro su pena porque la señorita no navegaría pero le aseguró que tendría más tiempo para dejar impecable los emblemas en la embarcación. Le mandó un fuerte beso por el celular y abrazada a su madre fueron paseando hasta la cabaña. La mesa estaba servida y todos los platos sobre la misma. Se sentaron. María Marta realizó una pequeña oración y cada uno fue sirviéndose aquellos manjares que habían preparado con la profesionalidad y el cariño que aquellos nativos ponían para atender a la familia. De nuevo la comida fue distendida, mucho más espontanea y natural que la cena de la noche anterior. Se volvían a las costumbres del abuelo y eso les encantó a todos los comensales. Como no navegarían, sus padres le propusieron visitar de nuevo a la familia y acercarse a Maxi´s a cenar. Especialmente a Greet le encantaba aquel restaurante solía abandonar el local con los mariscos saliéndole por las orejas. Era pasión por esas mariscadas que preparaban en aquel típico restaurante de Manzanillo.

   Durante la cena Andrea recordó la frase de Julián, sobre los mariscos de Costa Rica. Según él le faltaba ese sabor que tenía en España, e ironizaba diciendo que era normal porque en Costa Rica al no estar las aguas contaminadas cogían menos gusto. Al recordarlo rieron de lo lindo. Y su dueño un negro de buena presencia afirmaba lo que acababa de decir Andrea.

 

    ¡Qué increíble hombre! No hay ni un solo ser en todo este cantón que no hable bien de don Julián. Los nativos, no solo los de esta zona, de todo el país le deben mucho a ese increíble personaje.

 

   Ester no pudo retener las lágrimas y Andrea al observar a su hija se contagió. De inmediato el propietario salió con una de las frases preferidas de Don Julián.

   La frase de Gabriel García Márquez que su abuelo la recitaba en muchas ocasiones, especialmente cuando veía a alguien triste y llorando.

 

“No me lloren porque pasó, sonrían porque sucedió”

 

   De inmediato cesaron las lágrimas y Ester se levantó para abrazarse a aquel apuesto negro, quien como tenía por costumbre, no callaba ni bajo el agua.

 

   Mi niña todos lo apreciamos mucho, pero él está donde hace muchos años deseaba acudir. Y sabe muy bien mi princesa que no permitía a la gente estar triste. Creo que era lo único que le escuché prohibir.

 

   De nuevo un abrazo más virulento que el anterior. Por fin abonaron la cuenta y en coche regresaron a casa pues la noche se había apoderado del día hacía varias horas.

   Nada más llegar a casa se conectó con sus compañeros no había hecho nada ese día y quería ponerse a ritmo, de lo contrario luego le resultaría mucho más difícil. Aunque sus compañeras de clase quisieron retenerla algo más les aseguró que tenía que cortar. A la mañana siguiente tenía que madrugar para entrenar. Eran las veintitrés horas en Costa Rica mientras que en España el reloj marcaba las quince horas.

   Se puso como una fiera a trabajar, otro día sin poder leer algo del legado del abuelo. Pero era imposible. Terminó con las persianas cerrándose y se metió directa a la cama. Esa mañana su madre no la tuvo que avisar cuando subía se encontró que bajaba. De nuevo las tres desayunando, pero esa mañana se les unió Greet deseaba comprobar lo que su madre le había narrado del día anterior.

   En los muelles aguardaba Pedro mostrando orgulloso la obra realizada tanto en el casco como en las velas. Estaba tal y como ella quería. Aquel personaje le conocía como su abuelo. Abordó su nave y orgullosa con su mascota en proa y las insignias en los cuatro lugares designados se sintió ese día campeona olímpica. Greet manejaba otra embarcación a vela y le propuso a su niña una regata hasta Cahuita, de allí a Manzanillo y de ese lugar de nuevo a casa. Aceptó encantada el reto de su padre y ambos se esforzaron por no ser derrotado por el otro. Greet no podía seguir el ritmo de aquella endiablada navegante. Le dio un buen repaso a su progenitor. Quien no salía de su asombro al comprobar a qué velocidad evolucionaba en su forma y filosofía de navegar. Encontraba salidas a todas las condiciones adversas y había realizado maniobras que a él jamás se le habría pasado por la cabeza realizarlas.         

   Pero lo que más le agradó de su pequeña fue la forma como asimiló su aplastante victoria. Su abuelo le había consentido muchísimas cosas, pero le había inculcado unos valores que no tenían precio. Era consciente que tenía una hija con corazón y con fondo, pero esa mañana se percató hasta que punto su cuñado había influido en la buena educación de su hija. Greet era de esas personas que no se movía por intereses, era un investigador y lo único que anhelaba era poder trabajar a gusto. Había sido consciente desde que le conoció de su filosofía de la vida. De la capacidad casi infinita de darse a los demás, de minimizar tanto los éxitos como los fracasos, lo importante eran las conclusiones que sacaba de su actuación y recordó aquella frase de Edison.

 

   “No me equivoqué mil veces para hacer una bombilla, descubrí mil maneras de cómo no hacer una bombilla.

 

  Y toda esa filosofía de la vida, todos esos valores que engrandecen a la raza humana, aquel personaje se lo había transmitido a su princesa.

   Cuando le escuchó decir la primera vez que sería la mujer más joven en conquistar una medalla olímpica no lo tomó en serio. Pero tras la regata de esa jornada lo raro sería que no llegara a serlo. Julián tenía razón cuando afirmaba que poseía más cualidades que él para la navegación. Pues todas las virtudes para ser un buen navegante que poseía su abuelo las tenía ella y además era capaz de leer el mar como pocos, la otra gran virtud que les llevo a él y a su compañero a conquistar el oro olímpico.

  Abandonaron el embarcadero siguiendo el linde de la playa. Ester en medio y abarcando a su pequeña el matrimonio. Cerca de la cabaña entraron a la carrera en el mar se dieron un ligero chapuzón y regresaron para darse una buena ducha y bajar a comer en familia.

   Ese día Pedro se apuntó a comer, su tía no se encontraba en casa, al enterarse Ester de inmediato le invitó a que les acompañara. Llegó justo cuando Ester, que fue la última en llegar a la mesa regresaba de la cabaña del abuelo para comer todos en la otra.

   Durante la comida Pedro ensalzó las virtudes de la princesa para navegar. Al restarle importancia alegando que la embarcación era muy rápida Pedro dijo, no es cierto señorita, y perdone que le contradiga, la hace rápida usted. Ester dejó zanjado el asunto al callar. Cuanto más le dijera mas insistiría en lo que estaba convencido, no solo él sino todos los presentes. Ester lograba sacarle tal rendimiento a su Laser que la gente le preguntaba si navegaba a vela o con motor. Ningún otro casco de vela se deslizaba con esa majestuosidad sobre las aguas.