martes, 25 de diciembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XXI-LA SORPRESA


   José aguardaba impaciente la llegada del vuelo procedente de Pekín. Caterine le confirmó por teléfono su llegada. El vuelo llevaba retraso por problemas en la escala. Se sentó en la cafetería del aeropuerto y mientras degustaba un café, releía unos dossier de las ultimas investigaciones en su laboratorio. Una encantadora señorita se le aproximó. En su mano el último libro editado del doctor. Con timidez suplicó, si no suponía mucha molestia, que le dedicará el libro. Elevó su mirada hacia su interlocutora y con la sonrisa en el rostro, gesto muy común, le invitó a acompañarle mientras esperaba a su esposa. El rostro de la joven se llenó de felicidad. No lo pensó dos veces tomó asiento junto a su maestro y mientras le tendía el libro, José le preguntó que deseaba tomar.
   - Un café. Como usted.
   Se apresuró a contestar. Llamó al camarero y tras solicitarlo inició la conversación.
   - En primer lugar tutearme. Me encuentro más cómodo si el diálogo se desarrolla de forma familiar.
   Una mueca con el rostro confirmó la petición y a continuación, al observar su timidez decidió romper el fuego.
   - ¿Eres estudiante de medicina?
   Se sonrojó, bajo tímidamente la cabeza para responder
   - Tengo el doctorado y he asistido este fin de semana a París donde he gozando, en compañía de todos los asistentes, del curso tan magistralmente impartido partido por usted. Perdón por ti.
   La última frase la lanzo titubeando. Le costaba tutear a su “Dios”. Unos segundos de respiro y con más seguridad añadió.
   - Ha sido increíble. Nos has impresionado.
   “Pero si es casi una niña”. Pensó cuando le comunicó haber finalizado la licenciatura y estar doctorada. Al preguntarle su edad le confesó que contaba con veintidós y estaba ejerciendo la medicina un año. La verdad, de que se extrañaba, con dieciocho años también se doctoró. Cuando en el transcurso de la conversación se lo comentó, comenzó a explicarse la capacidad de su maestro. Tras unos segundos de silencio se lamentó ante su maestro.
   - Pedí a La Fundación José Carbonell, asistir este verano, como médico voluntario, a  Corea. Pero me encontré con la desagradable notificación. “Le agradecemos su disposición pero en estos momentos no es posible. En otra ocasión contaremos con su desinteresado ofrecimiento”.
   Aquello le dolió en lo más profundo de su corazón. “¿Como una chica, con esa capacidad, le impedían ir a trabajar a La Fundación?”. Le pidió sus datos y le entregó una tarjeta personal, al tiempo que le aseguraba.
   - Mi casa y mi pequeña clínica de investigación están abierta día y noche para cuando desees presentarte. En cuanto a ir a Corea, si todavía estas interesada, hoy mismo, te preparas el equipaje y te compró el primer billete de avión.
   Estaba atónita, no podía creer lo escuchado. Con la boca entreabierta y con gesto de asombro. Preguntó.
   - ¿Me lo está diciendo en serio?
   Le miró con la ternura de un padre y sin aguardar ni una décima de segundo le replicó.
   - Mi pequeña creo que jamás he hablado más en serio en mi vida.
   No pudo contener las lágrimas, tan solo se acercó para plasmar en su libro una dedicatoria y le ofrecía el sueño de su vida. Inundada de felicidad y sin explicárselo muy bien, pues en condiciones normales nunca se hubiera atrevido a decirlo, comentó.
  - Lo de Corea, en cuanto tenga vacaciones té tomo la palabra y en lo referente a trabajar contigo en tu clínica empezaría ahora mismo.
   José abarcó con extremada dulzura aquellas delicadas y suaves manos. Ese entusiasmo le recordó sus inicios, esa ilusión, ese afán por aprender, ese desinterés por lo material, tan difícil de encontrar en esos tiempos, le emocionaron. Estaba seguro de no equivocarse con ella. Sin duda sería una gran profesional y no era fácil encontrar personas con esa capacidad, esas ganas por investigar y aprender. 
   Un escalofrío de sensaciones recorrió su cuerpo al sentir el contacto de su piel con la de aquel importante personaje. Había regresado de París, vivía en Lyón con su familia y se disponía a regresar a casa tras el curso realizado en la capital. Y ahora su sueño se cumplía al quedar en verse, tras la comida, en la mansión de los Carbonell en New Ville. Se iba a casa a ducharse, cambiarse de ropa y tras el almuerzo se desplazaría para visitar su laboratorio y poder empezar cuanto antes. A José le extrañó que estuviese sin trabajo. Pero no quiso inquietar más a la joven, sin duda a partir de ese día se podrían conocer mejor. Al despedirse, ella, besó las mejillas de su bienhechor. Estaba tan emocionada que olvido recoger su libro. Con un mar de emociones se subió al taxis y rogó con impaciencia se desplazase lo más rápido posible.
   En el momento de su partía, la megafonía anunciaba la llegada del vuelo esperado. Se levantó, pagó la cuenta y encaminó sus pasos hacia la puerta designada al vuelo. Solo estuvieron separados una semana, pero fue eterna. Al verse sus corazones se alteraron como el de dos adolescentes, estaban impacientes por abrazarse y sentir el calor de sus cuerpos. Un gendarme tuvo que llamar la atención en dos ocasiones a Caterine pues pretendía pasar sin resolver los trámites burocráticos de la aduana. Pero al fin llegó el ansiado momento de abrazarse. La emoción les podía, Brisite les llamó al orden asegurando que parecían dos adolescentes. Y al fin, y a la postre, solo estuvieron separados una semana.
   Caterine le expuso el deseo de ir, a solas, a la cabaña. Su confesión enturbió esos momentos de felicidad. Lo deseaba tanto como ella. Pero era hombre de palabra y no podía dejar plantada a Danielle esa tarde. La primera reacción de su mujer fue de enfado, pero con la dulzura que le caracterizaba le prometió presentársela a Joel y cenar, sin problema, solos en la montaña. La expresión de su amor cambió por completo. Como iba a saber su intención de desvelar su secreto. Era muy inteligente pero no un vidente capaz de descubrir lo que su querida mujer pretendía. Se disculpó por su reacción, rogándole comprensión, estaba ansiosa de perderse con él y descansar.
   - Tienes toda la razón mi amor. Ha sido una torpeza por mi parte haberme comprometido con esa chica, pero si la hubieras visto, me recordó mis primeros andares por la medicina. Yo también deseo intimidad y estar a solas contigo. Pues he llevado un fin de semana tremendo.
   Abrazados se miraron con ternura. “Que hermosa es. Y cada vez se parece más a su madre.” Pensaba mientras contemplaba a su joven esposa. “Y el muy tonto, no sabe que va a ser papá después de varios nietos.” Eran los pensamientos que ocupaban su mente mientras contemplaba llena de satisfacción al padre del ser que llevaba en sus entrañas. Cargaron las maletas en el coche, para regresar a su hogar. Brisite pidió que le llevaran a casa pero no consintieron. Comería con ellos y luego podría hacer lo que quisiera.
   La comida fue de lo más entretenida, se contaron las anécdotas de su viaje. Caterine rabiaba por no poder soltar su gran sorpresa, pero se juró contársela en la intimidad y aunque su esfuerzo le costó consiguió conservarla hasta el momento oportuno. Iba a comenzar la sobremesa en el salón cuando el servicio acompañó a Joel junto a lo señores. Tras saludarse José le rogó que atendiera a Danielle, se la presentaría y luego se encargaría de ponerle al día con respecto a las investigaciones y el trabajo que llevaban entre manos.
   Trascurrida una hora aproximadamente de sobremesa, Caterine estaba impaciente. Pero al fin sonó el timbre y a los pocos segundos se presentaron en el salón Dany, diminutivo  con el que le gustaba que le llamaran, acompañada por personal del servicio. Las presentaciones de rigor y tras disculparse por no poderle atender personalmente comentó. 
   - Tenemos que irnos. Joel, ahora te toca ser el anfitrión de esta encantadora joven. Os entenderéis a la perfección, pues coincidís en muchas cosas. Procura ponerle al día. Ya le he comentado que la iniciativa propia tiene mucha importancia en esta empresa familiar.
   Salieron al jardín, donde tenían el coche preparado. Caterine se puso al volante y al tiempo que abandonaban el lugar se despedían de la joven pareja.
   Era una tarde tranquila y soleada. Llegaron a la cabaña y después de dejar los equipajes en la habitación se sentaron en el porche. Abrazados sobre el balancín observaban el espléndido paisaje que la Naturaleza les brindaba. El cansancio del viaje, la tensión por guardar el secreto hasta el momento más idóneo, el balancear del lugar donde estaban sentados, el cambio horario y el calor de su amor le relajaron hasta tal punto que el sueño le sorprendió. Cuando José se dirigió para comentar como la noche se engullía el paisaje, comprobó que estaba dormida. Le reclinó sobre sus muslos y abrazando su cuerpo le acurrucó contra su pecho. Le contemplaba lleno de satisfacción, estaba más guapa que de costumbre. Al fijarse en su rostro comento para sí. “Tiene la expresión y el rostro de felicidad de una mujer embarazada.” Recordaba muy bien el rostro de Silvia cuando iba a tener su primer bebe, o el de su hermana Rita, o el de su hija mayor. Había observado tanto ese rostro, esa expresión de difícil descripción pero de detección rápida cuando la poseía una mujer en su primer embarazo. De pronto, se quedó helado. “Sin duda esa era la sorpresa que su querida mujer deseaba darle y aguardaba el momento más propicio”. Ahora su mente comenzaba a atar cabos. Lo presintió desde la primera llamada a China, en esos momentos ella lo debía saber ya, pues no recordaba ningún otro instante anterior a su viaje. De haberlo sabido se lo hubiera confesado antes de partir. Luego el enfado cuando se enteró que no podrían ir a la cabaña directamente. Deseaba confesar su maternidad en la más absoluta intimidad. Había sido así con Silvia, lo había escuchado a sus hermanas y hermanos. No había duda, esa era la sorpresa que su encantadora mujer le pretendía dar. Sintió miedo, un padre tan mayor no iba a beneficiar en nada al bebe. Pero por otro lado se sentía enormemente feliz, era consciente que para Caterine la maternidad suponía muchísimo. Lo hablaron en numerosas ocasiones y ella siempre aseguró ser algo anhelado con todas sus fuerzas. Ahora tendría que fingir estar sorprendido. Trataba de hacer ejercicios de concentración para mostrar sorpresa cuando se lo comunicase. Pero pronto lo dejó, se olvidó y se deleitó contemplado a su encantadora esposa. Posó la mano en el vientre de su amada y la expresión de felicidad la llegó a sentir su mujer. Con los ojos cerrados, pero con la mente ya despierta, sentía como su amor le acariciaba el vientre, realizándolo con extremada delicadeza. Se sobresaltó y de inmediato se volvió a relajar, manteniendo los ojos cerrados. Él acarició su rostro para tranquilizar sus sueños y de nuevo su mano mimaba aquel vientre. “El muy bandido lo sabe”. Pero como es posible, la única persona que conocía la noticia era Brisite y estaba segura que no se lo había dicho. “Pero no tengo la menor duda que lo sabe.” Caterine reflexionaba sobre el comportamiento de su esposo. Por fin se decidió a abrir los ojos lentamente. Se encontró con su dulce sonrisa, mientras su mano proseguía, sin inmutarse, acariciando su abdomen.
   - Me haces cosquillas en la barriga.
   Se decidió a romper el silencio y observar su reacción. Sin  explicárselo  muy  bien  tuvo  la  corazonada que ella se había dado cuenta que no le sorprendería con al noticia. Con el mismo tono de inocencia y devolviéndole la pelota contestó.
   - ¿Tu estás segura que esas cosquillas que sientes te las hacen desde fuera? ¿No será tu tripita?
   Ya no podía haber sorpresa, lo sabía, estaba bien claro. Sonrió y abrazándose con verdadera pasión le besó. Las muestras de cariño se desataron una tras otra y por fin, incorporándose rompió de nuevo aquel cómplice silencio.
   - ¿Desde cuando lo sabes?
   Sonriendo y en tono malicioso, respondió.
   - ¿Sé? ¿El que mi amor?
   Comenzó a reírse, era un sinvergüenza, se estaba haciendo el ignorante, pero no le podía engañar.
   - Dímelo, cariño. ¿Desde cuando lo sabes?
   Fue consciente que, seguir con la misma estrategia podría enfadar a la futura mama de su hijo y precisamente, en esos momentos, no tenía la menor intención de disgustarle. Se le notaba llena de felicidad y tan feliz de estar a su lado que proseguir por ese camino estropearía un momento tan maravilloso.
   - Cuando dormías observe tu rostro y la expresión de tu cara. Esa expresión es inconfundible. La tenéis todas las primerizas. Unido a pequeños detalles que sueltos no te dicen nada pero que si los relacionas te confirman las sospechas.
   - ¿Eres feliz?
   Interrumpió a su esposo. Se abrazó a ella, se levantó y cogiéndole en brazos le llevó hasta la alcoba y cerró la puerta.













martes, 18 de diciembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XX-EL EMBARAZO




                                   -  EL EMBARAZO -

   El jet de la familia aterrizaba sin novedad en el aeropuerto de Lyón. Al descender del aparato no podían creer tanta intimidad. Por fin caminarían por las calles sin problemas. El chofer los esperaba. Se hizo cargo del equipaje mientras subían al vehículo y recostados en los asientos de atrás sonreían satisfechos de poder volver a casa, a la intimidad, a la tranquilidad cotidiana.
   En la puerta del jardín, la familia al completo les sorprendió. Por lo visto la tranquilidad y la intimidad deberían esperar. La fiesta estaba montada. Todos se sentían satisfechos de volver a tener entre ellos al jefe de la familia. Rieron, bailaron, conversaron en armonía hasta altas horas de esa madrugada. Luego, poco a poco, la familia se fue recogiendo en sus hoteles y la pareja, por fin, se quedó sola. 
   Eran las cinco de la madrugada cuando Caterine ponía en marcha la bañera con hidromasaje. Juntos y abrazados se quedaron por espacio de unos treinta minutos dejándose querer por las chispeantes burbujas de la bañera. Sus labios se unieron en repetidas ocasiones. En sus miradas, en su expresión se escribía la frase tan deseada. “Por fin solos”.  Se envolvieron en las toallas y casi si llegarse a secar sus cuerpos se dejaron caer en la cama iniciándose una apasionada y loca sesión de compartir sensaciones y deseos.
   - Sabes, no te lo he dicho, pero no he puesto ningún impedimento para no quedarme embarazada. Deseo locamente un hijo.
   José sonrió, no estaba bien volver a ser padre. Siempre le había expresado a su mujer que con su edad, el pequeño ó la pequeña sería quien verdaderamente lo pagaría. Un padre tan mayor no les suele gustar a los niños. Pero aceptó la pequeña trampa tendida por su compañera. Tal vez no prosperara nada, pues con su edad las posibilidades de un embarazo eran escasas.
   Esa mañana se quedó en su laboratorio, llevaba investigando sobre unas nuevas prótesis que revolucionarían el mundo de la ortopedia. Especialmente mejoraría notablemente la calidad de vida de cualquier tipo de amputación. Confiando ciegamente en conseguir la misma movilidad de una persona sin esa carencia. Estaba trabajando en el despacho cuando entró sigilosamente su mujer y tras besarle se despidió. Iba a ver a su tía Brisite para ponerse un poco al día y darle unos días de vacaciones. Su esposo tenía familia para aburrirse, pero a ella solo le quedaba su tía y su hermana. La situación de la firma Revaud eran inmejorables. Las ventas y las promociones iban en aumento cada mes. Las dos empresarias se metieron en el despacho y permanecieron horas contrastando información y planificando los siguientes meses. No llegaron a salir ni para comer y ya entrada la noche, Caterine, se despidió de Brisite deseándole unas felices y merecidías vacaciones. Le instó para tomarse más tiempo pero si bien le vendría bien esa semana para relajarse un poco, más tiempo no lo podría soportar. Su pasión era la moda y deseaba volver de nuevo a trabajar.
   Cuando Caterine entró en casa los aullidos y ladridos de varios perros le llamaron la atención, al preguntar al servicio le respondieron. “Cosa del Señor”. Sonrió, sin duda su querido esposo iría a probar sus descubrimientos con algún perro callejero. Al entrar en el cobertizo donde estaba ubicado el laboratorio lo encontró ocupado con un perro con las piernas traseras amputadas por un tren. Ya no se oía al animal, la anestesia comenzaba a causar su efecto. Se disponía a intervenirlo para aplicar las prótesis fabricadas cuando Caterine se puso ropa esterilizada y entró en el pequeño quirófano. Al cruzar sus miradas sonrieron, con un gesto se ofreció a su esposo para ayudarle. A lo pocos segundos ya le estaba pidiendo cosas.
   Transcurridas dos horas salían del quirófano, mientras el animal permanecía adormilado en la mesa de operaciones. Se metieron en la ducha, salieron envueltos con los albornoces y avisó a un joven médico, vecino y colaborador en sus investigaciones. Dejó las instrucciones necesarias y se marchó con su mujer para vestirse y bajar a cenar.
   Se encontraban en la sobremesa, cuando Joel, llegó todo alterado. Estaba rebosante de felicidad. El animal se había levantado y caminaba con naturalidad. El experimento había logrado su objetivo, pero se aconsejaba tener paciencia. Era la primera prueba, con éxito, con un ser vivo y la prudencia dictaba comprobarlo varias veces, pero sobre todo, era imprescindible, observar la evolución del animal. Caterine invitó al joven médico a acompañarles a tomar café y compartir unos minutos de distensión y tranquilidad.
   El trabajo los tenía ocupados casi todo el día, pero siempre a la hora de la cena se encontraban, charlaban sobre la marcha de ese día y luego se acostaban temprano, pues a José le encantaba madrugar. Era precisamente con las primeras horas de la mañana cuando mejor y más inspirado se encontraba.
   Brisite regresó de sus vacaciones y Caterine tuvo más tiempo para estar junto a su esposo. Al mes de su llegada, José fue invitado a París a un curso sobre técnicas quirúrgicas y de rehabilitación. Se lo ofrecieron en numerosas ocasiones y siempre las desestimó, pues deseaba estar junto a su mujer. Pero precisamente esa semana ella viajaba a China para la presentación de su nueva colección y como él deseaba presentar al mundo sus nuevos descubrimientos aceptó, aprovechando la ausencia de su esposa.
   Invitó a los médicos de La Fundación en Corea y a los de las Ciudades del deporte de España, regentadas por su familia. Quedarían impresionados les llegó a comunicar. Y eso dicho por el propio José era algo fuera de lo normal.
   Los organizadores se vieron desbordados por la demanda de facultativos a la conferencia, viéndose obligados a cambiar a una sede con mayor capacidad. Conscientes de no impartir ningún curso José desde hacía años. Iba a ser la primera, tras el intento de varias sociedades de conseguir la participación del famoso doctor, en más de diez años. La inscripción al curso se cerró una semana antes de finalizar el nuevo plazo, tras la ampliación de la sede. Constaba de cuatro sesiones. La primera la daría ese viernes por la tarde. El sábado se distribuirían en dos sesiones más, en jornadas de mañana y tarde. Por ultimo la cuarta sesión se impartiría en la mañana del domingo donde pensaba exponer sus nuevos descubrimientos.
   El palacio de congresos estaba a rebosar, esa noche del viernes. Hubo gente sentada en los pasillos pues no quedaba ni una sola butaca vacía. Fue una exposición brillante, su duración estaba prevista en dos horas. Se había iniciado a las diecisiete y eran las veintitrés. La gente continuaba escuchando aquel genio de la medicina. Realizaban preguntas de todo tipo contestadas con brillantez y con simplicidad. De nuevo la organización se vio obligada a intervenir, de lo contrario la gente hubiera seguido hasta la mañana siguiente. El tiempo transcurrido, para recoger sus papeles, levantarse, saludar, volver a hacerlo y salir del local, la gente permaneció en pie aplaudiendo.
   Abandonaba la sala con sus recuerdos. No había disfrutado tanto explicando algo desde aquellos lejanos años enseñando a su hermana Rita a leer, a multiplicar, o a dividir. Se marchó a su hotel y fue directo a la cama. Ni siquiera cenó, estaba cansado por el viaje y aquella maratoniana sesión.
   A muchos kilómetros de allí el sol llevaba unas cuantas horas fuera. Caterine abrió sus ojos y se dispuso a levantase. Cuando se incorporó sintió una desagradable sensación de angustia, se precipitó al servicio y arrojó la cena de la noche anterior. Brisite compartía habitación y le atendió al instante. Tras recuperarse, decidieron hacerle una visita al médico. Le aplicaron varias pruebas de urgencia. Finalizado todo el proceso analítico y de reconocimiento el facultativo sonriente le comentó.
   - Lo suyo no es grave, aproximadamente en nueve meses desaparecerán las molestias.  
   Observó la cara de sorpresa y felicidad de la joven madre y con la sonrisa en su rostro, añadió.
   - Efectivamente señora. Va a ser madre.
   Sobrina y tía permanecieron abrazadas por espacio de varios minutos. No podía haberle dado una noticia más agradable. Comenzó a llorar como una chiquilla abrazada a su tía. Cuanto le hubiera gustado vivir ese momento junto a su esposo. Brisite le propuso telefonearle pero una noticia de esa índole no era para darla por teléfono. A su regreso lo primero sería, en privado, confesárselo. Ansiaba ese momento desde la buena nueva pero  especialmente disfrutaba al imaginarse la expresión de su marido.
   Faltaban unos días para volver a estar juntos. Planificaba, de forma distinta cada minuto. Como se lo diría, cuando y en que momento. Al salir de la consulta pasaron por una boutique de bebes y no pudo evitar la tentación de entrar, ir a la sección de bebes, y comprar algo para su futuro descendiente. La felicidad emergía de su cuerpo por cada poro de su piel. Era una mujer deslumbrante. Brisite le observaba. Estaba radiante. Físicamente era el retrato de su madre. Ahora recordaba como en muchas ocasiones su esposo se pasaba, minutos, atónito mirándole. Con toda seguridad recordaba a Linda. Había sido el primer amor de ese gran hombre y cuando se volvieron a encontrar pudo observar como se quedaba contemplando a su hermana. De la misma forma, con ese embobamiento, lo hacía últimamente con su sobrina. A Caterine nunca le observó anteriormente tan fascinante, como en esos momentos. De por sí era una mujer muy hermosa. Pero ahora, mirándole con detenimiento, se explicaba el porqué la gente, y en especial los del sexo opuesto, no podían evitar detenerse en medio de la calle para observarle. Vestía con una elegancia exquisita, pero al mismo tiempo con una sencillez envidiable. Ese aspecto lo copió de la primera mujer de su esposo. Jamás conoció a una mujer con tanta “Clase” como Silvia. Sin duda la profesión de su sobrina le permitió captar esa virtud. Cruzaron sus miradas. El rostro de Caterine expresó sorpresa al comprobar como su tía le miraba. De inmediato comprendió el gesto de su sobrina. Se detuvo y tomando las manos de su pequeña, comentó.
   - Eres idéntica a tu madre, y has captado la clase y sencillez de Silvia. Estás maravillosa. Precisamente estaba pensando en ello mientras te observaba. Tu felicidad la transmites en cada paso, en cada gesto, en cada movimiento.
   Sonrió, besó en las mejillas a su tía y prosiguieron paseando hasta el hotel.
   Ese sábado José deslumbró, aún más, si cabe, a su audiencia. Había preparado meticulosamente aquel curso. Empleó infinidad de novedades y a lo largo del día sus experimentados alumnos irrumpieron en aplauso con frecuencia. Él les suplicaba proseguir de lo contrario no terminarían ese curso intensivo en el tiempo estipulado. Pero no lo podían evitar. Se escuchaban comentarios tales como. “Es un fuera de serie”. “La academia sueca del Premio Nóbel se equivocó completamente al no concedérselo a él”. “He aprendido en dos sesiones con este hombre mas que lo logrado en toda mi carrera”. Cuando esa noche, la sesión debía haber finalizado a las veinte horas y pasaban de las veinticuatro, prometió sorprenderlos al día siguiente. La gente se quedó pasmada en sus asientos. “¿Que más podía contarles ese genio de la Naturaleza, que les pudiera sorprender más aún de lo que estaban?”. La organización trató en vano cortar la sesión. Hasta que un espontáneo subió al escenario, tomó el micrófono y dijo.
   - Estamos abusando de este hombre, se le nota cansado. Dejémosle descansar y mostrando nuestro agradecimiento mientras abandona el local.
   Comenzó a aplaudir y los presentes se pusieron en pie para acompañarle, lanzar vítores en todos los idiomas y no se movieron hasta que abandonó el recinto. En los pasillos, en las cafeterías cercanas, en los clubes próximos al palacio de congresos no se escuchaban otros comentarios que la intervención de ese científico español arraigado en Francia. Era increíble, no sólo los avances logrados en el campo de la ortopedia y la rehabilitación, sino la forma de exponer las cosas y mostrarlas con tanta sencillez que todo el mundo, incluso no siendo de la profesión, podía comprender. Las innovaciones en los métodos y forma de dar aquel curso fascinaron al más experimentado. Verdaderamente el precio de aquel curso había sido ridículo al comprobar la calidad del conferenciante.
   Antes de acostarse telefoneó a su media naranja, lo hacía todas las noches. Percibió en sus palabras que la felicidad le desbordaba. Al comentárselo, reaccionó tarde. No sabía que responder. Tras unos segundos de titubeo le aseguró que su visita era muy provechosa. Todo le rodaba muy por encima de sus previsiones. Para terminar con un cumplido. Al colgar el teléfono se lamentaba de su torpeza. Pero era inevitable expresar esos sentimientos que inundaban hasta el último rincón de su ser.
   - Tía. ¿Sabes? José ha notado algo. Ese hombre me conoce mejor que a sus propios hijos. Que difícil es ocultarle algo y sorprenderlo. Lo capta todo, incluso a través del teléfono.
   - Cariño, no te olvides que es investigador y de lo mejor del mundo. Esas personas ven a través de las paredes. Es un don especial que muy pocas personas poseen y tu marido es uno de ellos.
   Ese día era la presentación de la colección y esa enorme felicidad rodeando a la diseñadora la transmitió a sus modelos y al público presente, convirtiéndose en el mayor éxito de todos los tiempos en una presentación de colecciones de moda en ese país. Las felicitaciones, los contratos, las nuevas invitaciones para otras ciudades se presentaban en la oficina montada por la firma Revaud.
   La expectación de ese domingo en el palacio de congreso era impresionante. Con una antelación de varias horas el recinto estaba a reventar. No había sitio ni en los pasillos. Los organizadores estaban asustados. Si, por desgracia, sucedía cualquier incidente aquello podía convertirse en una verdadera catástrofe. En tiempo récord, se montaron unas grandes pantallas de televisión en unos aparcamientos cercanos y miles de sillas se instalaron ante aquella pantalla. Una gran masa de estudiantes de medicina, de las facultades parisinas, se dio cita. La habilidad de uno de los organizadores, consiguió salvar una situación crítica y de paso unos ingresos extras de gran importancia.
   La sesión se inició ante un silencio sepulcral. La presencia de varios animales en el escenario chocó a los presentes. Conforme exponía las nuevas técnicas de esas prótesis los presentes alucinaban por la sencillez y eficacia de esos descubrimientos. José miraba constantemente a su público, temía haberse quedado solo. Era tal el silencio que en varias ocasiones pensó que no tenía a nadie delante. A lo largo de cerca de cuatro horas mostró, todos los materiales y desplegó sus más sofisticados métodos para exponer con claridad y contundencia esos nuevos hallazgos. Esa masa, cercana a la decena de millar, permaneció atenta a la exposición incrédula por la capacidad de aquel sabio. Finalizada su exposición los presentes tardaron en reaccionar, no podían salir de su asombro. José se quedó en medio del escenario sorprendido. Sin saber que decir. Al fin decidió a romper aquel cortante silencio.
   - Bueno si tienen alguna pregunta o duda. Estoy para ello.
  Los aplausos desbordaban el recinto.  Le recordó su último día en Corea, cuando el pueblo le brindó aquel homenaje. Preguntas había sin lugar a dudas para pasarse una semana contestando. Pero en esta ocasión los organizadores consiguieron, por la imposibilidad de atender a todos finalizar el curso.
   En los despachos del palacio la organización agradecía al conferenciante sus inigualables lecciones. Quisieron cerrar nuevos cursos y conferencias, pero José con la cortesía que le caracterizaba les rogó que enviaran a casa las peticiones y contestaría a todas. Pero advirtió que no era muy partidario de esos cursos. El tiempo lo precisaba para dedicarlo a sus dos pasiones, su mujer y la investigación.
   Al pagarle solicitó la extensión del cheque a nombre de La Fundación. La cuantía aumentó considerablemente, conscientes que todas las previsiones económicas se superaron con creces y no era justo dejar todo ese dinero en la organización. El éxito era consecuencia del personaje y quisieron hacerle participe de esos ingresos extras. Se disculpó por no quedarse a la comida de clausura. Pero los organizadores estaban al corriente  pues antes de aceptar dar el curso lo advirtió. Les hubiera gustado tenerlo, rendirle el aplauso y homenaje de todos los presentes. Pero su mujer regresaba de Asia y quedaron en encontrarse en el aeropuerto de Lyón. Mucha gente confirmó su asistencia a esa comida por verle y aplaudirle.
   Se fue a su habitación, allí recibió la llamada de Caterine confirmándole que el avión tenía una demora de unas horas. Antes de acostarse y descansar unos minutos llamó al restaurante donde se celebraba la comida y prometió acudir a la sobremesa y rendir su agradecimiento a todas esas personas que pacientemente le soportaron los tres días.
   El semblante de los organizadores cambió por completo, no solamente era un gran científico, como persona se superaba. Al anunciarlo a los comensales irrumpieron en un estrepitoso aplauso.
   Descansó tan solo media hora, pero para él fue suficiente. Había estado en esa situación muchas veces a lo largo de su vida y era capaz de recuperarse perfectamente en tan corto espacio de descanso.
   No habían servido los postres, cuando entraba en el restaurante. De inmediato la organización salió a recibirlo y con humor y buen sentido de la oportunidad uno de los organizadores tomó el micrófono y comentó.
   - Vamos a ofrecerles el mejor postre. No se come, ni se bebe, pero escucharlo es sin duda el mejor manjar y el mayor placer que cualquier persona puede sentir. Con nosotros. El doctor Don José Carbonell.
   Los comensales, sin excepción, hasta los más ancianos que su trabajo les costó, se pusieron en pie, e irrumpieron en un prolongado aplauso. Cuando tras unos largos quince minutos la gente se sentó. El silencio se adueño del comedor. José tomó la palabra y en tono de perdón y con humildad comenzó diciendo.
   - Ante todo les ruego me disculpen, por no haber podido compartir con unas personas tan agradecidas esta comida. Mis más sinceras disculpas.   
   Prosiguió su discurso, con una humildad y sinceridad que llegó a todos los presentes. No se extendió en exceso y mostró su admiración por todos los que habían convivido con él esas tres jornadas de trabajo y dedicación a los demás. Finalizó con una de sus frases preferidas.
   - Nuestra profesión es ante todo. Entrega a los demás. El verdadero genio, el verdadero médico, no es aquel que sabe curar. Para mí es mucho más importante saber atender al enfermo en todas sus necesidades. Y sabéis también como yo que en la mayoría de los casos nuestros pacientes precisan más de nuestro cariño y comprensión que de aliviarles del dolor.
   Prosiguió con otras reflexiones que provocó en muchos de los presentes emocionarlos profundamente. Dio las gracias, elevó una copa de champagne y brindó, especialmente por esos profesionales que dedican, aunque solo sea parte de su tiempo a las personas más necesitadas y con poco recursos. Salió del local profundamente emocionado por la acogida dispensada. Regresó al hotel, hizo las maletas, le llevaron al aeropuerto y en el jet de la familia regresó a casa.






EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XIX -LA PAZ


   - CAPITULO XIX  -

                                           - LA PAZ   -

   Aquel día se recordará en la historia, tal vez del país no, pero de aquella región, con toda seguridad. De nuevo la actitud del pueblo, conmovido por la valor y la entrega del “Salvador”. Dio, una vez más, a los dirigentes de ambos bandos, una gran lección.
  Al entrar el matrimonio por la puerta del hotel, anhelando caer sobre el lecho y dormir hasta la mañana siguiente, fueron abordados por parte de los dirigentes. Allí estaban esperando. Chang y su familia. El líder de los guerrilleros y una pequeña representación de su plana mayor, incluido el dirigente opositor a mantener el pacto de la guerrilla, rompiéndolo unilateralmente con ese intento de atentado. No era fácil decidir a quien atender primero. Pero siguiendo su intuición, se aproximó a la recepción del hotel y rogó la presencia del director. Fue atendido al momento. Solicitó un salón donde reunirse con todas esas personas. Invitó al grupo a entrar y con la chispa tan característica en él comentó mientras entraba detrás del grupo.
   - Todos buscamos lo mismo. La paz para este país. Así pues pongamos nuestras cartas sobre la mesa y tratemos de acercar posiciones, cediendo unos y otros para conseguir el objetivo buscado. Vivir en paz.
   Entraron en el salón con algo de reticencia, pero ninguno se atrevió a declinar la invitación de aquel personaje. Se habló con cortesía pero no faltos de tensión y de posiciones encontradas. Pero gracias a la presencia de José los planteamientos se expusieron con respeto mutuo. No intervino prácticamente en la conversación, pero su presencia actuó de moderador. Los planteamientos no tardaron en acercarse. En realidad nunca estuvieron tan lejos como en un principio se podía suponer. Pero si bien una de las partes tenía poder de decisión la otra no. Sin embargo, la parte con poder, a raíz de los sucesos de ese día, se unió mucho más y estaban dispuestos a concederle a José la paciencia necesaria para llevar las negociaciones sin prisas. Pero como él decía, paso a paso. Les comunicó su deseo de conseguir su apoyo y ayuda en el nuevo proyecto iniciado. La manifestación multitudinaria. Les pareció una magnifica idea pues si algo influía en la parte gubernamental eran los apoyos masivos del pueblo. A la postre era quien luego les votaría. José solicitó un margen de tres meses de plazo, como mínimo, para realizarla dicha. Hubo quien deseaba correr más, pero los razonamientos de José, y los primeros procesamientos por los abusos de poder en la región le dieron fuerza para mantener sus planteamientos. Se despidieron y prometieron trabajar codo a codo, para conseguir lo más pronto posible una verdadera paz. Al menos, ahora, la esperanza, era mucho mayor. Cuando Chang se disponía a partir José le rogó hacer los esfuerzos necesarios, en su viaje a la capital, para lograr sacar del gobierno algún gesto con la guerrilla.
   Por fin solos en la habitación, se dejaron caer sobre la cama y no fueron conscientes cuando cerraron sus ojos y quedaron profundamente dormidos. Sin cubrirse con las ropas de cama y completamente vestidos se quedaron a los pocos segundos en el séptimo sueño.
   Durante ese último mes el matrimonio trabajó incansablemente buscando soluciones, hablando con las autoridades y con la gente sencilla. Pero esa mañana del viernes, por fin, el gobierno daba señal de su buena voluntad y tomaba la iniciativa en el proceso de paz. Fue Chang quien le telefoneó, alborotado y lleno de satisfacción.
   - José pon si tienes a mano el canal gubernamental. El primer ministro va a dar una rueda de prensa. Estoy seguro será de tu agrado.
   Sin colgar el teléfono se aproximó al televisor y tras conectarlo pulso el botón. En ese preciso instante hacía su presencia en rueda de prensa el primer ministro, escoltado por su homólogo de defensa. La entrada la hicieron con parsimonia, con los rostros felices y seguros que, tras esa rueda de prensa, la popularidad del gobierno subiría enteros. Unas primeras palabras del primer ministro y luego cedió el micrófono a su compañero de gobierno. Con voz serena y firme aseguró el estudió por el consejo de estado del plan de paz presentado por el “Salvador” y como muestra de buena voluntad se concedía la libertad a los diez guerrilleros detenidos. De inmediato las cámaras recogían en ese mismo instante la salida de los guerrilleros de la prisión militar, donde eran abrazados por sus familiares y mostraban su satisfacción.
   A partir de ese instante José fue consciente de la posibilidad de éxito del plan de paz. Sin la mínima duda el gesto del gobierno permitiría acercar mas las posiciones, cediendo primero uno y luego los otros. Ahora la posibilidad de paz se podía palpar.
   - Gracias Chang.  
   Colgó el teléfono, se fundió en un abrazo con su esposa y mientras las muestras de cariño entre la pareja se sucedían sus ropas fueron  paulatinamente desapareciendo de sus cuerpos.
   A las pocas horas de la notificación por televisión la plana mayor de la guerrilla se reunía y aceptaba encantada el reto lanzado por el gobierno. Pero en su anuncio fueron un poco más lejos. Mientras las negociaciones se mantuvieran no se cometería ninguna acción contra el gobierno. Iniciaban una tregua asegurando mantenerla hasta finalizadas las negociaciones. De llegar a un acuerdo entregarían las armas y renunciarían a la lucha armada.
   El primer encuentro entre representantes gubernamentales y la guerrilla se fijó en la suite del hotel donde se alojaba nuestro matrimonio. Moderando la reunión “El salvador”. La situación parecía tener visos de una solución no muy lejana. Pero, un vez más, fue decepcionante. El gobierno no estaba dispuesto a negociar si no deponían las armas y aquella condición era inaceptable por parte de la guerrilla manteniéndose, los dirigentes del país, firme en esa primera premisa. La reunión duró más de dos días, pero ante la imposibilidad de avanzar. José optó por dar un margen de tres semanas para reflexionaran sobre sus posturas. Era consciente y tenía puesta su fe ciega en la  manifestación. Convencido de conseguir flexibilizar posiciones tras la misma y seguro de avanzar en las negociaciones. Estando la paz más cerca.
  Los responsables de la concentración aseguraron a José la superación más optimista. Pero cuando ese Jueves, previo al lunes señalado, se publicaron en todos los periódicos y diferentes personalidades hablaban en la radio y en la televisión sobre la actitud mantenida por el “Salvador” cuando el pacto de paz estuvo en un tris de desaparecer, unido al llamamiento a dicha manifestación organizada por él, llegaron a temer por el control de aquel acontecimiento. Se asustaron y no sin razón. La magnitud adquirida se les podía  escapar de las manos. No le agradó en exceso que su intervención, evitando el atentado, se explotara como reclamó. Pero debía aceptar la iniciativa de los demás y aunque un poco a regañadientes se resignó.
   La prensa solicitaba su presencia para entrevistarle. La radio y la televisión lo mismo. Ante la expectación mostrada por todo el mundo  convocó a los medios de comunicación a una rueda de prensa en su hotel. De nuevo uno de los salones de mayor tamaño se veía invadido por todos los profesionales de la información. Las preguntas, las admiraciones, y el ensalzamiento del personaje salieron a flote en las entrevistas mantenidas con los medios de comunicación. Habló por espacio de varios minutos pero en resumen dejó bien claro el protagonismo del pueblo. Al igual que lo fue aquel día amargo frente al restaurante. Con toda seguridad no se hubiera podido evitar una masacre de no haber sido por la gente de la calle. Y ese lunes lo iba a demostrar, de nuevo, a todo el mundo.
   Por fin llegó el día clave. Desde primeras horas de la mañana en las grandes ciudades comenzaba a ver movimiento. En los lugares de inicio la gente se iba agolpando. Poco a poco la inmensa parte de las poblaciones se concentraban en los lugares previstos. Pero, y especialmente, en la ciudad donde estaba ubicada la Fundación, la marcha pacifica tuvo que iniciarse dos horas antes. Pues la gente no tenía sitio en el lugar de concentración. Aquello era impresionante. Todos en silencio, con manos extendidas al cielo y, en sus palmas, dibujada la palabra paz o simplemente una paloma. En alguna que otra pancarta se podía leer, menos posiciones y más soluciones. Todos los medios de comunicación relataban lo vivido en las diferentes ciudades del país. Pero la manifestación presidida por José era increíble, nadie se atrevía a asegurar su número. Asombrando a las autoridades el comportamiento cívico de la población. No hubo noticias del menor altercado. Y si en algún lugar alguien intentó aprovechar la circunstancia, la masa lo acalló de inmediato. Ambos bandos no podrían ser insensibles a las demandas y exigencias del pueblo. Ahora las negociaciones avanzarían como no lo habían hecho en esos casi tres meses. Al unísono enviaban sendos comunicando cediendo en sus posturas y dispuestos a negociar sin condicionantes de ninguna clase. Todos los esfuerzos realizados por el matrimonio tenían su recompensa. Estaba claro, la paz, no se les podría escapar de las manos.
   En el corto espacio de tiempo entre ese día clave  y el pactado para la reanudación de las negociaciones. Todos los presos por motivo políticos quedaban en libertad y casi al mismo tiempo la guerrilla entregaba las armas al ejército gubernamental. Tal vez la reunión estaba de más, pero ese día estaba José en la puerta del edificio del gobierno. Casi no hubo ni que leer los documentos, ambas partes estaban dispuestas a firmar un pacto de cooperación y de investigación en los casos donde se cometieron atropellos. Al término de las conversaciones, y tras la firma del documento donde se comprometían, por fin a dejar las hostilidades e iniciar un camino de cooperación, se quedó en rendir homenaje al mediador. Aquel personaje, extranjero, que tanto contribuyó a la paz y el progreso de esa gran nación.
   A José todas esas ceremonias reconociendo sus méritos no le agradaban. Pero no podía desairarlos, después de haber aceptado su mediación y sus consejos. El pueblo estaba invitado a la ceremonia brindada por la nación al doctor Don José Carbonell.
   Esa mañana Caterine estaba radiante, consciente que aquel día no iba a ser del agrado de su esposo, pero se sentía orgullosa de su marido. Les chocó ver en una actitud romántica y de pasión a Neus y el hermano pequeño de Chang. Ahora no cabía duda la joven no regresaría con ellos.
   La gran plaza estaba abarrotada desde las primeras horas de la mañana, las cuatro grandes avenidas que morían en ella iban rellenándose de gente de forma espectacular. Aquello, no lo esperaban, pues aunque se anunció con una semana de antelación tampoco se dio mucha propaganda por expreso deseo del homenajeado. Del hotel donde estaban alojados hasta la tribuna preparada para el evento no habría más de quinientos metros pero cuando intentaron llegar hasta su destino les costo más de dos horas. Los vítores, y expresiones de afecto les obligaban a parar constantemente, protegidos por una nube de policías avanzaban a duras penas entre la multitud. En la tribuna aguardaban pacientemente el presidente de la nación con el gobierno en pleno y el líder de la guerrilla con sus consejeros. Cuando, al fin, consiguieron llegar, se aposentaron en los asientos reservados. Comenzaron los discursos para entregarle a continuación la máxima condecoración de la nación. Luego le cedieron la palabra. Fue corto en su discurso pero no se olvido de nadie a la hora de agradecer todo ese apoyo recibido. Finalizó con la siguiente frase.
   - Esta gran batalla, quien la ha ganado siempre es el que más ha sufrido. El pueblo.
   Saludo con la mano mientras la otra sacaba un gran pañuelo blanco para enjugar las lágrimas que revoltosas surcaban sus mejillas. Se abrazó a los dos líderes y les dio las gracias por su colaboración en nombre del pueblo. Luego se aproximó a su esposa y se fundieron en un prolongado y cariñoso abrazo. De allí emprendían regreso a casa. Su tripulación los esperaba en el aeropuerto. Pero de nuevo el trayecto hasta éste se hizo eterno. La gente deseaba verlo pasar y trataban de tocar sus manos.

































viernes, 23 de noviembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XVIII-TODO ESTÁ PERDIDO


  Por fin llegó el decisivo lunes. Muy temprano un coche oficial del ejército se detenía frente a la puerta principal de hotel. José aguardaba en el vestíbulo, al verlo salió a su encuentro. Chang bajó, saludó y le invitó a subir para poner rumbo al aeropuerto.
   Antes de las diez, de esa mañana lluviosa del lunes, aterrizaban en el aeropuerto militar. Un coche oficial del ejercito les esperaba a pie de avión. Cuando sus pequeños equipajes se cargaron y subieron al vehículo emprendieron la marcha con destino a la sede del gobierno. Tras salvar el primer control se detuvieron en la puerta principal, comprobaron sus identidades y entraron en el recinto. En el acceso al edificio un soldado les abrió la puerta y fueron conducidos hasta un despacho, donde les indicaron con amabilidad, esperar. Traía el informe encargado a la empresa y los datos reflejaban lo intuido dándole la razón esos papeles. Ahora era necesario conseguir, que esos extremistas, reaccionaran y aceptasen negociar.
   Por fin, tras dos largas horas de espera, les hicieron pasar a una gran sala de juntas. El primer ministro no estaba solo. Le acompañaba el ministro de defensa y varios asesores de éste. Unas quince personas se reunieron, incluidos los dos amigos.  “Al menos esto va en serio” Pensó al ver aquel plantel de altos mandos. La lucha dialéctica sería dura, sin lugar a dudas, pero al menos despertó el interés. Le rogaron comenzar su exposición. Estaba muy concentrado, sabía que en esos momentos su intervención podría decidir entre la paz o de nuevo la inestabilidad. Pero no le temblaron las piernas. Con una de sus mejores intervenciones expuso con claridad y realismo la situación. Aquellos personajes escuchaban atentos los planteamientos de aquel brillante doctor. No le interrumpieron para nada, haciéndole temer una estrategia preconcebida en el grupo. Y no era  buena señal. Pero prosiguió seguro de sí mismo hasta concluir. Al presentar el informe sobre la encuesta realizada notó a dos o tres de los presentes hacer aman de preguntar, pero al cruzar su mirada con el ministro del ejercito, adoptaron de inmediato una posición de escucha. Ahora no había duda, aquel grupo estaba cerrado a una determinación previa y todos los esfuerzos realizados previamente para informar y exponer no tendría gran valor. Su postura estaba decidida con antelación. 
   - Su exposición, sus propuestas y el trabajo realizado son dignos de los mejores negociadores diplomáticos con los que he tratado. Hemos escuchado atentamente su posición. Ahora...
   - Perdón que le interrumpa. He de matizar que no es mi exposición, es el sentir del pueblo y creo sinceramente no inclinarse hacía ninguna de las partes.
   - Esta bien Esta bien. De nuevo tiene razón. Pero si nos permite el ministro de defensa le explicará cual es la posición de este gobierno.
   José volvió a disculparse y escuchó atentamente los razonamientos de aquel general, ministro de defensa. Conforme le escuchaba el desánimo iba apoderándose de su ser. No podía comprender como se podía ser tan ciego. Tras cerca de cincuenta minutos, escuchó, estoicamente el discurso del general en cuestión, estaba seguro de una cosa. No estaban negociando. Simplemente exponían su opinión y su postura inflexible. La última parte de su discurso era la única con tintes negociadores. Era referente a la iniciación de procesos judiciales a ciertos gobernantes de la región por excederse en sus atribuciones. No era mucho pero tal vez si la justicia se daba prisa tendría algo que ofrecer a la guerrilla. Solo pensaba en ganar algo de tiempo. De lo contrario todo se perdería. La condición impuesta para poder negociar el plan de paz, era entregar las armas, sin condiciones, por parte de la guerrilla  y José sabía que esa cuestión, sin algo importante a cambio, no era negociable por la guerrilla. Estaban imponiendo sus posiciones sin ceder nada. Salió destrozado, principalmente por el desánimo y la impotencia de resolver de una vez por todo ese maldito conflicto. Telefoneo a Caterine. No iría directamente, pues volaba antes a la otra ciudad para comunicar a los dirigentes de los guerrilleros la marcha de la negociación. Caterine colgó el teléfono y dirigiéndose a Neus comentó.
   - Me van a matar a este hombre. Si no fuera por él ahora mismo le pediría regresar a New Ville y los mandara a freír espárragos.
   Estaba indignada. No había derecho que no tendieran un poco la mano para tratar de solucionar la situación. Mientras volaba a su nuevo destino, por medio del teléfono contactó con varios amigos. Era necesario movilizar a la gente, pero en esta ocasión no bastaría con cuatro o cinco centenas de millar. Se debía lograr una manifestación fuera de lo normal. Debían ser simultaneas y en principio se desarrollarían en la capital, en la ciudad donde se encontraba la Fundación y en la ciudad sede de los guerrilleros. Pero recalcó la necesidad de desarrollarse de forma similar a la espontánea del pueblo. Evitando cualquier tipo de violencia o de proclamas contra nadie. La paz era el único lema. La única palabra a escucharse en esas manifestaciones.
   Antes de llegar el vuelo a su destino, recibía las primeras llamadas confirmando la puesta en marcha de la maquinaria. Y especialmente en la ciudad de La Fundación todo el mundo acudiría. Las aldeas cercanas y no tan cercanas se adherirían.
   Cuando José terminó de exponerles el desarrollo de la negociación con el gobierno parte de los componentes se levantaron de la mesa y abandonaron la reunión. Uno de ellos, aseguró mientras se marchaba.
   - La guerra es inevitable y, mañana mismo serán conscientes de  no hablar al aire. Lo comprobaran con hechos.
   Trató por todos los medios de convencerlos, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Por lo visto nadie tenía paciencia para algo tan trascendental. Aunque el líder de la guerrilla le prometió tratar de calmar los ánimos. Regresó en su jet, a media noche, sin estar nada convencido. Menos de una hora le llevó encontrarse con su mujer. Le había telefoneado y le esperaba impaciente en el hotel. Cuando entró en la habitación no supo que decir, comprobó como su marido entraba llorando a lagrima viva. La impotencia había conseguido su desmoronamiento. Algo jamás vivido hasta la fecha por ella. Se abrazó, con ternura lo acariciaba, le besaba y en absoluto silencio le dio tiempo para desahogase de toda la tensión, rabia e impotencia Mientras sus increíbles ojos azules se bañaban en lágrimas. Ver a su esposo en ese estado le encogió el corazón. Deseaba gritar. Maldecir. Pero era una mujer inteligente. Perder los nervios empeoraría el estado de ánimo de su marido. Cuando la calma regresó a la pareja el teléfono los sorprendió. Eran cerca de las cinco de la madrugada. Las piernas se le aflojaron hasta el punto de tener que sentarse en la cama para no caer. Se imaginaba lo peor. Rogó, a Caterine, con voz temblorosa, contestar.
   - Es el hermano de Chang, desea hablar contigo.
  Extendió la mano y se colocó el auricular en la oreja. Su interlocutor le informó de las intenciones de una facción de la guerrilla. Sobre las trece horas de ese día se produciría un grave atentado en un restaurante céntrico de esa localidad. Donde se celebraba un homenaje a unos militares y donde habría cerca de medio centenar de fuerzas del ejército. Entre ellos muchos altos cargos.
   - Mi hermano Chang estará entre ellos.
   José se recuperó sorprendentemente, no eran momentos de flaqueza, Se debía actuar rápidamente. De producirse sería el fin a cualquier tipo de negociación.
   - No sé si podré detenerlo pero estaré allí. Si mi vida puede impedir una guerra entre estas gentes la ofreceré sin vacilación.
   Terminada la conversación colgó. Si en ese atentado moría él, el pueblo se pondría en contra de la guerrilla y probablemente eso terminaría con ella. El hermano de Chang era consciente de ello. Pero no llegaba a comprender como un extranjero era capaz de sacrificar su vida por unas personas tan lejanas a su país. No perdió un solo segundo, inmediatamente fue a comunicárselo a su líder. La plana mayor de la guerrilla se movilizó de inmediato, estaba claro que si se producía la muerte del “Salvador” toda esperanza de conseguir sus propósitos se desvanecerían por completo.
   - Quiero ir, contigo, José.
   Fueron las primeras palabras de Caterine cuando su marido colgó. Se abrazó inmediatamente, mientras le susurraba inundada por un amor infinito hacía su esposo.
   - Sabes muy bien que tú eres mi única razón de vivir. Sin ti no sería nada. Quiero estar contigo y si nos hemos de ir, prefiero hacerlo a tu lado.
   Por lo visto las únicas personas aún con cordura en ese país era precisamente nuestro matrimonio. No consiguieron acostarse, ninguno de los dos tenía sueño. Se metieron en el aseo, llenaron la bañera. Conectaron el hidromasaje. Desnudos y abrazados se dejaron acariciar por las cálidas burbujas de agua y las caricias de sus manos. Bajaron a desayunar. Subieron de nuevo a la habitación y se vistieron de gala. Un taxi les llevó al restaurante en cuestión. Descendían del vehículo para acceder al restaurante cuando dos nativos, guerrilleros sin dudas, les rogaron no hacerlo. Pero hicieron caso omiso del consejo. Como relámpagos desaparecieron del lugar. No había dejado Caterine el chal, en guardarropía, cuando les informaron de la manifestación junto al restaurante. La policía era alertada y se desplegaron con rapidez. Más de diez mil personas se concentraron en el gran parking del restaurante y con una sola consigna en sus labios. Paz. Caterine y José salieron a la puerta para comprobar la grandeza del pueblo, uniéndose a ellos Chang. De inmediato comprendieron. La colocación del artefacto no la pudieron impedir e intentaban persuadir a los guerrilleros encargados de hacerla estallar que desistieran o muchos de los su seres queridos morirían en el atentado. “Dios”. “Como se puede ser tan ciego con un pueblo como este”. Se preguntaba José emocionado y con el cuerpo encogido ante el comportamiento de esa gente. Pudo ver al hermano de Chang entre la masa, y al resto de su familia. Se acercaron a ellos y el guerrillero al abrazarse le susurró al oído.
- Si eres capaz de dar la vida por mi pueblo yo te ofrezco la mía. Nos has dado una lección que no podremos olvidar en toda la vida.
   Se limitó a sonreír. Se dirigió a Chang suplicándole, evitar cualquier actuación policial contra el pueblo.
   La comida se celebró en el interior no exenta de tensión. Cuando terminó y los militares abandonaron el lugar, la manifestación se deshizo pacíficamente regresando a sus hogares.



viernes, 16 de noviembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XVII-LAS PRIMERAS DIFICULTADES



   Al presentarse en la Fundación, la gente no podía dar crédito a su liberación. Se armó un gran alboroto, y pronto, toda la ciudad era consciente de la iniciativa tomada por la guerrilla. No tardaron en presentarse los cónsules de España y Francia, así como la máxima autoridad política de la ciudad. Y. ¿Cómo no? La presencia del comandante en jefe de las fuerzas gubernamentales hacía acto de presencia en los salones de la Fundación. José convocó una rueda de prensa. Las televisiones de varios países permanecían expectantes y no menos los medios radiofónicos y de prensa. Pero no quiso comunicar nada sin reunirse con Chang. Lo hicieron en el despacho de dirección. La conversación fue fluida y en algunos momentos algo tensa. Chang tiró mano del teléfono en varias ocasiones y por fin tras duras negociaciones optaron por realizarla, aunque le pusieron algunas condiciones. José las sopesó viéndose obligado a aceptar, pero como contrapartida logró el desplazamiento, del primer ministro, a la localidad de la Fundación esa misma tarde para reunirse y discutir el plan de paz. Salieron conversando amigablemente y con el semblante sonriente. Debían dar muestras de serenidad, pero sobre todo de credibilidad. Las cámaras fotográficas se disparaban. La televisión captaba los primeros planos de los rostros de los conferenciantes. Los comentaristas relataban la relajación en los rostros y el talante jovial de los personajes. Pero no se aventuraron a adelantar acontecimientos. Al tomar posesión en los asientos el silencio se rompía por el clic de las cámaras. José comenzó a relatar con bastante realidad lo sucedido. Omitió parte de su discurso pensado para la parte dura de la guerrilla con el propósito de convencerles de su imparcialidad. Pero esos apartados los pactó con el primer ministro a condición de su presencia para negociar esa misma tarde. Su habilidad natural consiguió reflejar la buena voluntad de la guerrilla para conseguir la paz en la zona. Pero mostró la firmeza de las fuerzas gubernamentales. Petición expresa del primer ministro. Fue una rueda de prensa dura. Se desenvolvía mucho mejor sin ocultar datos, pero gracias a los grandes esfuerzos de concentración, realizados a lo largo de cerca de noventa minutos, salió airoso dejando satisfechos a todos. Finalizada la rueda de prensa, a los pocos minutos, en la calle comenzó a organizarse una manifestación espontánea, en apoyo de aquel personaje y a su plan de paz para la región. Hubo vítores para la guerrilla y las fuerzas del orden comenzaron a tomar posiciones. Chang advirtió a su amigo su temor de  finalizar sea manifestación por cauces violentos nada favorecedores a su propuesta de paz. Pudiendo crear heridas de difícil curación. Sin pensarlo dos veces, salió a la calle, a su derecha iba Caterine, a su izquierda su amigo, quien desoyendo los consejos de sus asesores le apoyó para tratar de orientar aquella incipiente manifestación. Estaba orgulloso de su amigo Chang, se estaba jugando mucho, incluso la vida. En un vehículo descapotable y provisto de megafonía alentaba a la gente a manifestarse pacíficamente. Sin proclamas sin signos, y en silencio. La gente aceptó de inmediato la propuesta de aquel hombre. Hubo momentos de tensión como consecuencia de algún grupo extremista, pero el Señor estaba de parte de José y el mismo pueblo les obligó a callar. El vehículo marchaba al frente de la improvisada manifestación. El aumento del número de participantes se producía a cada paso. La gente salía a los balcones, para inmediatamente bajar y unirse. Estaban hartos de peleas y de abusos. Deseaban ciegamente la paz. Sabían el valor de la misma y los problemas ocasionados en el anterior enfrentamiento. Su nivel de vida había subido de forma espectacular en esos últimos años y en gran parte se lo debían al personaje. Unas mil personas componían la incipiente manifestación, pero cuando llegaron al centro de la ciudad, frente a la sede de gobierno de la villa era difícil de determinar el número, de personas congregadas. Alguien pronunció la palabra, Paz, y de inmediato toda la gente comenzó a vitorearla. Cuando Chang y José se asomaron al balcón del edificio oficial de la ciudad, la gente guardó un silencio sepulcral. Dejó pasar unos segundos para asimilar esa paz e inició un discurso de impactó hacía los sentimientos de los presentes. Los medios de comunicación no perdieron detalle del acto improvisado por el pueblo y por el personaje, admirado y querido por todos. El discurso lo finalizó con las siguientes palabras.
   - Os doy las gracias, porque el pueblo conseguirá la paz.  Os ruego el regreso a casa de la misma forma. En silencio. Mostremos al mundo con nuestro comportamiento cual es nuestro único y último objetivo. Vivir en paz. Como os pedí al principio no quiero aplausos. El silencio y el civismo es el mejor homenaje para este gran pueblo. 
   Con un increíble silencio se deshizo la manifestación. Los informadores estaban perplejos ante el poder de comunicación del “Salvador”. Ese hombre volvía a sacar al pueblo de un posible enfrentamiento. Cuando la plaza quedó vacía le temblaban las piernas. Miró a su amigo y uniendo sus manos en un apretado saludo se congratulaba  del triunfo logrado.
   - Sin duda es la primera batalla ganada al gobierno para conseguir el objetivo del plan de paz.
   Le aseguró mientras se abrazaba entusiasmado, por tener la dicha de compartir con ese hombre su amistad. Regresaron en coche al cuartel general del ejército. Donde Chang tenía su despacho y dentro de unas horas recibirían al primer ministro. La espera se hizo larga al no tener a Caterine a su lado. Ella y Neus optaron por regresar a la Fundación y pasar la tarde hasta su regreso.
   Un helicóptero del ejército aterrizó en el patio interior del cuartel. Chang aguardaba a pie del aparato a la segunda autoridad del país. Una compañía presentaba los honores militares a tan alta autoridad. Tras las correspondientes presentaciones se desplazaron conversando hasta el despacho del comandante. Ambos dirigentes permanecieron reunidos por espacio de unas horas. José aguardaba pacientemente. Por fin un soldado le avisó para acudir donde le esperaba su amigo y el representante del gobierno. Los saludos y presentaciones oportunas dieron inició a una dura negociación. José insistía en la necesidad de mostrar un gesto a los guerrilleros. El gobierno tenía la posibilidad de demostrar al pueblo su intención de terminar de una vez por todas con la inestabilidad. Y que mejor muestra, liberando a los guerrilleros detenidos. Pero pronto se dio cuenta de no ser negociable, al menos por el momento, ese tema. Expuso los problemas de abusos existentes en la región, siendo uno de los detonantes para conseguir la guerrilla el apoyo popular. La negociación fue enormemente dura. José empleó sus dotes de negociador para progresar, pero no estaba por la labor de ceder en nada.
  Cuando se despidieron tan solo consiguió la promesa de investigar las irregularidades comentadas y  transmitir al gobierno las inquietudes y los planteamientos del plan de paz. Mientras regresaba a la Fundación para reunirse con Caterine los ánimos los tenía por los suelos. Convencer de nuevo a la otra parte para mantener la serenidad y no romper la tregua, no iba a ser fácil. No le había dando armas para planteárselas como contrapartida a sus cesiones. La guerrilla prometió parar toda acción hasta ver el resultado de las negociaciones con el gobierno. Y ahora solo les podía ofrecer la buena voluntad del primer ministro en investigar esas irregularidades y la promesa de una nueva reunión en la capital la próxima semana. Tal vez esa esperanza de una nueva reunión le permitiría un pequeño margen de maniobra para detener cualquier acción perjudicial o irreversible para la aplicación del plan de paz. 
   Cuando Caterine vio a su esposo se lanzó como una chiquilla a sus brazos. Pero cuando pudo ver su rostro se entristeció. Lo intuyó de inmediato. Las negociaciones no fueron como esperaba y deseaba su marido. Se abrazó con toda su ternura, besándole con verdadero afecto y cariño, evitando todo sentimiento de pasión. Consciente del estado de ánimo de su esposo. Por eso, se limitó a estar junto a él. Intuía lo sucedido y, por tanto, lo mejor era no preguntar. José le miró. Sonrió. Tenía una mujer maravillosa y le conocía a las mil maravillas. Se abrazó y decidieron irse a un restaurante a cenar. Fue ella quien eligió el local. Tranquilo, alejado del centro de la ciudad, y ambientado con música de un piano controlado por unas expertas manos encargadas de deleitar a los comensales con melodías del momento. A cada cruce de mirada con la de su esposa, la dulzura de su rostro, el cariño brotando de su sonrisa le fueron levantando el ánimo, hasta tal punto de olvidar por completo los problemas del día.
   Durante la sobremesa, se levantó, tomó la mano de Caterine y le invitó a bailar en la pequeña pista cercana al piano. El baile no era precisamente una de las actividades preferidas. Pero sin duda su esposo deseaba compensar su delicadeza al no preguntarle nada sobre lo ocurrido en esa reunión, a pesar de ser una mujer muy curiosa. Y embriagada de amor y pasión por él le susurro al oído.
   - Te quiero cada segundo más.
  Se iniciaban los primeros pasos de baile. Se deslizaba por la pista sintiendo su calor, su fragancia, la dulzura de su voz acariciando su oído. Le estrecho fuertemente entre sus brazos mientras comentaba
   - El compartir mi vida contigo estos últimos meses ha supuesto una de las etapas más maravillosas y deliciosas de mi vida. Te quiero.
   Ella se abrazaba con más fuerza a su cuerpo. Una sensación placentera recorría su silueta desde los pies a la cabeza. Adoraba a ese hombre como a nada ni a nadie había querido en su vida. Atento hasta el mínimo detalle, capaz de captar cualquier necesidad pero sobre todo su capacidad de perdón con todo el mundo. Esa incapacidad de su esposo de odiar era algo que le cautivaba de forma especial. Abrazada a él hasta tal punto de resultar difícil determinar donde se iniciaba un cuerpo y donde acababa el otro. A su cerebro le llegaron ondas de otros tiempos. Recordaba a ese desconocido en aquella sala del hospital. No tuvo el menor reparo en conversar con ella. Era la primera vez que no se sentía rechazada desde hacía mucho tiempo. La cortesía y educación cuando le hablaba. Abrazada a él sonrió. En esos momentos le vino a su mente el enfrentamiento con los empleados del hotel pretendiendo echarle. No recordaba otro momento de su vida tan enfadado como aquel. “Dios”. Como adoro a este hombre. Fue una velada encantadora. Los recuerdos inundaban su mente y se sentía enormemente feliz. No permanecieron mucho tiempo, debían regresar al hotel y descansar. Al día siguiente debía viajar a la población donde Caterine y Neus fueron retenidas para exponer a la otra parte la conversación y los pequeños avances conseguidos con el primer ministro.
   No iban a poder estar juntos, pues se pasaría el día reunido con los diferentes grupos. Conversaron y se convencieron mutuamente sobre la conveniencia de viajar solo. Optó por coger el avión para evitar excesivas horas fuera de su compañía. Les hubiera gustado viajar juntos pero las circunstancias en soso momentos mandaban Resignándose ambos con lo más conveniente.
   El hermano de Chang le esperaba en el aeropuerto. Se saludaron y José fue sincero con su amigo. No se había avanzado casi nada, pero mostró su interés para conseguir apoyó al menos, hasta la siguiente reunión.
   Ese día fue de los más duros en su larga vida. Le costó convencer algunos componentes, tenían toda la razón. Habían cedido en mucho y la parte gubernamental en nada. Pero gracias al hermano de Chang consiguió mantener las cosas en calma hasta su nueva reunión con  el primer ministro.
   Quedaban cinco días y era necesario presentar pruebas patentes, a la parte gubernamental, que de no mover fichas los perjuicios en cuanto a popularidad en aquella importante región disminuirían considerablemente. Contactó con una empresa para realizar un estudio en tres días y reflejar en papeles todo lo sentido por las gentes de aquella nación. No podía presentarse sin algo para hacerles reflexionar al menos y  buscar la posibilidad de ceder en algo con rapidez. Cada día transcurrido el tren de la paz iba pasando y no quedaban muchos vagones. Regresó a casa agotado, pero contento. Con la excepción de una de las facciones de la organización revolucionaria, el resto aceptaron sus propuestas. Pero la batalla estaba ahora en el otro bando. Si el gobierno no se movía el otro grupo no tendría paciencia.
   En el aeropuerto le esperaban Neus y Caterine. Habían pensado ir a cenar a un lugar tranquilo. Pero antes le acompañaron hasta el cuartel general de ejército. No había tiempo y la parte gubernamental debía y tenía la obligación de reaccionar.
   La conversación con Chang duró un par de horas. José insistía.
   - Precisamente de tiempo, andamos escasos.
    Debían moverse con rapidez, pero al mismo tiempo midiendo los pasos dados.
   - Estamos en un campo minado. Hay que salir pronto de él, pero sabiendo muy bien donde pisamos. 
   Añadió cuando se despedía de su amigo y regresaba junto a sus compañeras para relajarse y llenar sus hambrientos cuerpos. De nuevo fue una velada encantadora. Aunque a José no le agradaba mucho trasnochar reconoció a sus compañeras la necesidad de esas dos últimas noches de tranquilidad. De no haber contado con ellas con toda seguridad habría explotado. Aquella situación era excesivamente tensa como para aguantar sin un pequeño relax. Decidieron regresar andando. Las dos cogidas de su mano paseaban orgullosas por el paseo principal de la ciudad. La felicidad de esos momentos compensaba todos los sudores de ese día. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XVI-EL ENCUENTRO


   La circulación por la ciudad coincidió con la desaparición paulatina de la luz natural en el horizonte. Al mismo ritmo el alumbrado público le sustituía dándole otra luminosidad, otra percepción, otra vida diferente a la población. La variedad de coloridos proporcionados por la luz artificial, sus cambios, sus diferentes intensidades, su variedad, sus fases, su ritmo, presagiaban la felicidad que paulatinamente iba inundando su corazón. Encontrarse con Caterine después de esos días en el infierno era algo que ahogaba su ser de dicha.
   Desgraciadamente la circulación era lenta. Hora punta. La gente salía de sus trabajos, para regresar a casa, descansar, o realizar las últimas compras del día. Se cruzaron la ciudad de este a oeste y por fin en aquel barrio residencial la fluidez del tráfico permitía transitar sin dificultad. Rodaron por amplias vías, hasta detenerse frente a una gran puerta. Se abrió y dos vigilantes dieron acceso al vehículo pesado. Entraron en unos grandes hangares y cuando el camión estuvo a cubierto las puertas corredizas se cerraron. Los viajeros descendieron encaminando sus pasos a una lujosa casa, ubicada en el interior del complejo industrial. Fueron testigos de la enorme vigilancia existente en el recinto. Nada más cruzar el umbral de la vivienda el servicio les atendió con exquisitez y les hizo pasar a un salón donde se sentaron y aguardaron la presencia del anfitrión. Unos minutos de espera, para acto seguido personarse un hombre de escasa estatura, elegantemente vestido y de una refinada educación. Hizo los honores a los visitantes, se saludaron y aquel personaje entabló conversación con el hermano de Chang. Poco a poco fue informando de varios aspectos, pero hizo un pequeño paréntesis para explicarle, el porqué, de la presencia del personaje, mientras le revelaba su identidad. Aquel hombre había oído hablar mucho de José, pero no había tenido el placer de conocerlo. Se aproximó y tendiéndole la mano comentó.
   - Es un verdadero placer conocer por fin a la persona que tanto ha hecho por nuestro pueblo. Es un honor acogerle en mi humilde casa.
   José respondió a la cortesía. Estuvo en un trís de preguntar por Caterine, pero el gesto del hermano de Chang le retuvo y aguardó a que el anfitrión tomar la iniciativa. Unos segundos de silencio para sorprenderlos.
   - Voy a tener el placer de presentar a dos invitadas encantadoras. Están pasando unos días con nosotros y según mis fuentes las conoce de algo.     
   En ese preciso instante la puerta del salón se abrió y la adorable figura de Caterine, en compañía de Neus, se hizo presente. Al ver a José se lanzaron a sus brazos, como dos pequeñas, tras su primer día de colegio, al ver a su madre esperándoles en la puerta. La felicidad de aquellos instantes era indescriptible. Con discreción el anfitrión y sus compañeros se retiraron abandonando la habitación y dejando la emotividad de ese instante intacta.
   Trascurridos los primeros momentos las emociones, tensiones y temores padecidos esos últimos días se desvanecieron. Ahora estaban juntos, se podían abrazar y sentirse. Se acomodaron en los sillones e iniciaron el relato de esos días separados. Las trataban como autenticas princesas. En ningún momento sufrieron la menor violencia física. Les tranquilizaron en primer lugar para rogarles subir al coche y trasladarles a esa ciudad. Gozaban de todo, con la excepción de poderse comunicar con el exterior o la posibilidad de salir de aquel palacio. José por su parte les relató el calvario pasado desde su desaparición y como consiguió llegar hasta ellas. Les previno. “Su libertad no iba a ser fácil”. Había ciertas circunstancias y situaciones causantes de impedir una salida rápida a esos momentos desagradables. Pero lo importante se decían era estar juntos y ya era mucho. Esos días separados supusieron un infierno y ahora mejoraba considerablemente.  
   Una hora larga de rencuentro los mantenía abrazados cuando unos leves golpes en la puerta los interrumpió. José se separó para atender la puerta e invitar a los anfitriones a entrar. Reanudando la conversación entre los presentes.
   - Le diré, muy a pesar mío, que de momento no podrán abandonar esta casa. Pueden pedir cuanto deseen, con dos únicas excepciones. Mantener contacto con el exterior o tratar de salir. Siento, de corazón, actuar así. Usted es admirado por todos nosotros pero las circunstancias mandan. Pero quiero hacerle saber nuestro máximo interés en tratar con todos los medios a nuestro alcance resolver la situación.
   Continuaban conversando cuando el servicio entró con discreción.
   - Cuando lo deseen. La cena está lista.
   La mesa estaba preparada hasta el último detalle. Compartiendo la velada en armonía. Se habló especialmente de la Fundación de su enorme influencia en la sanidad pero sobre todo en la calidad de vida proporcionada a infinidad de hogares
    Tomaron café y otras infusiones se realizó, tras la cena, en el salón...
   José expuso al anfitrión la propuesta comentada con el hermano de Chang. Tratar de poner en contacto a las dos partes para resolver las diferencias y evitar de nuevo una guerra  con consecuencias desastrosas para aquel rincón del mundo. Los planteamientos y la estrategia montada por el famoso personaje le parecieron correctos, pero no estaban solos.
   - Sus planteamientos son altamente interesante. Mañana nos reuniremos con las otras fracciones para ponernos de acuerdo.
   Como era muy tarde y especialmente los viajeros estaban fatigados el anfitrión optó por proponer retirarse a las habitaciones y descansar. Al día siguiente les esperaba una dura jornada con la explicación del plan de paz.
   Caterine y Neus solicitaron estar juntas a su llegada. Ahora Neus cedió su lugar a José, aposentándose en el designado a él. Fue una noche apasionada. Tres eternos días separados, se convirtieron en un infierno, después de compartir durante más de un año los días, las horas e incluso los minutos juntos.
   Al abrir los ojos esa mañana se encontró con el rostro de Caterine contemplando sus sueños. De inmediato llegaron a su mente esos recuerdos vividos con su madre cuando ambos eran adolescentes, sonrió aproximó sus labios, desatándose nuevas escenas de compartir sensaciones. Al bajar al comedor, el resto del personal había concluido su desayuno. Se sentaron y de inmediato el servicio les ofreció los diferentes alimentos preparados para esa primera comida del día.
   Repuestas las fuerzas para afrontar una nueva jornada salieron al jardín. Bajo unos grandes cenadores, conversaban los otros huéspedes con el anfitrión. Era distendida e incluso divertida, pues pudieron escuchar a Neus reírse en varias ocasiones. Saludaron con la cortesía requerida por la situación involucrándose en la conversación.
   A las doce de esa mañana se reunirían con varias personas en uno de los salones para ultimar todos los detalles sobre la posible negociación con la parte gubernamental y zanjar de una vez por todas las diferencias. José se ofreció como mediador. Todos confiaban en el personaje y los dos bandos eran conscientes del peso específico, del personaje en cuestión, en su pueblo.
   - Me tenéis a vuestra disposición.
   Confirmó, cuando le propusieron la asistencia a la reunión, mientras conversaba con naturalidad. Se tocaron temas a tratar en la reunión y José aseguró no encontrar tantas diferencias entre unas posiciones y otras.
   Al principio, el ambiente en el salón fue enormemente tenso. José fue consciente. Si no actuaba con rapidez y eficacia, todo esfuerzo por llegar a un acuerdo sobre una posible negociación se iría al traste sin remisión. Con gran dificultad para volver a retomar la iniciativa.
   - Les expongo el plan propuesto. Creo, con sinceridad, no hallar tantas diferencias.
   Su intervención llegó en el momento oportuno, cuando cada uno tiraba hacía sus intereses, olvidando la verdadera cuestión del problema. Con gran habilidad y diplomacia consiguió llevar aquella reunión a los cauces que le interesaban. La tensión de la sala iba cediendo, pronto se dio cuenta de estar haciéndose con los presentes. Verdaderamente estuvo brillante y cuando finalizó su intervención consiguió arrancar unos aplausos del grupo. Su plan suponía ceder en algunas cosas pero en líneas generales satisfacía las principales peticiones. Si la parte gubernamental estaba de acuerdo no habría problema para solucionar las diferencias.
   - Ahora buscaremos el interlocutor valido.
   Se pudo escuchar en uno de los presentes. Por lo visto se incorporó tarde a la reunión. El resto aseguró no encontrar mejor interlocutor que el padre del plan. Además de conocerlo era un personaje aceptado sin reparos. El peso especifico de José entre las autoridades y el aprecio popular, eran cartas de presentación insuperables por ningún otro. Una de las condiciones previas del plan fue la de mayor discusión. José abandonó la reunión para  dejarlos debatir. Las condiciones para presentar el plan a la parte gubernamental consistían en liberar a las dos mujeres como muestra de buena voluntad. En el momento de abandonar el salón comenzaron las discusiones. Unos alegaban que si daban una muestra de buena voluntad, la otra parte también podría hacerlo liberando a sus guerrilleros. Se hizo la hora de la comida Caterine, José y Neus entraron en el comedor para reponer fuerzas. En el salón proseguían las discusiones y al servicio le tocó llevar bandejas con alimentos y bebidas para toda esa gente. Llegó la hora de la cena y tres cuartos de  lo mismo. Cenaron en el comedor mientras los reunidos lo hacían en el interior del salón. Tomado desde las doce de ese día.
   Se disponía a ir a sus habitaciones cuando la puerta del salón se abrió y le rogaron entrar, para comunicarle el acuerdo logrado. Al regresar a la habitación donde le esperaba Caterine estaba agotado. Había triunfado en su primer asalto, pero ahora le tocaba afrontar la parte más difícil, negociar con el poder. Caterine estaba orgullosa de aquel hombre con quien compartía su vida. Se abrazó a él y recostaron sus cuerpos para descansar, después de aquel día agotador. Era necesario recuperarse y poder estar lo más despejado posible para afrontar la negociación con la otra parte.