viernes, 27 de diciembre de 2013
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- PRIMERA PARTE- ANKI- CAPITULO XXI - TERESA
CAPÍTULO XXI
TERESA
Por fin llegó
el incierto y esperado sábado. Teresa habían quedado en la puerta de la
piscina, tras su jornada laboral. Pues él no trabajaba ningún sábado por tener
que salir a la mar. Ese fin de semana el equipo olímpico pasó unas pruebas en Madrid
y no se desplazaban a la costa.
Concluido su
horario apareció. Se había puesto un vestido que resaltaba su impresionante
figura, un peinado sencillo que estuvo protegiendo esa mañana, con unos ligeros
toques de maquillaje que realzaban sus virtudes, especialmente esos ojos azules
que tenía embelesada a la parroquia. Subió al coche y por primera vez estampó
dos besos en sus mejillas. Siempre se habían dado la mano, pero ese día le
nació mostrar su amistad de esa forma. Se quedó con la mano tendida y tras
reaccionar se ajustó el cinturón, aguardó a que ella hiciera lo propio y puso
el coche rumbo al chalet de sus padres.
No había
comunicado en casa que iba acompañado por ello cuando su madre le vio llegar en
el coche en compañía aunque se quedó petrificada reaccionó de inmediato,
mandando al servicio colocar un nuevo cubierto en la mesa. Sin duda su
compañera era hermosa, pero no les cuadraba verlo en compañía de una mujer. Su
hermana se quedó más pasmada si cabe que su madre y cuando se lo comunicaron al
jefe de la familia, pensó que era broma. Pero al entrar con aquella joven no
podían dar crédito a sus ojos.
Presentó a
Teresa a la familia quien estuvo en su papel, no era una mujer tímida ni mucho
menos. Mostrándose tal y como era, simpática, espontánea, femenina, dulce y al
mismo tiempo con la discreción que requería la situación. Habló poco pero en
ningún momento respondía a una pregunta con monosílabos. Le presentó como lo
que era, una compañera de trabajo, que se había tomado la libertad de invitar
pues precisaban trabajar por la tarde y aclarar ciertas cosas entre los dos.
Necesitando algo de intimidad y tranquilidad que no conseguían en la piscina.
Tampoco era cuestión de reunirse en una cafetería y en la residencia no le
hacía gracia. Había demasiada gente. Tras la presentación el servicio con
bandejas ofrecían diversos canapés y una gran variedad de bebidas. Antes de
pasar al comedor para iniciar la comida, Teresa se percató de la diferencia en
su estar, entre los hombres de la casa y las mujeres. Era observadora y supo
estar a la altura de las dos tendencias. Se sorprendió gratamente al comprobar
el comportamiento del servicio cuando se dirigían a las señoras y el cambio de
actitud cuando lo hacían a los señores. Su expresión seria, casi inexpresiva
que mostraba a las señoras se tornaba en una felicidad, en una sonrisa, en una
mueca o guiño de ojo cuando lo hacían a ellos. Especialmente cuando lo hacían
con Julián solían intercambiar alguna palabra que otra, mientras que con ellas
utilizaban los monosílabos para responder. Guardando las distancias. Tampoco se
extrañó que la gente se comportara de esa manera con el joven, lo conocía lo
suficiente como para saber la humildad y sencillez que portaba. No abusó del
aperitivo, intuía que la comida sería variada y abundante y no deseaba despreciar
ninguno de los platos de esa comida. Eso sí consiguió que no le pusieran en
exceso, el mismo servicio en el momento que solicitaba alguno que se detuviese
así lo realizaban. Pudo comprobar la profesionalidad de aquellos empleados y se
asombró cuando Julián respondió a la pregunta sobre si era el servicio habitual
en esa casa. De inmediato la frase acudió a su mente sin meditarla
¡Dios! No solo es perfecto, está bien
situado.
Teresa era
consciente de la educación y la clase de Julián, pero no había intuido la
enorme situación social de su familia. Por regla general los jóvenes con esa
posición eran pedantes, estúpidos, engreídos y poco humildes. Todo lo contrario
al comportamiento de su compañero de trabajo. Tampoco entendía bien el por qué
se encontraba en la residencia, si su hogar estaba en la capital. No era un
deporte que precisara vivir en esa residencia. La mar la tenía demasiado lejos
pero sin duda al finalizar la comida y la sobremesa podría aclarar muchas de
las dudas y situaciones que en esos momentos era imposible entender o
comprender.
Fue un
almuerzo de una calidad impensable. Para finalizar con unos postres que no
hubiera parado de comer de no ser por mantener la compostura. Los cafés,
licores o bebidas alcohólicas se sirvieron en el salón mientras conversaban
sobre esas semanas en la residencia mostrando su sorpresa y alegría al ver a
Julián en tan buen estado. Especialmente esa ilusión por triunfar. No paraba
especialmente cuando los fines de semana entrenaban en el mar.
Tras una
larga hora de sobremesa fue Julián quien se disculpó ante la familia pero
debían adelantar de lo contrario habrían perdido la jornada. Teresa saludó con
cortesía a todos los presentes pues el matrimonio y su hija salían esa tarde
para reunirse con los padres de la pareja de su niña. Circunstancia que Julián
conocía y de ahí la decisión de tratar la conversación con Teresa en la
intimidad y con tranquilidad, sin que nadie inquietase su conversación. Antes
de subir a su habitación comentó con el servicio en el tono familiar que
siempre lo hacía que precisaban que nadie les molestase. Cuando bajaran les
podrían dar cualquier tipo de comunicado que se hubiera producido.
Ella quedó
algo descolocada, pensaba no sin razón que se reunirían en la biblioteca, en el
salón o en el mismo jardín del chalet, pero no se le ocurrió que fueran a la
habitación del joven. Desde luego si iba con alguna de las intenciones que
pensaba subiría los escalones de tres en tres. Pero pronto comprendió el por
qué lo hacían en sus aposentos. Aquello era un verdadero apartamento con su
despacho, su salón y su dormitorio. Parte de las expectativas se trucaron un
poco especialmente cuando le invitó a pasar al despacho y en el sofá del mismo
le invitó a sentarse para iniciar su confesión. En primer lugar preguntó si
deseaba tomar algo. Solicitó una tónica con un poco de hielo y un gajito de
limón. Abrió un mueble de madera de roble que ocultaba una pequeña nevera y
sacó la correspondiente bebida. Luego tomo de la cubitera de la misma nevera un
par de cubitos de hielo para abrir una nueva puerta de roble donde habían cosas
para picar, fruta, algo de fiambre y dos limones. Preparó la bebida solicitada
por su compañera, mientras que él se sirvió, con los mismos ingredientes, a
excepción del líquido que depositó, una cocacola. Con ambos vasos, sobre dos
pequeños posavasos, los colocó en la mesita de cristal cercana al sofá donde
ella se había sentado y esperaba a Julián.
Por fin se
decidió a confesarse y aclarar su pequeña historia. Comenzó por su frase
preferida. La que hablaba del amor designado desde la creación para dejar bien
claro sus principios, sus valores, pero especialmente esa otra en la que creía
y cumplía a rajatabla y que en más de una ocasión había podido comprobar en su
cotidiana vida laboral.
“La palabra es sagrada”
No le cabía
la menor duda que aquel joven la llevaba hasta el final. Expuestas esas dos
primeras premisas comenzó por relatarle esos cuatro últimos años de su vida.
Primero con la pérdida de sus amigos, remarcando lo que le había supuesto para su
forma de ser y comportarse posteriormente. Confesándole lo duro que fue para
volverse a centrar y recuperar esas ganas de vivir. Cuando comenzaba a levantar
el vuelo sucedió su encuentro con Anki y mientras iba relatando toda su
historia con aquella encantadora señorita las primeras lágrimas abandonaban sus
lagrimales. A Teresa se le encogió el corazón, al tiempo que sus ojos se
humedecían acompañando a su amigo en la expresividad de su pena y pesar por
toda aquella increíble, bella, romántica, dulce y mil calificativos mas de esa historia
que vivió con esa extranjera
Se abrazaron,
fuera de sentir lo que había sentido hasta esos momentos. Captaba toda la
tristeza y pena de Julián provocándole un llanto desconsolador y contagiando a
su compañero. En esa muestra cariñosa le comprendió perfectamente. Seguía unida
a esa holandesa y no solo eso, lo estaría para toda la eternidad. No sintió
desesperación por perder aquel hombre del que se había enamorado hasta las
entrañas. Era consciente y no se lo explicaba muy bien que aquello era lo
lógico. Pero se preguntaba interiormente
“Pero si en el amor no hay lógica. Hay
sentimientos”
Los que
experimentaba en esos momentos era de pena compartida, de tristeza compartida,
de deseos compartidos con aquel compañero de trabajo. Al separarse él le tendió
su pañuelo y enjugo sus lágrimas en él. Dieron un pequeño sorbo a sus bebidas para
proseguir la conversación. Al finalizar el tema de Anki comenzaron a contarse
sus proyectos, sus metas, sus sueños, sus perspectivas de futuro. Cuando le
contó la intención de su padre de construir un gran complejo deportivo. Se
apuntó y le advirtió que la primera contratada tendría que ser ella. Sonrieron
asegurando que si por fin lo montaba no se olvidaría”
“Pero lo digo en plan egoísta. No hay quien
encuentre profesionales de tu categoría”
“Ya lo sé. Pero no te resultara gratis”
Le replicó en
tono de broma. Se iría a su empresa a ojos cerrados y en esos momentos.
Julián le
acompañaba en su vehículo, conducía atento a la carretera, a las calles y a las
indicaciones que de vez en cuando Teresa le daba. Ella pendiente de aquel
compañero al que veneraba. Se extrañó su cambio tan radical. Salió a su casa
prendada como una adolescente de aquel joven y ahora regresaba venerándolo como
si se tratase de una persona mayor a la que se aprecia, se respeta pero se le
quiere de otra manera, como a un padre, como a un abuelo o un tío. Su historia
le había conmovido. Su amor por Anki le tenía fascinada, embobada lo miraba y
se preguntaba que si llegara a cruzarse con alguien que le quisiera como él le
amaba, sin duda haría exactamente lo mismo que estaba haciendo él. Permanecer
fiel por los siglos de los siglos.
Al llegar
frente al portal de su casa ella aproximo su rostro al de Julián, él hizo lo
propio aguardando el beso en la mejilla pero se encontró con un roce de sus
labios, muy leve pero que le descolocó por completo. Sus palabras le hicieron
regresar al momento, a las circunstancias y al instante en el que se
encontraba.
“El lunes nos vemos en la piscina”
Sonrió,
puso la primera y circulando por las calles, regresó a la residencia. Se cruzó
con los de casi todos los días, saludó. Fue al comedor, cenó poco había comido
demasiado. Su madre siempre se pasaba con la comida. Intercambio unas palabras
con sus compañeros de mesa y se retiró a descansar.
Ese domingo
se perdió por el retiro, caminó recorriendo sus jardines, sus esculturas,
bordeó el estanque y terminó en un hotel para poner una conferencia y hablar
con los padres de Anki pues hacia dos semanas que no sabía nada de ellos. Se
alegraron de escucharlo y le animaron a seguir con su empeño. En la olimpiada
serian sus principales fans, convencidos que lograría el oro. Sonrió con la de
bronce se conformaba y la firmaba ya, llegó a comentar. Pero él era un ganador
nato y si iba a disputar la olimpiada no se conformaría si no lograba el oro. Iba
a por él y para ello se entrenaba. Aunque era consciente que sus rivales tenían
las mismas intenciones. La conversación se prolongó por espacio de cerca de
treinta minutos. Se despidió de sus padres políticos y al ir a pagar la cuenta
le resultó un buen pico. Volvió a entrar por los jardines del retiro pues, el
coche lo tenía justo en el otro extremo del parque. Se detuvo escuchando a un
par de músicos que guitarra en mano la rascaban para acompañar a una triste
canción. Eran malos con avaricia pero aquella letra le llamó la atención.
Cuando finalizó se extrañó al comprobar que andaba derramando unas lágrimas,
sacó de su cartera un billete y lo deposito en esa ruinosa funda de guitarra,
para proseguir a continuación su camino en busca de su vehículo y regresar a la
residencia. La tarde la tenía programada para estudiar y terminar algunos
trabajos que debía presentar ese lunes en el INEF.
Iba camino
del comedor cuando se cruzó con su compañero de regata, se había desplazado a
Madrid y aprovechó la ocasión para saludarlo. Comieron juntos y repasaron la
programación de su preparación. Esa semana santa viajaban a Australia para
participar en una importante regata que la federación tenía programada dentro
de las competiciones a disputar. Se congratuló de verlo tan animado, pero sobre
todo tan ocupado, volvía a ser e Julián de siempre. Alegre, solitario,
ocurrente, chicha ratero. Nunca sabía por dónde le iba a salir su compañero de
regatas. Pero aquel muchacho al que le sacaba seis años era el mejor compañero
de Star que había tenido en su larga trayectoria. Presentía que iban a hacer
historia en esa olimpiada y todas las circunstancias que rodeaban ese periodo
olímpico de preparación se lo confirmaban. Luego esa seguridad que aquel
muchacho le daba no la había experimentado ni con su padre un marino de toda la
vida. Julián no solo aportaba sus conocimientos, que por lógica con esa edad su
experiencia era mínima, pero era un marinero intuitivo, seguro y sobre todas
las cosas que más le agradaban de su compañero era esa madurez de no arriesgar
nada hasta que veía que no había otra alternativa si se quería conseguir la
victoria. Pero esa visión la detectaba mucho antes que fuera real, eso era lo
que le sorprendía de aquel joven marinero. Muchos, incluido su padre, solo
arriesgaban cuando la posibilidad de victoria era tarde.
Ese día tuvo
que irse a la cama mas tarde de lo normal. Tampoco tenía una obligación al día
siguiente, pero lo que programaba desde luego no lo iba a trucar por tenerse
que acostar más tarde al no terminar lo programado para el día.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN-PRIMERA PARTE-ANKI-CAPITULO XX-LA RESIDENCIA BLUME
CAPÍTULO XX
LA RESIDENCIA JOAQUIN BLUME
Su primer día en la residencia fue increíble. Se asombró por la acogida de la gente con una cercanía y un cariño inesperado. Pero en el mundo del deporte Julián era una autentica estrella. El año anterior había sido portada de varios periódicos y revistas deportivas. No en balde era una de las esperanzas olímpicas del estado y la noticia de su regreso a la alta competición había levantado muchas expectativas, amén de servir como estandarte del régimen. Cualquier triunfo internacional o con grandes posibilidades de ello se aireaba por el aparato del estado. Julián fue consciente de lo que le esperaba de conseguir una medalla, pero por otro lado le permitiría lograr una independencia económica hasta terminar su carrera. Pero no solo era la obtención de tan preciado metal supondría que muchas puertas se le abrirían en su campo de trabajo. Sin duda pasaría un par de años agobiado pero luego la vida le resultaría más sencilla, pero sobre todas las cosas era pensar que lo conseguiría por sus propios meritos. Conoció al hijo de un importante empresario que se dedicaba a las grandes instalaciones deportivas y éste le propuso realizar el curso de entrenador de natación y trabajar en una de las instalaciones de su padre. Le aseguraron un sueldo aceptable pero especialmente la posibilidad de ausentarse siempre que tuviera un compromiso olímpico. Aquello le daba una propaganda extra a los complejos de su padre sin un gran desembolso. El mundo de la natación le apasionaba. Pensaba que era de los pocos deportes limpios que quedaban. Pero pronto se dio cuenta de su error y como siempre solía hacer intentó cambiar la dinámica. Solía ir a la piscina dos horas por la tarde. Lo que más le impresionó fueron los niños pequeños y lo que menos fue el trato que algunos monitores le daban a esos casi bebes. Pronto se dieron cuenta de la calidad de aquel educador. Conforme pasaban los días más padres solicitaban que sus hijos fueran con aquel joven. En un principio lo achacaban a su popularidad, pero poco a poco fueron dándose cuenta que sus métodos de trabajo eran diferentes al resto de monitores. Los niños iban contentos, felices de poder jugar una hora en el agua con aquel joven y les costaba sacarlos de la pileta cuando finalizaban su clase. Algunos monitores comenzaron a imitarlo y pronto consiguieron los mismos resultados.
La
titulación de entrenador nacional la consiguió sin gran esfuerzo y pronto se le
asignó un grupo de nadadores de la escuela. No eran grandes dotados para la
natación pero con la filosofía y la mentalidad de equipo, en contra del grupo,
logró incluso superar a otros donde se trabajaba más intensamente para la
competición. Sus nadadores le rogaban que les acompañara en las competiciones
pero estas siempre coincidían con los fines de semana que debía desplazarse
para preparar la olimpiada. Lo entendían tenían a toda una celebridad. Amén de una gran persona pues fue el mismo quien
reunió a los padres para confesarles cuál era su planteamiento. No deseaba
engañar a nadie, él se debía en primer lugar a la vela y así lo acordó con la
dirección de la piscina. Si cualquiera del equipo deseaba pasarse a otro grupo
no pondría el menor reparo. Pero no solo no se le iban sino que muchos de otros
grupos deseaban pertenecer al equipo de Julián. Cariñoso, atento y al mismo
tiempo exigente con lo que cada niño buscaba y se comprometía. Con algún padre
tuvo que hablar seriamente para que derivaran a su hijo hacia otro deporte pues
se le notaba que la natación no le gustaba.
Una
tarde se acercó a la piscina la madre de uno de sus nadadores que portaba un
bebé, no tendría más de seis meses. Como hacia excesivo calor en el recinto la
madre lo dejó casi desnudito y al final del entrenamiento Julián le pidió al
pequeño. La madre una joven progresista no rechazó la oferta y le acercó al
niño. Deseaba comprobar ciertas teorías que había leído en un libro sobre
natación para bebes de un sueco. Comenzó a aplicarlas y pronto consiguió que
aquel pequeño se mantuviese por si solo en el agua. La madre no daba crédito a lo que estaba visionando,
pero desde el despacho de dirección que controlaba la pileta, dio la casualidad
que se encontraba el dueño charlando con el responsable de aquella instalación.
Al ver a Julián y el resultado con el bebé no dudó ni un solo instante en bajar
a la pileta para observarlo de cerca. Cuando concluyó su experimento le rogo
que cuando se duchara pasara por el despacho para proponerle algo relacionado
con lo visionado. Todos los presentes estaban alucinados y varios preguntaron
si podían traer a sus pequeños. El dueño tomó la palabra y les aseguró que el
próximo mes comenzarían un curso para bebes.
Tras darse una ducha y vestirse de calle acudió al despacho de la
dirección. Fue un encuentro interesante y pronto se pusieron de acuerdo en los
términos de la propuesta. Se encargaría de preparar a varios monitores para
comenzar el siguiente mes con bebes y niños menores de seis años. A partir de
esa edad ya se daba cursillo en esas instalaciones.
Su
horario era libre, la cuantía de su contrato subió grandes enteros amen de
incentivos por número de cursillistas. Nada más llegar a la residencia se puso
a buscar información sobre la natación de bebes. Logrando algo de información. Pero cuando volvió a encontrarse con el
director de INEF y le habló del tema, éste le proporcionó el teléfono y correo
del autor de aquel libro que había despertado el interés del joven. De
inmediato se puso en contacto con aquel profesional y el intercambio de
información fluyó con cierta frecuencia entre los dos técnicos.
Aquellos
cursillos fueron un total éxito. Al principio pocos se atrevieron a confiar sus
bebes a los monitores, la mayoría era niños entre los tres y seis años, pero
aquella madre que inició la natación con bebes no faltó y esto ayudó a motivar
a otras al ver los progresos de aquel bebé. Julián solía
moverse con los menores de dos años y congenió con una monitora dos años mayor
que él con una filosofía de la educación y del sentido del deporte muy similar
a él. Acababa de finalizar sus estudios en la Almudena y estaba diplomada en
educación física. La natación de bebes le entusiasmó y se interesó por toda la
información que Julián recopilaba. Al observar la calidad educativa de aquella
joven recomendó a la dirección que ampliaran su contrato y se dedicara única y
exclusivamente a la natación de bebes. Antes lo habló con ella y esa propuesta
le entusiasmó. Siempre que Julián tenía que ausentarse ella era la
encargada de dirigir aquel departamento de las instalaciones. No solo seguía
las indicaciones de aquel profesional sueco, intentó cosas nuevas y se las
confirmaba a ese profesional. Luego por mediación de Cajigal contactaron con
otros especialistas en Estados Unidos y Australia creándose un grupo de trabajo
muy interesante. El director del INEF vio con claridad la potencialidad de
aquel apartado por la riqueza de movimiento que se le podía dar al ser humano
en edades muy tempranas y organizó el primer congreso mundial de natación para
bebes. Aquello fue todo un acontecimiento. Más de
quinientos profesionales de la natación se apuntaron al congreso, que cuanto
menos era innovador. Como ponentes invitó al australiano, al americano, al
sueco y a su futuro alumno. Había leído sus trabajos y apuntes sobre el tema y
estaba impresionado, pero también se lo confirmaron aquellos compañeros de gran
experiencia en el mundo del deporte. Sus padres se apuntaron a asistir cuando
el ponente le tocó a su hijo. Se sentían enormemente orgullosos de cómo había
superado esos últimos años cargados de desgracias una tras otra. Ya era un
hombre con sus escasos diecinueve años.
Fue todo un
éxito y su resonancia social increíble pues muchos medios de comunicación no
deportivos se hicieron eco del acontecimiento. También NODO realizó un largo
reportaje que luego se distribuiría por toda España. Destacando la capacidad de
aquel joven español que se codeaba con las más altas autoridades del deporte
mundial. Todos aquellos acontecimientos hicieron subir el cache del joven. Pero
se tenía que centrar en la olimpiada, ya le había fastidiado una vez a su
compañero y por nada le volvería a traicionar.
Las jornadas
de mar, amén de servirle para prepararse para la olimpiada le servían de relax
de la intensa semana. Acudía a algunas clases en el
INEF con el expreso permiso de su director y de los profesores que lo
admitieron sin la mínima queja. El titular de natación, un conocido y famoso
entrenador de otro club madrileño estaba entusiasmado con el muchacho. Pero lo
que verdaderamente le impresionó fue esa generosidad que mostraba al
facilitarle toda la información que tenía, así como los contactos en otros
países. Devoraba los libros de la biblioteca tanto de la residencia, como de la
delegación, como del INEF, no dejaba de buscar información por todos los
medios. Luego por las tardes solía pasarse entre cinco y seis horas en la piscina.
Formando monitores, dando cursillos o entrenando a su equipo.
Una tarde
reunido con Teresa, la diplomada que se encargaba de la sección de natación
para bebes, quedaron en salir juntos a tomar algo. Julián la había observado en
repetidas ocasiones era una persona capaz de leer el lenguaje corporal y
detectó cierto interés no profesional hacia su persona. Era unos años mayor que
él pero tampoco eso tenía importancia. Pero estaba casado para la eternidad.
“No sé si sabrás que estoy casado”
Aquella mujer se quedó petrificada. Nunca
había visto ni oído hablar de su mujer. Si de su familia, de sus padres, de su
hermana, pero jamás de su esposa. Tan joven no le cuadraba. Ese fin de semana
la vela tenía descanso y como aquella criatura insistió optó por invitarle a
comer en casa de sus padres y con la tranquilidad de la sobre mesa charlar
sobre el asunto. No era lugar ni momento para aclararle nada. Sabía que
rompería a llorar y no deseaba hacerlo allí en el club donde trabajaba. Teresa
se quedó muda. Aceptó, pero no comprendía nada. Era educado, inteligente, deportista, buena presencia, guapo no, era
guapísimo, se le notaba un toque romántico que le hacía ser una persona
sensible, dulce, muy distinto al macho ibérico que reinaba en la península.
Anhelaba con verdadero deseo que los días corrieran deprisa para poder aclarar
todas las dudas que le invadían. Era el hombre perfecto, difícilmente se podía
encontrar otro que pudiera igualarlo. Soñaba con él. Su habitación cargada de
póster de Julián, editadas por las diferentes revistas deportivas. Luego ese
cariño, esa ternura con el trato con los bebes, los niños o los jóvenes le
enloquecía.
Siempre que abandonaba la piscina tras su jornada laboral se prometía
que si no le invitaba al día siguiente sería ella quien tomara la iniciativa.
Ese día la tomó y se encontró con aquella respuesta. Desconcertante y sin
embargo le invitó a ir a su casa con su familia. No cuadraba nada, no entendía
nada. Pero estaba segura que era el hombre de su vida.
Estaba
preocupado, no deseaba lastimar a nadie pero tampoco estaba dispuesto a dar
falsas esperanzas. Debía se directo, con
dulzura, con cariño, incluso con ternura pero tenía que aclararlo dejándolo
perfectamente claro. Temía que fuera a romper en llanto como un idiota, el
recuerdo de Anki lo tenía cada instante y especialmente a la noche cuando en la
soledad de su habitación en la residencia no encontraba su cuerpo para
abrazarse y poder dormir con el calor, el aroma, la fragilidad de aquel cuerpo
que despertó todos sus instintos primarios más dulces.
Esa tarde
habían asistido más niños de la cuenta y de inmediato puso solución a la
situación. Preguntó por el número de madres que podían
meterse con sus pequeños e inmediatamente la mitad estaban dispuestas. De esa
forma descubrió una nueva metodología de dar la clase. Le indicó a Teresa que
tomara un bebé y con medio grupo de madres frente a ella siguiera las
indicaciones que debían hacer con sus pequeños. De inmediato se pusieron manos
a la obra y fue una sesión increíble. Los niños no tendrían que entrar y salir
del agua, con los consiguientes riesgos de resfriados. Fue tan gratificante
aquella sesión que decidieron aconsejar a las madres o acompañantes que se
trajeran el bañador para manipular a los bebes. La nueva circunstancia
animó a un mayor número de personas a traer a sus pequeños. Ellos serían los
que estuvieran con su bebé y el monitor les iría indicando lo que debían hacer
para conseguir que los pequeños flotaran y se desplazaran por sí mismos. De
nuevo el director de las instalaciones se quedó atónito con aquel joven, su
capacidad para resolver situaciones que provocaban una mayor posibilidad de
matriculación y por tanto de ingresos. No perdió el tiempo y telefoneo al dueño
para que cuando pudiese se pasara por la piscina para comprobar lo que aquel
muchacho era capaz de conseguir. En un periodo de menos de tres meses habían logrado que todos
los bebes que comenzaron en esa época se mantuviesen a flote y la mitad de
ellos eran capaces de caer al agua girarse de espaldas y desplazarse hasta el
bordillo para cogerse y girarse para asirse al borde o a la barra. Luego
gateando salía del vaso de la piscina. No era menos cierto que el agua estaba
casi a ras del suelo. Pero los pequeños eran capaces de salir. A Teresa se le
ocurrió la idea de lanzarlos en la pileta grande donde el bordillo estaba
imposible para que el pequeño saliese de la piscina por sus propios medios.
Lo lanzó al agua, subió a la superficie y desplazándose hasta el borde de la
piscina se cogió del rebosadero del agua. Allí con sus dos manitas asidas con
fuerza al rebosadero aguardaba a que alguna alma caritativa lo recogiera. Todos
los presentes aplaudieron y de inmediato corrió la voz como la cerveza en un
bar bávaro.
Los ingresos
desde la llegada de Julián a la piscina habían aumentado considerablemente.
Todos los meses cuando retiraba su sueldo, con la correspondiente gratificación
como acordaron, pedía que se repartiera entre todos los monitores a partes
iguales. Aquello no solo logró valorar mucho más al
joven. Sus compañeros de trabajo se lo agradecían profundamente pues era un
reconocimiento a su trabajo. Pero le llegaron a pedir que se quedara él la
mitad y repartiera la otra entre el resto. Por supuesto que no aceptó la
propuesta, el trabajo era del equipo y todos eran iguales en el mismo. Esa
filosofía se la había inculcado su padre y la había podido comprobar en
multitud de veces que daba unos resultados increíbles. Verse valorado por los
jefes hacía que los empleados se esmerasen más en su trabajo consiguiendo una
mejor calidad en su labor diaria.
jueves, 12 de diciembre de 2013
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN-PRIMERA PARTE-ANKI-CAPITULO-XIX-SOLEDAD
CAPITULO-XIX-SOLEDAD
Sin expresión
en el rostro viajaba en primera clase en compañía de sus padres. Había perdido
demasiados kilos en esa semana escasa. Sus familiares lo arropaban pero no se
atrevían a pronunciar palabra. Fue un vuelo tenso, infinitamente largo, pero
llegaron a su destino. El chofer los aguardaba en la puerta de salida de su
vuelo, se encargó de todo el equipaje. Saludó al muchacho, que se limitó a
tenderle la mano, sin pronunciar un solo vocablo y entró en compañía de sus
padres en el lujoso coche. Nada más llegar al chalet Julián se fue directo a su
habitación y cuando su madre trató de hablar con él su esposo le retuvo.
“Dale tiempo cariño. Dale tiempo”
Habían
transcurrido dos horas desde la llegada a casa cuando lo vieron bajar con un
pequeño equipaje. El matrimonio permaneció mudo esperando que su hijo se
expresara. Entró, se puso delante de sus progenitores y tras cinco minutos de
absoluto silencio comentó.
Necesito estar solo. Necesito un espacio
para reencontrarme. Necesito perderme en Donostia. En casa, solo sin criados.
Las palabras
salían entrecortadas acompañadas de unas ondas que se percibían de una tristeza
inmensa. Los ojos chispeantes pero ni una sola lágrima se le escapó. Iba a
intervenir su madre pero su esposo le retuvo. Era necesario que aquel muchacho
reaccionara, si hablaban tal ven no volviera a comunicarse. Bien porque
aceptaban sus peticiones. Bien porque abandonaba el hogar. Conocía muy bien la
forma de pensar y actuar su hijo en un momento como aquellos, al igual que le
pasaba a él, su reacción podría tener consecuencias definitivas. Se mantuvo
delante durante más de quince minutos, como una estatua ante sus progenitores y
estos tensos como ninguno aguantaron lo indecible. Por fin el muchacho rompió a
llorar mientras suplicaba que le concedieran lo pedido. Manifestó que se
encontraba bien, dentro de cómo se podía encontrar una persona en sus mismas
circunstancias.
Por fin la
madre no aguantó más se levantó y abrazó a su pequeño mientras le comentaba que
podía hacer lo que quisiera. Su esposo se lamentó pero habían conseguido lo
suficiente para percatarse que su niño había vuelto a la vida, mejor dicho a la
realidad.
Cuando entró
en el palacete se dejó caer sobre la alfombra del salón, dejando su equipaje en
el suelo y exclamó.
“La soledad, me ahoga, me castiga, me humilla, me flagela, me
angustia, me atrapa, me..... Pero bendita SOLEDAD”
Entró en su
habitación, no hacia ni un mes que la compartió con ella, pero mirando al cielo
le prometió que no derramaría mas lagrimas, lucharía por hacerse un camino en
la vida, para independizarse definitivamente y aguardaría a que la misericordia
de Dios le permitiera reunirse de nuevo con Anki, su amada. Entró en el
servicio y en la ducha de tubo con hidromasaje se dio una buena ducha con los
chorros a tope. Luego se vistió, subió en el coche y se aproximó al club
náutico. Allí tenía su embarcación y perderse por la mar cuando este lo
permitiese sería una buena terapia para superar su desesperación. Habló con los
encargados y le aseguraron que si la mar lo permitía al día siguiente podría navegar.
Almorzó en el mismo restaurante del Club Náutico para luego bajar la comida con
un paseo por la playa. Hacía fresco y no se encontró con mucha gente. Se puso
cara al mar y recordó todos los momentos vividos con aquel ángel que el Señor
le envió. Desde que se conocieron hasta el último día cara al mar.
Cenó en La
Perla y luego se recogió en casa, llamó a sus padres y estos dieron gracias a
los cielos. Deseaban, esperaban y anhelaban que fuera de él la iniciativa y lo
estaban consiguiendo, señal inequívoca que el muchacho comenzaba a reaccionar.
Navegó toda la
semana menos el viernes donde la mar se puso demasiado peligrosa, pero uno de
los días tuvo que sudar de lo lindo para controlar la embarcación. No cabía
duda. No se había olvidado de navegar. El sábado y el domingo pudo jugar al
voleibol con grupos que jugaban en la playa y aquello también le supuso una
buena descarga de adrenalina. El domingo tras un partido que estuvo francamente
interesante se acercó al Club Náutico para salir un par de horas. Cuál fue su
sorpresa al encontrarse con el equipo olímpico que se preparaba para la
olimpiada. De inmediato su compañero de equipo le saludó, no congeniaba con el
otro muchacho que habían puesto en sustitución de Julián y salió ese día con él.
Al siguiente domingo se celebraba una importante regata de su clase. Los
directivos y especialmente el director técnico estaban preocupados pues de las
grandes esperanzas de medalla que tenía mientras Julián perteneció al equipo a
esas fechas se habían desvanecido. De ahí que accediera a que la pareja se
volviera a reencontrar. Fue una jornada increíble, Julián no solo no había
perdido el toque, esos kilos de menos le daban mayor velocidad a la embarcación
y la movilidad de aquel muchacho superaba lo anterior. En un fuera borda fue
seguida la jornada por el director técnico y al finalizar decidió que ese
domingo en ese test importante para comprobar las posibilidades lo realizara la
pareja original. Estaba el equipo estadounidense, y el australiano que junto al
formado por España hacían los tres serios candidatos a las medallas. El resto
estaban muy lejos de ese trío de parejas. Esas dos semanas de soledad casi
total le había recuperado y realizó una de sus mejores regatas ganando con una
autoridad increíble. Durante la comida firmaron con Julián el acuerdo al que en
un principio acordaron cuando todo se precipitó y lo dejó. Hacía la friolera de
siete meses. Ahora hasta Octubre, disponía de diez meses para dedicarse casi
por completo a la vela. La ayuda económica era elevada y le permitiría
emanciparse por completo mientras buscara un medio de vida para mantenerse.
Nada más firmar llamó a su padre, sabía lo que aquello suponía. No podía dar
crédito a lo que su pequeño le confirmaba. Esa noche viajaba a Madrid en el
vuelo de las veinte treinta.
Los tres
componentes de la familia aguardaban al primogénito. Fue su madre quien le
recogió en primer lugar con lagrimas en los ojos se abrazaba a su pequeño. La
felicidad le embargaba, su estado había mejorado considerablemente y los kilos
perdidos los recuperó. Con el rostro triste pero con el ánimo vivo. Julián
sabía a las claras que era el precio que los cielos le habían impuesto para
poder gozar durante la eternidad de su amada. Luego su hermana se unió a su
madre, a pesar de sus celos quería a su hermano y especialmente después de todo
lo que le había sucedido. Primero fueron ellas luego su padre aguantando las
lágrimas, estaban en la época del Caudillo y un hombre no podía derramarlas. Se
extrañaron de lo hablador que estuvo durante el trayecto hasta el chalet. Allí
se revolucionó el servicio. Se volvió loco con el joven, lo querían como si de
su propio hijo se tratase, especialmente las mujeres. Pues junto con su padre
tenían un trato casi familiar, cosa que no ocurría lo mismo con las señoras de
la casa, que mantenían las distancias. Cuantas veces aquel muchacho cuando su
madre no se encontraba en casa se sentaba en la cocina con el servicio y desayunaba
con ellos en una distendida y amena conversación. En más de una ocasión les
tendió la mano cuando precisaron ayuda, especialmente económica. Eso si siempre
le devolvieron lo prestado aunque en más de una ocasión él aseguraba que no era
necesario. Pero nunca accedieron a ello, de esa forma cuando volvieran a
necesitarlo tendrían confianza para volverlo a solicitar. Una de ellas logró
que su hija abandonara el mundo de las drogas donde había comenzado a
introducirse gracias al señorito de la casa. Tenía una gran labia y
especialmente sabía conectar con los adolescentes. Aquella madre estaba en
gratitud permanente hacia ese muchacho.
Cuando esa tarde sus padres abandonaron el chalet, esa sirvienta se
acercó al muchacho maldiciendo a los cielos por lo que le estaban haciendo
pasar, era rojilla y la cuestión eclesiástica no la llevaba muy bien. De
inmediato se encontró con aquel hombrecito que siempre encontraba una
justificación y especialmente si era cuestión de defender sus creencias
trascendentales. Sentados en la cocina le contó su historia con aquel ángel que
le envió el Señor. Como se podía ofender a alguien que le permitió cruzarse con
aquella joven. Le confesó que cualquier desgracia que le sucediera no apagaría
la felicidad que le llenaba, especialmente al ser consciente que sería para
toda la eternidad.
“Usted es todo corazón señorito. Si fuera
más joven no se me escaparía”
Se abrazó al
muchacho con lagrimas en los ojos, también eran afortunados al contar con un
jefe como él o su padre.
Tras la
charla subió a su habitación y comenzó a escribir unos artículos sobre la banda
terrorista ETA que comenzaba a hacer estragos en su tierra natal. Ese último
año, en la universidad, se había movido por grupos de la izquierda separatista
catalana. No comulgaba con la idea de la independencia pero tampoco se
identificaba con el poder central, que hacía del miedo su política. Repudiaba
aquellas personas o entidades que buscaban sus objetivos mediante la violencia
o la coacción, era algo que le superaba. Además esos meses de convivencia con
un país en democracia le abrieron los ojos del los abusos que estaba cometiendo
el régimen que gobernaba en España. Hasta la fecha no había sido muy consciente
de ello, al pertenecer a la clase alta de la sociedad, no sufría los abusos y
atropellos que si lo padecían la clase trabajadora o los intelectuales fuera
del régimen. Por otro lado su inmersión en los deportes le llevaba mucho tiempo
como para ser consciente de lo que sucedía en su en rededor. Pero en el extranjero
con las conversaciones mantenidas con las amigas de Anki o con conocidos en
tiendas regentadas por refugiados le hicieron tomar una mayor conciencia de lo
que sucedía. Luego la actuación de los movimientos separatistas catalanes no
actuaba como el vasco y su deseo pasaba porque su pueblo supiera luchar como lo
hacía el catalán. Con la palabra, con el trabajo, con la educación, a pesar de
las enormes trabas que también encontraban.
Siempre
pensaba que en algún momento de su vida podría publicarlos y mejorarlos antes
de ello.
Ese lunes se
estuvo informando de la nueva carrera universitaria sobre la educación física.
Primero en secretaría y posteriormente entabló conversación con jóvenes que
estaban cursando dicha carrera.
Los panfletos
con toda la documentación para acceder la tenía. En un tríptico le informaba
que a finales de junio se pasaban unas pruebas médicas, luego otras físicas y
al tener un curso de universidad no le exigieron el examen teórico. En la
delegación nacional de deportes se enteró que podía optar a una beca en la
residencia Blume. Para ello se debería dirigir a su federación de vela y
realizar las gestiones por medio de ese ente deportivo. No lo pensó dos veces y
fue a parlamentar con el director técnico. Se alegró al escoger una carrera
relacionada con el deporte no le pondrían la mínima pega por faltar algunas
clases para su preparación olímpica. En la federación estaban ilusionados con
la pareja de vela Star, sus posibilidades de medalla era patente. De inmediato
se pusieron en marcha para solucionar la petición de su deportista. No llevaban
ni treinta minutos en la federación cuando le confirmaron que todo estaba
resuelto que al siguiente lunes se podía incorporar a la Blume. Por fin había
logrado lo que siempre estaba soñando, independizarse de la familia. Le gustaba
valerse por sí mismo y no por el dinero de papá. Regresó al INEF y logró entrevistarse con
varios profesores e incluso su director Don José María Cajigal le atendió unos
minutos en su despacho. Aquel hombre le entusiasmó, sereno, inteligente, con
gran cultura pero especialmente un enamorado del deporte pero le chocó el
enfoque que le daba. No habló prácticamente del deporte de competición se
refería siempre al deporte como método educativo. Aquello le llegó al alma. Julián
era una persona que no estaba muy convencida de los beneficios del deporte de
alta competición y ahora aquel filósofo del deporte le hablaba del mismo
enfoque que él había estado buscando. A Don José Mª le llamó la atención el
joven, especialmente perteneciendo a la élite del deporte, que tuviera la misma
visión de esa nueva carrera universitaria. Parlamentaron largamente y le
proporcionó toda la información que aquel muchacho le solicitaba. Consiguió
todo el plan de estudios de sus cuatro años así como apuntes de profesores y
bibliografía para trabajar sobre las diferentes asignaturas. Se encontró con
dos jugadores de Voleibol a nivel nacional que cursaban los estudios y como uno
de ellos había comenzado primero, se intercambiaron los teléfonos para quedar y
disponer de los apuntes de clase. Tenía muy claro que amen de sus
entrenamientos de vela iría preparándose el primer curso de esa nueva carrera.
Incluso consiguió de algunos profesores asistir a sus clases cuando no tuviera
que estar fuera de Madrid para regatear.
Llegó a casa
con un montón de apuntes, de libros, de reglamentos, de trípticos. Cuando le
pidieron que aclarase todo aquello, les rogó tiempo para dejarlo en su
habitación y regresar para las oportunas aclaraciones. Lo primero que soltó fue que el lunes
siguiente se incorporaría a la residencia Joaquín Blúmer como becado por la
federación de vela. Luego justificó todos aquellos libros y documentos. El
curso siguiente iniciaría la carrera de educación física en el INEF de Madrid.
Los rostros de sus progenitores iban cambiando el semblante, su hijo era una
caja de sorpresas. En otra época aquella declaración habría sido la guerra
entre las dos generaciones, pero tras lo sucedido asumieron sus deseos.
Su padre se
temía algo parecido, su hijo no era una persona que le gustara mucho el
contacto con la gente, especialmente adulta. No era persona de despacho o
lugares cerrados. Sabía manejar muy bien a los adolescentes y sin duda aquella
profesión le iba a permitir disfrutar de todo lo que amaba. Cuando en la
conversación salió a la luz que pretendía hacer la maestría en natación de
inmediato se puso a cavilar sobre la posibilidad de construir un gran centro
deportivo. Su chico le frenó de inmediato.
“Papá se que lo haces de todo corazón, por
apoyarme, por facilitarme el labrarme un camino en la vida, pero al menos
durante los primeros años me gustaría intentarlo solo. Te juro que si preciso
ayuda te la pediré”
Como se
parecía a él, deseaba abrirse camino por sí mismo. Necesitaba, al igual que le
sucedió, demostrarse que era capaz de lo que se propusiera por sus propias
fuerzas. Eso lo colocaba en ese otro nivel de madurez de la persona a pesar de
su corta edad. Su madre era la que mas insistía para que su marido
interviniese, pero al final fue él quien le frenó. Julián era muy joven y
debían darle la oportunidad de valerse por sí mismo. Ellos siempre estarían ahí
en el momento que precisara su apoyo. No muy convencida pero accedió a las
sugerencias y peticiones de su marido.
Se subió a la habitación y comenzó a organizarse un poco. Lo primero que
hizo fue estudiar las pruebas que debería pasar para superar el ingreso en el
INEF. Tanto el director de la institución como los dirigentes de la Federación
le comunicaron que aconsejarían su ingreso. Pero él deseaba lograrlo por sus
propias fuerzas.
Tomó aquel
tríptico donde se detallaban las pruebas. Cincuenta metros lisos. Dos mil
metros lisos. Veinticinco metros crol, recogida de una anilla en el fondo de la
piscina y veinticinco metros espalda. Lanzamiento de balón medicinal de cinco
kilos. Flexión profunda de tronco. Salto vertical. Nominadas en barra. Test de
velocidad de reacción con un circuito de luces. Prueba de agilidad con vallas y
colchonetas, para finalizar con una prueba de habilidad con pelotas de goma
sobre mano derecha e izquierda. Estaba claro que iba a prepararse a conciencia,
gran parte de la preparación la hacía para la vela pero algunas mas especificas
las trabajaría en las instalaciones de la residencia Joaquín Blúmer e incluso
le comentaron que estando en la residencia podría utilizar las del INEF y las
de la delegación nacional de deportes.
jueves, 5 de diciembre de 2013
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN-PRIMERA PARTE-ANKI-CAPITULO XVIII-UNA DURA PENITENCIA
CAPÍTULO XVIII
UNA DURA PENITENCIA
Esa mañana, tras desayunar, se prepararon un picnic. Hacía frió pero sin embargo lucía un
inesperado sol. Subieron todo lo necesario al coche, para dirigirse al
acantilado. Extendió la gran lona de plástico junto al saco de montaña abierto
completamente y junto al mismo dos gruesas mantas. Una vez preparado todo, se
acercó al coche para tomar en brazos a Anki y depositarle sobre aquel
confortable lugar. A escasamente diez metros del acantilado y con una
panorámica increíble. Ese día acordaron ir todos los días. Intuía que no le
quedaba tiempo y precisaba serenidad, sosiego, pero especialmente la compañía
de él. Aquel paraje le resultaba tan gratificante y por si fuera poco
compartirlo era algo que le llenaba por completo.
En un determinado
momento le pidió que le ayudara a levantarse, deseaba pasear un poco. No hizo
falta repetirlo, de inmediato cumplió sus deseos. Le costó andar, pero lo hizo
por espacio de treinta minutos para regresar de nuevo al lugar inicial y
descansar antes de hacerse con los alimentos que preparó Julián esa mañana
antes de salir de casa. No se recogieron muy tarde. Cuando el sol comenzó a
ocultarse el frió se notaba con más intensidad. Llegaron con ganas de estrenar
el jacuzzi que su familia en la remodelación de la vivienda mandaron instalar
en el servicio de la habitación. El agua casi hirviendo consiguió devolver a
esos cuerpos fríos su temperatura natural. Le encantaban los masajes en los
pies y no desperdició la oportunidad que le brindó para deleitarse con un
prolongado y eficaz masaje. Secos y envueltos en los albornoces fueron al
salón, dejó a Anki sobre el sofá y le dio el mando de la televisión, mientras
él se perdía en la cocina para preparar una buena sopa bien caliente a la que
le acompañaría una tortilla de patata y cebolla que tanto les gustaba. Luego un buen vaso de leche, ella con café, él
con descafeinado y unos bollos que les preparó su madre dieron concluida la
jornada.
Al llegar el
viernes, era consciente que se iba. Le rogó acercarse al liceo para ver a sus amigas. En
realidad sabía que lo hacía para despedirse, convencida que abandonaría este
mundo antes de finalizar la semana, pero esto último no se lo comunicó.
No pudieron
disimular su asombro y preocupación, pues le encontraron muy desmejorada y por
si no bastaba, verle en silla de ruedas le provocó un vuelco en sus corazones. Pero
pronto se recuperaron. Estuvieron cariñosas y atentas con su amiga mientras que
se metieron con él con las clásicas
bromas de las jovencitas en esas edades. Julián capoteó el vendaval como sabía,
con arte, gracia y la maestría de un torero. Estuvo simpático, ocurrente, pero
no se separó ni un solo instante de ella. Fueron a una cafetería y mantuvieron
una conversación por espacio de dos horas. Anki
estaba cansada y decidió dar por concluida la jornada, para regresar a
casa, cenar una tortilla francesa y algo de fruta.
El sábado por la mañana sin desayunar le
rogó a acercarse unas horas al acantilado. Presentía que iba a abandonar este
mundo. Su último aliento deseaba darlo de cara a la furia del Atlántico en esas
latitudes. Era incapaz de negarle nada. Le tomó en brazos, le sentó en el
vehículo, para colocarse el de piloto y abandonar la pequeña población.
Llegaron al lugar, junto al océano, donde se perdieron durante esos meses en
infinidad de ocasiones. Algunos días acudían por la mañana y luego de comer
regresaban por la tarde a reposar la comida. Hacía mucho frío y Julián no
olvidó los sacos de montaña, una gran lona de plástico y un par de buenas
mantas. Gracias a los cielos, aunque cubiertos de espesas nubes, no llovía. El
trayecto, que les llevó de casa al lugar donde deseaba terminar sus días, se lo
pasó, sin despegar su mirada cansada y su cuerpo derrotado por la enfermedad,
contemplando a ese joven que se había entregado a ella en cuerpo y alma. Le
hubiera gustado incorporarse para besarlo, aunque estuviese conduciendo, pero
las fuerzas se habían agotado para tal esfuerzo. En su rostro se reflejaba el
dolor físico pero también delataba el estado de felicidad que portaba su alma. En
dos o tres ocasiones retiró la vista de la carretera para mirar a su dueña, e
inmediatamente las comisuras de sus labios se rasgaban para ofrecerle, con las
pocas fuerzas que le quedaban, toda la ternura y amor que le profesaba. Con que
dulzura aquel ángel le miraba. Anki era la misma definición del amor, era la
felicidad, era su Dios en la tierra mostrándose para que creyesen en Él. Dos
profundas bocanadas para paliar la falta de oxigeno y concentrarse en la
carretera. Se había jurado y perjurado que no lloraría mientras le quedara un
soplo de vida a su compañera, a su amor.
Al ayudarle
para bajar del vehículo se percató de las escasas fuerzas que le quedaban. Tuvo
que hacer un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse en ese mismo instante.
Pero por nada en este mundo estaría triste mientras su corazón funcionara.
Subió un poco más el brazo para sujetar mejor la cabeza y con toda su ternura
la depositó sobre el saco abierto de par en par sobre la gran lona que
previamente había extendido en el suelo. Anki respiraba con dificultad y
contemplar la bravura del océano le sobrecogió. Abrazada a ese hombre que había
sido su bendición daba gracias al Señor por haberle permitido vivir todo ese
tiempo que no esperaba para compartir su vida hasta la eternidad con aquel
hombre.
Sus lagrimales
dejaron escapar dos lágrimas que no pudo retener, pues fuerza no le quedaba.
Julián con el rostro sonriente lloraba por dentro mientras su corazón se hacía
añicos. Ella, con las escasas fuerzas que le quedaban las utilizó para confesar
sus deseos.
Busca una buena mujer para que te acompañe
el resto de tu vida. Eres muy joven y seguro que la agraciada alabara al Señor
por tal regalo. Me voy Julián, allá te esperaré para compartir la eternidad por
los siglos de los siglos. Y recuerda esa frase que me contabas de Gabriel
García Márquez. “No llores porque pasó, sonríe porque sucedió”. Has sido mi
mejor medicina, todos los médicos lo han dicho. Pero yo sé muy bien que no
hacía falta fui consciente de ello desde mi primer cruce de mirada contigo allí
en tu país. He de agradecerte…
Julián no le
dejó seguir.
Mi amor no digas barbaridades porque el
afortunado he sido yo. Con respecto a buscarme otra chica sabes que no es
posible. Ya te comenté que creo ciegamente en esa frase: “Todos tenemos un amor
designado desde el principio de la creación y al igual que ésta es eterna. Por
eso es importante acertar con él. Y Tú eres ese amor designado y nunca podrá
haber otra mujer en mi vida”. Te
imaginas que cuando nos encontremos en el mas allá se interpusiese otra persona
entre los dos. No tiene sentido. Mi amor y fidelidad a ti comenzó con la
creación y se mantendrá por los siglos de los siglos.
Hizo amán de
abrazarse pero no le daban sus fuerzas. Al percatarse le abrazó y sus labios se
rozaron en un beso de ternura, en un contacto infinitamente corto pero de una
carga emocional indescriptible.
Un te quiero
para descifrar, fueron sus últimas palabras. Sintió como aquel cuerpo perdía
toda tensión hasta desparramarse entre sus brazos como un elemento que comienza
a derretirse. Se la aproximó al pecho, para comenzar con un llanto que nunca
supo lo que duró. En un principio pensó lanzarse por el acantilado y
acompañarle en ese viaje a la eternidad, pero como buen cristiano no podía
cometer el mismo error que Adán. Si por no sufrir en la Tierra el dolor y la
desesperación que sin duda ya le invadían, se podía quedar para toda la
eternidad sin ella. Sin duda por muy duro que fuera debería asumirlo. No le
cabía la menor duda que era una prueba del Señor. El don que le había concedido
al permitirle cruzarse con aquel ángel. Cuan cierto era aquello que había
escuchado en multitud de ocasiones. Todo sucede por algo.
El teléfono
sonaba hasta agotar el tiempo, nadie respondía. El matrimonio estaba preocupado
llevaban todo el sábado intentando conectar con sus hijos y no había respuesta.
No pudieron esperar por más tiempo, subieron al coche y fueron a casa. Al
llamar repetidamente y no encontrar respuesta se decidieron a entrar. El pánico
se observaba en los rostros de esos padres, recorrieron todos los rincones de
la casa y no había señal de ellos. ¿En qué otro lugar podrían estar? Si no
habían abandonado la población solo los podrían localizar en el acantilado. Sin
pensarlo dos segundos volvieron a tomar el vehículo y por fin distinguieron el
coche de la pareja. Aparcado cerca del acantilado. Sobre la lona, rodeados de
mantas, estaba la pareja. Los llamaban al mismo tiempo que se aproximaban a sus
hijos. El corazón se les heló al contemplar el rostro de Julián que asía con
fuerza el cadáver de su amada. La manta que los cubría estaba empapada de
lágrimas y estas seguían brotando de los ojos del muchacho. Un grito de la
madre le dejó impasible manteniéndose inmóvil y sin cesar de derramar lágrimas mientras la mirada andaba perdida en el
infinito. En un principio pensaron llamar a las autoridades pero sin duda eso
llevaría todo un proceso. Ayudaron al joven a incorporarse. Seguía sin soltar a
Anki y lo introdujeron como pudieron en el vehículo. El padre se puso al
volante, conectó el motor poniendo rumbo a casa. Ella en el coche de la pareja
siguió a su esposo para dejar aparcados los coches en el garaje. Luego con gran
esfuerzo consiguieron llevar a Julián que seguía sin soltar a su amor hasta la
habitación. Allí lograron que la depositara sobre el lecho y él cayó de rodillas
junto a la cama mientras mantenía su mano unida a ella. Su llanto seguía y
pronto un charco se formó. Una vez realizada toda la operación telefonearon al
médico de la familia que se personó a los pocos minutos confirmando la muerte
de la joven. Pasaban de las veinticuatro horas desde que falleció. Firmó el
consiguiente parte de defunción y se telefoneó a los padres de Julián y a la
funeraria para que se hiciera cargo del cadáver. Intentaron sacar a Julián de
la habitación pero no lograron separarlo de ella. Hasta que deshidratado se
desmayó y los servicios sanitarios en una ambulancia lo condujeron al hospital.
Los sueros correspondientes y medicación consiguieron reanimarlo justo en el
momento que entraban sus padres por la puerta del hospital. Consciente pero
como si se tratase de un autista permanecía en el lecho. Como había intentado
levantarse y abandonar la cama lo tenían amarrado a ella con unas correas. La
madre del joven se lamentaba de lo dura que estaba siendo la vida con su
pequeño. No hacía ni tres años que perdió a sus tres mejores amigos y ahora que
parecía que la felicidad regresaba a su hijo el Señor se la quiso arrebatar.
Las cenizas
de Anki permanecían en la mesita del hospital junto a él. Iba recobrándose muy
lentamente. Su madre y los padres de Anki no se separaron de él prácticamente
en toda esa semana. Por fin le dieron el alta. Salió del centro sanitario en el
coche en compañía de sus padres, los de Anki les seguían en su vehículo. Habían
quedado en realizar la siguiente parada en el acantilado donde hacia
exactamente una semana se fue su razón de vivir. Se aproximó al acantilado,
tanto su padre como su madre le sujetaban de ambos brazos. Temían lo que temían
todos, pero a decir verdad la corpulencia y la fuerza del joven les hubiera
resultado imposible impedir que se lanzara si hubiera sido su intención. Pero
ya una semana atrás cuando ella falleció se le pasó por la cabeza hacerlo
comprendiendo que eso hubiera supuesto no volverse a encontrar con ella. Era la
penitencia que los cielos le exigían por haberle concedido ese medio año de
infinita felicidad y si quería pasar la eternidad no tenía más solución que
aguantar el purgatorio al que había sido condenado.
Destapó la
urna y dejó que aquella brisa, aquel viento del mar del norte que tanto amaba y
deseaba, acariciando su cara, se encargara de recoger sus cenizas y portarlas
sobre los mares por los siglos de los siglos hasta que aquel muchacho, aquel
español le acompañara para vivir con intensidad la eternidad. Dos palabras, la misma repetida, sonaron como
estruendo de un gran rayo por todo el acantilado, transformando a todos los
presentes su piel, erizando el bello de sus cuerpos.
¡ANKI! ¡ANKI!
La voz de
Julián pronunciando su nombre se escuchó hasta el otro lado del canal. Cayó de
rodillas en el mismo lugar donde dejó que las cenizas las portara el viento. Se
encorvó y comenzó a llorar como un chiquillo.
jueves, 28 de noviembre de 2013
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN-PRIMERA PARTE- ANKI-CAPITULO XVII-MEDIO AÑOS JUNTOS
CAPÍTULO XVII
MEDIO AÑO JUNTOS
En Bruselas la nueva casa estaba preparada y en funcionamiento. Los sorprendieron llevándolos directamente del aeropuerto a su nuevo hogar. No deshicieron el equipaje, pues les tenían una nueva sorpresa, después de la comida. Por ello en la habitación que les habían reservado, para cuando se desplazaran con ellos, dejaron sus equipajes y fueron directos al servicio de la habitación para darse una ducha, cambiarse de ropa y bajar a comer en familia. Cuando la pareja subió a la habitación la madre de comenzó a llorar. Su pequeña estaba muy desmejorada. Seguía con esa expresión de felicidad, pero pudo observar también gestos reveladores que las medicinas no eran capaces de controlar el dolor. Solo el contacto, el calor de Julián le daba las fuerzas necesarias para superar aquella redención. Ese era el precio que los cielos les puso como premio a tanta dicha, a ese amor excepcional que se profesaban, conscientes que su duración sería eterna. Cualquier sacrificio por duro que fuera estaba más que compensado. Lo comentó con su esposo, a quien también se le escapaban las lágrimas, mientras abrazados se consolaban. También era cierto que según el cuerpo sanitario ese medio año era sin duda un milagro. Un regalo de los cielos a esa joven, por su bondad, su dulzura, su entrega, por ser una persona de las que ensalza y mejoran a ese animal que se dice inteligente, el hombre. Julián se percató de la falsa alegría que pudo comprobar en aquellos padres desesperados. Lo comprendía pero no podía compartirlo. Bajó con ella en brazos insultante de felicidad y de alegría sincera. Ya se prometieron no soltar una lágrima y ella seguía con él, que mayor felicidad se podía pedir. La actitud de la pareja elevó la moral del matrimonio, disfrutando de una velada encantadora, con risas, chistes y especialmente un amor sin fin en aquellos jóvenes. Los observaban como no separaban sus manos. Tenían dificultad para comer, pero ese contacto alimentaba su amor y tal vez fuera más necesario que los alimentos. Luego esos abrazos entre bocado y bocado, o esos besos llenos de ternura. Aquel joven era un regalo del Señor. Se mantuvieron una hora de sobremesa para reposar la comida y luego les invitaron a bajar el equipaje y poner rumbo a su antigua casa.
Nada mas
detener el vehículo en la puerta se percataron de las mejoras. Aquello era increíble.
En una sola semana la casa parecía otra. Pero la sorpresa no quedo ahí. Los
padres del joven en compañía de su hermana les abrieron la puerta ante la
alegría mutua. Las dos familias se habían conchabado para darles la gran
sorpresa. Esa casa sería su nido de amor. Anki no pudo retener las lagrimas,
pero tal y como se producían le aseguraba a Julián que eran de felicidad. Pero
no fue la única que las derramó la familia entera se emocionó al comprobar como
aquella joven que iba perdiendo vida a cada momento se emocionaba hasta ese
límite. No lo podía creer, su propio nido para compartirlo con Julián. De nuevo
se abrazaron transmitiendo por medio del calor de sus cuerpos todas esas
sensaciones que recorrían su interior. Llegó a pensar que aquel era el día más
feliz de su vida, que el Señor se la podía llevar. Había compensado todos sus
sueños, amén de ser consciente que en la eternidad eso sería norma de cada
instante.
Permanecieron
unas horas de sobremesa, merendaron charlaron y se contaron las mil
circunstancias que habían pasado. Luego cada uno se retiró a sus lugares de
descanso y quedaron los dos solos en su hogar. De sus padres se despidieron
pues regresaban con los padres de Anki a Bruselas, allí habían reservado el
hotel para salir a la mañana siguiente temprano para España.
Permanecían en
el pequeño jardín despidiendo a sus padres cuando Anki se desmayó. No llegó a
caer al suelo pues al no separarse de él reaccionó de inmediato. Al comprobar
que todo volvía a la normalidad, le tomó en brazos, para adentrarse al garaje y
colocarle en el asiento del copiloto. Desistía alegando que se encontraba
perfectamente, que por nada del mundo perdería esa primera oportunidad de estar
en su casa con él a solas. Pero se negó en rotundo. No se detendría hasta que
un facultativo comprobara que todo estaba más o menos dentro de lo lógico.
Protestó, pero sabía perfectamente que había tomado una determinación y que no
conseguiría convencerle. Asumió su derrota y en coche se desplazaron a
Bruselas. Fueron directamente al hospital y tuvieron la suerte que el
facultativo que estaba de guardia era uno de los que llevaba el caso de Anki.
Fue llegar y a los pocos minutos pasaban a la pareja ante el doctor. No les
había dado tiempo de avisar a sus padres, pero luego del reconocimiento se
alegraron, de lo contrario habrían inquietado no solo a los padres de Anki, los
de Julián con toda seguridad habrían renunciado a regresar. Todo marchaba como
era normal, mal, pero no había nada fuera de la lógica. A la mañana siguiente
tenían cita para la quimio. Sus padres les aconsejaron quedarse en Bruselas
para ir a la mañana siguiente a la clínica, pero prefirieron pasar su primera
noche en su casa solos. Salían del centro sanitario y unas lágrimas recorrieron
sus mejillas. Las fuerzas le faltaban y regresar hasta casa para volver con las
nuevas luces del día era algo absurdo.
No me pasa nada Julián, pero me enfada tener
que perder nuestra primera noche. Estoy muy cansada y lo mejor es ir a casa de
los papás
Julián descansó
al reflejar su rostro una sonrisa, ciertamente era lo más lógico, no se lo
había propuesto pues conocía su interés por pasar esa noche en su casa. Con
estar a su lado le daba exactamente igual. Solo la veía a ella, todo lo que
rodeaba su entorno era tan superficial que lo ignoraba por completo. Estar a su
lado, abrazarle, mimarle, sentir el calor de su cuerpo, la dulzura de sus
labios cuando le regalaba ese premio Nobel, era lo único que le importaba. Puso
el vehículo rumbo a casa y al verlos en la puerta se sorprendieron. Como no
quisieron preocupar a sus padres confesaron que era lo lógico dormir allí, ya
tendrían tiempo de sobra para compartir su nuevo nido para el resto de sus
vidas. Su madre se abrazó a su niña y la tensión de tanto tiempo le impidió
retener los lagrimales. Sus padres habían cenado y al enterarse que ellos no,
se puso a prepararles algo. Trataron de persuadir a la señora con un vaso de
leche con alguna galleta o pasta bastaría para irse a la cama con algo en el
estomago, pero no hubo manera de convencer a esa madre.
Esperaba
sola en la sala, tomó su libreta y comenzó a escribir. Era el legado que le
dejaría a él cuando el Señor se la llevara al paraíso. Estaba excesivamente
cansada, se prometió que aquella era la última sesión que recibiría de quimio.
No soportaba ya estar separada de Julián. No poderlo tener junto a ella, estaba
convencida que era lo que le restaba vida. El equipo médico no se explicaba
como aquel cuerpo seguía con vida. No solo no había mejorado. Iba empeorando
por momentos. Cuando escucharon que no volvería a aplicarse quimio descansaron.
Alegrándose que la idea hubiera partido de ella, pues pensaba proponerlo tras
el reconocimiento y la aplicación de esa última sesión. Ahora al
adelantarse evitaron que partiera de
ellos la iniciativa, con el consiguiente derrumbe moral.
Sentados
frente al encargado del equipo médico, al que respaldaban dos facultativos más,
se sentaron Anki, junto a Julián y a su otra vera, sus progenitores. De nuevo
las noticias eran desalentadoras, pero hacían referencia que esas mismas
perspectivas se las habían comentado hacia la friolera de seis meses. No era
exactamente igual, Anki no tenía fuerzas casi ni para mantenerse en pie.
Caminaba últimamente apoyándose en Julián constantemente. Cuando uno de los
facultativos le aconsejó que fuera en silla de ruedas para preservar fuerzas,
ella lo agradeció. De inmediato dieron orden para que les proporcionaran una.
De nuevo las lagrimas en aquella madre que sufría en silencio hasta que no
podía más. Anki sonreía, miraba a Julián, mientras su rostro mostraba toda la
felicidad que aquel hombre, casi un muchacho, le transmitía. Animaba a su madre
y esta se abrazaba a su pequeña suplicando perdón por ser ella quien le
animaba. Julián propuso ir a por una silla automática, pero ella con esa
expresión que suelen hacer los perrillos cuando suplican algo de su amo se
confesó.
“Prefiero sentir tus manos empujando el
carro, me hace sentirme más cerca de ti”
De inmediato
se encontró con sus labios para fundirse en ese gesto de amor. En casa sus
padres pretendieron que se quedaran pero subieron al vehículo y pusieron rumbo
al nido. No llegaron a entrar, la petición de su amada le rogaba olvidarse de
la casa y poner el coche en dirección al acantilado. Hacía mucho frió pero iban
bien protegidos por lo que pudieron pasear. Ella en la silla, el empujando por
espacio de varias horas. Por fin regresaron, mientras ella ponía la mesa él fue
preparando la comida.
Reposaron unos minutos abrazados en el sofá
mientras visionaban la televisión, mientras que Anki seguía con su acostumbrado
interés. Metiéndose en el papel de los protagonistas de la película que
transmitía el canal elegido. Él le contemplaba. Estaba excesivamente flaca, sus
mejillas habían desaparecido y sus ojos se hundían resaltando los pómulos. Pero
Julián, con el mismo cariño de siempre, la encontraba radiante, increíblemente
bella. Su respiración se entrecortaba, captar toda la felicidad que aquel ángel
le transmitía alteraba todas sus constantes vitales. Sentía el escaso calor que
aquel cuerpo era capaz de emitir, pero también percibía toda la carga de
sentimientos que sus ondas mezclándose con las suyas se deleitaban de su
compañía, de su cariño, de su veneración. Un cambio de escena para recrearse en
un paisaje distrajo su atención de la pantalla y al cruzar su mirada con la de
él sonrió.
¡Dios hay cielo y lo tengo ante mí!
Fue la
exclamación que se produjo en el interior, en el silencio de su cerebro, pero
que ella lo captó como si lo hubiera expresado a gritos. Intentó aproximarse
para besarlo y al comprobar él, que no le daban sus fuerzas, le ayudó para
regalarse ese premio que siempre le pedía. Al perder el contacto, presionó el
mando para terminar con esa caja boba que le impedía saborear a ese regalo del
Señor. Insistió que siguiera, tenerla entre sus brazos le sobraba. Pero no
estaba dispuesta a perder ni una sola décima de segundo más con la caja boba
sin estar pendiente de lo que verdaderamente le llenaba.
Juntos en su
rincón, en su hogar recordaron tantos momentos. Su primer encuentro, donde ella
ni se enteró porque el desvanecimiento no le permitió verlo ni conocerlo, pero
si recordaba que sintió unas sensaciones extrañas, jamás experimentadas cuando
su piel en contacto con la suya le transmitían sensaciones de ensueño. Él
recordaba aquel cuerpo sin rostro que mantenía sobre sus brazos y el contacto
con sus muslos le hizo sentir sensaciones similares a las que describía su
amor. Pero fue tan fugaz, tan rápido aquel instante que no llegó a saborearlo.
Pero luego ambos recordarían con frecuencia aquella sensación. La misma
percepción que volvieron a sentir cuando sentados en la valla del paseo
marítimo, él depositó su mano sobre la de ella. Comentaban aquel lance de sus
vidas cuando se miraban y de nuevo sus labios morían en los de su pareja. No se
conocían de nada, ni siquiera eran conscientes del incidente con sus padres,
cuando cayó desmallada, sin embargo sus labios se buscaron para morir en los de
aquella persona desconocida. Es cierto que fue infinitamente corto, pero con
tal carga de energía que no lo olvidarían en toda la eternidad. De nuevo se
unían, esos recuerdos los encogían por la carga de felicidad que se les venía
encima. Luego se lamentaba de lo estúpida que había sido al tratar de no
dañar y no confesar el problema que la enfermedad le acarreaba. Que
generoso estaba siendo el Señor. Primero por haberles permitido cruzarse en esa
vida, luego por prolongar su vida para conocer y disfrutar de aquel joven. Lo
tendrían que pagar, pero un solo segundo, juntos compensaba todo el purgatorio
que deberían pasar por la dicha que les suponían esos meses. Ella le expresaba
su generosidad, al abandonar todo. Pero de inmediato fue silenciada por Julián.
“Como puedes decir que me sacrifiqué, que
fui generoso, si todo eres tú. Tendrías que acusarme de ser un gran egoísta por
quedarme con todo, absolutamente todo lo que me importa en esta vida.”
La luz de la
habitación se apagó y abrazados, como solían dormir. Ella de espaldas, el
abrazándose y con las manos en sus pechos les sorprendió el sueño.
viernes, 22 de noviembre de 2013
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- PRIMERA PARTE- ANKI-CAPITULO XVI-EL PALACETE
CAPÍTULO XVI
EL PALACETE
El taxi los dejó frente al palacete. Anki
miraba asombrada aquel edificio de primeros de siglo. Él cedió las maletas al
servicio que salía para atender a la pareja y una vez vencida la valla de
entrada al jardín tomó a la joven en brazos para pasar el umbral de la puerta.
El personal contratado por su madre tenía todo a punto. La calefacción a pleno
rendimiento y la limpieza no solo se veía, se olía. La mesa puesta para ponerse
cuando los señores quisieran comer. Las maletas descansaban en la habitación de
Julián y la bañera con hidromasaje en marcha a la temperatura que le gustaba al
señor. Cuando dejó a Anki en el sofá, se dirigió a la cocina. En primer lugar
agradeció todas las atenciones recibidas y como tenían el palacete. Luego les
rogó que pusieran la comida en los calentadores y volvieran a sus casas u
ocupaciones, no los necesitaba durante esa semana. Al insistir que era orden de
su madre les comunicó que se las vería con ella. Les dio un buen aguinaldo y
regresó junto a ella para en brazos de nuevo subir a la habitación. Entrar en
el aseo e ir desflorando las prendas que cubrían sus cuerpos, para sumergirse
en esa enorme bañera brotando burbujas y chorros por multitud de sitios.
La música suave, el ambiente sin vapor, la
maquinaria anti vaho permitía mantener el habitáculo en perfectas condiciones
de temperatura y humedad. Abrazados se mantuvieron en aquel relajante lugar por
espacio de una hora. Luego en bata se sentaron a la mesa para hacerse con
aquellos alimentos.
Tras la limpieza e higiene personal se
tumbaron en la cama para descansar del viaje.
Nada más levantarse, de esa costumbre
hispana, telefoneo a La Perla para reservar mesa esa noche. El coche que le
regalaron por sacarse el carné lo tenía en el garaje con el depósito lleno y
limpio como pocos coches se ven. Se pusieron prendas cómodas para salir y
perderse por la ciudad. Llegaron al paseo de la Concha y continuaron hasta subir al faro Igueldo. Detuvieron el vehículo
en una revuelta poco antes de llegar al faro. De ahí, un pequeño acantilado
mostraba toda la belleza de la bahía de la Concha y se recrearon viendo aquel
paraje. Un extraño escalofrío recorrió el cuerpo de Julián. Sintió un frió
intenso para luego incluso llegar a sudar. Se sentaron en el coche cara al mar
y se abrazó a Anki, no quería decirle nada de lo que le estaba ocurriendo. De
pronto sus ojos se apagaron y vio una extraña escena. Una joven que se parecía
a Anki trataba de tirarse por el acantilado y él corría hacia ella para
abrazarle y detenerla. Cuando giró su cara comprobó que no era Anki, no conocía
aquel rostro. Un movimiento involuntario de su cuerpo le hizo regresar y volver
a la normalidad, pero había sobresaltado a Anki que le preguntó de inmediato
que le sucedía. De nuevo sus labios se unieron y sin darle importancia al
incidente prosiguieron juntos contemplando la panorámica. Recorrieron todo los
alrededores, para bajar a la bahía, aparcar el coche en el parking del complejo
deportivo y dar un pequeño paseo por las
inmediaciones del restaurante. Como hacía bastante frió decidieron entrar y
sentarse a dialogar. Le propuso jugar una partida de bolos pero no estaba con
fuerzas para mantener aquella pesada bola
y alegando que no le gustaba mucho, pero que si lo deseaba jugaban, se encontró
de inmediato con su negativa. Nunca haría algo que no le apeteciese. Pasaron a
conversar sobre el problema vasco, sobre la dictadura que reinaba en aquel
país, de los estudios que hacia él, de las perspectivas de futuro que tenía, de
vela, como no, y por supuesto también de voleibol. Buscarían un momento para ir
a ver partidos de voley playa, que se solían disputar con una cierta frecuencia
en la bahía y donde él muchas veces se medía con otros contrincantes. Tenía un
buen historial de victorias y luego cuando fuera al palacete le mostraría los
trofeos logrados a lo largo de los veranos que pasaba en aquella
localidad.
Anki andaba cansada y rogó regresar a casa.
No hizo falta repetirlo, bajaron al aparcamiento para poner el coche rumbo al
palacete. Una vez aparcado en el garaje, Julián fue por la puerta del copiloto,
la subió en brazos hasta el dormitorio. Allí dejó a su pareja con toda la
dulzura y cariño sobre el lecho y entró para conectar el jacuzzi. Regresó a su
encuentro y de nuevo en brazos entraron en el servicio.
Fue una semana encantadora, juntos fueron
conociendo todos aquellos rincones que le inspiraban a él. Ella disfrutó de su
compañía, de su ternura, de su cariño y de su amor. Hubo momentos para ver
algún partidillo de voleibol y aunque le insistió para que jugara, se negó. No
podía desperdiciar ni una milésima de segundo separado, luego se arrepentiría
con toda seguridad.
Todos los días se ponían en contacto con la
familia para tranquilizarlos. Anki sabía muy bien lo mal que lo estaría pasando
su madre. Ya no le hizo mucha gracia que se fuera, le notaba mas desmejorada y
a pesar que siempre era la más optimista de la familia con respecto a su
recuperación, últimamente estaba perdiendo la esperanza. Solo le animaba verle
tan feliz, a pesar de los pesares nunca la llegó a ver, desde que estaba con
aquel español, triste. Antes de su encuentro su expresión siempre era seria,
difícilmente se le sacaba una sonrisa. Pero desde aquel milagro, desde que
Julián se cruzó en sus vidas todo había cambiado. Aquel chico no solo radiaba
fuerza, vitalidad, energía también le acompañaba una buena carga de alegría, de
felicidad sin límites. Tímido y a la vez
capaz de conversar como si fuera una persona enormemente sociable. De una gran
educación pero de una sencillez que les llegó a toda la familia al corazón, en
especial al de su hija. Luego a pesar de su juventud, su madurez era exagerada
para un posadolescente. Tenía muy claro lo que quería y luchaba hasta el fin
por esos sueños o esos objetivos que se marcaba. Anki era su único interés y
sin embargo era capaz de captar las necesidades de la gente que le rodeaba.
Dejó todo absolutamente todo por dedicárselo a su hija. Aquello no se pagaba
con nada. Hablando con su niña recordaba cuando en ocasiones conversaban con él
y le expresaban su agradecimiento. Siempre sonreía para expresar que el que
tenía que dar gracias a los cielos era él. Por fin pudo reencontrarse con su
gran amor. Con ese amor que el Señor le reservó desde la creación y que nada ni
siquiera la muerte los separaría porque iba a ser eterno como la misma vida del
creador. Aquella frase que en más de una
ocasión se la escuchó recitar a su hija le encantaba y siempre que las
recordaba, las lágrimas se le escapaban.
Luego el trabajo que le proporcionaron a su
esposo en unos momentos críticos y difíciles había supuesto la salvación de la
familia. Pero aquella mujer estaba deseando que finalizase esa semana para
tener a su pequeña de nuevo en casa.
Era su última noche en el palacete, tras la
ritual sesión de hidromasaje, ella se tumbo en la cama para que le aplicase un
masaje sobre sus doloridas espaldas. Untó aquella piel suave, embriagadora y
capaz de despertar pasiones con unas cremas que solía utilizar e inició el
masaje. Entraron en el salón. No había luz eléctrica, dos enormes candelabros
iluminaban la mesa puesta con exquisito gusto. Julián le mantuvo la silla hasta
que se sentó y le acercó a la mesa. Notó como su rostro cambiaba de expresión.
La mesa, dispuesta para un banquete real, sin embargo los alimentos no los veía
por ninguna parte. No se había producido ni una sola pregunta, ni una sola
palabra pero él escuchó perfectamente lo que Anki estaba pensando. Casi al
mismo tiempo, de descansar sus pensamientos, él rompió la armonía del silencio
en aquella habitación.
“Hoy el primer
plato mi reina consiste en amor, el segundo podrá elegir entre amor o mas amor,
el tercero tres cuartos de lo mismo, para cerrar esta velada con un postre
dulce, suave y embriagador. Sus labios excelencia.”
Iba a sonreír ante la frase de Julián cuando
el timbre de la puerta les sorprendió. Julián fue presto, consciente que les
llegaba la cena de esa noche. Efectivamente había encargado en La Perla la
cena. No era un centro hostelero que sirviera comida a domicilio pero Julián
fue esplendido con varios empleados y tras el permiso oportuno llevaron la cena
al palacete de aquel joven.
Fue una velada increíble, la calidad de los
productos no cabía discusión y aunque no cenaron en exceso si se fueron a la
cama satisfechos de aquellos manjares.
Julián observaba las dificultades que tenía
para desnudarse. Se aproximó para rozar con sus labios el rincón del amor como
dicen los franceses y con una ternura, que puso la piel de gallina a su pareja,
ayudarle a despojarse de sus prendas para cubrirlas con aquel camisón de seda
blanco. Luego se acostaron mientras él le abarcaba por la espalda para dejar
sus manos sobre sus pechos y quedar profundamente dormidos.
Esa mañana se despertó temprano, la ventana
abierta y la persiana a media asta, como las banderas en los días tristes. El
sol comenzaba a despuntar proporcionando
luminosidad a la habitación, cuando él abrió los ojos y se la vio de cara,
durmiendo como un ángel celestial. Sonrió y pudo comprobar cómo su respiración
se aceleraba.
Anki
Se repetía mentalmente
Mi gran amor.
Un taxi los aguardaba en la puerta del
palacete. Entre el chofer y él colocaron el equipaje en el maletero y luego él
regresó para sacar a la novia en brazos e introducirle en el vehículo público.
Regresó para cerrar las puertas del palacete y tomar rumbo a Irún, al
aeropuerto de Donostia.
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