jueves, 21 de agosto de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTUITULO 26 EL VIAJE A ESPAÑA

CAPÍTULO VIGÉSIMO SEXTO 

EL VIAJE A ESPAÑA

 



    Precisaba regresar a España para resolver diversos asuntos familiares y personales, pero no le hacía gracia ir precisamente en esas fechas donde la madre y el padre de Andrea se encontraban en Costa Rica resolviendo asuntos de la empresa. La joven, se encontraba, sola en el palacete. Esos diez últimos días de su estancia de vacaciones consiguió evitarle. Pero era consciente que la situación, que se daría esa semana, tarde o temprano se produciría. Por ello decidió afrontar la situación como debía haberla afrontado en Costa Rica. No haberse producido entonces era exclusivamente porque andaba muy inmerso en su proyecto, amén de pensar en ella. Tenía demasiado reciente la tragedia.    

   Durante el vuelo le estuvo dando vueltas a la cabeza, optando por que fuera ella quien se decidiera. Debería preparase para tratar el asunto con cariño, con dulzura pero con firmeza, sin que pudiera tener la menor duda de su posicionamiento.

     Al llegar a Barajas tuvo que aguardar tres horas para tomar el vuelo que lo llevaba a casa. Una vez en la población de Irún, buscar un taxi que lo condujera a Donostia. En un principio pensó llamar a alguien de la fábrica, pero llegaba a la hora de la comida y no quería molestar a nadie. Su avión tomaba tierra junto al Cantábrico pocos minutos antes de las catorce horas. Con su maleta y ordenador pasaba la puerta de llegada del vuelo nacional. Se sobresaltó cuando alguien se lanzaba a sus brazos y se abrazaba fuertemente mientras los labios de aquella criatura se depositaban una y otra vez sobre sus mejillas. Ante su sorpresa comprendió que se trataba de Andrea. Pero al mismo tiempo que lo asimilaba pensó. 

   “Esta criatura está loca, venirse en autobús o tren desde Donostia”.

   Su asombro no terminó ahí. Se desplazó en coche ya que el día anterior le entregaron el carnet de conducir y lo estrenaba en ese preciso momento. No se lo había confesado porque sabía de su llegada y deseaba darle la sorpresa. Sin duda lo consiguió. Hacía mucho frío y la lluvia había hecho acto de presencia. A pesar de las ropas de abrigo que llevaba la encontró radiante, bella y toda una mujer. Le iba a recriminar por haberse maquillado tanto, cuando le interrumpió para pronunciar la frase que en esos casos solía emplear su maestro.
  
   “Ya se solos las feas necesitan maquillarse” “Como ves no soy tan bonita como papá y tú pensáis”
 
   Sonrió y juntos subieron en el automóvil que tenía aparcado en el aeropuerto. Le ofreció las llaves a él para que condujera, pero prefirió ir de paquete y observar sus dotes de conductora por esas carreteras de media montaña. Propuso ir directamente a “La perla” pero amén de que llegarían demasiado tarde le confesó que había preparado la comida en casa para los dos. Escuchó otra frase sin captar su significado, pero se figuró de inmediato por donde debían ir los tiros pues el tono pícaro y esa sonrisa maliciosa no le tranquilizaron mucho. Sonrió y prosiguieron la conversación por otros derroteros. Especialmente su marcha en la facultad.
   Andrea era una chica inteligente, consciente por esa lectura corporal característica de la mujer tica del cantón de Limón, de lo defensivo que notaba a su maestro. Consciente de ello se propuso que al menos durante la primera semana, iba a permanecer dos, no intentaría ni le tentaría para nada. Mientras él con el equipaje entraba en su habitación para cambiarse de ropa, darse una buena ducha y sentarse a la mesa para comer con su “hija adoptiva”. Con los primeros movimientos, una vez que entraron los dos en casa, fue consciente de que algo tramaba y que no sería precisamente en esa jornada cuando lo intentaría. Se sorprendió pero esa misma situación le colocaba en una posición más a la expectativa. No cerró con pasador ni su habitación, ni el aseo que unía despacho y dormitorio. Disfrutó de una ducha con hidromasaje, se afeitó, se puso ropa cómoda y cuando entraba en el comedor todo estaba preparado hasta el último detalle. Unas gambas rojas impregnaban el ambiente de ese delicioso y apetitoso olor del marisco a la plancha. Un vino blanco frío servido en una copa helada para acompañar ese aperitivo. Unos mejillones, una sepia a la plancha, unas gambitas al ajillo, unos calamares a la romana, una fuente de verduras a la plancha completaban el aperitivo de aquella deliciosa comida. Era tarde y el hambre apretaba. No tardaron en hacerse con aquel manjar. Julián iba a levantarse con ella para retirar las bandejas, platos, cuencos que se utilizaron para el aperitivo, pero se lo impidió, ese día era su invitado y deseaba atenderle como tal. Protestó pero ante su insistencia cedió, todo estaba marchando por cauces sorpresivos pero normales. Un arroz a banda, componía ese primer plato. Luego sacó una botella de tinto con un impresionante solomillo de ternera con guarnición de patatas fritas y verduras variadas. Para rematar aquella suculenta comida con un postre, un plato con piña, melocotón en almíbar, helado de mantecado bañado con caramelo quemado, dos flanes de huevo y una guindas rojas adornando el plato. Para acompañarlo abrió una botella de champagne. Luego le obligó a sentarse en el sofá del salón y llevó los cafés y unas pastas. Permaneciendo en conversación el resto de la tarde.
   Al atardecer había cesado de llover y optaron por pasear hacia la playa de la concha. Hacía frío pero no se notaba viento, con prendas de abrigo y ella cogida de su brazo anduvieron durante dos largas horas, hasta que tomaron un taxi para regresar a casa, pues comenzaba a llover de nuevo.
   Llevaba casi cuarenta y ocho horas sin dormir, estaba muy cansado. Se prepararon unas infusiones de poleo, acompañadas por dos pastas y mientras ella se metía en su habitación para estudiar un poco él se fue a la suya. Entró en el aseo, la higiene bucal y se metió en el sobre quedando a los pocos minutos completamente dormido.
 
   Se levantó para desayunar juntos, pues se iba temprano a la facultad. Hasta la noche no regresaría, él le informó que iba a la empresa para hablar con el gerente de unas cosillas que trató con su padre. Luego seguramente comería en “La Perla” y reservaría mesa para cenar los dos por la noche. Unos besos en ambas mejillas al más puro estilo padre e hija los separó hasta la noche.
   Estaba radiante, tenerle allí y a solas, aunque no hubiera sucedido nada era colmar su felicidad. Solos bajo el mismo techo le provocaba una seguridad indescriptible. Desapareciendo todas sus inquietudes, sus miedos, sus angustias, sus... Era aceptar al hombre tal y como lo veía antes del incidente. Por el contrario cuando no le tenía cerca recelaba mucho hasta de los jóvenes de la facultad. Lo había superado bastante bien pero la figura de su maestro le hacía olvidar todo, como si no hubiera sucedido nada. Ese día estuvo muy distraída, con mucha dificultad para concentrarse y al final de la jornada se percató que habría sido mejor no asistir ese día a clase. Rogó a un compañero que le enviara a su correo los apuntes de ese día pues no había captado nada. No hizo falta repetirlo. No había llegado a casa cuando ya tenía lo solicitado. Era la primera vez que aquella brillante alumna pedía ayuda a sus compañeros de clase. Siempre estaba dispuesta a tender una mano y cuando se lo pidió, por supuesto que aceptó encantado pero se quedó perplejo y llegó a preguntarle si le sucedía algo.
 
   “¡Dios!”
 
   Pensó para sí.
 
  “Ya lo creo le tengo junto a mí”
 
   Pero se mantuvo sin decir nada salvo agradecer a su compañero el detalle de mandárselos con tanta prestación. Regresaba ilusionada y con ganas de llegar, encontrarlo en casa, para atender cualquier necesidad que precisara su maestro. Se encontraba en su despacho. En ese preciso instante chateaba con Maureen que desde la facultad había contactado con para saludarle y saber cómo le fue el viaje. Al entrar Andrea tras los pertinentes besos uno en cada mejilla se sentó a su vera para conversar por espacio de media hora. Terminada la videoconferencia, él se fue al servicio y ella hizo lo propio para darse una ducha y ponerse ropa decente e ir a cenar. Estuvo en un tris de atacar ese día pero se había propuesto aguardar por lo menos una semana. Consciente del estado defensivo de su maestro. Cuando finalizó su aseo personal se sentó en el salón principal y conectó la televisión. Buscó el canal de noticias y se entretuvo escuchando las desinformaciones de la cadena. Ella se recreó, le gustaba mucho llenarse el vaso del jacuzzi y relajar el cuerpo con su masaje. Luego se enjabonaba dándose una ducha, una vez vacío el vaso, salía del mismo, se envolvía en una gran toalla blanca y en forma de turbante se recubría con una toalla azul celeste su cabellera. A continuación la sesión de retoques de maquillaje. Consciente que Julián le diría algo, pero no podía evitar retocar, aunque no hubiera nada que retocar en aquel angelical rostro. Salió del servicio y en vez de ir por la puerta que unía su habitación con el servicio, lo hizo por la de un pequeño pasillo. Entró en el salón para saber de su maestro y tranquilizarle asegurando que en menos de quince minutos saldría para marchar a cenar. Pasó junto a él y como amo pasa la mano por el cuero cabelludo de su mascota, hizo lo propio con la cabeza de Julián al tiempo que le confesaba que estaría de inmediato. Disimuló entrando en la cocina como si se le hubiera olvidado algo, regresó y se fue directa a su habitación. En todo aquel paseo seductor no dejó de observarlo. Julián había captado desde su primera sonrisa que tramaba algo y pensó que iba a aprovechar esa situación, por lo que procuró desentenderse de esos movimientos seductores de su pequeña y prosiguió atendiendo a la televisión sin darle mayor importancia al desfile de aquella jovencita. Cuando entró en su cuarto se recriminaba por no poder controlarse. La acción estaba fuera de toda su estrategia montada y como pudo comprobar no había servido de nada. Se prometió a si misma que no volvería a realizar ninguna tontería más hasta que intuyera que podía tener éxito de poder compartir todo con aquel hombre.
   De la habitación salió insultante de belleza, con un traje que resaltaba todos sus encantos. Antes que se adelantara comentó lo del maquillaje y con un abrigo que Julián le ayudó a enfundarlo en su cuerpo, entraron en el garaje y en coche se desplazaron al complejo deportivo gastronómico.  Cenaron como siempre cenaban en aquel restaurante, maravillosamente. Habían pensado realizar una pequeña caminata por el paseo de la Concha pero la climatología no lo aconsejaba. Al pasar junto a la bolera del local antes de ir a por el coche, le preguntó si jugaban una partida, le apetecía, amén de confirmar que harían un poco de ejercicio, ese que no pudieron realizar por culpa de la lluvia. Aceptó encantado el reto, dejaron sus prendas de abrigo y los zapatos, para sustituirlos por los de la bolera e iniciaron de inmediato el reto propuesto. La partida fue bastante igualada. Julián desconocía esa faceta de su amiga y aunque llevaba muchos años sin jugar. De joven solía asistir con asiduidad con los amigos que perdió en aquel fatídico viaje. Recordó esos momentos y una profunda tristeza inundó su corazón, pero no lo reflejó y prosiguió la partida hasta ganarla por un escaso margen de puntos. Deseaba la revancha pero era tarde y al día siguiente tenía cosas que hacer. Ella desplazarse hasta la facultad. Optando por entrar en el aparcamiento del complejo, subir al coche y regresar a casa. Un beso en la mejilla de buenas noches separó a la pareja para recogerse en sus aposentos y descansar tras un día de actividad. Andrea se quedó unos noventa minutos transcribiendo los apuntes que su compañero le mandado a su correo. Cerró el ordenador y se prometió estar más atenta al día siguiente en clase.
   Un toque suave en la puerta de su habitación se despertó sobresaltada, pues se había dormido tras apagar el despertador. Julián le urgía a levantarse, tenía el desayuno preparado y no debía entretenerse mucho o no llegaría a la primera hora de la jornada. Se lavó la cara, cepilló un poco su melena y en camisón y bata entró en la cocina para desayunar. Un vaso de zumo, una ensalada de frutas, dos tostadas, mantequilla, mermelada, fiambres y un buen tazón con cereales le aguardaban para reponer fuerzas y comenzar con energía el nuevo día. Sonrió le dio un par de besos en cada mejilla mientras le agradecía el detalle. Devoró los alimentos que le había preparado y entró en el servicio para darse una ligera ducha vestirse y salir al garaje para en coche perderse por la facultad.
 
    No salió esa mañana de casa, recibió una llamada de teléfono de su cuñado y quedaron en verse al día siguiente en su despacho en Madrid. Fue colgar y sacar billete a primera hora de la mañana, el de vuelta no lo gestionó, pues no estaba muy seguro si tendría que estar más de una noche en Madrid.
   Había empleado parte de la tarde en preparar la cena. Se encontraba sentado en el salón cuando Andrea llegó, se levantó y tras los besos en las mejillas volvió a su posición en el sillón, al tiempo que Andrea se giraba perdiéndose en el servicio. Se quedó inmóvil observando el contorneo de sus caderas que le trasportaron a la música y el ritmo del Caribe. Era toda una mujer y desde luego no pasaba desapercibida por ningún lugar. Se ruborizó al comprobar que su mirada no correspondía a su relación, era su “hija” pero esa forma de mirarle y sus sentimientos de esos instantes no correspondían a los de un padre. Se asustó, era la primera vez que miraba a la joven como a una mujer. Los calores y el cambio de color de sus mejillas fueron en aumento, comenzando a controlarse y a no llegar a comprender todas esas sensaciones vividas en esos segundos. Al perderle de vista perdiéndose en sus aposentos, darse una ducha rápida y cenar juntos, se desconectó para plantear la reunión que tendría con su cuñado. Su hermana le había invitado a quedarse en casa, pero prefirió reservar hotel cercano al chalet de su familia. Finalizada la cena y como no llovía salieron a dar un paseo y en una cafetería de la playa tomaron los cafés para recogerse en sus habitaciones y dormir.
   El chapotear de la ducha y las vibraciones del jacuzzi se escuchaban en el palacete. Vestidos y preparados, mientras Julián tomaba un taxi para el aeropuerto de Irún, ella se desplazaba en tren a Victoria para acudir a la facultad y proseguir sus estudios   
   En la puerta designada a su llegada aguardaba su hermana, los niños estaban en el colegio y su marido trabajando en el despacho. Se saludaron y en coche le acercó hasta su hotel. Le hizo prometer que iría a comer y a cenar ese día. Una vez instalado en su habitación, se dio una ligera ducha, se cambio de ropa y en taxi se acercó a la entidad que dirigía su cuñado. La secretaria le pasó al despacho del presidente de la entidad y recostados en unos sillones del despacho. Conversó mientras degustaban un aperitivo preparado para tal efecto. Le informó de los asuntos financieros y de la necesidad de acudir a la notaría a la mañana siguiente donde tendría que firmar unos documentos. Una vez resuelto los asuntos familiares pasaron a tratar el otro que les preocupaba. Le comunicó que el asunto iba por buen camino pero no habían acordado nada todavía. Con seguridad antes de semana santa lo tendría cerrado, pudiéndole informar sobre los jugadores en concreto que se desplazarían a Costa Rica. Tendría un margen entre tres y cuatro meses para ultimar allí todo lo referente al torneo y el día en concreto que acudirían los jugadores al complejo deportivo. Le agradeció todo su desvelo e invitó a la familia a pasar alguna semana allí en Costa Rica.
   Como era ya la hora de la comida, dejó a Julián por unos minutos en su despacho, él se encaminó a la sala de reuniones para tratar un asunto menor y a los veinte minutos regresaba junto a su cuñado para en coche, conducido por el chofer les llevó hasta la mansión de la familia. Los chiquillos se alegraron de ver a su tío, a él no le hizo mucha gracia pero con la familia había que guardar las composturas y más últimamente que parecían más razonables y más preocupados por él. Cosa que hasta la muerte de su madre les había importado muy poco. Pero desde ese desenlace no había abierto la boca cuando trataban de complacerle y atender en lo posible sus peticiones. Él también cambió algo su relación con ellos y los visitaba con algo más de asiduidad que antes.