viernes, 29 de julio de 2011

NEGRITAPURA VIDA CAPITULO 7 - PUERTO VIEJO

- CAPITULO VII –

- PUERTO VIEJO-

Don Julián y el “gringo” andaban inquietos. La advertencia del ministro del interior, por escrito y transmitido posteriormente por el responsable de las fuerzas del orden del cantón de Limón, quien se desplazó personalmente desde la capital de la región hasta Puerto Viejo, unido a la advertencia diaria del jefe policial de la localidad, los mantenía tensos, nerviosos, pero sobre todo acojonados. La nota escrita y repetida telefónicamente rezaba en los siguientes términos.

“Una autoridad diplomática va a instalarse por un periodo sin determinar en las inmediaciones de Puerto Viejo. Su presencia no es oficial. Lo hará de incógnito y acompañado por un pintoresco personaje de la zona. “El Negro Langostero”. Es misión de este ministerio por orden expresa de su excelencia el presidente del país que su estancia pase desapercibida. Tanto el diplomático como su acompañante deben contar con una total libertad de movimiento sin el menor impedimento o traba por parte de ciertos grupos que usted y mis responsables de zona conocemos.

Cualquier incidencia sobre estas personas traería graves consecuencias para mi labor como responsable del orden y mantenimiento de la ley en nuestra nación”. La nota iba con el membrete del ministerio y la firma de su responsable. Dentro de un sobre oficial y dirigida a Don Julián. Pero en la conversación personal con al autoridad del cantón exigió la presencia del “gringo” y de forma verbal les transmitió la misma orden. La expuso en términos de amenaza clara y sin tapujos.

Eran conscientes que cualquier desliz de sus secuaces hacia los personajes le acarrearía problemas de dimensiones todavía por analizar su gravedad. Ahora que los asuntos funcionaban a la perfección no era cuestión de tirar por la borda esos años de esfuerzo, extorsión, y soborno. Realizados durante décadas en aquel paraíso controlado por ellos. Desde su conocimiento movieron todos los hilos para dejar bien claro a sus subordinados que no solo debían facilitar cualquier cosa a los personajes en cuestión sino intervenir si alguien intentaba inquietarlos.

- Una amistad con ese español nos abriría puertas en todo el país.

Comentaba Don Julián al “gringo”. Pero las ordenes eran muy claras, ninguna relación personal con la pareja. Con la única salvedad de ser ellos los que intentaran conectar. Pero cualquier movimiento tendría que pasar desapercibido para la pareja. Especialmente al Negro Langostero lo debían ignorar. Como si continuase fuera de la región. Matizando que a ser posible evitaran encontrarse con él. Fueron informados por sus contactos de la presencia de varios miembros de la policía secreta en la zona.

Cuestión que les perjudicaría en ciertas actividades que al menos durante la estancia del personaje se reducirían al mínimo. Ciertamente no iba a causar excesivo perjuicio pues estaba en la estación de lluvias y el movimiento por esas latitudes era menor. Por el contrario cuando abandonara el lugar sus manos estarían mas libres aun para proseguir sus negocios.

Ir en coche desde Puerto Jiménez a Puerto Viejo, atravesando la cordillera de Talamanca y en época de lluvia iba a ser demasiado duro.

Por ello Gonzalo se puso en contacto con la empresa de rentacar y quedaron en dejar el coche en Golfito, población a la que podían acceder sin problemas desde Puerto Jiménez directamente por medio de un ferry. Allí reservaron billete para desplazarse a San José y de la capital a Limón en líneas aéreas locales. La misma empresa de rentacar le tendría otro vehículo exactamente igual preparado en Limón. El Negro advirtió las dificultades de realizar el viaje en coche desde Puerto Jiménez a Puerto Viejo. Al menos emplearían dos días siempre y cuando no se encontraran con dificultades.

En épocas de lluvias atravesar la cordillera de Talamanca hasta el Caribe le podría acarrear mas de una sorpresa. El Negro, a pesar de anhelar su retorno a su Puerto Viejo del alma, no le ocultó la belleza de la región. Los auténticos indígenas de Costa Rica, gente pacifica y de gran amabilidad, se asentaban por aquella región montañosa. Eran acosados por los terratenientes que les iban comiendo terreno año tras año. Le confirmó que era la población, junto al negro de Puerto Viejo, mas abandonada de país por las autoridades. Le informó que al indígena de Talamanca no le gustaba mucho la presencia de los extranjeros.

Estaban convencidos de ser los causantes de su constante degradación en su calidad de vida.

- Pero no se me vaya a creer que me refiero a los varemos de calidad de vida de Europa. Mi Viejito. Tampoco piense que son agresivos, creo que no hay pueblo en el mundo mas pacifico que esas gentes. Algunos científicos han convivido durante largos periodos con ellos sin el menor problema.

Como Gonzalo había terminado hasta las narices de coche en su viaje hasta Puerto Jiménez, y Salvador estaba ansioso por regresar a su tierra. Optaron por la otra alternativa.

Volver a San José, en concreto a su aeropuerto en Alajuela y de ahí a Limón. Para finalizar el trayecto en coche hasta Puerto.

- Tal vez en otra ocasión, cuando nuestras posaderas se recuperen de estos caminos, nos animemos a circular por esas tierras. Ahora ya tengo ganas de conocer esa zona donde todo el mundo habla maravillas.

No lo pensó dos veces. Primero el Ferry, luego una avioneta de hélices, mejor dicho de hélice, pues solo tenía una en el morro. Sin duda de la primera guerra mundial, pero lograron mantenerse todo el vuelo en el aire.

Cuando se detuvo en el aeropuerto de la capital respiraron, pero no les duro mucho la tranquilidad, otra o tal vez la misma, no estaban muy seguros les llevó hasta Limón. Cuando pisaron de nuevo tierra se persignaban dando gracias a los cielos por ser tan generosos con aquel aparato volador. Pues volaba y todo. Miró al Negro como preguntando si no hubiera sido mejor ir en coche. Sonrieron pues sin hablar se transmitieron lo mismo. La expresión en sus rostros lo decía todo. Un negro les esperaba con la documentación y el nuevo coche. Idéntico al que dejaron en Golfito.

Salvador le comentó que a partir de esos momentos por esas tierras el negro era el habitante mayoritario. Lo primero que hicieron fue ir a un restaurante cercano a la playa de Limón de arena completamente negra.

- Aquí amigo mío hasta la tierra es negra.

Comentó orgulloso Salvador. No se percataron pero dos de la secreta comenzaba ya a controlar sus pasos. El jefe de las fuerzas del orden de Limón no se fiaba lo más mínimo de esa pareja de jefecillos de Puerto Viejo y se comprometió personalmente a controlar la situación.

Sabía a la perfección que cualquier incidente con el español le costaría el cargo, situación por la que no estaba dispuesto a pasar.

- Mi Caribe, Mi Caribe.

Repetía una y mil veces El Negro Langostero mirando a ese mar sereno en esos momentos, algo sucio por las revueltas aguas de los ríos que arrastraban hasta el mar toneladas de barro, matorrales, palmeras, troncos y cuanto encontraban a su paso. Llegaron a Puerto Viejo sin dificultad. La carretera en condiciones aceptables salvo los últimos diez kilómetros. Pararon en un puesto de frutas donde servían café y bebidas refrescantes e incluso se podía comer algo.

- ¿Que me cuenta Negrita?

Cuando aquella joven lanzó por su boca los primeros sonidos compuestos por sus cuerdas vocales, su armonía penetró en los oídos de Gonzalo girándose violentamente en busca de la responsable de emitir aquel sonido. Esa armonía en la composición de las palabras. Era de Ana. Su querida Ana, y sus ojos se encontraron con su “Venus de Milo”, pero mucho mas joven. “Que belleza de mujer”. “¿Pero si no es negra?”. Las dos frases acudieron a su mente sin necesidad de componerlas. Se formaron en su cerebro, en su alma. Alta, delgada, de caderas perfectas.

Pechos inmejorables, ni grandes ni pequeños. En relieve se dibujaban en su camiseta blanca de tirantes dos simétricos pezones. No había duda era de raza blanca pero su tez morena, fresca, reluciente, perfumada, contrastaba con el color de su camiseta. Por supuesto iba sin la parte superior de la ropa interior. Un pantalón rojo de media caña acariciaba un cuerpo, mostrando unas pantorrillas en armonía con el resto de su figura. Su mirada, salpicaba ternura, pureza, encanto, magia. Unos ojos verdes claros y vivos ponían la guinda a un rostro de modelo. Sus labios despertaban la sensualidad de quien los contemplaba.

Gonzalo permaneció hipnotizado por la joven que se abrazaba al Negro y no daba crédito a las imágenes que sus ojos le mostraban. Por fin Salvador se giró a su amigo y dirigiéndose a ella con la misma expresión del principio.

- “Negrita” El caballero es el culpable de encontrarme de nuevo por estas nuestras tierras.

Su sonrisa volvió a elevarle un peldaño más en aquel paraíso. Mientras se aproximaba hacia el Viejito y descansaba su mejilla y sus labios en la del amigo del Negro Langostero.

El roce con la piel de aquella aparición le dejó descolocado, del lugar, del tiempo, de la situación, de su nombre.

Era incapaz de reaccionar. Jamás salvo con Ana le había sucedido algo parecido. Pero precisamente la coincidencia del color de los ojos de la joven, el tono de aquella voz, llegó a creer que era Ana su mujer. Luego esa sonrisa, esa asfixiante sonrisa de Negrita era idéntica a la de ella, que le ahogaba de felicidad, de placer, de deseo. Pero no solamente eran las coincidencias del parecido con su mujer lo que impresionó a Gonzalo. Sintió su alma en aquel ser joven, bello, tierno, encantador. Convencido de presenciar la reencarnación de Ana en esa nativa. Cuando consiguió aterrizar comprobó que no era ella.

Regresando a la tierra, a la hora, al lugar, a reconocer cuanto le rodeaba. Pidió un café con leche. Mucha leche fría y unas gotitas de café.

- ¿Tiene bizcocho?

Negrita no le entendió, permaneciendo su mirada fija en el cliente como esperando que se lo repitiera. Gonzalo mal interpretó aquella expresión.

- ¡Dios! ¡Ya he metido la pata! ¿Aquí también tiene el mismo significado que en México la dichosa palabrita?

Antes que su amigo le respondiera ella comenzó a reír. De nuevo el mismo gesto que su mujer pero aunque le puso los pelos de punta el espejismo de Ana había desaparecido.

- No. No se me preocupe Mi Viejito.

De nuevo el éxtasis al escuchar esas dos últimas palabras. “Mi Viejito”. Con esa dulzura, con ese encanto, con esa armonía en sus desplazamientos detrás del mostrador. El Negro comenzó a reírse a carcajadas, Negrita se contagió y Gonzalo les acompañó.

Poco a poco se fueron aclarando todas las dudas, incógnitas de unos y otros. Su piel no era negra, pero su raza era mezcla de madre negra y padre blanco, aunque la joven no poseía ni un solo rasgo característico de la raza Negra.

Trabajaba para “el gringo” y advirtió a su pariente lejano, El Negro Langostero, que tuviese cuidado con él. Se la tenía jurada.

- Y mi patrón. Usted bien sabe Negro. Que no olvida.

- Lo se Negrita, lo se. Pero gracias a mi Diosito y a este extranjero creo que al menos por el momento estoy fuera de todo peligro.

Negrita no entendía muy bien la seguridad de su pariente pero le escuchó decirlo con tanto convencimiento que pensó en algún tipo de arreglo entre su patrón y El Negro Langostero. Aunque muy lejano, pariente suyo.

- Me llamo Ana Guadalupe, pero todos me llaman Negrita. Y lo cierto es que me gusta, desde la primera vez que lo oí me encantó como sonaba. Si no tiene inconveniente preferiría que me llamara Negrita.

La aclaración tuvo su inmediata respuesta.

- Me dicen Gonzalo, pero si no le molesta prefiero que me llame “Viejito”. O mejor “Mi viejito” me hace sentirme algo suyo.

De nuevo esa sonrisa dibujada en el rostro de la joven.

Sonrieron, mientras El Negro preguntaba por su choza.

- Precisamente ayer pasé por la playa y me sorprendió su estado. Esta ampliada y reformada. Me extrañó verla tan cuidada.

Ciertamente era raro pues después de cuatro años fuera sin que nadie se ocupase de ella, con las tormentas y vientos que se habían desatado especialmente hacía un año, era cuanto menos extraño que permaneciera en pie y bien conservada. Pero desconocían que don Julián se encargó de ordenar a sus secuaces que la reconstruyeran, para dejarla en perfecto estado para su uso inmediato. La propiedad le pertenecía alquilándosela al Negro por una langosta diaria.

La mejor que pescara en el día, solía decirle el administrador.

- Ese hijo de su chingada madre ha sido capaz de venderla o alquilarla a los turistas.

Maldecía mientras se despedía de Negrita y subía al todo terreno con su amigo. Le pidió acercarse al “Chino”, allí se lo aclararían. Pues el administrador de don Julián se pasaba el día allí contemplando a las jovencitas tomando el baño o el sol en aquella playa. De vez en cuando la mano se le iba detrás de algún culito ingenuo que no conocía al personaje en cuestión, atreviéndose a pasar por su campo de acción.

- Ahí esta el degenerado ese. Cuánto más niña mejor. Hijo.....

En compañía de Gonzalo fueron al encuentro del viejo verde, que reposaba con su barriga imposible de ocultar en su estrecha camisa, el sombrero de paja, la imperial en la mano y los ojos saltones detrás de cualquier culito que circulara por sus contornos.

- Negro. ¿Cómo usted por aquí?

Estaba informado de su presencia en Puerto, pues su patrón le puso sobre aviso, transmitiéndole todas las advertencias expuestas por el jefe del orden en la localidad. Recordándole que debía sorprenderse e incluso asustarse por su presencia.

Los saludos correspondientes y la pregunta obligada. Estaba en lo cierto le aseguró don Máximo el patrón había reformado la cabaña para alquilarla a los turistas.

- Nadie pensaba que volvería por estos parajes. Negro cabrón. Descuide que sus utensilios de pesca los tiene intactos en un cobertizo que mandó hacer don Julián, junto a la cabaña. Ahora dispone de electricidad, con electrodomésticos, agua, ducha. Un autentico palacio, por estas latitudes. Pero ahora no la arrendará por una langosta.

El Negro Langostero le aclaró de inmediato el motivo de su presencia.

- Mi compadre quiere adquirirla en propiedad. Llame al jodido avaro y pregúntele si nos la vende y por cuanto.

El administrador iba a echar mano de su celular cuando El Negro le interrumpió para añadir una nueva consulta.

- Espere, pregúntele cual es el impuesto por pescar de nuevo la langosta.

Don Máximo se retiró al interior del local reservado para los camareros y propietario, con el celular en la mano. Marcó un número y se puso en contacto con don Julián.

Le confirmó la presencia en esos momentos de los dos personajes en el “Chino”, desde donde le estaba telefoneando y aguardaban respuestas a las consultas transmitidas. Le informó tanto de los detalles, que don Julián deseaba averiguar del personaje español, como de las peticiones del Negro Langostero.

- No don Julián el español habla muy poco, es ese maldito Negro Langostero el que hace de portavoz. Pero se le ve una persona culta, educada, con clase. Se ha comunicado muy poco, como le he dicho, pero me ha impresionado. Tiene un talante especial.

Concluida la comunicación, y las consultas con su patrón, don Máximo retornó a la mesa de la terraza, para volver a dejar caer su enorme trasero sobre un sillón especial que tenía reservado. Y mientras descendía su enorme culo comentó.

- Le ha pillado de buen humor Negro, pues esta generoso.

Comencemos por el final. La pesca de la langosta esta jodida últimamente, por ello tiene permiso para pescar, si es que consigue algo. De ser así solo le exige una langosta cada fin de semana. Con respecto a la parcela y la cabaña pide cien mil dólares.

Leve pausa para observar la reacción de sus interlocutores para añadir de inmediato.

- El patrón me ha comentado que puede disponer hoy mismo de ella, y en el caso de no quedársela, cuando la dejen, les cobrara el alquiler por día utilizado. Tranquilo Negro, el precio por día de alquiler es de treinta dólares.

Gonzalo y el Negro Langostero intercambiaron unas palabras y de inmediato Salvador comentó al administrador.

- ¿Podríamos verla primero?

La afirmación no se hizo esperar. La pregunta se produjo tras comentar el Negro que acababan de aterrizar por esa tierras y les gustaría poderse instalar cuanto antes. Ducharse y ordenar el equipaje una vez resuelto su hospedaje.

Se levantaron sellando sus manos. Don Máximo se disculpó unos minutos para retirarse al servicio y recoger las llaves de la cabaña del interior del establecimiento. En el vehículo se desplazaron los escasos mil metros, que separaban el local de la cabaña. Antigua morada de Salvador. La habían reconstruido y ampliado. Disponía de dos plantas. Toda ella construida en madera de buena calidad. Contaba con unos amplios porches, que rodeaban la casa. En la primera una gran cocina con todos los utensilios. Uno de sus lados daba a una galería cubierta, donde se instaló la lavadora y sobre está una gran secadora.

Un fregadero y unas cuerdas para tender la ropa. Al otro costado de la cocina se ubicaba un amplio comedor pudiendo acceder a él por la puerta o por una ventana, en esos momentos cerrada. La completaban tres dependencias más. Un enorme salón equipado, un recibidor y un cuarto de aseo con todos los servicios incluida una ducha. A la planta superior se accedía por una escalera donde una pequeña estancia daba paso a las tres habitaciones dobles provistas de su correspondiente baño. Con una cuarta puerta de acceso al porche superior. Al contemplar su antigua cabaña Salvador se quedó sorprendido.

El precio le pareció, en un principio, desorbitado. Pero tras constatar la remodelación la compra era una buena inversión. Sí a la construcción se le añadía los cinco mil metros cuadrados de parcela. El Viejo realizaría una buena compra con su adquisición. En un marco incomparable y alejado de la carretera. La playa a escasos metros y en una cala que salvo en la época seca la disfrutarían los moradores de la propiedad.

Aquella casa le encantó. Se respiraba intimidad, paz, pero cuando salió al jardín camino de la playa la carne se le puso de gallina y unos escalofríos combinados con un olor placentero recorrieron su cuerpo.

Sintió la presencia de Ana en aquel lugar. La misma sensación que experimentó en le chiringuito de Negrita volvía a su cuerpo. La magia de aquel rincón del mundo penetró en sus entrañas, en su corazón. Pero especialmente invadieron su alma. Desde ese mismo instante se dio cuenta que aquel lugar iba a ser su hogar para el resto de su vida. Todas las dudas de donde instalarse. Si en Valencia. Si en Madrid con sus hijos. Si en Cangas con su amigo. Si…. Lo tenía claro Puerto Viejo y la magia de esos minutos de estancia le habían conquistado.

Al salir del bosque, de palmeras que protegían la selva de la playa y del Caribe, le hubiera gustado gritar con todas sus fuerzas el nombre de su esposa ¡ANA, ANA, ANA! Repetía una y otra vez su mente seguro de ser escuchado por ella. La sentía a su vera, alegre, sonriente, feliz. Percibía ese aroma inconfundible de su amada. Veía con claridad su sonrisa y unas lágrimas resbalaron por sus mejillas. No chilló para desahogarse porque le acompañaba el Negro y don Máximo de lo contrario hasta los habitantes de Limón habrían escuchado su grito.

Todas esas sensaciones, combinadas con la información de imágenes, que llegaban a su cerebro: de la bahía, de la playa, de aquellas aguas, de la magia del Caribe, en aquel rincón del mundo. Pero especialmente el convencimiento que su alma flotaba en aquel lugar, le confirmaron su decisión de instalarse en esas tierras.

Mientras el Negro se encargó de deshacer los equipajes y poner en funcionamiento la cabaña. Gonzalo en compañía de Don Máximo abandonó la propiedad. Se acercaron a la entidad del Banco de Costa Rica en Puerto Viejo y sentados frente al director de la entidad se presentó.

El directivo estaba avisado por su presidente de la pronta presencia del español y se desvivió por atenderle.

- No se preocupe don Gonzalo. Puede irse con tranquilidad de regreso a España, que me encargaré personalmente de resolver todos los trámites para la adquisición de esa propiedad. Para cuando regrese lo tendrá todo dispuesto para sellar los documentos con su firma.

Todo fueron atenciones y desvelos por parte de aquel directivo. Don Máximo quedó impresionado tras observar que, el mismo presidente de la entidad del País, llamaba en el transcurso de la conversación interesándose por la marcha con aquel personaje al que acompañaba.

Abandonaron la entidad bancaria para regresar al chino y despedirse de don Máximo. De regreso a la cabaña comprobó que don Salvador tenía todo en orden. Como se aproximaba la hora del almuerzo Gonzalo propuso volver al chiringuito de Negrita para tranquilizar sus estómagos.

- ¡Mi Viejo! ¿Se me va usted a destapar como un viejo verde como el cabrón de don Máximo? ¿Creo que Negrita le ha trastornado? Pero no me extraña viejo. Esa criatura es capaz de resucitar a un muerto.

Gonzalo sonrió ante la salida del Negro pero quedó en eso. No le apetecía dar explicaciones.

Pero sin duda Salvador tenía razón aquella criatura le había tocado la fibra floja. Comenzaba a dudar si no sería posible la reencarnación y su amada, su Ana, se había dejado caer en aquella nativa.

Ver de nuevo aquella sonrisa rasgando las mejillas de Negrita le paralizó por unos instantes. Sentía el alma de su esposa muy cerca. Volvía a percibir su aroma en aquella criatura, y si saber como ni cuando, se encontraba sentado a la mesa junto al Negro y degustando una enorme bandeja de camarones con arroz, verduras y una buena ración de papas fritas.

Era incapaz de ser consciente del tiempo transcurrido, ni lo sucedido, desde la sonrisa de Negrita hasta ese instante donde su bandeja quedaba inmaculada por un pedazo de pan.

- Negro la casa es muy grande. Tendremos que contratar personal para su correcto funcionamiento. Al menos dos o tres para la casa y cocina. Para el jardín y sus alrededores otras dos personas más.

Salvador le tranquilizó, se encargaría personalmente de contratar al personal dentro de gente de su confianza, principalmente familiares. El Negro y luego el mismo Gonzalo confeccionaron un inventario, para posteriormente plasmarlo en una lista de aparatos, alimentos, bebidas y material de pesca especialmente.

Salvador había comprobado el material de la choza adjunta como le dijo don Máximo. Aunque estaba todo, la mayoría era carne de basurero. Su vieja barca no servía ni para leña y Gonzalo le encargó adquirir una para poder empezar cuanto antes la pesca.

La sobremesa prosiguió con los preparativos y la organización de su nueva morada. Salvador se dio cuenta de la reacción de su amigo al conocer a Negrita y le lanzó una sugerencia.

- Voy a preguntar a Negrita si puede quedar libre sin problemas y nos la traeremos a la cocina.

Además de ser una gran trabajadora prepara unos platos exquisitos, especialmente la langosta. Tiene una receta de su abuela, que pasó a su madre y ahora la maneja ella, que se chupara los dedos.

Las palabras del Negro le bloquearon, dejó de hacer lo que tenía entre manos y escuchó atentamente sus palabras. Pero reaccionó rápidamente y prosiguió con su cometido. “No estaría nada mal tener a esa criatura danzando por la casa”. Pero inmediatamente se recriminó. “El machismo lo llevo en la piel”. “Desde que me cruce con Ella me he vuelto un viejo verde”. “La culpa la tiene que tener estas largas semanas sin sexo”.

“Pero lo cierto es que con Ángela no ocurrió nada parecido y de eso solo hacía veinticuatro horas”. “Sin duda Puerto Viejo y Negrita me embrujaron”.

Gonzalo se separó del Negro, se despidió con una sonrisa y un gesto de mano para subir al todo terreno y abandonar el local. Mientras se deleitaba con la sonrisa de Negrita, que acompañada de su pariente lejano, en el puesto proseguían conversando.

- Negrita le gustaría venir a trabajar para el Viejito. Nos hace falta personal en la cabaña y seguro que le pagaría mejor que ese cerdo de patrón que tiene.

Fue terminar la frase cuando “el gringo” asomaba por la puerta de la cocina. Le había oído perfectamente. Se quedó blanco de pavor. Era consciente que no había ninguna posibilidad de arreglo y permaneció inmóvil dispuesto a asumir una buena paliza. Pero ante su asombro la pagó con Negrita.

- Espero puta negra que no se te pasará ni siquiera por la imaginación el dejarme. Porque te follaran mis perros y luego tus restos los tiraré a los tiburones.

Descargó toda su agresividad contenida contra El Negro en un par de bofetadas en la joven que le hizo perder la verticalidad y sangrar considerablemente por la nariz y boca.

Negrita permaneció en el suelo, hasta que su patrón abandonó el local entre insultos y maldiciones, cuidándose de no levantarse hasta su salida. De lo contrario habría recibido algún que otro regalito. Al pasar junto al Negro y en voz baja no pudo evitar lanzarle una amenaza.

- Hijo de tu chingada madre. ¡Puto negro! Aléjese de mi vista y deje en paz a mi negra. Y de esto ni una palabra si no quiere que le entierre vivo. ¡Hijo puta!

Salvador permanecía en la misma posición que tomó cuando fue sorprendido sin posibilidad de reacción. Hasta varios minutos después de haber abandonado el local aquel salvaje.

Justo cuando Negrita se lavaba la cara y aplicaba hielo, con una servilleta, en sus mejillas. Estaba claro que Negrita no sería una de las personas contratadas para la cabaña. Lamentándose Salvador de ello pues era un buen fichaje y a su amigo se le notaba interesado en tenerle entre el personal.

Se metieron pronto en la cama. Llevaba unos treinta minutos tumbado cuando se levantó de un salto y despertó al Negro que ya había logrado conciliar el sueño.

- Salvador se nos olvidó anotar unas hamacas. Al menos alguna para el porche de abajo y otras para el de arriba.

- Maldito cabrón y para eso me despierta.

Gonzalo sonrió y El Negro confirmando que las compraría se dio media vuelta y volvió a recuperar el sueño. Negrita, el viaje, Puerto Viejo, su deseo de instalarse allí, le habían desvelado. Se metió su MP3 en el bolsillo, conectó los auriculares a sus oídos y salió de la cabaña para acercarse a la playa y observar el mar. Sobre un tronco seco cercano a la arena se sentó y pudo contemplar las olas, gracias a la tenue luz de una luna llena. Sentir la caricia de la brisa en su rostro, pero especialmente meditar sobre los últimos acontecimientos.

Al girar la cabeza para mirar hacia uno de los extremos de la cala le dio la sensación de distinguir el movimiento de una persona. Se mantuvo expectante pero ante la tranquilidad lo olvidó. “Entre estas dos palmeras mañana mismo pongo una hamaca para venirme por las noches a disfrutar de estos momentos”.

Los dos amigos en el todo terreno se dirigieron en primer lugar al puesto de Negrita.

- Buenos días Mi Viejito. ¿Qué tal su primera noche en Puerto Viejo?

- Buenos días, Negrita.

No se atrevió a poner el pronombre posesivo delante. No se conocían prácticamente. Al contrario. A él le encantó escuchar. Mi viejito.

- Mi viejito. Hoy si tengo bizcocho para usted.

El tono picante, gracioso e incluso malicioso, acompañado de una picara sonrisa sonrojó a Gonzalo. Provocando la carcajada de Salvador, y a coro con Negrita. Desayunaron y él poco a poco recobró la normalidad, aunque no se atrevió a mirarle a los ojos, durante el tiempo que permaneció en el establecimiento. Un hasta mañana procurando no cruzar su mirada con ella finalizó el encuentro.