CAPÍTULO III
BUENOS AMIGOS.
A la hora de la cita, ni un minuto antes ni uno después, sonaba el
timbre. Uno de los principales defectos era su puntualidad Suiza. Fue el
servicio quien atendió la puerta y pasó al joven al salón para ir en busca de
la señorita de la casa. Se encontraba en el servicio terminando de ducharse,
por ello fue la señora quien salió para atender a Julián. De nuevo el saludo
cortés de aquel adolescente le encantó y no pudo evitar aproximarse al muchacho
y plasmar dos sonoros besos. Luego se acomodó frente a él y entablaron una
sorprendente conversación.
Aquella
mujer no podía entender la madurez de ese adolescente pero especialmente su
mentalidad tan progresista, con sus escasos catorce años y en la España de los
sesenta. Ni una incorrección, pero especialmente le sorprendió cuando con una
exquisita educación expuso su opinión en contra de lo manifestado por ella.
Argumentando su razonamiento. Sin afirmarlo porque sí, acción nada común en la gente
de esa sociedad pero más sorprendente que partiera de un adolescente. La
opinión que tenía aquel muchacho sobre el amor le dejó pensativa. Especialmente
con esa frase de su madre sobre estar predestinado desde el inicio de la
creación. De inmediato se percató que era un joven que había, y continuaba
leyendo mucho. Su riqueza de vocabulario, pero
especialmente su modo de confeccionar las frases le sorprendieron.
Pero luego cuando le propuso hablar en francés para practicar un poco el
idioma le dejó aturdida. Con una gran pronunciación y una más que aceptable
composición de las frases.
¿Has leído mucho en francés? ¡No me cabe la menor duda!
Se lo confirmó aunque estaba segura que así era. Le contó que pasaba con
frecuencia a Francia durante los veraneos en Donostia y poco a poco fue
interesándose por aquel dulce idioma. Ella en tono irónico y algo picante
comentó.
¿Ibas a ver películas porno?
Sin el
menor sonrojo y con una naturalidad impropia de una persona por formar,
contestó con una de sus frases preferidas cuando se tocaba el tema del sexo.
No,
señora. Yo en ese terreno soy muy religioso sigo los consejos de Santo Tomas. Si no toco no creo.
Las
carcajadas sorprendieron a su hija que entraba en esos momentos en el salón y
casi al mismo tiempo que besaba las mejillas de su amigo interrogaba a su
madre. No daba crédito a las salidas de aquel muchacho educado y con una
facilidad para contestar a impertinencias con elegancia e ironía. Sin aclarar a su hija las causas de sus carcajadas dejó a los
dos jóvenes en el salón mientras comentaba.
Hija este chico promete.
Sara sonrió a la salida de su madre y tomando la mano de Julián le
invitó a que le siguiera. Anduvieron por varias dependencias de la casa hasta
llegar a la habitación de la joven en la planta superior del chalet.
Frente a una gran mesa de despacho se sentó al tiempo que le ofrecía un
sillón a su profesor particular. Estuvieron repasando matemáticas por espacio
de hora y media. Por fin se levantaron, el servicio les comunicó que su madre
les esperaba en el salón donde les habían preparado la merienda. Previo permiso, la
madre de la joven les acompañó y mientras ingerían los alimentos comentaron
sobre diversos temas. Durante unos veinte minutos, Julián fue enterándose de
los problemas por los que pasaron las dos mujeres. Regresaron a la habitación y
le invitó a sentarse en el sofá. Se aproximó y abrazándolo depositó sus labios.
Trató de evitar la muestra de cariño pero le fue imposible, cuando sus químicas
se intercambiaron ella sorprendida por la actitud inicial de él, le preguntó.
¿No
te gusta?
Julián
cambió su expresión y con la madurez de un adulto explicó a su compañera su
visión sobre las relaciones entre una pareja. Era una
chica encantadora, de una belleza indiscutible. Si. Le había encantado aquella
muestra de cariño, repetiría a ojos cerrados. Pero manifestó su deseo de ser
franco. Entonces ella volvió a la carga solicitando si se dignaba a darle un
nuevo beso. Su respuesta fue inmediata.
“Oh! grand nigaud qu't'es bête. Ça s'fait sans s'demander!”
Sonrió acercando sus labios a él, los dejó reposar, mientras sus
químicas se encargaban de poner pasión y encanto a la muestra de cariño. Era
consciente que no iba a ser la mujer de su vida. Encantadora, divertida,
espontánea, picarona, educada, con clase y desde luego besaba como hasta la
fecha no había intercambiado unos besos con tanta química. Aunque a decir verdad
tampoco había tenido mucha experiencia en las relaciones con chicas.
Hasta esa fecha solo había besado a un par de
jovencitas, pero desde luego nada que ver con la química surgida en esta
ocasión. Julián le explicó su manera de pensar y especialmente su deseo de no
dañar sentimentalmente a nadie. Sara escuchaba atónita la confesión de su
amigo. Hasta que rompió su silencio.
Eres un ser increíble, jamás me he cruzado con un joven con esa madurez.
Espero
que seamos buenos amigos.
Asintió pero le aseguró que no creía en la
amistad entre un hombre y una mujer. El instinto primario del sexo era muy
elevado en él y por nada del mundo le gustaría dañarle. Amén de ser consciente que sexo por sexo le resultaría muy difícil caer en
ese juego.
De camino a casa las dudas mantenían su mente ocupada pero aguardaría a
meterse en la cama para analizar con tranquilidad esa encantadora velada.
Mientras tanto en el chalet de Sara, madre e hija comentaban sobre el
muchacho y ambas se extrañaban de haberse tropezado con una persona de esas
características. Era con catorce años un adulto. Con principios y valores
propios de personas muy castigadas por la vida y lo cierto era que había
llevado una vida de rosas. Nacido en una familia de una gran posición y educado
en el mejor colegio de la capital. Los días, las semanas, los meses
transcurrieron y los dos se vieron con cierta asiduidad. Sara pudo comprobar la
bondad de aquel muchacho. Así como de inmediato desnudó a su hermana pequeña.
Soberbia, envidiosa, coqueta, deseando ser el centro de atención.
Con gran cultura pero pedante que le restaba
todo el merito. Su hermano mucho más formado que ella, principalmente por su
enorme afición a la lectura, sabía estar a la altura en cualquier momento o
circunstancia, con una discreción, humildad y generosidad que lograba hacerse
con todo el mundo. Su hermana siempre se desplazaba con el chofer a todas
partes, mientras que su hermano la mayoría de las ocasiones las hacía con el
transporte público, con la única salvedad de ir en motocicleta cuando el tiempo
lo permitía. Vestía con elegancia pero con sencillez,
no le gustaban las joyas ni los grandes relojes. Casi siempre portaba un reloj
digital, que le trajo su padre en uno de sus múltiples viajes.
Aquel sencillo muchacho le había ayudado a superar las matemáticas e
incluso le había cogido gusto a eso de hacer problemas.
Al llegar la semana santa el grupo se reunió en casa de Julián para
planificar la semana de Pascua. Habían decidido realizar una acampada en la
sierra madrileña. La climatología para esos días pronosticaba una semana
soleada y sin frió. Hubo algunas pegas especialmente por parte de las
chicas, pero al asegurar que acamparían en la finca que poseían los padres de
Julián y que ellos mismos estarían en esas fechas allí, accedieron.
Asistieron a las celebraciones religiosas de esa semana previa pero
también disfrutaron preparando la acampada. El lunes de pascua lo dedicaron a
comprar todo lo necesario para ser autosuficientes durante el resto de la
semana. Saldrían ese mismo lunes después de comer todos en casa de Julián.
Mientras que la madre y el padre se
ofrecieron para llevarlos hasta la finca en dos coches. Él le había propuesto a
su hermana que fuera con ellos, pero la princesa no estaba para dormir en el
suelo o sobre una colchoneta hinchable.
Antes del anochecer tenían montadas las tiendas y se habían organizado
para pasar unos días disfrutando de la Naturaleza. A menos de quinientos metros
se encontraba la finca de los padres de Julián. Pero se habían propuesto no
tener que utilizar para nada la casa. Cincuenta metros más abajo, serpenteaba
el rió y una pequeña cascada entre las rocas les permitiría disponer de ducha.
Con el solario cercano, unas grandes rocas planas donde podrían tomar el sol en
las horas altas de la mañana.
Sara desempaquetó una hamaca que le
regaló su madre en uno de sus viajes a Costa Rica y con ayuda de Julián
buscaron dos árboles donde amarrarla para recrearse en aquel artilugio
flotante.
Esa misma noche tras la cena la pareja se perdió en aquella hamaca con los
sacos y un par de mantas para deleitarse con el espectáculo de la noche. Hacia
fresco pero la temperatura se podía soportar. El firmamento completamente
despejado y recargado por millones de estrellas, que pegadas en el firmamento,
mostraban la inmensidad del universo.
Ahí
tienes el hotel de mil estrellas que te prometí.
Comentó Julián con ironía mientras ella rasgaba las comisuras de sus
labios para mostrarle toda la belleza, dulzura y encanto que portaba aquella
sonrisa.
Inmersos en los sacos y cubiertos por las
mantas, permitiendo un ínfimo espacio para poder ver el exterior se enredaron
los dos. Salían con cierta asiduidad pero la relación
entre ambos era de mera amistad. Mientras que la de sus respectivos amigos se
había estrechado bastante, coincidiendo con ese primer amor de la adolescencia.
Sobre la una de la madrugada abandonaron la hamaca, pues comenzaba a
nublarse y el fresco era cada vez un poco más intenso. Se perdieron en sus
respectivas tiendas para descansar y volverse a reencontrar por la mañana en el
desayuno.
Julián se levantó con la primera claridad del día. La manecilla pequeña
del reloj acababa de pasar las seis
cuando abandonaba la tienda y comenzaba a caminar entre los matorrales y las
piedras de la sierra.
Subió
a una pequeña loma cercana al campamento. Sobre una gran roca permaneció, bien
abrigado con su zamarra, por espacio de dos horas. Meditaba sobre sus
dificultades en latín y sus constantes enfrentamientos con el cura de la
asignatura. Le gustaba pasarse con la gente y era algo que le sacaba de sus
casillas. Había tenido varios enfrentamientos, por supuestos con su educación
exquisita pero que le costó por primera vez en su vida un parte de incidencias
y permanecer durante varios recreos en el despacho del director. Recordaba esa
mañana como si la estuviese viviendo en esos momentos. El cura en cuestión se
metió con su amigo Juan y de inmediato saltó en su defensa. Ya lo había hecho con anterioridad con otros compañeros. Y
aquel cura le tenía ganas.
Fue picando al adolescente y como no logró sacarlo de sus casillas para
tener mayor fuerza con la sanción optó por hacerle un parte y mandarlo a
dirección por desobediencia al profesor.
Sabía que con ese profesor de no aprobar por sus propios medios aunque
le quedara solamente esa asignatura no podría presentarse en Junio a la
reválida. Le llegaron los recuerdos de su madre enfrentándose con aquel
sacerdote al querer que se confesara, como era norma, los viernes con él.
Julián se negó en rotundo provocando la entrevista con su madre.
Los
labios de Sara descansando en sus mejillas le saco de las meditaciones y
recuerdos. Tras los buenos días la pareja bajó al campamento para colaborar en
la preparación de los primeros alimentos de la jornada.
No
tardó en improvisar una red de Voleibol, para una vez desayunado, recogido los
trastos y fregar los cacharros, montar un campo para jugar un partido.
En
medio de la partida les sorprendió la llegada de sus familiares. Pues los
padres de Julián invitaron a los matrimonios a pasar el día en la finca de la
sierra. Nada más llegar, se acercaron para ver a sus hijos y el campamento
instalado. Sorprendiéndose por la limpieza del lugar. Pero
Julián, era un amante de la Naturaleza, siempre que aparcaba en algún lugar
aunque fueran unas horas lo dejaba en mejores condiciones que a su llegada.
En las sillas plegables se pusieron junto al terreno de juego y
disfrutaron viendo el partido de sus hijos. Entre bromas y comentarios de las
jugadas pasaron la mañana.
Los jóvenes en compañía de sus familiares se apuntaron a comer en la
finca. Luego se darían una buena ducha y se perderían por la discoteca cercana
la urbanización del pueblo.
El fin de curso se aproximaba. Julián se temía el suspenso en latín. Su profesor le
aseguró que si no iba como todos sus compañeros a confesarse los viernes con él
no le lanzaría un cable al final de curso. Podía amenazarle, castigarle, jamás
renegaría de sus principios. No confiaba para nada en aquel hombre, que Dios
sabe que le llevó a jurar los votos religiosos. Confiaba mucho más en el
párroco de la Adoración Nocturna y siempre que necesitaba estar en paz con el
Señor aprovechaba las noches de la vigilia para tranquilizar su alma. Jamás se
le ocurrió confesarle al sacerdote de su clase que iba a la Adoración Nocturna
y mucho menos que solía confesarse con aquel sacerdote. Los asuntos personales
y especialmente los de su alma a nadie le importaba un pepino salvo al de
arriba y a él mismo.
En esa semana debían hacer el pago del viaje de fin de curso. Aguardó a
su padre para conversar sobre el asunto. Le dejó las cosas muy claras, si no
tenía seguridad en aprobar todo en Junio lo mejor era no pagar el viaje. Pero
si tenía la certeza o quería arriesgase podía reservar plaza, pero de suspender
no le dejarían ir y ese dinero se lo restaría de su paga semanal hasta que
cubriera el total. En eso su padre era inflexible. Julián optó muy a pesar suyo
por renunciar a la reserva de la plaza. No se fiaba ni un pelo de su profesor,
ni tenía la seguridad de poder superar la asignatura.
Estudió
como un loco, entregándose por completo al latín perdiendo la oportunidad de
salir los fines de semana con los amigos o con Sara. Pero al llegar el examen
se percató de la maniobra de aquel infeliz. Porque no tenía otro nombre. El
examen con el que se encontró era de una gran dificultad. Se examinaban solo
los cuatro alumnos de los treinta de la clase pues el resto había aprobado por
curso. Pero lo que enojó al muchacho fue que mientras el de los otros tres,
aunque también diferentes no tenían la misma dificultad que el que le tocó
realizar. Estaba claro que Septiembre le esperaría para realizar el latín y la
correspondiente revalida.
En
Barajas se despedía de sus compañeros de curso y aun tuvo que soportar las
ironías de aquel que se llamaba religioso.
Al regresar a casa, tras desear un buen viaje a sus amigos, le
sorprendió las noticias que transmitía la televisión, informando del trágico
accidente en Barajas. El avión con destino a Roma colisionó con otro y no había
supervivientes. Era el vuelo de sus compañeros. Pudo ver los rostros de los
padres de Juan, los de Rafa, los de Nacho y del resto de compañeros de curso.
El director del centro desolado comentaba el trágico accidente. Julián
permanecía petrificado ante la caja boba incrédulo a lo que escuchaba. Su madre
se aproximó y tras abrazar a su niño le preguntó si deseaba ir al aeropuerto. No pronunció ni una
sola palabra, besó a su madre y abandonó la vivienda para perderse con su
motocicleta en la finca de la sierra. Los guardas se extrañaron al ver al
señorito, pues su rostro expresaba su estado y no les pudo ocultar los
lagrimones que correteaban por su rostro.
De inmediato Fulgencio, el guarda, telefoneo
a casa del muchacho para comunicar a sus Señores lo del chico. Fue la madre de
Julián quien atendió al teléfono y les explicó lo sucedido.
Mi
esposo y yo nos acercaremos, déjele tranquilo solo si solicita algo atiéndanle
luego arreglaremos cuentas. Pero si no pide nada
déjenlo conozco bien a mi hijo y puede que donde fuera a continuación no lo
localizaríamos.
Gracias Fulgencio.
Nada mas colgar tecleó el teléfono de las
oficinas de su esposo, se estaba enterando en esos momentos de lo sucedido e
iba de inmediato a casa. Ella le comentó la reacción de Julián y donde se
encontraba. Tranquilizó a su esposa y en menos de veinte minutos se presentó en
la mansión para juntos acercarse a la finca de la sierra.