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CAPITULO - XIX -
Pierre estaba agotado había sido una semana
terrorífica. Se había pateado Madrid, de norte a sur y de este a oeste. Mantuvo
conversación con infinidad de personajes. Pero el encuentro con Jimy había sido
terrible. Durante su última entrevista estaba hablando cuando murió. No tenía
familiares o se desentendieron. El caso es que nadie se presentó. Pierre sintió
tal lastima por aquel ser humano que se hizo cargo de su incineración y
entierro. También pudo comprobar la calidad humana de su anfitriona en Madrid.
Lo había visto tan hundido que cuando le comentó lo ocurrido le acompañó para
despedir en su último viaje al desdichado aquel. Se presentó con una gran
corona de flores. Fue una ceremonia sencilla. En la sala del crematorio, tan
solo, se encontraba, el féretro, ellos dos y el empleado de turno. Unas
lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de su acompañante. Pierre la
contemplaba y su gesto expresaba la sorpresa que le estaba causando la reacción
de aquella mujer. “Si que es sentimental, derramar unas lágrimas por este
infeliz, que no conoce de nada”. Pensó, pero al finalizar el sencillo acto, le
explicó que un hermano había fallecido de la misma enfermedad que aquel
desdichado y precisamente en ese mismo crematorio lo incineraron. Durante la
ceremonia le llegó a su mente el recuerdo de aquel acto y de ahí que se
emocionara.
Iban de regreso a casa, la alegría de
aquella mujer le levantó el ánimo y sin más le invitó a comer fuera de casa. Lo
hicieron en un restaurante típico donde la comida era, a base, de marisco. La
gracia y la naturalidad de aquella mujer le hicieron olvidar aquella terrible
semana.
En su habitación recapacitaba sobre todo lo
investigado. Estaba claro que José había fallecido y Paco era su sustituto. Dos
cosas podían haber ocurrido. O Paco era un autentico cínico y embustero, o no
era consciente que sustituía la personalidad de otro. Esta versión era la más
verosímil según lo investigado. Con la perdida de memoria alguien se había
aprovechado y se encontró con una situación ideal para hacerle creer que era
otra persona. Pero ahora habría que averiguar los motivos por los que
conscientemente alguien había sido capaz de tal atrocidad. Haber tenido a una
familia, durante años, con esa tensión no podía tener perdón de nadie en este
Mundo.
Su investigación en la capital española
había finalizado. Averiguar donde se encontraba el cadáver de José sería algo
más que imposible. Con toda certeza la respuesta la encontraría una vez más en
los de siempre, Bernard y Marie. Jimy se había pasado esos últimos tres años
tratando de averiguarlo y no había conseguido absolutamente nada. Por otro lado
recapacitaba. “Solo Jimy le habló de la enfermedad de José. A todos sus amigos
y conocidos que mantuvo conversación con ellos, y fueron muchos, no mencionaron
en ningún momento su enfermedad. Todos le remitían a Bordeaux, donde había regresado
con su madre. No era menos cierto que la información que consiguió, nadie le
habló de los últimos siete años. Por lo investigado José no se debió moverse
mucho durante sus últimos años de vida de la capital española y especialmente
de la compañía de Jimy, compartiendo las penas y las alegrías con aquel
compañero sentimental.
Se despidió de su anfitriona madrileña
agradeciéndole todas las atenciones que le había dispensado y le confesó que le
costaría olvidar a alguien tan encantadora como ella. Le dio su dirección en
Francia y le comunicó que su casa estaría abierta de par en par cuando
quisiera.
- Tener una amiga como tú es una bendición
para cualquier ser humano.
Con esas palabras, un abrazo y dos besos en
la mejilla, sé subió al coche, lo puso en marcha y regresó a Valencia.
De nuevo la hospitalidad de aquella familia
le hizo sentirse como en casa. Le sorprendió que aquella mujer que llevaba tres
años intentando saber algo de su esposo no le preguntase. Le hubiera gustado
confesarse y decirle todo lo que pensaba sobre el asunto, pero muy a pesar suyo
tuvo que contenerse y aplaudir la actitud de aquella mujer.
Esa noche habló con Alín. Después de su
semana en Madrid, que fue terrorífica, con la excepción de las veladas que pasó
junto a su anfitriona, hablar con su amor le hizo sentirse el hombre más feliz
de la tierra. Se dijeron todas esas cosas que dos enamorados se suelen contar y
luego ella le aseguró que la agencia comenzaba a funcionar. Había logrado
trabajar en su primer caso. Precisamente esa mañana consiguió cerrar el
contrato.
Fue colgar el aparato cuando recibió esa
llamada tan esperada de Suiza.
- ¿Pierre?
- Sí, el mismo. Dígame.
El encargo se había llevado a
feliz termino, sí bien la discreción en el asunto debía vigilarse hasta límites
exagerados. El precio era alto pero, un sanitario de la clínica, estaba
dispuesto a informar. Exigía la presencia del interesado con el dinero en mano
y con la máxima discreción. El próximo sábado debería encontrarse en una
cafetería de Ginebra al mediodía. Tenía el número del móvil de Pierre y a esa hora
le telefonearía. De no contactar con él, el asunto lo olvidarían.
Agradeció la intervención acertada de
aquella agencia y como faltaban unos días para el sábado decidió relajarse esos
días.
Jugó con las hijas y el hijo de Amparo. Les
invitó a varios espectáculos que se daban en la ciudad. Fueron a la Ciudad del Deporte y pasó
unos días distendidos pero sobre todo muy tranquilos, después de las jornadas
maratonianas de esos últimos días.
El viernes por la tarde Amparo le acompañó
hasta el aeropuerto, en el trayecto Pierre le agradeció que no le hubiera
preguntado sobre la investigación. Le aseguró que las esperanzas estaban en alto.
Disponía de varias líneas de investigación a seguir y hasta la fecha todas
tenían continuidad. Pero era mejor no hacerse excesivas ilusiones.
- En la investigación tan pronto crees que
lo tienes resuelto como te toca volver a empezar. Pero es la primera vez que he
encontrado algo en lo que apoyarme con cierta veracidad. Esos hilos que todo
investigador busca para ir tirando de ellos con la esperanza, de conseguir
mantener el mayor número posible sin que se rompan y al menos uno de ellos te
pueda conducir al desenlace final.
Agradeció de corazón su hospitalidad y la
ayuda que le había proporcionado con esa cantidad de dinero para proseguir con
sus pesquisas sobre el problema. Hasta la fecha, gracias a su colaboración,
solo había gastado los pasajes del avión y el resto estaba intacto para poder
resolver, en Ginebra, la línea si no definitiva al menos la que confirmara de
una vez por toda su teoría.
A su llegada a la capital Suiza los agentes
meteorológicos le recibieron con lluvia. Una importante borrasca estaba
descargando con toda su intensidad en la ciudad. Se desplazó en taxis al lugar
de la cita. Entró tomó un café con leche y buscó algún sitio apropiado para
instalarse durante unos días en la capital.
Al menos era un local limpio, pero después
de su estancia en la mansión de Amparo aquello era casi mísero. Sonrió, su
apartamento no era mejor que aquello, pero los amigos de José le habían
acostumbrado demasiado mal esos días. Se dio una buena ducha y bajó a comer.
Contactó con su media naranja y le contó que por el momento todo marchaba bien.
Al llegar la noche, aunque trató de
acostarse y dormir, el sueño no quería entrar en su cuerpo. Dio mil vueltas en
la cama y por fin se levantó, conectó la televisión y permaneció frente al
televisor por espacio de cinco horas. Por fin parecía que los ojos sé entornaban.
Apagó el aparato y se metió de nuevo en la cama. A los pocos minutos el sueño
se había apoderado de su conciencia y dormía plácidamente.
Se levantó temprano desayunó, bajó a la
calle y como en esta ocasión el sol lucía con timidez decidió dar un paseo por
las calles adyacentes al lugar de la cita y estirar las piernas al tiempo que
relajaba los nervios. Observaba a la gente como se desplazaba nerviosa y
apresurada a sus lugares de trabajo. El bullicio invadía poco a poco las calles
de la ciudad. Entró en un parque cercano al lugar de su alojamiento y paseó entre
jardines. El sonido provocado por el canturrear de las avecillas, que ocultas
entre el ramaje, picoteaban, o jugaban de rama en rama tratando de vivir ese
nuevo día, le cautivó.
A las once y media, inició el regreso. Sin
prisas, con paso reposado se presentó en la cafetería en cuestión. Tomó asiento
y aguardó impaciente la llamada esperada. Pasaba un minuto del mediodía cuando
su móvil sonó lo descolgó, pero la comunicación sé había cortado. Dos minutos
después la misma operación. Pero en esta ocasión estuvo atento y apunto el
número que estaba realizando la llamada. El mismo resultado, al descolgar el
teléfono la comunicación se cortaba. Aguardó pacientemente. Si no volvía a tener
noticias llamaría él al teléfono en cuestión. No fue necesaria, de inmediato
una joven que no llegaba a los veinte, se sentó junto a él. Con la sonrisa en
sus labios y sin quitar la mirada de Pierre comentó.
- Un buen móvil. Ha sonado las dos veces que
he marcado su número.
Pierre respondió a la sonrisa con otra, dejó
transcurrir unos segundos y se decidió a contactar.
- No esta mal la estrategia para averiguar,
quien es la persona, con la que ha quedado. Soy, todo oído.
De nuevo la pausa en el intercambio de
frases se produjo. En esta ocasión se prolongó algo más pero al fin la joven
volvió a intervenir.
- La verdad es que si usted no me dice, de
que se trata, el objeto de su investigación difícilmente podré ayudarle.
Pierre comenzó a relatar cual era la
información que estaba buscando. De inmediato sacó una pequeña libreta y fue
anotando los datos que aquel apuesto joven le pedía. Le dio las fechas de la
estancia de José en la clínica y su deseo era conseguir la mayor información
sobre la operación que se llevó a cabo en aquella fecha y con aquel hombre. Si
había fotos las quería y cualquier informe sobre el personaje en cuestión.
La joven permaneció atenta a los detalles
que le daban. Apuntó con meticulosidad toda la información y cuando Pierre
terminó de informarle, de nuevo con la sonrisa en su rostro, comentó.
- Toda esa información le costará
veinticinco mil francos. Diez mil ahora y los otros quince al recibir la
documentación que solicita.
Pierre trató de regatear y bajar el precio
pero aquella joven guardó la libreta y el bolígrafo en su bolso e hizo
intención de irse.
- Está bien. ¿Pero cómo puedo estar seguro
que tras darle esos diez mil usted no desaparece y me quedo sin nada?
No tardó en responder. Casi no había
finalizado la pregunta cuando contestaba.
- Bueno es algo a lo que debe arriesgarse si
desea esa información.
Pierre dudaba, no tenía experiencia en ese
tipo de negociaciones, temía darle el dinero y perderlo, pero la información
era clave para poder llevar pruebas tangibles. Lo que tenía hasta la fecha eran
declaraciones pero de poco valor jurídico y de fácil desmantelamiento de las
mismas. Se dejó guiar por su intuición y le tendió el dinero.
- El próximo sábado a la misma hora y de la
misma forma.
Fue pronunciar esas palabras y abandonar el
local. Ni siquiera se despidió. Pierre se quedó bloqueado. “Una semana” “¿Y que
hago yo aquí durante una semana?”.
Sin pensarlo dos veces anduvo hasta su
alojamiento pagó la cuenta y reservó habitación para el siguiente viernes. Cogió
un taxi y se traslado directamente a París y de allí a casa.
Al taxista le dio la dirección de las
oficinas que había abierto en compañía de Alín. Al cruzar la puerta del
despacho se encontró con ella trabajando en su primer caso. Un asunto de
faldas. La mujer se sentía engañada por su esposo y deseaba que investigaran si
había otra en su vida.
Alín se levantó precipitadamente al verle
entrar, fundiéndose la pareja en uno solo. Cuantas cosas había por contar. Se
sentaron en el tresillo del despacho y permanecieron toda la mañana contando
las investigaciones que habían estado llevando. Aquella profesión era
apasionante llegó a comentarle Alín. Comieron en el despacho con la comida que
pidieron a un restaurante de alimentos preparados. Durante la misma siguieron
contando sus historias y después de una corta sobremesa cada uno se puso a
trabajar con lo que llevaba entre manos. Pierre se metió en el otro despacho y
estuvo ordenando todas sus notas, recopilando conclusiones y descartando
pistas. Ciertamente estaba muy claro José debía haber fallecido y Paco lo había
sustituido. Estaba seguro que él era la victima de todo aquel tinglado
organizado entre Bernard y Marie. De eso estaba convencido pero precisaba
pruebas para confirmarlo. De repente se levantó del sillón entró en el despacho
de Alín, que en esos momentos estaba tratando de conseguir un nuevo caso, le
dio dos besos y se despidió.
- Cariño vuelo a Bordeaux ya te llamaré y
explicare el motivo.
En Bordeaux procuró no encontrarse ni con
José, ni Bernard, ni Marie. Deseaba investigar que sucedía en el holding,
cuando se produjo el cambio de Paco por José. Hablo con Michel, y con infinidad
de empleados de los viñedos y bodegas. Contactó, en la cárcel, con los tíos de
José y buscó en la prensa de la época las noticias que tuvieran relación con el
propósito de su investigación. Los periódicos, las conversaciones, con Michel y
sus tíos, le aclararon bastante la situación. Grabó todas las conversaciones
que mantuvo con los diferentes personajes, sacó fotocopias de todas las noticias
de esos meses que tenían relación con el caso. Especialmente los ecos del
juicio contra sus tíos. Cuando el viernes muy temprano llegó de nuevo a casa
tuvo el tiempo justo para dar-se una ducha prepararse el equipaje y regresar al
aeropuerto para trasladarse a París y de ahí a Ginebra. Le dio tiempo para
darle un beso a Alín y rogarle que guardara toda la documentación que había
traído en la caja fuerte.
Durante los vuelos reflexionó sobre el caso
que le ocupaba las veinticuatro horas del día. A grandes rasgos el motivo, de
la sustitución de Paco, era sin duda, económico. Estaba claro que si no
aparecía José el holding habría ido a manos de los cuñados de Marie y el
enfrentamiento entre ellos era claro y evidente. Mientras el padre de José
vivió la tensión se controlaba gracias a la presencia del jefe del clan, pero
con su muerte se vio clara la lucha entre ambas partes. Pero como todo había
pasado a manos de su hijo, aunque conseguían más que con su padre, ellos
ambicionaban tener el control del Holding. En el testamento del que había
sacado una copia todo, salvo el antiguo caserón que era para Marie, pasaba a
manos de José, pero si éste fallecía las propiedades pasarían a manos de sus
hermanos. No había duda que la justificación de cambiar la imagen de Paco por
la de José, tras el fallecimiento de éste, estaba clara. El plan trazado con
seguridad por Marie y Bernard no había podido ser mejor preparado. Encontrarse
con Paco en las circunstancias que se dio no les había podido salir mejor la
increíble trama que montaron. Estaba seguro que su tesis era la correcta. Suiza
se lo confirmaría. “Que cerca estoy” Pensaba cuando el avión tomaba pista en el
aeropuerto de Ginebra.
Se instaló en el mismo hotel del fin de
semana anterior y rebosante de felicidad por haber conseguido resolver el caso
en poco tiempo relativamente se dedicó a pasear por las calles y parques
cercanos. Esa noche le costó conciliar el sueño. Deseaba regresar a casa poner
en orden todo y con todas las pruebas presentase ante Marie y Bernard.
Reflexionó sobre diferentes alternativas. Y con esas cavilaciones consiguió
recuperar el sueño.
Se despertó tarde, se había dormido
cerca de las cinco de la madrugada y cuando el sueño se apoderó de su cuerpo se
quedó tan profundamente dormido que al abrir los ojos y ver el reloj pegó un
salto tal de la cama, que pensó que había volado. Se vistió en un abrir y
cerrar de ojos y en unos minutos se traslado a la carrera desde el hotel hasta
la cafetería. En el preciso momento que cruzaba el umbral el reloj de pared
daba las doce campanadas de ese nuevo día. Se sentó jadeando, pidió un fuerte
desayuno y esperó a que sonara el móvil. Pero eran y diez y no había recibido
ningún aviso. Estaba impaciente y si no se presentaba. Tenía bastantes pruebas
pero ninguna sería tan definitiva como la de la clínica.
Finalizo su desayuno y ni la menor señal de
vida de la joven enfermera. Estaba desanimado, su intuición le había fallado y
esa joven se había aprovechado de su falta de experiencia. Iba a abandonar el local,
pues pasaba ya una hora, cuando al salir por la puerta alguien se dirigió a él.
- ¿No quiere lo que traigo?
Al girarse comprobó que no era la enfermera
con la que había hablado el sábado anterior. Se trataba de un joven de edad
parecida. Al tiempo que tomaba asiento junto a él, le ofreció un maletín. Lo
iba a coger pero el joven le comentó que debería darle antes algo a cambio.
- La otra vez confié yo en ustedes ahora
mientras no vea el contenido no le soltaré el dinero.
El joven retiró el maletín y se levantó.
Pierre se dio cuenta que titubeaba, miraba de reojo y decidió quedarse quieto,
sin reaccionar. Como si no le importara que se fuera. Abandonó el local, sé
alejó unos metros y regresó sobre sus pasos.
- Esta bien, pero hágalo con discreción.
Comentó al tiempo que le daba el maletín y
se sentaba junto a él. Pierre con parsimonia lo abrió y sin sacar la
documentación del mismo anduvo ojeándo en su interior. Había más información
de la que se esperaba. Fotografías de Paco y de José en todas las perspectivas.
Analíticas y reconocimientos de todo tipo del paciente. La hora de ingreso y
los nombres de los que acompañaban al paciente. Bernard y Marie. Cerró los
ojos, dio un profundo suspiro al tiempo que su cuerpo se inundaba de una
felicidad indescriptible, sacó los quince mil francos que faltaban por abonar
según lo acordado y levantándose con el maletín en la mano se fue directo al
hotel, liquido la cuenta y puso rumbo a casa.