viernes, 21 de noviembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- TERCERA PARTE- ESTER- CAPÍTULO 2- EL NACIMIENTO. MI NIETA

CAPITULO SEGUNDO EL NACIMIENTO. MI NIETA

 

 

   Julián soportó mejor de lo esperado aquella improvisada invitación, el trato que le dispensó la familia fue increíble. Con una naturalidad y una espontaneidad incluso por parte de los pequeños que le sorprendió. Se habló de tantas cosas en esa sobremesa que llegó a emocionarse profundamente. Los hijos de aquella conocida, intima de su Anki, le confesaron capítulos de su vida. No podía dar crédito a lo que estaban captando sus oídos. Anki no solo era conocida por los componentes de esa familia, le tenían casi en un altar. Él se presentó en la casa junto a Isabel, amiga de su amor, había sido imposible transmitir tanta información en los momentos que se separaron, para atender a la concina, o tender una mano a sus nietos. En aquella familia se había hablado largo y tendido durante mucho tiempo de aquella increíble pareja que convivieron unos meses en la localidad. Incluso tuvo momentos de secar mutuamente las lágrimas con una pequeña de seis años que charlaba por los codos. Abandonó la casa tras la cena, pues se le invitó a compartirla, incrédulo con lo vivido. Sus cansados pies le llevaron a su nido. Entró, el automático había saltado para mantener la casa cálida y en aquel ambiente acogedor entró en el salón y se dejó caer en uno de sus sillones para meditar un poco sobre aquel día. Que distinto de lo planificado, que extraño que no le molestara. Era un personaje metódico y le gustaba que las cosas se desarrollaran conforme las planificaba y esa jornada no tenía nada que ver con los planes realizados en el palacete. Pero aunque parecía increíble la jornada fue encantadora, deliciosa, aceptó remiso la invitación, pero tras el desarrollo de la velada quedó gratamente satisfecho. A la mañana siguiente el chofer le esperaba en la entrada para conducirlo al aeropuerto y de nuevo a casa. Sin pensarlo dos veces se levantó del sillón, deseaba plasmar lo vivido en unas hojas. Cuando le llegaba la inspiración de inmediato tomaba lápiz y papel para reflejar por escrito los sentimientos que inundaban, en esos momentos. En un mueble del salón abrió un cajón. Recordaba que solía dejar allí los utensilios necesarios para escribir, pero abrió con tan rapidez y virulencia que éste llegó a salir por completo y aterrizar en el suelo. Mientras su contenido se esparramaba sobre la alfombra que abrigaba el salón. Su primer impulso fue ir a recoger el desastre provocado por su precipitación. Al observar unas cuartillas que pendían del hueco dejado en el escritorio, sin duda se quedaron allí, al sacar para salir volando el cajón. Los pliegos le acompañaron, aunque no cayeron al suelo. Los tomó en sus manos, para comprobar quien los había escrito. Anki, su letra era inconfundible. Sin duda uno de tantos escritos que solía realizar. Parte del legado que le dejó y como el mayor tesoro guardaba en su nido. En Costa Rica. Comenzó a desplegarlos, en concreto eran dos cuartillas escritas por las dos caras, menos una que la cara posterior solo se ensuciaba hasta la mitad y donde pudo leer el final y confirmar que se trataba de un legado de ella.

 

   “Te quiero hasta el infinito y mas allá” ANKI.

 

   Sonrió al tiempo que su vista se nublaba. Fue una de las últimas frases que solía lanzarle Julián mientras se contemplaban uno al otro para expresar con gestos, acciones o con la palabra el amor que se profesaban.

   Recordaba que estaban sentados en el sillón. Sin recoger el cajón, ni lo desprendido del mismo, regresó para recrearse en la lectura de aquel legado perdido de su amada en el mismo lugar que se creó. La imagen en su mente, con una claridad de instantánea, del momento preciso cuando le confesaba la frase, si bien ella le añadió las dos primeras palabras.

  

   Te quiero “Hasta el infinito y mas allá”

 

   Estaba convencido que la escribió esa misma noche o a lo sumo al día siguiente de pronunciarla, convencido que el mensaje estaría cargado de todos sus sentimientos.

   Postergó su lectura hasta que los ánimos se serenaran y su vista recuperase la claridad necesaria para poder recrearse en su lectura. Dejó la reliquia sobre el asiento, entró en la cocina, bebió agua y llenó una jarra que acompañada de un vaso depositó en la mesita junto al sillón, para evitar que la garganta se resecara por las emociones, por los llantos, por el placer de la lectura. Nada más depositar sobre la mesa la jarra y el vaso, se perdió en el aseo para refrescarse la cara, enjugar sus ojos y disponer de la tranquilidad y la visibilidad necesaria para desvelar el contenido de esas dos cuartillas. El aire le faltaba, el deseo, las ansias y el nerviosismo por descubrir lo escrito, no le permitían tener una respiración rítmica. Se tiró agua en el rostro en varias ocasiones y por fin cuando comprobó que había recuperado el control regresó al sillón. Tomó las dos cuartillas antes de sentarse para dar un par de sorbos del vaso y desvelar su contenido.

 

PUÑALES EN EL CORAZÓN

 

   Pero si la letra es mía.

 

   Fue un texto que le escribió en una de esas interminables esperas que le tocaba sufrir cuando se sometía a la quimioterapia. Ahora recordaba que la noche anterior en el transcurso de la conversación que mantuvieron le pidió que le describiera en un papel sus sentimientos y sensaciones cuando le confesó su amor y le rechazó. Se lo prometió y a la mañana siguiente aguardando la conclusión de la sesión tomó las dos cuartillas y comenzó a escribir.

 

   Puñales en mi corazón. Sé que queda un poco cursi pero es la expresión que mejor describe mi sufrimiento en aquel momento, a pesar de estar convencido que tú sentías lo mismo. Es un dolor que solo se puede sufrir cuando tu primer amor te confirma que sus ondas no coinciden con las tuyas. Luego con la confianza ciega en lo que percibía fui consciente que debía esperar que tarde o temprano me confirmarías lo que sentías por mí. Las ondas que transmitías eran de la misma intensidad y con la misma sintonía que las mías. Pero en aquel momento, en aquel instante, estás convencido que jamás saldría de esa losa que me aplastó hasta el punto de no dejarme respirar. Convencido de espirar por falta de oxigeno. Los que han pasado por una situación similar, puede que sonrían al recordarlo, pero son conscientes de lo que digo. Que no exagero en absoluto. Otros, por el contrario, con otra sonrisa se atreven a asegurar que no seamos tan tontos, que no le demos tanta importancia a esa memez. ¡Dios! Si lo revivieran serían incapaces de minimizar la situación, porque sin duda pasaron también por lo mismo. Lo que sucede es que sus mecanismos de defensa son tan intensos que lo escondieron en el rincón más oculto de sus mentes.

  Lo recuerdo en estos momentos, y el bello de mi cuerpo se eriza como el de un bicho del mismo nombre. Un escalofrío de muerte me inunda hasta el último rincón de mi alma. Mientras los lagrimales son incapaces de retener el torrente que se avecina.

   Fue en aquella noche de verano. Benditos veranos. Cuantos amores se forman. En la playa. Como no de vacaciones. Bien pues como te relataba, ese ángel eras tú, una holandesa, ¡cómo no! Franco reinaba, bueno miento dictaba y vosotras criaturas de los vecinos países llegasteis para abrir un poco los ojos a los jóvenes abobados como yo. Te tendí mi mano y me respondiste.  Guau, ese roce de su piel, esos espacios en mi mano, entre mis dedos, que creía ciegamente que se habían hecho para que sus dedos acoplaran en los míos para recibir sensaciones, de femineidad, de ternura, de cariño, de amor. Llegamos al linde de la playa, nos descalzamos. En una mano el calzado en la otra el calor de tu mano, de tu cuerpo, de tu mente, todo absolutamente todo tu ser lo sentía a través de mis terminaciones sensitivas de esa mano. Con los pies refrescándose con las cálidas aguas del Mediterráneo. Paseaba junto a ti creyendo fielmente que estábamos solos en el mundo, captando, que digo captando, sintiendo todo ese amor que un joven en ese segundo peldaño que le lleva a todo ser humano a descubrir si será o no su amor eterno. En esos momentos estaba convencido. Me giré, te giraste nos miramos, nuestros pies se pararon en seco, sonreíste y pensé que a pesar de mis atléticas piernas éstas no me iban a sostener mi peso. Era tal la flojera que me entró que me costó mantener en pie. De nuevo nuestras miradas al frente y nuestros pies obedeciendo reanudando la cadencia de aquel paseo. En el siguiente cruce de miradas, de nuevo nuestros pies se detuvieron. No pude más y me lancé. Comenzaste a llorar, tenías las mismas sensaciones que yo, pero eras consciente que tu enfermedad iba apoderándose de tu cuerpo y de tu alma. Por nada en el mundo deseabas hacerme sufrir. Entre lagrimas y mordiéndote los labios, mientras retirabas tu mirada, me confesaste que no sentías lo mismo. No mas lejos de sentir dolor ante tu declaración no hice el menor caso de tus palabras. Consciente que estabas tan prendada de mi como yo de ti. Lo percibía en las ondas transmitidas de uno a otro. Lo sentía con los roces de nuestras manos, de tu piel, de nuestros cuerpos, al jugar en la arena, en el agua o en la discoteca. Ahora el irme ese domingo no tenía el menor sentido. Todo mi futuro dependía de ti, el resto, mis estudios, la vela, la olimpiada, mi familia. Sonreí al pensar en mis padres, ahora mi familia eras tú exclusivamente, el resto estaban muy por detrás. De nuevo una frase tuya que recuerdo como si fuera en estos instantes.

   “Seremos amigos, solo quiero estar junto a ti. ¡Mírame por favor que pierdo el alma”!

  De pronto comenzaste a llorar mientras te girabas buscando la protección de casa. Yo me quedé con una cara de bobo redomado, inmóvil, sin posibilidad de moverme, encogido en lo más profundo de mi alma. Bloqueado hasta tal punto que ni siquiera mis lagrimales reaccionaron y no por falta de ganas.

     SENTÍ PUÑALES EN MI CORAZÓN.

P.D.

        Pero el estar a tu lado ha compensado con creces aquel sufrimiento. Te quiero.

 

Ahora las letras de Anki, esas que le confundieron creyendo que era un escrito de ella finalizaban aquellas cuartillas.

 

      Que idiota fui menos mal que no te dio por largarte y dejarme seguro que ya estaría en el otro mundo.

    “TE QUIERO HASTA EL INFINITO Y MAS ALLÁ” ANKI.

 

   El timbre de la puerta sonó, ya estaba preparado con su equipaje y aquel pliegue de las dos cuartillas guardadas con todo su cariño en el bolsillo de la maleta. Subió al vehículo tras cerrar la casa y fue conducido al aeropuerto donde tomó su vuelo.

   En el aeropuerto le aguardaba la pareja. Nada más salir por la puerta Andrea se lanzaba a sus brazos con la consiguiente dificultad por el bombo que delataba su embarazo. Esos dos días sin su maestro le había costado asimilarlo. Le llamó en más de tres ocasiones creyendo que lo tenía en casa. El apretón de manos con Greet y al coche para descansar en el palacete.

   La tarde era lluviosa, el viento arreciaba con fuerza y los árboles tanto del palacete como del parque Mélodi se tambaleaban, llegando a caer un par de ellos en el parque. Hacía un frio intenso incluso se llegó a observar en momentos agua nieve. Andrea se encontraba junto a su maestro en el salón mientras que Greet merodeaba por la ciudad para resolver unos asuntos relativos de bricolaje del hogar. La mueca de dolor sorprendió a los dos, de inmediato Julián se interesó pero como fue mitigando lentamente pensaron que podrían ser aires. Andrea se levantó del sillón y comenzó a caminar un poco por la casa, pero no tardó en volver a sentir los dolores. Como también desaparecieron pronto no le dieron mucha importancia. Pero cuando sucedió la tercera vez llamó de inmediato a Greet para informarle de lo sucedido. Cuando llegó se disponían a salir hacia el hospital. Julián se bajó del vehículo y se puso junto a Andrea mientras que Greet tomó el volante y puso el coche en dirección al hospital. Andrea iba abrazada a Julián mientras su esposo aparcaba el coche. En recepción le sentaron en una silla de ruedas para entrarle en una sala justo cuando Greet entraba por la puerta. Como solo dejaban entrar a un familiar, Julián se resignó y aguardó en la sala de espera mientras el matrimonio entraba para el reconocimiento. A los veinte minutos aproximadamente Greet salió para informarle que nacería esa mañana, se encontraba bien dentro de lo normal y ya estaba en el paritorio, pues a pesar de ser primeriza la dilatación estaba bastante avanzada. Fueron dos eternas horas que Julián soportó con su e-ebook. Por fin salía Greet para que le acompañara a conocer a su nieta. Pues para la pareja aquel personaje representaba la paternidad de los dos. Sobre el lecho inmaculado Andrea se abrazaba al fruto de su vientre y con lágrimas en los ojos destapaba su tesoro para que aquel personaje lo pudiera contemplar. Los lagrimales de Julián se reprimieron pero no evitaron dos gotas desprendiéndose. Tomó en sus brazos el milagro de la vida. Posó sus labios en la frente de la pequeña, se la pasó a Greet que aguardaba impaciente poderle tener en sus brazos y el maestro se aproximó a la madre para fundirse en un abrazo con aquella criatura, aquella hija que nunca pudo tener.  

   Los dos mantuvieron guardia todo el día contemplando a la pareja, pero al llegar la noche uno de los empleados del palacete, avisado por Greet tomó el coche y fue al hospital para recoger al anciano y regresar a casa a descansar. En un principio deseaba permanecer junto a ellos pero comprendió, que la pareja deseaba compartir en la intimidad el fruto de su amor. Era lo lógico. Sin protestar aceptó y regresó con el personaje al palacete. Cenó, poco pero ingirió algún que otro alimento, para tras la correspondiente ducha entrar en su habitación y descansar de la imborrable jornada.

   Había desayunado y se disponía a volver a la clínica cuando la sorpresa se la encontró abriendo la puerta, la pareja con el bebé entraban en el palacete. Todo se había desarrollado con tal normalidad que les dieron el alta a primera hora de la mañana y no dudaron en guardarse en el acogedor calor del hogar.

   Nada más cerrarse la puerta y permanecer al abrigo del palacete le faltó tiempo a Julián para extender sus brazos y tomar a la pequeña. Tenía los ojos abiertos, pero al sentir las manos de aquel personaje esbozó una sonrisa que le derritió por completo. Solo recordaba una sensación parecida mientras compartió su vida con Anki. La felicidad inundaba todo su ser y Andrea era consciente de ello. El lenguaje corporal lo había desarrollado con intensidad en todos sus viajes a Costa Rica. Sintió todas las sensaciones que transmitían las ondas cerebrales de su maestro y abrazada a Greet descargó por medio de sus lagrimales toda la felicidad que inundaba su alma. El matrimonio contemplaba la imagen de los seres que llenaban totalmente sus vidas. Si la pequeña era fruto de su amor, aquel hombre representaba demasiado. Se aproximaron cada uno por un lado y abarcando a Julián se fundieron los cuatro en un abrazo.