viernes, 18 de julio de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CRACCIÓN SEGUNDA PARTE- ANDREA-CAPÍTULO XXII EL DOBLE CRIMEN

CAPÍTULO VIGÉSIMO SEGUNDO

EL DOBLE CRIMEN

                                                 

 


   Eran las seis de la mañana. Algo sonaba en la habitación pero le costaba despertarse. Por fin sobresaltado tomó el celular y contestó. Tuvo que insistir varias veces para poder comprender lo que le decían desde el otro lado del teléfono. Una voz temblorosa, llorosa y cargada de pánico trataba de explicarse. Por fin dio un bote de la cama quedando del impulso de pie sobre el lecho. Era Andrea. Que no paraba de repetirle.

 

   ¡Me voy a tirar! ¡Me voy a tirar!

 

    Entre el susto, la sorpresa y sus palabras lo dejaron helado, atenazado. Jamás en su vida le había sucedido algo parecido. Pero se recuperó sin saber muy bien como lo logró. No dejó de hablarle, con dulzura, con cariño, con ese poder de convicción que tantos éxitos había logrado con su alumnado, pero se daba cuenta que no llegaba. Era preciso controlarse, no preguntarle nada. Tenía claro que lo primero era dejar de repetir esas cuatro palabras. Necesitaba urgentemente que fuera ella la que cambiara para contar lo sucedido. Le habló de papá, de Costa Rica, por donde se perderían, le habló de la medicina. Por fin consiguió que cambiara y soltara lo sucedido.

 

   He matado a ese cerdo y me voy a tirar, no quiero terminar en la cárcel, no quiero vivir, estoy sucia.

 

   Sin perder la compostura volvió a su tono de voz pausado, tranquilo, tratando de transmitir seguridad, protección, cariño y ese amor que le profesaba a esa hija que le hubiera gustado tener.

 

     Quiero verte.

 

   Le dijo tras una leve pausa. Dos palabras rápidas pero transmitidas con dulzura, con cariño y enmudeció. Los segundos que tardó en responder se le hicieron eternos, estuvo tentado a insistir pero era consciente que debía aguantar aunque fueran horas. No llegaron a pasar ni treinta segundos, su respuesta con voz menos tensa, menos temerosa y realizando con una pregunta

 

    ¿De verdad?

 

  Un respiro profundo descargaba toda la tensión acumulada en esos treinta segundos de incertidumbre, de duda, de temores. Estaba claro que deseaba estar con ella, dialogar, estrecharle entre sus brazos y besarle como a esa niña que deseó. Dejó pasar unos dos minutos, de nuevo con una tensión insufrible le aseguró que lo que más deseaba en esos momentos era poderle abrazar y tenerle junto a él. Respondió de inmediato confesando el lugar donde se encontraba.

 

    Estoy en el faro de Igueldo.

 

   Nueva pausa, con más cariño si cabe le aseguró que en menos de quince minutos se plantaba a su lado. No colgó el móvil y durante todo el trayecto a una velocidad suicida se desplazaba por el paseo de la Concha, sin respetar semáforos, ni coches, ni preferencias. El claxon de su coche sonaba intensamente y el pie del acelerador estaba a punto de perforar el suelo del vehículo. Con una mano y en la otra hablándole con ternura, conducía como si llevara un fórmula uno. Al ser domingo y temprano no había tráfico.

   De nuevo el miedo en el cuerpo manteniendo los nervios de acero en la carretera, en su habla, volvía a comunicar con tensión, con pánico que había llegado la policía asegurando a Julián que antes de que le detuviesen se tiraría. Mientras le hablaba, con un enternecedor cariño tomó el móvil que llevaba siempre en la guantera del coche soltando el volante marcó el teléfono de protección civil. Conocedor que lo llevaba siempre gravado y bastaba con apretar un botón. Toda esa maniobra la realizó sin dejarle de hablar. Bloqueó por unos segundos el móvil que conectaba con Andrea y solicitó de protección civil que le pusieran con las autoridades que se desplazaron al faro Igueldo, conocía a la joven y trataba de mantenerle serena desplazándose hacia el lugar. No tardaba en llegar, a lo sumo diez minutos. De inmediato contactaron con las fuerzas de seguridad del país vasco, comunicando la solicitud de una llamada relacionada con el caso. De nuevo tuvo que bloquear el móvil de Andrea un miembro de las fuerzas de seguridad se ponían en contacto con él por medio de protección civil. Dio unas explicaciones mínimas y prosiguió su conversación con Andrea. Se iba calmando, las fuerzas de seguridad ante la conversación mantenida con la joven se retiraron a una distancia prudencial. Las lágrimas caían por sus mejillas, deseaba estar ya junto a ella, especialmente cuando le lanzó esa última frase.

 

   - Venga pronto Julián, quiero despedirme de usted.

 

   El corazón se le heló, ahora no estaba muy seguro si debía llegar ya o dar un margen de tiempo. Pero en esos cinco minutos que le llevo llegar de donde estaba hasta el lugar donde se encontraba ella, al borde del acantilado, pensó en la estrategia para convencerle que la vida merecía vivirla pasara lo que pasara. La aglomeración de vehículos de las fuerzas de seguridad y bomberos le indicaron de inmediato el sitio exacto donde se encontraba.

   Nada más ver como aquel loco se aproximaba al lugar supieron que se trataba del personaje de la llamada. Se le abrió paso y le indicaron donde debía detenerse. Alguien le paró y le rogó que se pusiera un aparato para transmitirle en caso de necesidad, orientaciones de expertos, ante el comportamiento de la joven. Fue acoplarse dicho aparato para mantener contacto con las fuerzas del orden y como lobo con un haz de fuego en el rabo, se colocó a escasos diez metros de ella. Nadie hasta el momento había logrado acercarse tanto sin riesgo a que se lanzara al vacío. Iba medio desnuda con el rostro desfigurado, ensangrentado, con el pánico en su expresión pero nada más ver a Julián la sonrisa invadió aquel increíble rostro. Era fundamental controlar todas esas emociones. Tenía que transmitir confianza, seguridad, dar la sensación y hacerle sentir que solo había sido un incidente, que había mucho camino en su vida para seguir. Los expertos alentaron a Julián a seguir con esa actitud. La joven estaba respondiendo, pero de nuevo la tensión acudió a los presentes, en especial a Julián. Sin consulta, sin pensarlo dos veces comentó.

 

    Ya sufrí, sigo sufriendo una desgracia que tú bien conoces y no estoy por seguir en este mundo con otro dolor como aquel. Déjame abrazarme a ti y si lo deseas nos lanzamos los dos.

 

   Andrea quedó desmarcada, lo que menos se esperaba en esa situación extrema eran esas palabras de Julián. Recordaba las charlas en Costa Rica al contarle su tragedia con Anki. Recordaba sus lágrimas, sus sollozos que le encogieron hasta el alma. La expectativa era inmensa seguía a medio centímetro del precipicio y él ahora estaba a dos pasos escasos. Sus miradas permanecían clavadas en la del otro y todas las ondas chocaron para resbalar una sobre otra y tras envolverse conectar cada sensación, cada pensamiento. Llegó a percibirlas materialmente, pudiendo comprobar cómo las ondas emitidas por él abarcaban las suyas para fundirse en un abrazo. Sin haberlo ordenado sus neuronas dio dos pasos hacía él para fundirse en un abrazo. De inmediato las fuerzas de seguridad cubrieron los dos pasos que los separaban del precipicio para impedir que se lanzaran. Seguía ajena a lo que sucedía en su en rededor. Con los ojos cerrados y llorando. Pero no era un llanto desolador, de dolor, ni de rabia, ni de odio, era un llanto cargado de felicidad. Abrazada a Julián no fue consciente que entraba en un coche patrulla en compañía de él. Un agente se hizo cargo del coche de Julián conduciéndolo a comisaría. Seguía impasible al mundo externo, se había metido en su mundo y ese era única y exclusivamente Julián. Hubo un intento de separar a Julián de la joven para poder aclarar un poco las circunstancias del suceso pero al ver la reacción de la joven los pasaron a una sala donde un agente permanecía en la entrada. Antes les proporcionó la dirección de la joven y que comprobaran lo sucedido sin duda encontrarían respuestas. Estaba convencido que algo había sucedido con aquel pendejo. Amén de avisar a la madre de la criatura. De inmediato el comisario, ante la posible situación que se podían encontrar, envió cuatro coches patrulla y una ambulancia.

   Al llegar al adosado de la joven la puerta estaba abierta de par en par, desde la entrada al pequeño jardín y hasta la puerta de entrada el suelo estaba ensangrentado. Las fuerzas fueron tomando las oportunas precauciones hasta encontrarse dentro de la casa. El cuerpo de una mujer con una herramienta clavada en la cabeza, concretamente un hacha, yacía sobre la mesa del salón rota y con varios de los cristales incrustados en su cuerpo. La sangre se repartía por paredes, techos, puertas. La cocina estaba en orden, el servicio de la planta baja también, mientras que las escaleras que daban acceso a la única planta del adosado estaban adornadas por un reguero de sangre. En la habitación principal había signos inequívocos de haberse producido una escena de gran violencia. De las restantes una estaba completamente intachable, pero cuando accedieron a la que luego supieron que pertenecía a la joven, con medio cuerpo sobre la cama y los pies y la cadera en el suelo el cuerpo de un hombre. También estaba muerto. Un charco de sangre impregnaba las sabanas y el suelo. La policía científica junto con el juez de instrucción y un forense se encontraban ya en el escenario del doble crimen. Las primeras informaciones iban confirmando los temores de Julián, pero más tarde fueron informados que habían encontrado al guarda jurado en el garaje medio inconsciente y amarrado a una cañería de bajantes. Se le había trasladado al hospital más cercano y dos agentes aguardaban al primer reconocimiento para intentar interrogar al empleado de seguridad. Julián se puso en contacto con el padre de Andrea y siguiendo la táctica que mantenían con los abuelos le necesitaba en España para un asunto de la empresa. Luego cuando confirmó que el que estaba al aparato era él le fue relatando parte de lo sucedido pues tampoco estaba demasiado informado. Si le confesó que su hija lo necesitaba urgentemente. Tuvo que salir de la casa de sus padres cuando Julián le confesó que deseaba tratar un tema delicado y cualquier gesto o expresión podría delatar la gravedad del incidente. En medio de la selva y a oscuras completamente, en Costa Rica era la una de la madrugada, escuchaba atónito e incrédulo el relato de aquel, jefe, socio pero sobre todo amigo.

   En el aeródromo de Limón se puso de nuevo en contacto con España, estaba solo y podía hablar sin problemas. Él ya estaba informado de lo sucedido relatando la situación al padre. Por supuesto que no debía preocuparse por su niña él se hacía cargo y atendería cualquier necesidad. Le confirmó que al morir su socio y su ex la empresa pasaba a unas únicas manos las de su hija y precisaría de su experiencia y de su apoyo para seguir al pie del cañón. Cuando recibió toda la información, agradeció a los cielos haberse cruzado con aquel hombre, la vida le volvía a sonreír a pesar de los pesares. Julián le confirmó que se había adelantado alquilando un jet particular para que lo trasladaran en cuanto él se presentara en Limón para conducirlo hasta Donostia. Aquel hombre se le encogió el alma ante la generosidad de aquel personaje. Telefoneo a su padre después de hablar con Julián para confirmarle que probablemente recuperaran la empresa de España. Se encontraba en Limón para tomar el jet privado contratado por Julián.

   Las investigaciones y los primeros interrogatorios daban como lo más probable la presencia del hombre fallecido para vengarse de su ex y tras matarla la emprendió con la joven luego aquel degenerado murió como consecuencia de las tijeras perforando su corazón. Las declaraciones de la joven revelarían en gran medida la aclaración del suceso. Una agente de la policía vasca junto a una psicóloga consiguió convencer a Andrea, que medio desnuda y arropada por una manta permanecía junto a Julián. El examen médico correspondiente y tras vestir y asear a la joven, aunque intentaron iniciar las primeras pesquisas, ante la actitud prefirieron esperar y conceder el deseo de la joven de regresar con aquel maestro amigo de la familia. Junto a él con un brazo escayolado y algunos puntos en uno de los costados y en uno de los pómulos, abarcando a su maestro reclinó la cabeza sobre su pectoral y en silencio permanecieron durante una larga hora en absoluto silencio. Transmitiéndose esas ondas, ese calor, esa química que a ella le enloquecía. Serena, pero con la mirada algo perdida, se recreaba en su protector. Cuantos recuerdos acudieron a sus mentes, cuantos momentos increíbles vividos en esos escasos cuatro años desde que se conocieron. Era cierto que al inicio de su profesión varias alumnas se le insinuaban, pues era una persona de una buena presencia, de una educación exquisita y con medios económicos, pero ante su actitud siempre desistían. Por el contrario con Andrea había sido diferente a todas. Era como esa hija que le hubiera gustado tener. Pero consciente que esa criatura seguía intentando lo que era imposible. Por fin se rompió el silencio ante su sorpresa y asombro.

 

    ¿No me meterán en la cárcel verdad?       

 

   Tanto Julián como la policía que permanecía con ellos giraron su mirada hacia la joven sorprendidos, atónitos. Le habían violado y golpeado casi hasta matarle, habían matado a su madre. ¿Por qué esa pregunta? Fue Julián quien tomo la iniciativa. Lo primero fue tranquilizarle, hubiera hecho lo que hubiera hecho él se las agenciaría para que no le ocurriese nada, iba a estar a su lado, además le confesó que su padre volaba hacia España. Esa misma noche podría abrazarlo. Nueva pausa, respiros profundos de la joven, abrazó con fuerza a su maestro y por fin con un control que asombró a los presentes comunicó que deseaba declarar, quería terminar por una vez esa jornada maldita e irse con Julián a su casa a descansar y esperar a papá allí. De nuevo Julián intervino. Había advertido a su abogado del problema y este aunque andaba en su casita de la montaña le comunicó que le telefoneara en cuanto necesitase de sus servicios. En menos de veinte minutos se personaba en la comisaría. Tomó el celular y contactó con su abogado. Julián solicitó del comisario que la joven al ser menor y no estar presente su padre, rogaba aguardar a la presencia de su progenitor y de su abogado para la declaración de la menor. No pusieron pega alguna. Eso si le aseguraron no podría hablar con el abogado hasta la llegada de su padre. Así pues desvió la conversación hacia otros derroteros. Recordó el primer día que ambos se cruzaron en el centro educativo, luego aquel partido de voleibol. La bendición del Señor al proporcionar a su curso aquel tutor que había sido, no solo su salvación, sino la de todos sus compañeros. Aparecieron las primeras anécdotas y las primeras sonrisas en la joven afloraron en ese rostro dolorido y algo desencajado. La representante de la ley sonreía ante las salidas de aquel profesor, que capacidad tenía para llevarse a la joven hacía momentos y situaciones que le hicieran olvidar lo antes posible aquella terrible jornada. Era un caso claro de violencia de género pero quedaban muchas cosas por esclarecer y el comentario de la joven le daba a entender que ella había intervenido en la muerte de alguno de los dos cadáveres. A media mañana les llevaron un tente en pie, ella solo bebió una coca cola y él si se tomó una cervecita con un sándwich. Salieron a tomarlo al patio interior de la comisaría y un tenue sol calentó sus rostros. El cielo estaba completamente despejado. De pronto otra pregunta que le desmarcó

 

     ¿De verdad te habrías lanzado al vacío conmigo?

 

   Disimuló con una sonrisa, tomó su mano y comenzó a caminar por esos cien metros cuadrados que poseía ese patio interior. Los paseos por la cala de la cabaña de la playa llegaron a su mente. Los baños locos, en compañía de su amiga Maureen completamente desnudas recreando sus cuerpos en el Caribe y aquel maestro que nunca se animó a entrar. Como se volcó con la madre de Roberto y luego con su padre rescatándolo no solo a nivel económico su apoyo moral fue increíble. Su padre era un trabajador nato y verse dependiendo de su padre le dolía y aquel maestro le tendió la mano. También de forma inesperada y cuando el silencio de sus palabras permitían escuchar sus pasos al pisar la gravilla del patio, fue él quien rompió el momento.

 

     Si no hubieras dado los dos pasos hacia mí. Posiblemente

 


   De nuevo esa sonrisa angelical, le había recuperado, el terror que dominaba su expresión llevaba ya tiempo desaparecido y no habían pasado ni catorce horas desde los incidentes. Se colocó delante de él, le hizo detenerse y se abrazó con todo su cariño. Al llegar la hora de la comida, solicitó permiso para acercarse a un restaurante para comer con la joven. Lo tuvo, pero un agente controló durante todo el tiempo a la pareja. Julián lo comprendía mientras ella puso algún reparo. Pero cuando con la chispa que le caracterizaba le comentó que lo había solicitado para evitar, que sus encantos le cautivaran tanto que sin poderlo evitar se abalanzara sobre él.