lunes, 10 de junio de 2013

TRES AÑOS EN EL LABERINTO. CAPITULO XVII- LA SOSPECHA

                                        - LA SOSPECHA -

   Ese domingo, aunque la noche anterior se acostaron muy tarde, la pareja salía en automóvil con destino a Los Países Bajos, en concreto a Haansterde, localidad cercana al mar y a los terrenos ganados al océano. Una población tranquila y de una belleza natural poco común. Fueron dos días maravillosos disfrutando de una paz y una intimidad que hacía tiempo no disponía ninguno de los dos. En su estancia en la localidad no cogieron el coche, alquilaron unas bicicletas y visitaron esos parajes haciendo ejercicio, compartiendo su amistad, sus preocupaciones e ilusiones. Pero el lunes por la tarde debían emprender el regreso. Se acercaron a Ámsterdam y de allí en avión, uno con destino a Bordeaux y la otra a España. Se despidieron en la puerta de embarque con destino a Valencia pues era el primero en partir.      
   El cariño, la amistad y el afecto se mostraron en aquel último abrazo. No quedaron en nada. Temían no poder cumplir el compromiso.
   En su localidad, Pierre había sido invitado a comer a casa de Alín, los padres de la joven estaban emocionados. Aquello era síntoma inequívoco que su hija había superado el problema. Pero también la felicidad les llegaba a sus cansados y luchadores cuerpos al comprobar la calidad humana de aquel joven. Durante la velada les comentó que había iniciado una investigación con el propósito de localizar al marido de Amparo y las pesquisas por las que se movía parecía que tenía sentido.
   - ¿Tu crees que tanto uno como otro desea que se resuelva esa situación?
   Fue la pregunta que le lanzó la madre de Alín. Se les veía tan compenetrados, tan enamorados, que tal vez la presencia de esa tercera persona entre los dos podría ocasionar más problemas que soluciones. Tanto Pierre como Alín no estaban de acuerdo. Eran conscientes del cariño que ambos se profesaban, pero también sabían que Amparo adoraba a su marido y aunque a José lo quería. Tanto ella como él eran conscientes que Paco estaba por delante.  Si aparecía su amistad seguiría exactamente igual que hasta la fecha. Fue Alín quien les confesó el porqué se entendían tan bien. A ella le recordaba mucho a su marido y precisamente esa circunstancia fue la que le acercó a él. José nunca se había enamorado de alguien, o al menos eso es lo que creía. De su vida anterior a su regreso a Bordeaux no recordaba nada de nada. En ese momento fue cuando Pierre les confesó cuales eran sus sospechas. Pero les rogó que guardaran celosamente la información que les iba a proporcionar, pues eran simples sospechas. Ese martes comenzaría a trabajar sobre el terreno, para ir confirmando o desechando lo que apuntaban esas primeras pesquisas.
   - He llegado a pensar que Paco y José son la misma persona.
   La sorpresa se reflejó en todos los rostros. Aquello, de ser cierto, no podría tener un final más feliz. Intercambiaron opiniones y comentarios a esa afirmación y fue Alín quien le interrogó.
   - ¿Y en que te basas para pensar eso?
   Pierre fue relatando lo que le habían contado todas las personas con las que había hablado y los puntos de enlace que tenían una historia y otra. José no recordaba nada de su vida de dos años y medio atrás, Coincidía con su estancia en Valencia, justo en las mismas fechas de la desaparición de Paco. Éste había tenido un accidente y había perdido la memoria. No recordaba nada y estando hospitalizado desapareció. Según sus averiguaciones Marie, “su madre”, de ser ciertas las pesquisas debía conocer la historia. Pero nuevos interrogantes se planteaban a la cuestión. José recordaba haber estado en una clínica de Suiza donde sufrió una operación de cirugía estética.  No sabía o no recordaba muy bien en que consintió, pero el rostro lo tuvo vendado durante varios días. Luego le había contado que la historia que Amparo tenía acerca de cómo consiguió dirigir la Ciudad de los Deportes había algo que no encajaba. Gerardo no conocía a Paco y la versión que le dieron fue que su marido había tenido la idea de montar aquel complejo deportivo con su ayuda y la de su socio, cuando la realidad desvelaba que Gerardo era un empleado a las ordenes de Marie y Bernard, que fueron los que pusieron el capital para montar aquel impresionante complejo deportivo y ordenaron a Gerardo que Amparo es-tuviese al frente de aquello. Se inventaron que Paco había conocido a Gerardo en el campo de Golf y entre los dos estaban montan-do aquel complejo. Les relató las alucinaciones que tenía José donde aparecían personajes muy ligados a su familia, hijo, sobrino, etc.
   No había duda que montado como lo estaba contando aquello tenía pies y cabeza. Desde luego que era probable, pero demostrarlo si no había colaboración por parte de Marie no iba a ser fácil. Había tomado la determinación de contactar al día siguiente con “su madre”. Luego se desplazaría a Valencia para tratar de indagar sobre el asunto siguiendo su teoría de coincidir las dos personas en una.
   Estaban alucinados con esa teoría. De ser realidad esa pareja se habría enamorado por segunda vez. Era increíble, algo romántico y digno de ser escrito en una novela, o en un guión cinematográfico.
   Se había preparado el equipaje para ir al aeropuerto, sacarse un billete y volar a Bordeaux, pero recordó la frase de José. “Creo que mi madre y Bernard saben algo pero quiero investigar por mi cuenta y cuando tenga algo ir cara a ellos. De lo contrario posiblemente los ponga en guardia y no consiga sacar nada”.
   Estaba en el mismo aeropuerto y cambió de destino. En el mostrador de billetes pidió vuelo para Valencia. Tuvo suerte salía un vuelo hacía París, donde podría hacer trasbordo a otro que le trasladaría antes de la comida a la localidad Mediterránea. 
   La temperatura era sofocante, hacía un poniente impresionante y nada más salir del aparato sintió el golpe de calor en su rostro. No en balde estaban en pleno verano y pasaba del mediodía. Consiguió un taxi y pidió que le llevaran a la dirección que le había dado Amparo. Deseaba pasar a saludarle y de paso que le recomendara algún alojamiento que no se subiera mucho en su presupuesto. Al llamar a la puerta del jardín, fue atendido por Ramón que lo condujo, tras el pertinente saludo al salón. Casi al mismo tiempo lo hacía Amparo se saludaron y ella llamó de inmediato al mayordomo.
   - Instala al señor en una de las habitaciones para invitados se quedará unos días con nosotros.
   El Joven se sofocó, aseguró a su anfitriona que no había pretendido en ningún momento molestarle forzando la situación. La sonrisa se le dibujó en el rostro al comprobar lo sofocado que estaba y le aseguró que lo consideraba un amigo y sus amigos nunca iban a un hotel cuando se acercaban por su ciudad. Ramón cumplió las órdenes de su patrona. Le acompañó para instalarle, darse una du-cha, cambiarse de ropa, para acudir a continuación al salón y reencontrarse con Amparo.
   Se quedó encandilado con aquella mansión. Era increíble el gusto con que estaba decorado aquel palacio, donde le instalaron. Pudo comprobar, sin ningún género de dudas, que en las habitaciones donde le habían instalado duplicaba el espacio de su apartamento. El mayordomo le explicó todos los servicios de los que gozaba y al comprobar que disponía de fax, y de conexión con Internet preguntó.
   - ¿Podría utilizar estos aparatos?
   Ramón esbozó una leve sonrisa y de inmediato le respondió.
   - Todo lo que hay en las habitaciones estaba al servicio del que se instalaba en ellas sin ningún límite de ninguna clase. Los invitados de la señora pasan automáticamente a pertenecer a su familia
    Colocó el equipaje del señor sobre un mueble de la habitación. Iba a deshacerlo para colocarlo en los armarios, pero Pierre le rogó que no hacía falta que se molestara, él mismo se encargaría de hacerlo. Con un.
   - ¿Desea algo más el Señor?
   Abandonó los aposentos al tiempo que le rogaba que si deseaba cualquier cosa había un timbre. Le indicó su ubicación y con presionarlo acudirían de inmediato para atender cualquier necesidad.
   Colocó el escaso equipaje que llevaba en uno de los armarios, entró en el cuarto de aseo y se sorprendió por su bañera, parecía una piscina, pero en ese momento como la señora de la casa le estaba esperando en el salón prefirió darse una ducha rápida. Estaba ya vestido y se disponía a salir al salón para conversar con Amparo cuando al ver el teléfono se detuvo, lo descolgó y marcó el número de Alín. Le llamó comunicándole el cambió de planes, tranquilizarle que había hecho bien el viaje e informarle que estaba instalado como los ángeles. Finalizó su conversación.
  - Te dejo mi amor no me gustaría abusar de estas encantadoras personas.
   Colgó y salió dispuesto a conversar con su anfitriona. Iba de camino hacía el salón cuando se cruzó con dos encantadoras señoritas que en albornoz le saludaron con una picará sonrisa. Pierre respondió tímidamente y prosiguió su camino. Entró en el salón y se sentó junto a la dueña de la casa. El servicio tenía preparado ante ellos un variado aperitivo.
   Le explicó el motivo por el que se encontraba en Valencia. Por supuesto que no quiso crear falsas esperanzas y tan solo se limitó a decir que estaba investigando sobre la desaparición de su esposo. Amparo dibujó en su rostro una sonrisa llena de ternura y amor hacía su amigo José al tiempo que comentaba.
   - Se va a gastar su fortuna investigando en algo que le pude separar de mí. Es encantador.
   Pierre le interrumpió.
   - Lo cierto es que él no sabe nada. El sábado cuando me recogió de casa hablamos de la investigación que había encargado a varias agencias de investigación y el nulo resultado que hasta la fecha había tenido. Lo encontré muy preocupado. Le debo tanto que me propuse investigar por mi cuenta. Como sabe entre Alín y yo hemos montado una agencia de investigación en nuestra ciudad.
   - ¿Entonces nadie te lo ha encargado?
   - Amparo. Para mí, supone una obligación moral. Lo que hizo por Alín no se le puede pagar con nada.  
   Volvió a sonreír y con esa dulzura que tanto entusiasmaba a José le respondió.
   - Lo estas haciendo con tu amistad. Consigas o no tú objetivo. El hecho de volcarte en algo que le preocupa estas demostrando que al igual que él hizo con Alín, tú eres capaz de hacer algo similar. Y tampoco te lo podrá pagar con nada.
  Hubo un silencio profundo en el salón ella le miraba con la ternura de una madre y él, tímido como era, bajó su mirada para ocultar su ruborizado rostro. Amparo, le rogó que le disculpara unos segundos, abandonó el salón y de inmediato regresó con un cheque en la mano. Se lo tendió al joven y con la misma ternura de antes le comentó.
   - Será el regalo que le haremos a José. Tu trabajo y mi apoyo económico. Además, soy la primera interesada en resolver esa investigación.
   Se había dado cuenta de los pocos recursos económicos del joven y sin duda estaba empleando sus ahorros en investigar la desaparición de su esposo. Por eso no lo dudo un segundo y le tendió su ayuda económica.
   Pierre no sabía que decir, no quería aceptar el cheque. Económicamente no andaba muy bien y ese dinero le venía como anillo al dedo para realizar todo lo que tenía pensado. Especialmente para sacar información de la clínica Suiza. Era consciente que pretender sacar información de allí le resultaría muy caro. Por otro lado la forma como aquella mujer se lo pidió, el rechazar el cheque podría ofender a esa encantadora mujer. Se mantuvo de pie ante ella indeciso por fin tendió su mano y lo tomó al tiempo que con timidez contestaba.
   - No sé que decirle. Me sabe mal aceptarlo, pero temo que el no hacerlo pueda suponer un desaire hacía usted y eso sería lo último que me permitiría. Después del descaro, al presentarme en su casa.
   Amparo se emocionó se abrazó al joven y le estampó dos besos en sus mejillas. En ese momento entraban en el salón sus dos hijas, Ana y Ester, que regresaban de darse un baño y al ver a su madre con aquel joven se sorprendieron. Fue la mayor quien en tono irónico, pero en broma, comentó.
   - Ahora te los buscas más jovencitos. Podrías dejar algo para tus hijas.
   Sonrió la ocurrencia de su mayor, mientras a Pierre se le inundaron los carrillos de un rojo escandaloso. Al observarlo la pequeña rompió a reír, cosa que sofocó más al joven. El tiempo, las explicaciones, no faltos de sonrisas, devolvieron la calma y la justificación de ese acto entre su madre y aquel joven. Mientras eso sucedía entraron sus otros dos hijos y Amparo le presentó a la familia al completo.
   Pierre fue tomando algo de confianza, a pesar del descaro y desenvolvimiento de sus jóvenes anfitrionas que consiguieron sacarle los colores en más de una ocasión. Pero lo cierto es que sé divirtió como nunca lo había hecho, aquellas jovencitas eran encantadoras.
   En la sobremesa, donde Pierre pudo interrogar a toda la familia, tomó varias anotaciones, ellas se encargaron de enseñarle aquella impresionante mansión a su invitado. Amparo se había acercado a la Ciudad del Deporte para comprobar que todo funcionaba sin problemas. No regresaría hasta la noche y dejó en manos de sus hijas a ese agradable y tímido joven. Antes, había llevado al pequeño al colegio.
   Permanecían en el salón Pierre con las tres jovencitas cuando  les preguntó si alguna de ellas le podría acompañar esa tarde a visitar ciertos lugares de la ciudad que deseaba investigar. La mayor y la mediana tenían clase en la universidad. Solo la pequeña tenía la tarde libre y hasta la hora del entrene, a las veinte horas, estaba a su disposición.
   Una de las anotaciones que disponía y que iba a tratar de investigar fue la noche que José cenó con la sobrina de Amparo y su esposo. Antes de ir a Monte Picayo se quedó en trance y anduvo por unas calles, deteniéndose ante el portal de una finca, junto a una farmacia. Hicieron el mismo recorrido y el joven le rogó que cualquier cosa que le recordara algo o tenía sentido para ella sé lo comunicase. El relato de José se iniciaba en la plaza del Ayuntamiento, allí fueron. Con el coche recorrieron el mismo trayecto que había hecho José aquel día, la plaza de toros, las Grandes Vías, la calle Cuba, Tirant lo Blanch, y por último la cafetería frente al colegio. Ester iba relatándole a su invitado lo que le sugería cada sitio por el que pasaban. Mientras que él grababa o anotaba, cuanto, su encantadora guía le indicaba. Al llegar a la calle donde vivían antes de desaparecer papá, ella, le comentó que en esa calle vivían antes de trasladarse a la Ciudad de los Deportes.
   - ¿La casa, donde vivías, está al final de la calle?
   No le permitió contestar de inmediato formuló una nueva pregunta.
   - ¿La de la marquesina y de la farmacia en el bajo?    
   - ¿Cómo lo sabes?
   Fue la respuesta de Ester. Pierre se limitó a sonreír y empleó la misma ironía que su joven amiga estaba empleando durante la comida y la sobremesa.
   - Soy adivino.
  Sonrieron y prosiguieron su recorrido. Al sentarse en la cafetería en cuestión de nuevo Ester le indicó que ese colegio era donde había estudiado ella, sus hermanas y estaba estudiando su herma-no.
   - También,...
   Las lágrimas acudieron a sus grandes ojos. El recuerdo de papá le impidió  contenerlas. Cuando se serenó un poco prosiguió.
   - También trabajaba papá. Era el profesor de Educación Física del colegio. El profesor más encantador que he tenido y no porque fuera mi padre. Era un cielo.
   Pierre estaba atónito, su teoría se estaba confirmando. Todo indicaba que estaba en la línea correcta, pero no quiso lanzar las campanas al vuelo. José había hablado con mucha gente y tal vez en su mente había juntado esas historias y las había hecho propias. Estaba claro que Suiza le podría confirmar varias cosas y con el dinero que le había proporcionado Amparo no tendría problemas en conseguir lo que buscaba. El siguiente paso y los que llevara a cabo debían seguir confirmando sus sospechas, de ocurrir así sin duda no tardaría en reunirse con Bernard y Marie. Estaba convencido, al igual que José, que la clave estaba en ellos. Recordó que era a la conclusión que había llegado José y él llevaba tiempo investigando sobre el asunto y con un interés especial. Lo que le permitía tener una visión más clara de lo que quería y a donde iba.
  Era tarde y Ester debía ir a entrenar. Pierre se ofreció y acompañó a su nueva amiga hasta el polideportivo. Permaneció observando el entrenamiento ante las sonrisas y comentarios de las compañeras de equipo y tras la finalización del mismo regresaron a casa.
   Cuando Pierre se metió en su habitación la satisfacción inundaba su cuerpo. Ese día había sido muy fructífero y todo apuntaba a su teoría.