miércoles, 26 de febrero de 2014
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE - ANDREA - CAPITULO VI -EL PADRE DE ANDREA
CAPÍTULO
SEXTO
Esa mañana se lanzó en brazos de su maestro.
Papá llegaba ese mismo día. Con suma delicadeza y mientras se alegraba en
compañía de su alumna fue deshaciéndose de esos brazos que abarcaban su cuello
y mientras le mostraba sus deseos de conversar con él le rogó que fuera a
vestuarios para iniciar la clase de esa mañana. Era una persona muy cercana a
los jóvenes pero trataba de evitar al máximo todo contacto con ellos, era
consciente que los adolescentes se comportaban de esa manera y siempre con suma
delicadeza trataba de guardar las distancias.
Siempre lo había hecho pero desde el incidente, en su juventud con
aquella nadadora, se mantenía alerta para evitar en lo posible el contacto
directo. Tanto si se trataba de un muchacho o una muchacha. Su edad, su estado,
no se había casado, las noticias constantes en la prensa sobre abusos de
monitores y profesores con su alumnado, le tenían en guardia. Jamás ni en
pensamientos se le pasó por la imaginación tener una relación con alguien al
que impartía clases. No le había pasado con sus alumnas de la universidad,
muchísimo menos con esos menores a los que quería y trataba como si hubieran
sido sus hijos. En una ocasión manteniendo una charla improvisada con Andrea
está le pregunto por qué no se había casado. Sonrió a aquella criatura y con
esa forma de ser le llegó a afirmar que ninguna mujer se había atrevido a
enfrentarse con un personaje como él. Cuando ella le manifestó que no se lo
creía, era un encanto de hombre y cualquier mujer se volvería loca por casarse
con él. Sonriente le respondió que algún día se lo contaría. Fue decirlo y
comprendió de inmediato su torpeza, a una adolescente no se le podía ir con
intrigas de ese tipo. Pero lo había dicho y no cabía marcha atrás. Durante
la clase observó y comprobó lo desorbitada que estaba. Tener a su padre tras
seis largos meses le tenía algo alterada. Pudo comprobar al terminar la clase
su estupidez, Andrea salió de vestuarios la primera y fue junto a su profesor
para que le confesara ese secreto que le comía la curiosidad. Con la sonrisa en
los labios le soltó una de sus frases preferidas, pero lo hizo en francés: “La curiosité est la mère de tous les
vices” y sin darle tiempo material a preguntar su significado le respondió
“La curiosidad es la madre de todos los vicios”. Ella insistía una y otra vez.
Gracias a Dios el margen de tiempo era muy escaso y pronto le dejó tranquilo
pues ambos debían acudir a sus respectivas clases para proseguir la jornada. Durante
el recreo el director pedagógico le llamó. No tenía ni idea del motivo de su
llamada, pero tampoco le preocupaba. Desde muy joven siempre le había importado
un pimiento las advertencias, las llamadas de atención, las alabanzas, era algo
de lo que pasaba olímpicamente. En sus reflexiones diarias, nunca se iba a la
cama sin analizar el día, repasaba toda la jornada para corregir posibles
errores o insistir en sus momentos lucidos. Él lo haría muy bien, bien,
regular, mal, o muy mal, eso le tenía sin cuidado. Lo importante se decía, era
poderse levantar por las mañanas con la conciencia tranquila. Era una de esas
personas con gran confianza en sí mismo. Pero nunca afirmaba nada con
rotundidad. Comentando siempre que era su verdad y como toda verdad en este
mundo siempre es relativa. Eso si en muy pocas ocasiones cambió de opinión.
Al entrar por el umbral de la puerta el director se levantó y
abrazándose le mostró su satisfacción por el cambio tan radical de ese tercero
de secundaria. Varios padres se habían personado en su despacho para mostrar su
agradecimiento con el trato que estaban recibiendo sus hijos ese curso.
Anteriormente el claustro mostró su asombro ante el cambio de actitud de
aquellos incontrolables adolescentes. Pronunció su nombre personal mientras
sonreía y comentaba que parecía mentira que con los años que se conocía todavía
se asombrara de algo. Él solo cumplía con su obligación, el problema estaba en
el resto de la plantilla que en los últimos tiempos se estaban relajando.
Volvió a lanzarle la retahíla de fallos que se estaban cometiendo en educación,
así como, según su visión, la educación debía cambiar el rumbo actual.
Ciertamente el profesorado era el que se debía adaptar a las nuevas
generaciones, pero una cosa era adaptarse y otra muy distinta dejarse manejar
por la sociedad, por los padres y en bastantes casos, últimamente, por los
mismos alumnos.
- Sabes muy bien.
Proseguía comentando.
- Podré estar o no en lo cierto
pero mis principios, mi ética, mis valores nadie me los cambiará, me iré a la
tumba con ellos.
El director le interrumpió para aconsejarle
que no continuara especialmente en la prensa con esa línea contra E.T.A. le
tenían en el ojo de mira y posiblemente lo sentenciarían. Pero Julián en vez de
acobardarse se engrandeció, era sabedor que aquel compañero se movía por
círculos de la izquierda abertzale.
-
Nadie me hará vivir con miedo mi vida, si ha de acabar ahora mismo que termine
pero ningún ser de este mundo logrará que viva con miedo.
Es cierto que el último artículo de prensa
era sumamente duro con aquella banda de asesinos, pero no comprendía como
luchaban para lograr ser independientes extorsionando, amedrentando, sembrando
el miedo y la muerte. Si lograban su objetivo someterían al pueblo al mismo
yugó con tal de mantenerse en el poder. ¿Por qué libertades luchaban por las de
pueblo Vasco, o realmente por las suyas a costa del resto? Podía entender,
aunque no compartir, que desearan la independencia pero los métodos que
empleaban eran totalitarios y eso ya lo había sufrido durante demasiados años
el País. Sin duda aquellos asesinos pretendían prorrogar ese estado del miedo,
de leyes orgánicas, las que le salía del mismo nombre al caudillo. En fin que
detestaba todo acto de violencia y más aun si cabe le enfurecía como pocas
cosas el amedrentar a la gente con el miedo. Su compañero estaba preocupado por
aquel increíble maestro, él también era capaz de entender a su amigo, aunque
Julián nunca llegó a intimar hasta considerarle como amigo, pero tampoco
compartía su forma de pensar. Se despidieron no sin el temor en el cuerpo del
director, el se movía por esos círculos de la izquierda y era consciente que se
la tenían jurada. Últimamente aparecía con demasiada frecuencia atacando
duramente a la banda tanto en la prensa, como en la radio o la televisión. No
perdía oportunidad para atacarlos asegurando que eran el verdadero cáncer de
Euskadi.
Acababa de preparase la comida, ya se había
sentado en la mesa con todo en orden para poder comer con tranquilidad mientras
sentía las noticias en la televisión vasca. El comunicado de E.T.A. le hizo
llevar la atención a la noticia. Unos encapuchados leían un manifiesto contra
el gobierno central y en los últimos párrafos de la nota amenazaron a Julián.
No nombraron su nombre pero el mensaje era claro hacía él pues hacían
referencia al artículo publicado el día anterior. Si que nombraron le titulo
del articulo. Iba a reanudar la ingestión de alimentos cuando le sorprendió el
sonido del móvil. Se levantó fue hacia su habitación y pudo comprobar que se
trataba de su madre. Había escuchado la noticia y suplicaba a su hijo que se
dejará todo y regresara a Madrid ahí con protección podría vivir en paz.
Tranquilizó a su madre y le aseguró que ese fin de semana se acercaría a la
capital para charla y hacerle compañía. Fue colgar y maldecir a esos asesinos
que no dejaban en paz a ser viviente. Le dolía en lo más profundo de su alma
que su madre se enterase pero también estaba convencido que la entupida de su
hermana había sido quien se lo notificó. De la misma forma pondría la mano en
el fuego quien se lo contó a su hermana había sido el prepotente de su marido.
Pero ahora no había solución esperaba que con su viaje a Madrid ese fin de
semana solventara en parte la preocupación de su madre. No hacía ni tres
minutos que colgó la comunicación con los de casa cuando de nuevo, esta vez se
lo había llevado a la mesa, volvió a sonar. Era Andrea que también lo había
escuchado y estaba profundamente preocupada. Quito hierro al asunto
asegurándole que llevaba años recibiendo continuas amenazas de esos asesinos.
Si no habían actuado hasta la fecha se debía a las discrepancias dentro de la
organización. Aquel maestro era un personaje demasiado querido por un gran
número de personas y muchas de ella no precisamente con el mismo punto de vista
que él. Incluso sus más duros adversarios reconocían el gran valor del
personaje. Para distraerle del asunto
por el que había telefoneado le comentó.
- ¿Bueno ya
tienes a papá en casa, no?
De
inmediato se olvidó del tema confesándole que lo tenía a su lado y le había
mostrado su interés en hablar con él. Trataron de quedar para el sábado, pero
Julián ya se había comprometido con su madre y lo subsanaron en quedar a comer
el complejo deportivo gastronómico del Paseo de la Concha ese viernes.
Esa semana recibió infinidad de apoyos de
compañeros, alumnos, periodistas, padres de alumnos y editoriales tanto de
prensa, radio y televisión manifestaban el apoyo de todos al personaje.
Especialmente en la facultad llegaron a realizar una concentración en protesta
contra el comunicado de la banda. Su madre le telefoneó todos los días e
incluso cuando, según ella, presentía que le había pasado algo le llamaba dos y
tres veces. Siempre estuvo muy cariñoso y quitando hierro, restando importancia
a lo que la gente decía. Tenía ganas de que llegase ese sábado. En primer lugar
para tranquilizar a su madre y en segundo término para recriminar seriamente a
su cuñado y hermana lo crueles que habían sido con mamá.
No le gustó nada que se personará el
matrimonio con Andrea. Confiaba que sería una entrevista personal entre padre y
tutor. Resignado no puso el menor pero y ordenó al metre que pusiese dos
cubiertos más en la mesa. Aunque el salón estaba a tope consiguieron acoplarles
una mesa de la cocina de mayores dimensiones para que su clientela se sintiese
más cómoda. Las cartas se repartieron a los cuatro comensales y cuando el padre
de Andrea escuchó la marca de vino que pedía su esposa le llamó la atención
sobre el precio. Julián intervino de inmediato.
- Son mis
invitados y todo lo que esté en la carta pueden pedirlo sin el menor problema.
El dinero es dinero nada más y gracias a Dios hoy por hoy me puedo permitir
estos lujos.
Su mujer se hizo la ingenua.
- No me
había dado cuenta. Por favor Don Julián pida otro vino.
Julián volvió a insistir que no había
problema.
- Además hoy también lo probaré.
De esta forma solventaba la tirantez en la
mesa. Poco a poco fueron entrando en conversación y la pareja se sentían
profundamente agradecida hacia el maestro. Había sido un apoyo impagable todos
sus desvelos y el enorme apoyo que su hija había encontrado en él. Ciertamente
Andrea había mejorado de una forma espectacular, pero Julián sabía tras las
primeras semanas que aquella chiquilla tenía cualidades para el estudio. Solo
era menester que encontrase un apoyo para poder superar todas las dificultades
que se le presentaron, algo lógico para cualquier inmigrante. Prosiguieron
charlando en uno de los salones del centro mientras los cafés y alguna copa
caían durante la conversación.
David entró a las dos horas de estar en el
complejo, Andrea se levantó y despidiéndose de los presentes se fueron a dar
una vuelta para regresar a casa a la hora de la cena.
La conversación fue fluida, se notaba la
confianza de la pareja en su interlocutor. Ella al comienzo andaba temerosa
pensando que tal vez en el encuentro que mantuvieron después del incidente en
su casa saliera, pero Julián se cuidó mucho de tocar otro tema que no fuera
relacionado con Andrea. Por supuesto que aquello le afectaba pero su
intervención habría perjudicado a la jovencita y no habría resuelto nada. Ese
asunto era lago que debían solucionar en el seno de la familia. Era consciente
que si aquella mujer seguir manteniendo relaciones con el socio tarde o
temprano se enterarían y mientras tanto él podía seguir con la recuperación de
la joven. Consciente que de destapar él la infidelidad de su esposo, éste al
regresar a la mar quien lo sufriría sería Andrea y su misión era proteger a la
joven para madurar en las mejores condiciones.
Se despidieron, no sin antes quedar en verse
de nuevo ante cualquier cambio de la joven. No se lo pensó dos veces se acercó
a casa y no tardó más de veinte minutos cuando su coche circulaba por la A-8,
para en la intersección con la A-1 desviarse por ella y acercase a la capital
como había quedado con su madre. Es cierto que está no lo esperaba hasta la
hora de la comida del sábado pero Julián entraba en la mansión de su madre
cerca de las dos y media de la madrugada. Solo el guarda jurado de la entrada
se enteró que el señor de la casa había llegado. Estaba bastante cansado habían
sido unos últimos días duros por el agobio de la gente, era de las cosas que
peor llevaba, pero era consciente del aprecio que en general le tenían. Se
levantó como siempre a las seis de la mañana, aun acostándose tarde le costaba
mantenerse en la cama más allá de esa hora. También era cierto que por regla
general se iba pronto a la cama. Llamó a la cocina, sabedor de las costumbres
de su casa. No se equivocó el equipo de cocina comenzó su tarea a las seis, lo
habitual en aquella mansión. La jefa del servicio se extrañó, pues al igual que
todos, esperaba al señor a la hora de comer. Presta se puso manos a la obra
para preparar y llevar el desayuno que el señor solía tomar. Pero antes de
colgar solicitó de su señor si quería algún cambio en el desayuno. Ante la
negativa colgaron y ella junto a una cocinera se pusieron a preparar el primer
alimento de ese día para el señor. Siempre las denominaban habitación pero
aquello era una impresionante suite de un gran hotel, pues amen del recinto
donde estaba ubicada la cama habían tres dependencias más con acceso por medio
de sus respectivas puertas, un gran salón, donde solía desayunar siempre que
iba a casa, un enorme despacho y un servicio que más bien parecía las
instalaciones de un club de natación. Tras el aseo personal se mantuvo en su
despacho trabajando hasta que el servicio le avisó, tras saludarlo y mantener
una distendida conversación. Era el único, junto a su fallecido padre, que
solía interesarse por los problemas de sus empleados. Pues el resto de la
familia solo emitía órdenes o confirmaban afirmaciones, pero nunca se entablaba
dialogo entre el servicio y los moradores de la mansión. El rostro y la
gesticulación de aquella mujer era diferente a cualquier otro día, conscientes
del trato por igual que aquel maduro personaje y su padre que en la gloria lo
tenga el Señor les ofrecían. Siempre interesándose por sus problemas cotidianos
y acordándose de cualquier problema o situación por la que pasaban aunque ésta
se hubiera producido hacia tiempo. Cuantos problemas solucionaron al servicio
tanto aquel hombre como su padre cuando se lo planteaban. E incluso escucharon
reprimendas de la señora de la casa. Pero especialmente de la hija y esposo de
ésta. No se les quería demasiado por el personal, pero este en deferencia al
señor y a su hijo, cumplía con desvelo su cometido. En la conversación que
mantuvieron le agradeció la ayuda recibida para que su hijo no dejara los
estudios. Sonrió asegurándole que no lo habría hecho con alguien del que
estuviera seguro que no lo utilizaría bien. Con lágrimas en los ojos aquella
madura empleada del hogar plasmó dos sonoros besos en la mejilla de su padrón.
Era una pena que aquel personaje no se hubiera quedado en casa pero lo
comprendían perfectamente con las dos señoras que rondaban por ahí no se podía
convivir siendo como era el señor. Pero estos pensamientos jamás se los
transmitió sabedora que adoraba a su madre a pesar de los pesares, de la que no
estaba tan seguro que apreciara era a su hermana. Le enervaba hasta el alma
aquella pedante mujer por no hablar de su querido esposo.
Cuando la señora se enteró que su hijo
estaba en casa se enfadó con el personal y refunfuñando entró en los aposentos
de su hijo que se encontraba en esos momentos en el despacho aprovechando el
tiempo. Se lanzó a los brazos de su pequeño, cercano a los sesenta años,
mientras esté con el cariño que le caracterizaba trató de mostrar a su madre
que había sido materialmente imposible avisarle pues llegó de madrugada. No
paraba de repetirle que abandonara todo y regresara a casa allí convertiría la
mansión en un bunker inexpugnable. Julián abrazado a su madre mientras
deslizaba su mano por sus cabellos trataba de explicarle que eso no era vivir y
prefería mil veces acabar de un tiro o saltando con una bomba lapa antes que
recluirse y vivir como un ermitaño. Su razón de vivir era su verdad aunque no
estuviera en lo cierto, adoraba la vida que estaba llevando porque le permitía
vivir tal y como a él le gustaba. Le propuso abandonar el país y reanudar una
vida nueva en otro lugar, pero con la serenidad que le caracterizaba trató de
explicarle a su progenitora que eso sería peor que morir. Renuncia a sus
ideales, a sus valores, a sus responsabilidades como ciudadano pero
especialmente como educador, profesión de la que disfrutaba y a la que no
traicionaría por nadie ni por nada en este mundo. Como podía abandonar todo y
huir cuando había estado pregonando a viento y platillo que en la vida uno se
debía enfrentar ante las injusticias, denunciándolas, dando ejemplo a la gente
que por sus condicionantes no se atrevían a enfrentarse a ello y los tiranos se
aprovechaban precisamente de esas circunstancias. Estuvo muy cariñoso con su
madre, y en deferencia a ella soportó las estupideces de su hermana y cuñado.
Incluso jugó con los C. D. A. de sus sobrinos. (Capullito de alelí, siglas que
empleaba en los claustros de profesores para referirse a ciertos alumnos,
mimados y consentidos que trataban de torear al profesorado, especialmente lo
empleaba con los del gabinete de psicología del centro muy acostumbrados a
detectar casos pronunciando simplemente las siglas de su problema). No era
ninguna mofa a los casos realmente detectados. Personalmente ponía cuerpo y
alma en atenderles con la mayor profesionalidad y sacando tiempo de donde fuera
para paliar los efectos de sus problemas en el rendimiento académico, pero
nunca acudía a la jefa del departamento de orientación. No se explicaba cómo
podía dirigir el departamento cuando ni siquiera tenía un criterio propio, o lo
cambiaba a la mínima insinuación de cualquier profesor, aunque no estuviese muy
docto en la materia. Cuantas veces le había comentado al director pedagógico
que uno de los canceres del centro era precisamente dicha profesional, por
decir algo. Cuando encontraba dificultades para atender uno de estos casos iba
a un prestigioso pedagogo de la facultad lo invitaba a comer y charlaban sobre
el asunto.
Partió hacia Donostia a media tarde. La
semana se le presentaba movidita y deseaba llegar antes de la cena a casa, dar
un repaso a lo que se le avecinaba y acostarse. En casa había tenido tiempo
para trabajar todas las actividades de esa semana pues el domingo también se
levantó a las seis horas y hasta que llegó su hermana con la familia le dio
tiempo a prepararlo todo.
Ese mismo lunes su madre contactó con el
ministro del interior, el padre del político había sido compañero de colegio de
su marido y en ocasiones solían comer o cenar los dos matrimonios. Le atendió
de inmediato y charlaron largamente sobre el asunto que le preocupaba. Estaba
dispuesta a correr con los gastos, pero deseaba que le proporcionaran una
escolta profesional. Aquel personaje le aclaró que ya estaba en marcha el
asunto pero esa semana tenía que desplazarse al País Vasco y lo resolvería
personalmente con el director general de la Ertzaintza.
El lunes al entrar en clase Andrea le
tendió la agenda donde su padre había solicitado una entrevista personal con el
tutor. Julián firmó el documento pertinente y quedó con el padre de Andrea el
miércoles por la tarde, pues más tarde resultaba imposible ya que esa misma
noche del miércoles embarcaba para hacerse de nuevo a la mar.
En un principio habían quedado a las
diecisiete horas en el complejo deportivo gastronómico del Paseo de la Concha
pero como esa mañana del miércoles Andrea en su clase le comunicó que prefería
un lugar privado, el colegio estaría bien. Julián quedó con la jovencita que le
acompañara hasta su casa y allí libres de todo espía podrían conversar sin el
menor problema.
Aunque en un principio el padre de la
criatura deseaba mantener una conversación a solas con el tutor de su hija,
está no se lo consintió le quedaban unas horas para estar junto a él y no iba a
separarse de su lado por nada ni por nadie. Dios sabe hasta cuándo no lo
volvería a ver. Intentó persuadirle pues el tema que deseaba tratar era delicado
y pensaba que su hija no estaba al tanto de ello. Pero al ver su expresión
cuando le comento que prefería hablar a solas con su profesor. Claudico y pensó
que encontraría un momento para comentarlo sin su presencia.
Comieron, reposaron y padre e hija paseando
se acercaron al palacete de Julián que tenía preparada en el salón una pequeña
merienda. Se saludaron y los invitó a pasar. Tomaron acomodo en los sofás y
comenzó la charla.
El padre de Andrea estaba preocupado, en los
escasos días que había estado en Donostia el comportamiento de su socio no le
daba buenas sensaciones, y deseaba que Julián personalmente estuviera al tanto
de Andrea. El trabajo había separado al matrimonio y su relación no andaba en
sus mejores momentos. Le notaba indeciso, la presencia de Andrea le paraba,
pero Julián sabedor que su hija sabía todo rompió la lanza para que aquel
hombre se pudiera expresar sin tapujos.
- No tenga
miedo. Sabe que su socio y su mujer se entienden. ¿Verdad? En una charla con su
mujer me lo contó y su hija lo sabe porque los pillo infraganti.
Aquel hombre se sorprendió pero al mismo
tiempo sintió un gran alivio al poder hablar sin tapujos. Su matrimonio se
había roto desde hacía tiempo y lo que hiciera su mujer con su vida le tenía
sin cuidado, pero si le preocupaba, y mucho su hija. Lo había observado en
multitud de ocasiones, siempre en periodos de tiempo cortos pues su parte del
trabajo era principalmente en la mar. Pero aunque sospechaba y esa semana le
había sorprendido aprovechándose de una menor en la fábrica. Intento conseguir
testigos para denunciarlo pues él no lo había visto, solo se lo comentaron de
oídas, pero todos los que podrían haber testificado, incluso la menor se
negaron en rotundo y ahora temía que pudiera hacerle algo a Andrea y el solo
pensarlo lo tenía fuera de sus casillas.
Julián le tranquilizo y le prometió que
estaría al tanto ante cualquier problema. Ella tenía su móvil y su dirección
amen del centro educativo bastaba con avisarle y acudiría presto en su auxilio.
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