martes, 15 de mayo de 2012

EL PRIMER AMOR 2ª PARTE CAPITULO VIII- LA DECISIÓN


   - CAPÍTULO OCTAVO.

                                           - LA DECISIÓN. -

   El Mercedes se deslizaba por las calles de París a gran velocidad. En él la pareja en compañía de sus abogados se dirigían hacia la mansión de Pierre Valery. El coche se detuvo en la entrada permitiendo observar las luces, el sonido y el movimiento en la vivienda revelando la presencia de personas en la casa. Llamaron a la puerta y un criado atendió a los recién llegados. Los invitó a pasar, pero José presentó a Linda y a sus abogados. Le entregó una tarjeta y rogó, con su exquisita amabilidad, que comunicara al señor su presencia y el deseo de conversar con él, aguardando en la entrada la respuesta. De inmediato se presentó Pierre, estaba desencajado, esas horas de tensión vividas habían hecho mella en el rostro de aquel hombre. Con una educación no esperada invitó a los presentes a entrar en el salón. Esperarían si deseaba tener a su abogado. Con la misma educación que los recibió rechazó la petición y esperó el vendaval.
   José, junto a sus abogados, se colocó en un segundo plano y  cedió la palabra a Linda. Estaba muy tranquila tener a José arropándole le dio la serenidad y la fuerza para enfrentarse a la situación. Se extrañó al no sentir el menor rencor hacia aquel hombre que estaba contra las cuerdas. No tenía ansias de revancha y en esos momentos lo que menos deseaba era hacer daño a nadie, ni siquiera a Pierre. Con suma serenidad y confianza en si misma comenzó su exposición.
   - Supongo que sabrás cual es tu situación en estos momentos.
   Pierre, que aparentaba bastante serenidad, le interrumpió.
   - Linda creo que no estás muy al corriente.
   Ella le rogó escuchar y si algo de lo expuesto no era cierto podía interrumpirle.
    - Continúo.
    Comenzó diciendo para proseguir.
   - Sé que tu compañera te ha dejado en la estacada y ha empleado las mismas formas que tú hace tiempo empleaste conmigo. Lo sabes porque te lo han comunicado nuestros abogados y supongo que el tuyo. También serás sabedor por la misma vía que se ha presentado una demanda contra tu firma por apropiación indebida de modelos registrados con mi nombre. Por supuesto que tu compañera pedrera la firma, con toda probabilidad, pues la demanda va contra la compañía y según obra en nuestro poder ahora figura a su nombre. Sobre tu casa pesa un embargo por el pago de cuatro millones de francos y tus haberes en estos momentos no ascienden a más de cien mil.
   Conforme Linda iba exponiéndole la situación, su rostro cambiaba. La seguridad de un principio fue desapareciendo hasta el punto de romper a llorar y suplicar. Linda sin inmutarse, serena y segura prosiguió.
   - Pierre a estas alturas no me puedes conmover. Te he dicho desde un principio que toda relación entre nosotros terminó. Te he perdonado como persona y mi intención, es olvidarlo. Bety se viene a trabajar con nosotros, conoce perfectamente la firma y nos será de mucha ayuda para integrarla en la nuestra. Sabe lo sucedido y no quiere volverte a ver. Al menos de momento. Es posible, y también son palabras de Caterine, que con algo de tiempo quieran conversar contigo. Al fin y al cabo eres su padre.
   Un prolongado silencio. José y los abogados permanecían expectantes con el semblante serio. Atentos a los acontecimientos pero sin pronunciar palabra. Casi ni respiraban. De nuevo fue Linda quien rompió aquel cortante silencio.
   - Traigo aquí el pagaret de todas tus deudas. Tu casa seguirá siendo tuya y José me ha rogado pagarte dos millones de francos por lo que te han robado, con una condición. Los modelos registrados con tu nombre pasaran a la firma Revaud. Hay cosas muy buenas que pueden aprovecharse. Espero tu respuesta.
   Pierre rompió de nuevo a llorar tomó la mano de Linda y la besaba mientras suplicaba perdón. Con delicadeza la retiró y con la misma serenidad del principio añadió.
   - Pierre no somos niños. La vida me ha endurecido como jamás pensé que podría hacerlo. Tienes mi perdón, pero es mejor seguir por el mundo cada uno por su lado.
   Pierre solicitó de inmediato los papeles para firmarlos, pero José con su característico aplomo le rogó llamar a su abogado. Tras insistir así lo hizo. Tardó un par de horas, que fueron impresionantemente tensas. Al personarse le informaron la oferta realizada a su cliente, así como la posibilidad de tomarse el tiempo necesario para reflexionar la propuesta. No llegaron a salir del salón, estaba claro. La oferta era inmejorable y sin dudarlo firmaron los documentos. José entregó a Pierre los papeles como pago de sus deudas y firmó un cheque con el valor acordado. Se dieron la mano y cuando iban a abandonar aquella mansión se cruzaron con Bety y Jorge. Ella iba a recoger sus pertenencias y abandonar el hogar. Besó a su madre. Luego a su padre.
   - Sé que deseas hablarme pero dale tiempo al tiempo. Me ha dolido mucho todo esto, pero eres mi padre y si mamá ha sido capaz de perdonarte con mayor motivo lo hago yo. Cuídate. Nos veremos.
   Dio media vuelta y subió a su habitación para recoger sus cosas. A Pierre le hubiera gustado abrazar a su hija y rogarle el perdón. Pero se dio cuenta que en esos momentos la mejor despedida o dialogo entre los dos se dio con sus palabras. Por ello esperó a que sus invitados abandonaran su casa y con su abogado cerraron el trabajo iniciado ante el posible juicio. Ahora la demanda se volvería contra su infiel amiga. Tanto el abogado como Pierre se ofrecieron a ayudar en la demanda planteada contra la que figuraba como titular de la firma Pierre Valery.
   De regreso al hotel, dejaron a los abogados en casa y la pareja en coche decidieron detenerse junto al Sena.
   Antes, Linda, se lo había pedido.
   - Necesito tomar un poco el aire. José detén el coche por favor.
   Le rogó si lo deseaba regresar solo. Ella volvería al hotel en taxis. Pero no se lo permitió, bajó con ella y a dos pasos caminaba detrás como guardaespaldas lo hace con su jefe. Linda le tendió la mano y le rogó.
   - Te importa abrazarme.
   No había terminado la frase cuando los fuertes brazos de José la rodeaban. Fundiéndose en un apasionado abrazo. Era la segunda vez que notaba a su amigo algo descontrolado. Esta vez inicialmente no consiguió reprimir esa agradable sensación. A su mente acudió Silvia pero se dejó  llevar por la pasión y mantuvo durante unos minutos su cuerpo junto aquel maravilloso hombre. Ninguno de los dos hizo aman de besarse, aunque sus cuerpos se lo pedía con fogosidad y pasión. Se dieron la mano y comenzaron a pasear bajo la fría noche Parisina. José estuvo en un trís de confesarle quien era. Pero esa jornada había sido demasiada cargada de sorpresas, de alegrías, de encuentros. Y prefirió guardarlo para más adelante.
   Vieron un local, de los que permanecen las veinticuatro horas abierto entraron a tomar café. Estaban congelados. Sentados uno frente a otro se contemplaban. Con sus miradas se desearon, se dieron y se sintieron enormemente felices de estar juntos y de haberse conocido. No se pronunció una sola palabra. Tan solo miradas, sonrisas y algún que otro gesto con el rostro. Pero la hora y media que estuvieron uno frente al otro les parecieron segundos.
   Por fin se levantaron, pagaron y cogidos de la mano, como dos enamorados regresaron al coche y fueron a sus habitaciones en el Hotel. Silvia esperaba a su marido despierta viendo una película en la televisión. Al verle entrar se levantó se abrazó a él y se besaron. No hubo necesidad de palabras. Unieron sus cuerpos y dejándose caer sobre la cama se quedaron dormidos.
   La familia los despertó con los periódicos de la mañana y las primeras revista de moda resaltando el éxito de la firma Revaud. Todo eran elogios para la colección y especialmente para las diseñadoras. Alababan la buena visión de aquel español que había financiado la firma y la profesionalidad llevada. Les invitaban a lanzar al mercado bursátil acciones pues sería una garantía de rentabilidad para los inversores y un seguro para la empresa.
   Desayunaron y fueron al aeropuerto para regresar a New Ville. Deseaban estar en casa, pues tarde o temprano deberían fijar su residencia en París.
   Tras la comida se reunieron en el apartamento de Linda. Jorge comenzaba a distinguir a las dos hermanas, pero en más de una ocasión dudaba. A ellas les agradaba la situación y bromeaban con él. El matrimonio al ver a su hijo con Bety cruzó sus miradas y sonrieron. Durante la conversación comentaron que ya iba siendo hora de abandonar Francia y regresar a España. El negocio estaba asegurado con esas cuatro encantadoras mujeres, en las que depositaba toda su confianza. Los rostros de Linda, Brisite y Caterine cambiaron radicalmente. Eran casi dos años con aquel maravilloso hombre y ahora les iba a dejar. Con quien iban a soñar, a quien esperarían con impaciencia verle entrar con la sonrisa en los labios por la puerta. Pero debían resignarse a lo inevitable. Al comprobar sus rostros se permitió bromear.
   - Espero que nos hagáis alguna visita a España. Nosotros también haremos alguna por aquí. Además, me temo que mi querido hijo va a realizar muchos viajes.
   De inmediato las miradas se dirigieron a la pareja que precisamente en esos momentos y en un rincón algo discreto se fundían en un apasionado abrazo con beso incluido. Al sentirse observados se ruborizaron y las risas rompieron aquel momento tenso y triste.