sábado, 31 de marzo de 2012

EL PRIMER AMOR -2ª PARTE

- CAPÍTULO SEGUNDO.

LA RESOLUCIÓN.

Esa mañana les costó levantarse ya que era imprescindible madrugar. Su vuelo con destino a Madrid salía a las once de la mañana y les esperaban unos cuantos kilómetros por carretera hasta el aeropuerto de Lyón. De allí, en avión, a casa.

Las manecillas del reloj señalaban las diez horas, de esa espléndida mañana de verano, en el preciso instante que descendían del coche ante la puerta de salidas internacionales donde el chofer se detuvo. Presto a su trabajo un mozo les portó el equipaje desde el maletero a facturación. Con la carta de embarque y los correspondientes resguardos entraron en la cafetería a tomar un tente en pie. Transcurridos unos vente minutos, la megafonía del aeropuerto anunciaba la puerta de embarque de su vuelo. Abrazados, como dos tortolitos, se encaminaron a la puerta anunciada para emprender el regreso a casa.

El viaje, tranquilo, corto y sin el menor altercado los condujo hasta el aeropuerto de Barajas donde se pudieron abrazar a sus hijos y yerno. Sé les veía radiantes de felicidad. Sus almas emanaban ternura, cariño y un amor casi infinito, cosa que no paso desapercibida por sus familiares que así se lo manifestaron. Parecían una pareja recién casados regresando del viaje de novios. Recogieron el equipaje y en los coches pusieron rumbo a la mansión de la familia.

Fue Elena, quien recriminó a su madre por facilitar a papá el camino para indagar sobre Linda.

- Yo ni por casualidad se lo permitiría a Carlos. Es más la sola proposición me pondría en guardia y dejaría las cosas muy claras.

Protestaba su primogénita al escuchar la confesión de sus padres. Silvia con la dulzura, tranquilidad y cariño le respondió.

- Quiero a tu padre, como nadie se lo puede imaginar. Sus preocupaciones, sus angustias, su felicidad. Todo absolutamente todo lo he compartido, lo comparto y lo compartiré hasta el final. Y si algo le hace sentirse mejor procuraré, si está en mis manos, ayudarle. Lo único importante es su felicidad. Si él es feliz, también lo soy yo.

El intercambio dialéctico se desató en el grupo familiar. Solo Reme, la pequeña, apoyaba a su madre. José permanecía expectante observando a su familia y escuchando los argumentos de unos y otros. Jorge, su único varón, en una de sus intervenciones puntualizó.

- A mí me gustaría encontrar una mujer como mamá. Es fabulosa, te proporciona hasta la posible amante.

La frase punzante de Jorge elevó la intensidad del debate familiar. Su madre haciendo gala de sus cualidades, mostraba la plena confianza en su marido.

Durante la comida y la sobremesa la conversación giró en torno a la polémica desatada. Pero también hubo momentos donde pudieron relatar, a sus hijos, lo gratificante y maravilloso del viaje. Ese descanso los devolvía frescos. Con ganas de luchar y seguir al pie de la brecha. Cuando la discusión fue menguando, sobre el asunto Linda, alguien recordó que faltaban quince días para iniciar las vacaciones. Elena y su marido decidieron ir con todos a la finca de la playa. Silvia propuso ir el siguiente fin de semana con Elena. Debían poner al tanto al servicio y tener todo preparado para cuando la familia se desplazara. Sabían, por experiencia, la imposibilidad de ir los dos, pues tras aquella semana de relax era imprescindible controlar los negocios y tenerlo todo solucionado para las vacaciones. Por ello José y Carlos no les acompañarían. Reme y Jorge tenían a los amigos en la capital y prefirieron quedarse en casa con su padre.

Esa semana fue bastante dura. Surgieron una serie de problemas que precisaban una pronta solución. José tuvo que requerir a Silvia. Pues en alguno de los temas estaba mejor preparada que él. Por lo tanto casi toda la semana les tocó trabajar de lo lindo. Contactaron con sus hermanos Andrés que dirigía en Barcelona y su hermano Alfredo que hacia lo mismo con la de Valencia. Pronto se solucionaron las pegas. La eficacia, tesón y voluntad de los dos consiguieron que las cosas volvieran a funcionar por sus cauces normales.

Jorge solía ir alguna que otra vez, especialmente en épocas de vacaciones, y aunque no se solía meter mucho en el negocio al menos iba a la sección de informática. Allí preguntaba a uno y a otro sobre el funcionamiento de determinados programas que llamaban su atención. Pasando unas horas maravillosas y de paso aprovechaba la ocasión para saludar a sus primos.

Ese viernes José salió de su despacho, recogió a su mujer e hija y les acercó al aeropuerto. Una vez consignados los equipajes, como había tiempo, fueron a la cafetería y tomaron unos helados. Silvia preguntó a su marido por el señor Doufeaux.

- No hay novedad.

Conversaron sobre los detalles a revisar en Javea. Especialmente el tema de las embarcaciones. Nunca tuvieron problemas con sus empleados y cuando acudían a descansar las cosas funcionaban a la perfección. Pero no era menos cierto que alguien se adelantaba para tener todo a punto. Cuando madre e hija entraron por la puerta de embarque José se despidió y regresó a casa.

Durante el viaje las señoras mantuvieron una grata conversación con una pareja de turistas nórdicos interesándose por los lugares más recomendados. La conversación tomó mayor aliciente al confesar su hoobie. Eran verdaderos aficionados a la vela. Al llegar al aeropuerto de Alicante y tras recoger los equipajes los dos jóvenes fueron invitados por sus compañeras a conducirlos hasta el hotel de destino, pues no estaba muy lejos de donde tenían la finca.

Les recogió, Ramón, el administrador en Alicante y responsable de los diferentes negocios del matrimonio en la zona. En primer lugar dejaron a los turistas en su hotel para luego instalarse en casa.

Cuando a la mañana siguiente se levantaron pudieron comprobar el buen estado de su lugar de descanso. Aquello era una verdadera mansión. Disponían de una extensión equipada con varias instalaciones deportivas. Un fresco y acogedor jardín cuidado con verdadero cariño y profesionalidad rodeaba la casa principal. Allí todo estaba en orden por ello decidieron subir a uno de los coches del garaje y visitar la finca. Una propiedad rodeada por una valla que delimitaba cerca de mil hectáreas de terreno. Un par de huertos uno de árboles frutales y el otro de legumbres propias de la región junto a un frondoso bosque de pino mediterráneo. En la parte mas alejada de la casa estaban las caballerizas. La familia era aficionada a la hípica y Elena no se resistió a montar en su hermosa yegua "Estrella". Su madre le acompañó, dando un pequeño paseo por los terrenos. Hacía tiempo que no cabalgaban y aunque el sol apretaba de lo lindo, disfrutaron de su montura un rato.

Al llegó la hora de la comida decidieron acercarse al club náutico. Era una de las cosas que más agradaban a José. Hasta el momento todo estaba perfecto. Solo les faltaba revisar las embarcaciones. Reservaron mesa en el restaurante y se acercaron a sus amarres para preguntar por su estado.

Disponían de un lujoso yate con las habitaciones necesarias para toda la familia y algún invitado más. Luego estaban las dos fuera bordas y las motos acuáticas. El encargado del material les comentó que todo estaba para utilizarlo de inmediato. Solo una de las motos se encontraba en el taller reparándola.

Durante la comida se les acercó un joven. Cual fue su sorpresa al ver frente a ellas a Jonathan uno de los jóvenes nórdicos compañeros de viaje en el avión. Tras el saludo les invitó al café. Se sentaron en una mesa de la terraza con vistas al puerto deportivo. Jonathan era ingeniero naval y ese mismo curso finalizó su carrera. Trabajaba con su padre. Un importante armador noruego. Confesándoles su pasión. La construcción de una embarcación para la copa del mundo de grandes veleros y su proyecto lo estaba llevando a la práctica. Su amigo, compañero de la universidad, trabajaba con él en el mismo proyecto y dedicaban cada momento del día a su sueño. Se tomaron unos días de vacaciones después del apretado curso y se disponían a coger fuerzas para comenzar. Elena tonteaba con los jóvenes y cuando estos les propusieron navegar un rato esa tarde, adelantándose a su madre, que iba a rechazarlo con delicadeza, aceptó encantada. Antes de embarcase las señoras entraron en el servicio.

- Elena.

Comenzó hablando su madre.

- Eres una recién casada y...

Su hija, no le dejó finalizar la frase.

- No te has dado cuenta que se entienden y compenetran en todos los campos.

- ¿Son Gays?

Preguntó ingenuamente su madre. Su hija había dado en el clavo, a pesar de la enorme discreción de los muchachos.

Fueron al embarcadero y subieron en un lujoso velero. Pasaron una tarde deliciosa y aunque mantuvieron una conducta exquisita hubo pequeños detalles que confirmaron sus sospechas.

Al regresar a casa, Silvia, telefoneó a su esposo. Fue una conversación llena de afecto y cariño, asegurándole que todo estaba en orden. Él le contó que esa mañana había recibido noticias del señor Doufeaux, dándole más datos sobre la investigación. En concreto había localizado a Brisite, su hermana. Pero el domingo a su regreso tendría tiempo de darle toda la información. Ella le confesó la aventura con los jóvenes noruegos. Bromearon sobre el asunto y se despidieron hasta el día siguiente.

José y Carlos esperaban en la puerta de llegadas nacionales. Pronto hicieron acto de presencia y tras los oportunos saludos subieron al coche y regresaron a casa. Durante el trayecto las bromas, en torno a la conquista de ese fin de semana, se desataron y pasaron el trayecto hasta casa sonriendo.

En la sobremesa de la cena José le informó de las nuevas pesquisas del señor Doufeaux. Los problemas económicos de Linda eran graves y confidencialmente consiguió averiguar que tenía SIDA. Su estado de salud peligraba por momentos. Su hija, una chica de una impresionante presencia, reflejaba la falta de cuidados y de alimentación. No tenían dirección fija y con toda seguridad se dedicaban a vagabundear por las calles. Logró contactar con Brisite la cual pasaba también por una situación económica muy difícil y con toda probabilidad perdería su casa de Anency, pues las deudas le podían. Trabajaba esporádicamente a horas en una empresa de limpieza. Estaba divorciada desde hacía muchos años, y no tenía más familia que su hermana. No consiguió averiguar donde podía localizar a Linda, pues su hermana, solo sabía de ella cuando le ingresaban en el hospital donde llamaba o pasaba con asiduidad para poderse poner en contacto con ella. Él, aunque por otro lado, seguiría investigando, haría lo mismo que Brisite y en el momento que le ingresaran le telefonearía con urgencia. Normalmente siempre que regresaba al hospital era como consecuencia de alguna crisis y solía pasar al menos dos ó tres semanas.

Las noticias les había encogido el corazón. José consultó con su mujer para ir en ayuda de aquella antigua amiga, en el momento que el señor Deufeaux le informara del ingreso de Linda de nuevo en el hospital. Silvia, no solo consintió, rogó a su marido que lo hiciera. Si algún amigo suyo se encontrase en una situación similar también iría en su ayuda. Se besaron y animó a su esposo, sabía muy bien que aquello le había afectado como si de un familiar sé tratarse. Aún a sabiendas de transcurrir casi treinta años sin noticias. Ya en la cama los dos prosiguieron comentando el tema y Silvia le puso al corriente sobre el estado del lugar de veraneo. Abrazados les sorprendió el sueño.

Cuando a la mañana siguiente José se despertó, permaneció observando a su mujer hasta que abrió los ojos. Estaba orgulloso de ella y la quería como hasta la fecha ni sospechaba. Siempre se habían llevado bien y las típicas discusiones o enfados no duraban nunca de un día para otro. Se prometieron no esperar a una nueva jornada sin haber resuelto sus diferencias en el día. Durante esos escasos sesenta minutos José pensó en Linda y en el estado en el que se encontraba. Se le ocurrió presentarse sin que supieran quien era y desde el anonimato de su identidad ayudarles en todo lo posible. Lo primero era averiguar la causa que le llevó a esa situación. Cuando en un principio parecía tener una gran posición para luego tratar de recomponer su vida anterior. Cuando Silvia se despertó, se besaron y José le comunicó sus intenciones. Con la dulzura y cariño de siempre comentó.

- Sabes que estoy contigo y cualquier decisión que tomes es la mía.

Tras ducharse y vestirse José llamó al Sr. Doufeaux, le comentó sus inquietudes y aunque no lo tenía completamente claro, por lo investigado hasta el momento, la causa del problema fue la separación y el principal culpable su ex marido. Quien se hizo con el control total de la empresa. En la actualidad disponían de una sucursal en New Ville, pero figuraba con otro nombre. La sede central la tenían en París donde estaba prosperando como una de las mejores marcas de moda en el mundo. Le aseguró que antes de terminar esa semana tendría con detalle toda la información al respecto.

- Y tenga por supuesto Don José que cualquier nueva noticia la recibirá puntualmente.

De eso no le cabía la menor duda. La recepción del hotel supo elegir a un gran profesional y de ello se daba cuenta ahora.

Comenzaban a unirse los cabos de aquella cuerda hecha añicos. Las informaciones recibidas iban componiendo paso a paso los últimos quince años vividos por su primer amor. Poco a poco iba tomando cuerpo la historia y José conforme las noticias le llegaban comenzaba a preparar la estrategia. Se hizo con los servicios de importantes asesores sobre moda y les hizo viajar a París para averiguar la situación de la empresa del ex marido de Linda. No lo tenía del todo claro pero desde luego se movía con rapidez y principalmente con inteligencia. Era una persona meticulosa, calculadora y jamás escatimaba el mínimo esfuerzo, cuando pretendía conseguir algo. Ese tesón le llevó al éxito profesional y empresarial.

Estaba dispuesto a devolver a Linda a su posición en el mundo de la moda. Mermando la impresionante subida de su ex marido.