- LA
RADIO -
A su regreso a casa se involucró de lleno en
el trabajo. Viajaba constantemente a exposiciones y concursos de caldos por
todo el mundo. Precisaba ocupar las veinticuatro horas del día con algo que le
tuviese entretenido. De lo contrario no podría cumplir la promesa que le había
hecho a Amparo. Se había enamorado locamente de ella y cuando disponía de unos
segundos se maldecía de su promesa.
Todas las averiguaciones que había
conseguido durante su estancia en Valencia apuntaban a que la clave de ese hilo
conductor que estaba siguiendo finalizaba en Marie, su madre, y en Bernard. Pero
era tan poco lo que había logrado que no mereciera la pena preguntarles. Si ya
le habían mentido, con esa poca base que tenía de su investigación les
resultaría muy fácil esquivar su interrogatorio y justificar todas sus
sospechas al carecer de una base consistente, amen de ponerlos sobre aviso y,
por tanto, estar a la defensiva. Pero le gustaría plantear tantas preguntas.
¿Por qué había montado esa farsa con Gerardo? ¿Por qué Gerardo había mentido a
su razón de vivir diciendo que conocía a su esposo y habían ideado entre los
dos la Ciudad de
los Deportes?. ¿Por qué Marie, una mujer poco partidaria de desprenderse de
propiedades, le había regalado aquel inmejorable complejo deportivo a Amparo? Y
mil preguntas más que le invadían a diario su mente. Pero quería esperar a
tener más datos para ir cara a ellos. Y con al menos dos ases en la mano no
tuvieran margen para eludir sus preguntas. Contrató detectives, tanto en
Valencia como en Bordeaux y comenzó a indagar sobre aquel extraño montaje.
Había noches que le resultaba difícil
conciliar el sueño. Pero especialmente cuando regresó de un concurso de caldos
en New York, sus ojos se negaron a cerrarse, conectó la radio como tantas
noches hacía y se dedicó a escuchaba música mezclada con historias que les solía
pasar a la gente y se atrevían a contarlo por las ondas. Al principio le chocó
bastante que la gente no guardara sus intimidades para sí. Pero conforme
pasaban los días se fue dando cuenta de la necesidad que tenían de comunicarse
y contactar, aun-que fuera por medio de las ondas, con más gente. Esa noche la
historia que contó una joven, no hacía ni un mes que había cumplido los veinte
años, le impactó hasta tal punto que contactó con la emisora para averiguar su
teléfono. Por supuesto que se negaron a facilitarle información. Pero como él
deseaba hablarle. “Tal vez”. Se decía. “Si alguien tiene las mismas preocupaciones y problemas
que yo. No nos vendría mal, como terapia a los dos, compartir nuestras
preocupaciones”. La joven se había enamorado de un hombre casado, cuya mujer
llevaba más de dos años desaparecida. El personaje en cuestión era su profesor
de universidad con el que había conectado y estaban trabajando sobre un
proyecto conjunto. La relación entre ambos llegó a ser intensa, pues la investigación
requería muchas horas e incluso habían pasado fines de semana juntos. Los hijos
de él, tenía tres, al observar las miradas y la ternura de aquella alumna con
su padre la rechazaron de lleno, sin darle opción a nada. Él parecía que
también se había enamorado de ella, pero las circunstancias y especialmente su
moralidad impidieron que ese amor que ambos sentían cuajara. Estaba desesperada
y solo pensaba en desaparecer de este Mundo si, no conseguía la razón de su
existencia. Sin él la vida no merecía la pena. Lo único que le mantenía era una
esperanza. Que por fin encontraran a su mujer sin vida. Era duro decir eso pero
la única salida para poder seguir viviendo era al menos seguir conservando la
esperanza a esa dura y cruda realidad. La historia había impresionado a José.
Se parecía tanto, a lo que él estaba viviendo, que ni corto ni perezoso pensó.
“Si no consigo que me proporcionen su número de teléfono, tal vez lo más
inteligente, para conectar con ella, fuera por medio de las ondas”. No lo pensó
dos veces y esa misma noche volvió a telefonear a la emisora y mandó un mensaje
a la joven por medio de las ondas. En su
confesión le contó que él se encontraba en una situación similar.
Día a día intercambiaron mensajes casi todas
las noches. Cuando de nuevo, ella, hizo hincapié en su esperanza de encontrar a
la mujer de su profesor sin vida, José respondió con contundencia.
- Tal vez mi edad me permita tener una
visión diferente a ti, pero te puedo asegurar que jamás desearía la muerte de
una persona a la que Amparo quiere y adora. Es más si por fin aparece su esposo. Yo estoy haciendo
lo posible para que esto suceda, aunque me dolerá sin ningún género de dudas.
Saber que ella es feliz me bastará para sentirme bien. El saber que cuento con
su amistad me consuela lo suficiente. Pero especialmente el saber que es
feliz.
Terminó su mensaje rogándole que le llamara
tal vez compartir sus penas le ayudara a no buscar otras soluciones a su
situación desesperada.
Por espacio de más de tres meses se
volvieron a escuchar mensajes de ella y siempre se encontraba con el ánimo y
las reflexiones de aquel hombre. No quiso contactar por teléfono pero le ayudaba mucho escuchar
los consejos de aquel personaje que compartía con ella una situación, dura, enormemente
dura y muy similar.
Pero una noche la voz entrecortada y
llorosa, de la joven, sé volvió a escuchar en las ondas. José había sido fiel a
su cita nocturna y podo escuchar el terrible drama que se estaba dando a través
de la radio. Se encontraba en un puente de su ciudad natal. Noventa metros
separaban la parte central, de aquel medio de comunicación, con el suelo. Allí
se encontraba ella con su móvil en la mano relatando lo que había sucedido ese
día. Ese último día para ella, pues tras su confesión, a las ondas, de lo
sucedido se lanzaría al vacío.
- Mi razón de existir ha recuperado a su
esposa, sana y salva. Mi vida no tiene sentido y la única esperanza, que me
quedaba, ha desaparecido para siempre.
Mientras José escuchaba aquel relato, no se
quedó parado, reaccionó de forma rápida, buscó su móvil y marcó el número de la
emisora en cuestión. Rogó, suplicó y mendigó hasta límites poco comprensibles
contactar con la joven. Como expuso a su interlocutor del medio de
comunicación. “Tal vez pueda evitar la tragedia”. La dirección del programa
reaccionó con prontitud. Pensó, no sin motivo, que podría ser altamente
interesante conectar las llamadas. Aquella noticia tendría en vilo a todos sus
oyentes y sin la menor duda si se prolongaba la situación varios miles más sé
apuntarían. La noticia la hicieron correr como la espuma. Varias emisoras
conectaron, localizado el puente en cuestión y se desplazaron reporteros tanto
de televisión como de las emisoras de radio. El puente fue cerrado a la circulación
y fue acordonado por la policía. La joven se había subido a la última
protección de aquella construcción sobre el cañón. Salvando las tres vallas de protección
previa.
Por fin José pudo hablar directamente con
ella. Al principio se extrañó, pensaba que era alguna argucia de la policía.
Pero al conectar una pequeña radio que llevaba comprobó que era la voz de aquel
personaje. En tono suave y con una dulzura que hizo saltar más de una lágrima a
las asiduas oyentes de la emisora le comunicó.
- Alín, no te das cuenta que no estas sola.
En estos momentos hay un número incalculable de personas que estamos pendientes
de ti. Demostrando que somos tus amigos. Te queremos y deseamos que no nos
dejes.
Una leve pausa par ver si respiraba por
algún lado. Cuando pensó que el tiempo de silencio se estaba alargando
demasiado y no recibía contestación alguna reanudó su mensaje.
- ¿Con quien voy a conversar a través de las
ondas si me dejas? Tú eres la única persona en este mundo que me comprende. Qué
puede comprender hasta que punto uno puede sufrir por alguien. Me has ayudado
durante estos meses como nadie lo ha hecho. Ni siguiera mi madre. ¿Es posible
que yo no haya supuesto lo mismo para ti? De lo contrario no me dejarías. ¿Si
te vas? Va a ser demasiado duro para mí. Especialmente por no poder contar con
tu incalculable ayuda. Tú me entiendes y comprendes. Exactamente lo mismo que
me ocurre a mí contigo.
José continuaba lanzándole reflexiones de
todo tipo. La policía se dio cuenta que esa joven no se había lanzado al vació
gracias a esa llamada. Aunque no contestaba estaban seguros que escuchaba todo
lo que aquel hombre le estaba comunicando por medio del teléfono. Contactaron
con la emisora de radio y aconsejaron que la televisión, que en ese momento estaba
transmitiendo el suceso, se pusiese en contacto con la policía. Deseaban
contactar con José para aconsejarle. Eran conscientes que por medio de la
televisión se podrían poner en contacto con él sin que ella pudiese captar el
mensaje que deseaban transmitirle.
Por unos instantes el realizador transmitió
por la radio la noticia de la presencia de la televisión. José conectó de
inmediato y sé encontró con la sorpresa de un comunicado de la policía.
Descolgó el teléfono de mano mientras el locutor entretenía a la joven y sé puso
en comunicación con las fuerzas de seguridad. Ahora sería más sencillo poder
orientar a ese personaje que por otro lado lo estaba haciendo bien.
De pronto la tensión volvió. Ella había
hablado de nuevo por su móvil y aseguraba que si le cortaban la comunicación
con José todo habría terminado. Él volvió a su móvil mientras en su otro oído
acoplaba el auricular del teléfono fijo para seguir las instrucciones de un
experto de la policía.
- ¿Porqué me has dejado de hablar?
Fueron
las primeras palabras que la joven intercambió con él. José siguió al pie de la
letra las indicaciones que le hacían. La situación parecía que iba tomando
solución. Pero una maniobra en falso de la policía devolvió la tensión al
lugar.
- ¡Me estas traicionando! Pretendes ganar
tiempo para que impidan que acabe de una vez por todas con este sufrimiento.
Hizo intención de tirarse. La tensión se
palpaba en el lugar de los hechos pero en todas las casas que habían conectado
las emisoras de radio o televisión la gente contuvo la respiración. Se pudieron
escuchar algunos gritos. José con una calma, que sorprendió al propio experto
de la policía que le iba indicando como debía actuar, volvió a intervenir.
- Un amigo, jamás te puede traicionar y te
aseguró que yo lo soy. Coincidimos en muchas cosas como para dejarnos engañar
por nadie y aunque la vida no nos ha tratado muy bien en ella están nuestras
razones de vivir. Respirando el mismo aire que respiramos. Con sus ilusiones,
sus esperanzas, sus sentimientos. Te puedo asegurar que si cometes esa equivocación a él le hará
daño. Una herida que le acompañara toda su vida y yo sé que es lo último que tu
pretendes. Que se sienta culpable, el resto de sus días.
De nuevo la tensión se rebajó. El policía
decidió animar y aplaudir la actuación de aquel hombre, mejor no lo podía estar
haciendo. De nuevo el tono de la joven reflejaba más tranquilidad. Las
reflexiones de José le habían tocado la fibra floja y en voz baja, que le costó
percibir lo que decía se atrevió a comunicarse con aquel amigo.
- Tal vez tengas razón. ¿Pero como sé que
todo esto no es un montaje? ¿Cómo puedo saber que realmente me aprecias y me
consideras una amiga?
José se dio cuenta que la joven estaba
cediendo y se precipitó en su respuesta.
- Pídeme lo que quieras que si esta en mi
mano lo haré de inmediato.
Un silencio profundo inundó aquella
comunicación. Pero tanto en el lugar del suceso, como en los hogares, que
estaban pendientes del desenlace, el silencio se pudo cortar. La tirantez, las
expectativas, los temores, las esperanzas, estaban contenidas. Todos esperaban
con inquietud y curiosidad lo que aquella joven le pudiera pedir.
Durante aquel interminable momento José fue
consciente que sé había precipitado, lo comentó con el experto que tenía en la
otra línea y le ánimo a que no se derrumbará. Lo estaba haciendo increíblemente
bien.
La primera palabra de la joven cortó la
respiración a más de uno. Los corazones se aceleraban de forma escandalosa y en
algunos hogares el único ruido que se sentía era el latido del motor de sus
vidas.
- Si vienes a ayudarme a bajar de aquí lo
haré. De lo contrario todo habrá acabado.
José se quedó perplejo. Estaba a más de
mil kilómetros de aquella localidad. Por
muy pronto que quisiera ir. Tardaría más de veinticuatro horas en llegar. Por
fin en tono muy suave le formuló una pregunta.
- ¿Sabes donde me encuentro?
No esperó respuesta de inmediato le comentó
que se encontraba en su casa en Bordeaux.
- Como sí estas en la China. Te esperaré a
que vengas. Pero si alguien intenta cualquier otra maniobra se acabó.
Un iré, firme y seguro se pudo escuchar a
través de las ondas. El experto le comentó que no se moviera alguien le
sustituiría y terminarían con la situación, pero José se negó en rotundo, nunca
le engañaría. Se puso en contacto con un general del área de Bordeaux, amigo
intimó de la familia y le expuso el problema, asegurándole que corría con todos
los gastos que la operación costara. En un principió dudo. Pero la expectativa
que esa joven había levantado en todo el país le apoyaría en caso de tener
dificultades con sus superiores. Fue aceptar y José le rogó que lo tuviese todo
preparado, en media hora se presentaba en la base.
Cuando José llegó en su coche el F 18 estaba
preparado para despegar con uno de los coroneles más expertos del ala.
En menos de cuarenta y cinco minutos
aterrizaban en el aeropuerto de la localidad en cuestión y un vehículo militar
escoltado por varios motoristas arrancó de la misma pista a toda velocidad.
Quince minutos les costó llegar hasta la joven. Estuvo en contacto telefónico
en todo momento, con la excepción del tiempo que había durado el vuelo. Ella
había sido astuta, antes de decir que iba a su encuentro le pidió su numero de
móvil y antes de partir le rogó que colgara y le telefoneó para comprobar el
número. Al acercarse a ella y asegurarle que era él. No podía dar crédito a su
presencia. De nuevo la tensión volvió al lugar. Por teléfono le explicó como
había conseguido llegar en ese tiempo hasta su lado.
- Si después de esto, aún piensas que no
tienes un amigo en mi persona, será mejor que té lances al vació y terminemos
esta farsa.
Sus palabras dejaron helados a todos los que
los que permanecían a la escucha a través de la radio. Ella le rogó que colgara
su móvil. Marcó el número que le había dado antes de partir de su casa y pudo
comprobar que sonaba ante sus incrédulos oídos. Le pidió que fuera hasta ella y
así lo hizo. Saltó una, la segunda y por fin la tercera valla de protección.
Salvado el último obstáculo, ella sé bajó de donde había permanecido más de
tres horas y se lanzó a sus brazos llorando.
Los aplausos, la alegría, la felicidad se
desató en el lugar de los sucesos y en sus hogares las familias se abrazaban
emocionadas hasta tal punto que en muchos hogares los pañuelos hicieron acto de
presencia. Sin separarse de su amigo, los dos acudieron al lugar donde les
aguardaban las autoridades. Los padres, de la joven, se abalanzaron sobre su
hija y sobre su salvador.
José permaneció en la localidad hasta que
pudo comprobar que su nueva amiga se encontraba repuesta y con ilusión por
seguir luchando. Él le aseguró que siempre que le necesitase que no lo dudara y
le telefoneara sin problemas. Estaba invitada a su casa cuando le apeteciese y
le animó a seguir manteniendo contacto con él por medio de las ondas. La radio
los había unido.
Durante su estancia conoció al profesor en
cuestión. Pudieron conversar largamente al invitarles José, a su esposa, a él y
a la joven a cenar. Fue una velada increíblemente positiva para la joven. Pudo
comprobar como el amor de su vida adoraba a su esposa y se sentía enormemente
feliz. Su alumna y amiga volvía a sentir ganas de vivir y compartir su amistad
con los demás.
Al despedirse le desearon suerte en su
misión de encontrar a Paco.
El vuelo a Bordeaux partía esa mañana muy
temprano. Junto a la puerta de embarque se encontraban, para despedir al
personaje, la joven junto a sus padres y su profesor junto a su esposa. Los abrazos y deseos que
aquellas personas le brindaron llegaron a emocionarlo, hasta tal punto que tuvo
que enjugar las lagrimas que comenzaban a caer con cierta continuidad de sus
ojos.