domingo, 12 de mayo de 2013

TRES AÑOS EN EL LABERINTO CAPITULO XIII-LA RADIO


                                      -  LA RADIO -

   A su regreso a casa se involucró de lleno en el trabajo. Viajaba constantemente a exposiciones y concursos de caldos por todo el mundo. Precisaba ocupar las veinticuatro horas del día con algo que le tuviese entretenido. De lo contrario no podría cumplir la promesa que le había hecho a Amparo. Se había enamorado locamente de ella y cuando disponía de unos segundos se maldecía de su promesa.
   Todas las averiguaciones que había conseguido durante su estancia en Valencia apuntaban a que la clave de ese hilo conductor que estaba siguiendo finalizaba en Marie, su madre, y en Bernard. Pero era tan poco lo que había logrado que no mereciera la pena preguntarles. Si ya le habían mentido, con esa poca base que tenía de su investigación les resultaría muy fácil esquivar su interrogatorio y justificar todas sus sospechas al carecer de una base consistente, amen de ponerlos sobre aviso y, por tanto, estar a la defensiva. Pero le gustaría plantear tantas preguntas. ¿Por qué había montado esa farsa con Gerardo? ¿Por qué Gerardo había mentido a su razón de vivir diciendo que conocía a su esposo y habían ideado entre los dos la Ciudad de los Deportes?. ¿Por qué Marie, una mujer poco partidaria de desprenderse de propiedades, le había regalado aquel inmejorable complejo deportivo a Amparo? Y mil preguntas más que le invadían a diario su mente. Pero quería esperar a tener más datos para ir cara a ellos. Y con al menos dos ases en la mano no tuvieran margen para eludir sus preguntas. Contrató detectives, tanto en Valencia como en Bordeaux y comenzó a indagar sobre aquel extraño montaje.
   Había noches que le resultaba difícil conciliar el sueño. Pero especialmente cuando regresó de un concurso de caldos en New York, sus ojos se negaron a cerrarse, conectó la radio como tantas noches hacía y se dedicó a escuchaba música mezclada con historias que les solía pasar a la gente y se atrevían a contarlo por las ondas. Al principio le chocó bastante que la gente no guardara sus intimidades para sí. Pero conforme pasaban los días se fue dando cuenta de la necesidad que tenían de comunicarse y contactar, aun-que fuera por medio de las ondas, con más gente. Esa noche la historia que contó una joven, no hacía ni un mes que había cumplido los veinte años, le impactó hasta tal punto que contactó con la emisora para averiguar su teléfono. Por supuesto que se negaron a facilitarle información. Pero como él deseaba hablarle. “Tal vez”. Se decía. “Si alguien  tiene las mismas preocupaciones y problemas que yo. No nos vendría mal, como terapia a los dos, compartir nuestras preocupaciones”. La joven se había enamorado de un hombre casado, cuya mujer llevaba más de dos años desaparecida. El personaje en cuestión era su profesor de universidad con el que había conectado y estaban trabajando sobre un proyecto conjunto. La relación entre ambos llegó a ser intensa, pues la investigación requería muchas horas e incluso habían pasado fines de semana juntos. Los hijos de él, tenía tres, al observar las miradas y la ternura de aquella alumna con su padre la rechazaron de lleno, sin darle opción a nada. Él parecía que también se había enamorado de ella, pero las circunstancias y especialmente su moralidad impidieron que ese amor que ambos sentían cuajara. Estaba desesperada y solo pensaba en desaparecer de este Mundo si, no conseguía la razón de su existencia. Sin él la vida no merecía la pena. Lo único que le mantenía era una esperanza. Que por fin encontraran a su mujer sin vida. Era duro decir eso pero la única salida para poder seguir viviendo era al menos seguir conservando la esperanza a esa dura y cruda realidad. La historia había impresionado a José. Se parecía tanto, a lo que él estaba viviendo, que ni corto ni perezoso pensó. “Si no consigo que me proporcionen su número de teléfono, tal vez lo más inteligente, para conectar con ella, fuera por medio de las ondas”. No lo pensó dos veces y esa misma noche volvió a telefonear a la emisora y mandó un mensaje a la joven por medio de las ondas.  En su confesión le contó que él se encontraba en una situación similar.
   Día a día intercambiaron mensajes casi todas las noches. Cuando de nuevo, ella, hizo hincapié en su esperanza de encontrar a la mujer de su profesor sin vida, José respondió con contundencia.
   - Tal vez mi edad me permita tener una visión diferente a ti, pero te puedo asegurar que jamás desearía la muerte de una persona a la que Amparo quiere y adora. Es más si  por fin aparece su esposo. Yo estoy haciendo lo posible para que esto suceda, aunque me dolerá sin ningún género de dudas. Saber que ella es feliz me bastará para sentirme bien. El saber que cuento con su amistad me consuela lo suficiente. Pero especialmente el saber que es feliz.       
   Terminó su mensaje rogándole que le llamara tal vez compartir sus penas le ayudara a no buscar otras soluciones a su situación desesperada.
   Por espacio de más de tres meses se volvieron a escuchar mensajes de ella y siempre se encontraba con el ánimo y las reflexiones de aquel hombre. No quiso contactar  por teléfono pero le ayudaba mucho escuchar los consejos de aquel personaje que compartía con ella una situación, dura, enormemente dura y muy similar. 
   Pero una noche la voz entrecortada y llorosa, de la joven, sé volvió a escuchar en las ondas. José había sido fiel a su cita nocturna y podo escuchar el terrible drama que se estaba dando a través de la radio. Se encontraba en un puente de su ciudad natal. Noventa metros separaban la parte central, de aquel medio de comunicación, con el suelo. Allí se encontraba ella con su móvil en la mano relatando lo que había sucedido ese día. Ese último día para ella, pues tras su confesión, a las ondas, de lo sucedido se lanzaría al vacío.
   - Mi razón de existir ha recuperado a su esposa, sana y salva. Mi vida no tiene sentido y la única esperanza, que me quedaba, ha desaparecido para siempre.
   Mientras José escuchaba aquel relato, no se quedó parado, reaccionó de forma rápida, buscó su móvil y marcó el número de la emisora en cuestión. Rogó, suplicó y mendigó hasta límites poco comprensibles contactar con la joven. Como expuso a su interlocutor del medio de comunicación. “Tal vez pueda evitar la tragedia”. La dirección del programa reaccionó con prontitud. Pensó, no sin motivo, que podría ser altamente interesante conectar las llamadas. Aquella noticia tendría en vilo a todos sus oyentes y sin la menor duda si se prolongaba la situación varios miles más sé apuntarían. La noticia la hicieron correr como la espuma. Varias emisoras conectaron, localizado el puente en cuestión y se desplazaron reporteros tanto de televisión como de las emisoras de radio. El puente fue cerrado a la circulación y fue acordonado por la policía. La joven se había subido a la última protección de aquella construcción sobre el cañón. Salvando las tres vallas de protección previa.
   Por fin José pudo hablar directamente con ella. Al principio se extrañó, pensaba que era alguna argucia de la policía. Pero al conectar una pequeña radio que llevaba comprobó que era la voz de aquel personaje. En tono suave y con una dulzura que hizo saltar más de una lágrima a las asiduas oyentes de la emisora le comunicó.
   - Alín, no te das cuenta que no estas sola. En estos momentos hay un número incalculable de personas que estamos pendientes de ti. Demostrando que somos tus amigos. Te queremos y deseamos que no nos dejes.
   Una leve pausa par ver si respiraba por algún lado. Cuando pensó que el tiempo de silencio se estaba alargando demasiado y no recibía contestación alguna reanudó su mensaje.
   - ¿Con quien voy a conversar a través de las ondas si me dejas? Tú eres la única persona en este mundo que me comprende. Qué puede comprender hasta que punto uno puede sufrir por alguien. Me has ayudado durante estos meses como nadie lo ha hecho. Ni siguiera mi madre. ¿Es posible que yo no haya supuesto lo mismo para ti? De lo contrario no me dejarías. ¿Si te vas? Va a ser demasiado duro para mí. Especialmente por no poder contar con tu incalculable ayuda. Tú me entiendes y comprendes. Exactamente lo mismo que me ocurre a mí contigo.
   José continuaba lanzándole reflexiones de todo tipo. La policía se dio cuenta que esa joven no se había lanzado al vació gracias a esa llamada. Aunque no contestaba estaban seguros que escuchaba todo lo que aquel hombre le estaba comunicando por medio del teléfono. Contactaron con la emisora de radio y aconsejaron que la televisión, que en ese momento estaba transmitiendo el suceso, se pusiese en contacto con la policía. Deseaban contactar con José para aconsejarle. Eran conscientes que por medio de la televisión se podrían poner en contacto con él sin que ella pudiese captar el mensaje que deseaban transmitirle.
   Por unos instantes el realizador transmitió por la radio la noticia de la presencia de la televisión. José conectó de inmediato y sé encontró con la sorpresa de un comunicado de la policía. Descolgó el teléfono de mano mientras el locutor entretenía a la joven y sé puso en comunicación con las fuerzas de seguridad. Ahora sería más sencillo poder orientar a ese personaje que por otro lado lo estaba haciendo bien.
   De pronto la tensión volvió. Ella había hablado de nuevo por su móvil y aseguraba que si le cortaban la comunicación con José todo habría terminado. Él volvió a su móvil mientras en su otro oído acoplaba el auricular del teléfono fijo para seguir las instrucciones de un experto de la policía.
   - ¿Porqué me has dejado de hablar?
   Fueron las primeras palabras que la joven intercambió con él. José siguió al pie de la letra las indicaciones que le hacían. La situación parecía que iba tomando solución. Pero una maniobra en falso de la policía devolvió la tensión al lugar.
   - ¡Me estas traicionando! Pretendes ganar tiempo para que impidan que acabe de una vez por todas con este sufrimiento.
  Hizo intención de tirarse. La tensión se palpaba en el lugar de los hechos pero en todas las casas que habían conectado las emisoras de radio o televisión la gente contuvo la respiración. Se pudieron escuchar algunos gritos. José con una calma, que sorprendió al propio experto de la policía que le iba indicando como debía actuar, volvió a intervenir.
   - Un amigo, jamás te puede traicionar y te aseguró que yo lo soy. Coincidimos en muchas cosas como para dejarnos engañar por nadie y aunque la vida no nos ha tratado muy bien en ella están nuestras razones de vivir. Respirando el mismo aire que respiramos. Con sus ilusiones, sus esperanzas, sus sentimientos. Te puedo asegurar  que si cometes esa equivocación a él le hará daño. Una herida que le acompañara toda su vida y yo sé que es lo último que tu pretendes. Que se sienta culpable, el resto de sus días.
   De nuevo la tensión se rebajó. El policía decidió animar y aplaudir la actuación de aquel hombre, mejor no lo podía estar haciendo. De nuevo el tono de la joven reflejaba más tranquilidad. Las reflexiones de José le habían tocado la fibra floja y en voz baja, que le costó percibir lo que decía se atrevió a comunicarse con aquel amigo.
   - Tal vez tengas razón. ¿Pero como sé que todo esto no es un montaje? ¿Cómo puedo saber que realmente me aprecias y me consideras una amiga?
  José se dio cuenta que la joven estaba cediendo y se precipitó en su respuesta.
   - Pídeme lo que quieras que si esta en mi mano lo haré de inmediato.
   Un silencio profundo inundó aquella comunicación. Pero tanto en el lugar del suceso, como en los hogares, que estaban pendientes del desenlace, el silencio se pudo cortar. La tirantez, las expectativas, los temores, las esperanzas, estaban contenidas. Todos esperaban con inquietud y curiosidad lo que aquella joven le pudiera pedir.
   Durante aquel interminable momento José fue consciente que sé había precipitado, lo comentó con el experto que tenía en la otra línea y le ánimo a que no se derrumbará. Lo estaba haciendo increíblemente bien.
   La primera palabra de la joven cortó la respiración a más de uno. Los corazones se aceleraban de forma escandalosa y en algunos hogares el único ruido que se sentía era el latido del motor de sus vidas.
   - Si vienes a ayudarme a bajar de aquí lo haré. De lo contrario todo habrá acabado.
   José se quedó perplejo. Estaba a más de mil  kilómetros de aquella localidad. Por muy pronto que quisiera ir. Tardaría más de veinticuatro horas en llegar. Por fin en tono muy suave le formuló una pregunta.
   - ¿Sabes donde me encuentro?
   No esperó respuesta de inmediato le comentó que se encontraba en su casa en Bordeaux.    
   - Como sí estas en la China. Te esperaré a que vengas. Pero si alguien intenta cualquier otra maniobra se acabó.
   Un iré, firme y seguro se pudo escuchar a través de las ondas. El experto le comentó que no se moviera alguien le sustituiría y terminarían con la situación, pero José se negó en rotundo, nunca le engañaría. Se puso en contacto con un general del área de Bordeaux, amigo intimó de la familia y le expuso el problema, asegurándole que corría con todos los gastos que la operación costara. En un principió dudo. Pero la expectativa que esa joven había levantado en todo el país le apoyaría en caso de tener dificultades con sus superiores. Fue aceptar y José le rogó que lo tuviese todo preparado, en media hora se presentaba en la base.
   Cuando José llegó en su coche el F 18 estaba preparado para despegar con uno de los coroneles más expertos del ala.
   En menos de cuarenta y cinco minutos aterrizaban en el aeropuerto de la localidad en cuestión y un vehículo militar escoltado por varios motoristas arrancó de la misma pista a toda velocidad. Quince minutos les costó llegar hasta la joven. Estuvo en contacto telefónico en todo momento, con la excepción del tiempo que había durado el vuelo. Ella había sido astuta, antes de decir que iba a su encuentro le pidió su numero de móvil y antes de partir le rogó que colgara y le telefoneó para comprobar el número. Al acercarse a ella y asegurarle que era él. No podía dar crédito a su presencia. De nuevo la tensión volvió al lugar. Por teléfono le explicó como había conseguido llegar en ese tiempo hasta su lado.
   - Si después de esto, aún piensas que no tienes un amigo en mi persona, será mejor que té lances al vació y terminemos esta farsa.
   Sus palabras dejaron helados a todos los que los que permanecían a la escucha a través de la radio. Ella le rogó que colgara su móvil. Marcó el número que le había dado antes de partir de su casa y pudo comprobar que sonaba ante sus incrédulos oídos. Le pidió que fuera hasta ella y así lo hizo. Saltó una, la segunda y por fin la tercera valla de protección. Salvado el último obstáculo, ella sé bajó de donde había permanecido más de tres horas y se lanzó a sus brazos llorando.
   Los aplausos, la alegría, la felicidad se desató en el lugar de los sucesos y en sus hogares las familias se abrazaban emocionadas hasta tal punto que en muchos hogares los pañuelos hicieron acto de presencia. Sin separarse de su amigo, los dos acudieron al lugar donde les aguardaban las autoridades. Los padres, de la joven, se abalanzaron sobre su hija y sobre su salvador.
   José permaneció en la localidad hasta que pudo comprobar que su nueva amiga se encontraba repuesta y con ilusión por seguir luchando. Él le aseguró que siempre que le necesitase que no lo dudara y le telefoneara sin problemas. Estaba invitada a su casa cuando le apeteciese y le animó a seguir manteniendo contacto con él por medio de las ondas. La radio los había unido.
   Durante su estancia conoció al profesor en cuestión. Pudieron conversar largamente al invitarles José, a su esposa, a él y a la joven a cenar. Fue una velada increíblemente positiva para la joven. Pudo comprobar como el amor de su vida adoraba a su esposa y se sentía enormemente feliz. Su alumna y amiga volvía a sentir ganas de vivir y compartir su amistad con los demás.
   Al despedirse le desearon suerte en su misión de encontrar a Paco.
   El vuelo a Bordeaux partía esa mañana muy temprano. Junto a la puerta de embarque se encontraban, para despedir al personaje, la joven junto a sus padres y su profesor  junto a su esposa. Los abrazos y deseos que aquellas personas le brindaron llegaron a emocionarlo, hasta tal punto que tuvo que enjugar las lagrimas que comenzaban a caer con cierta continuidad de sus ojos.