martes, 29 de mayo de 2012

EL PRIMER AMOR - TERCERA PARTE - CAPITULO I EL PREMIO NOBLE


      - CAPITULO I   - EL PREMIO NOBEL  -

   Toda la prensa del mundo editaba la lista de los diez personajes propuestos para el Nóbel de medicina de ese año. El nombre del español José Carbonell figuraba en la lista como uno de los favoritos entre los profesionales de la medicina. Su labor en Corea, sus métodos de rehabilitación y los aparatos ortopédicos ideados por el famoso doctor eran suficiente tarjeta para optar al premio.
   La prensa española editaba una pequeña biografía del seleccionado al Nóbel. José, el sabio valenciano, como se le conocía en la prensa de la época de la riada. El niño de siete años con la mejor calificación del país en las pruebas de ingreso. El doctor en medicina a la temprana edad de dieciocho años. Su labor en la pequeña población coreana, donde se le consideraba un enviado del cielo. Sus fundaciones en ayuda a personas del Tercer Mundo y en especial a la infancia. Las ciudades del deporte y de rehabilitación. Sus negocios en el campo de la moda. Toda su historia iba saliendo cada sábado en la prensa.
   La noticia de un capitulo de su vida, sus años en el internado, puso en guardia a toda la congregación religiosa. Infinidad de llamadas recibió el periódico y hasta el mismo José, quien se negó en rotundo a atenderlas. El editor del periódico, se extrañó de la inquietud despertada por el anuncio de ese capitulo de la vida del famoso doctor y quiso aclarar la razón de esa tensión, pero quedó entrevistarse después de la publicación.
    Aquel sábado todos estaban en tensión, las circunstancias en torno al artículo provocó una venta muy superior a la esperada viéndose en la necesidad de lanzar hasta dos ediciones más del periódico. Ni una sola palabra del incidente sufrido por el sabio valenciano en el internado. Ni una mala palabra sobre el comportamiento de la orden religiosa cuando le negaron cursar el último curso si no ingresaba en el seminario. Ni la mínima insinuación sobre el padre Federico. Es más todo fueron alabanzas y gratitud para la orden que le permitió cursar el bachiller. Pero cuando el artículo tocó el tema del padre Andrés a José le costó encontrar los elogios necesarios para describir a su gran amigo.
   A primeras horas de la mañana recibía telegramas, faxes, llamadas de teléfono y hasta la presencia de un anciano ayudado por otros dos sacerdotes. No era otro que el director. Don José. El doctor se emocionó. Por sus ojos se dejaron caer unas lágrimas, la presencia de aquel anciano y en su estado le compensaron todo el daño causado en aquellos años. Se abrazó al clérigo y pasaron varios minutos fundidos en un sincero abrazo, mientras sus ojos se enturbiaban. Cuantos recuerdos, disculpas, agradecimientos se dieron en aquella larga y tranquila conversación.
   A despedirse las lágrimas acudieron de nuevo a sus ojos. Le rogó transmitir sus más cordiales saludos a toda la congregación, prometiéndole buscar un hueco en su agenda para acercarse al colegio y saludarlos. Reencontrarse con algunos profesores y animar a todos los jóvenes del centro a persistir en su intento de convertirse en hombres y mujeres, capaces de aportar a la sociedad todo lo bueno de sus personas.
   Al leer los otros nominados llamó a su esposa. El doctor Aleixandre Dekrauf, director de la clínica Parisina que tanto éxito había conseguido contra el SIDA y uno de los culpables de continuar Linda con vida, se encontraba en la lista. Lo comentaba con su esposa cuando el teléfono sonó, era Caterine. No terminó de leerlo en la prensa cuando se precipitó al aparato para contactar con él y felicitarlo. Mostraron su satisfacción por la nominación del doctor Aleixandre. Conversaron durante unos quince minutos y cuando colgó dirigiéndose de nuevo a su mujer puntualizó.
   - Esta criatura trabaja como una loca, pero cada segundo libre está pendiente de cualquier noticia que me afecte. Es un encanto de mujer.
   Su esposa estaba de acuerdo, conversaron sobre ella y su nominación. Silvia con su colaboración, ayuda y apoyo era la principal culpable del reconocimiento mundial a su esposo. Abrazados permanecieron hasta la llegada de familiares y amigos. La mansión de los Carbonell fue invadida por familiares y amigos, improvisándose una pequeña fiesta.
   Varios de sus allegados no pudieron desplazarse en esos momentos. Silvia atenta a todos esos detalles decidía ofrecer a su esposo y familia una gran celebración. No perdió el tiempo de inmediato comenzó a organizarla. Sin olvidar el mínimo detalle. Con discreción y sencillez, como era costumbre en ella, pero sin el menor fallo.
   Fue una semana agotadora. Infinidad de entrevistas en radio y televisión, visitas de personalidades y del mundo de la medicina se dieron cita en casa de los Carbonell. Pero ese viernes José anuló todos los compromisos, se desplazó, junto a su esposa, al aeropuerto a recibir a la familia Revaud. Hacía más de dos meses sin verse, aunque tenía noticias por teléfono por medio de Caterine, que no dejaba pasar un solo día sin telefonear, con el resto, no tuvo el menor contacto. Fue, un encuentro como tantos otros entre las dos familias, emotivo, lleno de cariño, afecto y amistad. Recogidos los equipajes se instalaron en casa. A comer acudieron sus hijos. Elena, Carlos y sus cuatro retoños, Reme, Adolfo y sus dos pequeños, Jorge, Bety y su bebe, Ignacio y Caterine, el matrimonio Carbonell y las dos hermanas, Linda y Brisite. Aquella comida recordó a José las celebradas con sus hermanos en la alquería. Fue mirando uno a uno a sus hijos, yernos, nueras, nietos, consuegra, a la hermana de ésta y a su querida Silvia. Se congratulaba al observar la armonía existente en el matrimonio de su mayor. La alegría y felicidad en el matrimonio de su pequeña Reme. Lo entusiasmados con el bebé de su único varón y su encantadora esposa Bety. Cuando su mirada se detuvo en Caterine, se entristeció, era consciente de ser el único matrimonio donde las cosas no funcionaban. Al cruzarla con ella, observó el repentino cambio expresivo de su “hija adoptiva”. Una sonrisa llena de ternura, cariño, afecto y pasión por él se mostró en todo su esplendor. Tuvo respuesta de inmediato con otra cargada de amor paternal y esperanza de lograr una pronta solución a su relación con Ignacio. Brisite estaba encantadora, emanaba felicidad y satisfacción por cada poro de su piel. Se sentía querida y apreciada por todos y solía ser la consejera de casi todas las mujeres de esas dos familias. Todos la apreciaban, pero especialmente las mujeres. Cuantas veces les había ayudado a superar pequeñas crisis, a dar consejos y a quedarse con sus pequeños para poder salir con tranquilidad. Al sentirse observada por aquel maravilloso hombre, posó con ternura sus labios sobre la palma de la mano y con un embriagador gesto sopló con la intención de depositar el beso en aquel ángel del cielo. Con esa sonrisa, a flor de piel, replicó al gesto.
   Ahora toda la belleza y encanto de Linda estaba ante su mirada. Estaba radiante de belleza y felicidad, estar junto a sus hijas, nieto y especialmente junto a José le llenaba plenamente. Conversaba con unos y otros. Su felicidad la transmitía por doquier. La mayor parte del tiempo, charlaba con Silvia. Su querida mujer. Estaba resplandeciente. “Señor”. “Como adoro a esas dos mujeres” pensaba lleno de satisfacción y felicidad al verlas tan llenas de vida y alegría. Al unísono dirigieron su mirada hacía él, sonrieron, se miraron mutuamente y en aquella expresión cruzada  pudo comprobar todo el cariño y afecto por él.
   En la sobremesa José preguntó con discreción a Linda si pasaba algo entre Caterine e Ignacio. Conversaron largamente sobre la pareja. Se veían muy poco. El trabajo no les permitía convivir con normalidad. Las presentaciones de las colecciones le llevaban mucho tiempo a su pequeña y el bufete de abogados, desde la entrada providencial de las empresas de José, lo tenía muy ocupado. Pero también había notado cierta tensión entre la pareja. Se propusieron hablar y tratar de limar asperezas. Linda lo haría con su hija, mientras con Ignacio, hablaría con él. Pero se sentía enormemente feliz de ver a la familia reunida.
   - Sabes. Si se lo dan a Aleixandre será como si me lo diesen a mí.
   - Los dos os lo merecéis.
   Intervino Silvia, mientras se sentaba junto a él.
   La conversación prosiguió entre los tres. Pasaron una velada encantadora. Hablando del principal tema. Pero también recordaron viejos tiempos. Contaron las últimas anécdotas de los pequeños. La marcha de las empresas y en fin las mil cosas que ocurren en la familia.
   José telefoneó a Rita.
   - Vais a estar esta tarde en la alquería.
   Ante la afirmación propuso reunirse la familia para cenar. Dudaban entre hacerlo en la alquería o en casa de José, pero por fin ante la insistencia de los pequeños, querían acercarse a la granja para ver a los animales, decidieron prepararla en la alquería. Entre los dos se encargaron de avisar al resto de la familia.
   Los coches fueron inundando el parking construido para esos encuentros familiares. Nadie faltó a la cita, algunos tuvieron que anular algunos compromisos, pero como decían. “El principal compromiso es la familia” y allí se dieron cita los, cerca de, ciento veinte personas que la componían. Hasta treinta y ocho vehículos se pudo contar en el aparcamiento de la alquería. Más que una casa familiar parecía una discoteca o un restaurante.
   Los niños acaparaban a su tío Andrés, él sería quien los llevaría a la granja para darle comida a los patos, gallinas, gallos, conejos, pavos, vacas, toros, caballos y mil bichos más. 
   José consiguió perderse con Ignacio por uno de los invernaderos. Iban paseando uno junto a otro mientras conversaban sobre los asuntos de las empresas y sobre uno de los contenciosos con la administración. Con esa excusa consiguió separarse del resto para conversar sobre el asunto que les preocupaba a Linda y a él. Con suma delicadeza consiguió sacar el tema. Estaba en lo cierto, las cosas entre los dos no funcionaban ni bien ni mal, llegó a confesar Ignacio.
   - La verdad.
  Aseguraba
   - No sé si va bien o mal mi matrimonio, pues pasamos más tiempo separados que juntos. Nuestros respectivos trabajos acaparan el tiempo. Le he propuesto tener un hijo, pero siempre me contesta con la misma canción. “Cuando tenga tiempo pensaremos en ello. Ahora es imposible”.
   Reconocía que la presentación de las colecciones le ocupaba mucho tiempo y él mismo sufría dichas consecuencias. Pero también era consciente de no disponer de mucho últimamente. El trabajo en el despacho se acumulaba y le ocupaba incluso los fines de semana.
   En el transcurso de la conversación José le aconsejó la necesidad de hablar sobre el problema, para tratar de resolver la situación, cediendo un poco los dos.
   Ignacio agradeció sinceramente la charla y los consejos recibidos, pero no se atrevió a confesarle el principal obstáculo entre Caterine y él. Sentía celos de aquel personaje, observaba a su esposa como estaba más pendiente de José que de él. En cualquier conversación, de las pocas que mantenían siempre andaba aquel personaje por medio. Convencido que a quien verdaderamente amaba Caterine era a José. Pero esa inquietud, que atenazaba su corazón, no fue capaz, en el transcurso de su conversación, de confesarla.
   José regresó a la alquería y entró en la conversación mantenida por sus hermanos. Se sentó junto a Silvia y al no ver a Linda, preguntó por ella. Había salido con su hija Caterine a pasear por los huertos de naranjos, pues deseaba mantener una charla de madre a hija. Tras la aclaración le confesó.
   - Vuelvo de charlar con Ignacio y es imprescindible sentarlos para hablar de su relación con serenidad y responsabilidad. De otra forma no creo en la continuidad de ese matrimonio.
   - Mi vida. Estoy convencida que el principal obstáculos existente, entre los dos, eres tú. Caterine sigue locamente enamorada de ti.
   Sonrió, no estaba de acuerdo en ese asunto con su mujer. Pero la intuición femenina en este caso tocaba el centro de la llaga.
   Mientras en el campo de naranjos Linda e hija conversaban.
   - Ignacio no me atrae como antes. Creo que fue un romance del momento. Consciente que a José no lo conseguiría con el primer chico educado y agradable que se cruzó en mi camino me cautivó para cubrir algo de lo que estoy segura ahora. No podré enamorarme de ningún otro hombre. Mi corazón pertenece a él y en todo momento su imagen y su nombre están presentes, en mis sueños, en mis ilusiones, en mi trabajo. Cuando consigo diseñar algo si no voy a verle para darme el visto bueno no me atrevo ni a sacarlo. Lo es todo para mí.
   Linda escuchaba a su hija sin interrumpirle, deseaba que se sincerara con ella y le contara toda su preocupación. Por ello caminaba a su lado escuchando atentamente la confesión de su hija.
   - Mamá, no puedes comprender lo que me ocurre. Sé que es mayor, pero te lo creas o no me atrae sexualmente como ningún otro lo ha conseguido en mi vida. No sé si sabrás que este donde este, no dejo un solo día de llamarle y contarle como me ha ido el día. Necesito de él como necesitamos el aire, aunque tan solo sea a través del teléfono. En China, me encontraba muy mal. La negociación fue muy dura y estaba que explotaba. Le llamé en tres ocasiones y su voz me ayudo a seguir peleando y conseguí lo que ninguna otra firma de modas ha conseguido en China. Estoy convencida que de no haber contado con su apoyo por medio del teléfono no lo habría conseguido.
   Pequeña pausa para recuperar el aire.
   - Sé lo que me vas a decir y te juro, por lo más sagrado de esta vida, que si no fuera Silvia como es hace muchos años habría peleado por él como ninguna otra mujer ha luchado en esta vida por un hombre. El muy condenado hasta tiene una mujer maravillosa.
   Caterine fue lanzando todo lo almacenado en su corazón se abrazó a su madre y lloró desconsoladamente.
   - Daría todo, absolutamente todo, por pasar, tan solo una noche con él.
   Linda, mientras estrechaba a su hija entre sus brazos, intentaba calmarle por todos los medios. Por fin cuando dejó de lanzar todo lo guardado en su corazón, le contó su secreto.
   - Cariño te aseguro que, si Silvia no existiese o no fuera como es, no te habría dejado arrebatármelo.
   Continúo descargando su corazón y confesando a su hija sus sentimientos.
   - Como puedes comprender te entiendo perfectamente. Desconoces que  pude poseer a ese hombre y la tonta de mi deje pasar aquella ocasión.
   - ¿Cómo fue mamá?
   Preguntó. Se sentaron en el borde de la acequia y Linda comenzó a relatarle una parte de su vida, que conocía, pues la contó José cuando descubrió de quien se trataba. Pero solo contó parte de aquella vivencia.
   - Recuerdas cuando tu tía y yo nos sentamos sobre sus rodillas y nos confesó quien era.
   - Si, era un antiguo amigo vuestro. Del que no sabías nada desde hacía más de treinta años. Y tú saltaste diciendo es Pepe, Brisite es Pepe. Nuestro querido amigo Pepe.
   Efectivamente su hija lo recordaba y se decidió a confesarle toda la historia.
   - El verano anterior al incidente se me declaró, estaba locamente enamorado, pero mi corazón en aquella ocasión no estaba por la labor y con el mayor tacto que pude se lo comuniqué. Lloró como un chiquillo. Traté de consolarlo y animarlo. Sin lugar a dudas fue un duro golpe para él. Al siguiente verano, nos estuvimos escribiendo durante todo el curso, nos encontramos de nuevo en el camping. Yo me había enamorado como una tonta de tu padre y así se lo hice saber. Pase uno de los veranos más maravillosos. Íbamos juntos a todas partes y su comportamiento fue el de un autentico caballero. Notaba como me adoraba, pero ni la menor insinuación de ningún tipo. Sabía perfectamente que me deseaba. Pero su actitud fue ejemplar. Un día antes de separarnos el grupo con el que estábamos, comimos juntos en el restaurante del camping. Tu tía y yo nos pasamos con la sangría y le propuse hacer el amor. ¡Dios! Que maravilla de hombre. Su expresión cambio como si estuviese viendo el cielo. Si algo deseaba de verdad era precisamente eso. De inmediato la expresión de su rostro se llenó de tristeza y con una dulzura, que aún me pone los pelos de punta al recordarlo, me dijo que si a la noche, cuando el efecto del alcohol se me pasara, se lo pedía de nuevo no lo dudaría ni una milésima de segundo. Volví a insistir una y mil veces. Ahora que lo pienso la excusa del alcohol es lo único que me salva de lo malvada y dura que pude ser con aquel joven, que con la misma dulzura que la primera vez me repetía lo mismo. Tu tía se acercó cargada de sangría y muy asustada, pues un camarero le había propuesto perderse entre un huerto de naranjos. Él le tranquilizó y le aseguró que estando a su lado estaría fuera de todo peligro. Nos levantamos para dar una vuelta. El aire y el ejercicio ayudarían a la absorción del alcohol. Regresamos al camping nos duchamos y tras la cena nos fuimos con guitarras a la playa para pasar una velada cantando. En un momento de la noche me levanté y me fui a pasear con él por la playa. Le di las gracias por su comportamiento de ese día y me confesó que aunque era su sueño jamás se hubiera aprovechado de una circunstancia como esa para conseguirlo. Y añadió.
  - Tú eres mi mejor amiga y por nada en el mundo haría algo que terminase con esta amistad.
   Me abracé y lo bese con verdadera pasión.
   En otra ocasión, estando haciendo ejercicios de rehabilitación en la piscina perdí por unos instantes la cabeza. Él me había quitado la ropa para ponerme el bañador, estaba completamente desnuda, me abracé fuertemente a su cuerpo y solo el recuerdo de su esposa impidió que la perdiera por completo. Ese mismo día durante la clase él trató de besarme y aunque lo deseaba con todas mis fuerzas de nuevo la omnipotente figura de Silvia evitó algo que deseábamos los dos.
   Madre e hija se abrazaron. Se habían contado mutuamente sus sentimientos más íntimos y ahora se levantaban dispuestas a regresar con todos y cenar.
   Aquella cena parecía la celebración de una boda. Habían montado las mesas, por generaciones. En la de la presidencia se pusieron los mayores. Los hermanos Carbonell con sus respectivas esposas y esposos, Linda y Brisite. En la siguiente la generación de los hijos, con sus respectivos. Por último, la más animada, la de los jóvenes y niños.
   Rita miró a su hermano, no hizo falta palabras, en los dos estaban los mismos pensamientos. “Como disfrutaría mamá viendo a los suyos reunidos en armonía y con toda la prole que allí se había juntado”.
   Esa mañana  Silvia se encontraba organizando los últimos flecos de la fiesta de esa tarde noche, cuando llamó a su esposo.
   - José, cariño, date prisa.
   Las primeras noticias de esa mañana comunicaba la decisión entre  una  terna para la  concesión  del  Nóbel de medicina y entre ellos se encontraba el candidato español. El francés Aleixandre Dekrauf y el norteamericano Wiliams York que se enfrentarían a José en la última votación.
   Dejaron de prestar atención a la televisión. Se miraron fundiéndose en un abrazo justo en el instante que entraban corriendo Linda y Caterine. Al contemplar la escena madre e hija cruzaron sus miradas. En sus rostros se reflejaba la resignación y recordaron la conversación mantenida la tarde anterior. Cuando el matrimonio se separó felicitaron a José con un abrazo y los tradicionales besos franceses.
   La fiesta fue un éxito rotundo, asistieron personalidades de la política, del mundo de la medicina. El otro candidato europeo al Nóbel confirmó su asistencia, y los dos colegas se pudieron felicitar mutuamente. Pero una de las parejas de invitados que más alegraron al matrimonio fueron dos médicos coreanos, ambos con una pierna amputada. Era la pareja de nativos que despidieron al matrimonio la primera vez que abandonaron juntos Corea para socorrer a la familia. Se habían convertido en unos notables médicos y dirigían la fundación Carbonell en Corea. Todos los años pasaban unos meses en las clínicas de las ciudades del deporte para ponerse al día y de inmediato regresaban a su país para ayudar a su gente.