- CAPITULO I - EL PREMIO NOBEL -
Toda la prensa del mundo
editaba la lista de los diez personajes propuestos para el Nóbel de medicina de
ese año. El nombre del español José Carbonell figuraba en la lista como uno de
los favoritos entre los profesionales de la medicina. Su labor en Corea, sus
métodos de rehabilitación y los aparatos ortopédicos ideados por el famoso
doctor eran suficiente tarjeta para optar al premio.
La prensa española editaba una
pequeña biografía del seleccionado al Nóbel. José, el sabio valenciano, como se
le conocía en la prensa de la época de la riada. El niño de siete años con la
mejor calificación del país en las pruebas de ingreso. El doctor en medicina a
la temprana edad de dieciocho años. Su labor en la pequeña población coreana,
donde se le consideraba un enviado del cielo. Sus fundaciones en ayuda a
personas del Tercer Mundo y en especial a la infancia. Las ciudades del deporte
y de rehabilitación. Sus negocios en el campo de la moda. Toda su historia iba
saliendo cada sábado en la prensa.
La noticia de un capitulo de
su vida, sus años en el internado, puso en guardia a toda la congregación
religiosa. Infinidad de llamadas recibió el periódico y hasta el mismo José,
quien se negó en rotundo a atenderlas. El editor del periódico, se extrañó de
la inquietud despertada por el anuncio de ese capitulo de la vida del famoso
doctor y quiso aclarar la razón de esa tensión, pero quedó entrevistarse
después de la publicación.
Aquel sábado todos estaban en
tensión, las circunstancias en torno al artículo provocó una venta muy superior
a la esperada viéndose en la necesidad de lanzar hasta dos ediciones más del
periódico. Ni una sola palabra del incidente sufrido por el sabio valenciano en
el internado. Ni una mala palabra sobre el comportamiento de la orden religiosa
cuando le negaron cursar el último curso si no ingresaba en el seminario. Ni la
mínima insinuación sobre el padre Federico. Es más todo fueron alabanzas y
gratitud para la orden que le permitió cursar el bachiller. Pero cuando el
artículo tocó el tema del padre Andrés a José le costó encontrar los elogios
necesarios para describir a su gran amigo.
A primeras horas de la mañana
recibía telegramas, faxes, llamadas de teléfono y hasta la presencia de un
anciano ayudado por otros dos sacerdotes. No era otro que el director. Don
José. El doctor se emocionó. Por sus ojos se dejaron caer unas lágrimas, la
presencia de aquel anciano y en su estado le compensaron todo el daño causado
en aquellos años. Se abrazó al clérigo y pasaron varios minutos fundidos en un
sincero abrazo, mientras sus ojos se enturbiaban. Cuantos recuerdos, disculpas,
agradecimientos se dieron en aquella larga y tranquila conversación.
A despedirse las lágrimas
acudieron de nuevo a sus ojos. Le rogó transmitir sus más cordiales saludos a
toda la congregación, prometiéndole buscar un hueco en su agenda para acercarse
al colegio y saludarlos. Reencontrarse con algunos profesores y animar a todos
los jóvenes del centro a persistir en su intento de convertirse en hombres y
mujeres, capaces de aportar a la sociedad todo lo bueno de sus personas.
Al leer los otros nominados
llamó a su esposa. El doctor Aleixandre Dekrauf, director de la clínica
Parisina que tanto éxito había conseguido contra el SIDA y uno de los culpables
de continuar Linda con vida, se encontraba en la lista. Lo comentaba con su
esposa cuando el teléfono sonó, era Caterine. No terminó de leerlo en la prensa
cuando se precipitó al aparato para contactar con él y felicitarlo. Mostraron
su satisfacción por la nominación del doctor Aleixandre. Conversaron durante
unos quince minutos y cuando colgó dirigiéndose de nuevo a su mujer puntualizó.
- Esta criatura trabaja como una loca, pero
cada segundo libre está pendiente de cualquier noticia que me afecte. Es un
encanto de mujer.
Su esposa estaba de acuerdo,
conversaron sobre ella y su nominación. Silvia con su colaboración, ayuda y
apoyo era la principal culpable del reconocimiento mundial a su esposo.
Abrazados permanecieron hasta la llegada de familiares y amigos. La mansión de
los Carbonell fue invadida por familiares y amigos, improvisándose una pequeña
fiesta.
Varios de sus allegados no
pudieron desplazarse en esos momentos. Silvia atenta a todos esos detalles
decidía ofrecer a su esposo y familia una gran celebración. No perdió el tiempo
de inmediato comenzó a organizarla. Sin olvidar el mínimo detalle. Con
discreción y sencillez, como era costumbre en ella, pero sin el menor fallo.
Fue una semana agotadora.
Infinidad de entrevistas en radio y televisión, visitas de personalidades y del
mundo de la medicina se dieron cita en casa de los Carbonell. Pero ese viernes
José anuló todos los compromisos, se desplazó, junto a su esposa, al aeropuerto
a recibir a la familia Revaud. Hacía más de dos meses sin verse, aunque tenía
noticias por teléfono por medio de Caterine, que no dejaba pasar un solo día
sin telefonear, con el resto, no tuvo el menor contacto. Fue, un encuentro como
tantos otros entre las dos familias, emotivo, lleno de cariño, afecto y
amistad. Recogidos los equipajes se instalaron en casa. A comer acudieron sus
hijos. Elena, Carlos y sus cuatro retoños, Reme, Adolfo y sus dos pequeños,
Jorge, Bety y su bebe, Ignacio y Caterine, el matrimonio Carbonell y las dos
hermanas, Linda y Brisite. Aquella comida recordó a José las celebradas con sus
hermanos en la alquería. Fue mirando uno a uno a sus hijos, yernos, nueras,
nietos, consuegra, a la hermana de ésta y a su querida Silvia. Se congratulaba
al observar la armonía existente en el matrimonio de su mayor. La alegría y
felicidad en el matrimonio de su pequeña Reme. Lo entusiasmados con el bebé de
su único varón y su encantadora esposa Bety. Cuando su mirada se detuvo en
Caterine, se entristeció, era consciente de ser el único matrimonio donde las
cosas no funcionaban. Al cruzarla con ella, observó el repentino cambio
expresivo de su “hija adoptiva”. Una sonrisa llena de ternura, cariño, afecto y
pasión por él se mostró en todo su esplendor. Tuvo respuesta de inmediato con
otra cargada de amor paternal y esperanza de lograr una pronta solución a su
relación con Ignacio. Brisite estaba encantadora, emanaba felicidad y
satisfacción por cada poro de su piel. Se sentía querida y apreciada por todos
y solía ser la consejera de casi todas las mujeres de esas dos familias. Todos
la apreciaban, pero especialmente las mujeres. Cuantas veces les había ayudado
a superar pequeñas crisis, a dar consejos y a quedarse con sus pequeños para
poder salir con tranquilidad. Al sentirse observada por aquel maravilloso
hombre, posó con ternura sus labios sobre la palma de la mano y con un
embriagador gesto sopló con la intención de depositar el beso en aquel ángel
del cielo. Con esa sonrisa, a flor de piel, replicó al gesto.
Ahora toda la belleza y
encanto de Linda estaba ante su mirada. Estaba radiante de belleza y felicidad,
estar junto a sus hijas, nieto y especialmente junto a José le llenaba plenamente.
Conversaba con unos y otros. Su felicidad la transmitía por doquier. La mayor
parte del tiempo, charlaba con Silvia. Su querida mujer. Estaba
resplandeciente. “Señor”. “Como adoro a esas dos mujeres” pensaba lleno de
satisfacción y felicidad al verlas tan llenas de vida y alegría. Al unísono
dirigieron su mirada hacía él, sonrieron, se miraron mutuamente y en aquella
expresión cruzada pudo comprobar todo el
cariño y afecto por él.
En la sobremesa José preguntó
con discreción a Linda si pasaba algo entre Caterine e Ignacio. Conversaron
largamente sobre la pareja. Se veían muy poco. El trabajo no les permitía
convivir con normalidad. Las presentaciones de las colecciones le llevaban
mucho tiempo a su pequeña y el bufete de abogados, desde la entrada
providencial de las empresas de José, lo tenía muy ocupado. Pero también había
notado cierta tensión entre la pareja. Se propusieron hablar y tratar de limar
asperezas. Linda lo haría con su hija, mientras con Ignacio, hablaría con él.
Pero se sentía enormemente feliz de ver a la familia reunida.
- Sabes. Si se lo dan a
Aleixandre será como si me lo diesen a mí.
- Los dos os lo merecéis.
Intervino Silvia, mientras se
sentaba junto a él.
La conversación prosiguió
entre los tres. Pasaron una velada encantadora. Hablando del principal tema.
Pero también recordaron viejos tiempos. Contaron las últimas anécdotas de los
pequeños. La marcha de las empresas y en fin las mil cosas que ocurren en la
familia.
José telefoneó a Rita.
- Vais a estar esta tarde en
la alquería.
Ante la afirmación propuso
reunirse la familia para cenar. Dudaban entre hacerlo en la alquería o en casa
de José, pero por fin ante la insistencia de los pequeños, querían acercarse a
la granja para ver a los animales, decidieron prepararla en la alquería. Entre
los dos se encargaron de avisar al resto de la familia.
Los coches fueron inundando el
parking construido para esos encuentros familiares. Nadie faltó a la cita,
algunos tuvieron que anular algunos compromisos, pero como decían. “El
principal compromiso es la familia” y allí se dieron cita los, cerca de, ciento
veinte personas que la componían. Hasta treinta y ocho vehículos se pudo contar
en el aparcamiento de la alquería. Más que una casa familiar parecía una discoteca
o un restaurante.
Los niños acaparaban a su tío
Andrés, él sería quien los llevaría a la granja para darle comida a los patos,
gallinas, gallos, conejos, pavos, vacas, toros, caballos y mil bichos más.
José consiguió perderse con
Ignacio por uno de los invernaderos. Iban paseando uno junto a otro mientras
conversaban sobre los asuntos de las empresas y sobre uno de los contenciosos
con la administración. Con esa excusa consiguió separarse del resto para
conversar sobre el asunto que les preocupaba a Linda y a él. Con suma
delicadeza consiguió sacar el tema. Estaba en lo cierto, las cosas entre los
dos no funcionaban ni bien ni mal, llegó a confesar Ignacio.
- La verdad.
Aseguraba
- No sé si va bien o mal mi
matrimonio, pues pasamos más tiempo separados que juntos. Nuestros respectivos
trabajos acaparan el tiempo. Le he propuesto tener un hijo, pero siempre me
contesta con la misma canción. “Cuando tenga tiempo pensaremos en ello. Ahora
es imposible”.
Reconocía que la presentación
de las colecciones le ocupaba mucho tiempo y él mismo sufría dichas
consecuencias. Pero también era consciente de no disponer de mucho últimamente.
El trabajo en el despacho se acumulaba y le ocupaba incluso los fines de
semana.
En el transcurso de la conversación
José le aconsejó la necesidad de hablar sobre el problema, para tratar de
resolver la situación, cediendo un poco los dos.
Ignacio agradeció sinceramente
la charla y los consejos recibidos, pero no se atrevió a confesarle el
principal obstáculo entre Caterine y él. Sentía celos de aquel personaje,
observaba a su esposa como estaba más pendiente de José que de él. En cualquier
conversación, de las pocas que mantenían siempre andaba aquel personaje por
medio. Convencido que a quien verdaderamente amaba Caterine era a José. Pero
esa inquietud, que atenazaba su corazón, no fue capaz, en el transcurso de su
conversación, de confesarla.
José regresó a la alquería y
entró en la conversación mantenida por sus hermanos. Se sentó junto a Silvia y
al no ver a Linda, preguntó por ella. Había salido con su hija Caterine a
pasear por los huertos de naranjos, pues deseaba mantener una charla de madre a
hija. Tras la aclaración le confesó.
- Vuelvo de charlar con
Ignacio y es imprescindible sentarlos para hablar de su relación con serenidad
y responsabilidad. De otra forma no creo en la continuidad de ese matrimonio.
- Mi vida. Estoy convencida
que el principal obstáculos existente, entre los dos, eres tú. Caterine sigue
locamente enamorada de ti.
Sonrió, no estaba de acuerdo
en ese asunto con su mujer. Pero la intuición femenina en este caso tocaba el
centro de la llaga.
Mientras en el campo de
naranjos Linda e hija conversaban.
- Ignacio no me atrae como
antes. Creo que fue un romance del momento. Consciente que a José no lo
conseguiría con el primer chico educado y agradable que se cruzó en mi camino
me cautivó para cubrir algo de lo que estoy segura ahora. No podré enamorarme
de ningún otro hombre. Mi corazón pertenece a él y en todo momento su imagen y
su nombre están presentes, en mis sueños, en mis ilusiones, en mi trabajo.
Cuando consigo diseñar algo si no voy a verle para darme el visto bueno no me
atrevo ni a sacarlo. Lo es todo para mí.
Linda escuchaba a su hija sin
interrumpirle, deseaba que se sincerara con ella y le contara toda su
preocupación. Por ello caminaba a su lado escuchando atentamente la confesión
de su hija.
- Mamá, no puedes comprender
lo que me ocurre. Sé que es mayor, pero te lo creas o no me atrae sexualmente como
ningún otro lo ha conseguido en mi vida. No sé si sabrás que este donde este,
no dejo un solo día de llamarle y contarle como me ha ido el día. Necesito de
él como necesitamos el aire, aunque tan solo sea a través del teléfono. En
China, me encontraba muy mal. La negociación fue muy dura y estaba que
explotaba. Le llamé en tres ocasiones y su voz me ayudo a seguir peleando y
conseguí lo que ninguna otra firma de modas ha conseguido en China. Estoy
convencida que de no haber contado con su apoyo por medio del teléfono no lo
habría conseguido.
Pequeña pausa para recuperar
el aire.
- Sé lo que me vas a decir y
te juro, por lo más sagrado de esta vida, que si no fuera Silvia como es hace
muchos años habría peleado por él como ninguna otra mujer ha luchado en esta
vida por un hombre. El muy condenado hasta tiene una mujer maravillosa.
Caterine fue lanzando todo lo
almacenado en su corazón se abrazó a su madre y lloró desconsoladamente.
- Daría todo, absolutamente
todo, por pasar, tan solo una noche con él.
Linda, mientras estrechaba a
su hija entre sus brazos, intentaba calmarle por todos los medios. Por fin
cuando dejó de lanzar todo lo guardado en su corazón, le contó su secreto.
- Cariño te aseguro que, si
Silvia no existiese o no fuera como es, no te habría dejado arrebatármelo.
Continúo descargando su
corazón y confesando a su hija sus sentimientos.
- Como puedes comprender te
entiendo perfectamente. Desconoces que
pude poseer a ese hombre y la tonta de mi deje pasar aquella ocasión.
- ¿Cómo fue mamá?
Preguntó. Se sentaron en el
borde de la acequia y Linda comenzó a relatarle una parte de su vida, que
conocía, pues la contó José cuando descubrió de quien se trataba. Pero solo
contó parte de aquella vivencia.
- Recuerdas cuando tu tía y yo
nos sentamos sobre sus rodillas y nos confesó quien era.
- Si, era un antiguo amigo
vuestro. Del que no sabías nada desde hacía más de treinta años. Y tú saltaste
diciendo es Pepe, Brisite es Pepe. Nuestro querido amigo Pepe.
Efectivamente su hija lo
recordaba y se decidió a confesarle toda la historia.
- El verano anterior al
incidente se me declaró, estaba locamente enamorado, pero mi corazón en aquella
ocasión no estaba por la labor y con el mayor tacto que pude se lo comuniqué.
Lloró como un chiquillo. Traté de consolarlo y animarlo. Sin lugar a dudas fue
un duro golpe para él. Al siguiente verano, nos estuvimos escribiendo durante
todo el curso, nos encontramos de nuevo en el camping. Yo me había enamorado
como una tonta de tu padre y así se lo hice saber. Pase uno de los veranos más
maravillosos. Íbamos juntos a todas partes y su comportamiento fue el de un
autentico caballero. Notaba como me adoraba, pero ni la menor insinuación de
ningún tipo. Sabía perfectamente que me deseaba. Pero su actitud fue ejemplar.
Un día antes de separarnos el grupo con el que estábamos, comimos juntos en el
restaurante del camping. Tu tía y yo nos pasamos con la sangría y le propuse
hacer el amor. ¡Dios! Que maravilla de hombre. Su expresión cambio como si
estuviese viendo el cielo. Si algo deseaba de verdad era precisamente eso. De
inmediato la expresión de su rostro se llenó de tristeza y con una dulzura, que
aún me pone los pelos de punta al recordarlo, me dijo que si a la noche, cuando
el efecto del alcohol se me pasara, se lo pedía de nuevo no lo dudaría ni una
milésima de segundo. Volví a insistir una y mil veces. Ahora que lo pienso la
excusa del alcohol es lo único que me salva de lo malvada y dura que pude ser
con aquel joven, que con la misma dulzura que la primera vez me repetía lo
mismo. Tu tía se acercó cargada de sangría y muy asustada, pues un camarero le
había propuesto perderse entre un huerto de naranjos. Él le tranquilizó y le
aseguró que estando a su lado estaría fuera de todo peligro. Nos levantamos
para dar una vuelta. El aire y el ejercicio ayudarían a la absorción del
alcohol. Regresamos al camping nos duchamos y tras la cena nos fuimos con
guitarras a la playa para pasar una velada cantando. En un momento de la noche
me levanté y me fui a pasear con él por la playa. Le di las gracias por su
comportamiento de ese día y me confesó que aunque era su sueño jamás se hubiera
aprovechado de una circunstancia como esa para conseguirlo. Y añadió.
- Tú eres mi mejor amiga y por
nada en el mundo haría algo que terminase con esta amistad.
Me abracé y lo bese con
verdadera pasión.
En otra ocasión, estando
haciendo ejercicios de rehabilitación en la piscina perdí por unos instantes la
cabeza. Él me había quitado la ropa para ponerme el bañador, estaba
completamente desnuda, me abracé fuertemente a su cuerpo y solo el recuerdo de
su esposa impidió que la perdiera por completo. Ese mismo día durante la clase
él trató de besarme y aunque lo deseaba con todas mis fuerzas de nuevo la omnipotente
figura de Silvia evitó algo que deseábamos los dos.
Madre e hija se abrazaron. Se
habían contado mutuamente sus sentimientos más íntimos y ahora se levantaban
dispuestas a regresar con todos y cenar.
Aquella cena parecía la
celebración de una boda. Habían montado las mesas, por generaciones. En la de
la presidencia se pusieron los mayores. Los hermanos Carbonell con sus
respectivas esposas y esposos, Linda y Brisite. En la siguiente la generación
de los hijos, con sus respectivos. Por último, la más animada, la de los
jóvenes y niños.
Rita miró a su hermano, no
hizo falta palabras, en los dos estaban los mismos pensamientos. “Como
disfrutaría mamá viendo a los suyos reunidos en armonía y con toda la prole que
allí se había juntado”.
Esa mañana Silvia se encontraba organizando los últimos
flecos de la fiesta de esa tarde noche, cuando llamó a su esposo.
- José, cariño, date prisa.
Las primeras noticias de esa
mañana comunicaba la decisión entre
una terna para la concesión
del Nóbel de medicina y entre
ellos se encontraba el candidato español. El francés Aleixandre Dekrauf y el
norteamericano Wiliams York que se enfrentarían a José en la última votación.
Dejaron de prestar atención a
la televisión. Se miraron fundiéndose en un abrazo justo en el instante que
entraban corriendo Linda y Caterine. Al contemplar la escena madre e hija
cruzaron sus miradas. En sus rostros se reflejaba la resignación y recordaron
la conversación mantenida la tarde anterior. Cuando el matrimonio se separó
felicitaron a José con un abrazo y los tradicionales besos franceses.
La fiesta fue un éxito
rotundo, asistieron personalidades de la política, del mundo de la medicina. El
otro candidato europeo al Nóbel confirmó su asistencia, y los dos colegas se
pudieron felicitar mutuamente. Pero una de las parejas de invitados que más
alegraron al matrimonio fueron dos médicos coreanos, ambos con una pierna
amputada. Era la pareja de nativos que despidieron al matrimonio la primera vez
que abandonaron juntos Corea para socorrer a la familia. Se habían convertido
en unos notables médicos y dirigían la fundación Carbonell en Corea. Todos los
años pasaban unos meses en las clínicas de las ciudades del deporte para
ponerse al día y de inmediato regresaban a su país para ayudar a su gente.