martes, 25 de diciembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XXI-LA SORPRESA


   José aguardaba impaciente la llegada del vuelo procedente de Pekín. Caterine le confirmó por teléfono su llegada. El vuelo llevaba retraso por problemas en la escala. Se sentó en la cafetería del aeropuerto y mientras degustaba un café, releía unos dossier de las ultimas investigaciones en su laboratorio. Una encantadora señorita se le aproximó. En su mano el último libro editado del doctor. Con timidez suplicó, si no suponía mucha molestia, que le dedicará el libro. Elevó su mirada hacia su interlocutora y con la sonrisa en el rostro, gesto muy común, le invitó a acompañarle mientras esperaba a su esposa. El rostro de la joven se llenó de felicidad. No lo pensó dos veces tomó asiento junto a su maestro y mientras le tendía el libro, José le preguntó que deseaba tomar.
   - Un café. Como usted.
   Se apresuró a contestar. Llamó al camarero y tras solicitarlo inició la conversación.
   - En primer lugar tutearme. Me encuentro más cómodo si el diálogo se desarrolla de forma familiar.
   Una mueca con el rostro confirmó la petición y a continuación, al observar su timidez decidió romper el fuego.
   - ¿Eres estudiante de medicina?
   Se sonrojó, bajo tímidamente la cabeza para responder
   - Tengo el doctorado y he asistido este fin de semana a París donde he gozando, en compañía de todos los asistentes, del curso tan magistralmente impartido partido por usted. Perdón por ti.
   La última frase la lanzo titubeando. Le costaba tutear a su “Dios”. Unos segundos de respiro y con más seguridad añadió.
   - Ha sido increíble. Nos has impresionado.
   “Pero si es casi una niña”. Pensó cuando le comunicó haber finalizado la licenciatura y estar doctorada. Al preguntarle su edad le confesó que contaba con veintidós y estaba ejerciendo la medicina un año. La verdad, de que se extrañaba, con dieciocho años también se doctoró. Cuando en el transcurso de la conversación se lo comentó, comenzó a explicarse la capacidad de su maestro. Tras unos segundos de silencio se lamentó ante su maestro.
   - Pedí a La Fundación José Carbonell, asistir este verano, como médico voluntario, a  Corea. Pero me encontré con la desagradable notificación. “Le agradecemos su disposición pero en estos momentos no es posible. En otra ocasión contaremos con su desinteresado ofrecimiento”.
   Aquello le dolió en lo más profundo de su corazón. “¿Como una chica, con esa capacidad, le impedían ir a trabajar a La Fundación?”. Le pidió sus datos y le entregó una tarjeta personal, al tiempo que le aseguraba.
   - Mi casa y mi pequeña clínica de investigación están abierta día y noche para cuando desees presentarte. En cuanto a ir a Corea, si todavía estas interesada, hoy mismo, te preparas el equipaje y te compró el primer billete de avión.
   Estaba atónita, no podía creer lo escuchado. Con la boca entreabierta y con gesto de asombro. Preguntó.
   - ¿Me lo está diciendo en serio?
   Le miró con la ternura de un padre y sin aguardar ni una décima de segundo le replicó.
   - Mi pequeña creo que jamás he hablado más en serio en mi vida.
   No pudo contener las lágrimas, tan solo se acercó para plasmar en su libro una dedicatoria y le ofrecía el sueño de su vida. Inundada de felicidad y sin explicárselo muy bien, pues en condiciones normales nunca se hubiera atrevido a decirlo, comentó.
  - Lo de Corea, en cuanto tenga vacaciones té tomo la palabra y en lo referente a trabajar contigo en tu clínica empezaría ahora mismo.
   José abarcó con extremada dulzura aquellas delicadas y suaves manos. Ese entusiasmo le recordó sus inicios, esa ilusión, ese afán por aprender, ese desinterés por lo material, tan difícil de encontrar en esos tiempos, le emocionaron. Estaba seguro de no equivocarse con ella. Sin duda sería una gran profesional y no era fácil encontrar personas con esa capacidad, esas ganas por investigar y aprender. 
   Un escalofrío de sensaciones recorrió su cuerpo al sentir el contacto de su piel con la de aquel importante personaje. Había regresado de París, vivía en Lyón con su familia y se disponía a regresar a casa tras el curso realizado en la capital. Y ahora su sueño se cumplía al quedar en verse, tras la comida, en la mansión de los Carbonell en New Ville. Se iba a casa a ducharse, cambiarse de ropa y tras el almuerzo se desplazaría para visitar su laboratorio y poder empezar cuanto antes. A José le extrañó que estuviese sin trabajo. Pero no quiso inquietar más a la joven, sin duda a partir de ese día se podrían conocer mejor. Al despedirse, ella, besó las mejillas de su bienhechor. Estaba tan emocionada que olvido recoger su libro. Con un mar de emociones se subió al taxis y rogó con impaciencia se desplazase lo más rápido posible.
   En el momento de su partía, la megafonía anunciaba la llegada del vuelo esperado. Se levantó, pagó la cuenta y encaminó sus pasos hacia la puerta designada al vuelo. Solo estuvieron separados una semana, pero fue eterna. Al verse sus corazones se alteraron como el de dos adolescentes, estaban impacientes por abrazarse y sentir el calor de sus cuerpos. Un gendarme tuvo que llamar la atención en dos ocasiones a Caterine pues pretendía pasar sin resolver los trámites burocráticos de la aduana. Pero al fin llegó el ansiado momento de abrazarse. La emoción les podía, Brisite les llamó al orden asegurando que parecían dos adolescentes. Y al fin, y a la postre, solo estuvieron separados una semana.
   Caterine le expuso el deseo de ir, a solas, a la cabaña. Su confesión enturbió esos momentos de felicidad. Lo deseaba tanto como ella. Pero era hombre de palabra y no podía dejar plantada a Danielle esa tarde. La primera reacción de su mujer fue de enfado, pero con la dulzura que le caracterizaba le prometió presentársela a Joel y cenar, sin problema, solos en la montaña. La expresión de su amor cambió por completo. Como iba a saber su intención de desvelar su secreto. Era muy inteligente pero no un vidente capaz de descubrir lo que su querida mujer pretendía. Se disculpó por su reacción, rogándole comprensión, estaba ansiosa de perderse con él y descansar.
   - Tienes toda la razón mi amor. Ha sido una torpeza por mi parte haberme comprometido con esa chica, pero si la hubieras visto, me recordó mis primeros andares por la medicina. Yo también deseo intimidad y estar a solas contigo. Pues he llevado un fin de semana tremendo.
   Abrazados se miraron con ternura. “Que hermosa es. Y cada vez se parece más a su madre.” Pensaba mientras contemplaba a su joven esposa. “Y el muy tonto, no sabe que va a ser papá después de varios nietos.” Eran los pensamientos que ocupaban su mente mientras contemplaba llena de satisfacción al padre del ser que llevaba en sus entrañas. Cargaron las maletas en el coche, para regresar a su hogar. Brisite pidió que le llevaran a casa pero no consintieron. Comería con ellos y luego podría hacer lo que quisiera.
   La comida fue de lo más entretenida, se contaron las anécdotas de su viaje. Caterine rabiaba por no poder soltar su gran sorpresa, pero se juró contársela en la intimidad y aunque su esfuerzo le costó consiguió conservarla hasta el momento oportuno. Iba a comenzar la sobremesa en el salón cuando el servicio acompañó a Joel junto a lo señores. Tras saludarse José le rogó que atendiera a Danielle, se la presentaría y luego se encargaría de ponerle al día con respecto a las investigaciones y el trabajo que llevaban entre manos.
   Trascurrida una hora aproximadamente de sobremesa, Caterine estaba impaciente. Pero al fin sonó el timbre y a los pocos segundos se presentaron en el salón Dany, diminutivo  con el que le gustaba que le llamaran, acompañada por personal del servicio. Las presentaciones de rigor y tras disculparse por no poderle atender personalmente comentó. 
   - Tenemos que irnos. Joel, ahora te toca ser el anfitrión de esta encantadora joven. Os entenderéis a la perfección, pues coincidís en muchas cosas. Procura ponerle al día. Ya le he comentado que la iniciativa propia tiene mucha importancia en esta empresa familiar.
   Salieron al jardín, donde tenían el coche preparado. Caterine se puso al volante y al tiempo que abandonaban el lugar se despedían de la joven pareja.
   Era una tarde tranquila y soleada. Llegaron a la cabaña y después de dejar los equipajes en la habitación se sentaron en el porche. Abrazados sobre el balancín observaban el espléndido paisaje que la Naturaleza les brindaba. El cansancio del viaje, la tensión por guardar el secreto hasta el momento más idóneo, el balancear del lugar donde estaban sentados, el cambio horario y el calor de su amor le relajaron hasta tal punto que el sueño le sorprendió. Cuando José se dirigió para comentar como la noche se engullía el paisaje, comprobó que estaba dormida. Le reclinó sobre sus muslos y abrazando su cuerpo le acurrucó contra su pecho. Le contemplaba lleno de satisfacción, estaba más guapa que de costumbre. Al fijarse en su rostro comento para sí. “Tiene la expresión y el rostro de felicidad de una mujer embarazada.” Recordaba muy bien el rostro de Silvia cuando iba a tener su primer bebe, o el de su hermana Rita, o el de su hija mayor. Había observado tanto ese rostro, esa expresión de difícil descripción pero de detección rápida cuando la poseía una mujer en su primer embarazo. De pronto, se quedó helado. “Sin duda esa era la sorpresa que su querida mujer deseaba darle y aguardaba el momento más propicio”. Ahora su mente comenzaba a atar cabos. Lo presintió desde la primera llamada a China, en esos momentos ella lo debía saber ya, pues no recordaba ningún otro instante anterior a su viaje. De haberlo sabido se lo hubiera confesado antes de partir. Luego el enfado cuando se enteró que no podrían ir a la cabaña directamente. Deseaba confesar su maternidad en la más absoluta intimidad. Había sido así con Silvia, lo había escuchado a sus hermanas y hermanos. No había duda, esa era la sorpresa que su encantadora mujer le pretendía dar. Sintió miedo, un padre tan mayor no iba a beneficiar en nada al bebe. Pero por otro lado se sentía enormemente feliz, era consciente que para Caterine la maternidad suponía muchísimo. Lo hablaron en numerosas ocasiones y ella siempre aseguró ser algo anhelado con todas sus fuerzas. Ahora tendría que fingir estar sorprendido. Trataba de hacer ejercicios de concentración para mostrar sorpresa cuando se lo comunicase. Pero pronto lo dejó, se olvidó y se deleitó contemplado a su encantadora esposa. Posó la mano en el vientre de su amada y la expresión de felicidad la llegó a sentir su mujer. Con los ojos cerrados, pero con la mente ya despierta, sentía como su amor le acariciaba el vientre, realizándolo con extremada delicadeza. Se sobresaltó y de inmediato se volvió a relajar, manteniendo los ojos cerrados. Él acarició su rostro para tranquilizar sus sueños y de nuevo su mano mimaba aquel vientre. “El muy bandido lo sabe”. Pero como es posible, la única persona que conocía la noticia era Brisite y estaba segura que no se lo había dicho. “Pero no tengo la menor duda que lo sabe.” Caterine reflexionaba sobre el comportamiento de su esposo. Por fin se decidió a abrir los ojos lentamente. Se encontró con su dulce sonrisa, mientras su mano proseguía, sin inmutarse, acariciando su abdomen.
   - Me haces cosquillas en la barriga.
   Se decidió a romper el silencio y observar su reacción. Sin  explicárselo  muy  bien  tuvo  la  corazonada que ella se había dado cuenta que no le sorprendería con al noticia. Con el mismo tono de inocencia y devolviéndole la pelota contestó.
   - ¿Tu estás segura que esas cosquillas que sientes te las hacen desde fuera? ¿No será tu tripita?
   Ya no podía haber sorpresa, lo sabía, estaba bien claro. Sonrió y abrazándose con verdadera pasión le besó. Las muestras de cariño se desataron una tras otra y por fin, incorporándose rompió de nuevo aquel cómplice silencio.
   - ¿Desde cuando lo sabes?
   Sonriendo y en tono malicioso, respondió.
   - ¿Sé? ¿El que mi amor?
   Comenzó a reírse, era un sinvergüenza, se estaba haciendo el ignorante, pero no le podía engañar.
   - Dímelo, cariño. ¿Desde cuando lo sabes?
   Fue consciente que, seguir con la misma estrategia podría enfadar a la futura mama de su hijo y precisamente, en esos momentos, no tenía la menor intención de disgustarle. Se le notaba llena de felicidad y tan feliz de estar a su lado que proseguir por ese camino estropearía un momento tan maravilloso.
   - Cuando dormías observe tu rostro y la expresión de tu cara. Esa expresión es inconfundible. La tenéis todas las primerizas. Unido a pequeños detalles que sueltos no te dicen nada pero que si los relacionas te confirman las sospechas.
   - ¿Eres feliz?
   Interrumpió a su esposo. Se abrazó a ella, se levantó y cogiéndole en brazos le llevó hasta la alcoba y cerró la puerta.