Durante las cuarenta y ocho
horas siguientes a la desaparición. José no paró, ni un solo segundo, tratando
de contactar con los secuestradores. Estaba agotado, llevaba cerca de tres días
sin dormir, pero el insomnio no era la razón de su aspecto macilento. La
tensión por no ver una pronta solución estaba haciendo mella y comenzaba a
desmoronarse.
Regresaba de una granja
humilde donde le aseguraron tener posibilidad de contactar, pero una vez más,
aquella esperanza supuso una nueva decepción. Estaba bastante desanimado. Al
llegar a una curva detuvo el vehículo, a petición de su acompañante. Bajaron
para pasear, conversar y estirar un poco las piernas mientras contemplaban la
panorámica de la ciudad. Era consciente de la vigilancia de sus movimientos. Un
coche les estuvo siguiendo desde la mañana y en esos momentos se detuvo a unos
cuantos metros de ellos. Sin duda el estado de vigilancia impedía entablar contacto. Se sentó sobre un
tronco mientras contemplaba el maravilloso espectáculo de aquella parte de la Naturaleza. De
pronto escuchó algo bajo sus pies. Escondido entre la maleza del precipicio
algo se movía. Se quedó petrificado, pero reaccionó con naturalidad. De lo contrarío
sus vigilantes se darían cuenta. Con parsimonia, se levantó, caminó unos pasos
a derecha e izquierda, y luego se perdió entre la maleza de la vegetación.
Se trataba de un niño,
invitándole a seguir sus pasos. Se adentraron en la selva y tras caminar unos
minutos llegaron a unos escondrijos bajo tierra. El pequeño levantó unos
ramajes del suelo y le invitó a bajar. Una escalera apareció al quitarlo. Al
desaparecer José, el niño volvió a colocar las ramas y salió corriendo del
lugar, las escaleras se terminaron. Siguió por un laberinto guiándose por la
luz de unas antorchas indicadoras de la ruta a seguir. Estaba emocionado. Sin
duda iba a conducirlo ante personas con
algún tipo de información sobre el paradero de su esposa. El esfuerzo de esos
tres días no fue inútil. Se asombró al comprobar la tranquilidad y la felicidad
producida al seguir aquel interminable camino subterráneo. Al final se podría
encontrar con la privación de su libertad, pero no llegó ni siquiera a
pensarlo. Estaba seguro de encontrar el camino para reencontrarse con Caterine
y siguiendo fielmente esa intuición continuó sin titubeos. De pronto las luces
desaparecieron. Algo le indicaba en su interior la necesidad de continuar. Con
el tacto de sus manos reanudó de inmediato la marcha. No volvió a encontrarse
ninguna otra posibilidad de ruta.
Al llegar a una gran sala,
algo, seguramente una puerta, sé cerró tras de él y aquel recinto se iluminó.
La primera luz le deslumbró, cerró los ojos y volvió a abrirlos lentamente.
Ante él un guerrillero con el subfusil montado le ordenaba caminar delante de
él. No pronunció palabra se adelantó y obedeció. De nuevo un infernal laberinto
completamente a oscuras se presentaba ante él. La linterna, portada por el
guerrillero, le indicaba el camino a tomar. Iba con paso firme y seguro, intuía
la cercanía del momento de ver a su mujer y el solo hecho de pensarlo todo
desanimo y fatiga desaparecieron de su cuerpo. Caminaron por sinfín de
pasadizos y pronto comenzó a notar la presencia de más hombres armados. Se
estaban acercando al final de su paseo nocturno. Llegó a una nueva sala
iluminada. Tres puertas daban al recito, y las tres custodiadas por
guerrilleros. Uno de los centinelas abrió una y con un gesto brusco le hizo
entrar. A continuación la cerró. No había quitado la mano de la puerta cuando
una voz potente, de mando, ordenó volverla a abrir. Estaba desconcertado,
conocía perfectamente esa voz y cuando dirigió su mirada, se quedó perplejo. Se
trataba del hermano menor de Chang. La puerta se abrió de inmediato y
encolerizado como jamás había visto a una persona se dirigió al guerrillero en
cuestión. Este firme como un palo aguantó el chaparrón. El hermano de Chang
estaba al mando de aquel grupo, recriminó severamente al guerrillero
recordándo las órdenes dadas sobre el personaje. Era un amigo y se le debía
tratar con la máxima cortesía y atención. Y el empujón propinado estaba fuera
de toda cortesía. Ordenó a otro centinela retirarle el arma y lo arrestó. A
continuación se giró hacía José y le suplicó perdón, abrazándose a
continuación. Sus cuerpos estaban abrazados cuando no pudo esperar ni un
segundo y preguntó por Caterine.
- No te preocupes, amigo mío.
Está perfectamente y junto a la enfermera son tratadas como invitadas. Siento
la torpeza de mis compañeros al secuestrarles. De haber tenido constancia de
las intenciones del grupo habría movido
todo los hilos para evitarlo. Pero quiero ser sincero contigo. Las
circunstancias en torno a todo este asunto no me va a permitir resolverlo con la
prontitud deseada.
La liberación no iba a ser
sencilla y José comenzó a ser consciente de ello, pero suplicó verlas y
compartir la estancia hasta finalizar aquella pesadilla. “Antes de veinticuatro
horas las podrás abrazar” La afirmación de su amigo le devolvió la esperanza.
Se sentía feliz, no podía fundirse con su mujer pero su tesón había logrado
mucho ese día. No lo deseado, por supuesto, pero con la certeza de poderlas
tener de nuevo a su lado. De momento tal como se iban desarrollando hasta la fecha
los acontecimientos era suficientemente gratificante. El hermano de Chang le
confirmó la población donde se encontraban alojadas en calidad de invitadas. En
una zona bastante alejada de donde estaban ubicados en ese momento. Él formaba
parte del consejo revolucionario y aunque tenía influencia y poder de decisión
no era el único. De haber dependido de él, la liberación de las dos mujeres
habría sido inmediata. Estaba haciendo gestiones y convenciendo a los
diferentes grupos sobre los inconvenientes y perjuicios de la acción a la causa
revolucionaria. Llevaba bien esas negociaciones y esperaba disponer de su
libertad pronto. Prosiguieron conversando por espacio de varias horas. A José
le costaba comprender como dos miembros de una misma familia, con una calidad
humana enorme en todos sus componentes, se pudieran enfrentar. Pero a lo largo
de la distendida conversación, las ideas y razones del levantamiento, de
campesinos principalmente, en contra del poder se despejaron. Había grandes
dosis de razón, pero no dejaba de haber algunos tintes de fanatismo.
Especialmente en alguna de las facciones de ese movimiento revolucionario.
Al comprobar el cansancio, se
le cerraban los ojos, su amigo le invitó a descansar. Salieron de aquel
laberinto subterráneo y tras subir por unas escaleras salieron al exterior. La
luz del nuevo día comenzaba a despuntar. Entraron en una humilde pero limpia
granja y le ofrecieron una habitación para poder dar una cabezadita. Tras el
descanso procuraría tener todo preparado para partir hacía el lugar donde se
encontraba su esposa. Nada más dejar su cuerpo caer sobre aquel lecho, quedó
profundamente dormido. Solo descansó tres horas pero cuando se despertó su
impresión era haber descansado días.
Todo estaba preparado para
iniciar un largo viaje. Con un vehículo, empleado para transportar troncos de
cuyos árboles se extraían la materia prima para la elaboración del caucho,
emprendieron el viaje. Unas ocho horas les llevaría el viaje le llegó a
asegurar su amigo. Si deseaba descansar, le propuso pasar a la parte posterior de la cabina donde
disponían de un par de literas. Pero prefirió acompañar a su amigo y al chofer.
Llevaban aproximadamente tres horas de viaje, cuando detuvieron el vehículo en
un paraje encantador. Junto a un río, donde al final de una fina cascada, el
agua se agrupaba en una amplia y profunda poza. Se instalaron junto a ella,
sacaron alimentos, la bebida y decidieron reponer fuerzas. A José aquel
paradisíaco lugar le invitó a darse un baño y sin pensárselo dos veces se
despojó de sus ropas y se zambulló en aquellas cristalinas aguas. Se lanzó al
agua con la impresión de sentir un frío intenso pero se encontró con la
sorpresa. Aquellas aguas casi quemaban. El baño relajó toda la tensión muscular
acumulada durante esos últimos días. Pero desgraciadamente todo lo placentero
termina pronto y fue requerido por sus compañeros, para reanudar el viaje.
Treinta minutos, tras el
descanso, cuando a unos trescientos metros pudieron divisar un control del
ejército. Ocultaron a José en un escondite ideado en el camión. Apartaron un
pequeño trozo de un tronco, vaciado por dentro, para utilizarlo de escondite,
de personas, armas, documentos, o cualquier otra cosa a transportar por la
guerrilla. Entró en su interior y de nuevo colocaron el trozo. Era perfecto. El
camión se detuvo ante el control y dos soldados procedieron a la revisión del
vehículo. Interrogaron al conductor y a su acompañante y tras unos diez minutos
de revisión de papeles y de documentación permitieron proseguir su camino. A
los dos kilómetros del puesto de control, volvieron a liberar a José de aquel
protegido escondite, pero también oscuro e incomodo. De nuevo en la cabina
comenzó a interesarse por las razones de ese grupo para sublevarse contra el
poder. Poco a poco iba comprendiendo las injusticias y los abusos de algunos
gobernantes de zona. De la explotación de la gente sencilla. Obligando a
levantarse contra el abuso de poder al pueblo oprimido. José era consciente de
las grandes dificultades existentes para solucionar el problema pero prometió a
su amigo hacer las gestiones necesarias para resolver aquel incipiente
conflicto. Portador a la zona el hambre y la miseria, retrocediendo varias
décadas en su desarrollo. Lo importante era aproximar las posiciones de unos y
otros. Ceder ambas partes y aplicar justicia en los abusos de dirigentes sin
escrúpulo para terminar de una vez por todas con los conflictos internos.
Permitiendo a ese país con grandes recursos naturales salir a flote. Pues no
solamente tenía materia prima sino gente capaz de trabajar y apoyar el
desarrollo de la nación. Durante el largo trayecto, fueron parados nuevamente
en tres ocasiones, pero en ninguna tuvieron problemas. Cuando nuevamente
realizaron una parada para reponer sus cuerpos, descansar y dar un respiro al
camión. Preguntó.
- ¿Tu hermano conoce tus
actividades?
Recibió una negativa como
respuesta. Gracias a su parentesco conocía los movimientos de las tropas
gubernamentales e incluso algunas acciones con posibilidades de causar graves
problemas a la guerrilla. Permitiendo tener un papel importante dentro del
organigrama de la guerrilla. Era
consciente que, si se descubría, su hermano, a pesar de no tener culpa, lo
pasaría bastante mal. Ciertos grupos, de gran poder en la comarca, no les
agradaba aquel comandante. En ocasiones su honradez y su sentido de la justicia
iba en detrimento de los intereses de unos cuantos magnates.
Reanudada la marcha, tras
superar unas pequeñas colinas le indicaron el lugar de destino. En el centro del valle se encontraba la
ciudad. La tensión se apoderó de él, estaba muy cerca de su mujer y deseaba con
toda la fuerza de su corazón poderle abrazar y tranquilizar con su presencia.