sábado, 11 de octubre de 2014
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTULO 33 CAPÍTULO TRIGÉSIMO TERCERO GEERT
CAPÍTULO TRIGÉSIMO TERCERO GEERT
El mes de agosto estaba ahí, Julián contactó
con un arquitecto para la remodélacion de la propiedad recientemente adquirida.
Con permiso de los dos ancianos invadieron su casa en dos ocasiones para tomar
medidas y comprobar diferentes aspectos necesarios para un cambio de esa
envergadura. La propiedad ya figuraba a su nombre pero acordaron en dejar la
finca a finales de agosto tras pasar toda la familia las vacaciones.
Conscientes que podían ir cuando quisieran pues les reservaba tres habitaciones
para ellos cuando llegaran, ya que el matrimonio tenía un hijo un año mayor que
Andrea, también estudiante de medicina.
La parte de la cabaña que más interés tenía
era la torre, Su intención pasaba por quitar la terraza para sustituirla por
una gran bóveda acristalada. Con la intención de instalar su despacho, su
habitación y un aseo con hidromasaje. Las otras cuatro habitaciones de la
primera planta, solo las retocaría para adptar algo y añadiría un baño
más. En el bajo todo seguiría igual, salvo una mano de pintura y algunos
retoques. Como en la parte trasera de la casa había un claro, justo donde se
encontraba un pequeño hangar, pensó construir un pequeño pasillo acristalado
hasta el hangar sustituyéndolo por una piscina cubierta y un garaje cerrado
para los coches. Luego otra de las ideas que tenía era la limpieza de todo el
terreno sin tocar las plantas autóctonas, para dejar la parcela como un hermoso
jardín de plantas y flores propias de la región. En las palmeras de la playa
acoplaría unas cuantas hamacas de cuerda con estuche incorporado, para
guardarlas mientras no se usaran. Todo estaba estudiado hasta el mínimo detalle
y pensaba tener su casa donde poder aislarse del resto del mundo y seguir con
los objetivos que se había marcado. Andrea andaba ensimismada con la medicina
natural y en su habitación se había montado un autentico laboratorio. Maureen y
Roberto le ayudaban a la recopilación de hojas y tallos para su estudio e
investigación. Justo un día antes de la llegada de la familia holandesa Julián
le había comprado una casa móvil y la instalaron junto a la cabaña, donde amen
de un dormitorio, un despacho, una pequeña cocina, un comedor salón y un
servicio, que ocupaban la mitad de la casa, habían instalado un laboratorio en
la otra mitad con todos los utensilios necesarios para la investigación. Cuando
Andrea se vio aquello chillaba como un Congo, entraba en la casa, salía con el
primero que se cruzaba se abrazaba para nuevamente entrar y volver a salir.
Maureen se quedó boquiabierta allí se podía disfrutar de lo lindo. Cuando en
una de sus salidas y entradas se topó con Julián se lanzó a sus brazos como una
chiquilla, chillaba, reía, lloraba de emoción. Calmada un poco volvió a entrar
con su amiga y fueron investigando cada rincón de aquella casa. Al salir
llegaban los abuelos y de nuevo a sus brazos para mostrar su alegría. Tomó de
la mano a su amiga y a la carrera subieron a su cuarto para desmontar todo lo
que tenía allí y llevarlo al laboratorio. Dos empleados de la casa le llevaron la
nevera donde guardaba hojas y tallos para que no se secaran en demasía. Entre
ella y Maureen fueron llevando cajas hasta dejar la habitación para lo que era.
Se pasó todo el día en el laboratorio, tanto ella como su amiga y ni se
acordaron de comer a pesar de las reiteradas llamadas de su abuela, de su
abuelo y del mismo Julián.
En la tarde solo se quedaron ellas,
organizando el laboratorio. Los abuelos se fueron a la finca y Julián se pasó
por el centro deportivo para dar un vistazo y trabajar un poco con el grupo de
chiquillos y chiquillas. Todos iban con sus flamantes equipajes. Unos del Barça
otros del Real Madrid pero a pesar de ello no había rivalidad entre ellos.
Había finalizado su entrenamiento entró en
el despacho y se conectó a Internet para leer noticias, el correo y enviar su
artículo al periódico, como tenía costumbre semanalmente. Mientras los críos se
aseaban y vestían para regresar a casa cenar y acostarse. De pronto al alzar la
vista, al otro lado de la mesa y del monitor una pequeña de unos cinco años.
Morena como la arena de Limón y unos ojos negros como el carbón, redondos y
ocupando casi todo el chupado rostro. Se sorprendió, pues no la había oído
entrar. Se quedó mirándole mientras sus comisuras de los labios esbozaba una sonrisa
llena de ternura, de cariño, de cercanía hacía ese pequeño ser. Permaneció
callado esperando al más puro estilo Bribri que rompiera el silencio del
despacho. Por fin la niña sonrió y soltó dos palabras.
¿Lo curará?
Estupefacto en su sillón no entendía nada.
Iba a preguntarle de que se trataba cuando una joven, no llegaría a los
veintiocho años, con seguridad la madre de la criatura, entró recriminando a la
pequeña.
Marta Elena deje al señor, está muy ocupado.
Julián rogó a la señora que tomara asiento.
Él se había puesto en pie, rodeo la mesa y tomando a la niña en brazos la sentó
junto a su madre en el otro sillón.
¿Qué desean tomar?
Ante las reiteradas negativas Julián fue a
la nevera del despacho y sacó unas aceitunas, fiambre unas cervecitas y un
refresco de naranja y de limón. Luego unas pastas y unos dulces. Los colocó
sobre su mesa retirando la pantalla y arrimando la silla de la niña le invitó a
coger lo que le apeteciera. Lo primero que ese microbio hizo fue en un papel
lleno de porquería y doblado hasta el derrumbe, comenzó a colocar varios de los
alimentos que le ofrecía. Su madre le recriminó una vez más y la niña con su
espontaneidad replicó.
Son para papá y mis hermanitos.
Julián a punto estuvo de liberar alguna
lágrima que otra. Esa criatura debía tener un hambre increíble y lo primero que
pensó fue en los que no estaban allí. Se volvió a levantar, tomó a la niña en
brazos y mientras le abrazaba con la ternura de un abuelo le comentó.
No te
preocupes os mandaré una buena cesta con todo lo que más les guste a tus
hermanitos y a tu papá.
De nuevo aquel renacuajo volvió a
paralizarlo.
Prefiero que cure a mi papá.
Tuvo que sacar el pañuelo y con disimulo
enjugar unas lágrimas. Mientras la niña comía tras convencerle, los dos adultos
platicaron sobre el asunto.
Su marido no podía trabajar por una
enfermedad muy grave y no tenían cobertura médica. Los únicos ingresos los
aportaba el padre y ahora andaban sin nada. Hasta el hermanito que iba al
centro deportivo a jugar fútbol se desprendió de los dos equipajes que les
habían regalado en el trofeo para conseguir algo de comida esos días. Julián se
enfadó con aquella mujer. Él estaba allí para ayudar en lo que pudiera a todos
sus alumnos y tenía que haber acudido antes. De inmediato puso en marcha la
ayuda a esa familia. Les llevó comida y en su propio coche llevó al padre, en
compañía de su mujer a un hospital de San José donde le atendieron haciéndose
Julián cargo de cualquier necesidad del paciente. Al día siguiente reunió a
todos los familiares de los muchachos y muchachas que iban a jugar y les
planteo claramente que ante cualquier problema de la índole que fuera acudieran
al centro deportivo donde les atenderían y tratarían de solucionar el problema.
Pronto se encontró con la falta de trabajo par a un buen número de familiares
de aquellas criaturas. Se puso a trabajar codo con codo con el Abuelo y los
adultos de aquellas familias con problemas laborales. Crearon una cooperativa
agrícola e iniciaron la compra para su explotación de varios terrenos. En un
principio no daba para muchos, el trabajo era duro. Pero Julián durante el
siguiente año desvió sus ganancias de la empresa hispano costarricense, que
antes revertía para imprevistos, a la ayuda a la cooperativa. No comprometía
patrimonio y ayudaba a esas familias.
El segundo día de estancia, de la familia
holandesa al completo, los abuelos organizaron una gran comida en la finca para
conocerse las dos familias. Allí se juntaron, los abuelos de Andrea, su padre,
su madre adoptiva, sus hermanos Roberto y seis bichillos más, Maureen y Julián
por una familia. Por los holandeses, los dos abuelos, su hijo, la esposa de
esté y Greet el hijo de la pareja al que le acompañaban dos compañeros de
estudio. Cuando Andrea y Greet cruzaron su mirada, algo saltó entre los dos. Se
sentaron juntos en la mesa y terminaron los primeros para perderse en el
laboratorio. Era un enamorado de la medicina natural. Sus amigos preguntaron
por él al finalizar la comida y Julián les acompañó hasta la casa de la playa
donde estaba convencido que lo encontrarían en compañía de Andrea. Maureen se
apuntó en compañía de Roberto y llamó a dos compañeras de facultad que pasaban
esos días por Puerto Viejo para formar un grupo y salir juntos esas noches.
Efectivamente los sorprendieron enfrascados en el laboratorio. Se quejaron pues
estaban de vacaciones pero Greet no quería desperdiciar esa oportunidad. Ellos
siguieron encerrados entre aquellas cuatro paredes, mientras que las tres
parejas se fueron a Puerto Viejo a tomar unas copas y conversar.
Regresaron algo tocaditos por el alcohol,
caminaban con el calzado en la mano refrescando sus pies con el venir y devenir
de las olas. La luna les proporcionaba esa luz tenue, pero perfecta para
caminar, distinguiendo objetos y al personal. Fueron las amigas de Maureen
quienes sin previo aviso mientras se despojaban de la ropa invitando a que el
que se quedara en la playa era un cobarde. No se lo pensaron sus compañeros e
imitando a sus amigas se introdujeron en la mar. Roberto y Maureen se miraron
sonrieron, se desprendieron de sus ropas y se adentraron con el grupo. Se
bañaban a una distancia prudencial, el mar parecía esa noche una balsa. A los
diez minutos de haber entrado en el agua Julián paseaba por la playa
meditabundo, cuando primero un zapato, luego unos pantalones, una blusa una
prenda intima de mujer, otra de hombre, fue recogiendo las prendas y las colocó
tras sacudirlas de arena sobre la maleza. Miró y al observar al grupo sonrió
para proseguir con su meditación. Se había separado unos quinientos metros de
donde dejó las ropas cuando la magia del Caribe y los recuerdos le bloquearon.
De nuevo el silencio, de nuevo la oscuridad, de nuevo ella frente a él. Pensó
en extender sus brazos y abrazarle pero el temor que desapareciera se lo
impidió. Ya le había ocurrido otras veces cuando se precipitaba y trataba de
atraparle. Tan hermosa, tan magistral, tan dulce, tan llena de vida. De nuevo
el recuerdo de aquel verano, de aquel tiempo vivido con una intensidad difícil
de explicar. Contemplaba con veneración aquel rostro enamorado hasta la medula
de sus huesos y con la preocupación dibujada, mientras el dolor de su
enfermedad aunque intentaba distraerle, no lo lograba. Su amor por ella y el
amor que le transmitía su compañero mitigaban cualquier posibilidad de
sufrimiento. Fue la que se abalanzó sobre él, le abrazaba, le acariciaba y le
entregaba es premio nobel que le suplicaba. Sentía su química, su saliva, su
lengua jugando en su interior y provocando la secreción de todas las glándulas
salivares. Saboreando aquella miel de sus besos. Era real, pero de no serlo
mejor no darse cuenta de ello. El aire le faltaba, su corazón desorbitado,
derramaba unas lágrimas de una felicidad indescriptible. Enredado en ella
perdió la sensación del tiempo, del lugar. Abrazados se dejaron caer sobre la
arena, mientras las olas los bañaba. Sus ropas volvían a evaporarse y de nuevo
el calor de sus cuerpos desnudos se mezclaban, se enredaban.
Se levantó del suelo estaba completamente
desnudo y sus ropas sobre la arena empapadas de ese barrillo de arena y agua.
Había desaparecido. Recobró los sonidos, los colores y la luz tenue. Sacudió
sus ropas las enjuagó con el agua y empapadas se las colocó para regresar a la
cabaña. Al pasar de nuevo por donde había recogido la ropa se encontró con el
grupo que finalizaban la recogida y se disponían a regresar. Al ver a Julián
empapado, alegó que se cayó al agua sin dar ningún otro tipo de explicación,
sonrieron y mientras Julián se iba directo a su habitación ellos se dirigían a
la casa portátil de Andrea. No se equivocaban aquellos locos de la ciencia
seguían enfrascados allí. No habían cenado y optaron por salir con el grupo y
prepararse ellos mismos la cena. Todos colaboraron, mientras unos ponían la
mesa otros pelaban cebollas, patatas o batían huevos. El turno de las ensaladas
pasó de inmediato cuando iba a cuajar las tortillas. Estaban enfrascados en la
preparación de la cena cuando Andrea que previamente había preguntado por
Julián al recibir la respuesta y lo que le había sucedido subió a su
habitación. Llamó a la puerta y al no recibir contestación abrió. Pronto se dio
cuenta que se encontraba en el baño. De nuevo unos leves toques en la puerta y
se encontró con él que portaba un pantalón corto, que solía utilizar para
dormir, en zapatillas y el torso desnudo, mientras la espuma cubría su rostro
con el propósito de darse un buen afeitado. Sonrieron y de inmediato recogió
las ropas empapadas de Julián, no sin las protestas de él asegurando que ya lo
haría. Pero las cogió le dio un beso en la mejilla y mientras abandonaba el
servicio le confirmó que lo esperaban para cenar. Bajó depositó sus ropas en
una gaveta llena de agua, tras enjuagar prenda por prenda en la pila, dejándola
con un poco de detergente para cuando el servicio viniera por la mañana las
enjuagara de nuevo para escurrirlas y tenderlas o ponerlas en la secadora.
En el pórtico inferior cenaron en armonía.
Estando en la sobremesa llegaron de cenar la familia. Los cuatro abuelos y los
dos matrimonios. Se habían acercado a Maxi´s a degustar unas buenas fuentes de
marisco y le confesaron que le estuvieron buscando. Pero desistieron al final
porque se les hacía de noche y se fueron sin él. Alegó que no había cenado nada
mal y en compañía de esa juventud. Tal vez se le pegara un poco de esa
enfermedad. Sonrieron acercaron sillas y compartieron la sobremesa con aquel
ramillete de juventud. Andrea y Greet se levantaron para preparar café,
mientras que Maureen y Roberto lo hacían para buscar cucharillas, azúcar,
alguna pasta, con algún vino dulce que acompañara. Los abuelos de Greet
prefirieron té y de inmediato se pusieron manos a la obra. Poco a poco aquella
sobremesa fue menguando, unos ser recogían en la cabaña, mientras que otro
grupo en coche abandonaban para ir a sus respectivas viviendas. Julián se
ofreció a llevar a las jovencitas a sus casas, pero se quedarían con Maureen y
Andrea en casa, por ello se subió a su habitación y se acostó quedando a los
pocos minutos completamente dormido. Pues lo pudo comprobar Andrea ya que subió
a su habitación para comentarle que se iban a dar una vuelta por la playa, por
si le apetecía ir con ellos ya que tendría que regresar sola. Pero como lo vio
durmiendo tan profundamente optó por no molestarle. Los amigos de Greet ya se
habían ido con sus padres y las amigas de Maureen descansaban en la habitación
de la casa móvil, donde Andrea tenía su laboratorio. Greet se negó en rotundo a
que regresará sola, por lo que optaron dar un paseo por la playa y él se
quedaría en el porche superior en una de las hamacas.
Aquel joven holandés se había quedado
prendado de Andrea y su mirar y su atención revelaban a las claras su
encandilamiento por la joven. A ella también le había hecho gracia aquel
muchacho. Y el paseo, que se inició con un caminar, pausado y separados por
unos centímetros, poco a poco la distancia se fue reduciendo y sus manos
contactaban con pequeños roces hasta que sus pulgares se enredaron. Luego los
anulares, el corazón, el índice y por último el pulgar. Abarcando la mano de uno
a la del otro. No llevaban dos pasos con sus manos entrelazadas y en aquella
estampa romántica, del Caribe, las estrellas y una luna llena los invitó a
detenerse, dar un giro de noventa grados hacia su pareja y fundirse en un
tierno beso. A continuación caminaban abrazados, ella abarcando su cintura y
reclinando su cabeza en el brazo, pues era demasiado alto como para apoyarlo en
el hombro, mientras él abarcaba con su mano la espalda a la altura de sus
hombros.
domingo, 5 de octubre de 2014
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTULO 32- EL GRAN ACONTECIMIENTO DE TALAMANCA
CAPÍTULO TRIGÉSIMO SEGUNDO EL GRAN ACONTECIMIENTO DE TALAMANCA
Andrea preparaba los dos últimos exámenes. En
tres días el curso habría finalizado y regresaría a casa. Deseaba conversar con
Julián cara a cara y confesarle lo bien que se encontraba y lo mucho que le
debía. Tenía muy claro su futuro, por cierto muy prometedor, pues ya en ese
primer curso varios profesores se habían fijado en la joven no solo por su
capacidad intelectual, sino por su capacidad de análisis, de crítica y su modo
de argumentar las cosas. Amén de poseer un gran conocimiento sobre plantas con
acción terapéutica, donde tanto su abuelo como Julián le habían acompañado en
su descubrimiento. Ahora para tener completas sus perspectivas de esos momentos
debería encontrarse con su amor eterno. Ese amor que el Señor le tenía
designado desde la misma creación y que le perduraría hasta la eternidad.
Convencida que existía y que no tardaría en encontrarlo.
El abuelo y Julián andaban inmersos en el
acontecimiento de Talamanca. Todo estaba estudiado hasta el último detalle se
formaron dos grupos de cuatro equipos repartidos de la siguiente forma. En el
grupo A estaría compuesto por 1-Bribri, 2-Gatazo, 3-Térraba y 4-Bocotás.
Mientras que en el otro grupo B, lo formaban, 1-Cabécar,…
2-Boruca,
3-Guaymi y 4-Quitirrís. La primera jornada, el lunes por la mañana se
disputaban 1 A contra 2 A y 3 A contra 4 A. Esa misma tarde con idéntico
calendario se disputaban los partidos del otro grupo. El miércoles, por la
mañana se enfrentarían el 1 A contra el 3 A y el 2 A contra el 4 A. Por la
tarde exactamente igual pero con los equipos del grupo B. Por fin el viernes se
celebraría el último partido de la liguilla. Con el siguiente reparto por la
mañana 1 A contra 4A y 2 A contra 3 A. Por la lo mismo pero con el grupo B. El
sábado se esperaba una representación de los jugadores que habían acudido a
Costa Rica para el spot publicitario. En un principio se había acordado la
asistencia de al menos un jugador de cada equipo español. Pero aquellos
profesionales cuando pudieron observar el ambiente y las expectativas de aquel
pueblo quisieron homenajear también a los cuatro equipos que no disputarían las
finales. Esa tarde temprano se presentaba todo el equipo participante en el
spot y estuvieron grabando por aquellos incomparables parajes. Antes en la
finca del abuelo fueron recibidos por la familia y agasajados con todos los
honores. Ya en la tarde el tercer clasificado del grupo A se enfrentaba al
tercero del B y el cuarto de A al cuarto del B. Dando la oportunidad que todos
los equipos jugaran en mismo número de partidos.
Esa noche mientras el abuelo se reunía e invitaba
a cenar a los jefes de las distintas tribus en su casa, acordarían las líneas a
seguir para presentar las reivindicaciones de los indígenas al gobierno. Julián
en compañía de los jóvenes y los niños de la familia fueron a cenar a Maxi´s en
compañía del grupo de jugadores y técnicos que se habían desplazado hasta aquel
rincón de Costa Rica. Cenaron como auténtico reyes indígenas y el marisco fue
el plato dominante. A la mañana siguiente de nuevo en el complejo deportivo el
primer partido. El segundo clasificado del grupo a contra el segundo del B para
disputar su último partido y a continuación la gran final y el reparto de
premios y regalos. El final fue apoteósico los propios jugadores colocados en
seis filas iban repartiendo todo aquel material entre los chiquillos. La prensa
nacional y la televisión se habían desplazado e incluso alguna emisora española
grababa el acontecimiento con esas seis figuras del fútbol español.
La comida de fraternidad y de inmediato
todos de regreso a casa.
Julián se perdió. Deseaba aislarse y
descansar para recuperar fuerzas y regresar a la carga ilusionando a esos
pequeños que le adoraban. Pero no logró su propósito, Andrea se apuntó,
pretendía recuperarse de un intenso curso. Pero tras las entrevistas con sus profesores
el interés por la medicina natural, la medicina indígena aumentó muchos
enteros. Hubiera preferido ir solo, es más, pensaba moverse por la zona donde
se perdió con aquel loco cantante. Además el abuelo le había dado tres o cuatro
indicaciones sobre nativos que estaban perdidos por la península de Osa, donde
podría ampliar sus conocimientos sobre la medicina nativa, otro de los temas
por el que se estaba preocupando últimamente. Amén del conocimiento lo más
profundo posible de los Bribri.
Llegaron pronto en avioneta a Puerto
Jiménez. Contactó con un ganadero conocido del abuelo, que les proporcionó
alojamiento. Los llevó personalmente con su coche hasta las cabinas Jiménez
donde a primeras horas de la mañana un empleado suyo con dos monturas y una
tercera para el equipaje las acercaba a las cabinas para iniciar el viaje
bordeando la península de Osa a caballo, como habían planificado. La primera
etapa, corta, iba a ser su primer día y precisaban no castigar en exceso sus
posaderas sobre el vaivén de las cabalgaduras, los llevó hasta otras cabinas en
Bosque del cabo. No más de veinticinco, treinta kilómetros según el camino
escogido. Desayunaron copiosamente se acercaron a comprar provisiones y con las
hamacas, los salva insectos, e incluso la abuela de Andrea les ideó una especie
de protector sobre el protector contra insectos, pero en este caso era contra
la lluvia. Si tenían que dormir algún día a la intemperie no era asunto de
empaparse de agua. Sobre sus monturas iniciaron el viaje. Tanto uno como otro
iban muy relajados, los últimos acontecimientos libraron esa tensión por la
obsesión de ella. Las últimas confesiones les proporcionaron la tranquilidad y
el sosiego de disfrutar de la compañía del otro con mucha más naturalidad,
compartiendo su descanso como lo harían un padre y una hija. Se compenetraban a
la perfección y una vez liberada la tensión, resultó una experiencia deliciosa.
Fueron directamente en dirección a la playa, para desplazarse entre la maleza y
la arena en busca del cabo Matapalos. Pasaron por diversas playas y en muchas
ocasiones se debían alejar de la costa o dar un rodeo para salvar ciertas
propiedades. La primera parada la hicieron en la playa de Matapalos muy próximo
a su destino. Bebieron, dieron de beber a los animales y repusieron energías.
Andrea se atrevió a alquilar unas tablas y deslizarse junto a la ola hasta
donde Julián cómodamente bajo la sombra de la maleza descansaba.
Un par de horas permanecieron y mientras
ella quemaba calorías con la tabla. Mientras él meditaba en solitario,
contemplando el paisaje, la vegetación, las diferentes especies que se
desenvolvía por su cercanía. De vez en cuando contemplando la belleza de
aquella mujer que se deslizaba sobre la tabla.
Reanudaron la marcha y pasaron por un lugar
llamado Pan Dulce y adentrándose un poquito llegaron hasta la catarata de
Matapalos. Los dos portaban sus cámaras digitales, donde iban plasmando la
belleza del paisaje o inmortalizando gestos, andares, nados, caídas,
deslizamientos sobre la tabla, o siestas al más puro estilo del slogan de Costa
Rica. ¡Pura Vida!. Una tras otra se grababan en las respetivas tarjetas para
inmortalizar esos momentos, de distensión, de descanso, de compartir juntos
unos días sin nadie más. De vivir con intensidad. Por fin llegaron a su destino
a las cabinas de Bosque del Cabo donde próximas a ellas encontraron un lugar
donde poder recuperar, alimentar, saciar la sed e incluso cepillar a los
caballos. Debían descansar pues al día siguiente les esperaba justo el doble
del camino, sobre los cincuenta kilómetros, que pensaban realizarlos en dos
etapas, con un descanso de unas dos horas, para que las cabalgaduras se
recuperaran y al mismo tiempo sus posaderas. Instalados y bien comidos,
salieron a pasear para tomar con sus cámaras toda la belleza de aquel paraíso.
Pero especialmente cuando llegó el atardecer sus espíritus se elevaron un
peldaño, ante la belleza del paisaje, del momento, de la relajación, del
silencio.
A la mañana siguiente fueron a por los
caballos. Como andaba lloviznando y con toda seguridad sería una jornada de
agua, se protegieron contra la lluvia y de la misma forma hicieron con las
cabalgaduras, especialmente la que portaba el equipaje y los alimentos. Los pantalones
y botas contra el agua y la gran capa para cubrir el cuerpo y caballo. El
avanzar se hacía con lentitud, hubo que rodear para salvar zonas demasiado
enfangadas. Descubriendo lugares encantadores. El caminar era lento y la lluvia
arreciaba. Cerca de Garate se pudieron refugiar en unos cobertizos,
desmontaron, aliviaron los caballos, consiguiendo comida y con unos trapos que
les dejaron secaron un poco a los animales. Los dueños de aquel lugar comieron
con ellos. Mantuvieron una larga sobremesa y cuando se quisieron dar cuenta era
muy tarde y aunque aquel matrimonio insistía en que se quedaran, reanudaron la
marca.
Era de noche y la lluvia caía con
insistencia, adentrarse por la selva era poco más que suicidarse. Sin pensarlo
mucho al pasar por Lodge Ten Camp y antes de llegar a La leona, al parar junto
a una cabaña donde residía un matrimonio americano, al ver a esa pareja de
aventureros que andaban calados hasta los huesos les ofrecieron
alojamiento. Julián prefirió instalarse
en el pórtico, en su hamaca y el artilugio para protegerse de los mosquitos,
mientras que Andrea ocupó la habitación. Le había insistido que podían estar
los dos sin problemas pero que en todo caso era ella la que debería ir a la
hamaca. Asegurando que prefería su hamaca. Discutieron un poco pero ambos
sabían que no cedería e instalado en el porche se quedó a los pocos segundos
profundamente dormido.
Le despertó el tempranero sol. El
matrimonio tenía preparado un suculento desayuno. La vista era increíble,
saludó dando los buenos días y fue a avisar a Andrea que dormía plácidamente.
Repusieron fuerzas y tras despedirse e insistir que aceptaran algo de dinero,
cosa que se negaron en rotundo, partieron en busca de su destino. Estación
Sirena Corcovado. No había mucha distancia pero ya tenían pensado instalarse
allí y aprovechar para conectar con uno de los nativos que les indicó el
abuelo. A media mañana se instalaban en un cómodo cobertizo y pudieron también
resguardar a los caballos. Se asearon un poco y a una hora de camino andando
cerca de la estación de los Patos tenía su cabaña el nativo. Tras la
presentación, aquel personaje Bribri se emocionó al comprobar como aquel
extranjero dominaba su lengua y de inmediato se puso a disposición. Con él de
guía y portando un buen machete se adentraron en la selva. En primer lugar
siguieron el cauce del el río Pavones y en sus veredas, descubriendo los
secretos de varias plantas. Andrea quiso llevarse muestras pero el nativo le
comentó que estaban dentro de un parque nacional y no se podía cortar ni
llevarse ninguna planta sin un permiso especial. Aceptó la información y se
contentó con dibujar con anotaciones a pie del dibujo. Luego siguiendo el curso
del río Sirena, les condujo ya entrada la tarde hasta su lugar de descanso en
la estación Sirena. Había sido el primer día que Andrea pudo iniciar su estudio
sobre las plantas medicinales. Pero Julián le aseguró que durante los
siguientes tres días se volverían a encontrar con gente que les ayudaría pues
su abuelo se encargó de ello. Esta etapa
se les hizo algo más dura pues tuvieron que desviarse alejándose de la costa
hasta que llegaron a Cascada Llorona. Anduvo buscando siguiendo las
indicaciones del Abuelo y tras hora y media encontraron la cabaña. No había
nadie, aguardaron hasta la hora de la comida y tras la misma reanudaron la
marcha deteniéndose en playa Llorona. Se dieron un bañito y prosiguieron el
camino. Como anochecía sobre una elevación del terreno próximo al mar se
instalaron con las hamacas. El tiempo no auguraba nada bueno instalándola con
el arreglo de la abuela. Como llovía fuerte solo montaron una y allí juntos se
acostaron. Julián se durmió pronto pero Andrea saboreó la situación. No cesó de
llover en toda la noche pero allí dentro no entró ni una sola gota. Al amanecer
la lluvia había cesado y un tenue sol, cubierto de vez en cuando por las nubes
se dejó ver durante toda la mañana. Recogieron todo y de nuevo camino a su
siguiente parada en playa San Padrillo. Se instalaron en unas cabinas y de
inmediato fueron a buscar al tercer nativo, siguiendo las indicaciones
recibidas. En esta ocasión lo realizaron andando pues no andaba muy lejos de
donde se instalaron.
Esa jornada Andrea disfrutó como ninguna
otra. Julián al observarle con esa ilusión e interés cuando finalizo la
jornada, solicitó al nativo volverse a encontrar al día siguiente. Aceptó
encantado y cuando le confirmó que la siguiente jornada seguiría allí con aquel
personaje se levantó de la silla y abrazándose le plasmó dos besos en sus
mejillas. Alguien había organizado una fiesta en las cabinas y nuestra pareja
se apuntó. Bebieron, comieron. Bailaron y hasta casi se pasó la joven con la
bebida.
Esa nueva jornada fue maravillosa y aprendió
infinidad de trucos y mezclas sobre las plantas. Pero se fueron pronto a la
cama. Los caballos estaban descansados y les esperaba la jornada más dura a
caballo, entre treinta y cuarenta kilómetros serían los que deberían realizar.
A las cinco de la mañana estaban ya en las
cabalgaduras. Con las primeras luces del día la primera parada la tenían
programada en Bahía Drake, solo se detuvieron para tomar un café con leche, y
dar de beber a los caballos para de inmediato y adentrándose por esos caminos
del demonio llegar hasta La Palma de Puerto Jiménez en Osa Corcovado. Realizaron
tres paradas de quince minutos para descansar los caballos pero sobre todo para
que bebieran. Llegaron a su nuevo destino a la hora de la comida, tal vez un
poco más pronto de lo previsto, por ello optaron por descargar las cabalgaduras
y darles dos horas de descanso, alimentándolas bien y proporcionándoles agua en
cantidad. Repusieron fuerzas y de nuevo a reemprender la marcha. Solo
estuvieron sobre los caballos una hora pues en Cañazas Aguja tenían que buscar
al último nativo. Vivía solo y les invitó a su choza. Les ayudó con las
cabalgaduras y luego con los alimentos que ellos traían se prepararon la cena.
Fue amable, pero fue el más distante de todos, cuando comenzó hablándole en la
lengua de los Bribri se quedó algo avergonzado pues él no la hablaba. Se
lamentó de su fallo pues le había advertido el abuelo de esa circunstancia y lo
había olvidado. Aquel pobre hombre ver que un extranjero dominaba su lengua
madre y el solo conocía alguna palabra le resultó violento y aunque Julián trató
de restar importancia, al personaje se le notó distante durante esa jornada.
Pero en el campo de la medicina nativa, sin duda era el que más conocimientos
tenía y Andrea no desperdició la oportunidad para avanzar. Luego por Puerto
Viejo trataría de buscar esas hierbas y plantas e investigar con algún
animalito. De la localidad donde se encontraban hasta Puerto Jiménez no llegaba
a los quince kilómetros los que les faltaban por recorrer. Descansaron lo que
les pidió el cuerpo y antes de las diez de la mañana devolvían las cabalgaduras
y contrataban una avioneta para regresar a Limón.
Como eran los únicos pasajeros, pidió precio
por alargar el viaje y realizar el recorrido que habían hecho a caballo. Luego
si era posible llevarlos hasta Limón. No hubo ninguna pega. Tras llenar los
depósitos y abonar lo acordado en vuelo más bien bajo recorrieron lo que acababan
de realizar con los caballos. Para concluir su jornada aérea en el aeródromo de
Limón.
Allí les esperaban con el coche, su padre y
su segunda mamá. Por medio de los celulares se pusieron de acuerdo para que los
recogieran. Se pasaron el viaje hasta Puerto contando aquel fabuloso viaje y lo
mucho que había conseguido aprender de los nativos. En la cabaña les aguardaba
el resto de la familia. La mesa estaba preparada y si no querían que se
enfriara la comida debían acudir prestos.
Esa noche Julián se metió en su cuarto sin
cenar. Cerró la puerta cerró ventanas y con el ventilador a toda marcha se
quedó profundamente dormido. Andrea aprovecho para salir con sus hermanos. No
había tenido bastante fiesta.
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