miércoles, 15 de febrero de 2012

EL PRIMER AMOR -CAPITULO XII-







- CAPÍTULO DÉCIMO SEGUNDO.

- EL VIAJE.

Cuando José regresó de la facultad Andrés le enseñó el primer cheque como jugador profesional. El club se lo extendió, al ganar al Barcelona, como prima.

- Es para ti, para libros, para lo que quieras. Siempre me juré que el primer dinero ganado con el fútbol seria para mi hermano.

José comenzó a llorar como un chiquillo. El acongojo le impedía decir nada. Su hermano se abrazó a él y entre pucheros le insistió

- Tómalo, te lo mereces.

Cuando consiguieron calmar la emoción, provocada por la situación, se sentaron en el porche de la alquería y José con el cheque en las manos comentó.

- Te importa si se lo damos a mama, para que haga un viaje con padre. A París, por ejemplo.

Andrés no salía de su asombro. Era cierto, su madre se merecía eso y mucho más, pero aquel hermano suyo nunca aprendería a disfrutar de algo, y así se lo hizo saber.

- No te enfades. Sabes que cuando más feliz me siento, es precisamente, viendo felices a los que me rodeáis. No te puedes ni imaginar al marcar el primer gol en Barcelona. Nada en el mundo me hizo tan feliz verte así de contento. Ahora comprobar la cara de felicidad que pondrá mama, me llenará mucho más que si me gastara ese dinero.

Abrazó a su hermano y juntos se acercaron a sus padres que charlaban con Don Andrés y don Fulgencio.

- Padres.

Comenzó diciendo Andrés

- Es nuestro deseo que el primer dinero ganado fuera de casa sea para vosotros. Para un viaje a París y dispongáis, por fin, de una semana de vacaciones después de tantos años de trabajo y de sacrificio por nosotros.

Marta rompió a llorar, el Coeter no sabía que decir. Don Fulgencio, reaccionó con prontitud antes de que aquel huertano saliera con alguna impertinencia.

- No te mereces ninguno de los hijos, que tienes, pedazo de animal. Ya puedes estar orgulloso de todos ellos.

Entre don Andrés y don Fulgencio organizaron el viaje del esforzado matrimonio. Elisa se llevó a Marta a la ciudad a un salón de belleza y luego entraron en unos grandes almacenes para surtir a la señora de la ropa adecuada a una dama de su categoría. Don Andrés hizo lo propio con el Coeter. Quien no salía de su asombro.

- Tus ideas me van a llevar a la ruina.

Don Andrés se partía de risa ante las salidas de aquel hombre. Era cierto que familia lo había pasado mal. Pero en la actualidad la situación económica era inmejorable.

José con su hermano Andrés, sé acercaron a una agencia de viajes para ultimar los detalles. El mayor, advirtió que contratase todo desde España, pues si su padre tenía que desembolsar dinero no saldrían a ningún lado. Contrataron la subida a la torre Eiffel, con su correspondiente cena, la visita al Louvre, otra cena en barco mientras recorrían el Sena de noche y la contratación de un guía que se encargara de llevarlos a Versalles y a los lugares más típicos de la ciudad del amor.

En el aeropuerto estaba toda la familia para despedirlos. Marta no se podía creer aquel milagro. Todos esos sacrificios. Cuantas mujeres pasaban por lo de ella y seguían pasándolo porque no salían del agujero. Se sentía orgullosa de sus hijos y se entristecía cuando pensaba en tantas y tantas mujeres que nunca podrían disfrutar como ella de esos momentos. Besó y abrazó uno a uno a sus hijos, cuando le llegó el turno a Rita y a José no pudo contener las lágrimas.

- ¡Que se te va el rimel!

Comentó su hija. El Coeter se sentía como pez fuera del agua. No era su ambiente pero cualquiera se volvía atrás con todo lo que su familia decía.

Aquel viaje fue increíble jamás podría olvidar aquel paraíso vivido en vida. A su regreso les trajo algún detalle a todos y se pasó semanas contando a las vecinas todo lo vivido. Tenían que convencer a sus maridos, ahora que las cosas marchaban bien en la huerta, para realizarlo ellas también. Los paisanos se estuvieron acordando de Coeter y del puñetero viaje a París hasta que claudicaron y llevaron a sus esposas.

La experiencia de los bocadillos, en días de partido, resultó. La primera vez que lo pusieron en práctica se quedaron cortos. Cada viernes ó sábado, dependiendo cuando se jugase el partido, habilitaban un mostrador y desde primeras horas, tanto Rita como Paco, al no tener clases, preparaban, pan con tomate y jamón serrano, bocadillos de tortilla de patatas, de embutido, de fiambres, etc. Luego se pusieron en el mostrador para vender el género preparado. La idea proporcionó al matrimonio unos ingresos extras de gran importancia, permitiéndoles algunos lujos.

Ese verano, los amigos, de facultad, invitaron a José a pasar, el mes de agosto, en la playa de Javea. Estaba invitado a las comidas, dormir era prácticamente imposible. Pertenecían a familias numerosas y los apartamentos eran pequeños. Rechazó aquella bonita proposición. Su sentido de la responsabilidad le impedía irse, después de un curso sin ayudar en la huerta. Su obligación moral era quedarse en el campo ahora que disponía de tiempo.

Un día los amigos de José fueron a comer una paella a la alquería invitados por él. Montaron las mesas en el porche y allí se reunieron cerca de treinta personas, pues estaba la familia de José y de Paco al completo junto con sus tres amigos. Todos los productos que se comieron fueron de la casa. Sus amigos disfrutaron y comieron como nunca. En la sobremesa uno de ellos se quejaba.

- No hay derecho que tengáis a José sin vacaciones. Le hemos invitado a ir a la playa pero vosotros, negreros de la huerta, no le dais descanso.

José salió rápidamente en defensa de su familia. Pero Rita con gran enfado comentó.

- Ya es hora que te toque a ti distraerte un poco. Paco y yo nos encargaremos de tu trabajo, descuida que lo haremos como a ti te gusta. Pero disfruta de una puñetera vez.

Marta salió en apoyo de su hija.

- Nos obligasteis a padre y a mí a ir a París. Pues decías que no habíamos tenido vacaciones. Ya es hora que tú también las tengas.

Quien diría, hace unos años, que las mujeres tuvieran la voz cantante en esa casa. Todos los hermanos y vecinos apoyaron la iniciativa de Rita, estaban dispuestos a repartirse el trabajo de José.

No tuvo escapatoria, él lo deseaba, no lo iba a negar pero le sabía mal por sus hermanos. Así pues forzado por la situación y porque también le apetecía se comprometió a ir el mes de Agosto a visitarlos y estar juntos ese mes.

Rita se sentía más feliz que si fuera ella la que iba de vacaciones. Rebosante de alegría se congratulaba al aceptar su hermano. “Ya era hora que le tocara distraerse”.

Andrés estaba de vacaciones futbolísticas. Fue una temporada fabulosa para él y su equipo. Logrando el subcampeonato de Liga y campeones de Copa. Aportado a casa una cantidad impresionante de dinero. Permitiéndoles mejorar las instalaciones y comprar maquinaria para el campo.

A sus hermanos pequeños les encantaba ir con él por la calle, pues todo el mundo lo paraba para conseguir un autógrafo. Sintiéndose protagonistas.

Ese mes de Julio José trabajo de sol a sol. Ayudando a montar los nuevos invernaderos y a trabajar las tierras con la mula mecánica, o el tractor. Con los ingresos extras, Andrés montó una granja para la crianza de los animales y contrataron personal de la huerta para su cuidado y explotación. Él se encargaría de dirigir aquel nuevo negocio, de esa manera los animales desaparecían de la casa y las moscas no los agobiarían tanto. Reformaron la alquería y aquello parecía un palacio.

A José le encantaban los animales y aseguró a su hermano que los días ausente por algún viaje o concentración se encargaría del funcionamiento de la granja.

Su hermano Alex y su amiga Ana se enamoraron y ella solía recordar, cuando iba a la alquería a visitar a su novio, aquellos momentos maravillosos pasados, no hacía mucho tiempo, junto a José.