jueves, 24 de abril de 2014

UN AMOR NACIDO CON LA CREACI´N- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPITULO XIV- EL VIAJE DE FIN DE CURSO

   CAPÍTULO DÉCIMO CUARTO

 

                                  EL VIAJE DE FIN DE CURSO

 

 

   Los médicos desaconsejaron el embarcarse en un viaje de esas características. No estaba completamente recuperado y diez días con adolescentes no le iban a permitir descansar lo que precisaba. Pero no dejaría plantada a su tutoría. Todos los del equipo de Julián lograron la titulación en junio. Accederían al Bachillerato. Aquella circunstancia no se había producido en los sesenta años de historia del centro. El aprobado del cien por cien de los componentes del curso.

    En el salón de su casa meditaba sobre su futuro, no estaba muy seguro, pese a acogerse a la reducción de horario, en el mes de julio, en concreto el quince tenía esa posibilidad que el convenio le permitía. Había decidido que tras el viaje se perdería por Costa Rica, pero su intención pasaba por ir solo, sin avisar a nadie. Tanto Andrea como Maureen le habían preguntado una y mil veces si iría, e insistían que así lo hiciera, pero no les aseguro nada. Ahora estaba decidido a ir para perderse solo. No conocía la parte sur oeste de Costa Rica, en el parque de Corcovado, en la península de Osa. Sería un buen lugar para perderse y meditar sobre su futuro.

   El mismo día de su partida hacía futuroscope la banda terrorista anunciaba un alto el fuego, que por supuesto después de lo acontecido anteriormente nadie confiaba que se llevaría a cabo. Pero las elecciones autonómicas estaban cerca y posiblemente legalizarían algunos partidos para  presentarse a las elecciones de Euskadi.

   El grupo de alumnos con sus equipajes en la mano, sus dispositivos tecnológicos de música, esperaban con impaciencia acoplarse en los autobuses, en concreto dos. El número de viajeros entre alumnado y profesorado acompañante ascendía acerca de los ciento quince, pues amen de los de secundaria les acompañaban los alumnos del último curso de los módulos elementales. Poco a poco el profesorado iba colocando al alumnado en los autobuses. Los diferentes grupos de cada curso intentaban colocarse juntos, cosa que no sucedió con el equipo de Julián. Entraron todos en un autocar pero no había esa necesidad imperiosa de coger asiento junto a un determinado alumno o alumna. Antes de subir los jóvenes, a los que Julián les costeaba el viaje, le comunicaron que sus padres deseaban hablar con él. Entró con las dos parejas en el centro educativo para entrar en la sala de reuniones donde les atendió. Mostraron su agradecimiento no solo por facilitar que sus hijos pudieran acudir a un viaje de ese tipo tan importante para los adolescentes. El trabajo que les había proporcionado a los cuatro les permitía costear, en las circunstancias actuales, el viaje. Le extendieron ambos sobres con la cantidad del coste del viaje, pero Julián se negó a aceptarlo. Era un regalo prometido anteriormente y siempre que se comprometía a algo lo cumplía a rajatabla. Hubo su tira y afloja pero no lo aceptó. Las madres con lagrimas en los ojos agradecían especialmente la posibilidad que les había dado de poder mantener a la familia sin penalidades, gracias a las gestiones realizadas por aquel maestro para colocarlos.

   Corrió hacia el autobús que requería su presencia ya que todo el mundo estaba dispuesto a iniciar aquella aventura lejos de sus tutores legales.

   Casi diez horas les llevó llegar al complejo de futuroscope. Descendieron de los autocares para producirse el reparto de habitaciones. Debían darse prisa pues la hora de la cena estaba terminando. Algunos se pudieron duchar otros llegaron al comedor con ese tufillo de compañerismo algo usual en los chavales, de esos tiempos. Y eso que Julián se ponía duro con los cerditos, o cerditas, cuando no lo hacían tras una sesión de educación física. Especialmente con un par de su tutoría a los que en clase cuando discutía con ellos la necesidad de ducharse siempre después del ejercicio al responderle que no les hacía falta soltaba esa frase irónica que empleaba en estos casos.

 

“Ya sé que tu solo te bañas una vez al mes haga falta o no, pero no estaría mal tirarte un poco de agua después de clase”

 

   Concluida la cena, huevos fritos con patatas, un trozo de lechuga, una rodaja de tomate y una aceituna, con unas natillas que solo Dios sabía de que estaban hechas. Fueron a sus habitaciones a cambiarse de ropa ducharse el que no lo había hecho e incluso alguien repitió para ponerse guapas y guapos e ir a la fiesta que daban en el centro recreativo cultural.

   Hubo parte del grupo que regresó muy temprano al hotel, habían entrado en un supermercado indio de esos abiertos las veinticuatro horas y se dedicaron a comer la clásica comida basura de los adolescentes. Por el contrario otros se mantuvieron en la fiesta hasta que los tiraron sobre la una y media de la madrugada. Julián se mantuvo al margen, vigilante para evitar cualquier problema al grupo pero se pasó las horas hasta las dos de la madrugada que se metió en la cama. Hubo problemillas con el alumnado de los módulos pero los de secundaria se comportaron perfectamente. A la mañana siguiente tras el desayuno entraron en el parque temático, tenían el día completamente libre salvo salir del recinto. A las trece horas tenían designada en uno de los comedores la comida hasta esa hora se desenvolverían libremente, comerían y de nuevo hasta las veinte treinta que deberían  acudir a cenar al hotel. Luego todos a la cama pues sobre las ocho de la mañana partían hacia Paris. Donde pernoctarían seis noches. Como iban a estar en hoteles diferentes, los de secundaria y los de módulos el profesorado optó por seguir rutas independientes, pues la lejanía de los hoteles no permitía quedar juntos. Eso si los dos días designados para ir a Eurodisney y a Versalles, quedaron en verse en los dos centros, recreativo y cultural. También quedaron una noche para el paseo en barco por el Sena. Una vez instalados en el hotel, donde pernoctarían seis noches, acudieron a comer en un restaurante para grupos, cercano al Sena. Concluido el almuerzo se les dio tiempo libre hasta la hora de la cena en el mismo restaurante. Todos se apuntaron la dirección y los profesores les advirtieron que el que llegará tarde se quedaría sin cenar. Julián se perdió solo. Andrea lo andaba buscando para estar junto a él, pero parecía que últimamente le re huyera, y al no dar con él se apunto con un grupo de clase y se olvidó.

   Anduvo por el barrio de los artistas y se entretuvo contemplando a los diferentes personajes de la zona. Merendó comprando algunos pastelitos salados y dulces que adquirió en una pastelería muy conocida de la capital y en un parque cercano a Notre Dame sentado en un banco dio buena cuenta de lo adquirido. Contempló a la gente que pasaba por el lugar, a las impertinentes palomas que merodeaban en busca de las migas que le cayeron mientras merendaba. Cuando miró el reloj faltaban quince minutos para el plazo dado al alumnado para acudir al restaurante. Salió a la avenida detuvo y taxi y llegó escasos dos minutos antes de la hora marcada. No faltaba nadie y tras el oportuno permiso del encargado del local fueron acoplándose en las mesas para la cena. De nuevo las patatas fritas y los huevos los acompañaron como manjares. Un helado cerró la cena. El autobús los recogió en el mismo restaurante y los condujo hasta el hotel. Esa noche la discoteca del establecimiento estaba reservada para los jóvenes,  pues así rezaba en el contrato. Allí se dieron cita con sus mejores galas. Hubo alguno y alguna invitada extra que conocieron por Paris esa tarde y pasaron una velada demasiado corta para ellos moviendo un poco el esqueleto. Andrea volvió a buscar a Julián. En un rincón algo resguardado, pero dominando la sala se encontraba su maestro. Se sentó junto a él y le mostró sus inquietudes, sobre cómo le estaba eludiendo últimamente. Restó importancia al comentario de la adolescente, pero conforme insistía le aclaró que andaba algo inquieto sobre cómo afrontar su vida últimamente. Le invitó a bailar y distraerse con sus compañeros, Mostró su disconformidad, desaba desde el inicio del viaje poderse reunir con su maestro y hablar. No puso pegas y mantuvieron una amena conversación. Volvió a insistirle con ir ese verano a Costa Rica. No era una persona que le gustara mentir ni ocultar nada y le confesó sus intenciones. No lo entendía.

 

   ¿No quería estar con ella? ¿Eran con sus abuelos con los que no quería estar? ¿Con su padre?

 

   Que por cierto ese verano estaría un mes completo. Él le mostró la necesidad que tenía de centrar su vida en esa recta final que le quedaba, es cierto que podía ser mucho tiempo pero también se podía acabar ahí mismo. No era cuestión de no querer estar con alguien en concreto. Deseaba aislarse, estar solo y meditar sobre su futuro. Le confesó que le gustaría poder pasar ese mes con algún nativo como el que conoció en Talamanca, con esa serenidad, esa sabiduría popular, y especialmente con esa visión de la vida. Al final Andrea consiguió que se comprometiese al  menos una semana con ella y su familia pues de enterarse de su estancia en el país ese tiempo se enfadarían y con razón.  Le aseguró que en su plan estaba pasar el último fin de semana con la familia y saludar a Maureen, pero tras la conversación se comprometió a estar una semana. Andrea insistía que su abuelo le proporcionaría un lugar tranquilo para sus pretensiones. Pero él no quería involucrar  a nadie.

   Aquella entretenida conversación puso su punto final cuando los tiraron del local, ya era hora de recogerse en sus habitaciones. Después del desayuno les esperaba una jornada completa en Eurodisney. No tenía sueño y salió a la terraza de su habitación. Una vista hermosa se contemplaba desde aquel vigésimo piso. La luz, el arte, la música, el amor, se palpaba en cada rincón de la ciudad.  Que contrastes tan bruscos, Esa ciudad llena de luz, de movimiento, de “civilización” en contra punto con la imagen que se le grabó desde las cumbres de Talamanca junto al nativo. Que dos mundos tan diferentes y que belleza envolvía a los dos. Después de ese verano cual le convencería. Alternarlos, pensaba que no era posible, decidirse por uno o por otro era romper o no romper con todo lo que había sido su vida. Su mente le llevó a la banda, ahora tras la tregua tal vez pudiera librarse de la escolta. Eran buenas personas y unos excelentes profesionales pero no le gustaba estar controlado las veinticuatro horas. De lo que estaba convencido es que la banda nunca le marcaría para tomar una u otra decisión. Tal vez la que más fuerza hacía inconscientemente para no abandonar la vida que llevaba hasta el momento era su madre. Era muy mayor y no le quedaban muchos años. Pero tras el viaje con su alumnado a  Costa Rica tendría tiempo y tranquilidad suficiente para tomar una determinación

   Eran las cuatro de la madrugada y las persianas comenzaban a cerrarse, por ello decidió meterse en la cama y descansar aunque fueran un par de horas.

    El móvil le despertaba a las seis y media de la mañana. El recorrido por las habitaciones para que fueran desprendiéndose de las legañas para bajar a desayunar,

   Dos horas les llevo el desplazamiento hasta el parque y otros treinta minutos para entrar. Libres hasta las dieciocho horas que los recogería el autobús para acudir al restaurante y cenar.

   Ante sus ojos el ejemplo claro de la sociedad en la que vivía. Consumismo atroz, desde niños “los países civilizados” desde la mañana hasta la noche nos bombardeaban constantemente con el consumismo. De nuevo la frase de Diógenes,

 

    “Como me gusta asistir al mercado y ver cuántas cosas no me hacen falta”

 

   O aquella de San Francisco de Asís remachada por el nativo de Costa Rica.

 

  “Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco”

 

   A lo que  añadió aquel nativo.

 

   “Pues yo no necesito ni ese poco”.

 

   Pero lo más grave, para él estaba en la enseñanza. Hacia donde dirigían al alumnado. Si la misión del educador no es dirigir era acompañar. Cuantas discusiones había tenido sobre ese tema en las reuniones de claustro o de equipo de profesores. Cuantas veces matizo la diferencia entre grupo y equipo. Solo hacía falta consultar al diccionario de la lengua española. Observaba a su alumnado con más poder adquisitivo, helado en una mano chorradas en la otra y bolsas con camisetas, gorras muñequitos y mil chorradas más. Además todos esos trastos no les permitían disfrutar de las atracciones del parque. Él debía luchar contra esa sin razón. Nos estábamos empeñándonos de por vida

 

   ¿Para qué? 

 

   Para alimentar el ego y el poder de unos pocos.

 

   ¿Hacia dónde caminaba la sociedad?

 

   Como educador debía seguir al pie del cañón y tratar de cambiar esa corriente por muy torrencial que fuera. Esa era su misión. Pero si lo dejaba todo. No sería un acto de cobardía, de abandono. Era cierto que él económicamente no había tenido en su vida problema alguno. No era muy partidario de dar dinero a la gente de la calle, eso sí en más de una ocasión facilitó cantidades de dinero para iniciar un negocio sin ningún interés. También era cierto que siempre había sido a familiares directos de su alumnado. Andaba enfrascado con sus cavilaciones cuando Andrea le sacó de su letargo intelectual.

 

¿Qué hacía allí a solas? ¿Dónde estaba el resto del profesorado?

 

   Aunque se dio cuenta que esa última pregunta era una autentica tontería los tres profesores, dos mujeres y un hombre que les acompañaban en el viaje no eran santo de su devoción y era incapaz de fingir una buena relación por eso prefería ir a su ritmo. Julián le pidió que no se preocupara por él estaba masticando una serie de artículos para publicarlos y sabía muy bien que en la soledad era cuando las musas acudían. Le hizo caso y con el primer grupo de compañeros de clase se fue, pero le hubiera gustado mucho mas quedarse con su maestro era una lección magistral cada momento que pasaba junto a ese hombre. Un ser humano lleno de seguridad en sí mismo, con convicciones profundas pero con dudas constantes. Que  desperdicio de hombre se decía en numerosas ocasiones. Siempre dispuesto a ayudar a quien fuera. Recordaba esa tarde paseando con David y él por el parque de Mélodi cuando encontraron en pleno invierno a un vagabundo tirado en el suelo. La gente se apartaba y se alejaba lo más rápido posible de aquel ser humano. Cuando pasaron se detuvo de inmediato, le incorporó con precaución manteniendo su cabeza un poco elevada mientras se quitaba su abrigo y lo colocaba sobre el cuerpo de aquel desdichado lleno de vómitos. Recordaba la mirada que lanzó a los transeúntes que se alejaban de aquella persona y pudo comprobar su mirada. Jamás olvidaría esa mirada, enrabietada, triste, incrédula ante el comportamiento de esos seres humanos. Una vez arropado tomó su móvil y llamó a los servicios de urgencia. Los veinte minutos que estuvo junto aquel mendigo le hablaba con un cariño que le provocaron las lágrimas y ahora recordándolo con sus compañeros volvieron a brotar de sus lagrimales. Una compañera, que se unía al grupo al ver le llorando le preguntó. Restó importancia a esa acción fisiológica y se enfrascaron en una conversación en torno a su maestro.

   Julián decidió pasear un poco por las tiendas de consumo y por cafeterías que invitaban a descansar a refrescarse pero sobre todo a consumir, consumir y consumir. Una niña de no más de dos añitos lloraba llamando a su mamá, se aproximó y mientras entretenía a la pequeña buscó a uno de los múltiples vigilantes del parque para que buscaran a su familia. Una de sus alumnas que merodeaba por el lugar comentó

 

   -Julián parece el ángel de la guarda. Siempre está donde alguien le necesita.

 

  Sonrieron para proseguir cada uno su camino. Comió con Andrea y su grupo pues así se lo prometió cuando optó por ir con sus compañeros y dejarlo con sus meditaciones.

   Fue un día tranquilo y enormemente movido y cansado para el grupo. Fueron a cenar al restaurante de todos los días y luego se perdieron en el hotel. La mayor parte del grupo opto por dormir un poco o al menos permanecer en los cuartos para jugar en grupo. 

   Desayunaron temprano, ese día estaba designado a museos. El Louvre, Orsay, centro cultural Pompidu. La visita a los museos no era obligatoria si alguien deseaba realizar cualquier otra actividad lo podía hacer siempre y cuando a las trece se personaran en la puerta principal del Louvre para ir a comer. Luego se visitaría el resto de los museos quedando a las veinte horas en la entrada del Centro cultural Pompidu, para acudir a cenar.

   La decepción de los profesores fue inmensa, solo el grupo de Julián y dos alumnos de los otros grupos se quedó en el museo. La tutoría de Julián conocía bien a su profesor. No  solo iban a ver unos museos, a ver arte. Iban a aprender a través del arte a ser ellos mismos. Aquel maestro era capaz de convertir en diversión, en entretenimiento, hasta una misa solemne. Lo conocían ya de las actividades que se realizaban en el centro educativo y eran conscientes que se habría preparado a conciencia esas visitas que le correspondía. Quien se asombró al terminar, lo que el margen de tiempo les permitió, fueron sus compañeros de profesión. Era increíble la cultura de aquel profesional, pero más que sus conocimientos les asombró como les exponía un cuadro o una estatua y como aquellos adolescentes se embelesaban con la lección que estaban recibiendo. Al mismo tiempo les metía puyas de crítica sobre el consumismo del día anterior. Hubo gente ajena al grupo de estudiantes que se añadieron a la visita que conducía Julián e incluso unos japoneses cuando se iban a ir le ofrecían un billete al pensar que era un guía del museo. Comieron y de nuevo la generosidad de su maestro les hizo sentirse unos privilegiados. Ahora sus compañeros de trabajo se daban cuenta de la calidad de aquel hombre. También se explicaron cómo había logrado que su equipo, como le gustaba a él que se dijera, habían logrado todos la titulación. Indudablemente ese hombre era una enciclopedia pero más que sus conocimientos les asombró su método, su dinámica, su variedad, no repitió ninguna en el resto de los museos. En momentos hasta parecía grosero con alguno de sus alumnos pero ninguno se sentía molesto u ofendido cuando les llamaba al orden con alguna de sus paridas como solía decir.

   Tras la cena, de huevos fritos y patatas por supuesto, se les dio tiempo libre hasta la una de la madrugada. Quedando  en encontrarse en el arco del triunfo para acudir al hotel.

   Al día siguiente volverían a juntarse con el resto de sus compañeros de módulos pues iban de visita a Versalles. La jornada se desarrollo sin incidentes y en esta ocasión Julián se mantuvo al margen. Pero aquel grandioso palacio y sus jardines motivaron lo suficiente al grupo para pasar una mañana entretenida. Por la tarde visitaron la localidad, pero la mayoría del grupo se quedó jugando en los parques de la localidad. Aquí si se apuntó Julián y junto con Andrea y otros compañeros retaron a un partido de Vóley. Estuvo francamente animado y el alumnado de módulos se asombraron del juego de aquel viejo. Llegaron de noche y como consecuencia del tráfico no pudieron acudir a cenar al restaurante pues ya habían cerrado. Se acercaron a las calles, donde estaban ubicados la mayor parte de los teatros y allí en centros de comida se les proporcionó la cena, que fue costeada con el fondo de emergencia que se llevaba para casos como el que sufrían.  Llegaron tarde al hotel y terminó la jornada. El que quisiera seguir lo debería hacer en las habitaciones manteniendo el mayor silencio posible para no molestar al personal del hotel.

   La jornada siguiente fue de visita a los monumentos principales de la ciudad. La Sagrada familia, Notre Dame, la torre Efiell, El arco del triunfo, el jardín de las Tullerias, los diferentes puentes, la Bastilla. En fin que fue un día de caminatas de subir y bajar de fotografiar y de compartir los bancos públicos para descansar las posaderas de las largas caminatas que se dieron. Al día siguiente tocaba una jornada libre hasta las veinte horas donde se deberían encontrar todos en la puerta de un teatro para asistir a un musical. La comida de ese día la tenían contratada en el hotel. La noche anterior ya quedaron en recoger un picnic aquellos que optaran por comer fuera, que por cierto fue la mayoría. Julián se decidió por visitar a un viejo conocido que tenía su taller de pintura en el barrio de los artistas, le telefoneó y quedó con él para ir a comer por su zona. Andrea deseaba pasar unas horas con su maestro y le rogó acompañarlo tenía mucho interés en conocer un poco como se desenvolvía un artista en una sociedad de esas velocidades.