sábado, 26 de noviembre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 26 - LA CONFIRMACIÓN

 - CAPITULO XXVI -

                                      - LA CONFIRMACIÓN -
  
   Como sospechaba el “gringo” el equipo de investigación cerró pronto el caso por la muerte del muchacho y la enfermera. Un simple accidente por consumo de drogas terminó con la vida de los dos jóvenes en el Valle del agua.   
   Una vez más el conocimiento del entorno, pero especialmente la certeza en sus pesquisas sobre la policía local, ante su falta de profesionalidad, permitió al personaje salir airoso de los asesinatos perpetrados.  
   Las indagaciones en Costa Rica no aportaron información nueva. Si la versión de la enfermera era cierta. Su labor por ocultar los datos de esa mañana asistiendo a Negrita, había sido efectiva, pero especialmente sin fallo. Solo constaba el tratamiento que se le aplicó a la paciente como consecuencia de una reiterada violación y ensañamiento con la victima por parte de sus agresores. Y esta información la consiguió del hospital de Limón. Del embarazo no consiguieron ni una sola señal.
   Llegaron a revisar todos los partes de laboratorio realizados durante aquella semana. Pero no encontraron ningún documento referente a la analítica que buscaban. Después de repetidas revisiones lograron una pequeña pista sobre la veracidad del relato de la enfermera. En el centro sanitario de Puerto Viejo hallaron, por casualidad un impreso donde figuraba la orden firmada por un médico solicitando un test de embarazo. El documento presentaba evidencias de haberlo arrugado para devolverlo a continuación a su estado original. La fecha correspondía a varias semanas posteriores a la agresión pero en ningún lugar figuraban los resultados.
  En el expediente de la paciente, solo constaba su estancia como consecuencia de mareos y trastornos estomacales. En los ficheros de los laboratorios de analítica, nada de nada.
   En cambio las indagaciones a cerca de la presencia de Negrita en España estaban dando sus frutos. Se consiguieron informaciones del evidente viaje de Negrita y Gonzalo en fecha posterior aunque cercana a la visita de Negrita a la posta sanitaria de Puerto Viejo. Así como el regreso en solitario de Gonzalo a los pocos días.
   El trabajo de los investigadores iba dando sus frutos al logar la documentación necesaria para asegurar que Negrita retornó a  su Puerto Viejo casi un año después. En esa ocasión acompañada del “Viejito”. No figurando en el pasaje ningún bebé. Permitiendo al “gringo”, al menos, la  duda de que Negrita diera a luz en España. De nuevo dio las oportunas instrucciones para que se investigaran todas las posibilidades. Las primeras se realizaron en la capital pues fue el destino de los viajeros. Advirtiéndoles que no debían descartar ninguna pista. Pero los resultados negaban la presencia de Negrita en ninguna clínica de maternidad de la capital.
   Más de un año de informaciones, que en ocasiones se confirmaban o desmentían, tenían al “gringo” preocupado. Hasta que un buen día en su casa de Tucker Bight cayó en la cuenta de la otra posibilidad. Si el bebé nació alguien debía cuidarlo. Sin duda, alguien cercano al círculo de Don Gonzalo. Negrita no confiaría su bebé a alguien desconocido. La conocía demasiado bien. Comenzó a golpearse por su torpeza. Esa era la primera línea de investigación que tuvo que haber ordenado a los detectives privados y no la línea de Negrita
   A las dos semanas recibía las primeras noticias esperanzadoras a su investigación. Ana, la hija de don Gonzalo, no había tenido hijos y precisamente en las fechas que permaneció, Negrita en España, daba a luz gemelas. A los siete meses y dos semanas justas de la llegada de Gonzalo y Negrita. Pero lo más sorprendente para los investigadores fue el hecho de no parir en un hospital como hubiera sido lo lógico. Las tuvo en la consulta de una amiga intima de la familia. Marta.
   Los registros llevados a cabo en la clínica privada, no figuraba para nada Negrita. Por el contrario el historial de la evolución del embarazo de Ana era completísimo.
Marta denunció el allanamiento de su clínica a la policía, si bien no llegó a echar en falta documento o instrumento alguno. Pero encontró muestras evidentes del registro realizado en su consulta. No dudo un solo segundo en comunicárselo a su amiga. Cuando en la intimidad Ana informó a su esposo. Carlos tomó de inmediato el teléfono para notificárselo a su suegro.
   Gonzalo no quiso preocupar a Negrita y se guardó la información para él. Eso sí. Puso en guardia a las brigadas de vigilancia y al ministro del interior costarricense del asunto. Mientras Carlos no perdió el tiempo contratando personal para la vigilancia y custodia de sus pequeñas. Dos mujercitas de dieciséis años.
   Con documentación falsa, el “gringo” consiguió desplazarse hasta Madrid. Cuando vio por primera vez a Ana y Guadalupe toda duda desapareció de su mente. Guadalupe era la misma imagen de su madre. Llegó a ver a Negrita cuando tenía esa edad. Al intentar aproximarse a la pareja inmediatamente fue interceptado por los guardaespaldas. Se sorprendió pues no pensaba que ellas también estuviesen custodiadas. Pero consiguió salvar la situación con su aplomo y sus dotes de improvisación. Cuando las imágenes del personaje que intentó abordar a las jovencitas, llegó a manos de Gonzalo, éste palideció.
“El gringo” sabía que sus pequeñas eran hijas de Negrita. La sangre se le congeló y un frío profundo invadió su cuerpo. Al cruzar Negrita su mirada, se sobresaltó y con el susto en el cuerpo le preguntó si se encontraba bien. La información desencajó el rostro de Gonzalo y Negrita temió que de nuevo el corazón le estuviese jugando una mala pasada. Llamó al Negro y entre los dos le acompañaron al hospital. Gonzalo se negó en un principio pero como no podía justificar su expresión, de lo contrario Negrita se enteraría,  optó por obedecer, ir al hospital y someterse a toda clase de pruebas.
   Cuando tuvo la mínima ocasión de comunicarse con su yerno, le confirmó lo cerca que habían tenido a ese hijo de su chingada madre. Carlos redobló la vigilancia y puso la situación en conocimiento de la policía española. Pero cuando la orden se dio “el gringo” había regresado a Panamá.
   En su isla, en la casa que Ezequiel le había regalado, se frotaba las manos. Por fin podría cumplir el sueño de su vida. Tumbado en el porche de la casa sobre una hamaca de cuerdas comenzaba a planificar el cuarto y definitivo paso. Llegar a consumar su sueño.
   Era necesario vigilar los pasos de las pequeñas y buscar el lugar y el momento propicio para su objetivo. En un principio pensó que el lugar idóneo sería España. Pero cuando los informes le confirmaron que vigilaban su posible entrada en el país lo desechó.
   Las últimas notificaciones del equipo de investigadores le informaron que las gemelas pasaban pequeñas temporadas en Puerto Viejo. Comenzó a pensar en la posibilidad de llevar su heroicidad en la misma cala de la cabaña del Viejito. A pesar de toda la vigilancia. La cercanía a su residencia y la posibilidad de desaparecer en menos de dos horas le llevaron a creer seriamente en esa opción. Especialmente hacerlo en presencia de Negrita le excitaba de forma enfermiza.
   Llegó a desplazarse en varias ocasiones hasta Puerto Viejo, cosa que no había hecho en esos dieciséis años. Pudo comprobar que la forma mas segura y menos vigilada era por mar. La distancia a recorrer desde su isla no llegaba a los ochenta kilómetros. Con la lancha de Ezequiel podía presentarse en Puerto Viejo en un par de horas. De surgir algún problema la huida era rápida y segura. Estudió al milímetro todas las posibilidades. El trayecto lo repitió más de diez veces en el último mes. Si salía de Tucker Bight a primeras horas de la tarde llegaría a la cala de la cabaña sobre las diecisiete o dieciocho horas. Justo con el anochecer. Sorprender a las jovencitas, no le sería muy difícil, incluso las podía recoger del agua y huir con ellas de la zona.
   Andaba algo violento y tenso. Había ansiado tanto ese momento que, ahora que lo tenía cerca deseaba saber cuando podría cumplir su sueño. Por fin las primeras noticias de la presencia de las niñas se la notificaba uno de los investigadores. Pero desistió en su intento al comprobar el despliegue de medios para controlar, incluso desde el mar, con la llegada de las gemelas. Indudablemente el incidente que mantuvo con los guardaespaldas de las jovencitas puso sobre aviso a la familia y cada vez que se desplazaban a Puerto Viejo aumentaban considerablemente las medidas de seguridad.
   “El gringo” andaba desesperado. Llegó a pensar en desplazarse a España para cumplir su deseo.
Pero su  enfermiza obsesión por llevar a cabo su diabólico plan pasaba por la presencia de Negrita. Imaginársela observando como abusaba de sus pequeñas le producía un placer indescriptible.
   Definitivamente y tras el análisis de todas las posibilidades ese día lo tuvo claro. Su plan se llevaría a efecto en Puerto Viejo y sobre todo en presencia de Negrita.
   La discusión de los representantes del último nivel de bachillerato era ágil y fluida. Estaban metidos en la elección de su destino para el viaje de fin de curso. Las opciones estaban divididas. Unos proponían las pirámides de Egipto, otros les atraía mas Europa.
   Mientras que las gemelas proponían cruzar el charco y conocer uno de los paraísos de la Naturaleza. Costa Rica y su zona sureste junto al Caribe. Sería ideal para descansar de un curso agotador y cargar las pilas para la recta final. Ana y Guadalupe conocían muy bien el efecto relajante de Puerto Viejo y en esas fechas el mar mostraba su estampa más hermosa del año. Cuando las dos hermanas lo propusieron a la mayoría les pareció maravillosa la idea. Pero pronto saltaron los primeros inconvenientes. Un viaje de escasamente doce días, dos se emplearían en desplazamientos. Pero al comunicarles el coste del viaje la inmensa mayoría se inclinó por realizarlo. Dispondrían de una buena cantidad para la fiesta.
   Las gemelas habían hablado previamente con el abuelo y este les aseguró que la estancia y el mantenimiento de todo el grupo era un regalo por el fin de su etapa escolar. Quedaron en discutir en las aulas con el resto del alumnado las diferentes propuestas y reunirse a la mañana siguiente para decidirse.
   En los cursos no hubo tanta polémica como en un principio supusieron. La mayoría aceptó encantada el sacrificio de perder dos días de viaje por conocer aquel paraíso del mundo.
   Cuando  los compañeros de colegio optaron por la propuesta de las gemelas, Carlos consultó con su amigo Alberto quien les proporcionó un vuelo en fechas fijas de ida y vuelta por un precio increíble.
La oportunidad de un viaje de esas características y a un precio tan reducido invitó a participar a todo el grupo humano de ese último curso del bachiller. Votada la propuesta los delegados planificaron el viaje. 
   Cuando andaba perdiendo la paciencia y también el control necesario para no cometer errores le llegó la noticia. Las gemelas, contaban con dieciocho años, e iban a realizar su viaje de fin de etapa escolar precisamente a Puerto Viejo. Su abuelo dispuso de sus complejos hosteleros para atender al grupo de estudiantes.
   Durante las dos escasas semanas de estancia en Puerto Viejo “el gringo” solo consiguió verlas desde la embarcación.
El tercer día de la segunda semana se entusiasmó al comprobar como nadaban hacia su lancha. Era su oportunidad y llegó a babear de ansias ante la oportunidad que se le presentaba, pues Negrita les acompañaba. Pero en el último momento la voz del Negro llamándolas frustró su oportunidad.
   La misma noche que las jovencitas regresaron a España el “gringo” recopiló la información que hasta la fecha disponía. La estudió meticulosamente y por fin cayó en la cuenta que el momento mas propicio, para asestar el golpe, se daba en las Navidades.
La gente se sentía más generosa. Menos temerosa y en todo ese tiempo pudo conocer los puntos débiles del Viejito. Su bondad, su generosidad y esas fechas tan entrañables para la familia. Era su talón de Aquiles. La reducción de las patrullas sería considerable por expreso deseo de Gonzalo.   
   Especialmente en las dos fechas claves. Sin ningún género de dudas las más propicias. La Noche Buena y el día de Navidad. Según sus anotaciones esas entrañables fechas las alternaban entre España y Puerto Viejo. Y ese año precisamente las festejarían en Puerto.
   Disponía de ocho meses para planificarlo con calma y estudiar todas sus posibilidades. Si todo se desarrollaba dentro de lo previsto antes de finalizar ese año cumpliría con el sueño de su vida.
   En un principio gozaría de dos oportunidades seguidas. La Noche Buena y de no encontrar el momento oportuno al día siguiente lo buscaría. Cuarenta y ocho horas daban mucho de sí. Especialmente cuando la vigilancia andaría bajo mínimos.
   El estado de salud de Gonzalo no era muy boyante y en especial la preocupación que le embargaba ya durante más de dos años no ayudaba a una recuperación rápida y efectiva.
   Negrita había observado a Su Viejito y aunque le notaba distinto pensó que el motivo principal era su delicada salud. Lo mimaba mas que nunca y siempre estaba presta a atender cualquier necesidad. Ambos adoraban  las  veladas en la playa tumbados en la hamaca mientras contemplaban la majestuosidad y belleza del Caribe. En varias ocasiones observaron una lancha rápida que solía estacionarse en las cercanías de la cala. Pero al comprobar la presencia de una familia lanzándose al agua para bucear por espacio de unas horas, retornar de nuevo a la embarcación y abandonar el lugar no levantaron sospecha.
   Las artimañas del “gringo” no tenían límites y solía invitar a vecinos a dar paseos en la embarcación. Pero un día Gonzalo percibió algo en su interior y advirtió al Negro que vigilase y controlase la embarcación. En más de una ocasión las patrulleras nativas abordaron el yate previo permiso de sus dueños y comprobaron, "in situ". Informando de inmediato al Negro. “El gringo” se ocultaba en los camarotes del yate y almacenaba mas información sobre el dispositivo de vigilancia. No iba a ser empresa fácil abordar a las jovencitas, pero esa misma dificultad alentaba al enfermizo personaje.
  Andaban paseando por la cala cuando Negrita recordó el incidente de la ducha. Eran las primeras semanas de convivencia con su Viejito y su afán por agradarle le llevó a representar la escena relatada por el Negro
- Mi viejito, ponemos la canción y repetimos la experiencia.
   Negrita rompió el silencio del paseo nada más recordar la escena. Él sonrió. Sin duda era una propuesta maravillosa pero no estaba para sobresaltos de esa calidad. Su corazón no aguantaría una actuación de esa intensidad
   Sonrieron y abrazados se recogieron en la cabaña. Al sentarse en el sofá del salón Negrita conectó la cadena musical y seleccionó la canción. Una pícara sonrisa se dibujó en sus rostros, mientras ella se aproximaba a él para sentarse a su lado y tomándole de la mano clavó su mirada en el hombre que veneraba. Aquella mirada y su expresión tierna y cargada de amor le enloquecían. A pesar de sus ochenta y tres años aquella melodía llegaba a alterarlo.
   Ella profundamente emocionada, no pudo evitar derramar unas lágrimas, al contemplar como por esos ojos cansados y azules de Su Viejito se deslizaban unas gotas.
   Aquella canción suponía demasiados recuerdos. Provocaban infinidad de sentimientos, de momentos inolvidables, de felicidad desorbitada. Ya bastante lejanos, pero presentes en su mente día y noche. Su rostro se cargaba de dicha, al recordar aquella noche, cuando Negrita intentó complacerlo.
   Ella también entró en su mente a partir de aquel día cuando escuchando la melodía le representó la escena. Ahora con el paso del tiempo Gonzalo muchas veces no recordaba bien si la imagen de la persona que veía en su mente con una claridad cinematográfica se trataba del cuerpo de su mujer a través del cristal de la bañera o el de aquel regalo de generosidad, de gratitud, de cariño, de sensualidad, de armonía, de pasión prohibida. El de esa tica. El de Negrita.