jueves, 8 de marzo de 2012

EL PRIMER AMOR -CAPITULO XV-

- CAPITULO XV -

- EL DESENGAÑO -

El mes de Agosto llegó. Pepe fue puntual a su cita. El mismo día uno por la noche, en el camping de Javea, se encontraron de nuevo. Ahora Pepe era uno más de la familia invitándole a realizar las comidas con ellos. Linda estaba radiante. Abrazado permanecía mudo, con sus seis sentidos y su consciente concentrados en captar esas sensaciones que percibe, un enamorado, al contacto con su amada. La felicidad alteró hasta el último rincón de su cuerpo y el oxigeno no era suficiente para atender la demanda requerida por aquella alteración fisiológica. La dicha le ahogaba. Seguían abrazados cuando ella separó el rostro y pudo contemplar a su amigo. Su expresión le impresionó, reaccionando con agilidad le lanzó dos cumplidos que le sacaron del paraíso para elevar su alma un peldaño más al captar sus oídos la caricia de su voz. Pero rompió ese mágico silencio. Intercambiaron unas frases confesándole que era doctor en medicina. La sonrisa se dibujo en su “Dios” mientras su voz, requiriendo la atención de sus familiares, volvió a acariciar sus oídos.

- Si alguien se pone enfermo, no hay problema. Aquí tenemos al doctor.

La familia le felicitó. Contaba con dieciocho años. Aquello era sorprendente, con una edad tan corta y doctor en medicina.

Pepe solía salir con Roberto, sus otros dos compañeros se quedaron en Valencia pues tenían las novias allí. Su amigo seguía solo y sin compromiso acompañando a Brisite durante ese verano.

Una noche de luna llena, el grupo se encontraban en la playa cantando canciones de moda con las dos guitarras y una armónica. José se había tumbado protegiendo su cuerpo, de la arena, por una enorme toalla. Linda se sentó sobre su abdomen y apoyaba su espalda en lo muslos flexionados de su pareja. Al tratar de cambiar de posición comprobó que tenía unas cosquillas exageradas y comenzó a jugar con su descubrimiento. En el transcurso de la disputa se encontraron abrazados, mientras sus bocas se buscaron con desespero. Se levantaron y abrazados iniciaron un paseo por la playa. Separándose del grupo caminaban en silencio próximos al linde del agua. Se detuvo miró con ternura a su compañera y le pidió relaciones. Su rostro se entristeció, sabía que tarde o temprano eso tenía que ocurrir. Con su acostumbrada dulzura y más cariñosa que nunca le comunicó no sentir lo mismo. Lo apreciaba, lo admiraba y durante el invierno deseaba estar a su lado. Su compañía era muy grata, pero su corazón no estaba por la labor. Comenzó a notar un escalofrío recorriendo su cuerpo. Su negativa, dulce, cariñosa y maternal logró paliar su dolor. Prosiguieron su paseo durante más de una hora. No hubo ni una sola palabra a lo largo de todo el trayecto. Alguna vez cruzaban sus miradas y el gesto de desolación que observaba en su amigo le preocupaba, mientras le mostraba su rostro cargado de ternura. En un momento dado se besaron. Pepe pensó que las piernas no le iban a mantener en pie. Al finalizar la muestra de afecto Linda cogiéndole de la mano decidió regresar al camping.

Esa noche no pudo dormir. ¡Que dura era la vida! Había peleado como un jabato. No había tenido niñez ni adolescencia y ahora que creía haber conseguido lo que tanto deseaba, ser médico, no se sentía feliz. Amaba a Linda más que nada en este mundo y esa esperanza de tenerla se estaba desvaneciendo. Se acordó de sus padres, tanta ilusión por verlo convertido en médico y murieron antes de cumplir su sueño, especialmente el de su madre. Estaba muy desanimado. Eran las cinco de esa amarga madrugada de Agosto cuando salió de la tienda, no había dormido ni un segundo, y se fue a pasear por la playa. Sus ojos cargados de lágrimas iban liberándolas una tras otra. En esos momentos estaba sin ilusión. Tan solo deseaba que el nuevo día llegara para poder verle. Iba tan abstraído en su dolor que no percibió la salida del sol. La voz jadeante de Linda y su hermana le sorprendió, secó sus lágrimas con el polo y se giró. Había olvidado su cinta matutina con el footing.

- Hemos ido...

Comenzó diciendo entre jadeos, pero al ver a su amigo paró la frase se abrazó rogando a su hermana continuar sola.

- ¿Estas llorando?

Pepe se mordía los labios deseaba con todas las fuerzas de su corazón controlarse pero le fue imposible, de nuevo sus ojos se inundaron de lágrimas y unos profundos sollozos arrancaron de su ser. Linda palideció lo estrechó contra su pecho mientras le acariciaba con dulzura. Ahora su rostro descansaba en aquellos redondos y tersos senos, embriagándose de placer y anestesiando de forma milagrosa el dolor de su corazón. Se sentaron en la arena y permanecieron sin pronunciar palabra. Llevaban varios minutos en esa posición cuando se levantó se quitó el calzado y dándole la mano entró con él en el agua. Iba con un gracioso bañador de dos piezas, no se había quitado la blusa, que llevaba desabrochada. Pero él entró en el agua completamente vestido. Con las mismas prendas de la noche anterior. El agua los refrescó. Se abrazaron, y al darse cuenta que él estaba vestido comenzaron a reírse. Iba poco a poco recobrando la normalidad. Tenía a su amor al lado y el contacto de su cuerpo con el de ella le hacía sentirse otro. Al salir del agua se quitó el polo y los pantalones quedando en ropa interior, pero su apariencia era la de un bañador. Se sentaron sobre la arena y con sus manos entrelazadas se miraron por espacio de varios minutos sin pronunciar palabra. "Que pensará" se preguntaban mientras sus miradas se clavaban materialmente en la de su pareja. La llegada de Brisite corriendo interrumpió aquel momento, se sentó junto a ellos y extrañada preguntó como se habían mojado. Comenzaron a reír y tras unos minutos se levantaron y regresaron al camping para desayunar. Él se fue a su tienda cogió la ropa sucia con la mojada y la llevó a la lavandería del camping. Luego se metió en la ducha y tras asearse y afeitarse salió con bañador, chanclas y un polo. A la salida de los servicios ella le estaba esperando. Aquel gesto le alegró el corazón, se dieron la mano y tras dejar la bolsa de aseo en la tienda, fueron a desayunar con la familia. Los padres de Linda notaron que algo no era como los demás días y preguntaron a Pepe si no había dormido bien. Respondió que efectivamente no había podido dormir, pero no era un problema físico o de salud. Al ver la expresión del rostro en su hija no quisieron insistir sobre el asunto.

El mes terminó y nuestros amigos se despidieron, prometiéndose escribir. Pepe regresó triste y melancólico a casa. La primera en notar el cambio de su hermano fue Rita, pero él, restó importancia al asunto. Estaba segura que algo le sucedía, pero sobre todo, no querérselo contar le extrañó. Siempre que alguno de los dos tenía problemas lo compartían y se animaban. Pero en esta ocasión, debía ser algo grave, pues Pepe no era el que se había marchado hacía un mes de casa.

Transcurrido un año desde el fallecimiento de sus padres. Todos los meses los ingresos de la familia iban a las cuentas abiertas a cada uno de ellos. La situación era muy buena en todos lo sectores. La económica era inmejorable y la empresa familiar aumentaba su influencia día a día.

Andrés tenía en mente montar una ciudad deportiva, donde tuvieran cabida los deportes más representativos y populares de la ciudad. Lo había hablado con José, el cual pensó que sería interesante montar su clínica de rehabilitación próxima a las piscinas. Alfredo y Juan también tenían una gran afición por el deporte y por esa época se estaba creando una carrera universitaria relacionada con el y ellos ansiaban con poder estudiarla. Así pues cada uno comenzó a aportar las cantidades que les parecían, según sus necesidades. José dejaba prácticamente todos sus ingresos mientras sus hermanos lo hacían según las circunstancias. Comprando terrenos para la ampliación de las empresas ó comprar algún que otro capricho, como coche, o irse montando su piso.

Era su último curso de MIR y lo llevó a las mil maravillas, sus profesores estaban asombrados de su capacidad de exploración. Rara vez equivocaba un diagnóstico y los médicos veteranos conocedores de ese don ganaban suculentas apuestas con los pardillos, llegados recientemente al hospital, gracias a los diagnósticos realizados por Pepe sin necesidad de radiografías.

Cuando el curso finalizó ganó una plaza en uno de los más importantes hospitales de la ciudad. Debía incorporarse en Octubre. La verdad no era su sueño, pero si una forma de coger experiencia y conseguir unos ingresos adicionales para montar con sus hermanos aquella idea deportiva y de rehabilitación.

Ese mes de Agosto se encontró de nuevo con la familia francesa, Linda venía muy cambiada. Tan hermosa o más que antes. Cuando se abrazaron y se dieron los dos besos de rigor en las mejillas Pepe pensó estar viendo el cielo. Sus padres se sentían felices de encontrarse con el joven lo apreciaban mucho. Su hermana se había casado. Ese invierno le había dado la locura y se lanzó a la aventura.

La primera noche Pepe comprendió el cambio de Linda. Estaba enamorada. En las vacaciones de Semana Santa había estado en Inglaterra y allí se enamoró de un anglosajón de origen francés. Pierre Valery, ese era el nombre de truhán que le arrebató el amor de su vida. Durante la conversación, mantenida esa noche, ella le preguntó como iban esos ánimos. Su última intención pasaba por procurar no entristecerle y le comentó que lo iba superando bastante bien. Sonrío y lo abrazó mientras deleitaba sus oídos con su voz.

- Jamás he tenido ni creo que tenga un amigo como tú. Eres maravilloso.

Pepe pensó por un momento que sus sentimientos le iban a traicionar, pero consiguió retener sus ojos y esas lágrimas se mantuvieron hasta estar solo en su tienda.

Superó mucho mejor de lo esperado aquella desagradable noticia. Lo importante se decía era poder estar junto a ella y desde luego, se separó muy poco de su lado. Se bañaban en el mar, jugaban a la petanca, comían juntos e incluso dormían la siesta en su tienda. Por las noches se acercaban a la playa con la pandilla del camping y pasaban la velada tocando guitarras y cantando canciones. Otras veces se metían en una discoteca a mover el esqueleto.

Una de las noches se encontraba bailando cuando Linda le rogó sentarse. Todo le daba vueltas y el dolor de cabeza comenzaba a ser insoportable. Pepe le invitó a salir del local. Tal vez al abandonar el ambiente cargado y respirar aire más oxigenado aliviaría su dolor. Cogidos de la mano abandonaron el recinto. Caminando llegaron al paseo marítimo, se quitaron el calzado, y entraron en la playa. Descalzos por el linde de la playa caminaban mientras él contemplaba preocupado el semblante de dolor de su amor. Al cruzar sus miradas, ella le regalaba una de sus encantadoras sonrisas que le mostraban la grandiosidad de su Diosa. Llevaban varios minutos paseando cuando le preguntó como se encontraba. La cabeza le iba a estallar de un momento a otro. Comenzaba a tener nauseas mientras la vista se le nublaba. Decidieron acercarse al Camping y proporcionarle un analgésico. Ante su tienda Pepe se agachó, descorrió la cremallera, entró en su interior y buscó en su equipaje el medicamento. Al girarse para salir a su encuentro se topó con ella que entraba agachada. Aquel fino y suave vestido permitió que su redondeado escote, por la acción de la gravedad, mostrara todo el encanto de aquellos redondos, firmes y sensuales senos. Al elevar la mirada y contemplar la cara de “bobo” mostrada por su amigo, volvió a deleitarle con una de sus dulces y excitantes sonrisas. Se sentó en el colchón de aire y se dejó caer boca arriba. Entornó los ojos y esperó. Pepe salió de la tienda con la pastilla efervescente en busca de un vaso de agua. Cogió dos toallitas de su equipaje y el recipiente, para lavar las prendas pequeñas, y dirigió sus pasos a la cafetería del camping. Pidió un vaso, una botella de agua mineral, rogó que le llenaran el recipiente con agua, pusieran unos cubos de hielo y regresó junto a su amor. Linda se tomó el medicamento y de nuevo se dejó caer sobre el colchón de aire. Empapó las toallitas en el recipiente y bien escurridas las aplicaba en su frente. Lo contemplaba llena de cariño, la dulzura empleada al aplicarle aquel milagroso alivio, le envolvió de tal forma, que se quedó profundamente dormida. Consciente que, su razón de vivir, se había dormido paró de aplicarle los paños húmedos. Se tumbó junto a ella, tomó su mano entre las suyas y después de depositar sus labios en esa mano, permaneció junto a ella sin soltarle el resto de la noche. Cerró sus ojos para captar todo ese torrente de sensaciones transmitidas por su mano. Extasiado por la situación placentera llegó a dormirse.

La pandilla formada en el camping quiso celebrar la despedida de esas vacaciones con una comida. Así pues un día antes de la partida reservaron mesa en el restaurante del camping. Fue una comida distendida y divertida, varios se pasaron un poco con la sangría, entre ellos las dos hermanas. Linda se había sentado sobre una rodilla de Pepe y le susurraba en el oído su deseo de hacer el amor. No había otra cosa en el mundo más deseada por él. Pero esa petición era producto de exceso de alcohol ingerido. Con extremada dulzura y cariño le aseguró que si a la noche se lo volvía a pedir no lo dudaría ni una milésima de segundo.

- Ahora el alcohol te esta jugando una mala pasada y aunque lo deseo con todo mi corazón, sería muy cobarde si me aprovechara de la situación.

Ella se abrazó y cerró los ojos. Brisite se les acercó asustada iba también algo cargada. Se sentó sobre la otra rodilla y con evidente taquicardia. Consecuencia del pánico, le comentó.

- Hay un camarero que me ha pedido irnos juntos al huerto de naranjos. Tengo miedo.

Pepe le tranquilizó y prometió protegerle. Ahora se encontraba con las dos hermanas abrazadas a su cuello. Pensó en la necesidad de cambiar de aires. Se levantó y abrazándoles por la cintura salió del restaurante a pasear por la orilla de la playa, llevando una a cada lado.

Poco a poco iban despejándose. Habían ido varias veces al servicio y el efecto del alcohol se les estaba pasando. Rogaron ir al camping para darse una ducha y cambiarse de ropa. No hubo necesidad de repetirlo, abrazados regresaron.

Era la última noche de vacaciones y la pandilla se fue a la playa con guitarras. Montaron una fiesta, donde el baile, las palmas y el canto se repartieron a lo largo de la velada. Pepe estaba sentado sobre la toalla y ella tumbada apoyaba su cabeza en su muslo. Él acariciaba su rostro y le aplicaba un agradable masaje en las sienes. Permanecía tumbada percibiendo el cariño y la ternura de su pareja, abrió los ojos, le sonrió, se levantó, le dio la mano y se alejaron del grupo paseando.

- Tengo que decirte que eres todo un caballero y te doy las gracias por haberte negado a mi petición de esta tarde. Sé que es una de las cosas que más deseas y has sido capaz de renunciar a ella por respeto a mi estado.

Pepe no le permitió terminar.

- Mi vida. Eres la mejor amiga que tengo y por nada en el mundo haría una cosa que pudiera romper esta amistad.

Se abrazaron, unieron sus labios y se acariciaban con tal pasión que sintió la necesidad de entregarse. En esos momentos estuvo a punto de perder la cabeza, pero Linda se dio cuenta que quien saldría perjudicado sería él.

Pepe se había despedido de sus padres, de su hermana y esposo. Cuando, ya subidos en el coche, Linda se retiró detrás de unos árboles con su amigo. Charlaron durante unos segundos y se abrazaron dándose un beso lleno de pasión y cariño. Cuando se fue de su lado, Pepe presintió que era la última vez que la vería. Sintió que aquel beso era el último contacto con aquel ángel que había inundado su corazón. Sabía que Linda siempre tendría un sitio amplio en lo más profundo de su ser. Inmóvil donde lo dejó su amada permaneció varios minutos mientras sus ojos se humedecían permitiendo que resbalaran por sus mejillas unas amargas lágrimas. Primero se tomaban su tiempo en desprenderse de los lagrimales pero conforme iba perdiendo de vista el coche estas tomaron mayor continuidad hasta convertirse en un llanto desconsolador. Por fin volvió en sí. Desmontó la tienda y regresó a casa.