CAPITULO TRIGÉSIMO PRIMERO LA OLIMPIADA
En la última quincena de junio los
entrenamientos fueron intensos. La preparación se desarrollaba con normalidad,
ganando en confianza pero especialmente en la toma de decisiones. Cada día se
sentían más seguros, sin dudar como al principio. Cometiendo algunos fallos que
fueron limando poco a poco hasta tener una garantía elevada en sus resultados
reforzando la seguridad en sí mismos. Un fax, a última hora del almuerzo a finales
de la penúltima semana, le entregaron a Vicente. Notificándole el resultado de
las PAU. La mención especial le pilló algo de sorpresa, era cierto que salió
contento de los simulacros pero no hasta ese grado. Lo primero que hizo fue
buscar a Ester para hacerle partícipe de su alegría. Un abrazo con un par de
besos sellaron la noticia. Al tiempo que le confirmaba lo que ya intuía.
Finalizado la primera comida del día subió a la habitación, antes de ir a
entrenar. Al ver a su madre conectada
habló para compartir su alegría por el resultado. Su madre emocionada
transmitía toda su alegría por medio de vídeo conferencia. Entre unas lágrimas
de una felicidad desbordantes le comunicó que se olvidara de la matrícula en la
universidad. Ella personalmente se encargaría de gestionar todo, se debía
centrar en su afición. En la vela. En la olimpiada.
¿Por
fin te decides por ingeniería naval?
Se lo confirmó siempre había sido su sueño,
amén de criarse entre embarcaciones. Ahora le arropaban dos ingenieros en casa
y la decisión fue sencilla.
Concluyeron con la despedida mientras le
transmitía sus saludos para Ester y Rafael. Bajó con la bolsa para acoplarse en
uno de los asientos del microbús que lo transportaba para entrenar en puerto
deportivo.
La primera semana de julio volvieron a
tener algo de descanso, entrenando dos días, martes y jueves, el resto libres.
Optando la pareja para atender asuntos personales. El lunes pasaron el día con
Rajid, quien les tenía otro paquete de informaciones. Proporcionadas
principalmente por compadres de la mar que comprobó personalmente mostrándoles
las que a su criterio les podría resultar más efectivas en sus embarcaciones.
Tanto el anciano como nuestra pareja pasaron
una jornada deliciosa. Compartir un día junto era algo que los llenaba.
El martes y el jueves disfrutaron de la
navegación y al llegar el viernes recibieron un mensaje de Robert, su
delegación llegaba a la localidad India. Aunque les advirtió que se instalaban
en un hotel algo alejado. Al tener el día libre decidieron pasar a por Rajid y
presentarles a su amigo Robert, un representante de México en la clase laser.
Cuando le informaba sobre el joven que iban a conocer, el lobo de mar sonrió,
para lanzar un leve comentario.
Me parece que ese Robert te hace cosquillitas
en el corazón.
Al ruborizarse levemente la niña el
marinero comprobó que no andaba nada desorientado con la afirmación. Le abrazó
al tiempo que añadía.
El
sentimiento por que merece vivir eternamente es precisamente el del amor. Nunca
te avergüences de amar a alguien. Sea el que sea. Porque mi niña el amor no
tiene ni edad, ni sexo, ni color, ni religión. Sobre todo ni religión. Porque
el amor es la misma religión, luego los hombres la transformamos demasiado.
Se abrazó al anciano. Cuánta razón tenía y
que filosofía de la vida. Cada vez le recordaba más a su yayo. En taxi y en
menos de veinte minutos se personaban en el hotel de Robert. Desde recepción
avisaban al joven confirmándole la visita que esperaba. No tardó ni treinta
segundos en colgar y bajar como una bala para fundirse con su amiga. Rajid
sonreía. Verdaderamente el muchacho estaba perdidillo por la niña. Siempre
había dicho que el amor no tenía edad pero aquel muchacho era un hombre y la
jovencita comenzaba a ser una mujercita. No le cuadró mucho la situación pero
se concentró y pudo captar el alma de aquel muchacho. Todo temor, todo reparo
desapareció de inmediato. Pudo captar la bondad, el respeto y todo el cariño de
ese joven hacia su pequeña princesa. Por fin se separaron y tras un fuerte
abrazo con su amigo le fue presentado Rajid. Ester sonrió aquel hombre también
sabía leer el lenguaje corporal y las ondas que transmitían los cuerpos. Fue
consciente de inmediato que aceptaba al joven. Pasaron a la cafetería y tras
unos refrescos se sentaron a dialogar. Conforme se iban conociendo las
sensaciones se hacían más cercanas. Rajid había desechado cualquier temor, su
alma era pura. Invitó a Robert a cenar, como su entrenador no le dio permiso,
llamaron a Rafael asegurándole que estaban con Rajid y se quedarían a cenar en
el hotel de Robert. No les puso pegas, aquel viejo capitán se había ganado a
todo el entorno de Ester. Solo faltaba Adel para completar el cuarteto. Cenaron
en armonía y fueron descubriendo los secretos de aquellas aguas. Robert movía
la cabeza dando a entender que aquel grupo de seres humanos eran increíbles y
su princesita estaba a la cabeza de ellos.
Pero tras media hora de tertulia Robert
tuvo que retirarse a sus habitaciones, había sido un viaje duro y necesitaban
recuperarse de esas horas. Algo triste pero resignado subió a su habitación y
nuestros tres amigos en taxi, primero pasaron por el hotel dejando a los
jóvenes y luego el vehículo condujo a Rajid a casa.
Esa mañana del sábado salía Robert a
entrenar. La pequeña había pedido a Rajid salir con su embarcación para seguir
los entrenamientos del joven. No lo dudó. A primeras horas de la mañana estaba
sobre su embarcación con todo preparado. Vicente no se desplazó en esta ocasión
había quedado con una televisión para realizar un reportaje. Así pues la niña
en compañía de aquel capitán mercante y sobre la embarcación del anciano, se
dispusieron a seguir al muchacho. Ensayó varias de las maniobras que la noche
anterior comentó con sus amigos. Era la jornada ideal para navegar. Rachas
continuadas de viento, oleaje suave y sin corrientes prácticamente. Pero Robert
no se sintió cómodo. No congeniaba con su entrenador y discrepaba de casi todo
lo que él le comentaba. Se había preparado duramente para esa competición pero
no partía con la alegría y el entusiasmo que si llevaba la expedición española.
Era la envidia de todas las delegaciones. Sin duda la depuración realizada un
mes previo a la competición había mejorado en todos los aspectos. No había
temores, ni tensiones. Siempre había alguien para arropar al que se sintiera
mal o deprimido. Llevaban demasiadas horas fuera de casa y en esas
concentraciones tan largas era fundamental una convivencia lo más serena
posible pero se precisaba el apoyo de todos.
Robert envidiaba el ambiente en la
delegación española pero especialmente a él le hubiera gustado disponer de un
entrenador como Rafael. Siempre comprensivo. En su papel pero dando
protagonismo a sus pupilos. Nunca se hacía algo porque lo mandara alguien, las
decisiones solían tomarla entre todos y de esa forma repartir el protagonismo y
la responsabilidad entre todos. Finalizado el entrenamiento, solo tuvo dos
minutos para saludar a su amiga y al capitán, regresaban al hotel. Rajid y Ester
decidieron volver a la embarcación y navegar toda la tarde. La comida la
hicieron a bordo pasando una tarde maravillosa. Pronto llegaría las jornadas
decisivas, ya habían avisado sus padres que estarían cuando se iniciaran las
regatas. Teresa también se presentaría y fue su madre quien le telefoneo al
móvil para informarle que Pedro y Maureen, se desplazarían también para estar
presentes en las regatas de la clase Laser.
Regresaron al puerto ya entrada la noche.
Rajid acompañó a la joven hasta el taxi y una vez sobre el vehículo regresó
para dejar su embarcación en condiciones antes de retirarse a casa a descansar.
Ese domingo habían quedado en visitar una
isla. Rafael en compañía de Rajid y los tres amigos, Robert logró el permiso
tras mucho insistir pues en un principio no deseaba que se separaran de la
concentración.
Durante ese viaje Ester comenzó a sugerir
que sería bueno instalarse en la villa olímpica y dejar el hotel. Llevaban
demasiado tiempo en el mismo lugar y un cambio de hábitos y costumbres los
pondría de nuevo a tono para proseguir con la recta final de su viaje.
Era necesario estar alerta, y cambiar, era
una forma de hacerlo. Un sistema en el que les obligara a romper con rutinas y
a acoplarse a nuevas situaciones.
Durante la visita a la isla pudieron
disfrutar de unos acantilados increíbles. Los recuerdos fueron llegando a
nuestros amigos. Todo lo relacionado con esos cortes junto al mar les recordaba
a Julián, Anki y Terci. Pudieron acceder a una cueva que les conducía
prácticamente a pie de aquel enorme acantilado. Fue un paseo refrescante y
pudieron comprobar diversas especies, principalmente aves.
Faltaba una semana para iniciar las pruebas
de vela en la clase Laser. Los deportistas compartían la villa olímpica. Algunos
del equipo de vela pretendían seguir en el hotel. Rafael quiso consenso de
todos era necesario dialogarlo y exponer cada uno su opinión. Nunca hasta la
fecha habían compartido la estancia en la villa olímpica. Por regla general
eran atletas de familias muy acomodadas y no estaban acostumbrados a ese tipo
de convivencia. La reunión se inició con expectativa. Había posiciones
demasiado estancadas e incluso entre pasillos alguien aseguraba que no iría a
la villa olímpica. Rafael captó a la perfección que aquella reunión no iba a
ser fácil pero ganó la primera ronda. Solicitó de los servicios del hotel que
pusieran el total de sillas en circuló y con las mesas, aunque cuadradas, se
colocaran de la misma forma, ninguna silla debía destacar sobre las otras. El
primer impacto fue efectivo, solo Ester captó de inmediato el mensaje de su
entrenador. Allí no había jefe, allí no se iban a realizar las cosas “Porque lo
digo yo” y todos podrían expresarse libremente para decir lo que pensaban. Pero
Rafael no tenía aún muy seguro que aceptaran la decisión de la mayoría. Fueron
entrando y ocupando el primer puesto que encontraban libre. También se cuidó
para no entrar ni el primero ni el último. Pero sí que le pidió a Ester que
fuera la que cerrara la puerta una vez sentados todos en el salón. Murmullos,
comentarios entre las antiguas camarillas, pero poco a poco se fue haciendo el
silencio. Cuando la niña cerró la puerta y se sentó con Vicente el silencio se
hizo manifiesto. Rafael recordaba los relatos de la jovencita donde el silencio
era fundamental en la comunicación con su yayo. Dejar la sala en silencio
durante unos minutos rebajaría tensiones preconcebidas, puede que aumentaran
las expectativas pero probó aquella técnica de Don Julián. Silencio,
inmovilidad, mirada a uno u a otro. En un momento Ester miró a Rafael, captó de
inmediato que le pedía sin decir palabra que fuera la que rompiera el fuego,
pues amén de ser la menor se había convertido en el líder de aquel incipiente
equipo.
Bueno si
os parece creo que deberíamos empezar por el de menor edad. Para finalizar con
el menos joven. La riqueza de lo que se hable ganara con la experiencia de los
tertulianos.
Un breve aplauso precedido de algunas
afirmaciones dio de nuevo paso a ese silencio que tanto adoraba la niña. Justo
en ese momento Rafael se convenció que aquel grupo que llegó hacía casi un
trimestre se había convertido en un auténtico equipo.
Ester comenzó ensalzando a los presentes y
a todas esas personas que de una manera u otra participaban para que ellos, en
teoría los protagonistas, tuvieran las mejores condiciones para cumplir su
cometido. Los masajistas, los médicos, los directivos, los empleados de aquel
hotel, los voluntarios de la villa olímpica que se habían volcado para proporcionar
el máximo ambiente posible a los deportistas. Su discurso cada vez se centraba
en la importancia de valorar todo ese desinterés que existía en esos
voluntarios que sin ellos sería prácticamente imposible que una olimpiada
funcionara a los niveles que lo hacían. El deporte tenía ese espíritu de
esforzarse por algo en lo que se creía pero especialmente en lo que se amaba.
Pero no solo era el valorar ese espíritu estaba la otra parte, el ejemplo a los
compatriotas del ahorro de unas cantidades de dinero importantes. Habían sido
generosos con ellos para preparar la olimpiada. Un gesto por parte de ellos no
solo sería valorado, mostrarían al mundo la calidad de esos deportistas
españoles. Todos los allí presentes tenían capacidad económica para costearse incluso
esa olimpiada por sí mismo, pero compatriotas suyos lo pasaban mal para
finalizar el mes.
Se mantuvo razonando y argumentando por qué
sería bueno ir a la villa olímpica y no seguir en el hotel. Cuando finalizó su
discurso uno de los más reacios a abandonar el hotel se levantó de la
silla.
Si hay
alguien que no esté de acuerdo con ir a la villa olímpica que se quede en la
sala, le escucharemos con todo nuestro cariño y atenderemos sus argumentaciones
como lo hemos hecho con Ester.
Salió de la habitación y está quedo
desierta. Todos los componentes fueron a dar un par de besos a la jovencita que
andaba algo descolocada. En el primer asalto serio había logrado el equipo.
Rafael aguardaba pacientemente a que
finalizaran esas muestras de cariño hacía la líder del equipo. Al quedar solo
ante la niña se fundió en un abrazo. Se giró al resto y comentó que a la mañana
siguiente se trasladaban a la villa olímpica.
Fue increíble esa semana previa a la
competición disfrutaron compartiendo la vida con otros deportistas, dialogaron
con aquellos jóvenes y no tan jóvenes que dedicaban su tiempo a que los
deportistas se sintieran como en casa. Todos los días se acercaban al puerto
deportivo para comprobar sus embarcaciones y tener todo a punto para la gran
fecha. La clase Laser se iniciaría ese lunes, con las eliminatorias y se
prolongarían a lo largo de la semana para rematar las semifinales la siguiente
semana en martes y miércoles. Dos días de descanso y la gran final en sábado y
domingo a doble jornada. Se hicieron grupos liderados por los deportistas con
mejores resultados durante esos años, nuestros amigos competían en
eliminatorias distintas. El primero en romper el fuego de los cuatro amigos fue
Adel. No tuvo ningún problema en clasificarse, sus contrincantes estaban lejos
de la calidad de navegación del americano. Sus amigos siguieron sus jornadas de
clasificación apoyando incondicionalmente a su amigo. Al clasificarse se
sentaron los cuatro y comentaron los inconvenientes y fallos que cada uno
observó enriqueciéndose todos para cuando les tocara a ellos. A continuación la
suerte le correspondió a Vicente. Rafael y Teresa lo siguieron en compañía de
sus amigos disfrutando de lo lindo. Tanto Robert como Adel se asombraron de lo
avanzado por su amigo comentándolo con Ester. Asegurándoles que en el dosier
que les dieron en el lápiz de memoria andaban muchas indicaciones de la mejora
tanto de él como de ella. Tampoco tuvo problemas la embarcación mexicana. La
misma rutina que realizaron con Adel. En esa reunión de los cuatro amigos
varios componentes de otras nacionalidades se acercaron al grupo para
interesarse por los comentarios y sugerencias que hacían. Al girarse uno de
ellos disimularon pero sonriendo les invitaron a escuchar.
Entre deportistas no hay secretos le comento
Adel para añadir a continuación. Esta
preciosa princesa nos ha abierto los ojos a nosotros y seguro que os los abrirá
a vosotros.
Con algo de timidez se aproximaron y
compartieron con ellos toda aquella información. Esa reunión duró un poco más
de la cuenta teniendo que suspenderse al llamarlos a cenar. En tercer lugar le
tocó a Ester. La organización fue sorprendida al ver la cantidad de
embarcaciones que solicitaron permiso para seguir esa eliminatoria. Rajid y sus
compañeros acudieron en pleno. Ya lo hicieron con anterioridad con Vicente, al
igual que todo el equipo español de vela. Las lágrimas le caían a la niña al
verse antes de salir con Pedro, que había viajado con Maureen. Acababan de
aterrizar y ni siquiera pasaron por el hotel para no perderse ni media milla.
Al sacar la embarcación del puerto olímpico. Sintió a Julián a su lado, la piel
se estiró y todo el bello del cuerpo se erizó. Una agradable sensación recorrió
su alma. Que torrente de recuerdos, de vivencias le llegaron en una milésima de
segundo. Pero especialmente cuando recordó aquella última salida al mar en
Donostia con él, para abandonar el mundo en plena felicidad. Los lagrimales que
intentaba detener todo ese aluvión de líquido fue incapaz de hacerlo y el
llanto se le notaba desde las embarcaciones de observación. Por supuesto, sus
padres se encontraban entre los seguidores. Andrea captó con los catalejos ese
rostro lloroso y sofocado de su pequeña y le contagió consciente que recordaba
a su abuelo. Greet al observar a su esposa se abrazó cobijándola entre su
regazo. Cuantas emociones, cuantas ilusiones, cuantas personas había, estaban y
estarían interviniendo para que ella y solo ella, resolviera de la mejor manera
posible. Robert al mirar por los prismáticos fue incapaz de retener sus
lágrimas. Vicente se acordaba de Terci. Aquello parecía más un velatorio que
una competición de vela. De seguir así seguro que cambiaban las condiciones de
las regatas y esas no las había estudiado. Pero el ambiente estaba cargado de
alegría, de felicidad, de dicha sin freno. La convicción de todos los que
querían de una forma u otra a la niña eran conscientes que no tendría el menor
problema. Rajid se emocionó con aquella princesa pero cuando con sus
prismáticos miró hacia el grupo de familiares y ver a Maureen las piernas se
aflojaron a tal nivel que pensó que no mantendría el equilibrio. Gracias a sus
compañeros que le sujetaron pudo mantenerse en pie, de lo contrario habría
sufrido un percance con consecuencias imprevisibles. Luego se lamentaría pero
se pasó la regata mirando hacia aquella mujer con la que se encontraría en la
siguiente, o siguiente, o siguiente reencarnación, eso no lo podía decidir él.
La regata de la tarde fue sobre ruedas se
clasificó al igual que sus compañeros sin el menor problema. Se abrazó a su
abuelo y se despidió de él hasta el lunes, o miércoles dependiendo en la
eliminatoria de semifinal que le correspondiera.
Cuando Maureen y Rajid se vieron cara a
cara, sus piernas se inmovilizaron. Sus almas escaparon de sus cuerpos para
compartirse. Por fin reaccionaron y se fundieron en un tierno abrazo. Cuantas
cosas se tenían que contar. Cuantas historias, cuantas noches recordando
aquellas cuarenta y ocho horas. Cuantas horas de soledad en el puente de mando,
con solo una obsesión en la cabeza. Esa mujer con la que compartía mesa en la
cena. Ester percibió el constante cruces de mirada entre su tía y aquel hindú.
Su madre no fue ajena a dicha circunstancia y se comunicaba con su hermana para
hacerle entrar en razón. Era una mujer casada y con tres hijos. Maureen captó
la preocupación de su querida hermana y sonrió. No había nada malo en aquel
encuentro. Estaba mucho más segura de él que de ella. Era uno de esos pocos
caballeros que aun perduraban como raza a extinguir en este mundo. Rajid era
otro Julián. Otro Pedro, o si le apurabas hasta otra Ester.
Esa noche salió del hotel y fue a reunirse
con Rajid en su casa, sacó dos mecedoras al porche, mientras sus manos se unían
se quedaron dormidos esperando el amanecer. Maureen esperaba e incluso deseaba
algún contacto con aquel hombre, un beso un achuchón, pero el personaje mantuvo
la distancia. No por falta de ganas, aunque tampoco hubiera respondido
demasiado bien, pues los años atrofian ciertos órganos que no han trabajado.
Despertaron al unísono se miraron y en
aquella expresión encontró el éxtasis que no se podría dar de otra forma. Se le
quedó grabada en el alma como tatuaje lo hace en la piel quemada, para toda la
eternidad. Él subió a sus aposentos se dio una buena ducha, se cambió de ropa y
en taxi fueron al hotel para desayunar en familia.
Mientras Rajid se quedó aguardando en
recepción ella subió como una loca para hablar con su hermana. Estaba hechizada
por la caballerosidad de aquel ser humano y tenía que contárselo a alguien.
Nada más verle llegar le agarró para que no se escapara. Tenía que contarle que
andaba haciendo, pero hasta el mínimo detalle.
Cuando su hermana finalizó el relato de
aquella velada como dos adolescentes comenzaron a llorar de emoción, por ellas,
por aquel capitán, por la dicha de sentirse mujeres. Por la felicidad que aquel
hombre con su adoración, su ternura y ese amor puro, les tenía descolocadas.
Lloraron al recordar a Julián también estuvieron, estaban y estarían locamente
enamoradas de aquel hombre. Rajid, pero especialmente su actitud y
comportamiento le recordaron tantos detalles, tantos momentos, tantas
situaciones vividas con aquel increíble hombre que era capaz de transmitir a
pesar de su muerte la felicidad, la alegría.
Abrazadas bajaron a recepción, Andrea fue
directo hacia el personaje y le agradeció todo lo que había hecho por su niña,
pero especialmente por ser como era.
Con esa visión de la vida de los hindús le
comentó que quien tenía que estar agradecidos el mundo era con ella. Haber
traído al mundo una criatura que transmitía tanto optimismo, tanta alegría,
tanta felicidad no se podía pagar con nada.
En la reunión de esa noche, de los cuatro
amigos, acudió una mayor cantidad de contrincantes, algunos lo habían comentado
con sus entrenadores, por lo que decidieron acompañarlos para valorar lo que
aquel grupo de jóvenes transmitía e informaba. Estaban en plena exposición y
dos de los técnicos presentes comentaron como eran capaces de transmitir esa
información que habían obtenido a sus contrincantes. Rafael que siempre estaba
en torno a sus pupilos a pesar de estar presente Teresa se presentó como
entrenador de los españoles. A realizarle la pregunta del porque compartir toda
aquella información sonriendo les respondió
Quieren
competir en las mismas condiciones posibles con sus contrincantes. Hacerlo con
otras armas que no sean la técnica y las decisiones en el momento
desprestigiarían la medalla en el caso de logarla.
Sonrieron, pero
no les cabía en la cabeza esa estrategia. Comprobaron los razonamientos y la
lógica de los mismos.
Sus amigos analizaron la regata perfecta.
Fue Robert el que comentó.
Si han
grabado la regata estúdienla bien, es la regata perfecta. Me siento orgulloso
de ser amigo de esta reina del mar.
De inmediato le interrumpió
Robert por
favor es labor de todos y no les cuentas toda la información que nos ha
proporcionado Rajid y sus amigos. No es mérito mío. Además ya sabéis que yo navego
con una ventaja que ninguno podrá tener. Navego con mi abuelo.
Las lágrimas se desprendieron de esos
increíbles ojos azules. Robert le arropó.
Esa
jornada le llegó por fin el turno a Robert. Ahí estaban todos apoyando al
muchacho. Ester tranquila, consciente que no tendría problemas