jueves, 20 de febrero de 2014
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE - ANDREA - CAPITULO V - ALTA TENSIÓN
CAPÍTULO QUINTO
ALTA TENSIÓN
En la sala de reuniones Andrea con alguna
que otra lágrima relataba todo lo sucedido la tarde anterior. Como su madre le
retiró el móvil para que no pudiera contactar con nadie. Seguía hablando y
hablando. Él atento a cualquier detalle que confesaba la adolescente. Cuando
percibía excesiva tensión le daba la mano y con la ternura de un padre la
apretaba con suavidad, mostrando que estaba allí, que se serenase, que no le
iba abandonar. En la charla que mantuvo a la fuerza con su madre llegaron a un
acuerdo. No le contaría nada a su padre si dejaba en paz a Julián. No sabía
nada de toda la problemática que le seguía a aquel genial maestro pero en
apenas un mes lo apreciaba como a pocas personas. Junto a su padre aquel
profesor le había calado profundamente y su madre no era buena, seguro que era
capaz de hacerle daño. Eran puros celos lo sentido por su progenitora con aquel
maestro. Desde el primer día en la escuela no hacía otra cosa que hablar de él,
muy por encima del jovencito que le había gustado, David. Luego cuando ambos
ganaron el campeonato de Vóley playa pasó a oírse solo el nombre de aquel
personaje. Le confesó que las palabras de su madre en su propia casa le
dolieron tanto como la infidelidad a su padre. Él solo se había ofrecido para
apoyarle en un momento muy difícil y su madre solo se le ocurrió atacarle.
Proseguía confesándose ante aquel profesor y cuando sus miradas se cruzaban
todo el cariño se reflejaba en aquel maduro rostro que escuchaba con una
atención increíble y poco común todo cuanto se le ocurría decir. El tiempo del
recreo se agotaba y ambos debían ir a sus respectivas clases. Antes de
separarse le rogó que en la cita con su madre le gustaría tenerle presente. Fue
escuchar las palabras cuando atropellándose le suplicaba que no comentara sobre
el asunto de la tarde anterior. Su madre no se lo confesó. Ahora se lo confesó
a él pues la noche anterior no le dio tiempo a contarle la razón de su
presencia a esas horas. Pellizcó con delicadeza su mejilla y se separaron.
Ese próximo viernes le tocaría quedarse una
hora más. La clase de trece cinco a catorce que tenía con primero C de
bachillerato se la pusieron de catorce veinte a quince, quince. Y el hueco
dejado en el horario lo emplearía para la tutoría semanal con el tercero B de secundaria.
Ese miércoles se quedó a comer en un
restaurante cercano al colegio, la quedar por la tarde con el secretario para
coger información de sus tutorados, permaneciendo en el centro hasta cerca de
las veintidós. Luego en casa comenzó a ordenar toda la información repasando
expediente por expediente. Como ya se figuraba la tutora de ese curso no
llevaba ni un solo registro de sus tutorados y le tocó buscar, investigar y
llamar por teléfono a todas las casas de ese tercero B. Con el portátil a mano
fue confeccionando las diferentes entrevistas con los diferentes padres,
solicitando que sus hijos estuviesen presentes en la reunión. Llegó al
expediente de Andrea. No estaba muy seguro si debía llamar o esperar a la
contestación por medio de la agenda. Sistema por el que se valía el centro
educativo para contactar con los padres. Pero se olvidó de ese sistema del
centro porque precisaba reunirse cuanto antes con los familiares de ese curso
que no había comenzado con buen pie, pues más del ochenta por ciento en la
evaluación inicial tenía graves deficiencias. No se lo pensó dos veces, Andrea
era del grupo la que más dificultades iban a tener en ese presente curso. Su
nivel estaba por debajo de la mayoría y no se le venía, salvo en educación
física, motivada para los estudios. Marcó las teclas de su móvil y pronto se
puso al aparato. Se presentó y aunque la conversación fue bastante fría le
atendió con educación. Quedaron en verse ese mismo sábado pues la urgencia para
resolver la situación de la joven así lo requería. Las primeras entrevistas estaban programadas
para ese viernes por la tarde iniciándose a partir de las diecisiete. Toda la
mañana del sábado y la tarde se reflejaba en su agenda del portátil para
entrevistarse con los familiares. Tanto las primeras entrevistas del viernes
como las primeras del sábado las reservó para los alumnos con menos problema.
El viernes en las tres primeras horas de diecisiete a veinte recibiría a doce
padres a razón de quince minutos por alumno. Mientras que de veinte a veintidós
recibiría a otras cuatro familias a razón de media hora con cada una. Al día
siguiente iniciaría la tanda de entrevistas a partir de las nueve hasta las
once, donde otras ocho familias pasarían la entrevista a razón de quince
minutos y por último de once a catorce recibiría a las seis familias restantes
a razón de media hora por entrevista. Reservó la última para reunirse con
Andrea y su madre. Les invitó a comer en el restaurante “La Perla” a las
catorce horas, de ese modo si se retrasaba un poco disponía de un margen de
media hora para su cita con ellas.
El viernes también comió fuera de casa,
últimamente no se estaba preparando la comida. El comienzo de clases en la
universidad, el hacerse cargo de la tutoría de tercero B, y el retraso en sus publicaciones
semanales le daban poco margen para la cocina. Aquel grupo de muchachos y
muchachas irrumpieron en un estrepitoso aplauso a su nuevo tutor. Esa última
hora de los viernes se les había hecho siempre eterna pero aquel personaje les
hacía sentirse cómodos, sin tensiones, sin miedo a decir lo que se pensaba y el
debate que preparó fue increíble. Supo poner freno cuando era necesario, limó
asperezas que aparecieron y al finalizar la sesión les aseguró que ahora se
querían más, pero especialmente sabrían respetarse. Fue una dinámica que
comenzaron con muchos reparos, con indecisiones, sin decir todo lo que llevaban
dentro pero finalizaron pidiendo más tiempo. Por él se habría quedado hasta las
entrevistas con los primeros padres aunque no comiera pero tenía clase a
continuación con bachiller y debía desplazarse al otro edificio un par de
manzanas más allá del centro de secundaria. Pero alargó la tutoría casi esos
veinte minutos del segundo recreo. Les prometió que seguirían donde se quedaron
la siguiente semana. Sugirió que le agregasen al Facebook, el que lo deseara,
consciente de la información que podría obtener para atenderlos mejor. Comunicó
también la dirección de su Blogger, donde solía escribir para los jóvenes,
sobre temas educativos. Siempre tratando de trasmitir a su alumnado, valores.
Tratando de trasmitir el error del consumismo atroz de occidente. De denunciar
los programas basura que tanto daño estaban causando a la juventud.
Dio su última clase de la semana y fue a
comer a “La Perla”. Antes de partir encargó mesa para el día siguiente. Allí se
reuniría con Andrea y su madre para enfocar las líneas a seguir y conseguir que
esa inteligente mujercita no desperdiciara ese año. Consiente que la mayoría de
los inmigrantes adolescentes solían fracasar el primer curso en otro país.
No tuvo tiempo para mas, en coche volvió al
centro educativo, donde le esperaba la primera entrevista. Fue una tarde larga
y densa. Julián nunca se involucraba en cómo se debía educar pero si les fue
marcando las pautas para que sus hijos se organizaran. Su experiencia en la
educación y sus años anteriores como tutor y a pesar de esa pausa prolongada en
ese menester educativo le permitieron afrontar la tarde con éxito. Encontró de
todo, desde personas a la defensiva hasta parejas atacando desde el principio,
pero logró llevarlos a su terreno consiguiendo de padres y alumnos el
compromiso de pactar un plan de trabajo diario. Ciertamente quedaron gratamente
satisfechos del nuevo tutor, con la profesora anterior no habían contactado ni
siquiera por medio de la agenda. Aquel profesional no llevaba dos días en el
cargo y ya se había molestado en conocerlos. Asombrándose por el conocimiento
tan profundo de sus hijos. Solo llevaba un mes con ellos. En ocho horas de clase
tenía un conocimiento de su alumnado muy superior a cualquier otro tutor que
tuvieron en cursos pasados. Al llegar a casa se puso de inmediato a pasar la
nueva información a los expedientes de los alumnos y familias entrevistadas.
Los problemas personales, familiares, laborales y de salud fueron reflejándose
en cada ficha. De las dieciséis entrevistas que realizó esa tarde, con el
consiguiente permiso grabo diez de ellas, cuatro rogaron que si no era
imprescindible preferían que no se grabara la conversación y dos se negaron en
rotundo. La verdad, es que Julián no forzó en absoluto el grabar la entrevista.
Y se sintió muy satisfecho al comprobar que un buen número la aceptaron. Eso le
permitía captar una mayor cantidad de información, pequeñas cosas que se dijeron
pero que en la información global que tenía le permitió encontrar nuevas
estrategias para afrontas situaciones con sus tutorados. A la cama se fue muy
tarde, cerca de la una de la madrugada, situación no muy común en él, pues no
le gustaba en absoluto trasnochar. Madrugar lo llevaba mucho mejor. Como tenía
la tarde y el domingo en esas horas podría ir preparando nuevas estrategias y
alguna que otra entrevista más con los padres de algún alumno que tal vez
deberían cambiar el plan de trabajo, pues en el tiempo de la entrevista no le
dio tiempo a asimilar cual sería para algunos alumnos concretos el mejor. E
incluso estaba convencido que aun habría que entrevistarse más veces con
algunos de ellos. Se fue muy cansado a la cama pero satisfecho del resultado.
Le preocupaba la última entrevista con Andrea y su madre. Era fundamental
después de lo sucedido el jueves entrar con buen pie. No había sido mala señal
que aceptará mantener la entrevista durante la comida. Pero Julián desconocía
completamente el carácter y personalidad de aquella mujer. Luego no poder
tratar uno de los principales problemas que estaba afectando a su alumna sería
cuanto menos complicado su adaptación a su ya difícil situación. Con esos
pensamientos le sorprendió el sueño. La música de la cadena le despertó. Fue
directo al servicio y tras las oportunas descargas se duchó y se vistió para ir
a la cocina a prepararse el desayuno. A las ocho treinta aguardaba en la sala
destinada a entrevistas a los primeros padres. Tuvo suerte esa mañana pues
todos acudieron con una puntualidad inglesa y en varias de ellas les sobró
tiempo. De las trece entrevistas, antes de acudir a “La Perla a comer y
finalizar con Andrea y su madre. Ocho de las realizadas esa mañana no pusieron
el mínimo inconveniente en que se grabara. Tres se negaron en rotundo y dos
preferían que no se realizara, pero dieron permiso si lo creía imprescindible.
En esas dos entrevistas aceptó sin ninguna objeción el reparo que en un
principio les habían presentado. Con su cartera, su portátil y su grabadora
subió al coche y fue directo al parking del complejo deportivo gastronómico.
Era pronto y mientras se hacía con el aperitivo fue repasando la estrategia a
emplear.
Pasaba media
hora de la cita, cuando Julián pensó que no se presentarían. Iba a pedir la
comida cuando aparecieron serias y muy arregladas. Se levantó de inmediato y
fue a su encuentro. Al cruce de su mirada con la joven esbozó una leve sonrisa,
mientras la tirantez en el rostro de la madre era patente. Tendió su mano a la
señora y con un gesto educado le saludó. En primer lugar manteniendo la silla
le invitó a ocupar su lugar en la mesa, colocándose detrás con la silla en sus
manos para acercarla a medida que descendía para sentarse. El metre realizó la
misma operación con la jovencita.
La tensión se
mascaba en aquella mesa. El metre les ofreció la carta y las mujeres comenzaron
a leer los diferentes platos de la carta. Él lo acababa de realizar unos
minutos antes de llegar la pareja.
Permanecía en silencio aguardando a la elección de los platos, el vino o la
bebida por parte de sus comensales, cruzaba su mirada con la joven y su
sonrisa, dulce y picarona como la de cualquier adolescente le mostraba todo el
aprecio que sentía por él. La madre no era ajena a la comunicación corporal de
su hija con aquel profesor y aunque simulaba estar leyendo la carta no les
quitaba ojo. Por fin se decidieron a pedir los platos que degustaría al igual
que el vino. La joven pidió una coca cola. Mientras aguardaban a que les
sirvieran el primer plato Julián rompió el fuego con un par de cumplidos y
entrando en el tema directamente. La conversación algo cortante de un principio
fue mejorando poco a poco, tal vez el vino, de alta calidad que solicitó, un
Château Margaux, tuvo la culpa. Pero especialmente la habilidad de aquel
profesor que consiguió llevarle a su terreno. Ni se le ocurrió pedirle permiso
para grabar la conversación pero fue altamente positiva para conocer diferentes
situaciones que afectaban a su alumna. En la sobremesa sentados en uno de los
salones del complejo y mientras degustaba un café y Andrea devoraba una gran
copa de helado de varios gustos, la madre sorprendió a los dos confesando el
incidente de la otra tarde, mientras se disculpaba por el comportamiento que
había tenido con él cuando fue a su casa. La botella le había costado cerca de
los seiscientos euros pero hubiera pagado miles por conseguir los resultados
que estaba obteniendo. Pues no solo le proporcionó información que ni se había
imaginado sino que Andrea tan sorprendida como él al escuchar las disculpas,
provocó que afectivamente se aproximara un poco a su madre, cosa que hasta la
fecha no había logrado y mucho menos tras el incidente.
La botella se le había subido un poco a la
cabeza y cuando comenzó a flirtear con Julián, al percatarse de inmediato se
excusó. Como habían ido andando les acompañó a casa despidiéndose hasta una
próxima vez, no exenta la despedida de un cierto grado de tensión por la
actitud de aquella señora.
Se iniciaba el mes de noviembre y Julián
decidió solicitar permiso a los padres de su tutoría para pasar desde el
viernes al salir de clase hasta el sábado por la mañana en un albergue juvenil
para realizar una convivencia. Los chicos tan solo debían llevarse la comida y
la cena de ese día. En el albergue les proporcionarían el desayuno y un pequeño
almuerzo a media mañana poco antes de regresar a casa. Dos semanas antes de la
convivencia ofertó a su alumnado de la Universidad la posibilidad de realizar
una práctica voluntaria con jóvenes de secundaria. Se ofrecieron dos chicos y
dos chicas de quinto curso, que daban clases de maestría de natación con él.
Durante los días previos a la convivencia se reunió con ellos para exponerles
el plan de trabajo. Mientras unos se encargarían de preparar actividades
deportivas, otros deberían preparar dinámicas de grupo. Los cuatro eran alumnos
destacados de su asignatura y apreciaban a su profesor, por ello fue pedirles
algo y aceptar sin pensarlo. El se entregaba plenamente en su trabajo y siempre
que alguno se acercaba a él para pedirle algo o aclarar cualquier duda, estaba
siempre dispuesto. Era la primera vez que les pedía un favor personal y ni lo
dudaron. Se sentía orgulloso de sus alumnos y unos días previos a la
convivencia se reunieron para ultimar los detalles. No era persona que le
gustara improvisar nada. Fue estudiando todos los expedientes que había
recopilado hasta la fecha y planteo varias estrategias para dicha convivencia,
sabedor que después de la misma lograría el empujón necesario del grupo para
avanzar en su educación. Ya se los había ganado a todos, el camino estaba
asfaltado, era necesario mantener al equipo sin que se saliera de la calzada y
si lo lograban entre todos el éxito sin ningún género de dudas sería total.
Por fin llegó el gran día veinticuatro horas
sin los papis, los adolescentes tenían preparadas esas veinticuatro horas por
su cuenta. Comieron en el colegio pues el autobús no salía hasta las quince
horas y treinta minutos, ya que Julián tenia clase hasta y cuarto. En
diferentes equipos se agruparon y compartieron lo que cada uno de sus miembros
había traído para comer ese día.
Nada más llegar y distribuir las
habitaciones, se les dio treinta minutos para organizarse, debían acudir al
salón comedor para recibir las primeras instrucciones. Ya en la tutoría de ese
día les había informado y pactado ciertas normas para convivir sin sobresaltos
juntos esas veinticuatro horas. Les notificó la presencia de cuatro alumnos de
la universidad que les acompañarían para ayudarles en lo que precisaran dejando
muy claro los papeles de cada uno.
El murmullo era de alta intensidad, conforme
se añadía gente al grupo iba aumentando. Por fin cuando Julián fue consciente
que se encontraban todos reunidos inició la charla. A su primera llamada de
atención la sala quedó completamente muda. Solo el zumbido de un moscardón que
inquietó a la gente se escuchó por espacio de unos segundos. Luego los oídos de
aquellos adolescentes y los cuatro alumnos estaban preparados para captar lo
que dijera.
Habló de muchas cosas pero una de ellas
quedó grabada en los corazones de aquellos jovencitos, proponiéndose firmemente
tratar de lograr lo que su maestro les pedía.
- Aquí está
reunido el equipo de tercero B de secundaria.
Inició la charla con estas palabras para
proseguir a continuación confesándoles que él prefería emplear la palabra
equipo a la de grupo. Tomó su portátil y busco la palabra grupo en la página
Web de la real academia de la lengua española y en voz alta descifró el
significado de la palabra.
“Pluralidad de seres o cosas que forman un conjunto,
material, o mentalmente considerado”
Finalizada la definición los jóvenes se
miraban unos a otros buscando respuesta en el lenguaje gesticular de sus
compañeros. Pero ante la irrupción de nuevo de Julián volvieron a dirigir sus
miradas, sus mentes y sus oídos a su maestro. Volvió a escribir en su portátil
la palabra equipo y de nuevo con pausa, vocalizando leyó la nueva definición.
“Grupo
de personas organizado para una investigación o servicio determinado”.
Miró a su público, sonrió y de nuevo con
tranquilidad recordando las anotaciones que había puesto en el expediente de
Andrea comentó. “Pura Vida”. De nuevo la sorpresa se apoderó de los rostros de
los presentes. Andrea sonrió, conocía perfectamente el eslogan y se lo había
oído decir a su maestro. Julián pronto les sacó de la expectativa creada. Se
trataba del eslogan del país de una de sus compañeras. Asegurando que se
trataba de la alumna que había llegado ese curso al centro. Ahora las miradas
se fijaron en ella, y una voz procedente de una compañera aseveró. De Costa
Rica. Tras la primera aclaración Julián prosiguió con su discurso. Deseaba de
corazón que en esas horas se tomaran muy en serio el eslogan. Estaba allí para
relajarse del fin de semana, para disfrutar de la Naturaleza, para reír, para
llorar, para enfadarse, para desenfadarse, en pocas palabras para convivir
juntos. Les fue explicando la importancia de considerar al curso como un equipo
y no como un grupo. Les hizo ver las enormes diferencias entre una palabra y la
otra. Y lo cierto era que tenía toda la razón y nunca se habían parado a pensar
en ello.
- En un
grupo.
Comentaba.
- Cuando
uno está deprimido o triste, por regla general los demás pasan. Por el
contrario en un equipo todos se desviven por recuperarlo, pues todos tienen un
objetivo común y cada uno de sus componentes son imprescindibles para lograr el
objetivo.
Prosiguió con sus razonamientos, pero no
descuidó dar paso a intervenciones sobre el tema. Se pusieron ejemplos de los
deportes, de empresas, de la familia, poco a poco aquel equipo fue consciente
de lo imprescindible que era el esfuerzo de todos, aportando cada uno su
granito de arena para lograrlo.
- Si
no se consigue esa primera vez.
Volvió a intervenir.
- Hay mil y
una posibilidades de lograrlo siempre y cuando el equipo sea capaz de analizar
sus errores y poner en conjunto las soluciones a tomar para corregirlos. Nos
podemos caer mil veces pero si entre todos logramos levantarnos seguiremos
hacia adelante. Pero si nos caemos una sola vez y no somos capaces de
levantarnos nunca llegaremos.
De aquella reunión que duró algo más de lo
que le hubiera gustado a Julián nació la base para que aquel equipo de alumnos
lograra la meta final, ilusionarse por rendir al máximo cada uno de sus
componentes. Había merecido la pena no dar por finalizada la sesión mientras no
calara esa idea y a ciencia cierta que lo consiguieron.
Propuso formar cuatro equipos y que cada uno
de ellos se fuera a realizar la actividad programada con los monitores que se
habían desplazado con ellos.
Aquellos adolescentes se habían imaginado
esa convivencia como la liberación de la autoridad, el pasar unas horas sin la
presencia de los padres, el poder ponerse un poco alegres con el calimocho, que
se prepararían esa noche con los ingredientes que ocultaban en sus mochilas, o
esos porros que ocultaban en sus paquetes de cartón. Pero las actividades
planteadas, las reflexiones realizadas entre todos fueron cambiando el rumbo de
las pretensiones de los adolescentes.
Al llegar la hora de cenar, prácticamente
sin ponerse de acuerdo se iban aproximando a Julián para ir dejando la coca
cola, el tintorro y los porros delante de su maestro. Él sonreía a ver la
actitud de sus pupilos. Estaba convencido que todo aquel material andaba
escondido pero no se le ocurrió amenazarlos, las actividades programadas y la
charla previa en la tutoría pensó, no sin razón, que tendría ese efecto y por
supuesto amen de ser educativo le aseguraba que no lo intentarían en esa
convivencia. Algunos de los retrasados al presentarse en el comedor y ver toda
aquel arsenal sobre la mesa pensaron que los habían pillado, pero tras la
información de sus compañeros regresaron a la habitación para sacar lo que
ocultaban.
Estaban todos sentados y Julián rogó unos
minutos de silencio. Aquel que estuviese acostumbrado a lanzar alguna oración
podría hacerlo y el que no fuera creyente simplemente respetara a sus
compañeros para que lo pudieran realizar con recogimiento y silencio.
Finalizado ese minuto y tomando el tinto y la coca cola comentó.
-
Posiblemente me denuncien por realizar lo siguiente pero creo que os lo habéis
merecido. No es necesario que lo aceptéis.
A continuación comenzó a preparar el
calimocho, y llenando un vaso a cada uno que se acercaba. No fueron mucho pero
los que elevaron su vaso lo bajaron lleno. Los universitarios estaban perplejos
por el comportamiento y actitud de su maestro, pero lo conocían demasiado bien
para saber que era consecuente con todo lo que hacía. Ese grupo de muchacho
estando con él jamás se les ocurriría beber o fumar a escondidas. La
convivencia se desarrolló tal y como estaba programada y aquel equipo recibió
una de las mejores clases que en su vida habían recibido. Los universitarios se
congratulaban de haber aceptado, lo habían hecho pensando en su maestro y ahora
se habían encontrado que los beneficiados habían sido ellos. Esas horas de
ejemplo, de saber estas, de manejar grupos, equipos, no se aprendía en la
universidad. Eran conscientes que tras esas veinticuatro horas estaban mejor
preparados que muchos de sus compañeros
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