viernes, 15 de mayo de 2015
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO BIGÉSIMO SEPTIMO- UN LOBO DE MAR
Ese miércoles a
las veintidós horas, en la India, un empleado de recepción le subía la carta
urgente de Costa Rica su habitación. No podía creérselo. De inmediato al ser
consciente que en Centro América eran las once de la mañana del martes llamó a
Pedro. No se equivocó aquel viejo Bribri andaba pendiente del móvil, no había
dormido en toda la noche pendiente de la confirmación de su princesa. Le mandó
un beso con todo su amor y de inmediato se dispuso a leer aquella parte del
legado que le dejó su abuelo. Poder ir a visitar al viejo lobo de mar con datos
que reflejarían esas cuartillas le tenía emocionada. Le hubiera gustado haber
leído ya la carta y estar en casa de aquel capitán retirado. Pero era una
deportista de elite, con un gran dominio de las situaciones. No había razón
para no controlarse en esos momentos. Solo faltaban unas horas para producirse
su encuentro. Con la seguridad de encontrarse con una jornada intensa, en
muchos aspectos. Llena de emociones, de sorpresas, de captar sentimientos increíbles
reprimidos durante cerca de treinta años, de expresiones de asombro. Como
deseaba que llegara el nuevo día. Se tranquilizó y tras unos minutos de
concentración, no quería perderse ni una coma de aquellas cuartillas, que solo
Dios, su yayo y aquel papel emborronado con tinta de bolígrafo conocían. Con un
abre cartas que había en el escritorio de su habitación rasgó aquel sobre que
contenía los secretos que sus ojos desvelarían. Extrajo de aquel sobre cual
pergamino de valor incalculable del siglo quinto antes de Cristo. Lo primero
que le chocó fue su título
UN LOBO DE MAR
Mi querida
princesa la historia de hoy va sobre un personaje con el que tuve el placer de
compartir una jornada en el mar, con el catamarán. Es un relato que afecta a tu
tía Maureen, si lo comentas con ella y no desea hablar de ello no insistas.
Aunque conociendo a tu tía se lo habrá contado a las piedras de la cala.
Pero Ester no logró sacarle nada más a su
madre sobre aquel hindú y conociéndola, nunca le ocultaba nada, sería difícil
que supiera algo más. Pero dejó sus cavilaciones y prosiguió con la carta.
Recuerdo
que en uno de mis regresos a Costa Rica, cuando llevaba unos cuantos años
instalado en la cala. Un domingo en la noche, paseando por la playa, ¿Raro
verdad princesa? Apareció tu tía muy preocupada deseaba hablar conmigo. Por
supuesto que le comenté que era todo oídos. Nos descalzamos, dejamos nuestro
calzado sobre la palmera inclinada y humedeciendo los pies con el agua del
Caribe iniciamos el paseo. Como suelen hacerlo los Bribris y que tanto me
enamoró y suelo seguir. En un silencio relajante, intercambiando ondas para que
la comunicación y la conversación se produjeran junto con los sentimientos,
para captar el mensaje tal y como lo siente nuestro interlocutor. Princesa no
sabes cómo adoro esos paseos en silencio para luego conectar, para contarnos
penas, alegrías, triunfos, fracasos, en fin para compartir nuestras vidas. Es
algo que aprendí de nuestro pueblo Bribri y por supuesto que eso es ¡PURA VIDA!
Hago un lapsus en el escrito para confesarte como esas dos palabras han
cambiado en parte la filosofía de vida, no solo mía, de muchos estudiantes que
han tenido la desgracia o la fortuna de pasar por mis manos. Bueno hoy estoy
algo disperso tal vez porque cuando tú la leas te encuentres en la misma
situación.
Ester detuvo la lectura para reflexionar
sobre las últimas palabras leídas. Tenía toda la razón su abuelo no estaba
siendo directo y a ella esas jornadas andaba como él, cuando habló con su tía y
luego con su madre. Sonrió y prosiguió con la lectura.
Bueno vamos
a lo que nos ocupa. Maureen con esa línea que dibujaba en su rostro por medio
de las comisuras de sus labios me sonrió. ¡Dios! junto con tu madre, tú y Anki
no he vuelto a ver esa expresión en ninguna otra mujer. Como me llegaba a lo
más profundo de mi alma. De nuevo me voy. Adiós. Bromas aparte.
Nueva sonrisa por lo escrito, no recordaba a
su abuelo de esa forma y lo cierto es que le gustó, porque ella andaba
últimamente con esa línea. Su cabeza giró a izquierda y derecha para proseguir
con el relato.
Maureen me
confesó. Este fin de semana anduve con un hombre que me doblaba casi la edad.
Nos conocimos el sábado desayunando en una cafetería cercana al puerto de
Limón. Era su primer viaje como capitán de navío y se encontraba en nuestra
tierra descargando y cargando mercancías. Partía hoy, seguramente a estas
horas, ya está camino de España para dejar las piñas que había cargado y coger
otra carga. El caso es que estuvimos hablando más de una hora. Luego me invitó
a visitar su barco. Un mercante de gran tonelaje. Todo un caballero, me
presentó a la tripulación y aquellos no se comportaron como su capitán y alguno
de ellos se llevó una buena bronca por falta de educación. Luego consiguió no
sé cómo convencerme para comer juntos. Fuimos al Comfort Inn Limón de cinco
estrellas pasando un almuerzo encantador y divertido. De una gran cultura y de un romanticismo que no había
vivido hasta conocerte a ti. El caso es que tras una larga sobremesa nos fuimos
a una discoteca y bailamos hasta muy entrada la madrugada. Ya sabes papito lo
que me gusta el meneo, disfrute como en pocas ocasiones. Su comportamiento fue
ejemplar y me llegó. Al despedirnos le di un beso cargado de fuego y aunque me
estremeció me di cuenta que no era ese amor eterno. Papito si no hubiera
captado sus sentimientos me habría ido con él a despertar los dos desnudos con
el amanecer pero al percibir esos sentimientos sinceros, ese respeto hacia una
mujer a la que duplicaba su edad. No quise hacerle daño y me fui a casa de los
tíos donde pasaba el fin de semana. Al decirle que hoy domingo iría a misa en
la parroquia del puerto, aunque era hindi, esta mañana a las ocho se personó y
se colocó a mi vera en la iglesia. Había asistido con mis tíos y mis primas. Me
hicieron pasar unos minutos tan violentos que le tomé la mano y salimos a
pasear por el puerto. No había desayunado con la intención de hacerlo juntos,
sonreía y su rostro cambió por completo. Papito sus ondas transmitían todos los
sentimientos que provocaba mi presencia. Le tomé de las manos y sentí como
latía su corazón. Sentí tantas cosas a través de sus manos que el miedo por él
se me apoderó. Sin finalizar el desayuno
me volví a levantar y comenzamos a pasear como lo estamos haciendo. No sabía
cómo afrontar la situación. Me dolía hacerle daño, no es un crio que se puede recuperar
con dos achuchones con otras chicas. Me detuve le miré fijamente y creo que
captó lo que le iba a confesar. Lo noté en su expresión como cambió “papá”,
como cambió. Desde luego no se me ocurrió lanzarle las típicas escusas de nos
conocemos poco, eres demasiado mayor. Porque usted papito sabe tan bien como yo
que el amor no tiene ni edad, ni sexo, ni clases, ni ninguna de esas pendejadas
que se dicen. Fui directa, aun a sabiendas que le impactaría en su corazón. Me
acorde de aquel artículo que me emocionó profundamente sobre el primer amor. El
que titulaste puñales en mi corazón. Percibí que aquel hombre a pesar de su
edad era la primera vez que se enamoraba de verdad. Me siento mal papito me
siento mal.
Abarqué
entre mis brazos a tu tía y hablamos largo y tendido sobre el asunto. Por supuesto
que no debía sentirse culpable pero ese dolor que sentía por aquel marinero era
señal inequívoca de la grandeza de su corazón. Hablamos hasta el amanecer luego
le acompañé hasta el chiringuito y regresé a la cabaña. Al cabo de unos años él
regresó. En esa ocasión vino con la intención de pasar el mes de vacaciones
para verse con ella. Resultó que la tía se encontraba en España con su marido.
El personal que regentaba el chiringuito le indicó que si alguien podía darle
información sobre Maureen ese era yo. El caso es que se personó y le atendí en
el porche de la primera planta, tomándonos unos zumos de frutas bien frescos.
Sabía la historia porque me la contó años atrás tu tía. Le invité a los paseos
de la playa y allí hablamos con tranquilidad, con la paz que nos proporciona el
Caribe. Aquel hombre enamorado hasta la médula de tu tía le afectó mucho al
enterarse que se había casado y tenía familia. Pero se vio de inmediato la
clase de persona que era. Ante su declaración:
“Al fin y
al cabo compadre lo importante es que sea feliz. Uno está ya tan curtido de la
vida que puede consolarse solo con el recuerdo de aquellas dos jornadas”.
Nos
abrazamos como si fuéramos amigos de toda la vida y lo cierto es que personas
de esa calidad humana uno siempre se siente como si fueran de la familia.
Pasamos la
jornada juntos nos embarcamos en el catamarán y comimos en la isla de Toro en
Panamá. Luego Pedro se vino con nosotros hasta Limón pero el conducía otro
carro. Cenamos con aquel hombre en su hotel y luego le invitamos a un
espectáculo. Nos confesó que aunque tenía pagada la estancia ese mes renunciaba
a ello. Regresaba a su país para ocupar sus vacaciones entrenando la meditación
que le diera fuerzas para seguir luchando con entereza durante el resto de su
vida.
No te
puedes imaginar princesita mía la conexión tan enorme que se produjo entre los
tres. Tú ya conoces a Pedro es la bondad personificada, y ese lobo de mar se
asemejaba mucho a nosotros. Perdí su pista y lo cierto es que intenté poder contactar
con él pero por más que indagué no logré localizarlo. Pero era muy escasa la
información que disponía de esa gran persona. Tan solo que era de la India pero
habían demasiados capitán de navío. Luego otras ocupaciones hicieron perder la
posible conexión con el personaje. Pero me impactó profundamente. Muy
espiritual, muy entero. Todo un caballero.
Tal vez te
preguntes si cuando regresó tu tía le comenté algo. Pues no mi princesa no le
comenté nada. Creo que le habría preocupado y aquel personaje se fue convencido
que aquellas dos jornadas fueron su paraíso en esta vida y con seguridad su
Brahma le haría coincidir en otra vida con ella.
Ciertamente
mi princesita es una historia que solo conoces tú, en especial el segundo viaje
de él pues salvo los empleados del chiringuito que por cierto al mandármelo no
le comentaron nada a tu tía. Ramón sabes que es una tumba para ciertas cosas
que es consciente que no se deben pregonar. Nadie más la conoce. Pero en este
legado deseaba compartirlo contigo. Sé que eres una mujer inteligente y sabrás
utilizarlo cuando creas que es conveniente. Cuida a nuestra gente, cuida a todo
el mundo de buena voluntad. Cuando leas estas cuartillas procura conectar
conmigo y conversaremos en nuestra cala. En esa dimensión en la que nos
reencontramos.
Sabes que
te quiero princesa. Hasta dentro de un rato.
Ester andaba emocionada había sido un
relato del que desconocía todo totalmente, salvo ese día que comenzó a
descubrir primero por aquel lobo de mar, luego con su tía, con su madre y ahora con esa misiva que su abuelo le
había dejado como legado. Se adentró en la ducha y se dio una buena lluvia de
gotas de agua fresca. No solo cumplieron su misión de limpiar los sudores de la
jornada, refrescaron el tierno cuerpo de piel de seda y relajó su musculatura.
Con un sencillo camisón y sin ninguna otra prenda que comprimiera su cuerpo se
tumbó en la cama para viajar a esa dimensión donde le aguardaba su yayo. Seguro
que en esta ocasión su abuelo estaría impaciente por encontrarse con ella.
Luego recapacitó, que tonta soy si el abuelo no se impacientaba por nada. Había
interiorizado esa increíble frase de ese país que ocupaba un tercio de su
corazón. ¡Pura vida! Los primeros ejercicios fueron conduciendo a nuestra
jovencita a la velocidad de la luz y a través de las diferentes dimensiones del
universo hasta aterrizar en aquella cala. Esa cala, replica de la suya en la
Tierra. Junto a la palmera, si la inclinada, que en un acto de sumisión y de
reconocimiento al Caribe se inclinaba para venerar al mar de los mares. Allí
estaba ese hombre, ese espíritu de alegría, de felicidad, de ternura, de amor
sin límites hacia sus semejantes. Don Julián para el pueblo Bribri. Julián para
sus ex alumnos, su amor eterno para la yaya Anki. Su Yayo para ella. Allí
estaba con sus brazos abiertos de par en para recibir a su princesa y fundirse
en un fuerte abrazo cargado de todos los sentimientos que sentían el uno por el
otro. Y la escena se repetía, lo habían hecho cientos de veces y sin embargo no
lo percibía como algo monótono algo rutinario. La escena de tender él la mano
entrelazarla ella con su yayo, tras descalzarse y dejar el calzado sobre la
palmera para iniciar ese paseo por el linde de la playa para confesarse, para
contarse, para callar, para escuchar palabras, silencios, pausas, aves, olas y
mil sonidos que emitía aquel paraíso perdido en alguna dimensión del Universo.
El silencio de rigor, el caminar pausado y
rítmico, siguiendo los acordes que marcaban ese mar de ensueño, sus miradas
clavándose en la vegetación, en la arena, en el final de las olas. Cuando
cruzaron sus miradas, le siguieron las palabras. De inmediato Julián fue
consciente que Ester había leído la misiva del lobo de mar. Ella le relató todo
lo sucedido. Lo de Pedro no le extrañó y pensó lo mismo que ella. De no haber
podido cumplir las empresas con su cometido habría ido él personalmente a
entregárselo.
¡Qué
grande era su compadre!
Pero de que se extrañaba cualquier persona
que llegaba a conocer un poco a su nieta sería capaz de realizar cualquier cosa
por esa criatura. Su abuelo no le dijo ni puso ninguna condición, sabía
perfectamente que Ester obraría con prudencia e inteligencia. Averiguó sin
preguntarlo, lo captó, como solían adivinar montones de cosa solo con caminar
uno junto al otro, la sorpresa que preparaba. Consciente que Maureen se
emocionaría y aquel lobo de mar recargaría energías para finalizar sus días y
aguardar según sus creencias a esa reencarnación, que le tenía reservada su
Brahma, donde coincidirían.
Ester le aseguró que estaba deseando que
amaneciera para ir a ver a ese viejo capitán. Por la mañana conseguiría
información para ensayar la siguiente semana estrategias y maniobras que luego
debía emplear en la olimpiada. Por la tarde ya había quedado con su tía para
que tuviera su Skype preparado pues deseaba contactar y descubrir su sorpresa.
Por tierras de Centro América, una señora
pasando ligeramente esa edad de madurez que convierte a toda mujer en perfecta,
por su experiencia, por su inteligencia, por sus liberaciones de perjuicios y
memeces de todo tipo. Una señora, que al día siguiente cumplía esa mágica edad
de los cuarenta y…, jamás se dice la edad exacta de una mujer, esperando ese
regalo sorpresa de su sobrina, de esa sobrina famosa, más por sus gestos de
bondad, de generosidad sin límites, que por ser la próxima medalla de oro
olímpica en esa edición a punto de celebrarse. Su tía, consciente que le
sorprendería aguardaba con la paciencia de los nativos del sur de Costa Rica
esa sorpresa preparada con antelación por su sobrina y eso a pesar de estar
lejos de casa en un país extranjero, a medio camino entre sus padres y ella.
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