- CAPITULO IX -
- LA LIBERTAD -
La tarde caía lentamente mientras la silla
de ruedas permanecía inmóvil en el porche de la cabaña. Contemplaba el
relajante espectáculo del atardecer. Regalo de esas latitudes al espectador. La
pureza del aire, el silencio roto por el canto de alguna avecilla, la brisa
cálida y especialmente el sentirse fuera de aquellas cuatro paredes de la
clínica devolvieron a José la felicidad y las ganas de vivir. A muy pocos
kilómetros de allí reposaban los restos mortales de las dos mujeres de su vida.
Su mente fue invadida por infinidad de recuerdos. Sus ojos se humedecieron en
repetidas ocasiones y siempre, con ternura y cariño, Neus estaba presta a
enjugar con su pañuelo aquellas amargas gotas, de recuerdos, de vida, de
felicidad.
“Que cambio tan espectacular se ha producido
en este anciano” Pensaba mientras contemplaba a José o enjugaba sus lagrimas.
“Se le ve rebosante de felicidad, inundado por la libertad plasmada en el
paisaje”. Los pensamientos de la compasiva enfermera fueron interrumpidos por
el sonido de un motor aproximándose. Estuvo en un trís de coger la silla y
entrarla en la cabaña, pero no se atrevió a interrumpir esos momentos de
felicidad del anciano y decidió arriesgarse. El vehículo de Caterine, con ella
al volante, le tranquilizó y salió a su encuentro. Se saludaron y conversaron
en torno al viaje. Se aproximó a José con ternura y tras depositar levemente
sus labios en los de él. Comentó.
- ¿Te apetece bañarte? Mi bien.
Con las mismas muestras de afecto José
dirigió su mirada. “Dios, como se parece a su madre” pensaba mientras
acariciaba su rostro con la mirada y rompía el silencio de sus labios.
- Es un placer al que no pienso renunciar
mientras estés dispuesta a ello. El sentir la dulzura de tus manos acariciando
mi cuerpo es un paraíso al que deseo aferrarme con todas mis fuerzas.
Intentó retener sus ojos pero, el
sentimiento le pudo más que su dominio, dejó escapar esas lágrimas que trataban
de retener. Se abrazó a Caterine cargado de sentimientos, de agradecimiento, de
amor. La reacción de su único y gran amor le desarmó por completo. Se fundió
llena de pasión al hombre de sus sueños, embriagada por el placer de sentir
aquellos fuertes y cansados brazos abarcando su cintura. Se sentó sobre sus
piernas y se abandonó al placer de las
sensaciones y al calor de su cuerpo.
Desnudos y abrazados descansaban envueltos
por el agua de la bañera. Ella con sus brazos lo abarcaba por detrás y
abandonados al ambiente de ternura, sensualidad y placer permanecieron en el
baño por espacio de más de una hora.
Neus preparó la mesa en el porche de la
cabaña. Solo la luz de dos velas
proporcionaba la luminosidad necesaria para una velada romántica. No se puso
servicio. Deseaba dejarlos disfrutar de la cena en intimidad. Pero Caterine no
lo consintió, entró en la cocina y colocó un nuevo cubierto.
En torno a la mesa daban cuenta de los
alimentos preparados. Abajo, la oscuridad era casi absoluta. El lago se
dibujaba gracias a las luces de las urbanizaciones levantadas en torno a él.
Durante la cena José mostró su interés por ir al cementerio por la mañana y
rezar unas oraciones ante las tumbas de Silvia y Linda. Caterine prometió
acompañarlo. A ella también le apetecía ir, limpiarlas, adornarlas y
adecentarlas un poco.
Mientras trajinaba en la cocina poniendo en
orden lo utilizado en la cena, José paseaba con su silla de ruedas por el
porche. Neus le rogó hacerlo pero Caterine se negó en rotundo. Le invitó a irse a la cama y descansar. Había trabajando
todo el día en la casa.
Al regresar, José, al lugar de la cena,
frente a la puerta del salón, se encontró con el agradable espectáculo de Neus
quitándose la ropa para ponerse el camisón. Era una mujer encantadora, poseía
un cuerpo maravilloso y ahora lo ofrecía en todo su esplendor. Al darse cuenta
de su presencia, su reacción inmediata fue cubrir su cuerpo. Recapacitó y
prosiguió con normalidad. Al finalizar, aunque el camisón lo llevaba puesto, la
transparencia de sus telas nunca aseguraría que aquel delicado cuerpo estuviese
protegido de las vistas de extraños. Se aproximó a José y dando las buenas
noches poso sus labios en la frente del anciano. Al agacharse para besarlo
mostró todo el encanto de sus firmes y sensuales senos. José respondió al
saludo y no pudo evitar lanzarle un cumplido. Se sonrojó y con la sonrisa en
los labios se metió en la cama.
Recogida la cocina Caterine se sentó junto a
él y permanecieron unos minutos contemplando el magnífico paisaje ofrecido
desde el porche.
El sueño comenzaba a adueñarse de su cuerpo.
Comunicó a su compañera el deseo de meterse en la cama. Entraron en la
habitación y a los pocos minutos ambos se encontraban en el más profundo de los
sueños mientras sus cuerpos descansaban abrazados.
La lluvia se presentó esa mañana. Pero no
impidió acercarse al cementerio y rezar unas oraciones ante las tumbas de su
primer amor y de su mujer. Neus, decidió quedarse en la cabaña y ponerla en
orden para poder vivir un nuevo día. El coche se deslizaba lentamente entre el
torrencial de agua bañando el valle. Durante el tiempo del desplazamiento el
silencio fue el dueño de aquel espacio móvil. Andaban pensativos. Sus rostros
reflejaban la tristeza de los amargos recuerdos por el accidente.
Antes de llegar al cementerio, Caterine se
detuvo en una floristería. Adquirió varios ramos de flores y reanudó la marcha.
Ante la puerta principal del cementerio municipal de la localidad detuvo el
vehículo. Ayudó a José a bajar del coche y arrastrándole en su silla de ruedas
se detuvieron frente a la tumba. Las lágrimas hicieron su aparición. Rezaron
unas oraciones y mientras Caterine limpiaba las lapidas y las adornaba con las
flores adquiridas, José se limitó a contemplar a su encantadora amiga. “Cuanto
había llovido desde aquella primera noche cuando se encontraron en el
hospital”. Pero sus recuerdos viajaron mucho más atrás, a su mente llegaron
imágenes de su adolescencia cuando Brisite y Linda, tía y madre respectivas de
Caterine, eran dos jovencitas realizando su footing diario.
Sus recuerdos fueron sorprendidos por la
caricia tierna y dulce de Caterine invitándole a abandonar el lugar.
- Me gustaría pasear.
Comenzó rogando. Para
proseguir.
- Necesito sentir el agua, el viento, el oxígeno,
el aire de esta maravillosa ciudad. No te puedes imaginar cuanto he añorado su
falta estos últimos meses siempre encerrado en aquel agobiante hospital.
Caterine asintió encantada, los deseos de
José eran ordenes para ella, lo único que deseaba verdaderamente era poderlo
hacer feliz. Con su marido Ignacio había roto definitivamente y su trabajo lo
había abandonado por completo. Ahora tenía algo mucho más importante que la
moda, los modelos, las presentaciones, o la competencia. El amor de su vida necesitaba
su ayuda y su mayor deseo era, desde hacía muchos años, estar a su lado día y
noche.
Pasearon bajo la lluvia por espacio de dos
horas. Llegaron a empaparse, a pesar de las magnificas prendas contra la lluvia
que llevaban. Por eso, cuando le escuchó estornudar en dos ocasiones, decidió
regresar al coche y volver a casa.
En la cabaña se quitaron las ropas mojadas y
se metieron juntos en el baño para relajarse con un caliente baño con masaje
incluido.
Se
encontraban en la cocina preparando el almuerzo de ese día.
Cuando Neus sintió
curiosidad por el amor que le profesaba al anciano.
- ¿No eres familia de él? ¿Verdad?
Caterine comenzó a relatarle que su hermana
estaba cansada con un hijo suyo. Y aunque ella se había casado, del único
hombre que se había enamorado en su vida era de él.
- Pero si
te soy sincera, aunque no ocupara mi corazón, estaría el resto de mi
vida en deuda con él.
Prosiguió contándole como se conocieron,
como se volcó totalmente con su madre, y con ella cuando lo estaban pasando
verdaderamente mal. Le contó lo maravillosa que había sido su esposa y la poca
sensibilidad de sus hijos, a raíz de la muerte de su madre y de Silvia.
La sobremesa finalizó. Caterine se puso a
trabajar con unos nuevos diseños. José leía unas revistas médicas, y la joven
enfermera ojeaba unos artículos sobre el parkinson.
Llevaban unos minutos ocupados cada uno en
sus menesteres cuando Neus se levantó precipitadamente de la silla y fue a
buscar a Caterine mientras pronunciaba su nombre.
- ¿Qué ocurre?
Preguntó sobresaltada al ver lo alterada que
estaba.
- Mira lee este artículo.
Caterine leyó con detenimiento el artículo
mostrado por Neus. Era referente a la enfermedad padecida por José y de los
grandes progresos conseguidos en algunos casos. Las investigaciones eran de una
universidad estadounidense y en el quince por ciento de los casos lograron
erradicar totalmente la enfermedad.
No sé lo pensó dos segundos, cogió el
teléfono y tras las oportunas averiguaciones se puso en contacto con el jefe
del departamento de dicha universidad.
La conversación duró más de una hora y
cuando colgó el teléfono, dirigiéndose a Neus dijo:
- Prepárate, volamos a Estados Unidos en el
primer vuelo.