domingo, 11 de mayo de 2014

UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPITULO-XVI- ¡PURA VIDA!

CAPÍTULO DÉCIMO SEXTO

 


                                                ¡PURA VIDA!



   La avioneta tomaba pista con el comienzo del atardecer. El aeródromo de Puerto Jiménez recibía el último aterrizaje del día. A pie de pista un tico de la zona aguardaba con el coche de alquiler a Julián. Al haber oscurecido y no conocer la localidad le pidió que le acompañara hasta el hotel, pues solo difícilmente lo encontraría. Aceptó sin el menor pero conduciendo a su cliente hasta el recinto hostelero. La generosidad de Julián se plasmo con buena propina para ir a continuación a recepción. Pensaba pasar dos o tres días en las instalaciones hasta que pudiera planificar con algún guía su ruta por la Península de Osa. Cenó poco y sentado en la terraza de la cafetería se limitó a realizar varia respiraciones profundas para deleitarse con los sonidos de la selva que envolvían el ambiente. No había demasiada clientela y la tranquilidad reinaba en la estancia. Había contactado por teléfono con un guía de la zona que Andrea le facilitó por medio de su abuelo. Un hombre de toda su confianza y con una filosofía de la vida como sabía que le agradaba a ese profesor. Estaba cansado, no se había recuperado del todo del viaje con el centro educativo, y tuvo que realizar casi de inmediato su viaje a Costa Rica con unas once horas de vuelo. Pero llevaba más de veinte desde que salió de su casa en Donostia. Iba a abandonar el local para recogerse en la habitación cuando el ritmo de la música invadió el recinto. La actuación de un cantautor y un grupo iban a amenizar durante unas horas el ambiente de aquel lugar. Se quedó petrificado al ver al cantautor que iniciaba su trabajo. Era aquel tico que le inundó de su filosofía. Si con alguien no se hubiera imaginado encontrarse, sin lugar a dudas era ese personaje. Se acercó, se saludaron, quedando en verse a la conclusión de la actuación. Especialmente Julián estaba descolocado, no entendía nada, comprendía menos y sin embargo se alegró como si de alguien muy querido se tratase. La actuación dejaba mucho que desear. No solo la voz que desentonaba con cierta asiduidad, la guitarra que acompañaba las estrofas el artista rascaba sus cuerdas, porque tocar a eso no se le podía llamar tocar. Pero escuchó atentamente sus letras. En esos versos recitaba cantado lo que él conocía de aquel personaje. Sin duda trataba de transmitir a la gente lo que se guardaba para él o para cualquier loco como Julián que se cruzara en su camino. El contenido que portaban las letras le agradó de forma sobrecogedora. Aunque pensó que no era el lugar más apropiado para recitar cantando esos pensamientos. Si la intención era transmitir un mensaje difícilmente en un local como aquel lo iba a conseguir salvo que fueran expresamente a saborear su contenido. La gente hablaba en el local mientras comían o bebían. La música estaba de telón de fondo nadie o casi nadie prestaba atención al artista que se dejaba el alma en transmitir su mensaje. Concluida su actuación unos tímidos aplausos agradecieron su esfuerzo. Dejó la guitarra que le habían presentado y fue a sentarse junto a Julián que le esperaba con impaciencia para aclarar aquella situación fuera de lugar, al menos para la composición que se había hecho. Como no había cenado llamó al camarero para tomar nota de los deseos de aquel artista. Advirtiendo que se lo cargaran en su cuenta. Encontrándose con una nueva sorpresa,  el artista si se quedaba a cenar tenía toda la consumición que realizara completamente gratis. Pocas palabras se cruzaron mientras ingirió los alimentos.

  Tomado el café iniciaron la charla. Conocía lo suficiente al personaje manteniéndose a la expectativa con el fin de aclarar sus inquietudes, pero especialmente su situación.

 

   - Tuve una señal.

 

   Fueron sus primeras palabras, tras unos minutos de absoluto silencio. Mientras proseguía mudo y expectante. Sabía que el personaje realizaría lo mismo, tratando él por todos los medios captar, como le iban enseñando Maureen y Adriana, los mensajes a través del lenguaje corporal. Pasaron los minutos y era difícil adivinar que tramaba cada uno. Aquel extranjero había asimilado a la perfección su forma de actuar y eso que solo permanecieron unas horas allí en la selva. Lo observaba. Era muy complicado poder captar algo de ese personaje. No se había producido comunicación oral cuando tuvieron que salir a la terraza pues la cafetería la iban a cerrar. Bajo una luna reluciente y un océano de estrellas proseguían uno frente a otro estudiándose mutuamente. Abajo, a unos doscientos metros, el puerto y sus playas adyacentes. En la conversación que se mantuvo, donde cada palabra debía asimilarse para comprenderla, analizarla y traducir todos sus significados posibles, le relató que había tenido una revelación de los espíritus donde le pedían transmitir su filosofía, la de la selva, de los vegetales, de los animales que le transmitían a diario. Dar a conocer cuál era el verdadero camino de la felicidad, donde se podría encontrar y captar toda la magia que las pequeñas cosas, esas que carecían de importancia, en ellas, estaba la sabiduría del mundo, estaba la felicidad.

   En recepción le dieron una  nueva habitación. Alan, nombre del pintoresco personaje, acordó acompañarle en su aventura. Al entrar fue directo al balcón, se tumbó en la hamaca que pendía de una columna de madera y la pared para quedar profundamente dormido. La felicidad inundaba a Julián. Convencerlo para que viviera con él esas semanas iba a ser increíble. Descubrir la filosofía, la sabiduría y la magia que atesoraba la selva no se pagaba con nada. No llegó a dormir, muy temprano se puso en contacto con el guía proporcionado por su alumna, quedando en la cafetería del hotel para desayunar juntos.

   Le tendió la cantidad que habría percibido por realizar el servicio, pero aquella persona manifestaba que plata que no se ganaba no le pertenecía. Después de insistir asegurando que siempre que se comprometía con alguien, si él era quien rompía el trato, pagaba hasta el último céntimo. Posiblemente de no tener que quedar con él habría conseguido otro servicio, de ahí su insistencia para que aceptara la plata. Tras despedirse una vez conseguido que aceptara, se puso en contacto con la empresa de retacar y abonó las cantidades estipuladas al devolver el coche. Alan apareció en el comedor cuando había resuelto todo. Dejó el grueso de su equipaje en recepción para que lo enviaran a la dirección de los abuelos de Andrea.

   Unos pantalones largos, unos cortos, dos mudas de ropa interior, unas buenas botas y unas chanclas completaban su equipaje en una pequeña mochila. Sin pensarlo se lanzó a la aventura. Durante las dos primeras jornadas ni llegaron a comunicarse verbalmente. Dormían en las ramas de los árboles como si de simios se tratase, entre dos ramas y atadas con unas plantas similares a los juntos, atadas y cruzadas construyeron una plataforma a siete y hasta quince metros del suelo donde pernoctaban. Comían raíces y frutos, e incluso si había suerte pescado crudo. La primera semana se le hizo muy dura, la incomodidad para dormir, la comida, los insectos, los ruidos de la selva. Pero poco a poco fue acostumbrando y adaptando su cuerpo, pero especialmente su mente a su nueva situación. Era un hombre completamente libre, sin ataduras, sin dar cuentas a nadie, tomando lo que necesitaba para vivir. Ayudando a la naturaleza a proseguir, limpiando las veras de los ríos, o curaban a los animales que encontraban heridos. Mantenían su higiene personal en aquellas pozas cálidas y reconfortadoras, o en aquellos torrenciales ríos de agua clara y fría. Disponía de las veinticuatro horas del día para meditar. Pero que difícil era pensar. En una paz indescriptible pero con una sensación de inseguridad enorme. Era consciente que un cambio tan radical no lo podía asumir en tan escaso periodo de tiempo. Pero fue aprendiendo los diferentes modos de defenderse dentro de la selva. A descubrir e identificar los frutos que podía ingerir, o las plantas que podían curar o desinfectar una herida, o calmar el dolor. Como construir la cama en el árbol y desmontarla a la mañana siguiente para dejar todo como se lo encontraba. Hacia el final de su experiencia se dio cuenta que la libertad tampoco se encontraba fuera. Había que buscarla en uno mismo. Pues había tantos miedos, tantas trabas en nuestro cerebro que te impedían aun queriendo a comportarte con plena libertad. Los últimos tres días rogó a Alan que lo condujera hasta alguna población y allí él con lo asimilado durante esos veinte días trató de sobrevivir completamente en solitario. La verdad es que no le resulto excesivamente difícil, pero no era menos cierto que se cuidó de adentrarse demasiado en la selva. Regresó a Puerto Jiménez. Tomó habitación en el mismo hotel, de su llegada, salió de compras y regresó para tirar todos los harapos que le quedaban de su viaje y darse una ducha tradicional. Al día siguiente volaba a Alajuela y de ahí a Limón.               

   Durante los vuelos comprobó que albergaba más dudas que cuando inicio el viaje. Había sido una experiencia increíble pero no cumplió con las expectativas que esperaba. Ahora en frío pensaba si no hubiera sido mejor realizar lo planificado desde España. Pero ahora no tenía importancia, no había posibilidad de rectificación. Recordaba los malos momentos que pasó, especialmente los primeros días cuando tuvo que recurrir a las plantas medicinales para rebajar el hinchazón provocado por los insectos, arácnidos, plantas, mil y un ser vivo más que hacía reaccionar a su organismo. Tuvo fiebre y las plantas aliviaron las altas temperaturas. Ahora volvía a recapitular que tuvo suerte al encontrarse con Alan de lo contrario de haberse metido él solo por la selva en esos momentos no lo podría contar. Se llenó del saber de aquel nativo. A sus alumnos siempre les decía que para adquirir conocimientos lo mejor era vaciarse como niños para absorber toda  la información. Desde luego él entró en la selva con esa mentalidad y en esos momentos se daba cuenta de lo ignorante que era el ser humano fuera de su círculo. Se replanteaba la forma de enseñanza, los métodos y las directrices que se daban en educación. Toda aquella bola de normas, de horarios, de sistematización de la enseñanza, de libros determinados.

 

   ¿No iba todo encaminado a un objetivo concreto? ¿A un objetivo que dependiendo de los intereses de unos y otros trataban de hacer una sociedad a sus intereses? ¿Por dónde andaba la educación integral?

 

   Esas dos maravillosas palabras que llenaban la boca a las direcciones escolares, a los directores, a los padres, a los profesores.

 

   ¿Pero había interés en llevar a cabo esa intención? ¿Cómo podíamos ser tan falsos?

 

   Una educación estructurada, con horarios y con obligación de determinados libros solo conducía a una determinada filosofía.

 

  ¿Pero de quien?

  Su llegada al aeródromo de Limón le sacó de sus conjeturas. Descendió del aparato y un empleado de raza negra le tenía preparado su vehículo de alquiler. Rellenó los formularios necesarios, firmó los documentos exigidos y en el carro se puso rumbo a Puerto Viejo. Una semana de relax, de comodidades casi occidentales, eso sí, compartiendo vida con la familia de Andrea. Sabía que amen de sus abuelos y tíos su padre también iba a estar por esas fechas. Llevaba la idea de adquirir alguna propiedad por esa zona. Pues después de sus primeras valoraciones lo que tenía claro es que dormiría bajo techo y lo más protegido posible de los animalitos chupa sangres. Sería ideal comprarles el terreno y la cabaña a los abuelos de Andrea. En esos días se lo propondría. Se deslizaba, bueno miento botaba, por ese asfalto acribillado a baches siguiendo con sus reflexiones. El puesto de la guardia nacional a uno y otro lado de la carretera. Circuló lentamente y ante la señal de los policías de proseguir continuo su viaje. Había pasado Cahuita y solo le faltaban escasos kilómetros para toparse con el chiringuito de Maureen. Detuvo el vehículo ajustándolo lo más posible al borde de la carretera y al descender del carro y dirigirse hacia el puesto, le vio, dejó a los turistas que solicitaban un servicio con la palabra en los labios y se lanzó a sus brazos como chiquilla que se encuentra con su padre después de mucho tiempo. Sabía que iba a ir pero esas cosas que cuando menos piensas en alguien a quien deseas ver te sorprende en el momento que no estabas pensando en esa persona. No lo soltaba besaba su frente sus mejillas hizo aman de posarlos en sus labios pero en su primer intento le separó tomó sus dos manos y le lanzó uno de sus clásicos piropos a las adolescentes. Saltaba daba vueltas en su en rededor, se volvía a abrazar a su espalda a su costado de frente. Julián le suplicó que atendiera a su clientela tendrían tiempo de abrazos, de charlas, de achuchones, de contarse las mil y una historia que les había sucedido desde el ultimo día que hablaron por el Skype, hacia tan solo tres semanas. Pues el mismo día que partía hacia Costa Rica hablaron. Quería cerrar el negocio e irse con él al encuentro de su amiga pero se lo impidió. La hora del almuerzo estaba cercana y le prometió que comería con ella en el chiringuito. Eso sí, invitaba él. La felicidad inundaba el alma y el corazón de aquella adolescente. Atendió al personal que se había aglomerado mientras no paraba de sonreír y comentar. Por fin la afluencia de público fue bajando progresivamente. Julián había preparado una mesa con dos sillas e iba completando la mesa. Ella aprovechaba las pausas para preparar una buena comida.

   Se sentaron con todo dispuesto, los platos, cubiertos, vasos, pan, agua, el primer plato y el resto, acoplado en una mesa contigua. Unas veces se levantaba ella otras él y atendían al escaso público que en esas dos horas que emplearon para comer. Iba a marcharse pero le rogó que se quedara hasta el cierre quedaban dos horas para platicar antes del cierre. Luego recogería sus cosas de casa para instalarse con ellos en la cabaña. Estaba muy cansado y deseaba como nadie una buena ducha, cambio de ropa y tumbarse en la hamaca del pórtico para disfrutar del slogan de Costa Rica “Pura Vida”. Pero su expresión le hizo desistir y aceptó su propuesta. Durante la plática le contó la experiencia que había vivido así como le relató sus intenciones. Maureen se alegró que se cruzara con aquel “loco” de lo contrario no le habría vuelto a ver vivo. No llegaba a entender como una persona con esa cultura y ese mundo fuera capaz de cometer tal locura. Pero cuando le relataba los momentos buenos, la envidia sana le corroía. Como le hubiera gustado compartir aquella aventura con su amiga Andrea y Julián.         

 

   - ¿Sabe don Julián?

 

   Lanzó la interrogación a su interlocutor y a su respuesta añadió llena de orgullo, de expectativas, de deseos de ver la reacción de su maestro.

 

   -Me saque la secundaria y este curso he comenzado el bachiller.

 

   Se quedó perplejo, lo habían hablado en multitud de ocasiones el verano pasado, pero durante el curso en sus charlas por el Skype guardó el secreto hasta ese día. Se levantó le hizo levantarse para abrazarle con un cariño paternal que provocaron las lagrimas en aquel maduro personaje. Sin duda no había perdido ese poder de convicción para que los jóvenes lucharan por conseguir su puesto en la sociedad. Pero que fueran ellos los que anhelaran una u otra cosa, sin intermediarios, sin presiones, escuchando, reflexionando, criticando para ser ellos los que al final tomaran su decisión. Siempre les hablaba de la importancia de no tomar un camino que no les convenciera aunque se lo aconsejara la persona que mas apreciaban. Porque luego se arrepentirían y la solución sería prácticamente nula.

 

   - ¿Estás contenta? ¿No lo habrás hecho por lo que comentado este verano?

 

   Seria se levanto y tal y como estaba su maestro se abrazó a su cuello. Mientras le tranquilizaba diciendo que si se había matriculado en bachiller era por algo.

 

  - El Señor me permitió cruzarme con usted pera descubrir mi camino a seguir. Quiero ser médico. Y pienso entregarme en cuerpo y en alma en ello.

 

   Aquella criatura comenzó a vaciarse con su compañero, su padre, su amigo, su maestro, su guía espiritual, su todo. Si Andrea no estuviera locamente enamorada de aquel hombre lucharía hasta el fin por conseguirlo. En la conversación le expresó las dificultades para mantenerse y seguir llevando el negocio. Le confesó que los abuelos de Andrea le propusieron que vendiera el chiringuito, ellos le acogían en la familia. Pero no quería una autopista para llegar a donde se había propuesto. Era consciente que esas carreteras destruían demasiadas cosas. Aprovechó su confesión para proponerle una vía intermedia. Ni la selva sin camino, había comprobado en su propia piel lo duro que era, ni la autopista que en ocasiones te adormilabas y llega el accidente.

 

   - Asóciate con alguien que lleve el negocio, con el cincuenta por ciento y con un trabajo que te propongo podrás estudiar sin problemas.

 

   La idea no era mala, pero se preguntaba en qué consistía ese trabajo. Entonces le confesó sus intenciones de adquirir un terreno y construirse una casa. Al estar el lejos casi todo el año ella se dedicaría a cuidar y mantener la casa en condiciones para cuando regresara. Pudiéndose quedar a vivir allí. Con lo que sacara del negocio y el sueldo que tenía previsto para que alguien se ocupara de su vivienda le resultaría suficiente para poder estudiar y vivir. Maureen permanecía con los cinco sentidos en la propuesta de su ídolo. Aquello sería genial. Tendría una vivienda y un sueldo a cambio de conservar la propiedad para estar habitada en todo momento. Le hizo jurar a que esas eran sus intenciones.

 

   - Es más pasan por ver si los abuelos de Andrea me venden los terrenos y la cabaña de la cala.

 

   Aquella casa ere el sueño de Maureen y ahora aquel hombre le presentaba en bandeja de plata los sueños de su vida. Se paró un poco, le abrazó y mientras se recreaba en aquel conservado hombre le dijo en voz baja al oído

 

   - Espero que todo sea así. Pero necesito meditarlo. ¿Te importa?

 

   La sonrisa de ese hombre se mostró en todo su esplendor, Esa adolescente era excesivamente madura. Y estaba convencido que no había dicho sí sin pensarlo por su amiga. Si a Andrea no le parecía bien ella no lo aceptaría. Volvió a sonreír ya iba siendo capaz de leer el lenguaje corporal y en esa situación se percató hasta que punto.

   Maureen descendió del vehículo para llamar a la puerta. Andrea y su padre se extrañaron pues siempre aparecía por la playa. Abrieron con el automático la verja de entrada y el vehículo con sus ocupantes penetraron por el camino de la selva. En el pórtico inferior aguardaba Andrea. Su asombro al ver el carro fue grande pero al comprobar la presencia de  Julián se lanzó como una poseída a sus brazos. Maureen se unió a los dos y abrazados se desplazaban a saltos y giros.

   Recordaba el triunfo en el partido de Vóley playa en sus primeros días con aquel maestro. Cuando Maureen le relató que habían estado juntos a escasamente un kilómetro de ella durante cuatro horas casi mata a su amiga. Pero el tono era de juego, de envidia sana hacia su amiga, su compañera. Prácticamente una hermana pues así vivieron muchos años, hasta que quiso independizarse y hacerse cargo del chiringuito. Pero tampoco se dejaron de ver hasta que Andrea tuvo que marchar hacia España y los dos años que su hermana llevaba allí, no dejaba de comunicarse por Internet. El Skype les proporcionaba ese contacto audio visual que tanto necesitaban.