jueves, 18 de diciembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO SEXTO. PREPARANDO LA PRIMERA COMPETICIÓN

CAPITULO SEXTO PREPARANDO LA PRIMERA COMPETICIÓN

 

 

   Ester salía todos los días a navegar en su flamante embarcación. Llegó a salir con la mar excesivamente peligrosa, pero tanto la patrullera policial de Puerto como el compadre de Julián velaron por la seguridad de aquella intrépida navegante. Una de las jornadas con mayor dificultad Julián se quedó en la cabaña con el matrimonio para navegar, pero esta vez lo hizo por Internet. Se encontró con el anuncio de una competición internacional hasta diecisiete años de la clase Laser en aguas de Cancún. De inmediato siguió buscando información sobre contactos, inscripciones, condiciones y demás detalles para poder apuntar a su pequeña en la prueba. La primera dificultad la encontró con la edad. La categoría inferior abarcaba de los doce a los dieciséis años. La señorita que le atendió le aseguró que las edades eran esas y que no se hacían excepciones. Preguntó por el promotor y organización del evento y le rogó que le entregara sus datos. Deseaba hablar personalmente con él. Cuando aquella joven leyó el historial de aquel anciano de inmediato pasó a la secretaría del organizador la información recibida. No había regresado Ester de su salida cuando personalmente le telefoneaba el personaje. No era otro que el hijo de uno de los componentes del equipo de los Estados Unidos que compitió en la olimpiada de Múnich allá por los años mil novecientos setenta y dos. Su amabilidad con aquel anciano le sorprendió al mismo Julián, preguntó por su padre pero había fallecido hacia más de una década. Cuanto había oído hablar de esa pareja de españoles a su padre. Todo el mundo de la vela admiraba a la pareja española. Le confesó que todos sus contrincantes solo esperaban una mala suerte de su embarcación para poder arrebatarles el triunfo. Asegurando que su padre logró el oro olímpico en la siguiente olimpiada en Montreal. Nunca llegó a explicarse el porqué no siguió compitiendo si era muy joven. Cuantas historias, cuantos comentarios poniéndole en un altar a ese vasco de Donostia que de no haberse retirado habría acaparado no menos de tres olimpiadas. Estuvo hablando más de una hora, había leído su biografía, sus escritos sobre vela y era alguien al que veneraba. Cuando Julián le expuso el motivo de su llamada de inmediato le comentó que estaba resuelto. Deseaba conocer a esa niña. Si se andaba entrenando con él, sin duda sería el primero en ver ganar a una campeona olímpica. No daba crédito a las atenciones de aquel personaje. Le ofreció su mansión para la estancia de toda la familia que acompañara a la pequeña. El periodo de estancia también lo decidían ellos. Era un honor para su familia y para él poder atender a su persona.

   La conversación prosiguió y aseguró que se desplazarían sus hijos, su nieta y por supuesto él. La competición se celebraba en la última semana que les quedaba de vacaciones. Fijaron fecha y hora. Todo estaba resuelto enviaría al aeropuerto personal para recogerlos y conducirlos hasta su casa y la organización se harían cargo de la embarcación para llevarla al puerto de salida para la regata. Julián se quedó atónito, no quiso cobrar la inscripción era su invitado y todo lo tenían pagado. El lunes tras el último día regresaban directamente a España pues las vacaciones de sus hijos finalizaban y él convivía con ellos. Le aseguró que si deseaba él permanecer mas días no había el menor inconveniente. Era un privilegio tenerlo en su hogar y le aseguró que sería el invitado de honor del trofeo internacional. El alcalde de Cancún lo entendería pues eran buenos amigos.

   Andrea pasaba de vez en cuando junto a Julián y estaba asombrada que su papito aguantará tanto al teléfono. No era santo de su devoción y con esa conversación llevaba cerca de dos horas. Cuando finalizó comentó en tono irónico

 

    - Papá, ya me contaras quien era ella. Creo que nunca en mi vida te he visto más de cinco minutos al teléfono

 

   Le fue explicando el motivo y como los había involucrado, comprometiendo a toda la familia. Por su nieta era capaz hasta hacerle pasar más de dos horas al teléfono. Cuando le alentó a que lo hablara con Greet le aseguró que sabía muy bien que cualquier decisión que él tomara era dogma en aquella casa. Se dieron un par de besos para buscar a su esposo y ponerle al tanto de los planes de la familia. Quedaba una semana escasa para volar a México. Julián pretendía estar al menos tres días antes de la competición para que su pequeña pudiera tomar contacto con aquellas aguas.

   Al llegar Ester a la cabaña, venía insultante de alegría, había salvado esa jornada, de una dificultad manifiesta, pues la mar andaba enfurecida. El compadre de Julián que salió con la embarcación de recreo de gran cilindrada se quedó pasmado con la capacidad de navegación de aquel microbio, como supo poner la embarcación en todo momento para salvar las situaciones complicadas que se le fueron presentando una tras otra. Ni un solo fallo y todas las decisiones correctas. Llegó a pensar que de haber manejado él aquella embarcación habría volteado irremisiblemente. Julián dejó en manos de los padres la comunicación del viaje a Cancún. Cuando la pequeña escuchó se quedó pálida, le faltaba mucho para conocer bien la embarcación pero al escuchar a su abuelo

 

    Es un reto. ¿No te atreves?

 

   No hubo necesidad de nada más, se iba a su habitación para conocer por medio de internet la meteorología que se esperaba para esas fechas en esa zona de México, así como buscar fueros de navegantes de la zona. Julián sonrió estaba convencido que a pesar de su corta edad y de competir con navegantes de varios países, algunos con años en el mar, aquella criatura les daría una lección de cómo se regatea en la alta competición. Nunca había participado en una regata, nunca había llevado una nave en competición. Iba a ser un reto mucho mayor que el padecido ese día. Pero una de las cosas que le caracterizaba era que se atrevía hasta con lo imposible.

   A la mañana siguiente se pasó la mañana preguntando a su abuelo. Él era un experto en eso de competir y no había dejado de navegar. A sus casi noventa años aun y a pesar de su estado se atrevía con su catamarán, con ayuda por supuesto, pero a los mandos de la nave era insuperable. Le confirmó que no conocía ese tipo de casco, era muy ligero y los errores con viento aumentaban la dificultad considerablemente. Pero los dos entrenarían esa semana que les quedaba hasta la prueba.

    No recordaba una semana tan intensa, solos los meses previos a la olimpiada se podían comparar. Vivió disfrutando todas esas horas en la mar. Le pedía consejo pero como siempre era quien debía decidir, luego en la cabaña analizaban toda la jornada y tomaba buena nota de lo que hablaban. Sabía muy bien la filosofía de su abuelo.

 

   “Para alcanzar algo hay que cometer errores, pues de ellos se aprende mucho más que de los aciertos”

 

  Ester andaba algo nerviosa, pero muy ilusionada. Los retos le hacían más fuerte y al igual que su abuelo le gustaba las cosas con tiempo. Llevaba muchas horas de prácticas, a pesar de su corta edad, pero sobre todo disfrutaba con ello. Durante esa semana Julián le llegó a decir que si no le apetecía salir algún día pues lo dejaban, descansar un día no iría mal. Pero sabía que al igual que a él si les hubieran permitido navegar por la noche también habría salido con la embarcación.

   Por fin llegó el día de la partida. La noche anterior su embarcación era transportada por una empresa hasta Cancún. La primera jornada no tendría su barco y se dedicaría de lleno a investigar, a informarse, a estudiar a los contrincantes todo lo que le permitieran, las personas, los espacios, los tiempos. Cuando su avión aterrizaba en el aeropuerto a pie de avión les esperaban las autoridades aduaneras en compañía del anfitrión. Entregaros sus pasaportes y en coches oficiales fueron conducidos hasta la entrada principal del aeropuerto. Al llegar, sus documentos estaban en regla, pasaron a los vehículos que había desplazado aquel personaje. Estaba insultante de felicidad. Conocer personalmente a Julián era algo increíble. Parecía esos adolescentes que acuden a la llegada de sus astros y eso que el personaje ya contaba con seis décadas y algún añito más. Todo fueron atenciones. Los acoplaron en la casa principal de un rancho propiedad de aquel personaje y tras el aseo y el descanso reglamentario bajaron a comer con la familia. Un nieto del anfitrión se brindó para acompañar a Ester por la zona para visitarla, atendiendo a cualquier información que le solicitara. Contaba con dieciséis años pero ya conducía su flamante Chevrolet deportivo. Él también competiría en la misma categoría que aquella jovencísima criatura. Era un muchacho muy equilibrado y después de lo escuchado por su abuelo no se atrevió a mostrar la mínima superioridad sobre aquella joven. Durante el trayecto le contó que también participaba el hijo de un importante jeque árabe, de nacionalidad norteamericana. Un fanfarrón, pero que estaba ganando las ultimas regatas. Había intentado ganarle y en un par de ocasiones casi lo logró, pero siempre sacaba de la chistera algo que lo relegaba a la segunda posición. Con seguridad en sí misma pero sin la menor muestra de superioridad le comentó que sería su primera competición, por lo que no sabía muy bien cuál sería su rendimiento. Ahora sí, pondría todo su saber en lograr lo imposible. Solo así se consigue el triunfo. El muchacho sonrió, su pensar era el de una persona madura. Se asombró cuando comenzó su trabajo en tierra, como le confesó. Pero mucho más que le permitiera escuchar y no solo eso le informaba de cada cosa que hacía y el porqué. Cuando se detuvieron a merendar alucinaba.  Con nueve años y esa mentalidad competitiva. Sin duda el sello de su abuelo estaba en su sangre. Allí le relató que todos los que participaban debían firmar una clausula por la que aceptaban la participación de una niña fuera del margen de edad, en concreto con nueve años.

    Recuerdo que la semana pasada cuando llegó Adel, nombre del muchacho árabe hijo de un importante jeque, firmó la clausula riendo y mofándose de la tontería que suponía firmar aquel documento. La pobre niña lo que debería hacer era jugar con sus muñecas.      

    Aborreció la superioridad de aquel muchacho. También era cierto que le había ganado todas las partidas, pero había sido educado en el respeto a todo ser viviente y mucho más en la competición uno se podía encontrar con sorpresas. Ester sonreía ante las palabras de aquel muchacho.

 

     ¿Sabes una cosa Ester?

 

  No esperó respuesta para añadir de inmediato.

 

      ¿Cómo me gustaría que le mojaras la oreja a ese prepotente?

 

   Con esa expresión inocente y dulce le respondió

 

    Lo que más le importaba en esos momentos no era su resultado, iba a ser su primera competición. Ya había logrado su objetivo. Competir en una categoría superior. Después de lo relatado le gustaría que su anfitrión quedara delante de ese cretino. Se aproximó a la chica y deposito un par de besos en sus mejillas. Llegó a sonrojarse pero la conversación se reanudo de inmediato y prosiguieron informándose. Fueron a los puertos pesqueros, con la gente más humilde del lugar. Ahí era donde se lograba las mejores informaciones. Esa gente se debía jugar la vida casi a diario y por lo tanto los mejores conocedores de las situaciones de la mar. Jamás llegó a pensar que se pudiera recoger tanta información. Al preguntarle si tenía la embarcación cerca, al afirmarlo, le rogó embarcar. Lo hicieron en una lancha rápida, les acompañó un muchacho de último pueblo de pescadores donde se dejaron caer para informarse y el muchacho les condujo a la zona de regatas. Ella se interesó por la ruta que tomaban las bandas de peces y quiso que le especificara las diferentes clases. Robert, el muchacho anfitrión muerto de curiosidad le preguntó el porqué de ese interés y de inmediato volvió a absorber una gran cantidad de información en la que jamás hubiera pensado que se podía extraer para una regata. Aquella muchacha parecía un pescador anciano que conocía todas las posibilidades de la mar.

   Llegaron al rancho y el joven no paró de comentar con su familia lo increíble que era esa muchacha. Estaba seguro que les iba a dar un repaso a todos.

 

    A todos menos a ti. Hay que luchar por lo imposible

 

   El tono irónico hizo sonreír a todos los presentes. Su abuelo le comentó que sin duda venía alucinado por aquella mujercita, pero él había pasado la mejor tarde de toda su vida. Conversar con aquel personaje era todo un máster al máximo nivel universitario.