domingo, 19 de mayo de 2013

TRES AÑOS EN EL LABERINTO. CAPITULO XIV- UNA VISITA INESPERADA


            
                                   - UNA VISITA INESPERADA  -

   Infinidad de cadenas de televisión y emisoras de radio quisieron contactar con José pero no estaba dispuesto a que perturbaran su vida cotidiana. Le quedaba mucho por investigar y trabajar como para perder el tiempo con programas sensacionalistas. Le llegaron a ofrecer una verdadera fortuna por su presencia en una emisora de televisión, pero se negó en rotundo.
   De nuevo a la rutina diaria. Marie, había percibido un cambió en “su hijo” seguía siendo atento y cariñoso con ella, pero también había notado que era algo más distante. Le hubiera gustado conversar con él del tema. De hecho tanteó en más de una ocasión pero comprobó que él no quería tocarlo. No comprendía el porqué de ese cambio pero aceptó la nueva actitud de José. Tal vez con el tiempo pudieran conversar sobre todo lo que le inquietaba. Sé encontraba muy cansada, la edad había hecho mella en su castigado cuerpo y sentía que la vida se le iba. Deseaba con todas las fuerzas de su corazón que aquel hombre recuperase su pasado, lo adoraba. Nunca se pudo imaginar que ese personaje llagase a calar tan profundamente en su corazón.
   Se había enterado por Bernard y Gerardo que estaba enamorado de su propia esposa y rezaba para que Amparo, si él no conseguía recordar su pasado, correspondiera a ese amor. No había día que no le diera vueltas a la cabeza y las lagrimas florecían con una facilidad increíble y eso que Marie siempre había sido una mujer fuerte.
   Era viernes, “su hijo” se encontraba en Signone entrenando a sus pequeños, cuando el servicio le avisó pasando a continuación la visita al salón. Al entrar por la puerta su rostro se inundó de felicidad al tiempo que sus lágrimas florecían perturbando su visión. Se abrazó a ella como si de su hija se tratase y no la viera desde hacía tiempo.
   - ¡Amparo!
   Tan solo se escuchó el nombre de la visita. Abrazada a ella lloraba de felicidad. Sorprendida y algo cortada se abrazó a la anciana y le acariciaba con tal ternura que Marie sintió el cariño de una hija hacía su madre.
   Se sentaron en el tresillo mientras, Amparo, trataba de calmar la emoción de la anciana. Cuando las cosas se serenaron un poco comentó, que había decidido visitar el complejo deportivo e intercambiar y contrastar con su hijo algunas cosas sobre el mismo.
   - ¿Dónde tienes el equipaje?
   Le interrumpió Marie. Cuando le comentó que se había instalado en un hotel. Le cogió de la mano, avisó a su ch
Ófer y fueron hasta el lugar, anularon la reserva, abonando Marie la cantidad de un día de estancia. Mando a su chófer que cogiera el equipaje de la señora y de nuevo regresaron a casa. La instaló en la mejor habitación de la casa y le aseguró que si otra vez se enteraba que iba a Bordeaux y no iba a casa se enfadaría con ella.
   - Esta casa es la tuya y permanecerá abierta las veinticuatro horas del día. 
   Amparo sonrió al tiempo que agradecía su ofrecimiento de todo corazón y juntas entraron en el salón para conversar. Le preguntó por sus hijos y por el complejo deportivo. Todo marchaba perfectamente. Estaban enfrascadas en la conversación cuando hizo acto de presencia José que regresaba cansado, aunque feliz, de entrenar a sus chicos. Cuando entró en el salón y se encontró cara a cara con Amparo, no podía creer esa aparición. Ella le sacó de su asombro al aproximarse y tras fundirse en un abrazó unió sus labios con él. Marie intentó contener las emociones que inundaban todo su cuerpo, pero como se dio cuenta que no sería capaz, se levantó y tras besar a “su hijo” dejó a solas a la pareja.
   - ¿Cómo tu por aquí?
   Consiguió articular por fin sus cuerdas vocales. Ella con esa sonrisa que le enloquecía argumentó.
   - La promesa de no encontrarte conmigo hasta que lo de mi marido se resolviera la hiciste tú. No yo. Y como tenía ganas de verte he aprovechado el fin de semana para escaparme sola.
   De nuevo se abrazó y el cielo se le abrió de par en par. Por un momento pensó que era otra de sus alucinaciones, pero aquel cuerpo era real, suave, dulce, cariñoso y cálido como nunca había sentido un cuerpo. Se abrazó con fuerza a ella, si bien no quiso tomar en ningún momento la iniciativa. Temía que su pasión le traicionase y pudiese cometer alguna imprudencia de la que sé arrepintiese posteriormente. Por ello dejó toda la iniciativa a su razón de vivir. No podía creer tanta dicha, contemplaba a su amor con tanta ternura con tanto cariño que sin llegar a tocarse llegó a sentir toda la pasión de su compañera. Conversaron de la marcha del complejo deportivo. Le preguntó por sus hijos. Para terminar invitándola.
   - Salgamos a cenar.
   Aceptó encantada de nuevo unieron sus labios. Amparo, fue a sus aposentos a darse una ducha y cambiarse de ropa. José que tardó en reaccionar. Deseaba deleitarse con esos momentos vividos y seguir sintiendo el calor de ese cuerpo que lo embriagaba con más rapidez que los caldos de más alta graduación. Degustaba con inmenso placer la química intercambiada en ese último beso y un agradable escalofrío recorría su cuerpo desde los dedos de los pies hasta la punta de sus orejas. Tras varios minutos, reaccionó, abandonó el salón, avisó al servicio y a su madre, que no cenarían en casa, y entró en su habitación para darse una rápida ducha y ponerse elegante para tan distinguida compañía.
   Fueron a un club privado, del que era socio. En uno de sus reservados cenaron a la luz de las velas y mientras reponían fuerzas no apartó su mirada de ella. La comida sobraba, tenía bastante con contemplar a la razón de su existencia. Tendió su mano acariciando la suya. Una dulce sonrisa acompañó al gesto mientras le rogaba.
   - Hay tiempo para todo, pero hazme el favor de cenar. Esa mira-da me pone nerviosa.
    Se disculpó. Lamentaría, en lo más profundo de su corazón, molestarla o enfadarla en esos momentos. Tomó los cubiertos y con gran esfuerzo logró retirar su mirada para iniciar la cena. Cuando Amparo tomó el café, José sabía que ese reconstituyente era imprescindible para su compañera, le cogió la mano invitándola a salir a la pista de baile. Sus cuerpos abrazados con ternura se movían con excitante lentitud. Sus mejillas se acariciaban por medio del calor que desprendían. Estaba tan enfrascado en absorber todas esas sensaciones que su cuerpo captaba, que se abandonó por completo a ese placer. Los labios de su pareja apretando el lóbulo de su oreja derecha lo desarmaron hasta tal punto que no sabía muy bien si soñaba o realmente aquello estaba pasando. Acarició con tal delicadeza la espalda de su compañera que ésta retirando sus labios de su lóbulo buscó con cierta ansiedad su boca. Ahora fundidos en aquel beso se sintió flotar. La química se encargó del resto.
   Regresaron a casa muy avanzada la noche. José le había acompañado hasta su habitación. Sus rostros mostraban el deseo y la pasión que sus cuerpos les pedían. Se miraban con tal ternura que las paredes llegaron a derretirse. Allí estaban los dos en la puerta como dos niños temerosos. Él no se atrevía a tomar la iniciativa y ella esperaba con ansiedad que se decidiera. Varios minutos permanecieron contemplándose mientras sus manos se entrelazaban nerviosas. Amparo giró sobre sus pies, pero sin soltar las manos de su pareja, entró en la habitación y obligar, no diré que obligó a José a entrar pero se vieron dentro y fundidos en un abrazo. Sé quitaron la ropa y desnudos entraron en el lecho. Se abrazaron y se quedaron dormidos.
   Ninguno se podía explicar como habían sido capaces de estar abrazados y con el apasionamiento que guardaban sus cuerpos no suceder nada de nada.
   La claridad del nuevo día despertó a José. Entre sus brazos tenía a la mujer de sus sueños proporcionándole todo el calor y toda la sensualidad que aquel cuerpo desnudo le transmitía. La felicidad entrecortaba su respiración. Por un momento pensó que era otra de sus alucinaciones, pero de ser cierto, con seguridad le gustaría  conservarla el mayor tiempo posible. No daba crédito a lo que le estaba sucediendo. Contemplaba su  rostro, suave, dulce y excitántemente femenino. De pronto, al abrir sus ojos, le deslumbró el verdor de su mirada.  Sonrió mientras aproximaba sus labios con dulzura. Un instante duró aquel contacto, que le llenó de placer, de sensualidad, de cariño. Al tiempo que sus oídos sentían el cálido tono de su voz. 
   - Gracias por portarte como un caballero. Eres encantador, adorable. Hacía tiempo que no dormía tan maravillosamente bien como esta noche.
    José se había concentrado deseaba captar todas esas sensaciones que su cuerpo le ofrecía, al sentir el calor de ese cuerpo desnudo abrazado al suyo. Cerró sus ojos con la única intención de captar a través de sus otros sentidos hasta la mínima sensación que pudiera captar. Le hubiera gustado permanecer así el resto de su vida. Pero como todo lo bueno, tenía que finalizar. Abandonó la alcoba para ir a su habitación, darse una ducha y vestirse para ir a desayunar. Cuando salió, ella entró en el baño, llenó la bañera y se relajó con un buen baño caliente. Conectó el jacuzzi que disponía la bañera y se dejó acariciar por las burbujas a presión. Cerró los ojos y recordó a su esposo. No había sucedido nada entre los dos pero sé sentía algo culpable por haberle permitido entrar en su habitación. Luego, tratando de disculparse recapacitó. “Pienso que Paco lo comprendería era tan maravilloso” Fue pensar esa frase cuando sintió que sus ojos se nublaban y las lagrima acudían a su rostro. De pronto sonrió pensó en José y se estremecía al comprobar el dominio que había tenido. Sabía lo enamorado que estaba de ella. Era consciente de lo mucho que le amaba y deseaba. Su pasión, por su persona, superaba todo. Se había comportado con una exquisitez difícil de igualar. Recordaba su dulzura y la sonrisa se dibujó de nuevo. No era muy apasionada  pero las sensaciones que aquel personaje le había transmitido a lo largo de esa jornada le habían hecho sentirse enormemente feliz. No recordaba un momento tan agradable como el que había vivido esas últimas horas.
   Tardó más de una hora en salir al comedor para desayunar. Allí sentado en la mesa le esperaba pacientemente aquel encantador amigo. Se disculpó por su tardanza y José avisó al servicio para que sirvieran el desayuno. Lo hicieron ellos solos. Marie ya lo había hecho y estaba paseando por el jardín cuidando las plantas y flores. Su hobby preferido. Cuando vio salir por la puerta a “su hijo” de la mano de Amparo la felicidad inundó su cuerpo. Era consciente que pasaron la noche en el mismo lecho, pues al entrar en la habitación para darle los buenos días pudo comprobar que la cama estaba impecáblemente hecha. Tomó la iniciativa y se acercó hacía ellos. Se abrazó en primer lugar a su invitada y la dicha que inundaba su cansado cuerpo le hizo rejuvenecer varios años. Luego abrazó a su hijo e intercambió una sonrisa picara con él.
   Marie estaba abonada al palacio de la música de Bordeaux, poseía uno de los mejores palcos de la sala e invitó a la pareja a asistir a una audición de música que se daba esa mañana. Amparo aceptó encantada y aunque a José le hubiera gustado perderse a solas con ella al observar el entusiasmo que su amor ponía aceptó encantado.
   Se arreglaron y en el coche de Marie, con su chófer al volante partieron con destino al palacio de la música. Acoplados en el palco ella se sentó junto a Marie y José. La anciana esbozó una sonrisa al comprobar como “su hijo” tomaba la mano de aquella mujer con una delicadeza y dulzura que le hicieron sentir a ella esa sensación indescriptible que se experimenta cuando la persona amada muestra su ternura y cariño hacía una.
   Fue una interpretación fuera de lo corriente. Consiguieron que el público se levantara de sus asientos a lo largo de la representación de esas piezas musicales.
   Salían comentando lo emocionadas que se había sentido con aquella increíble audición. Cuando José, dirigiéndose a Amparo, le invitó a comer fuera de casa, se encontró con la sorpresa, su madre se le había adelantado y tenía reservada mesa en “Estéfano”. El mejor restaurante de todo Bordeaux. Al comprobar la  expresión de” su hijo se arrepintió de su torpeza y quiso rectificar pero Amparo no lo consintió. José comenzaba a atraerle demasiado como para quedarse a solas los dos por mucho rato.
   Al regresar a casa, tras aquella deliciosa comida, era tarde. José tenía partido con su equipo y como a ella no le apetecía mucho ir se quedó con Marie. Habían decidido, que tras reposar un poco, saldrían de tiendas para comprar algún detalle a sus hijos. Y aprovechar para ver si le hacía algo de lo que viese por allí.
   - Después del partido regresare a casa. No os retraséis mucho.
   Fue el comentario que hizo mientras abandonaba la casa dispuesto a pelear con sus pequeños.
   Aunque intentó concentrarse en lo que estaba haciendo le resultó imposible. Sus pensamientos estaban con aquella mujer increíble a la que adoraba y veneraba hasta tal punto de perder la noción de todo cuando se encontraba lejos de ella. Estaba tan fuera de lugar que hasta los pequeños lo notaron y el más lanzado  le hizo la observación.
   - ¡Macho! Tú estas muy lejos de aquí. ¿Té pasa algo José?
   Se disculpó pero el pequeño estaba en lo cierto. Aunque físicamente estaba con ellos su mente, sus pensamientos, sus anhelos, esperanzas y deseos estaban lejos de aquel lugar. En concreto junto a la persona amada.  
   El inicio del partido le permitió regresar un poco, sus chicos movían la pelota con una soltura y una rapidez que sorprendieron al entrenador del equipo contrario. No había transcurrido más de diez minutos cuando el Signone ganaba por un contundente cuatro a cero. Estaba claro que ese partido no se les podía escapar de las manos. Eran muy superiores y aunque su entrenador no estuviese ese día muy centrado, tampoco hubo necesidad de sus intervenciones.
   Marie y Amparo pasaron una tarde deliciosa, se entretuvieron en todas las tiendas que encontraron a su paso y ella pudo comprar algún detalle para sus hijos. Iban a regresar cuando Marie le comentó que deseaba hacerle un regalo. Ella no quería que se molestara. Bastantes atenciones habían tenido, pero ante la insistencia claudicó y aceptó acompañarle. Entraron en uno de los salones de moda más conocidos de la ciudad. Durante varios minutos mantuvo una conversación con la encargada del local. Al finalizar el diálogo con aquella persona. Les rogaron que pasaran a una sala. Habían improvisado un pase de modelos exclusivamente para ellas. Una vez acomodadas en sus asientos. Marie le comentó.
   - Permanece a la expectativa, en el momento que creas que algo de lo que pasen te puede hacer papel, dímelo sin titubear. Deseo hacerte un regalo. Eres la hija que siempre me hubiera gustado tener.                                               
   Un encantador traje de noche, negro muy sencillo pero de una clase envidiable fue el elegido. Cuando se lo puso, le caía increíblemente bien. Parecía que la diseñadora le hubiera ideado pensando en ella. Estaba encantadora, realzaba su maravillosa figura y Marie abrazándose a ella le lanzó un cumplido.
   - Lo cierto es que, con esa figura, lo que te pongas te tiene que caer bien.
  Amparo le tendió la mano y ambas entraron en el probador para cambiarse de ropa y seguir conversando.
   Salieron abrazadas y tras unos minutos en la entrada de aquella tienda para que le preparasen el vestido y liquidar la cuenta. Abandonaron el local dispuestas a regresar a casa.