viernes, 30 de septiembre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 16 EL EFUGIO

- CAPITULO - XVI -

- EL EFUGIO -

Esa noche era especial, la magia flotaba en la cala, y los veintidós grados escoltados por una ligera brisa, arropaban a Gonzalo. Presintió el alma de su mujer entrando en Negrita. Confirmándoselo en cada mirada, pero especialmente cuando sus labios se rasgaban regalando esa sonrisa, indescriptible con palabras, pero que le ahogaba de felicidad. En uno de los múltiples cruces de mirada, ella le tendió la mano invitándole a un paseo por la playa. El ambiente incomparable de esa noche, era ideal. El firmamento raso ofrecía un cuadro cargado de pequeños puntos de luz.

Destacando, por su tamaño, la corona de una luna que invitaba, a captar sensaciones, a soñar andando o a percibir la magia de Puerto Viejo, mientras la digestión, marcada por los procesos fisiológicos, iba haciendo camino. Se dejó llevar.

Esos paseos, de los últimos días, junto a esa carga de juventud le animaban, elevando su moral, sus ganas de vivir, pero especialmente le servían para amortiguar el dolor por la muerte de su esposa. Estaba convencido que en aquella criatura se había reencarnado el alma de su mujer para que no deambulara solo por el mundo. Notó algo especial en Negrita, intuía que una vez más volvería a la carga. Su interés para encauzar la relación que mantenía, por otros derroteros, era patente esos últimos días. Aún así aceptó encantado.

Iban cogidos de la mano por el incomparable pasillo del jardín repleto de flores y vegetación indicándoles el camino hacia otro paraíso. El Caribe. Percibía a Negrita insultante de felicidad. Sin duda algo nuevo lanzaría esa criatura por sus cuerdas vocales. Al llegar a la altura de la hamaca, ella se quitó las sandalias e invitó a Su Viejito a realizar lo propio. Abandonado el calzado bajo la hamaca el paseo se inició por el linde de la playa con los pies desnudos. Sintiendo el frescor y la humedad de la arena blanca. Mientras las caricias, suaves, refrescantes y espumosas de las olas, periódicamente bañaban sus pies. El silencio entre los dos era absoluto, percibiendo todo el encanto de la situación, del momento, del rumor de las olas al morir a sus pies.

Negrita necesitaba su tiempo para lanzarse a contarle el efugio, que llevaba masticando, desde que Gonzalo le comunicó las intenciones de su hija y Carlos. Adoptar una criatura de China. Cuando el encanto de la noche alcanzaba las cuotas más altas de tranquilidad y silencio se lanzó.

- Voy a ser madre.

Sin previo aviso. Sin mirarle a la cara, perdiendo su mirada en aquel mar caribeño, soltó la noticia. El tono de su voz, firme, dulce, sugestivo, sensual. Como siempre. Mostrando la felicidad que la noticia envolvía su alma. Gonzalo le miraba mientras ella, con la sonrisa en el rostro, seguía mirando al infinito, al horizonte. Allí donde el Caribe se unía a las estrellas. El paseo continuaba con normalidad sin detenerse.

Gonzalo aunque sorprendido no se atrevió a romper el silencio. Captó perfectamente, desde su primera palabra, que Negrita no había soltado todo lo que llevaba preparado para esa noche. Consciente de ello, aunque mil preguntas le llegaban a la mente aguardó pacientemente, dirigiendo su mirada, a la arena, a la luna, a las estrellas, a lo más bello que le rodeaba. Su Negrita. Con la sonrisa en el rostro, ordenando a sus pies colocarse uno delante del otro con la cadencia del paseo. Percibía la felicidad de su compañera, transmitida por el calor de su mano, que entrelazada a la suya le impregnaba de dulzura, de calor, de aroma, de cariño y de un amor hacía él, que le ponía los pelos de punta.

Llegaron hasta el final de la parte norte, lugar por donde solía aparecer Negrita antes de su traslado a la cabaña, sin despegar sus labios. Alegres, radiantes de felicidad, ansiosos de captar toda la magia de esa noche. La magia de Puerto. La del Caribe. La de la situación concreta del momento. A descubrir lo que aquella noche les tenía preparado a los dos. Ninguno negaban la trascendencia que iba a tener esa noche para sus vidas. Por fin a la altura de nuevo de la hamaca ella volvió a romper ese pacto implícito en el ambiente para permanecer en silencio.

- Es del “gringo”.

Ahora el rostro de Negrita se truco serio, pero con la alegría en su expresión a pesar de todo. Gonzalo giró bruscamente su mirada hacía ella.

Como deseando que le aclarase algo. Como pidiéndole que le confesara que estaba bromeando. Su rostro al contrario que el de Negrita había palidecido, e incluso llegó a sentir un mareo, del que se repuso inmediatamente. Deseaba lanzarse a preguntar sin tan siquiera esperar una respuesta, pero de nuevo optó por aguardar. Estaba claro que Negrita le iba soltando la información a cuenta gotas y si bien estaba ansioso por desvelar todo el contenido que guardaba aquella increíble joven volvió a tragarse su curiosidad y esperó. Hasta que definitivamente ella no se lanzase o le hiciera una pregunta directa no iba a despegar sus labios. Sin duda la experiencia de la edad le permitía controlar su afán por descubrir todo lo que ocultaba aún. Seguían paseando hacia la zona sur de la cala.

Ahora observaba a Negrita menos segura de si misma, mas inquieta, llegó a cruzar su mirada con la de él hasta tres veces. En su expresión preguntaba que le ocurría a Su Viejito que no reaccionaba. Pero Gonzalo se cuidó mucho de pronunciarse. Llegaron al final de la zona sur e iniciaron el regreso. Disfrutando del paseo, de la noche, pero ahora a Negrita se le notaba preocupada. Por fin cuando volvieron a pasar por la hamaca, ella tiró de su mano invitándole a sentarse sobre el artilugio colgante. Tuvieron que hacer algún equilibrio que otro para sentarse en aquella cama balanceante. Por fin sus traseros y espalda se acoplaron entre sus cuerdas. Sentados cara al mar ella decidió romper ese silencio que ahora le angustiaba. Ansiando con desesperación alguna respuesta de Su Viejito.

Aunque fuera para recriminarle.

- Lo quiero tener. Me oye, Mi Viejito. Lo quiero tener.

De nuevo el silencio, las miradas fijas en el horizonte, en el Caribe y ella deseando escuchar su voz. Pero como la situación no cambiaba volvió a la carga.

- ¿No dice nada Mi Viejito? ¿Se le ha comido la lengua algún felino?

Nueva pausa pero esta vez no se prolongó. Ella presentía que al fin Su Viejito rompería el silencio. Permanecía expectante, conteniendo la respiración, cualquier cosa que dijera Su Viejito tendría mucha importancia para ella.

- Ante todo quiero que sepa que tiene todo mi apoyo, para lo que decida o precise.

Absolutamente para lo que desee. Respetaré todas sus decisiones sin contradecirlas ni ponerles el mínimo pero. Y todo lo que esté en mi mano, siempre y cuando no rompan mis principios estoy a su disposición.

Por fin escuchaba el sonido de su voz. Tomó aire pues lo había estado conteniendo para percibir cualquier sonido emitido por él. Sabía perfectamente que tendría su apoyo incondicional pero no esperaba esa respuesta como primeras palabras. Tal vez una recriminación, una agresión verbal hacia el “gringo”. Quien sabe cualquier otro tipo de respuesta. Ahora le devolvía la piedra a su tejado y era ella quien debía aclarar todas las posibles preguntas que Su Viejito no le haría pero que por lógica cualquier persona se plantearía.

Más tranquila y segura en si misma comenzó.

- Aunque este ser.

Se llevó la mano, no ligada a Su Viejito, al vientre.

- Sea de ese individuo. Esta criatura.

De nuevo su mano en el vientre.

- No tiene ninguna culpa. Si interrumpiera su desarrollo me convertiría en una persona de la misma calaña que su padre biológico. Por eso, y es la única razón, lo deseo tener.

Se produjo de nuevo el silencio. Pero ahora el brazo de Gonzalo abarcaba su cuerpo dejándolo descansar en sus hombros. Ella le abarcó por la cintura y una ola de felicidad le cubrió desde la cabeza a los pies. Se recreo en esos momentos mágicos, encantadores, sugestivos, llenos de sensualidad, de ternura.

El cariño transmitido por Su Viejecito le cautivó. Se sentía no solo protegida sino querida y sin más, descargó cuanto llevaba reteniendo. Estaba claro que Gonzalo iba a aceptar cuanto decidiera ella.

- Esta mañana le dije al “gringo” que por culpa de la paliza que me dieron hace un mes me rompieron por dentro y no podré ser madre nunca más. Yo sabía que estaba embarazada y conocía las intenciones del “gringo”. Lleva obsesionado años en realizar la hazaña que consiguió su gran amigo don Julián. Abusar de mi madre hasta que se harto y luego violar repetidas veces a la hija de los dos. Esta servidora. El “gringo” se ha estado aprovechando de mi desde los doce años. Anteriormente don Julián comenzó cuando solo contaba cinco.

Como puede comprobar mi Viejito, mi existencia ha sido en ocasiones dura. Solo usted ha conseguido devolverme la ilusión, las ganas de vivir. Supongo que ahora comprenderá muchas cosas. Especialmente cuando, por temor a que le pudiera hacer daño decidí irme con el “gringo”. Por poner un ejemplo.

Negrita se estaba embalando. Gonzalo escuchaba mientras su interior iba acumulando rabia e impotencia. Pero especialmente estaba enfadado consigo mismo. Que estúpido había sido durante tanto tiempo. Al percibir unas lágrimas deslizándose por sus mejillas apretó a Negrita contra el pecho mientras sus labios se depositaban con todo su cariño sobre los cabellos de la joven. De nuevo fue ella la que se lanzó.

En esos momentos a Gonzalo le hubiera sido imposible pronunciar una sola palabra. La angustia, su torpeza, su asombro por todo lo relatado le tenían bloqueado.

- Ahora Mi Viejito si el “gringo” se entera que estoy embarazada aunque le encierren en la cárcel más segura del planeta se escaparía para conseguir su enfermiza obsesión y de eso Mi Viejito estoy completamente segura.

Tomó unos segundos de respiro. Su intención era convencerle de su plan, para evitar que su bebé sufriera lo que su familia había tenido que pasar. Convencida de ser la mejor solución para todos. Se acurrucó en los pectorales de su protector y como una niña saboreaba el cariño y el amor de su papá.

Detuvo su confesión por unos minutos, ansiosa de captar todas las sensaciones posibles, ante el comportamiento de Su Viejito que le acariciaba con ternura. Percibía su corazón cansado pero manteniendo su cadencia. ¡Dios! como amaba a ese hombre. Disfrutó unos minutos de las sensaciones y volvió a la carga.

- Tengo la solución. Mi Viejito. Tengo la solución. Escuche mi amor, escúcheme por favor con atención y si le es posible sin interrupción.

Gonzalo agradeció esa tregua que aquella criatura le ofertaba. Estaba muy afectado por su torpeza y se dispuso a escuchar atentamente la confesión de Negrita. Consciente que necesitaba liberar esa carga que había acumulado durante todo ese apretado día.

- Mi deseo, mi esperanza y mi salvación están en sus manos Mi Viejito. Le ruego, que cuanto antes se ponga en contacto con Anita para exponerle lo siguiente. En primer lugar que dejen de hacer gestiones para la adopción del bebé. Si aceptan mi humilde sugerencia podrán gozar de su propio niño.

Unos segundos de recreo en ese calor envolvente dulce y cariñoso de Su Viejito y prosiguió.

- Ana debe fingir un embarazo de dos meses y comentarlo con el mayor número de personas. Desde el mismo momento que acepte, buscaremos un profesional en caracterización. Proporcionando a su niña la apariencia, de las diferentes etapas del embarazo, dándole veracidad al desarrollo de su gestación.

En su evolución final entre ella y un profesional de ginecología de toda su confianza, o en su defecto alguien alejado y totalmente desconocido, que se preste por dinero a un engaño, certificará el nacimiento del bebé. Registrarlo en los juzgados como hijo de Carlos y Anita. Si conseguimos mantener el engaño el bebé será, legalmente y para toda la vida de ellos.

Gonzalo se había recuperado. Esos minutos de tregua le permitieron controlarse y pretendió apoyar con alguna frase a Negrita pero se le adelantó para rogarle paciencia y continuar con su plan.

- Mi Viejito. Cálmese mi amor. Su inquietud quedará aclarada.

Sin más dilaciones le lanzó la noticia.

- Por si no ha entendido antes. Estoy embarazada y mi plan esta construido en la esperanza que Anita y Carlos, acepten el bebé. De ser su respuesta afirmativa partiré para España cuanto antes y en algún lugar apartado me instalaré.

Permaneciendo recluida hasta el momento del parto.

Un profundo respiro salió de su boca tras escupir su plan. Pero Gonzalo sabía perfectamente que no había finalizado su relato y con la discreción que había hecho gala toda la noche esperó.

- Mi Viejecito. Dos son las razones que me impulsan a realizar lo que le he contado. La primera es el “gringo” nunca sabrá que fui madre. Ni siquiera le quedará la esperanza de ello. Pues se lo deje bien claro.

La otra razón y la más poderosa es que mi bebé tendrá unos padres imposibles de superar. Eso teniendo en cuenta que encontrara a otros. Por fin ese maleficio sobre mi familia desaparecerá y mi descendiente será completamente libre. Con una perspectiva de vida inmejorables. Luego por si todo esto fuera poco me queda la enorme satisfacción de hacer felices a una pareja que han supuesto tanto para mí. Una pareja a la que adoro y que se han convertido en la tabla de salvación para mi descendencia. Vos. Mi Viejecito. Vos.

Negrita se giró para mirarlo. Pudo comprobar como en esos cansados y azulados ojos las lágrimas se escapaban llegando a mojarle la cara. Un nudo de emoción atenazó sus músculos.

Le costaba respirar, pero se rehizo y abrazándose a su cuello poso con una dulzura estremecedora sus labios en los de él. Fue un beso sin malicia, sin pasión, pero cargado de toda la ternura que aquel cuerpo era capaz de expresar. Un poco entrecortadas las palabras Gonzalo pudo articular.

- Necesito pasear.

Cogidos de la mano se levantaron de la hamaca y volvieron a reanudar el paseo. Un vació desplazó a todas esas confesiones expresadas en la cala. Provocando una liberación de tensiones, de emociones, de dudas, de preguntas. Por fin y antes de llegar de nuevo a la zona norte Gonzalo rompió el silencio.

- Negrita si su deseo es el que ha expresado. En cuanto lleguemos a la cabaña y pueda utilizar el celular llamaré a mi pequeña para proponérselo.

Nuevas sensaciones recorrieron sus cuerpos, nuevas miradas cómplices, nuevas caricias de una mano en la otra. Al retornar por cuarta o quinta vez a la hamaca entraron en la propiedad siguiendo el camino de flores y plantas que conducía a la cabaña. En el salón, allí sobre la mesita, se encontraba su móvil. Iba a llamar cuando se detuvo y dirigiéndose a Negrita comentó.

- Mi Negrita, creo que algo tan maravilloso no se debe transmitirse por el celular. Si está de acuerdo, mi niña, le comunicaremos nuestra presencia en Madrid para exponerles y proponerles un asunto de suma importancia.

Y para tranquilizarles les diré que no se preocupen pues es un asunto que nos hará felices a todos. Negrita aceptó. “El gringo” no la localizaría nunca hasta que su bebé naciera y su secreto tan solo lo sabrían cinco o seis personas. Por Internet compró los billetes para ese día pues ya eran las dos de la madrugada. El avión partía a las trece horas quince minutos. Como debían estar al menos una hora antes les quedaban escasamente diez horas para desplazarse hasta Alajuela. Si se preparaban el equipaje y salían de inmediato llegarían sin problemas. Pues aunque intentó contratar una avioneta para trasladarse de Limón a Alajuela le fue imposible. No perdieron el tiempo. Pusieron al Negro Langostero al corriente de todo. Negrita iba a estar un año fuera de Puerto Viejo.

Era necesario buscar sustituto en el chiringuito. Gonzalo regresaría pronto pero El Negro le aseguró que no se preocupase. Él se encargaría de continuar la marcha normal. De no aceptar sus hijos la propuesta, cosa que ni la pensaba, Negrita continuaría en España hasta el parto. Gonzalo se preparó una bolsa mientras ella portaba dos enormes maletas. El Negro se ofreció a llevarles hasta el aeropuerto de Alajuela. Luego regresaría con el vehículo. El sonido del todo terreno partiendo de la cabaña se escuchó a las cinco de esa madrugada. Al volante El Negro. En los asientos posteriores Gonzalo con Negrita recostada en sus brazos y con su rostro pletórico de felicidad.

Pero al incorporarse, para dar la última mirada a su Puerto Viejo, unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. No volvería a ver su Puerto Viejo, al menos hasta transcurrir un año, y esos sentimientos provocaron esa añoranza por su tierra. Pero a pesar de ello se sentía feliz, afortunada, querida y daba gracias a los cielos por los amigos que le arropaban. Especialmente por concederle su Diosito la dicha de cruzarse con Su Viejito. El “gringo” movió a sus secuaces de Puerto Viejo para indagar sobre la historia contada por Negrita.

Le costó unos cuantos dólares pero toda la información que logró obtener, y la buscó por varias vías confirmaban lo narrado por Negrita. Una rabia indescriptible se apoderó de sus entrañas. Maldijo en voz alta a Negrita, al Negro Langostero, a don Julián, Pero no olvidó de integrar en sus maldiciones al Ángel Viejito de Puerto Viejo. Ese español, hijo de su chingada madre, le había amargado la vida desde su llegada y tarde o temprano se vengaría de ese cabrón.

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