viernes, 21 de octubre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 19 EL NACIMIENTO

- CAPITULO – XIX-

- EL NACIMIENTO -

Gonzalo, medio adormilado en el asiento del avión, repasaba esos dos años en Costa Rica. Jamás se hubiese podido imaginar, bullir ese tiempo sin su mujer con esa intensidad. Pero especialmente con esas ganas de vivir. En sus reflexiones llegó a la conclusión, que su esposa no le había dejado del todo. Seguía a su lado al reencarnase en Negrita, para animarle en su lucha en aquel rincón, y a realizar lo que mejor sabía hacer su esposo. Entregarse a los demás. La sonrisa de aquella nativa le había devuelto, a escasos días de la pérdida de Ana, las ganas de vivir. Seguro que aún seguía junto a él. Y en las noches su alma flotaba por la cala para darle calor, cariño, amor y fuerzas para seguir con aquella labor.

No había parado en ese tiempo de moverse, de pescar, de nadar y compartir. Si ella hubiera seguido a su lado ningún otro momento de su vida habría superado ese periodo. Pero a pesar de su muerte, era enormemente feliz al comprobar el cambio de los nativos de Puerto Viejo, desde que llegó hasta esas fechas. La calidad de vida de los lugareños había mejorado increíblemente. Y aunque se había modernizado mucho la zona, seguía conservando ese encanto salvaje, virgen, controlado por la naturaleza. La mano del hombre, aunque intervino en la construcción de estancias hoteleras, se hizo respetando el lugar. Cualquier visitante al circular por la carretera no percibía la menor construcción en la zona. La vegetación se encargaba de ocultarlas para mostrar al viajero simplemente la selva.

Todas las instalaciones hoteleras habían sido diseñadas sin sobrepasar las dos plantas y siempre en armonía con el entorno. El único propietario de la zona diferente a Gonzalo era el “Chino” a quien el español le tendió la mano cuando ese último mes tuvo problemas. Logrando reformar y mejorar el local. Solo le impuso una condición, para prestarle una fuerte cantidad sin intereses. Que siguiera respetando el entorno. El chino era también un enamorado de Puerto Viejo y al igual que a Gonzalo le gustaba La Naturaleza. Pensaba en la generosidad y gratitud de esas gentes. Todos absolutamente todos dedicaban cuatro horas de su descanso para formar parte de las patrullas de protección.

Ese cariño, afecto, veneración y respeto mantenido por los nativos no se podía pagar con nada. Ese calor fue el causante que no se desesperara con la pérdida de Ana, unido a ese trabajo voluntario para levantar, pero especialmente respetar, aquel paraíso. El Negro. “Dios el negro”. Que habría sido de aquel desdichado de no cruzar su camino con aquel español. Una sobredosis, un navajazo, un tiro, una paliza del “gringo” o de sus secuaces, habrían terminado con su vida. El Viejito se convirtió en esos años en el protector del negro. De toda esa gente nativa que había permanecido en régimen de esclavitud durante siglos. Y lejos de convertirse en un nuevo patrón era ese socio justo, equitativo pero especialmente el mayor protector de su gente.

Desviviéndose por todos, al tiempo que lograba el funcionamiento de aquel rincón privilegiado del Mundo. Pero su labor fue más lejos de lo puramente comercial. Llegó a convertirse en una especie de guía espiritual. Limando asperezas, asistiendo o propiciando la asistencia a los más necesitados. Resolviendo situaciones y problemas comprometidos. Pero con una humildad ejemplar, consciente que gran parte de ese éxito se lo debía a su ahijado. Su amistad y sus negocios con la cúpula del gobierno le abrieron todas las puertas. Seguramente sin ese apoyo nunca habría logrado lo que en esos momentos le hacía sentirse una persona útil. Iniciaba esa etapa crítica, difícil, de la tercera edad. Unido a la conciencia del deterioro de su salud.

Ese medio siglo de dedicación a la entidad financiera, le estaba pasando factura. Había tenido dos o tres achuchones, pero nunca lo comentó con su hija. Solo El Negro, que le atendió siempre, era consciente de su delicado estado de salud. A Negrita se lo ocultaron siempre. Salvador le aconsejaba, casi a diario, la necesidad de pasar por una buena revisión. Pero él siempre lo achacaba al trabajo y al poco descanso. Aunque personalmente sabía con seguridad, que la causa no era el trabajo. Precisamente esa actividad impuesta voluntariamente, era la culpable de mantenerse con esas ganas de vivir. Consciente del descenso considerable de su actividad, desde que dejó el banco.

Estaba ilusionado con el nacimiento de los bebés, especialmente al pensar en su hija.

Al fin cumpliría su deseo de ejercer el papel de madre con esos bebes, vivenciando casi todas las sensaciones de una madre. Tal vez la parte más bonita de esa labor, pero sobre todo llenaría el único hueco por cubrir en su matrimonio. Percibía en su corazón el dolor de Negrita al no poder disfrutar de sus hijos, pero la conocía muy bien. Negrita no sería feliz viviendo con aquellas criaturas siempre atemorizada por la posible presencia de aquel salvaje. Antes de esa decisión le propuso mil soluciones pero la totalidad de las propuestas que podían interesarle pasaban por dejar Puerto Viejo para siempre. Eso era equivalente a quitarse la vida. Las otras, las que pasaban por seguir en Puerto no le permitían tener a los pequeños. Su estancia en Puerto Viejo la necesitaba mas que a los bebes.

En una ocasión le confesó que solo había en el mundo una cosa por la que abandonaría Puerto Viejo. “Usted. Mi Viejito”. Esas palabras vibraban en su mente e inundaban su corazón. Pero por mucho que la deseara. Su amor por Ana, a pesar de haber abandonado el mundo de los vivos, era superior a cualquier otra cosa. Estaba convencido que Negrita era la encarnación de su querida Ana. Gestos, miradas, sonrisas, movimientos y mil detalles le recordaban a su mujer. Pero como estaba convencido que no podría compartir su vida en el otro mundo con las dos, renunció a ese regalo de la naturaleza.

Las noticias procedentes de España eran inmejorables. Los acontecimientos se desarrollaban conforme a los planes, y pronto Negrita podría corretear por la cala, bañarse en sus aguas, y mantener largas pláticas con él en la hamaca, junto a su Caribe. Su otro gran amor. Recordaba su perfecto cuerpo sin prenda alguna, seguido por el foco de la luna llena. Estaban platicando en la hamaca cuando se levantaba sin previo aviso, se despojaba de sus ropas y se introducía en el agua para nadar un rato. Luego regresaba, volvía a cubrir su cuerpo con la misma ropa, sin secar ni quitarse la arena del cuerpo, y retornaba a su huequito para proseguir la plática.

La azafata le sacó de sus recuerdos para traerle un tente en pie.

Se lo tomó, se levantó para estirar un poco las piernas, de paso visitó a roca regresando de nuevo a su asiento. Saco su MP3 del que no se solía separar y lo conectó. La primera canción en aparecer le regresó de nuevo a su Puerto Viejo y en concreto a la cabaña, pero esas mismas imágenes se mezclaban con la de su esposa. “La bañera” era la pieza musical que sonaba y la imagen de Negrita en la ducha de la cabaña se le presentó con una claridad casi real. Pero esas imágenes le hacían dudar si la que estaba en la ducha era Ana o Negrita. Sonrió cuando pensaba que era Negrita y unas lágrimas se deslizaban, cuando la imagen era la de Ana. Continuaba mezclando imágenes cuando la voz del encargado de la tripulación aconsejó sentarse, enderezar los sillones y abrazarse con los cinturones.

Iban a realizar la aproximación a pista. Barajas los esperaba. Tras los trámites de aduana y recogida de equipaje vio a Carlos en la puerta de llegada del vuelo procedente de San José. Estaba solo, pues Anita no quiso dejar sola a Negrita ya que Marta no podía asistirle. Se dieron un fuerte abrazo y tras confirmarle que todo marchaba bien fueron hacia el aparcamiento del aeropuerto. Carlos no consintió que su suegro portara el equipaje. Lo cargó en el maletero y los dos en el vehículo lo pusieron rumbo al chalet de la sierra, donde les esperaban.

Aunque era patente la deformación de su cuerpo Negrita estaba radiante. Increíblemente hermosa. Cuanto tiempo sin contemplar, esa mirada, esos ojos verdes.

Pero cuando su sonrisa brotó de su rostro, apareció su mujer en el espacio de su mente dedicada al recuerdo bloqueándole por completo. Era su mujer o se trataba de Negrita. Nunca estaba seguro. Se fundieron en un abrazo mientras Anita un poco despagada, esperaba que su padre le hubiera abrazado en primer lugar, tuvo que resignarse a la conclusión del saludo con Negrita. No esperó demasiado para sentir los cansados brazos de su padre abarcándole, mientras sus labios se posaban en sus mejillas. El bombo postizo, le dificultaba la proximidad a su pequeña.

La hora de la comida estaba próxima. Papá se instaló en su habitación iba a ducharse adecentarse y cambiarse de ropa, mientras ellos prepararon el aperitivo.

En el salón mientras picoteaban alguna cosilla aguardaron la llegada del viajero. Carlos se encargó de reservar la comida en el restaurante donde solían ir a comer los sábados y domingos cuando se desplazaban a la sierra. Pero en esta ocasión quedaron en llevarles lo encargado a casa. La amistad de muchos años de la familia con el dueño del restaurante le permitió ese privilegio pues no servían comidas a domicilio. Justo cuando Gonzalo bajaba de su habitación dos empleados del restaurante se personaban con la comida. La mesa estaba lista se llevaron las cosas que quedaban del aperitivo y en torno a la mesa repusieron fuerzas. La tarde la pasaron contándose las mil y una anécdotas sufridas durante ese tiempo. A la mañana siguiente tenían cita con Marta en su clínica.

La ultima antes del parto, que según todos los cálculos apuntaba a que se produciría en los próximos días.

Gonzalo se retiró pronto a la cama pues el cambio de horario lo notaba mucho y las persianas se le cerraban. Quería acompañarles a la clínica y a su edad el descanso era fundamental. Les hubiera gustado charlar más con él, pues llevaban mucho tiempo separados. Especialmente Negrita, pero comprendieron que Gonzalo ya no era el de antes y además les vendría bien descansar a ellos también.

Marta los esperaba con los brazos abiertos, volver a ver a Gonzalo le emocionó y se abrazó al que consideraba su padre, pues desde muy pequeña perdió al suyo y aquel hombre se comportó con ella como tal.

Pero su generosidad no se limitó a desarrollar una labor paternal. A su madre le apoyó no solo en lo económico, en compañía de Ana le aportaron ese otro sustento afectivo tan necesario en unos momentos trágicos. Logró situarla en un puesto envidiable, permitiéndole a Marta proseguir con los estudios. Estaba convencida de no poderle negar nada aquel ser humano si se lo pedía.

- Te veo fenomenal papi. Con un moreno que te hace atractivo a pesar de la edad. El Caribe te sienta bien.

Marta siempre se dirigía a Gonzalo en esos términos, pues en realidad su actitud su comportamiento, su desvelo hacia ella, al igual que sucedió con Ana era de intimidad.

- Pero bueno. Que pasen las embarazadas.

Las mujeres entraron en la pequeña clínica y mientras sometía a Negrita a la revisión los hombres esperaron en el despacho charlando.

- ¿Carlos los papeles de mi testamento van por buen camino?

Gonzalo se interesó por las últimas conversaciones que había tenido con su yerno. Se notaba que la vida se le iba apagando y esa vitalidad de hacía tan solo un año no era la misma. Había mostrado su interés, tras dialogar con sus hijos, de dejar claro todos los papeles. Pero en esa conversación fue un poco más lejos.

- Quiero que en estos días hasta mi partida de nuevo con Negrita a Puerto Viejo, todas mis propiedades en España pasen a vosotros y los gastos corran a cargo de mi cuenta.

La exposición de Gonzalo prosiguió. Quería que abriera una cuenta a nombre de Anita y de él. Pasaría todo su dinero disponible y títulos de acciones a dicha cuenta. Salvo necesidad no debían tocarla hasta que llegase su hora.

- Ahí seguirá Alberto gestionando para la compra o venta de valores para cuando fallezca todo este resuelto a vuestro nombre. Los gastos que suponga dicha cuenta o su revalorización por valores, pago a hacienda y demás, se cargaran en ella. Las propiedades disponer como mas os plazca.

Carlos le aseguró que cumpliría con lo pedido y con respecto al testamento tenía los papeles en casa. Debía firmarlos para llevarlos a su amigo. Un notario de prestigio en la capital.

- Negrita, esto está ya aquí. No se si mandarte a casa.

El parto era eminente. Lo aconsejable era no regresar a la sierra y quedarse en la Capital. Pero no podían ir todos a casa de Anita pues podrían sospechar. Marta les propuso instalarse en su casa. Precisamente su esposo estaba de viaje y no regresaría hasta la siguiente semana. No lo pensaron. Mientras Carlos y Gonzalo se iban al chalet, las dos mujeres, se refugiaron con Marta. Tranquilizaron a los señores al comunicarles que les telefonearían en el momento del parto.

El resto del día y los dos siguientes Gonzalo junto a Carlos fueron resolviendo los asuntos tratados en la clínica. En la madrugada del tercer día recibieron la llamada. Como dos resortes se ducharon a toda prisa y a gran velocidad se acercaron a la consulta. Las dos doctoras tenía preparado todo para atender a Negrita incluso mantuvieron durante doce horas una ambulancia por si se presentaba cualquier contratiempo. Lo cierto es que fue más rápido de lo previsible en un parto múltiple. Primero salió un bebé, una niña y a los cinco minutos asomaba su cabecita la segunda. Nada más coger a la segunda en sus brazos para reanimarla comento. Se llamarán Ana y Guadalupe como su madre. Anita había decidido escoger los dos nombres de Negrita.

Pues al coincidir uno con el suyo la gente no haría muchas preguntas. Tal vez encontrara mas dificultad para justificar el segundo. Pesaban dos kilos, ochocientos gramos y dos setecientos. La tez de su piel aunque algo morenita no delataba ningún rasgo de su abuela. Cosa que extrañó bastante a Marta y a Ana pero de nuevo la suerte se alió.

Negrita fue recuperándose e inmediatamente Ana le acercó a las niñas. En un principio no quería pero no lo consintió. Al tenerlas en sus brazos comentó.

- Vosotras habéis nacido con estrella. Mis niñas. Tenéis unos padres como pocos niños en el mundo. Miró a Ana y le pidió que las cogiera mientras le besaba y le agradecía de corazón todos sus desvelos.

- Ya tienen nombre Negrita. Guadalupe y Ana.

De inmediato desveló los nombres de las criaturas. Negrita sonrió, mientras Marta daba los últimos puntos y terminaba su trabajo. Recogido y puesto todo en orden, avisaron a los caballeros quienes entraron a conocer a las dos pequeñas. Carlos no pudo evitar unas lágrimas mientras se aproximaba en primer lugar a Negrita. Besó sus mejillas para agradecerle su generosidad. Luego se aproximó a su esposa le besó, arrebatándole de los brazos a la pequeña que portaba.

- Se llama Guadalupe.

Se giró para coger a la segunda y comentó.

- Y aquí esta Ana.

Tanto Carlos como Gonzalo sonrieron. Conocían ambos muy bien a Anita y esa idea había partido de ella sin la menor duda. Gonzalo se acercó a Negrita mientras se fundía en un abrazo cargado de ternura.

- Mi Viejito. Ya es abuelo.

Sonrió y con esa chispa que solía tener salió con....

- Desde hace años. Mi Negrita. Desde hace años.

Marta rogó a la familia la necesidad de que Negrita se recuperase y para ello propuso que permaneciera en su casa para tenerle mas controlada. Pero Gonzalo no quería separarse de ella. Marta reaccionó de inmediato, invitándole a instalarse con ellas. Marta, Ana y Carlos los acompañaron, con las niñas, a la vivienda de la primera.

Instalados, el matrimonio regresó con los bebes a casa. Ella fue directa a su habitación y se acostó en la cama mientras a las niñas las introducían en sendas cunitas, como habían planeado. Mandó al servicio preparar sueros y luego biberones a las recién nacidas pues no podía darles pecho por una infección que le obligó a inyectarse un medicamento, para evitar la subida de leche. El servicio estaba alborotado. Tener de nuevo a su señora y a esas dos criaturas era todo un acontecimiento. Carlos permaneció junto a su esposa y ambos fueron recibiendo a familiares y amigos. Se extrañaron al no ver a Gonzalo pero alegaron que había estado en el parto y luego tuvo que partir hacia levante a resolver unos asuntos.

Al llegar la noche y quedar solos el matrimonio respiraron. Tomaron en sus brazos a una niña respectivamente, se miraron, sonrieron y Carlos salió con una gracia.

- Tengo a Ana o a Guadalupe.

Ana sonrió y de inmediato le comentó.

- Tienes a Guadalupe. Fíjate en esa marquita que tiene en el glúteo derecho. Papá me dijo que es idéntica a la que tiene Negrita. Y lo más curioso de todo, mamá también tenía la misma marca.

- ¡Caramba con papá! No pierde detalle. ¿Y le has preguntado por que sabe que es igual a la de Negrita?

- Carlos, eres bobo.. En Puerto Viejo siempre se baña en tanga. Además no te hagas el bueno que esa marca, estoy convencida que te fijaste también.

Sonrieron. Bromearon sobre el asunto hasta que María entró, tras el oportuno permiso, con los dos biberones. Cada uno cogió a una niña en brazos y se dispusieron a dárselo. Ante la cara y la actitud de Maria. Ana sonriendo comentó.

- ¿María desea dárselo usted?

La oferta de su señora le sorprendió, pues a pesar de desearlo con todas sus fuerzas, nunca pensó que captara ese deseo.

Sin pensarlo dos veces se aproximó iba a coger en brazos al bebé que sustentaba en sus brazos Ana, cuando Carlos le detuvo ofreciéndole la pequeña que tenía él. Sabía perfectamente que su mujer deseaba darles ese primer biberón. María aproximó una silla junto a la cama y con el biberón en la mano y entre su regazo mantenía a la recién nacida con el otro. En su expresión, en su mirada se reflejaba la felicidad que la situación aportaba a esa mujer. Ana miró a su esposo, le lanzó un beso con todo su cariño. Emocionada como pocas veces, disfrutaba primero por el detalle de su esposo y en segundo lugar por compartir ese momento con una de sus pequeñas.

lunes, 17 de octubre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 18 EL JUICIO

- CAPITULO – XVIII -

- EL JUICIO -

Ahora cuando alguien entraba en Puerto Viejo se quedaba pensativo. Nada había cambiado aparentemente, sin embargo percibía un ambiente totalmente nuevo. Se sentía la felicidad, la alegría de sus gentes. La magia del negro desenvolviéndose en sus labores cotidianas. Ese miedo impregnado, hacía escasamente unos meses en el aire de la localidad, se esfumó por arte de magia. De esa magia latente en cada rincón del pequeño cantón de Costa Rica. El baile, el canto y el ritmo acompañaban al Caribe. Ese mar que no era otro que el alma del Negro.

Se sentía en la propia piel la alegría de los niños correteando por el linde de la playa en los días festivos, o esos rostros con sueño, en las mañanas para acercarse a la escuela. Todo un lujo para aquellas criaturas liberadas de las labores en régimen de esclavitud en las plantaciones. El chino había conseguido liberarse de esa espina que dejaba caer, todos los días, su enorme culo en su sillón con la obsesiva intención de molestar e incluso abusar de algún angelito ingenuo que caía en sus manos. El aire que se respiraba parecía más puro. Los colores más vivos y la vida más intensa. Ahora el eslogan del país llegaba también a Puerto Viejo. “PURA VIDA”.

En las pausas para el desayuno, el almuerzo, la cena o la toma de una simple imperial salían a relucir todo aquel cambio en las conversaciones de los nativos. Aquel sencillo extranjero había logrado devolver a Puerto Viejo toda la alegría, el ritmo, pero sobre todo SU MAGIA, a ese pequeño rincón del mundo. La plaga de la droga había desaparecido prácticamente de la zona y con ella toda la corte que le acompañaba. El cáncer de Puerto Viejo, Don Julián y el Gringo estaban prácticamente fuera de juego y el control de la zona la ejercían los propios nativos con el apoyo incondicional del Ángel Viejito de Puerto Viejo. Pero Gonzalo no se limitaba a los medios económicos para proporcionarles locales de hostelería, o pequeños terrenos para su explotación.

Dedicaba su tiempo en visitarlos y echar una mano allí donde fuera menester. Había conseguido hacerse con las propiedades de don Julián. El control ejercido por las fuerzas del orden sobre aquel truhán en los últimos tiempos y especialmente las últimas semanas le obligó a vender todo y pensar en abandonar el país. Su familia salió de Costa Rica con anterioridad con el dinero. Mientras él se las agenciaba para despistar a la policía con la intención de reunirse con ellos. El Viejito pudo sacar un buen precio, pues el apremió de don Julián era grande. Pero su moral impidió aprovecharse de la situación. Nunca, ni cuando trabajaba para el banco, compraba algo por debajo de su precio real.

Pagó lo justo tras consultar con profesionales de la propiedad, y de inmediato puso al frente a nativos en régimen de asociados, como había hecho hasta la fecha.

Don Julián andaba inquieto, creía haber despistado a la policía secreta que lo vigilaba. Estaba en la puerta de embarque cuando dos agentes se aproximaron y tras comprobar su documentación, sobre él y el gringo recaía una denuncia presentada por los representantes del gobierno, lo trasladaron detenido ante el juez encargado de las investigaciones. Estuvo declarando por espacio de tres horas.

Finalizada la fase de declaración el juez ordenó su confinamiento en cualquier lugar de la capital, sin posibilidad de abandonarla y bajo vigilancia las veinticuatro horas. El “gringo llevaba seis meses en la cárcel, consecuencia de las primeras pesquisas llevadas a cabo. Cuando le sorprendió verse ante el juez acusado por diversos delitos. En las conversaciones que mantuvo con su abogado dedujo que le habían traicionado. Escogió su declaración, meticulosamente preparada junto a su abogado, con el propósito de además de reducir su pena, tener cubierta las espaldas en caso de retornar de nuevo a la cárcel. Dejando fuera de su declaración a un alto cargo de la policía implicado en el asunto.

Las confesiones y localización de pruebas proporcionadas por aquel truhán condenaba a don Julián, apareciendo nuevos personajes. Entre ellos algunos mandos de la policía de Puerto Viejo. El caso tomó unas dimensiones no esperadas optando el juez por mantener al “gringo” en prisión hasta la celebración de la vista. Los nuevos acusados fueron pasando ante el juez para su interrogatorio y poco a poco de aquel pequeño hilo del principio, al tirar del sedal, fueron apareciendo diversos pececillos, a los que se le unía algún que otro pez gordo. El ultimo resquicio de truhanes estaban cayendo y Puerto Viejo iba a quedar limpio.

Ahora comenzaban a vivir una nueva etapa con un personaje nuevo, sabedores de no volverse a sentir humillados, explotados pero especialmente, esclavos. Los nuevos socios se dieron pronto cuenta que el concepto de patrón y arrendatario desaparecía de Puerto Viejo. Ahora la relación cambiaba de término y una sola palabra sustituía a las dos anteriores. La de socio. La política, iniciada por Gonzalo en el cantón, tuvo su continuidad con sus nuevos asociados y aquella zona comenzó a prosperar a mayor velocidad que el resto del país. Evitaron realizar construcciones que rompieran con el entorno natural de la zona. Circunstancia que entre los nativos provocó un mayor aprecio y respeto por el viejito español instalado en sus tierras.

Gonzalo telefoneaba todas las semanas a su hija y mantenía largas conversaciones con Negrita a quien iba informando sobre los acontecimientos en Puerto Viejo. Le confirmaron que eran dos bebes en gestación y que su evolución era inmejorable. Todo marchaba a las mil maravillas. Negrita le comentó en las conversaciones la renuncia de su hija, a las pequeñas en el caso que el “gringo” fuera encarcelado, para retornar a Puerto Viejo con sus bebes.

- Mi Viejito los desea con todas las fuerzas de su corazón, pero si en el último momento me arrepiento está dispuesta a renunciar a su sueño.

Pero una vez mas la enérgica y contundente respuesta de Negrita confirmando que su decisión estaba tomada desde que dejó Puerto Viejo devolvieron a Anita la emoción y el deseo de quedarse con los bebes.

Negrita confirmó a Gonzalo su felicidad por encontrar a esos padres para su descendencia. Y aunque ella le hubiera gustado criarlos. Con el “gringo”, aunque estuviese encerrado, no se podía fiar nadie. Ser consciente de la maternidad de Negrita le proporcionaría la energía y la astucia para escapar y hacer realidad su paranoia. De eso no tenía duda.

Ana andaba con su pancha postiza luciéndola por todas partes y todos sus conocidos le paraban para interesarse. La farsa funcionaba a las mil maravillas.

Siempre que se levantaba reflexionaba para no bajar la guardia en ningún momento y estropear todos los esfuerzos que estaba haciendo para conseguir el sueño de su vida. Negrita también lucía un buen bombo, pero no lo pudo exhibirlo como Anita. Tan solo dentro del amplio jardín del chalet. Allí daba paseos entre las plantas y el arbolado. Desde que el embarazo era evidente no pisó la calle para nada. Ni siquiera cuando alguna noche Ana y Carlos le propusieron salir a dar una vuelta. La imprudencia podía tirar por la borda los esfuerzos de unos y otros para que todo se desarrollara como lo habían planificado.

El día del juicio llegó. El numero de implicados ascendía a veinticinco personas.

Incluso llegó a salpicar a un alto mando de la policía central. Concretamente el encargado de Limón desde la capital. Intentaron implicar al responsable del orden en Limón pero se desmontó de inmediato la farsa. Cuestión que puso más problemas para los implicados pues éste al verse acusado por esos truhanes se tomo todas las molestias del mundo y estuvo trabajando con su equipo las veinticuatro horas del día durante el mes y medio que duraron las últimas pesquisas. Logrando pruebas de vital importancia para la acusación. Las dos veces que llegaron a cruzarse el “gringo” y don Julián las amenazas e intentos de agresión de uno al otro fueron continuos hasta que lograban separarlos.

El juicio duró cerca de los dos meses y la sentencia fue clara y contundente. La pena a los principales implicados se elevaba a más de veinte años de prisión. Esa misma tarde debían ingresar. Durante el traslado el “gringo” consiguió arrebatarle el arma a uno de los agentes y tras dispararle, ocasionándole la muerte, se dio a la fuga. El resto se incorporaron a la prisión correspondiente mientras se daba orden a todas las fuerzas para la caza y captura de “el gringo”. La astucia pero especialmente cierto alto cargo de la policía con el que el “gringo” mantuvo desde el principio de sus fechorías un contacto especial y al cual consiguió apartar de toda sospecha, le sirvieron para que este en agradecimiento le tendiera una mano.

Salvó el cordón policial establecido gracias a sus informaciones. Llegó hasta Golfillo en la avioneta de unos turistas amigos personales del mando en cuestión y pudo perderse esa misma noche en Panamá.

La noticia de la fuga del “gringo” tras el asesinato del policía que lo custodiaba saltó en todos los noticieros del país, tanto en la prensa escrita, como en la radio o la televisión. Gonzalo y el Negro, cenaban en el porche de la cabaña mientras escuchaban la noticia. La información sobre la fuga del “gringo” les puso sobre aviso y El Negro se encargó de organizar entre su gente un dispositivo de seguridad para el Ángel Viejito de Puerto Viejo.

Nadie se excusó y todos se organizaron para realizar una guardia que garantizara las veinticuatro horas al día la seguridad del Viejito.

Cuando Gonzalo habló con la familia y se lo comunicó a Negrita le cambió el color de cara. Carlos no se detuvo con la sorpresa. Sin consultar a su suegro llamó a Alberto y le puso en antecedentes de lo sucedido en Costa Rica. No había terminado de hablar con Carlos cuando ordenaba a su secretaria que le pusiera en contacto con don Gilberto. Finalizada su conversación con Carlos, atendió al directivo costarricense. Sabía la noticia y ya se había puesto en contacto con el ministro del interior para que pusiera de inmediato una vigilancia en torno a don Gonzalo y Negrita, pues con toda seguridad ese asesino se personaría por Puerto Viejo.

Alberto sonrió, no había duda que los temores en un principio de proporcionar información privilegiada a don Gilberto con la clara intención de proteger a su padrino, eran infundados. Aquel hombre estaba pendiente de su gran amigo las veinticuatro horas al día y cualquier incidente que pudiera afectarle ya estaba él adelantándose para prevenir cualquier problema. Cuando colgó tras agradecer sus desvelos se puso de nuevo en contacto con Carlos para tranquilizarlo. Mostró su asombro por la rapidez de actuación de aquel personaje. De nuevo Carlos tomó el teléfono para comunicar a su suegro las gestiones realizadas por Alberto y don Gilberto. Como se encontraba en el chalet de la sierra Gonzalo pudo conversar también con Anita y Negrita.

Lo hicieron por espacio de cerca de dos horas. Animó a Negrita y le expresó su deseo de verla pronto. Luego llamó al Negro para que redujera o suprimiera la vigilancia pues el gobierno ya se había hecho cargo.

- Viejito. Ya lo sabemos hemos visto a varios de la secreta merodear por aquí. Pero mi gente no se fía de nadie. Me han comentado que ese cabrón se escapó gracias a un alto jefe de la policía que estaba implicado y no salió en el juicio. Hemos decidido mantener la vigilancia paralela a ellos el tiempo que haga falta. Hay más de seiscientas personas que están dispuestas a sustituir a la gente que se vaya relajando.

En la actualidad tenemos a más de quinientas personas para controlar su entono. Se han formado grupos de diez en turnos de cuatro horas. Unas sesenta personas por día, lo que equivale a una guardia cada diez días más o menos. Nadie esta dispuesto a que ese cabrón pueda acercarse a usted a menos de cinco kilómetros.

Gonzalo estaba abrumado por el comportamiento de toda esa gente y mostró su opinión al asegurar que estaban exagerando un poco. Pero el Negro le confirmó que el número lo podían triplicar si contaban con las mujeres y los niños.

- Mi Viejito aquí todos daría su vida por usted. Puede que por su madre o su padre no lo hicieran pero por usted están todos dispuestos a lo que sea.

Ha salvado al Puerto Viejo que siempre hemos soñado los lugareños.

Gonzalo le felicitó por sus desvelos expresándole sus deseos de mostrar su agradecimiento personalmente a los diferentes grupos que iban a dedicar parte de su tiempo en su protección. De inmediato tuvo respuesta. El primer grupo acudió a la cabaña para recibir en persona el agradecimiento del Ángel Viejito del Caribe. El portavoz de los lugareños le aseguró que si el “gringo” se atrevía a caer por allí lo interceptarían, afirmando que no saldría vivo de la zona.

- Negro. Usted sabe bien que la venganza no entra en mis parámetros. Bastará con informar a la autoridad para su detención.

Ha salvado al Puerto Viejo que siempre hemos soñado los lugareños.

Gonzalo le felicitó por sus desvelos expresándole sus deseos de mostrar su agradecimiento personalmente a los diferentes grupos que iban a dedicar parte de su tiempo en su protección. De inmediato tuvo respuesta. El primer grupo acudió a la cabaña para recibir en persona el agradecimiento del Ángel Viejito del Caribe. El portavoz de los lugareños le aseguró que si el “gringo” se atrevía a caer por allí lo interceptarían, afirmando que no saldría vivo de la zona.

- Negro. Usted sabe bien que la venganza no entra en mis parámetros. Bastará con informar a la autoridad para su detención.

Gonzalo agasajó al representante de la ley y le ofreció un suculento aperitivo que le sirvió de comida, pues pudo degustar dos impresionantes langostas pescadas esa misma mañana, un enorme plato de camarones en salsa picante y una gran variedad de verduras y frutas para finalizar.

Por fin pasado el medio día el representante de la ley abandonó la cabaña siendo portador para sus superiores y su propia persona del más sincero agradecimiento.

Las primeras horas de la tarde las pasó en su hamaca de la playa. La época de las lluvias estaba llegando a su fin y la cala perdería la intimidad que durante ese periodo había reinado.

Se recreó contemplando el Caribe y los diferentes animalitos que a esas horas se dejaban ver, como iguanas, dos clases diferentes de monos, cangrejos ermitaños con caparazones de todos los colores y una variedad de aves que con sus sonidos y conversaciones alegraban el lugar. Solo pudo distinguir de vez en cuando al cuerpo de seguridad montado por los lugareños y cuando pasaban junto a él le saludaban con reverencia y adoración. No quisieron entablar conversación aunque les hubiera gustado, pero El Negro les había advertido que cuando se encontrase en su hamaca nadie le molestara de no ser requerida su atención. Mientras contemplaba el romper de las olas meditaba.

“Dentro de poco no se podrá disfrutar de esta calma, el turismo vendrá y tendremos que esperar hasta el regreso de las lluvias”. Pero Gonzalo sabía que pronto nacerían los bebes y se iría a su España para estar junto a Negrita y su hija. Ir por su tierra le gustaba pero no soportaba estar más de una semana fuera de su Puerto Viejo. Pensaba en Negrita. Como le comprendía ahora cuando hablaba de su Puerto Viejo y especialmente de su Caribe.

Una mañana el celular le despertó no eran aun las cinco de la mañana pero en España eran cerca de las trece horas. Era Anita confirmándole que el parto estaba próximo. Según los cálculos de Marta nacería dentro de la siguiente semana.

Era viernes, Nada mas colgar el teléfono para hablar con su familia se conectó a Internet y buscó de inmediato pasaje para España en la fecha más pronto posible. Le dieron billete para el domingo. De inmediato llamó al Negro para notificárselo. El dispositivo de control se puso en marcha. El día de su partida de Puerto Viejo tres vehículos componían la comitiva. Dos de escolta y en el otro él con el Negro. Para unírseles uno más con personal de las fuerzas de seguridad. En Limón. Al avión subieron, además de Gonzalo, el Negro, tres de sus hombres y dos agentes de la policía. Prácticamente casi copan el pasaje de ese viaje.

Al llegar al aeropuerto de Alajuela dos coches oficiales esperaban al personaje con su grupo de apoyo. Un agente solicitó su equipaje y el billete, encargándose de todos los tramites sin necesidad de pasar por el pago del impuesto de inmigración ni facturación. Le llevaron directamente al avión que le conduciría a España. Dos agentes del orden permanecieron en la escalerilla del avión para controlar al personal que iba a embarcar. Otros dos agentes permanecían observando a todas las personas que pasaban el control de equipaje de mano y por ultimo otros dos controlaban la entrada de la puerta de embarque designada. El control fue total. Sin duda cualquier malhechor que estuviese fichado por la policía en ese pasaje no viajaría con toda seguridad.