sábado, 21 de septiembre de 2013

UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN - PRIMERA PARTE-ANKI- CAPÍTULO VI -POR FIN UN TUTOR DE VERDAD

    CAPÍTULO VI

 

                          POR FIN UN TUTOR DE VERDAD

 

   Su primer día de clase consistía en la presentación del profesorado para ese quinto de bachiller en ese curso académico. Luego y por secciones se irían a sus respectivas aulas con el tutor para recibir más información, pero también más concreta.

   A las diez de la mañana, antes de entrar en el salón de actos, se encontró con los primeros conocidos. Pensaba, con cierto criterio, que estaría solo, pero el deporte siempre te da esas sorpresas de encontrarte con gente en todas partes. Eran jugadores de Voleibol y se habían enfrentado la temporada pasada. Representando al instituto y él al colegio de los pijos como solían llamarlos. En concreto eran dos jóvenes de buena altura pero sin la envergadura de Julián. De inmediato intercambiaron las primeras palabras y le hicieron hueco en su círculo. Eran sabedores de lo sucedido a la mayoría del equipo pues el grueso del grupo iba al curso de Julián. Aunque no le apetecía lo más mínimo recordar aquel pasaje de su vida, comprendió que no había más remedio que enfrentarse a ello. Les relató el por qué se encontraba allí, como los motivos que le llevaron a dejar su antiguo colegio. No soportaba el cinismo que se daba en un buen número de profesores. Nunca había estado bien en aquel centro, pero al ir con sus amigos desde bien niño nunca se decidió a salir, ahora sin ellos lo peor que hubiera hecho es permanecer en aquel lugar. Pero fue sentarse en el salón y enmudecer, para prestar la máxima atención a la información que pretendían darle. No entendió la actitud de algunos de esos muchachos que se desentendían por completo de lo que se informaba en aquel salón.

  Al entrar en el aula y verse ya a solas con los que conviviría, al menos, durante ese curso escolar, pudo constatar que en esa sección solo estaría uno de esos jugadores. Le invitó a sentarse junto a él y al entrar su tutor en el aula todos se pusieron en pie mientras unos buenos días sacudía la sala con las voces de aquellos adolescentes. Un gesto del tutor los devolvió a sus pupitres. La primera impresión sobre aquel maestro fue su método informal de presentarse y las pocas normas que iba a imponer. Pero cuál fue su sorpresa cuando les brindó que las pusieran ellos mismos, así como lo que deberían cumplir de saltarse alguna de ellas. Julián se dio cuenta de la habilidad de aquel maestro, supo encauzar la sesión por donde le interesaba pero nunca contradijo a ningún alumno ni rechazó ninguna propuesta. Luego con su habilidad consiguió, que algunas que no le gustaban, el curso las rechazara. Pero se veía un educador con grandes dotes para esa misión, pudiendo comprobar que desde ese mismo momento se había ganado al curso. No los pensaba agobiar y por ello les propuso que mientras iban pasando por su mesa para conocerse un poco mejor el resto, manteniendo un poco la compostura y el orden, podían hablar de sus aventuras de ese verano. O si les apetecía montar juegos de mesa no había inconveniente. Y así se inicio esa primera mañana de clase. En el grupo donde se encontraba Julián e Isidro, el jugador de voleibol, eran siete. Comenzaron a relatar las aventuras de ese verano. Julián pudo comprobar la falta de madurez en la mayoría del grupo, pero era algo normal, solo contaban con catorce o quince años. Pero las exageraciones pero especialmente las historias inventadas por algunos de los componentes del grupo le chocaron y cuando solicitaron su turno su respuesta los dejó indefensos. La forma como se desarrollaron los acontecimientos le hizo ganar muchos enteros dentro de aquellos jóvenes. Andaban relatando las machadas de uno u otro, con una inglesa, otro relataba sus aventuras con una francesa, otro con una italiana. En fin que la fantasía de aquellos adolescentes no tenían fin. Cuando Isidro le preguntó a Julián como le había ido el verano con el rostro serio y con una composición de las frases lentas y dándole paulatinamente mayor ironía a sus palabras comentó.

    Bueno yo me he pasado todos los días de este verano con la alemanita.

 

   De inmediato alguien quiso que le describiera a la joven, encontrando la respuesta de inmediato.  

 

  Pues muy sencillo, todas las mañanas, ale manita, ale manita.

   Con el gesto de su mano como si anduvieran en Navidades y la zambomba requiriese la energía necesaria para dar sonido al instrumento. Las carcajadas del grupo llamó la atención del resto de la clase. Incluso el tutor interrumpió la conversación que mantenía con uno de los alumnos para averiguar lo sucedido. Al preguntar al grupo donde se desató el alboroto, todos con la sonrisa a flor de labios permanecían callados sin atreverse a pronunciarse. Julián mostrando desde el principio lo directo y sincero que era, dio las oportunas explicaciones al profesor y al resto de la clase. Aquel maestro irrumpió en una risa escandalosa, dando opción, a que el resto de la clase, que permanecían expectantes y asombrados, se relajase para  acompañar a su tutor en aquella respuesta espontánea. Finalizó la situación con una frase.

“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”

 

  Para volver a la conversación que mantenía con el alumno. Las risitas y sonrisas continuaron por espacio de unos minutos pero luego todo volvió a la normalidad. Cuando le tocó el turno a Julián con su tutor el comentario sobre el incidente salió en la conversación por necesidad. El maestro tras escuchar toda la historia con detalle respondió al muchacho que había demasiada fantasía entre aquellos jóvenes y el único sincero en aquella conversación había sido él. Luego en voz muy baja para que solo lo captara aquel muchacho, comentó.

 

  “Lo que les sucede es que lo mas redondo que han visto estos chicos ha sido un donut de chocolate y creían que era una brasileña”.

 

   La frase de su tutor le sorprendió, en cierto modo se parecía a él aunque con mucha más formación y camino recorrido. Pero le impresionó aquel maestro cercano a la jubilación. Qué diferencia con sus profesores del colegio religioso. Pero lo que le impactó fue su cercanía. Y al mismo tiempo dejaba claro con su actitud, su lenguaje corporal cual era el papel de cada uno. Se maravilló de la cultura de aquel muchacho. Especialmente la cantidad de libros que había leído en su corta vida. Sin duda la base de esa formación que tenía.

   La conversación con Julián finalizó con una propuesta.

 

Debemos madurarlo un poco pero sería interesante que adelantases un curso. Te propongo que prepares las asignaturas de sexto y la revalidad. Creo sinceramente que el curso siguiente podrías cursar el preuniversitario. Probaremos a llevar ese ritmo hasta Navidades si te ves con fuerzas, no porque te lo diga, la decisión de continuar en Enero es tuya exclusivamente. Y aquí no ha pasado nada.

 

  Julián regresó a casa muy motivado, su primer contacto con el instituto no podía haber comenzado mejor. Conocía a alguien y luego la conversación y actitud de su tutor le hacían sentirse bien. Ya había quedado para presentarse a los entrenamientos a la tarde noche del día siguiente, pues entrenaban dos días a la semana. Martes y jueves, más el partido los sábados por la tarde.

   Ese día les habían dado la tarde libre pues el profesorado al completo debían estar en la presentación de los cursos nocturnos y se precisaban las aulas para la presentación.  Julián aprovechó para salir y comprar los libros de sexto y los comentarios y exámenes de reválida de otros años. Lo iba a intentar por todos los medios. La cita de Einstein sobre la mayor fuerza motriz, la tenía grabada en su cerebro y estaba convencido que era cierta.

 

   “Hay una fuerza motriz más potente que la mecánica, eléctrica o nuclear. La voluntad”.

 

    Era la preferida de su padre y en más de una ocasión se la había recitado. No comentó nada con sus padres sobre la intención que tenía de sacar el quinto y el sexto en un solo curso.

   Pronto se dio cuenta que no todo el profesorado del instituto tenía la perspectiva de la educación de su tutor. Don Andrés el cura que les daba religión era un autentico viejo, amén de un facha consumado. Siempre que se había cruzado con un profesor de esas características guardaba mucho las distancias. Jamás revelaba ninguna característica, situación, o acciones a esas personas. Siempre les contestaba con monosílabos si era posible. Pero aquella tarde de jueves donde su curso tenía religión se encontró con el primer inconveniente en el instituto. El sacerdote estaba lanzando una proclama al más puro estilo fascista.

 

  Vosotros pecadores debéis de mantener el temor en el Señor, porque los fuegos del infierno os esperan como no os comportéis con castidad. La masturbación es uno de los peores pecados y podéis quedaros ciegos si lo hacéis

 

   Julián en voz baja comentó con su compañero de equipo.

   Ya lo creo que te quedas ciego, especialmente cuando estás alcanzando el éxtasis, no puedes mantener abiertos y no ves nada absolutamente nada. Este cura sabe lo que dice, sin duda tiene su experiencia.

 

   Las carcajadas de su compañero sorprendieron al resto, y el sacerdote, fuera de sí, mandó al muchacho salir de clase para presentarse ante la dirección. De inmediato Julián se levantó de la silla, previo permiso al sacerdote, y éste a pesar de la rabia y la furia que almacenaba concedió la palabra al muchacho.

 

   Pido disculpas señor, pero Isidro no ha tenido la culpa, ha reaccionado ante algo que he dicho.

 

   El talante, la valentía, pero especialmente la educación de aquel muchacho le bajó la rabia por pensar que se estaba mofando de lo dicho. Más tranquilo solicitó al joven que expusiera el comentario que tanta gracia le había hecho a su amigo para poderse reír todos. De nuevo el muchacho con educación explicó al sacerdote que sería más apropiado darle las explicaciones a él solo. Pues no eran comentarios que pudieran exponer ante toda la clase. De nuevo las hormonas volvieron a subirle al profesor.

 

   “Quién se creía él para decir lo que era apropiado o no"

 

 Sin más le exigió que lo relatara. Conforme relataba palabra por palabra el comentario realizado la clase comenzó a estallar en una risa sin freno. No le dejó terminar y a ostias lo expulsó de clase ordenando que se presentara al director del instituto.

    Un ex militar de la división azul. Tras el relato del joven telefoneo a su padre exigiéndole que se presentara de inmediato en el instituto. Durante la espera hizo acto de presencia su tutor, quien recibió la información de lo sucedido. Con la sonrisa en sus labios mientras escuchaba de boca de su jefe el incidente, comprendió que parte de la culpa de lo sucedido la había tenido él al no advertir al muchacho, que uno no se podía expresar de esa forma. Con un guiño al muchacho comentó

 No esperaba esto de usted Julián. 

 

   Pero por dentro las carcajadas estuvieron a punto de hacerle perder los papeles. Salió con el director a otra dependencia y ahí le fue exponiendo la capacidad de aquel muchacho, comprometiéndose él personalmente en hacerle entender que esas formas, sin duda aprendidas en el colegio de elite del que provenía, no se podían dar en ese prestigioso instituto. La habilidad de aquel profesor logró serenar las cosas y que el asunto no fuera a más. Su responsabilidad le llevaba ahora a tener que tomar una decisión, en caso de volver a reincidir el muchacho. Una decisión que nunca había adoptado en sus cerca de cuarenta y cinco años de profesión. Pero estaba convencido que merecía la pena arriesgarse por aquel joven.

   El padre de Julián le recriminó severamente delante del director y el tutor. Imponiéndole el castigo de no salir de casa en todo ese mes a no ser que fuera para ir al instituto y lo quería en casa lo antes posible. Agradeció a la dirección y al tutor su desvelo y preocupación, así como se ofreció a llevarse al muchacho si lo creían conveniente. Pero la labor del tutor reforzada por la actitud de aquel padre, dieron pie a que no se tomara la decisión de expulsar al joven del instituto. 

   El tutor permaneció con el muchacho el resto de la jornada, reflexionando y hablando. Conocía muy bien la gran madurez de aquel joven y era consciente que sabría torear las situaciones sin expresar lo que pensaba o creía. Ese tipo de joven era lo que precisaba ese país para salir de su incultura. Gente con pensamiento propio y difícil manipulación. Con criterio propio y con sinceridad. Siendo capaces de afrontar cualquier contratiempo con tal de defender sus opiniones y sus ideas. Ahí estaba la educación en permitir que los jóvenes se expresaran y no realizaran las cosas como corderos. El sistema represivo provocaba que hubiera poca gente joven como aquel muchacho.

   Al llegar a casa una nueva conversación se desató entre padre e hijo. Conocía la ironía en las expresiones de su hijo ante personas autoritarias y represivas. Trató que sin dejar de defender sus ideas el sarcasmo y las ironías estaban bien entre compañeros pero nuca con un adulto. De lo contrario la vida le iba a dar muchos palos. Él confirmaba lo que le decía su padre pero también le expresó que prefería llevarse las bofetadas antes de claudicar ante una convicción y que procuraría que nadie dirigiera su vida.