- LA SORPRESA -
Al llegarle el extracto del banco, Amparo se
quedó sorprendida, habían ingresado medio millón. ¿De dónde había salido ese
dinero? Se vistió, subió al coche y se dirigió a la sucursal bancaria para
aclarar el ingreso. En la oficina le aseguraron que fue remitido desde una entidad bancaria. Lo hicieron en efectivo
y no supieron decirle quien lo había efectuado. Pero al mismo tiempo le confirmaron
que se había efectuado a su nombre, de ello no había ninguna duda. Por tanto,
el error de haber confundido el número de cuenta estaba totalmente fuera de
toda duda. Fue ingresado con su nombre, dos apellidos y por supuesto con su
número de cuenta.
Aquel dinero llegó como el mana en el
desierto. Las cuentas no eran muy boyantes y sin los ingresos de Paco la
situación estaba siendo crítica.
A las dos semanas de la grata sorpresa
económica, el teléfono sonó. Rápidamente Gema, la mediana de las chicas, se
precipitó al aparato y contestó.
- Mama es para ti. Un tal Gerardo.
No conocía a nadie con ese nombre, se puso
al aparato, y trató de averiguar de quien se trataba y que deseaba. Su
interlocutor se presentó y le preguntó si había recibido las quinientas mil
pesetas. La sorpresa fue mayúscula. A qué santo le preguntaba si había recibido
esa cantidad. No sin reparos preguntó a que se debía su llamada y si él ingresó
el dinero. Unos minutos de conversación dieron pie a que se citaran en el
Parador Nacional Luis Vives donde estaba hospedado.
Gema, tras colgar su madre, preguntó quién
era ese Gerardo y que pretendía. Su madre con la dulzura que le caracterizaba
contestó a la pregunta, que con cierta ironía, había formulado su hija.
- Por lo que me ha contado es un empresario
que jugaba al golf con papá. Había llegado a un acuerdo para asociarse y
construir la ciudad del deporte en Valencia. Ahora, tras su desaparición, me ha
pedido entrevistarse conmigo y hablar del tema.
- No iras solas. ¿Verdad mama?
Ahora que lo comentaba, tenía razón. Pero
como quedaron a comer ese sábado, le quedaban tres días para pensarlo y decidir
lo más apropiado.
Esa mañana, tras su jornada laboral en la
piscina, en compañía de su hija mayor se desplazaron en el coche hasta el
parador. En recepción se encontraron con Ramón un conocido, pues llevaba a sus
hijos al colegio y uno de ellos era de la edad del pequeño. Se saludaron y
preguntaron por Gerardo Domingo.
- Os está esperando. Está en la cafetería y
me ha pedido que le avise en el momento que os viera entrar. Por favor.
Las pasó a un pequeño salón donde había
preparado un aperitivo. Con su entrada un camarero les preguntó lo que deseaban
tomar. Sirviendo a continuación lo solicitado. No había transcurrido más de
cinco minutos cuando el tal Gerardo hacía su entrada. Con una exquisita
educación se presentó y saludó a madre e hija. Les invitó a sentarse y comenzó
a aclarar la situación.
- Conozco a su marido desde hace más de
cuatro años. Mientras jugábamos unos hoyos, solíamos coincidir bastantes días,
salió el tema de nuestros sueños e ilusiones. Él me confesó que si se
consiguiera un lugar apropiado y un apoyo financiero fuerte, la mejor inversión
que se podía llevar en Valencia sería sin duda una instalación deportiva que se
saliera de lo normal. Hablamos de las cantidades a invertir y sus cálculos, si
se pretendía atraer a clases altas, podría llegar hasta los cinco mil millones.
Si por el contrario se desechaba el
campo del golf el precio se reducía a la mitad.
La idea le había entusiasmado y comentándolo
con unos amigos franceses decidieron contratar a Paco.
- Su esposo, había comenzado a trabajar en
el proyecto. Ese es el motivo por el que le hemos ingresado esa cantidad en el
banco. La ubicación de las instalaciones ya la tenía decidida y se está
gestionando. Captó perfectamente el emplazamiento idóneo de ese complejo.
Siguiendo su consejo se construirá próximo a la ciudad de las ciencias, el
parque oceanográfico y paralelo al complejo comercial.
Prosiguió exponiéndole lo que Paco, según el
personaje en cuestión le contaba, había
preparado y estudiado. Tenía en mente personal para ese complejo y como
una de las personas elegidas era ella, Gerardo le propuso hacerse cargo de lo
que su marido había iniciado, hasta que él apareciese. El reto le dejó algo
parada, su hija le animaba para que aceptase, pero tenía sus dudas. Gerardo le
aseguró que no estaría sola, ya había un equipo de especialistas, propuestos por su esposo, que trabajaban
sobre el asunto y él, personalmente, estaría a su lado para facilitarle
cualquier problema que se le presentase. En esa empresa todo se hacía por
consenso.
La conversación prosiguió, sobre el asunto,
a lo largo de la comida. Ana, insistía a su madre que tomase esa decisión. Era
el sueño de su padre y en sus manos estaba poderlo hacer realidad.
- Estoy segura que a papá le entusiasmaría
que tomases esa decisión
El reto era grande pero las palabras de su
hija le dieron ese empujón para no decir, no. Tampoco se comprometió, y
quedaron en volverse a ver. Gerardo le rogó, que no se pusiera un tope de
tiempo, que los momentos que tuviese libre de su trabajo se acercara por la
oficina que se había abierto para gestionar la construcción y dirección del
proyecto y sin comprometerse poder ir viendo como marchaban las cosas. La
promesa de mantener el abono de la nomina acordada con su esposo, fue
determinante para que se lanzara, por el momento, a la aventura.
Nada más abandonar el parador madre e hija,
Gerardo telefoneó a Bernard confirmándole que la operación estaba en marcha y
de momento no había dicho no al proyecto. Le felicitó, sabía que si alguien era
capaz de convencerle ese era sin ningún género de dudas él.
Regresaban en su vehículo comentando el
encuentro. Sus temores habían cambiado de preocupaciones, ahora la
responsabilidad de aceptar era enorme pero por otro lado muy tentadora. Ana
volvió a insistir sobre el sueño de papá. Era consciente que si algo iba a
mover a mama para aceptar sería pensando en esa ilusión de su padre.
Ese
fin de semana le costó conciliar el sueño, la desaparición de su esposo, los
acontecimientos de ese día y el reto que tenía ante sí no le permitieron
descansar.
El lunes, muy temprano, a las ocho, ya
estaba en las oficinas donde había quedado con Gerardo para ponerle al día. Lo
primero que le expuso fueron los planos de aquel proyecto. Aquello era
impresionante. Pero una construcción, cercana al recito, le llamó la atención.
- Bueno. Esa edificación fue una condición
impuesta por su esposo si aceptaba hacerse cargo de la instalación. Se trata de
la vivienda de sus sueños.
Estaba atónita, todo aquello le comenzaba a
pesar demasiado, pero cuando regreso a casa y lo comentó con sus hijas. De
nuevo le animaron a afrontar ese reto, a ser valiente. Tenía ante sí la
posibilidad de sacar a su familia hacía delante e incluso poseer recursos para
buscar a papá.
Esa misma tarde conoció al equipo de
expertos que trabajarían con ella y lo cierto es que se sintió tan arropada por
aquel grupo humano que pronto se sintió segura de sí misma y empezó a tomar las
primeras decisiones. Aquellas personas no le hicieron sentirse mal en ningún
momento, exponían sus opiniones y luego entre todos decidían los pasos
siguientes que se debían iniciar, comenzar, o rectificar. Al despedirse hasta
la mañana siguiente se sentía segura de sí misma. Aquello no iba a ser tan duro
como en un principio suponía. Dio las gracias a Gerardo, disculpándose por las
prisas. Pero se le hacía tarde para acudir como todos los días a su trabajo en
la piscina del colegio.
Bernard había dejado instrucciones muy
concretas. Gerardo debía hacer lo imposible para que esa mujer se hiciera cargo
del complejo, y a ciencia cierta que lo estaba consiguiendo. Ella era
consciente que no podría llevar a cabo su trabajo de dirigir ese gran proyecto
si continuaba trabajando en el colegio. Pero necesitaba estar segura de la
decisión a tomar. Gerardo le aseguró que no tenía que preocuparse, que se
tomara el tiempo que necesitase, era consciente que no era fácil decidirse y
comprendía sus dudas especialmente ante la situación que estaba viviendo de
incertidumbre por la desaparición de su esposo.
Al tener el día ocupado desde primeras horas
de la mañana hasta las últimas horas de la noche, la situación se le hizo un
poco más llevadera. Con Gerardo y el equipo se encontraba como si hubiese
trabajado con ellos toda la vida, confiaban en ella plenamente y casi todas las
propuestas que realizaba las llevaban a cabo. A los tres meses, fueron
verdaderamente agobiantes, comunicó al colegio que dejaba su puesto de trabajo
para dedicarse de lleno al sueño de su esposo. Las obras se habían iniciado, la
propaganda estaba en marcha y la primera semana que pusieron al público la
posibilidad de pertenecer como socios al complejo deportivo, todas las
previsiones se quedaron cortas. El primer cupo, mil socios, se cumplió con
creces esa primera semana. En la inscripción se debía abonar una cantidad
considerable y luego mensualmente unas cuotas, si bien éstas no comenzarían a
pasar los recibos hasta que las instalaciones no se inauguraran. La segunda
semana se volvió a ofertar otra tanda de mil solicitudes. En este caso la cuota
de entrada se duplicaba. Nuevamente se sorprendieron al comprobar que no había
terminado la semana cuando el nuevo cupo se cerró. La ubicación, y especialmente la calidad de
las instalaciones que estaban previstas construir obro el milagro. El tope de
socios estaba en los cinco mil. El estudio realizado para el aprovechamiento de
las instalaciones estaba estipulado en unas siete mil personas, y el mismo
estudio aconsejaba dejar dos mil plazas para los no socios. La tercera tanda de
socios se ofertó, otras mil. En un principio solo habían pensado ofertar los
primeros mil, pero como había tenido tanto éxito optaron por ofertar otros mil,
y de nuevo otros mil. Dejando los dos mil restantes para cuando las
instalaciones estuviesen terminadas. Este último bloque costó algo más en
cubrir, no en balde triplicaba la cantidad de los primeros socios. Pero la gente era consciente que las últimas
dos mil plazas se dispararían a precios prohibitivos y de ahí, aunque costó
algo más se cubrieron en tres semanas. Las últimas solicitudes llamaron la
atención a Amparo y sus colaboradores, pues pertenecían a gente de Madrid y
Barcelona. La instalación que cubrió su cupo desde el primer momento fue el
campo de Golf. No en balde disponer de una instalación de esas características
en la misma ciudad era todo un lujo.
Bernard se presentó en varias ocasiones para
verificar que todos los deseos de Marie, su patrona, se estaban cumpliendo al
pie de la letra. Quedó impresionado por la marcha de las instalaciones y del
equipo encargado de la puesta en marcha de aquel gigantesco complejo deportivo.
En la reunión que mantuvo con Amparo y Gerardo. Ella le expuso su plan de
trabajo. Cada deporte tendría un responsable, con titulación de licenciado o
maestro, quien se encargaría de elegir a su equipo según las necesidades. Se
constituyó un consejo, formado por los responsables económico y el deportivo,
donde se programarían todas las actividades del año. Luego estos con sus
equipos planificarían día a día sus parcelas. Era necesario que los
responsables deportivos se desplazaran a diferentes ciudades e instalaciones
para estudiarlas y coger lo mejor de cada una de ellas. Para luego aplicarlas
en la ciudad del deporte.
Bernard se marchó muy satisfecho de su
visita. Marie podría estar contenta de cómo se iban desarrollando las cosas en
Valencia. Aquel complejo tenía asegurada su continuidad. Había comprobado
personalmente que Gerardo y Amparo habían sabido rodearse de personal
competente y el sueño de aquel profesor de educación física que había sido
“secuestrado” se cumplía y sus familiares más cercanos podrían disfrutarlo.
Amparo se rodeo de familiares y conocidos,
competentes en diferentes campos del deporte. Ese sábado invitó a todo el
consejo deportivo a una comida de trabajo en el Parador Nacional Luis Vives del
Saler. Allí se dieron cita y en el aperitivo les repartió un dossier donde les
explicaba las líneas y pautas a seguir en el viaje que emprenderían. Se
discutieron varios puntos del mismo y se realizaron sugerencias que fueron
añadiendo. Tras la comida prosiguieron la conversación y quedaron para el siguiente
sábado nuevamente a comer. Durante esa semana tendrían que estudiarlo con
detenimiento y exponer sus opiniones en la siguiente reunión. Al llegar el sábado se discutieron algunos puntos, pero no
se cambió prácticamente ninguna cosa. El documento estaba muy bien estudiado y
estructurado y con los añadidos del sábado pasado quedó listo para seguirlo
todos sus miembros.
Fueron tres meses agotadores para el equipo
deportivo, pero la experiencia mereció la pena. Habían podido estudiar y
comprobar las mejores escuelas deportivas europeas de las diferentes secciones
que tendría la Ciudad
del Deporte. Se trajeron importantes aportaciones. Filmaron instalaciones,
sesiones concretas dadas en esas escuelas, materiales originales que se
empleaban para la enseñanza de diferentes facetas. El personal no se contentó
con estudiar su parcela, siempre que captaban algo aunque no fuera de su
competencia lo recogieron en la memoria del viaje. Al regreso se estuvieron
reuniendo por espacio de varias semanas y, cada uno, aportó todo aquello que
había podido estudiar y ver. Se confeccionó, entre todos, un dossier con todas
las cosas más interesantes. Sin duda aquella futura instalación partía con una
gran ventaja. Todo estaba preparado para iniciar las actividades en el momento
que las instalaciones estuviesen listas.
A los seis meses de hacerse cargo Amparo de
las instalaciones Gerardo le invitó a visitar su nuevo hogar. La casa de los
sueños de su marido se había construido junto a la Ciudad del Deporte. Estaba
completamente terminada y deseaba entregar aquel hogar, como le había encargado
Marie, lo antes posible.
Esa mañana invitó a Amparo a que le
acompañase. La primera sorpresa se la encontró en el garaje de las oficinas. Un
flamante mercedes matriculado ese mismo día le esperaba para su uso personal.
Era un coche de la empresa pero Amparo podía disponer de él como quisiera. Le
invitó a que lo condujera y se desplazaron hasta la vivienda en cuestión.
Cuando entraron por la puerta principal se quedó atónita, aquello era un
palacio. Ante ella tenía la casa de los sueños de su marido y ahora ella y sus
hijos podrían disfrutarla. Al descender del coche, Gerardo le presentó al
personal que se encargaría del mantenimiento y asistencia de la casa. Un
mayordomo, dos señoras de cocina y dos señoritas para el servicio doméstico.
Aquel personal cautivó a la señora de la casa, de una corrección increíble y de
gran cultura. Ellos también quedaron gratamente sorprendidos por la sencillez y
familiaridad de su señora.
Mientras el mayordomo acompañaba a la pareja
para enseñarles hasta el último rincón de aquella mansión, en un momento que se
encontraron solos Amparo aseguró que no se podía permitir el mantenimiento de
aquella mansión y de su personal. Gerardo sonrió. Asegurándole cubrir los
gastos de mantenimiento de la mansión la empresa. Ella solo tenía que
preocuparse por el funcionamiento de la empresa. Era la casa de su directora y,
por tanto, el mantenimiento corría a cargo de la Ciudad de los deportes.
Estaba en una nube, perpleja e incrédula de lo que le estaba sucediendo esos
últimos meses. Tras el comentario prosiguieron con la visita. Al salir al
exterior y percibir el aroma de las flores y plantas del pequeño jardín de la entrada, se sintió
feliz. Pero al llegar a la parte posterior y comprobar la existencia de dos
greenes, que habían separados por un
pequeño campo de fútbol de césped, sus encantadores ojos verdes se inundaron de
lagrimas. De inmediato acudió a su mente el recuerdo de su marido, y mientras
esas gotas saladas se deslizaban por sus mejillas para chocar contra el suelo
reflexionaba mentalmente ¿Cómo disfrutaría con esos pequeños trozos de terreno
y sus palos de golf? Sacó el pañuelo del bolso y enjugó las lágrimas. Lo
comentó con Gerardo mientras proseguía con la visita.