sábado, 25 de julio de 2015
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. CAPÍTULO TRIGÉSIMO CUARTO
CAPITULO
TRIGÉSIMO CUARTO LA FINAL. NO HUBO COLOR
La jornada del domingo los padres de Ester
atendieron a varios directivos de empresas comerciales, interesados en negociar
acuerdos publicitarios. Conscientes que a pesar del riesgo de no ganar la
olimpiada, con esa propuesta no perderían y por el contrario de ganar, sería
una ganga su contratación. Pero se encontraron con la negativa de esos padres.
Hasta la conclusión de la prueba no se podía distraer a la niña. Precisaba
centrarse para una prueba de esa magnitud. Insistían una y otra vez conscientes
que la cuantía del contrato aumentaría muchos ceros de finalizar oro olímpico.
Pero llegaban tarde. Tal vez de haber realizado la propuesta antes de la
concentración del equipo, hacía ya la friolera de tres meses, habrían logrado
algo. Pero estaba claro que a pesar de ir en aumento esas cantidades, no se
firmaría hasta la conclusión de la olimpiada.
Esa mañana, al mirar por la ventana, a las
seis de la madrugada, deslumbró un día tal y como leyó durante el domingo. Todo
parecía que marchaba bien. Desayunó, se cruzó con sus compañeros de equipo pero
no quisieron molestarle, ni le saludaron. Conocían a la perfección las rutinas
que aquella deportista mantenía ante los grandes acontecimientos. Pero
especialmente en ese. Habían mantenido conversaciones y todos eran conscientes
de la importancia que aquella niña le daba a esa competición en concreto.
Muchos de sus sueños estaban depositados en esa olimpiada. Pero también eran
conscientes que un fracaso no la hundiría. Todo lo contrario le serviría de
estímulo para luchar con mayor fuerza. Siempre les comentaba las frases de su
yayo.
Solo de los
errores y los fracasos se aprende. De los éxitos y de los triunfos una es tan
estúpida que el propio ego te impide ver con claridad. Y piensas que todo está
aprendido.
Subió al vehículo que los transportaba hasta
el puerto olímpico. Concentración al máximo. Con los cascos y su móvil
escuchaba música clásica, en concreto el concierto de Aranjuez para guitarra
del maestro Rodrigo. Una de sus melodías favoritas. Su mente en las trazadas,
su corazón en toda la gente que había, estaba y estaría a su lado. En su alma
su yayo. Lo sentía junto a ella. Sus ojitos se nublaban al sentir su mano
presionando levemente la suya para que no dudara ni un solo segundo que estaba.
Era su garantía para que no se le escapara aquella prueba. Iba con su
embarcación, esa que su yayo le regaló. La habían estado poniendo a punto en
los astilleros de la madre de Vicente al tiempo que preparaban la de él. Las
tres banderas dibujadas se percibían con bastante nitidez. Pero en la vela
destacaba de manera ostensible la española, pues así lo requería la
reglamentación. Pero su corazón estaba con las tres naciones y en su alma
andaba con el mundo. Junto a ella, su yayo.
A bordo comenzó a ultimar los detalles para
esa jornada. Todo estaba preparado meticulosamente, todo revisado hasta el
último poro. Soltó amarras y puso rumbo a la salida. Millones de personas
pendientes de esas embarcaciones que iniciaban el final de un sueño de cuatro
años. Ese que se repite para todo participante olímpico. Cuatro años de intenso
trabajo, de preparación meticulosa, de ilusiones puestas, de disfrute de su
deporte favorito.
Sus amigos y allegados se sorprendieron por
la salida al límite de su compañera. Había arriesgado mucho unas décimas
después y habría sido descalificada o habría perdido mucho tiempo. Se destacó
de inmediato, pues logró una velocidad inicial que ninguna participante
consiguió hasta muy avanzada la prueba. Sus cambios de trazada coincidían en el
momento preciso, sin olas, sin corrientes que rozaran contra su casco y
disminuyera la velocidad. Entró en la primera baliza con una ventaja
inalcanzable. Mientras que desde las embarcaciones de familiares y amigos se
escuchaba.
“Ester
cuando llegues nos mandas un mail”
Estaba clara su ventaja y su victoria. Más
disputado estaban los siguientes puestos, cinco embarcaciones andaban
alternándose las posiciones. Pero era la primera regata y restaban nueve más
para decidir las medallas. Esa tarde tras la regata de los equipos masculinos
volverían a salir.
Ester se aproximaba a la meta llorando y
sentía como su abuelo lloraba con ella. Llegó a puerto y sin saludar a nadie,
amarró su barca y se fue al coche para que le condujeran a la villa olímpica.
Fue su madre la que rogó a todos que le dejaran. Necesitaba estar con su
abuelo. Necesitaba comentar con él esa jornada porque había sido muy fácil y
eso podría volverse en contra. Todos respetaron la petición de Andrea menos los
periodistas, pero no lograron llegar a ella. Sus amigos se interpusieron para
que no alcanzaran su objetivo. Pero salvo su madre nadie entendió el
comportamiento de Ester, nunca había tenido una actitud así. Seria, concentrada
hasta límites increíbles. Pero Andrea fue aclarando a todos los que buscaban
respuestas a su comportamiento. No pensaba en ella, no pensaba en la familia,
no pensaba en la gloria. En su mente solo estaba ese sueño, y esa promesa que
compartió con su abuelo y nada ni nadie podría distraerla de ese objetivo.
Su concentración era tal que olvidó que a
continuación sus amigos disputarían su primera regata.
En la villa olímpica la prensa y la
televisión intentaron contactar con ella, encontrándose con la negativa de su
entrenador al tiempo que les aseguró que si lograba o no la medalla, nada más
terminar la competición les atendería durante las horas que fuera necesaria. No
les cabía la menor duda que así lo haría pues esa era Ester, que nada tenía que
ver con la de esa jornada.
Paseaban nieta y abuelo por su cala
disfrutando de la serenidad de la mañana. Su alma había abandonado la villa
olímpica para reunirse con él. El sol brillaba con intensidad, el Caribe
asombrosamente azul, casi un lago. Los únicos sonidos era la cadencia del paso
de la pareja y las avecillas que jugueteaban de una rama a otra para repartir
alegría y colorido a toda la selva. Sus playas doradas recibían con cariño a
esas aguas cálidas, acogedoras y serenas en el día. Ester se abrazaba a cada
paso a su yayo. Le agradecía lo realizado dos días atrás. Había puesto en su
camino su sueño a realizar a las personas que más apreciaba y amaba. Luchar por
lograr esa otra olimpiada de la vida le motivaba mucho más que esa competición
de medallas y honores. Rajid, otra gran persona que sin la menor duda su abuelo
había provocado que se encontraran. Estaba segura que conseguiría el hogar.
Cada momento que pasaba más convencida estaba. El ganar la olimpiada le iba a
asegurar su éxito en su empresa por entregarse a los demás. No era mucho, pero
entre Robert en México, Vicente en Gandía y ahora Rajid alegrarían a un grupo
de familias, pero especialmente de niños. Había que convencer a Adel para que
se involucrara en algo. Lo pensaba porque sabía que su abuelo estaba captando
sus ondas y estaba convencido que intervendría en lograrlo. Sus cuatro amigos
luchando por algo en común. Los cuatro entregados a esa misión de todo ser
humano. Con la ayuda de su yayo lo lograría.
De pronto se acordó que regateaban sus
amigos, salió de la habitación para regresar al club náutico y asistir a la
recta final de sus compañeros. Solo le dio tiempo de observar en televisión
unos minutos, pues debía embarcar para acercarse al campo de regatas de lo
contrario no llegaría y podrían descalificarle. De momento dominaba la prueba
Adel con dos embarcaciones entre la del americano y Vicente que iba cuarto.
Robert, algo descentrado marcaba la sexta posición. Olvidó lo visionado y se concentró en lo que
le ocupaba, si bien sintió pena al ver navegar a Robert. No lo estaba haciendo
bien. Pero al final lograron los tres
primeros puestos. Adel, Vicente y Robert, por este orden.
Esa segunda manga, salió algo retrasada pero
pronto tomó la cabeza, su casco volaba sobre las olas. No tuvo el menor fallo y
alcanzó la primera baliza en primer lugar y una vez vencida ese primer
obstáculo la diferencia fue amentando. Para entrar en meta con una diferencia
holgada. El resto de participantes no concebía la superioridad tan grande entre
esa española y el resto.
Le hubiera gustado abandonar el campo de
regatas, el club náutico y perderse en su habitación de la villa olímpica pero
se quedó a ver a los chicos. Cuando Robert comprobó que Ester se quedaba en la
embarcación de los familiares, su rostro cambió radicalmente, realizando una
salida increíble. Tomando la primera baliza en primer lugar, seguido de Adel y
en cuarta posición peleando con el representante canadiense Vicente. Fue una
regata muy interesante finalizando en primer lugar Robert, seguido de Vicente y
Adel. Los tres amigos cruzaron en primer lugar la meta, en las posiciones
descritas. En la cafetería se reunieron para comentar la jornada
Andrea había recibido una llamada del
sobrino de Julián, aquel repelente niño que no soportaba el profesor, le estaba
haciendo una propuesta en el caso de ganar la olimpiada. Su banco quería
involucrarse en el deporte y aquella niña a la que adoraba su tío daba la
imagen perfecta que buscaba su entidad para ir influyendo en la juventud, para
captar nuevos negocios. Al comentarle la idea que tenía su hija le aseguró que
precisamente su entidad estaba tratando de instalarse en ese floreciente país.
Ese toque de crear una casa hogar les proporcionaría una imagen importante.
Pero quedaron en hablar a su regreso. No quiso comunicarle nada a su hija, lo
hablarían después de la final. Nada ni nadie distraería a su niña.
La diferencia fue ligeramente menor a la
primera jornada, sin embargo a Ester le pareció mucho más sencilla que la
anterior. Al juntarse los tres amigos en la cena para ingerir los últimos
alimentos del día se miraron. Ester estaba navegando como nunca le habían
visto. Ni una duda, ni un solo fallo. No perdía velocidad en los cambios de
trazada. Estaban alucinados. Verle
navegar era un auténtico placer. Un paso más para su sueño, cumplir con la
promesa que le realizó a su abuelo le llenaba, pero solo pensar lo que
supondría para cientos de niños le tenía concentrada como nadie recordaba. Sus
amigos, en esa segunda regata coparon las tres primeras posiciones. No podía
haber comenzado mejor aquella importante competición para el grupo de amigos.
La jornada del ecuador de la competición
marcaba claramente las diferencias, seis victorias de seis regatas y viendo el
resultado de sus perseguidoras la convertían en la gran favorita para el oro.
De las cuatro regatas que faltaban para la conclusión tenía un margen de un
gran fallo en una de ellas. Las tres perseguidoras de Ester estaban separadas
tan solo por un punto. No habían fallado excesivamente pero la regatista que
marchaba en segundo lugar estaba a doce puntos de Ester. Mientras que nuestros
campeones se habían distanciado de sus contrincantes copando las tres primeras
posiciones, con idéntica puntuación, doce puntos mientras que el cuarto andaba
con ocho puntos más. Y lo más importante, los tres, podían fallar en una de las
regatas pues no habían descartado, por el momento, ninguna de las realizadas ya
que la peor era una tercera posición.
Rajid y sus amigos lloraban de emoción
tenían que darse prisa para tener todo cerrado en esa semana. Sería el regalo
del grupo para su princesa. La sociedad se había creado ya. Los terrenos se
habían escriturado y el terreno para la escuela o el hogar escuela fueron
donados por la sociedad de pescadores pues pertenecía al puerto pesquero. Una
sociedad dependiente y creada por los hombres jóvenes del mar que comenzaban a
desligarse de empresarios que pretendían explotarlos. Ya lo habían hecho
durante generaciones a sus abuelos y padres pero ellos no pasarían por ahí.
Aquellos jubilados les expusieron sus planes y no dudaron en transferir a la
sociedad esos terrenos que pretendían. Sin emplear ni una sola rupia tenían la
base para el inicio del sueño de su princesa. Los padres de Ester aportaron una
importante cantidad para poder iniciar las obras de la fábrica. Pero
principalmente poner a punto las embarcaciones. Estaban haciendo gestiones con
el gobierno local para conseguir fondos para la escuela y los pasos iban por
buen camino.
En la última jornada a Ester le bastaba con
quedar novena en una de las regatas y aunque le descalificaran en la última la
medalla de oro era suya. Mientras que
sus amigos lo tenían todo por decidir en esa última jornada. Adel lideraba la
competición con quince puntos, seguido por Robert con diecisiete y Vicente con
dieciséis. Las dos últimas regatas decidirían pues si seguían en esa tónica la
regata a desechar sería un tercer puesto, el peor hasta el momento, y si en
alguna de esas dos últimas se colocaban en peor posición no influiría ya que no
entraría en el cómputo final.
La regata de esa mañana fue increíble. Ester
estuvo perfecta y volvía a cruzar la meta en primer lugar. Ya era campeona
olímpica. Pero saldría a la tarde para no perjudicar a ninguna participante. La
prensa rodeo a Ester y estuvo increíble. Ensalzó la labor del equipo y felicitó
a sus contrincantes. Había sido una regata de un gran nivel y ganar con esa
holgura daba mayor valor al triunfo del equipo.
Sin cambiarse, un fueraborda le llevó hasta
el barco de familiares. No quería perderse la regata de los chicos. Estuvo muy
emocionante pero seguía sin decidirse nada. Fue Robert quien ganó esa regata
sumando dieciocho puntos los mismos que Vicente que entró en segunda posición.
Y en tercer lugar Adel que con esa tercera plaza sumaba también dieciocho. Así
pues el resultado de la tarde daría las tres medallas en el orden que entraran.
Comieron cada uno con sus respectivos
equipos pero antes tanto Robert como Adel se acercaron para felicitar a la gran
campeona. A la mujer más joven de la historia en lograr el oro olímpico.
Por la tarde Ester siguió su línea y
compartiría podio con la representante de Australia y la de Alemania.
Entraba en puerto llorando y llamando a
grito pelado a su yayo. El bello de los presentes se erizó. Andrea y Maureen
lloraban. Tras amarrar el casco en el puerto se unió a sus familiares. No se
quería perder esa última regata de los chicos. Quién ganara era lo de menos
para ella saber que eran las tres medallas fijas le sobraba.
Fue una de las mejores finales de la clase
Laser que se recordaba, tan pronto tras una baliza estaba uno delante como el
otro. Ya desde el inicio ninguna otra embarcación les hizo sombra y los tres se
disputaron los metales. Por escaso margen entro en primer lugar Adel, seguido
por Vicente y algo más rezagado lo hacía Robert. Fue desembarcar y fundirse los
tres amigos en un fuerte abrazo. Vieron que su princesa corría hacia ellos y
soltándose se disputaron quien llegaría antes a abrazar a la reina de la vela.
En esta ocasión el honor le tocó a Robert. Sorprendiéndose al encontrarse con
los labios de aquella criatura en los suyos. Pero Robert finalizó aquella
acción espontanea de Ester y posó a continuación sus labios en sus mejillas
mientras se fundía en un abrazo. Pronto sus amigos los separaron también
deseaban compartir su felicidad con la reina de la vela.
Sonaba el himno al tiempo que la bandera
española se alzaba en honor de la campeona olímpica. Su mirada al cielo y su
mano entrelazada a la de su yayo, que subió con ella para volver a escuchar ese
himno que unas cuantas décadas atrás escuchó en primera persona.
Luego con su medalla al cuello escuchaba el
himno norteamericano. Con Adel en lo más alto del podio y rodeado de sus otros
dos grandes amigos y compañeros Vicente y Robert.
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