miércoles, 22 de abril de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE ESTER. CAPITULO XXIII- LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA

CAPITULO VIGÉSIMO TERCERO 

LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA


 


   Los días, que conducían a las vacaciones del segundo trimestre, fueron muy intensos. Su tutora le había impuesto un régimen, de estudio, de trabajo muy severo y para vacaciones debía completar varias tareas pues acordaron que nada más regresar de la gira de Estados Unidos y México le pasaría los controles finales. En Mayo se iban definitivamente a la India, país donde se celebraban las olimpiadas y era necesario finiquitar el curso. Casi cuatro meses para amoldarse y entrenarse con intensidad para lograr los resultados que todos esperaban.

   Para Vicente fueron unos meses increíbles, también la intensidad de los estudios fue frenética, pues igual que Ester le examinaban al regresar de vacaciones. Llevaba todos los temas muy avanzados y se quedaba un par de horas todos los días en el instituto con los profesores que se ofrecieron a ayudarlo. Lo cierto es que se encontró con muchas facilidades, pero el esfuerzo era notable y sus profesores pusieron esa ayuda que precisaba un alumno brillante y en esas condiciones. La selectividad la Federación acordó con el ministerio que en la embajada española en la India les enviarían los exámenes para realizar los en las fechas programadas para todos los estudiantes en España. No iban a consentir que un representante de España y más con el nivel intelectual pudiera perder un año. Lo cierto es que su madre se movió para lograr que el esfuerzo de su niño no quedara en agua mojada. Pero a pesar de los pesares el haber podido conectar con Terci le había proporcionado las fuerzas para no fallecer. Incluso esa intensidad le ayudaba a asimilar toda esa felicidad que le rodeaba. Jamás podría compensar a su joven amiga todo lo que había hecho. Se contagió de esa mujercita y al igual que Robert comenzó a colaborar con estamentos de ayuda a los necesitados. En un principio pensó realizar algo similar a su amigo pero su poder económico aunque muy bueno no era el de su amigo mejicano. Añadiendo a ello el embarque empresarial de su madre con Rafael en una aventura empresarial que aunque no dudaba que triunfaría, pues cosa que tocaba Ester no fallaba, no le permitía tener los recursos necesarios para emprender una idea como la de su amigo. Por ello se limitó a dedicar su escaso tiempo a ir involucrando a compañeros y compañeras del instituto. Tanto Robert como Adel no asistirían a la India hasta junio, un mes antes de iniciarse los juegos. Pero las vacaciones, del segundo trimestre, estaban ahí y pronto los cuatro amigos se verían para compartir su amistad, sus inquietudes, sus sueños y la rivalidad en la vela. Se había formado un grupo increíble constituido alrededor de esa mujercita a la que llevaban en bandeja. En sus respectivos centros de estudio aseguraban que iban a tener por amiga a la mujer más jovencita ganando una medalla de oro olímpica en la especialidad de vela. Estaban convencidos, el reto era quien lograría estar con ella. Uno de ellos no tendría el honor de subir con sus amigos. Pero todos aun sin lograrlo se sentirían protagonistas al ver a sus compañeros compartir con ellos la victoria en una competición. Pues su amistad estaba muy por encima de una simple competición por muy olimpiaca que fuera. Su amistad era lo más importante y ese no se conquistaba en una cita, aunque se celebrara cada cuatro años. Estaban radiantes, ilusionados con ese próximo encuentro. Robert contaba hasta las décimas de segundo que tendría que esperar para fundirse con su mujercita. ¡Cómo la adoraba! Por fin llego esas semanas esperadas y anheladas. Ester y Vicente con todo el equipo olímpico de vela español se encontraban en el aeropuerto de Barajas con destino Florida. En Cancún se preparaba Robert para viajar con otro componente de la clase Laser los cuales representarían a México en la olimpiada en aquella importante cita, una de las últimas antes de la olímpica. Mientras que nuestro amigo Adel volaba desde Texas para encontrarse, con ellos. No iban a estar todos en el mismo hotel, si cercanos, pero ambas dependencias andaban cerca del club náutico de donde partía la competición. Ese lunes de la Semana Santa aterrizaba la aeronave procedente de España con dos de los componentes del grupo. Por la tarde llegó Robert y hasta la mañana siguiente no haría su llegada Adel. La delegación española fue llegar, subir a sus habitaciones y bajar lo más rápido posible para el almuerzo de ese día. Ester se retrasó, cosa extraña en ella, era la puntualidad por excelencia, pero problemas de mujer le retuvieron algo más de lo que le hubiera gustado. Ahora no estaba muy segura que fuera una gran alegría que le hubiera llegado la menstruación tan temprano. Pero por otro lado ya era capaz de provocar vida. El gran milagro, la posibilidad de dar vida. Cuando llegó a la mesa todos le aplaudieron, era su primera vez. Su puntualidad tenía alucinado al resto de los componentes de la expedición y había que celebrarlo. Pero ante el asombro de la mayoría, no era normal que una cría contara lo sucedido con esa normalidad, explicó justificando su retraso.

 

    Me disponía a bajar a cenar cuando quien bajó fue la regla, tuve que volver a la habitación. El tiempo que me llevó asearme y cambiarme de ropa es la causa de mi retraso.

 

   Aplaudieron la espontaneidad de la criatura, era la princesa de la delegación. Todos le querían, cuidaban, protegían y mimaban con un cariño especial. Cada uno en su momento y en su tiempo recordaba cuando algún problema les estaba agobiando lo captaba de inmediato y se aproximaba para animarle y minimizar al máximo el problema o la preocupación. Todos recordaban que terminaban riendo a carcajadas con aquella mujercita. Se sentó junto a Vicente, como no, y soportó las tonterías del gracioso del grupo, que aseguraba que la pareja eran novios. Se lo habían explicado por activa y por pasiva, pero lo mejor era dejarlo hasta que se cansara. Cenaron en armonía y como hasta las doce del día siguiente no estarían las embarcaciones a punto, les dieron tiempo libre. Vicente, era mayor de edad, pidió permiso a su “papá” para hacerse cargo de Ester. Rafael consciente de la sensatez de su “hijo” no puso el menor inconveniente. Se acercaron al hotel de Robert pues si no había llegado estaría a punto. Les faltaban unos doscientos metros para llegar cuando vieron el micro-bus de la delegación mexicana que aparcaba en la entrada mientras sus pasajeros iban bajando y buscando sus equipajes. Al ver a Robert le llamó a voz en grito, dejó cuanto tenía en las manos en el suelo y corrió hacia su princesa a toda la velocidad que le proporcionaban sus piernas. La tomó en brazos y la elevó un cuerpo por encima de su cabeza para luego recogerla con delicadeza hasta colocar sus pies, mientras amortiguaba la caída, en el suelo. Fue un abrazo más prolongado de lo normal. Llevaban tiempo sin verse y anhelaban estar juntos. Dos besos en las mejillas sellaron el encuentro para fundirse en un apretón de manos y un abrazo con Vicente. Le acompañaron hasta el vehículo y le ayudaron con el equipaje. Por supuesto que los dos caballeros se negaron en rotundo que la señorita llevara peso. Al preguntar si habían cenado primero unos lo confirmaron y luego el viajero también ratifico haber cenado en el vuelo. Robert preguntó a su entrenador si podría dar una vuelta con sus amigos. Aceptó con la condición de estar en su habitación antes de las veintitrés horas. No hubo problema era el margen que Rafael les había dado a ellos. En los locales de copas de la playa de la localidad se perdieron para tomar unos refrescos y conversar. Las manos de Robert y Ester no se separaron en toda la noche. Solo al despedirse lo hicieron para abrazarse y regalarse un par de besos en las mejillas. Robert la encontró cambiada. Más bonita que la última vez y los signos externos de mujer comenzaban a delatarse a través de sus ropas. Esperaba no ser celoso porque aquella criatura iba a ser un monumento de mujer. En ese proyecto que se esbozaba era encantadora y observó que varios muchachos y no tan muchachos la miraban con ojos que no le gustaron en absoluto. Cuando entró en su habitación rogaba a los cielos que no le permitiera tener celos porque aquella mujer que le había arrebatado el corazón por muy bella que fuera, por mucho que le acosaran siempre sería fiel. La conocía de sobra. Aquella frase. ¡Cómo no! De su abuelo.

 

   “La palabra es sagrada”

 

   También se la había apropiado y hasta la fecha la llevaba a rajatabla. Sin duda lo que tenía era falta de seguridad en sí mismo. Meditaba consciente que el problema estaba en él y debía entrenarse para sacarlo definitivamente de su interior. Aquella mujer precisaba de un compañero seguro, buena persona y entregado a los demás. Eso lo tenía muy claro.

   Estaba radiante se metió en la cama dándole vueltas a la conversación sobre la organización creada por Robert. Se alegraba del éxito que estaba teniendo y la visión de su príncipe para auto gestionarse sola sin necesidad de depender de las donaciones. Que por cierto seguían y a un gran nivel. Pero esos fondos se dedicaban unos para tener un remanente en caso de surgir algún problema y otros para crear nuevas organizaciones en otros campos de la sociedad. Escuchó la propuesta que le hizo su padre y se emocionó al comprobar la respuesta de Robert. Lo cierto es que no sabía muy bien porque se extrañaba era ya una persona adulta, con derecho a voto. Pero siempre pensaba que eran de la misma edad. Por supuesto ella contaba con esos dieciocho años. En ocasiones Robert le comentaba que físicamente no los tenía pero su madurez era la de una joven de su edad. Ester había hablado mucho con su madre sobre el tema de su relación con Robert, era cierto que se sentía atraída por aquel muchacho. Estaba convencida que era el amor eterno, como Anki lo era de su abuelo o Terci de su amigo Vicente. Pero Robert seguía en la tierra y era un joven en plena efervescencia. Aunque se sentía atraída por él no había ese fuego que sin duda llegaría cuando su cuerpo madurara un poco más. Andrea le contó la conversación que mantuvo con él. Hablaron largamente y ahora comprendía mucho mejor a su amor cuando lo notaba como se controlaba. Esas situaciones le hacían estremecer. Como aceptó sin el menor reparo esa relación sin ese apartado importantísimo en toda relación de pareja, pero que no era el único y otros más profundos, mas interiores le permitían sobrellevar la situación. Ester le preguntó a su madre a qué edad podía tener una relación en ese otro campo. Andrea le sonrió para el amor no hay edad le contestó pero estoy segura que tanto tú como Robert lo descubriréis en el momento que tenga que llegar. Tenía una madre increíble había hablado del tema con compañeras de cursos superiores y desde luego los consejos que les daban sus madres no tenía nada que ver con la libertad y la responsabilidad que le correspondía a toda persona libre. Siempre había trabas o lo que era peor algunas lo presentaban como algo malo. Siempre pensaba que aquello que decían algunas era una soberana tontería. En el amor, en el amor verdadero entre dos seres no podía haber nada malo. Si Dios era la esencia del amor. Con seguridad sus relaciones no habían sido nada satisfactorias de lo contrario no sentenciarían de esa forma una relación de amor, aunque esta se produjera en el tabú del sexo.

   Se levantaron tarde, el desayuno, fijó como última hora las diez de la mañana, a partir de esa hora el comedor se cerraba. Fue abundante y con carga de calorías. En las habitaciones, el aseo personal, las prendas de navegación fue la vestimenta de esa mañana, en una bolsa la ropa para cambiarse al terminar el entrenamiento y salieron del hotel caminando hasta el Club Náutico a unos quinientos metros. Abordaron sus embarcaciones e iniciaron los entrenamientos. Disfrutaron como pocas veces. La mar algo brava pero maravillosa para navegar y tener retos con los que enfrentarse. Había rachas de viento fuerte pero supieron afrontarlos con serenidad y seguridad. Cuando volvieron a amarrar sus botes estaban agotados físicamente. En la misma cafetería del Club Náutico repusieron fuerzas, el almuerzo lo realizarían allí, para regresar al hotel y descansar. Cuando ellos salían caminando hacia su lugar de descanso llegaban los mexicanos, regresando de su entrenamiento, se saludaron y quedaron en verse a media tarde en el hotel de la delegación española. Vicente aprovechó el momento para trasladarse a esa dimensión donde podía ver, tocar, oler, sentir a su amor. Mientras que Ester, no tenía sueños se dedicó a repasar las asignaturas y preparar los exámenes que se le avecinaban. Habló con sus padres y les contó todo lo sucedido, luego cuando su progenitor se retiró a su despacho conversó con su madre sobre sus inquietudes. Andrea, estuvo cariñosa y como siempre muy comprensiva con las inquietudes de su pequeña. ¡Cómo no! Le aseguró que las decisiones eran suyas pero respetando también a las personas cuya decisión les podría afectar. Por supuesto que se refería a Robert. La conversación que mantuvo con el chico le tranquilizaba en ese terreno. Estaba segura que sería capaz de respetar la corta edad de su niña.

 

    ¿Le puedo besar en los labios?

 

      La pregunta le pilló de sorpresa pero especialmente comprobó que las hormonas de su niña comenzaban a funcionar como una mujer. Con la misma ternura y cariño le respondió

 

    Mi amor tú sabes…

 

     No le dejó terminar. Sabía perfectamente que la decisión debía ser suya. Pero percibía que su madre deseaba que retrasase un poco más ese tipo de contactos con un chico y más con un joven mayor de edad. Por ella, pero especialmente por él.    

  Sabía lo que debía hacer, esperar. No sabía hasta cuándo pero estaba segura que debía aguardar. Había tantas cosas en común entre los dos que sería fácil controlarse. Pero lo amaba tanto.

   Sobre las diecisiete horas se personó en el hotel Robert, en uno de los salones del hotel se encontraba conversando Ester con Adel que ya había llegado. Se aproximó a la pareja y fue a darle los dos besos de rigor en las mejillas pero el gesto de aproximación no lo vio ella y al girar un poco la cara sus labios se posaron en los suyos. De inmediato rectificó con la consiguiente disculpa. Pero su corazón se había alterado de una forma escandalosa, le costaba respirar. Pidió disculpas y entró en el baño para refrescarse y apagar el fuego que se prendió en su ser.

 

    ¡Dios!, ¡Dios! Crece por favor.

 

   Se repetía mentalmente mientras el agua fría refrescaba su cara y la nuca. Más controlado regresó junto a sus compañeros. Adel no le dio la mínima importancia pues pensó que tenía necesidades fisiológicas. No andaba muy descaminado pero a ciencia cierta que no era de las que Adel pensaba. Ester si percató la reacción de Robert y una sensación de cariño, de ternura hacia ese joven al que adoraba le inundó todo sus ser. Pensamientos similares a los de él le llegaron a su mente. ¿Cuándo podrá ser? Le hubiera gustado abrazarse a él y besarse apasionadamente pero comprendió que su madre tenía razón. Quien más sufriría y padecería sería él sin ningún género de dudas. Le dio la mano con toda naturalidad para sentarse juntos en el sillón frente al americano. A los pocos minutos se les añadió Vicente. Se le veía pletórico y Adel bromeó con el muchacho al ver la cara de felicidad que portaba.

 

   ¿Qué con la alemanita?

  

De inmediato la intervención de Ester provocó el desmadre entre los jóvenes.

 

     ¿Has conocido una alemana?

 

      No. No a que santo. Pero déjalo Ester. Son muy graciosos además dejemos el tema por favor.

 

   Sus amigos se dieron cuenta que no era una broma que debían emplear delante de su amiga. Además era más propia de grupos de adolescentes y ellos al menos teóricamente esa etapa la habían pasado. Pero Ester era una chica incluso demasiado madura para su edad y dándole vueltas a la cabeza consiguió caer en la broma de Adel.

 

 “¡Dios! ¿Los chicos solo piensan en sexo, o qué?”

 

   Pero no le dio más importancia y al comprobar que volvía a guardar las composturas ante una señorita prosiguió con ellos la conversación.

   Alguna de las tardes libres fueron a regatear los tres juntos y tanto el entrenador americano como el representante de México se enfadaron con sus pupilos.

 

 “Al enemigo en el campo del deporte ni agua”.

 

   Pero en la charla que mantuvieron con sus técnicos les aseguraban que eran ellos los que aprendían de la pareja española. Sin duda tenían razón aquella niña regateaba como pocos. Poseía una superioridad sobre sus rivales increíble y por si fuera poco esa deportividad, esa generosidad en la competición estaba fuera de todos los cánones que ellos habían conocido.

   Los días de la competición se iniciaron. Las dos primeras jornadas eran clasificatorias y nuestro grupo no tuvo problemas para acceder a la final del torneo. En la final Ester dominó las cuatro regatas programadas. Y eso que sus tres amigos se emplearon a fondo. Antes de despedirse y quedar en verse en Cancún, pues todos viajaban ese lunes a primera hora. Adel comentó.

 

     Está claro que mientras compita con esta jovencita me va a resultar imposible ganar una competición.

 

   Lo decía en plan de broma pero todos eran conscientes que era la pura realidad. Solo una desgracia podría privar a su amiga Ester de lograr el oro en la olimpiada.

   Cancún fue un calco de lo de Florida. Ahora llegaba la hora de enfrentarse a los exámenes. Ese mismo lunes nada más aterrizar en Donostia Ester se sumergió en los libros. Entre esas tres semanas que le quedaban tendría que realizar las pruebas para acceder al siguiente curso. Ya que a primeros de Mayo partía la expedición española de vela hacía la India.


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