miércoles, 22 de abril de 2015
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE ESTER. CAPITULO XXIII- LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA
Los días, que conducían a las vacaciones
del segundo trimestre, fueron muy intensos. Su tutora le había impuesto un
régimen, de estudio, de trabajo muy severo y para vacaciones debía completar
varias tareas pues acordaron que nada más regresar de la gira de Estados Unidos
y México le pasaría los controles finales. En Mayo se iban definitivamente a la
India, país donde se celebraban las olimpiadas y era necesario finiquitar el
curso. Casi cuatro meses para amoldarse y entrenarse con intensidad para lograr
los resultados que todos esperaban.
Me
disponía a bajar a cenar cuando quien bajó fue la regla, tuve que volver a la
habitación. El tiempo que me llevó asearme y cambiarme de ropa es la causa de
mi retraso.
Aplaudieron la espontaneidad de la criatura,
era la princesa de la delegación. Todos le querían, cuidaban, protegían y
mimaban con un cariño especial. Cada uno en su momento y en su tiempo recordaba
cuando algún problema les estaba agobiando lo captaba de inmediato y se
aproximaba para animarle y minimizar al máximo el problema o la preocupación.
Todos recordaban que terminaban riendo a carcajadas con aquella mujercita. Se
sentó junto a Vicente, como no, y soportó las tonterías del gracioso del grupo,
que aseguraba que la pareja eran novios. Se lo habían explicado por activa y por
pasiva, pero lo mejor era dejarlo hasta que se cansara. Cenaron en armonía y
como hasta las doce del día siguiente no estarían las embarcaciones a punto,
les dieron tiempo libre. Vicente, era mayor de edad, pidió permiso a su “papá”
para hacerse cargo de Ester. Rafael consciente de la sensatez de su “hijo” no
puso el menor inconveniente. Se acercaron al hotel de Robert pues si no había
llegado estaría a punto. Les faltaban unos doscientos metros para llegar cuando
vieron el micro-bus de la delegación mexicana que aparcaba en la entrada
mientras sus pasajeros iban bajando y buscando sus equipajes. Al ver a Robert
le llamó a voz en grito, dejó cuanto tenía en las manos en el suelo y corrió
hacia su princesa a toda la velocidad que le proporcionaban sus piernas. La
tomó en brazos y la elevó un cuerpo por encima de su cabeza para luego
recogerla con delicadeza hasta colocar sus pies, mientras amortiguaba la caída,
en el suelo. Fue un abrazo más prolongado de lo normal. Llevaban tiempo sin
verse y anhelaban estar juntos. Dos besos en las mejillas sellaron el encuentro
para fundirse en un apretón de manos y un abrazo con Vicente. Le acompañaron
hasta el vehículo y le ayudaron con el equipaje. Por supuesto que los dos
caballeros se negaron en rotundo que la señorita llevara peso. Al preguntar si
habían cenado primero unos lo confirmaron y luego el viajero también ratifico
haber cenado en el vuelo. Robert preguntó a su entrenador si podría dar una
vuelta con sus amigos. Aceptó con la condición de estar en su habitación antes
de las veintitrés horas. No hubo problema era el margen que Rafael les había
dado a ellos. En los locales de copas de la playa de la localidad se perdieron
para tomar unos refrescos y conversar. Las manos de Robert y Ester no se
separaron en toda la noche. Solo al despedirse lo hicieron para abrazarse y
regalarse un par de besos en las mejillas. Robert la encontró cambiada. Más
bonita que la última vez y los signos externos de mujer comenzaban a delatarse
a través de sus ropas. Esperaba no ser celoso porque aquella criatura iba a ser
un monumento de mujer. En ese proyecto que se esbozaba era encantadora y
observó que varios muchachos y no tan muchachos la miraban con ojos que no le
gustaron en absoluto. Cuando entró en su habitación rogaba a los cielos que no
le permitiera tener celos porque aquella mujer que le había arrebatado el
corazón por muy bella que fuera, por mucho que le acosaran siempre sería fiel.
La conocía de sobra. Aquella frase. ¡Cómo no! De su abuelo.
“La palabra es sagrada”
También se la había apropiado y hasta la
fecha la llevaba a rajatabla. Sin duda lo que tenía era falta de seguridad en
sí mismo. Meditaba consciente que el problema estaba en él y debía entrenarse
para sacarlo definitivamente de su interior. Aquella mujer precisaba de un
compañero seguro, buena persona y entregado a los demás. Eso lo tenía muy
claro.
Estaba radiante se metió en la cama dándole
vueltas a la conversación sobre la organización creada por Robert. Se alegraba
del éxito que estaba teniendo y la visión de su príncipe para auto gestionarse
sola sin necesidad de depender de las donaciones. Que por cierto seguían y a un
gran nivel. Pero esos fondos se dedicaban unos para tener un remanente en caso
de surgir algún problema y otros para crear nuevas organizaciones en otros
campos de la sociedad. Escuchó la propuesta que le hizo su padre y se emocionó
al comprobar la respuesta de Robert. Lo cierto es que no sabía muy bien porque
se extrañaba era ya una persona adulta, con derecho a voto. Pero siempre
pensaba que eran de la misma edad. Por supuesto ella contaba con esos dieciocho
años. En ocasiones Robert le comentaba que físicamente no los tenía pero su
madurez era la de una joven de su edad. Ester había hablado mucho con su madre
sobre el tema de su relación con Robert, era cierto que se sentía atraída por
aquel muchacho. Estaba convencida que era el amor eterno, como Anki lo era de
su abuelo o Terci de su amigo Vicente. Pero Robert seguía en la tierra y era un
joven en plena efervescencia. Aunque se sentía atraída por él no había ese
fuego que sin duda llegaría cuando su cuerpo madurara un poco más. Andrea le
contó la conversación que mantuvo con él. Hablaron largamente y ahora
comprendía mucho mejor a su amor cuando lo notaba como se controlaba. Esas
situaciones le hacían estremecer. Como aceptó sin el menor reparo esa relación
sin ese apartado importantísimo en toda relación de pareja, pero que no era el
único y otros más profundos, mas interiores le permitían sobrellevar la
situación. Ester le preguntó a su madre a qué edad podía tener una relación en
ese otro campo. Andrea le sonrió para el amor no hay edad le contestó pero
estoy segura que tanto tú como Robert lo descubriréis en el momento que tenga
que llegar. Tenía una madre increíble había hablado del tema con compañeras de
cursos superiores y desde luego los consejos que les daban sus madres no tenía
nada que ver con la libertad y la responsabilidad que le correspondía a toda
persona libre. Siempre había trabas o lo que era peor algunas lo presentaban
como algo malo. Siempre pensaba que aquello que decían algunas era una soberana
tontería. En el amor, en el amor verdadero entre dos seres no podía haber nada
malo. Si Dios era la esencia del amor. Con seguridad sus relaciones no habían
sido nada satisfactorias de lo contrario no sentenciarían de esa forma una
relación de amor, aunque esta se produjera en el tabú del sexo.
Se levantaron tarde, el desayuno, fijó como
última hora las diez de la mañana, a partir de esa hora el comedor se cerraba.
Fue abundante y con carga de calorías. En las habitaciones, el aseo personal,
las prendas de navegación fue la vestimenta de esa mañana, en una bolsa la ropa
para cambiarse al terminar el entrenamiento y salieron del hotel caminando
hasta el Club Náutico a unos quinientos metros. Abordaron sus embarcaciones e
iniciaron los entrenamientos. Disfrutaron como pocas veces. La mar algo brava
pero maravillosa para navegar y tener retos con los que enfrentarse. Había
rachas de viento fuerte pero supieron afrontarlos con serenidad y seguridad.
Cuando volvieron a amarrar sus botes estaban agotados físicamente. En la misma
cafetería del Club Náutico repusieron fuerzas, el almuerzo lo realizarían allí,
para regresar al hotel y descansar. Cuando ellos salían caminando hacia su
lugar de descanso llegaban los mexicanos, regresando de su entrenamiento, se
saludaron y quedaron en verse a media tarde en el hotel de la delegación
española. Vicente aprovechó el momento para trasladarse a esa dimensión donde
podía ver, tocar, oler, sentir a su amor. Mientras que Ester, no tenía sueños
se dedicó a repasar las asignaturas y preparar los exámenes que se le
avecinaban. Habló con sus padres y les contó todo lo sucedido, luego cuando su
progenitor se retiró a su despacho conversó con su madre sobre sus inquietudes.
Andrea, estuvo cariñosa y como siempre muy comprensiva con las inquietudes de
su pequeña. ¡Cómo no! Le aseguró que las decisiones eran suyas pero respetando
también a las personas cuya decisión les podría afectar. Por supuesto que se
refería a Robert. La conversación que mantuvo con el chico le tranquilizaba en
ese terreno. Estaba segura que sería capaz de respetar la corta edad de su
niña.
¿Le puedo
besar en los labios?
La pregunta le pilló de sorpresa pero
especialmente comprobó que las hormonas de su niña comenzaban a funcionar como
una mujer. Con la misma ternura y cariño le respondió
Mi amor tú
sabes…
No le dejó terminar. Sabía perfectamente
que la decisión debía ser suya. Pero percibía que su madre deseaba que
retrasase un poco más ese tipo de contactos con un chico y más con un joven
mayor de edad. Por ella, pero especialmente por él.
Sabía lo que debía hacer, esperar. No sabía
hasta cuándo pero estaba segura que debía aguardar. Había tantas cosas en común
entre los dos que sería fácil controlarse. Pero lo amaba tanto.
Sobre las diecisiete horas se personó en el
hotel Robert, en uno de los salones del hotel se encontraba conversando Ester
con Adel que ya había llegado. Se aproximó a la pareja y fue a darle los dos
besos de rigor en las mejillas pero el gesto de aproximación no lo vio ella y
al girar un poco la cara sus labios se posaron en los suyos. De inmediato
rectificó con la consiguiente disculpa. Pero su corazón se había alterado de
una forma escandalosa, le costaba respirar. Pidió disculpas y entró en el baño
para refrescarse y apagar el fuego que se prendió en su ser.
¡Dios!,
¡Dios! Crece por favor.
Se repetía mentalmente mientras el agua fría
refrescaba su cara y la nuca. Más controlado regresó junto a sus compañeros.
Adel no le dio la mínima importancia pues pensó que tenía necesidades
fisiológicas. No andaba muy descaminado pero a ciencia cierta que no era de las
que Adel pensaba. Ester si percató la reacción de Robert y una sensación de
cariño, de ternura hacia ese joven al que adoraba le inundó todo sus ser.
Pensamientos similares a los de él le llegaron a su mente. ¿Cuándo podrá ser?
Le hubiera gustado abrazarse a él y besarse apasionadamente pero comprendió que
su madre tenía razón. Quien más sufriría y padecería sería él sin ningún género
de dudas. Le dio la mano con toda naturalidad para sentarse juntos en el sillón
frente al americano. A los pocos minutos se les añadió Vicente. Se le veía
pletórico y Adel bromeó con el muchacho al ver la cara de felicidad que
portaba.
¿Qué con la
alemanita?
De inmediato la
intervención de Ester provocó el desmadre entre los jóvenes.
¿Has
conocido una alemana?
No. No a
que santo. Pero déjalo Ester. Son muy graciosos además dejemos el tema por
favor.
Sus amigos se dieron cuenta que no era una
broma que debían emplear delante de su amiga. Además era más propia de grupos
de adolescentes y ellos al menos teóricamente esa etapa la habían pasado. Pero
Ester era una chica incluso demasiado madura para su edad y dándole vueltas a
la cabeza consiguió caer en la broma de Adel.
“¡Dios! ¿Los
chicos solo piensan en sexo, o qué?”
Pero no le dio más importancia y al
comprobar que volvía a guardar las composturas ante una señorita prosiguió con
ellos la conversación.
Alguna de las tardes libres fueron a
regatear los tres juntos y tanto el entrenador americano como el representante
de México se enfadaron con sus pupilos.
“Al
enemigo en el campo del deporte ni agua”.
Pero en la charla que mantuvieron con sus técnicos
les aseguraban que eran ellos los que aprendían de la pareja española. Sin duda
tenían razón aquella niña regateaba como pocos. Poseía una superioridad sobre
sus rivales increíble y por si fuera poco esa deportividad, esa generosidad en
la competición estaba fuera de todos los cánones que ellos habían conocido.
Los días de la competición se iniciaron. Las
dos primeras jornadas eran clasificatorias y nuestro grupo no tuvo problemas
para acceder a la final del torneo. En la final Ester dominó las cuatro regatas
programadas. Y eso que sus tres amigos se emplearon a fondo. Antes de
despedirse y quedar en verse en Cancún, pues todos viajaban ese lunes a primera
hora. Adel comentó.
Está
claro que mientras compita con esta jovencita me va a resultar imposible ganar
una competición.
Lo decía en plan de broma pero todos eran
conscientes que era la pura realidad. Solo una desgracia podría privar a su
amiga Ester de lograr el oro en la olimpiada.
Cancún fue un calco de lo de Florida. Ahora
llegaba la hora de enfrentarse a los exámenes. Ese mismo lunes nada más
aterrizar en Donostia Ester se sumergió en los libros. Entre esas tres semanas
que le quedaban tendría que realizar las pruebas para acceder al siguiente
curso. Ya que a primeros de Mayo partía la expedición española de vela hacía la
India.
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