miércoles, 15 de abril de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE ESTER. CAPITULO XXII- TENGO MIEDO...¿LO HE CONSEGUIDO!

CAPITULO VIGÉSIMO SEGUNDO TENGO MIEDO… ¡LO HE CONSEGUIDO!

 

 

    Vicente le propuso intentarlo de nuevo, deseaba cuanto antes poderse abrazar a Terci. Pidió la llave de la habitación de su madre. Conocedor de la existencia de dos camas donde podrían intentarlo a la vez. Ella conectar con su abuelo y él con Terci. No lo dudaron. Se tumbaron cada uno en una cama. La habitación la habían ambientado con dos puntos de luz muy tenues y música relajante en el hilo musical. Los primeros pasos comenzaron. Ester no tardó más de quince minutos en viajar. Allí estaba su yayo, se abrazaron, cuantas cosas tenían para contarse. Iniciaron el paseo adueñándose el silencio de la pareja. No sabía por dónde empezar soltando lo primero que le vino a la cabeza. Anki. Al preguntar si era posible poder conocerle Julián sonrió, tomó su mano y juntos se perdieron en el vacío hasta llegar al acantilado. Allí estaba ella esperando a su gran amor. Ester permanecía impasible sin poder mover ni las pestañas. Ante ella solo tenía a uno de ellos. Cuando deseaba preguntar o conversar con Julián el personaje era él pero al dirigirse a Anki, aparecía ella. ¡Tenía tantas preguntas!

   Habló tanto con ella como con su abuelo sobre Vicente y todas las coincidencias que se daban. Era la primera vez que veía a Anki y se emocionó. Era tal y como se la había imaginado. Alta, más bien delgada, cosa que el extrañó pues a su abuelo no le hacían mucha gracia las personas muy delegadas. Tal vez porque tuvo que tratar varios casos de anorexia en el colegio y le entristecía esa incapacidad de llegar para ayudarles a salir de aquel pozo que tanto daño causaba en los adolescentes principalmente. Siempre que se había reunido con su abuelo lo había hecho en la cala, en la del Caribe y por primera vez cambiaron de escenario, en concreto en Wissant, en el acantilado de los sueños de Anki. El lugar que le daba la vida y donde se fue. Pero morir en aquellos parajes era lo que siempre había soñado y hacerlo en brazos de su amor eterno era algo de lo que estaban profundamente agradecidos al Señor.

   Ester sintió curiosidad por conocer la población. El rincón de sus últimos días y su lugar de residencia. Paseando, con el ritmo pausado y sosegado de los nativos del Caribe entraron en la localidad. Estaba desierta, pero era encantadora. Pasaron por delante del Liceo y llegaron a entrar en la cafetería preferida de las amigas. Luego una calle con algo de pendiente conducía a la salida del pueblo y a unos cincuenta metros se encontraba la casa. Una valla de no más de cincuenta centímetros, completamente blanca, rodeaba su parte anterior. Las paredes blancas y el tejado de pizarra. Era pequeña pero muy acogedora. Empujaron la pequeña puerta y accedieron a la propiedad. La entrada permanecía medio abierta. No lo dudaron pasando el umbral de la puerta. Un pequeño recibidor, el comedor, la cocina y un baño. Por una escalera de madera pudieron llegar a las habitaciones. Allí estaba su lecho, esa cama que había compartido tanto amor junto a sus moradores. Ester se emocionó. Percibió en su espíritu ese inmenso amor que respiraban sus paredes. Recorrieron cada rincón de aquella sencilla casa y luego anduvieron algo por las inmediaciones para regresar al acantilado y allí despedirse.

   Cuando Ester regresó a la habitación notó a Vicente muy nervioso. Sin duda estuvo en repetidas ocasiones a punto de alcanzar su objetivo, pero el miedo de todo principiante le impedía, por sí solo, llegar. La otra vez lo consiguió porque le iba tranquilizando. Sin el menor titubeo se puso a su vera y logró su objetivo. Con voz pausada sin olvidar darle ese tono dulzón que lo relajó por completo. Volvía a recuperar el sosiego mientras iniciaba el despegue de su alma y al mismo tiempo dejaba de percibir los consejos de su amiga. El miedo le atenazaba impidiendo el propósito de conexión. Pero recuperaba la voz serena y tranquila de su compañera. En la tercera intentona despegó a una velocidad vertiginosa. Pero seguía escuchando a Ester, cada vez la oía más lejos pero iba logrando su objetivo. Seguía su vertiginoso viaje con el corazón en un puño.

 

   ¿Sería verdad todas esas historias que le contaba su amiga?

 

   En muchas ocasiones lo dudaba, era tan increíble que a la razón se le hacía imposible comprender lo. Pero el corazón le daba ese punto de duda por las inmensas ganas que tenía de volver le a ver. Solo con tenerle delante habría merecido la pena aquel viaje alucinante. Aquellos temores fundados a perderse, sin saber a dónde ni si quiera como. Su corazón reposando en su cuerpo sobre la cama del hotel palpitaba a mil revoluciones. De un momento a otro, o estallaba, o se salía de su lugar de ubicación. La oscuridad absoluta iba poco a poco tomando luz. Esos amaneceres del verano en Gandía junto a ella. Lo recordaba a la perfección.

 

   ¡Dios!

 

   Su alma se estremecía cuando contemplaba esos amaneceres junto a ella. Cada instante que pasaba la luz se iba intensificando. De pronto un torrente de luz le deslumbró. Era la corona solar quitándose las mantas de la mar para ascender a los cielos y dar vida, calor y luminosidad a esa playa dorada, inmensa. La respiración se le cortó. De pronto su corazón se detuvo y un escalofrío de felicidad inundó hasta el último rincón de su cuerpo y de su espíritu. Ante él Terci, tan hermosa o más que antes. Sintió que su espíritu lloraba de alegría, de emoción, de dicha, de amor infinito. Sin embargo no derramó ni una sola lágrima. Se puso a correr hacia ella y lo mismo le sucedió a Terci para contactar los dos espíritus y morir en un infinito abrazo. Sus bocas se buscaban con desesperación, sus almas encogidas, su dicha indescriptible. Si antes no estaba convencido de la existencia de Dios aquel milagro le abrió los ojos y su Terci formaba parte de él. Calmados los primeros anhelos, los primeros sentimientos, las primeras sensaciones, se dieron la mano e iniciaron un paseo por esa playa dorada fina como pocas. No se había producido ni un solo sonido. Caminaban en silencio percibiendo todo lo que podían captar. Flotando sobre el suelo. Con sus bocas abiertas para poder permitir mayor cantidad de aire y calmar a sus pulmones que pedían más y más aire. Sin saber por qué le vino a su mente Ester, esa criatura tenía que ver algo con ese Dios con el que creía ahora con toda la fe y con toda su voluntad.

 

   ¡Lo he conseguido! ¡Lo he conseguido!

 

De nuevo unos minutos en silencio, saboreando el momento para volver a percibir la armonía de su voz inundando sus oídos.

 

   Te encuentro fenomenal Vicente. Padecí mucho por ti pues no levantabas ni el vuelo ni el ánimo a pesar de lo que hablamos.

 

    Bendita voz, bendita mujer, le rogaba que le disculpara mientras le agradecía que le hubiera enviado a esa muchacha, porque estaba seguro que había sido ella, para poder cumplir su promesa. Sus pasos se detuvieron se miraron y de nuevo se fundieron en uno solo.

   De nuevo el paseo, el suave calor del astro sol, las aguas del Mediterráneo refrescando a esas horas sus pies cansados del paseo.

   Mientras tanto Ester se dio cuenta que Vicente había logrado su objetivo, esas expresiones de su rostro lo delataba. Era tarde y le dejó con su encuentro. Ella bajó al comedor y cenó en solitario con el recuerdo de su Abuelo y de Anki. Que ilusión le dio conocerla y dialogar con ella. Era una mujer que transmitía serenidad, dulzura, paz, femineidad, clase. En fin todo lo que una mujer despierta en su amor eterno.

 

   ¿Dónde le conduciría la vida? ¿Cómo sería su futuro? ¿A ella también le esperaría una vida tan intensa?

 

   Pero lo cierto es que despejó rápidamente esos pensamientos recordaba la frase de su abuelo.

 

    “No te preocupes del pasado ni del futuro. Porque el pasado, pasado es y el futuro está aún por llegar. Vive con intensidad el presente. La vida es maravillosa y hay que aprovechar y disfrutar el presente”.

 

   Luego siempre apuntillaba esa frase con la siguiente.

 

   “Y si lo consigues ayudando y entregándote a los demás nada ni nadie podrá amargar tu vida. Siempre serás feliz”

 

   Para rematarlo con lo que descubrió siendo un niño porque su padre se lo contaba y lo vivía personalmente.

 

   Solo en las cosas sencillas encontraras la felicidad.

 

   Añadía muchas más pero no era cuestión de recordarlas todas mientras cenaba. Estaba feliz. Poder ayudar a Vicente le engrandó el corazón. Ahora estaba convencida que su amigo nunca más dudaría de ninguna fantasía que le contara. Porque esa fantasía esas historias increíbles se cumplían y lo había experimentado en la propia carne.

   Terminó de cenar y subió a la habitación, Vicente seguía en su viaje. Recordaba en esos momentos su primer encuentro con su abuelo. No habría vuelto nunca. Fue increíble y se figuraba que a Vicente le ocurriría tres cuartos de lo mismo. Le dejó seguir saboreando ese primer contacto. Tomó las llaves, las dejó en recepción para que Teresa pudiera subir a la habitación. Pidió las suyas y en el ascensor accedió a la suya. El aseo personal y al sobre a descansar. Al día siguiente debían seguir trabajando, que digo, disfrutando con la navegación. Se paró unos instantes en reflexionar sobre lo de seguir trabajando. Como nos metían en la educación la obligatoriedad, la imposición. Si realmente la vela lo hacía por su amor profundo a la mar, a la navegación, al estar al aire libre. A compartir con gente maravillosa deporte y afición. Pero dejó de calentarse la cabeza y se quedó profundamente dormida.

   Sobre la una de esa madrugada llegaban los dos tortolitos. Pidieron la llave de la habitación y entraron. Los constantes abrazos y muestras de cariño se sucedían mientras iban alcanzando la parte principal de la habitación. Andaban en ropa interior los dos cuando Rafael se dio cuenta de la presencia de Vicente, se separaron de golpe y tras controlar el primer susto, que rebajó su libido. Al comprobar que estaba completamente dormido optaron por esperar a la siguiente noche para compartirse. Rafael se fue a su habitación se dio una buena ducha fría para rebajar sus calores y siguiendo las mismas pautas Teresa hizo lo propio.

  Antes de desperezarse el sol por el Mediterráneo Teresa provocaba el regreso de Vicente al mundo terrenal. Observó la expresión de felicidad en el rostro de su hijo que le emocionó profundamente. Hipnotizado hasta las pestañas se levantaba, besó a su madre sin pronunciar palabra y bajó a recepción a por su llave, para ir a su habitación, cambiarse de ropa con una ducha intermedia y bajar a desayunara a la cafetería del hotel.

   Teresa comenzó a darle vueltas sobre las circunstancias que rodearon la aparición de su hijo en su habitación, pero especialmente esa forma de levantarse como ausente y con una expresión de felicidad que la transmitía a quienes se cruzaban con él. ¿Habría tenido sexo con alguna chica?

 

    No. No eso era imposible, su amor por Terci no se lo permitía.

 

   Pero no podía comprender todo lo sucedido. Por otro lado aunque no se había deshecho las camas en las dos se había tumbado alguien. Con todos esos interrogantes se disponía a salir de la habitación cuando golpearon a la puerta. Era Rafael se intercambiaron una muestra de amor y de inmediato le comentó todos sus interrogantes mientras el ascensor les conducía a recepción donde se encontraba la cafetería. Vieron a los dos sonrientes. Con un resplandor en sus rostros que Teresa llegó a sobresaltarse al pasar le por la cabeza si los dos se habían acostado.

 

   ¡Dios!

 

   Deseaba con todas las fuerzas de su corazón que eso no hubiera ocurrido. Ester era una niña. Rafael sintió a través de la mano que entrelazaba, esa tensión y se detuvo e hizo detenerse a ella para preguntar.

    Apartó esos pensamientos de su mente y sonriendo respondió que ya se lo contarían pero los chicos les podrían oír. Se sentaron en la mesa acompañando a nuestros jóvenes. Comenzaron a percibir la conversación que mantenían los dos.

 

    Ester ha sido una noche increíble.

 

    Pausa que comenzaba a preocupar si cabe un poco más a su madre para rematarla con la respuesta de ella.

 

    Siempre la primera vez es maravillosa

 

   ¡Dios! ¡Dios! No puede ser. ¿Qué he hecho mal? Por Dios. ¿Qué he hecho mal?

 

   No pudo más, los habían dejado demasiado sueltos, principalmente a Vicente. Ester era una niña. Sin poderlo remediar rompió la conversación con una frase lanzada en un tono que la mayoría de los comensales se giró para saber que sucedía.

 

     ¿Has sido capaz de aprovecharte de una niña? Vicente no te conozco. 

 

     La expresión de incredulidad de los tres le dejó helada. Se había precipitado sin ningún género de dudas iba a rectificar y esperar aclaraciones pero su hijo se le adelantó

 

   ¿Has bebido mamá? Como puedes ni siquiera pensar algo así. Tus sospechas son totalmente infundadas y te aseguro que en mi vida lo hubiese creído.

 

   Su madre trató de cortar a su hijo pero le rogó que esperara estaba hablando él y le aclararía todo.

  Pero a ciencia cierta que después de lo de anoche me creo lo que me cuenten.

 

   No hay nada imposible y eso sí que se lo debo a esta princesa.

 

    Paró para tomar aliento y de inmediato prosiguió ante la atenta expectativa de sus compañeros de mesa.

 

    Anoche viajé no se adonde, pero viajé a donde están los espíritus y contacte con ella. Mamá…

 

    Sus ojos comenzaron a nublarse, la felicidad, el recuerdo, el deseo de regresar cuanto antes le podía. Se tragó el nudo, gracias en parte a que su madre se había levantado de la silla y le acariciaba como cuando era un niño.

 

     Ester me ha enseñado a viajar a otra dimensión es una técnica que emplean los Bribris y me la ha estado enseñando y ayer por fin conseguí contactar con ella. Primero Ester y ahora ese viaje alucinante, increíble me han hecho revivir y sentirme otro. Ya no cabe la tristeza, ni la melancolía, ni la pesadumbre. Soy otro, mamá. Soy otro.

 

    Los adultos concentrados en lo que escuchaban no daban crédito a las palabras del muchacho. Sin duda debía ser una especie de técnicas de hipnotismo que le llevaban a ver lo que quería ver. Pero en ningún momento pensaron que fuera como él lo relataba. Fue entonces Ester la que percibiendo sus pensamientos se lanzó a decir.

 

   Sé que andáis pensando que lo hipnoticé. Es normal, todo incrédulo lo piensa. Y Vicente también lo creyó así.

 

   De inmediato volvió a intervenir él.

 

   Te das cuenta mamá como es cierto lo que te decía que era capaz de leer el lenguaje corporal. Os ha descifrado letra por letra lo que vuestras mentes andaban pensando. Y tiene toda la razón antes de lo de anoche pensé como vosotros ahora estoy convencido que no es así. Es más tu sabes mamá que nunca creí en la vida trascendental, pero desde esta noche pasada soy un convencido total, aquel espíritu, el de mi amada, era parte de Dios y estoy convencido que Ester es uno de esos profetas que el Señor envía a la Tierra para convertir a escépticos como yo.

 

   Era difícil asimilar todo lo que estaban escuchando, pero desde luego lo decían con tanta convicción que se hacía difícil al menos no sembrar dudas sobre lo escuchado.

   Teresa suplicó perdón por haber dudado de esa increíble pareja. Vicente se levantó de su silla y se abrazó a su madre, no tardó en hacer lo propio Ester para fundirse los tres y expresar su comprensión con todo lo sucedido. Rafael, atónito y sorprendido tanto o más que Teresa permanecía en su sitio sin ser capaz de mover un dedo.

   Finalizado el desayuno subieron a las habitaciones, el correspondiente aseo personal y en coche de nuevo al Club náutico para hacerse a la mar.

  Un día aprovechado para avanzar hacia su objetivo. La olimpiada. A media tarde se dieron cita en el aeropuerto. Unos con rumbo a Gandía, los otros dos a Madrid, donde en otro vuelo Ester viajaría a Donostia.

 

 

 

 


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