domingo, 25 de mayo de 2014

UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPITULO-XVIII-LA REDUCCIÓN DE JORNADA

CAPÍTULO DÉCIMO OCTAVO

 

                            LA REDUCCIÓN DE JORNADA

 

 

   En el convenio que mandaba por esa época se podían acoger a una reducción horaria. Cerca de cuarenta años en la enseñanza le iban a permitir recortar su jornada. En la facultad se podía jubilar. Pues en la pública les concedían la jubilación a los sesenta, edad que hacía unos días había cumplido. Antes de irse de vacaciones comentó que tal vez siguiera en su puesto pero tras el viaje, en su primera semana en Donostia confirmó que se jubilaría después de los exámenes de septiembre. Lo había meditado profundamente y deseaba cambiar sus hábitos de vida. El rector le convenció para seguir con ellos en el gabinete de investigación. No tenía horario, ni límite de horas, ni días determinados, era completamente libre e incluso si deseaba trabajar a través de Internet. Lo único que tenía fijo era su retribución. Pero el rector sabía muy bien que aquel hombre se personaría todos los días que pudiera en la facultad, convencido que ayudaría a los diferentes equipos en sus investigaciones. Cuando se despidieron tras los acuerdos Julián sonriendo comentó:

 

     Eres un viejo zorro como me conoces.

 

   Se dejó llevar por el rector. En el fondo deseaba seguir en la facultad. Luego sus cuatro horas semanales con el alumnado de segundo de bachiller le mataba un poco el gusanillo de la conexión con el alumnado.

   Cuando Andrea se enteró que ese curso no lo tendría como profesor se llevó una gran desilusión, pero le prometió que le tendría las veinticuatro horas al día si precisaba ayuda.

   Los exámenes de Septiembre finalizaron y el nuevo horario le iba a permitir concentrarse en sí mismo y tomar la decisión más adecuada. Estaba satisfecho con el cambio laboral y por si fuera poco la tregua de E.T.A. iba consolidándose. El gobierno central había dado pasos para que el fin de la banda estuviese próximo. Aunque a él casi nunca le había inquietado, era consciente que su madre respiraría un poco, al igual que un buen grupo de alumnos y compañeros.

   En su conversación con el director pedagógico y el jefe de estudios logró que las cuatro horas se dieran a primera hora así pues de lunes a jueves a las ocho de la mañana comenzaba su clase y a las ocho cincuenta quedaba libre para poder dedicar ese tiempo a otros retos por decidir. En su privado horario se marcó asistir todos los días, excepto los viernes, a la facultad. Alquiló un pequeño adosado cercano a la universidad, donde algunas noches pernoctaba. Pero la adquirió para gozar de su soledad e independencia. Aunque el verdadero motivo fue pensando en su siesta diaria. 

    Maureen se trasladó a la cabaña para cumplir con lo pactado. Sábados y domingos solía dejarse caer por el negocio y compartía con su socio la atención del público. Se compró un carro para trasladándose todos los días de lunes a viernes a Limón. Comenzó en la escuela pública el bachillerato y los primeros resultados le colocaban en los primeros puestos de la promoción, maravillándose el profesorado con aquella joven que se defendía en la vida sin el apoyo de una familia directa. Al notificar sus calificaciones por el Skype, Julián no se sorprendió, le animó a seguir, pero especialmente que disfrutara con lo que hacía. Lo más importante, más que las calificaciones, los honores, los premios, era que se sintiera satisfecha. Él le confesó el disgusto de Andrea al enterarse que ese curso no le tendría de profesor. Dentro la dinámica de aquella conversación Maureen se confesó. Alguien de un curso superior le había tocado la fibra floja y andaba algo colada con aquel muchacho. Solían salir juntos a estudiar y no desaprovechaban los pocos momentos de ocio libre que tenían.

 

   - Sabe don Julián, en gran medida se parece a usted. Tiene una filosofía de la vida muy parecida a la suya y es de los que se entrega a los demás. No es de una familia pudiente y tiene muchos hermanos. Pero no le impide trabajar para ayudar a su madre y estudiar. Descansa poco pero va sacando el curso. Su padre hace un año que los dejó plantados y es él quien está sacando a la familia adelante.

 

   Dentro de la conversación que mantuvo con Julián, le solicitó permiso para invitar a su familia y a él a pasar unos días en la cabaña. Tenían unas semanas de vacaciones que le coincidieron con las el trabajo. Por supuesto que no puso ninguna pega, es más le aseguró que decidía de la propiedad mientras él no estuviese allí.

   Julián no perdió el tiempo. Por medio de los abuelos de Andrea se informó del joven y tras las oportunas averiguaciones quedó con el abuelo para buscar la posibilidad de montar un negocio que permitiese a esa familia desenvolverse sin problemas. Estaba dispuesto a invertir ciertas cantidades en aquel país y esa sería una buena oportunidad al tiempo que ayudaba a alguien.

 

   El anciano no se quedó parado. Indagó investigó, se informó durante dos largos y agotadores meses y por fin dio la solución a Julián. Se vendían unos hangares en el puerto de Limón a un precio razonable y próximo al puerto unas naves también a buen precio. Su hijo podría orientar en sus periodos de estancia en Costa Rica y con unas embarcaciones pequeñas aportando un poco de capital para su restauración conseguir la materia prima para el montaje de una fábrica de conservas. Algo parecido a lo de su hijo, pero en menor escala. Al fin y a la postre fue como comenzó. Mandó por transferencia bancaria la cantidad necesaria y el viejo tuvo un nuevo aliciente. Julián era un apasionado del personal con iniciativa, pero especialmente con la gente que amaba su trabajo entregándose de lleno.

   Cuando Maureen se enteró le costó pronunciar palabras en las dos horas que mantuvieron la videoconferencia por el Skype. Julián  trataba de calmarle asegurando que lo único que estaba haciendo era asegurarse su jubilación pues su intención pasaba por trasladarse a Costa Rica y vivir en la cabaña hasta que Andrea lo desalojara. Entonces se buscaría algo por allí.

  A los seis meses la empresa comenzó a funcionar. La madre de Roberto, el compañero de Maureen, era una mujer con estudios, de una preparación aceptable. Realizó cursos de empresa al tiempo que se ponía al frente de la fábrica. El abuelo en armonía con Roberto pusieron en marcha el apartado del mar. El resto de sus hijos en periodos de vacaciones y especialmente los fines de semana colaboraban con su madre. Las embarcaciones adquiridas se movían por la costa del Caribe. Aportando la materia prima, productos del mar inicialmente. Pero aquella inquieta mujer comenzó a deslumbrar otras posibilidades. Se introdujeron en el interior para alquilar y posteriormente comprar plantaciones de frutas, verduras, café y cualquier otro producto que pudieran enlatar.

  En dos ocasiones más Julián inyectó capital para maquinaria o para capitalizar la empresa, permitiéndo pagar a los empleados en esos inicios. Consciente que la empresa crecía en beneficios y estos se debían invertir en su expansión o como fondo de emergencia. El padre de Andrea facilitó la exportación de ciertos productos a España y Julián se puso en contacto con conocidos del levante y de la capital para exportar los productos que aquella empresa comenzaba a producir. Maestro y anciano se asociaron proporcionando trabajo a diferentes familias con necesidades y aunque algunas  les decepcionaron, la mayoría respondieron.

   El primer reencuentro con Julián se dio en las vacaciones de semana santa. Maureen y Roberto le esperaban en el aeropuerto de Alajuela y nada más verlo la joven se lanzó a sus brazos. Permaneció varios minutos, apretando cada vez más a ese hombre mientras sus ojos se nublaban de unas lágrimas de gratitud, de cariño, de amor, de respeto por aquel personaje. Cuando consiguió calmar sus anhelos de agradecimiento le presentó a su compañero. Aunque iba a estrechar su mano Julián se adelantó y se fundió en un fuerte abrazo con aquel joven que no sabía cómo expresar todo lo que en esos momentos sentía. En carro se desplazaron a Limón y allí se reunió con su socia, la madre de Roberto, comiendo en familia. Por la tarde la anfitriona le acompañó junto a su hijo y la joven a visitar el negocio. Quedó gratamente impresionado por la marcha de la empresa. Preguntó por los fondos de seguridad, pues últimamente estaba engordando en demasía su cuenta en Costa Rica. Pero en realidad el fondo también avanzaba al mismo ritmo. Una de las condiciones que Julián puso a su socia era precisamente que durante la época de vacas gordas se dedicara una buena cantidad a ese fondo. Para cuando llegaran las flacas poder resistir sin problemas. La capitalización para una empresa de ese tipo era imprescindible. Era algo que había aprendido de su padre y no lo había olvidado. Pero cuando aquella mujer desnudó la empresa en su presencia pudo comprobar que había sido más meticulosa en ese aspecto que lo hubiera sido él. Los sueldos siempre se mantenían con lo acordado en los contratos y solo al final de cierre del año los beneficios se repartían con unos porcentajes también delimitados. Un tanto iba a mejora de la empresa, otra al fondo de imprevistos y el último a gratificaciones a los empleados. Julián, también era un consejo de su padre, advirtió que cuando la cantidad de fondo de previsión alcanzara una cierta cuota, el equivalente a un porcentaje del valor total del negocio se invirtiera en su extensión o en reposición de maquinaria. Una empresa de ese tipo sin cargas de intereses creció de una forma espectacular y pronto se fue haciendo con casi todas las exportaciones que partían de Limón y eso era como decir del país.

   Llegar a la cabaña le supuso un gran alivio no había dejado su equipaje cuando ya estaba tumbado en esa hamaca del pórtico superior. Maureen sonrió al verlo y lo comentó con Roberto. Fueron escasamente quince minutos los que permaneció contemplando la selva, el Caribe, aquella propiedad. Por fin decidió levantarse, ir a la habitación, ordenar el equipaje e introducirse en la ducha. Salió cuando todos le esperaban en la mesa para cenar. Mostró su agradecimiento así como les confesó que ese años había sido muy gratificante, posiblemente uno de los mejores de su vida. Ver a su madre liberada de las amenazas de la banda le había hecho rejuvenecer. Saber que sus dos hijas adoptivas marchaban tan bien en los estudios era algo que le llenaba. Luego el trabajo había disminuido considerablemente y se había dedicado a escribir e investigar principalmente. Le había tocado ir más de una vez a dar conferencias por las diferentes facultades de educación física cosa que no le agradaba en demasía. Y les confesó que tenía otras tres fuera de España a su regreso. Andrea le preocupaba, le gustaría verle con algún chico, como Maureen, se le notaba radiante e increíblemente bella.

   Maureen con su respuesta volvió a preocupar al maestro.

 

   - Don Julián ella espera a sus dieciocho para amarrarlo.

 

   Temía esas palabras, sabía que Maureen siempre le recordaba que su amiga lo único que deseaba era unir su vida con aquel viejo. No le cabía en la cabeza como una joven podía enamorarse de una persona que perfectamente podía ser su abuelo.

   Cenaron en armonía y pronto Julián captó la bondad y la generosidad del joven que compartía su vida con aquella mujercita. Estaba finalizando la cena cuando se presentó el matrimonio para saludar al profesor y tomar café. Se alegraron del encuentro y en los sofás del salón los dos hombres conversaron sobre la empresa y sus auxiliares. Cuando en el transcurso de la conversación Julián le comentó que deseaba que le acompañara a Limón para hacerle participes de un paquete de acciones de la empresa se negó. Era un favor a un amigo y eso no se pagaba con dinero. Con su amistad y cercanía estaba más que pagado. Se mordió los labios se notaban los años, las lagrimas acudían con demasiada facilidad a sus lagrimales.

   Al marchar el matrimonio, Roberto y Maureen le invitaron a pasear por la cala, sabía del gusto de Julián y aunque en un principio les confesó que ellos andarían más tranquilos y libres al ir solos, Maureen sin dejar que finalizara la frase le comentó que él era parte de ambos. Y que desde luego no se cortaría si deseaban achucharse un poco. Sonriendo abandonaron la cabaña  salvando la última barrera de la selva para encontrarse con la inmensidad del Caribe. La noche se había apoderado de los colores, de los objetos, de las plantas, de los animales, del mar, de las olas, de la arena, pero había dado paso a la armonía de la noche, a sus silencios, a sus sonidos, a sus silbidos, a sus misterios, pero sobre todo a la magia que cubría aquel rincón del Caribe.

   Las vacaciones llegaban a su fin, a decir verdad el trabajo que le ocupaba era en realidad un entretenimiento. En la facultad las investigaciones que llevaban iban por buen camino. Señal inequívoca eran las invitaciones que recibía el rectorado cada vez que publicaban en la revista europea de educación física un trabajo de la universidad de Victoria. Julián solía eludir la mayoría de ellas y solo se presentaba en alguna siempre que no interrumpiera su trabajo con su alumnado de bachillerato. Pero ese próximo fin de semana tenía una invitación en Suecia con la primera ponencia el viernes y la segunda el sábado en la tarde. El decano tenía ya los billetes y el local hotelero donde le habían reservado habitación. Por tanto todas las horas libres de esa semana las dedicó a preparar su intervención en esas conferencias. Era un personaje que no le gustaban las clases magistrales, siempre decía que iba a aprender y precisaba de una participación activa de los asistentes. Por ello tras solicitar el teléfono de la universidad sueca se puso en contacto con el organizador. La conversación fue fluida y aquella señorita que le atendió se entusiasmaba conforme aquel ponente le explicaba el método y las técnicas que emplearía. Los asistentes rondaban las dos centenas. No estuvo parado, solicitó la realización de veinte equipos de diez personas. Cada mesa debía tener como material de trabajo un ordenador un proyector conectado al ordenador y una pantalla, todos ellos comunicados con el del ponente. Le aseguraron que todo lo tendría dispuesto como lo había solicitado. Fue una semana tranquila. Las clases con sus alumnos de bachiller estaban llegando a fin de curso pues a mediados de Mayo finalizaban las clases regladas, andando por las dos últimas de Abril. Por la facultad pasó todos los días pero el tiempo que dedicó fue exclusivamente para tener atada la ponencia. Contactó con un compañero para que tanto el viernes como el sábado estuviese conectado por medio de videoconferencia. Desde Victoria atendería cualquier solicitud de los equipos de trabajo del auditorio de Estocolmo. Había mucha información en los ordenadores del la facultad que se podían transmitir dependiendo del camino que fuera tomando cada equipo. Iba a ser su primera experiencia con una conexión con la facultad y pasó un buen número de horas con su compañero para explicarle cual era su idea y sus pretensiones con esa ponencia en el extranjero.

   La presencia en el aeropuerto de la organizadora permitió a Julián no andar buscando taxi. Se saludaron y en el transcurso del desplazamiento hasta el hotel le mostró su sorpresa ante el planteamiento que había propuesto. Le parecía una idea increíble y ya lo había comentado con sus superiores y compañeros. Creo que amen de los veinte equipos tendrá algunos mirones. Desean ver in situ esa nueva experiencia. Comieron juntos en el mismo recinto de la universidad, concluido el almuerzo. Faltaban más de cinco horas para la primera sesión y solicitó ir al local donde se celebraba la ponencia. Un gran salón de actos con todos los detalles solicitados se repartían en el espacio. Era un gran auditorio al que habían retirado las butacas y sustituidas el diseño del ponente. En el escenario una mesa con ordenador y una gran pantalla. Conectó todos los aparatos y comenzó a probar. Todo funcionaba a las mil maravillas. Por videoconferencia contactó con su compañero, tenía hasta el último detalle que le había solicitado su maestro. Aquella anfitriona le ayudó a la comprobación y puso a su disposición cuatro técnicos uno por cada cinco mesas para solventar cualquier imprevisto. Aquello iba a ser un éxito sin precedentes, todas las pruebas, todas las intervenciones se fueron comprobando y se asombró de la dinámica, la calidad, el contenido, y la cantidad de información que en esas cuatro horas que estaban programadas se podía distribuir. A los asistentes se les aconsejó que portaran discos duros si deseaban recopilar información para luego en casa y según los trabajos de los diferentes equipos poder ampliar y mejorar aquella experiencia.

   Llegó el momento. Las expectativas estaban en alto. Todo conectado, todos en sus sitios, todos con sus discos duros adheridos al ordenador de su mesa. 

   Inició presentando a su compañero en Victoria, se presentó él y luego haciendo uso de la cámara de cada ordenador rogó que se presentara el elegido por cada equipo para hacer de portavoz. Concluido el protocolo pasó a explicar la dinámica. Cada equipo trabajaba sobre un aspecto muy concreto del contenido de la conferencia y según su apartado podían vaciar información desde España. Conforme iban sacando conclusiones estas le llegaban a él quien las criticaba y solicitaba que el equipo realizara la contra crítica. Toda esa información regresaba a cada componente del equipo en sus discos duros. Fue una sesión increíble cuando la dirección dio por concluida la sesión no podían dar crédito a esas dos horas que habían transcurrido. Las aclaraciones, la información, la claridad de las ideas, pero especialmente la condensación de toda la información y elaboración de los equipos con sus respectivas conclusiones asombraron a todos los presentes. Los mirones, principalmente profesorado del centro, pues en un principio las dos sesiones iban dirigidas al alumnado, retuvieron a Julián más de dos horas tras finalizar la sesión para que les aclarase toda esa forma de impartir una ponencia. No tuvo inconveniente y con una claridad increíble les fue detallando los pasos y programas informáticos. Aclaraciones sobre cómo se encauzaba la investigación información según los diferentes equipos. Fue de nuevo la organizadora la que lo rescató  y juntos fueron a cenar a un restaurante céntrico. Le invitó a su casa a tomar una copa, pero alegando cansancio optó por  regresar a su hotel. Era consciente de las intenciones de aquella madura profesora del centro y no estaba por la labor.

   Al día siguiente, la ponencia tuvo que retrasarse una hora, los mirones triplicaban a los ponentes y tras conseguir un segundo salón de actos con pantalla gigante pudieron comenzar. Retransmitiendo por circuito interno toda la sesión.

  Quisieron cerrar varias ponencias por el país pero Julián les remitió a la universidad de Victoria. Era la que se encargaba de esos asuntos. Había llevado una semana muy dura con la preparación de esa ponencia y si había optado por la reducción de horario no era para llevar estrés. De vuelta a casa se prometió hablar con el rectorado y confirmar que no volvería a realizar ninguna ponencia más. El que deseara información en las memorias de las investigaciones o en las publicaciones lo podrían encontrar.

 

 

 










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