domingo, 18 de mayo de 2014
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPITULO-XVII- ACUERDO ENTRE CABALLEROS
El padre de Andrea abandonó Costa Rica a los
dos días de la llegada de Julián. El negocio no permitía demasiadas alegrías y
debía estar al pie del cañón. Al día siguiente de su partida Julián se reunión
con el abuelo de Andrea. La conversación se desarrollo en un entendimiento
total. En un principio no tenían intención de deshacerse de la propiedad pues
le había prometido a su nieta que sería su regalo de bodas. Era adoración lo
que mantenía su nieta por aquella propiedad. Pero al escuchar las intenciones
de Julián y proponerle éste que no realizarían el acuerdo sin el consentimiento
de su nieta. La conversación prosiguió tratando de poner claras las cosas.
Julián prometió que en los documentos de compra y registro pondría la condición
que en el momento que Andrea contrajera matrimonio la propiedad pasaría a ella.
Sería el regalo mutuo de su abuelo y de él. Por lo tanto no faltaría a la
promesa hecha a su pequeña. Amén de poder utilizar la cabaña y sus alrededores
sin el menor obstáculo. Él solo la utilizaría en periodos de vacaciones y con
la hamaca del porche superior le sobraba. Cuando en el transcurso de la
conversación relató el acuerdo al que había llegado con Maureen, su nieta
adoptiva, con los ojos nublados se abrazó a aquel hombre, mostrando todo su
agradecimiento. Él había intentado sin éxito auxiliar lo máximo posible a esa
criatura y ese maestro en dos meses había logrado con sus técnicas, no regalaba
nada, convencer aquella criatura. Sin duda la experiencia de aquel maestro
captó a la perfección que solo aceptaría algo a cambio de ganárselo con su
esfuerzo y trabajo. Cuando el abuelo llamó
a su nieta, deseaba la conformidad de su pequeña, para realizar la
operación de venta en las condiciones acordadas. Andrea aseguró a su abuelo que
si se casaba con alguien sería con ese hombre. Sonrieron ambos y con el pacto
Julián deposito la cantidad estipulada por un experto en compra venta de
propiedades y dejó, en manos tras firmar unos documentos, las gestiones de
compra venta. Cualquier cambio mejora o mantenimiento de la propiedad lo
consultaría con Andrea, pero aquella criatura iba a consentir cuanto le pidiera
aquel hombre. Aquellos días de tranquilidad y sosiego en la cabaña le
proporcionaron la serenidad que había anhelado desde su llegada. Las tres semanas
de la selva no pudo conseguirlo a pesar de la completa libertad de la que
gozaba, pero el asimilar las técnicas de supervivencia, el conocimiento de las
plantas, la adquisición de habilidades para desenvolverse por aquellas
situaciones completamente desconocidas para él no le dieron esa tregua de
relax, de reflexión o de análisis. Estaba claro que la vida de Alan no la
pensaba llevar. Pero también estaba seguro que la de Donostia tampoco. Con toda
seguridad terminaría por instalarse en esas tierras. En donde la magia, el
embrujo, la energía se palpaba en cada metro de selva, en cada rama u hoja, en cada ser viviente de esa selva
verde esmeralda guardada en cada rincón,
en cada riachuelo, en cada colina o montaña. En varias ocasiones se acercaron
al chiringuito de Maureen a comer o a cenar y siempre era ella, con ayuda de su
amiga Andrea quienes preparaban los alimentos a ingerir en esa comida o cena.
También fueron una noche, como no, a Maxim en playa Manzanillo y el marisco
llegó a salirles materialmente por las orejas.
Era su penúltima noche en Costa Rica.
Maureen se había tenido que trasladar a Limón pues iniciaba el curso. Y pasaría
la noche en la capital del cantón en casa de una compañera pues debían resolver
papeleos para conseguir becas de estudio y desplazamiento. Esa mañana muy
temprano. Sobre las cinco los tres en el carro se pusieron rumbo a Limón. La
lluvia hizo su aparición y no les dejó durante todo el trayecto de ida. Cuando
regresaban, había parado unos minutos, volvió a reanudarse y al llegar a la
cabaña el agua caía torrencialmente. Ambos estaban empapados al entrar en la
cabaña y optaron por darse una ducha. Subieron a la primera planta y Andrea se
introdujo en el servicio con bañera y él entró en el de ducha. Él prefería ese
tipo de saneamiento pues no le gustaba la bañera. Amen que no era de los que se
entretenía para la higiene personal. Iba a entrar en el saneamiento cuando
escuchó a Andrea que requería su presencia con desespero. Se colocó su
albornoz, al tiempo que ataba su cinta a la cintura. Entró con el
correspondiente permiso y se encontró con Andrea cubriendo sus vergüenzas con
las manos y arrinconada al fondo de la bañera mientras una gran tarántula se
paseaba por el otro extremo. La observó, era de las que podían acarrear
problemas por ello agarró el guante del horno y consiguió atraparla. Con mimo
salió al pórtico y la lanzó sobre un árbol, entró a continuación y de nuevo la
llamada más pausada y dulce de la adolescente, le solicitaba que comprobara que
no había ningún bicho viviente por allí. Sonrió dio un vistazo y cuando
pretendía marchar le retuvo. Al girarse comprobó que sus vergüenzas se
mostraban en todo su esplendor. Pero la expresión de aquella criatura no le
transmitía nada bueno. Prendió la toalla que se descolgaba desde la percha
junto a la bañera y cubrió su cuerpo, sin darle mayor importancia, se giro para
marcharse.
- ¿No deseas estar con una mujer?
Julián con dulzura pero con la expresión
seria le frenó contándole una anécdota.
Era de Facundo Cabral. Una vez su abuela y
abuelo escuchaban una emisora de radio donde un curandero radiofónico mostraba
a su audiencia como podían curar un a un herido. Para ello les aconsejó poner
la mano derecha sobre el transistor y la otra sobre la dolencia que tuvieran y
se les curaría de inmediato. La abuela puso la mano en el transistor y la otra
en su mal trecha rodilla. Al observar a su esposo comprobó como aquel
desdichado tenía la mano en el transistor y la otra en la bragueta. Entonces
ella con potente voz desanimó a su esposo diciendo.
“El pibe ha dicho que va a tratar de
reanimar al herido no a resucitar a los muertos”.
- Pues bien Andrea soy como el abuelo de
Facundo.
Comenzó a sonreír ante la salida de su
maestro pero cuando quiso reaccionar se había marchado y se duchaba con la
puerta cerrada en el otro servicio.
Como seguía lloviendo decidieron ponerse a
preparar la comida. Los constantes cruces de miradas, de sonrisas, de
intenciones de comentar el incidente, se sucedieron durante la preparación y la
ingestión de aquellos alimentos. Al finalizar la comida y degustar sus
correspondientes y tradicionales cafés se sentaron juntos en una de las hamacas
del pórtico. El quedó a los pocos minutos completamente dormido y ella
acurrucada en su regazo, como hija con su padre, deleitándose de su
respiración, del latido de su corazón, de los ruidos de los jugos gástricos, de
su respiración pausada y rítmica. Como adoraba a ese hombre. Comprendía y
entendía perfectamente que incluso aunque deseara tener una relación con una
mujer jamás lo haría con una menor. Deseaba cumplir los dieciocho para lanzarse
en sus brazos y no separarse nunca más de él. Pero de pronto le llegaban las
incertidumbres.
¿Y si
no quiere?
Mil
pensamientos, contradictorios o no circularon durante esa siesta por su pequeña
cabecilla. En mayo del próximo año
cumplía los diecisiete.
¡Dios! Más de veinte meses.
Pero si le aceptaba merecía esperar una
eternidad. Luego le invadieron los miedos. Si E.T.A. se le ocurría matarlo
formaría un grupo parecido a los G.A.L. para acabar con todos ellos. Andaban
los miedos por su cabecita cuando se despertó. Contemplar esos ojos, esa
sonrisa y ese rostro angelical le provocó otra de sus clásicas paridas para
solventar situaciones que le pillaban descolocado.
¡El Señor me ha llevado al paraíso sin
previo aviso, y en verdad que sus ángeles son hermosos!
Esa picara sonrisa de adolescente se dibujó
en su rostro. Se incorporaron y decidieron dar un paseo por la bahía. Luego se
detendrían en el chiringuito de su amiga y cenarían con ella, pues les
telefoneo comentado que había resuelto antes de lo previsto los tramites que le
condujeron hasta Limón.
La noche había robado las formas y los
colores aquel rincón de la Naturaleza. Las tenues luces de las calles de Puerto
Viejo permitían al transeúnte no tropezar con cualquier material natural o no
que hubiera por el suelo. Llegaron al chiringuito justo en el momento que
Maureen cerraba el establecimiento. Cambiaron de idea, al tener todo apagado
para regresar a la cabaña. Antes Andrea tomó el celular y llamó a la casa para
que el servicio les preparase la cena. Caminaban descalzos por la bahía
cantando alguna canción caribeña, charlaban de sus cosas o simplemente el
sonido les permitía captar la vida de aquel lugar. Esos silencios en los que le permitían seguir con
la práctica del lenguaje corporal le privaban. Los andares rítmicos, pausados y
con una armonía fuera de lo común le dejaron un poco descolocado del momento y
del lugar. Aquellas criaturas eran verdaderamente hermosas y por primera vez
desde que las conoció no las miraba como a unas adolescentes, ni como esas
hijas adoptivas o hijos adoptivos que veía en su alumnado. El movimiento de sus
caderas al compás de las olas perdían la inocencia de unas niñas para
observarlas como mujeres. De pronto algo
desde dentro le recriminó. No comprendía lo que le andaba pasando. Siempre
había sido un hombre de una seguridad en sí mismo increíble. Con una moral y
una ética propia de su educación. También era consciente que no creía en ese
tipo de educación, coartaba excesivamente a las personas, aunque siempre obró según
su conciencia y su escala de valores, sin importarle las posibles
consecuencias. Siempre se decía que lo importante era levantarse a la mañana
siguiente con la convicción de haber actuado según sus principios. Posiblemente
no coincidiera con otros pero que para él era su Biblia. Por eso no le dio
mayor importancia a compartir una casa con dos adolescentes. Necesitaba centrar
sus ideas, sus principios, sus valores y volver al hombre que siempre había
sido. Ahora tenía dudas, miedos, reparos. No era normal en él y debía
solucionarlo lo antes posible. Lo de Andrea comenzaba a preocuparle, Jamás le
dio pie a nada y aun iba a tener razón Maureen. Pero le parecía un disparate de
tales dimensiones, tan fuera de lugar que una adolescente pudiera fijarse en un
hombre de su edad, que le costaba asimilarlo. Aunque al pararse a pensar era
consciente que nunca sabías por donde iba a salir un adolescente en temas de
amor. De pronto las dos chiquillas se despojaron de sus ropas y entraron a la
carrera en la mar. Recogió sus prendas, como haría una madre para sacudirlas y
depositarlas sobre las hojas de una palmera en orden y bien extendidas. Le
invitaban a entrar pero toda esa diarrea mental que portaba le aconsejaba ser
prudente hasta que ordenara un poco su interior. A los veinte minutos salieron
mojadas, se pusieron las prendas que pendían de la palmera. Se puso una a un
lado y la otra al otro y abrazadas a su maestro regresaron a la cabaña. A
Julián le bastó con limpiarse los pies con la manguera del pórtico inferior mientras
ellas subieron a los servicios para darse una buena ducha y cambiarse de ropa
antes de la cena.
No conseguía conciliar el sueño. Lo intentó
de todas las formas posibles y viendo que era imposible optó por coger su ipod
y tumbarse en la hamaca del porche superior. Sus últimas veinticuatro horas en
Costa Rica se iniciaban en escasas horas. En horizontal, en aquella cama
flotante y sin conectarse los auriculares comenzó a darle vueltas a la cabeza
tratando de ordenar un poco su vida. Cambiar su forma de ser era consciente que
era poco más que imposible, pero cambiar su forma de vida si y precisamente eso
era lo que deseaba. Dar con la fórmula perfecta para que de una vez su mente
comenzara a razonar y actuar como era él.
Ese increíble amanecer del Caribe le
sorprendió mientras su mente trabajaba a ritmo frenético. No había dormido nada
permaneciendo unos treinta minutos después de haberse levantado el sol,
surgiendo entre las aguas del Caribe y mostrando una panorámica incomparable a
ningún otro lugar. Fue directo a los servicios y se dio una buena ducha de agua
fría. Esa última jornada, domingo, la iban a pasar en familia. Los abuelos de
Andrea los invitaron a pasar el día en la finca por ello nada más desayunar y
en el carro se acercaron a la casa principal de la finca. Tenían las
cabalgaduras preparadas, por deseo expreso de Julián que deseaba cabalgar por
la selva y recordar con cierta seguridad y arropado por sus conocidos las
experiencias adquiridas en ese viaje. Fue una mañana entretenida. El abuelo
había preparado un tente en pie pues por el trayecto que optaron realizar
intuía que regresarían tarde. El grupo se quedó maravillado por la destreza en
su desenvolvimiento en la selva. Lo habían visto antes y desde luego se notaba
que era un personaje de ciudad, por el contrario tras esas semanas sus
movimientos sus conocimientos y sus precauciones eran las de un experto. El
abuelo de Andrea cuando comenzó su lección sobre las plantas medicinales, quedó
gratamente sorprendido por la capacidad de aquel hombre para aprender y
absorber en tan escaso tiempo tanta sabiduría nativa. Fue Maureen quien sacó al
viejo de su sorpresa al comentar.
- Julián siempre nos ha dicho que hay que
vaciarse como un niño para el aprendizaje y adquisición de conocimientos.
El abuelo comentó que esa frase estaba
cargada no solo de verdad sino de sabiduría quien la pronuncio por primera vez.
Y que no dudaba que pudiera ser de Julián pues poseía ambas cualidades, verdad
y sabiduría. Inmediatamente desmintió que fuera suya y matizó también que
siempre que la decía al igual que hacía con otras frases que no fueran suyas
mencionaba el autor. Si desconocía su autor también lo mostraba y esa frase se
la había oído a Facundo Cabral, aunque no estaba seguro que fuera de él. Pudo
demostrar con creces lo provechosa que fueron esas tres semanas. Ahora algo
suavizadas por la semana vivida en Puerto Viejo pero verdaderamente fueron muy
duras. Se tomaron el tente en pie, junto al borde de una gran cascada, de aguas
cristalinas aunque algo frías. Disfrutaron del baño, de la armonía de la selva
y la belleza de aquella pequeña acumulación de agua, que les permitió reposar
durante unos minutos y continuar hacía su objetivo final el Caribe. El abuelo
se congratulaba del acuerdo al que había llegado con aquel español, percibía su
honradez pero especialmente ese talante caballeresco tan desaparecido por esos
tiempos. De un saber estar a pesar de haber captado el poco afecto que tenía a
las relaciones humanas. Era un lobo solitario. Por fin decidieron poner por
concluida la jornada matutina, habían descansado, conversado y aprendido cosas
nuevas. No dejó la ocasión de adquirir más conocimientos sobre la selva. El
abuelo era un doctor en esos asuntos y no dudo en tener bien abiertos sus
sentidos para captar todo lo que aquel hombre le estuvo mostrando y enseñando.
Cabalgando hacia el regreso le andaba
rondando en la cabeza las dos cosas que más le impactaban de las dos culturas.
Sabía que no era mejor una que otra sino diferentes. Pero en el aspecto de la
familia, aun siendo solitario, prefería el concepto de España, aunque a decir
verdad últimamente se estaba también transformando. Por el contrario admiraba
el respeto y la veneración, que los pueblos centro americano y del sur, daban a
las personas mayores. Hacia el anciano. Un hombre podía dejar a una mujer con
seis o siete hijos y desentenderse por completo de ellos sin el menor arraigo
familiar, pero la mayoría sería incapaz de dejar a un anciano o anciana
abandonado. Cuanto se podía aprender de todas las culturas, cuantas cosas se
podrían rechazar también. Pero lo que él mamaba y trataba de transmitir a su
alumnado era actuar por ellos mismos. Nadie absolutamente nadie debía decidir
por uno. Posiblemente os equivoquéis les decía pero habrá sido por vuestra
decisión y eso os enseñará. De lo contrario jamás aprenderéis nada. Otra de las
cosas que insistía mucho era lo referente a luchar hasta la extenuación por los
sueños, por los objetivos, por las ilusiones que uno se fijará sin desistir. Siempre
que hablaba de esos temas terminaba con la misma frase.
“Te puedes caer mil veces o mas pero si te
levantas tantas como te caes llegarás. Por el contrario si te caes una sola vez
y no te levantas siempre estarás en el mismo sitio. En ningún lugar”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario