viernes, 27 de diciembre de 2013

UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- PRIMERA PARTE- ANKI- CAPITULO XXI - TERESA

   CAPÍTULO XXI

 

TERESA


 

  Por fin llegó el incierto y esperado sábado. Teresa habían quedado en la puerta de la piscina, tras su jornada laboral. Pues él no trabajaba ningún sábado por tener que salir a la mar. Ese fin de semana el equipo olímpico pasó unas pruebas en Madrid y no se desplazaban a la costa.

 

   Concluido su horario apareció. Se había puesto un vestido que resaltaba su impresionante figura, un peinado sencillo que estuvo protegiendo esa mañana, con unos ligeros toques de maquillaje que realzaban sus virtudes, especialmente esos ojos azules que tenía embelesada a la parroquia. Subió al coche y por primera vez estampó dos besos en sus mejillas. Siempre se habían dado la mano, pero ese día le nació mostrar su amistad de esa forma. Se quedó con la mano tendida y tras reaccionar se ajustó el cinturón, aguardó a que ella hiciera lo propio y puso el coche rumbo al chalet de sus padres.

   No había comunicado en casa que iba acompañado por ello cuando su madre le vio llegar en el coche en compañía aunque se quedó petrificada reaccionó de inmediato, mandando al servicio colocar un nuevo cubierto en la mesa. Sin duda su compañera era hermosa, pero no les cuadraba verlo en compañía de una mujer. Su hermana se quedó más pasmada si cabe que su madre y cuando se lo comunicaron al jefe de la familia, pensó que era broma. Pero al entrar con aquella joven no podían dar crédito a sus ojos.

   Presentó a Teresa a la familia quien estuvo en su papel, no era una mujer tímida ni mucho menos. Mostrándose tal y como era, simpática, espontánea, femenina, dulce y al mismo tiempo con la discreción que requería la situación. Habló poco pero en ningún momento respondía a una pregunta con monosílabos. Le presentó como lo que era, una compañera de trabajo, que se había tomado la libertad de invitar pues precisaban trabajar por la tarde y aclarar ciertas cosas entre los dos. Necesitando algo de intimidad y tranquilidad que no conseguían en la piscina. Tampoco era cuestión de reunirse en una cafetería y en la residencia no le hacía gracia. Había demasiada gente. Tras la presentación el servicio con bandejas ofrecían diversos canapés y una gran variedad de bebidas. Antes de pasar al comedor para iniciar la comida, Teresa se percató de la diferencia en su estar, entre los hombres de la casa y las mujeres. Era observadora y supo estar a la altura de las dos tendencias. Se sorprendió gratamente al comprobar el comportamiento del servicio cuando se dirigían a las señoras y el cambio de actitud cuando lo hacían a los señores. Su expresión seria, casi inexpresiva que mostraba a las señoras se tornaba en una felicidad, en una sonrisa, en una mueca o guiño de ojo cuando lo hacían a ellos. Especialmente cuando lo hacían con Julián solían intercambiar alguna palabra que otra, mientras que con ellas utilizaban los monosílabos para responder. Guardando las distancias. Tampoco se extrañó que la gente se comportara de esa manera con el joven, lo conocía lo suficiente como para saber la humildad y sencillez que portaba. No abusó del aperitivo, intuía que la comida sería variada y abundante y no deseaba despreciar ninguno de los platos de esa comida. Eso sí consiguió que no le pusieran en exceso, el mismo servicio en el momento que solicitaba alguno que se detuviese así lo realizaban. Pudo comprobar la profesionalidad de aquellos empleados y se asombró cuando Julián respondió a la pregunta sobre si era el servicio habitual en esa casa. De inmediato la frase acudió a su mente sin meditarla

 

     ¡Dios! No solo es perfecto, está bien situado.  

 

   Teresa era consciente de la educación y la clase de Julián, pero no había intuido la enorme situación social de su familia. Por regla general los jóvenes con esa posición eran pedantes, estúpidos, engreídos y poco humildes. Todo lo contrario al comportamiento de su compañero de trabajo. Tampoco entendía bien el por qué se encontraba en la residencia, si su hogar estaba en la capital. No era un deporte que precisara vivir en esa residencia. La mar la tenía demasiado lejos pero sin duda al finalizar la comida y la sobremesa podría aclarar muchas de las dudas y situaciones que en esos momentos era imposible entender o comprender.    

   Fue un almuerzo de una calidad impensable. Para finalizar con unos postres que no hubiera parado de comer de no ser por mantener la compostura. Los cafés, licores o bebidas alcohólicas se sirvieron en el salón mientras conversaban sobre esas semanas en la residencia mostrando su sorpresa y alegría al ver a Julián en tan buen estado. Especialmente esa ilusión por triunfar. No paraba especialmente cuando los fines de semana entrenaban en el mar.

   Tras una larga hora de sobremesa fue Julián quien se disculpó ante la familia pero debían adelantar de lo contrario habrían perdido la jornada. Teresa saludó con cortesía a todos los presentes pues el matrimonio y su hija salían esa tarde para reunirse con los padres de la pareja de su niña. Circunstancia que Julián conocía y de ahí la decisión de tratar la conversación con Teresa en la intimidad y con tranquilidad, sin que nadie inquietase su conversación. Antes de subir a su habitación comentó con el servicio en el tono familiar que siempre lo hacía que precisaban que nadie les molestase. Cuando bajaran les podrían dar cualquier tipo de comunicado que se hubiera producido.

   Ella quedó algo descolocada, pensaba no sin razón que se reunirían en la biblioteca, en el salón o en el mismo jardín del chalet, pero no se le ocurrió que fueran a la habitación del joven. Desde luego si iba con alguna de las intenciones que pensaba subiría los escalones de tres en tres. Pero pronto comprendió el por qué lo hacían en sus aposentos. Aquello era un verdadero apartamento con su despacho, su salón y su dormitorio. Parte de las expectativas se trucaron un poco especialmente cuando le invitó a pasar al despacho y en el sofá del mismo le invitó a sentarse para iniciar su confesión. En primer lugar preguntó si deseaba tomar algo. Solicitó una tónica con un poco de hielo y un gajito de limón. Abrió un mueble de madera de roble que ocultaba una pequeña nevera y sacó la correspondiente bebida. Luego tomo de la cubitera de la misma nevera un par de cubitos de hielo para abrir una nueva puerta de roble donde habían cosas para picar, fruta, algo de fiambre y dos limones. Preparó la bebida solicitada por su compañera, mientras que él se sirvió, con los mismos ingredientes, a excepción del líquido que depositó, una cocacola. Con ambos vasos, sobre dos pequeños posavasos, los colocó en la mesita de cristal cercana al sofá donde ella se había sentado y esperaba a Julián.

   Por fin se decidió a confesarse y aclarar su pequeña historia. Comenzó por su frase preferida. La que hablaba del amor designado desde la creación para dejar bien claro sus principios, sus valores, pero especialmente esa otra en la que creía y cumplía a rajatabla y que en más de una ocasión había podido comprobar en su cotidiana vida laboral.

 

   “La palabra es sagrada”

 

   No le cabía la menor duda que aquel joven la llevaba hasta el final. Expuestas esas dos primeras premisas comenzó por relatarle esos cuatro últimos años de su vida. Primero con la pérdida de sus amigos, remarcando lo que le había supuesto para su forma de ser y comportarse posteriormente. Confesándole lo duro que fue para volverse a centrar y recuperar esas ganas de vivir. Cuando comenzaba a levantar el vuelo sucedió su encuentro con Anki y mientras iba relatando toda su historia con aquella encantadora señorita las primeras lágrimas abandonaban sus lagrimales. A Teresa se le encogió el corazón, al tiempo que sus ojos se humedecían acompañando a su amigo en la expresividad de su pena y pesar por toda aquella increíble, bella, romántica, dulce y mil calificativos mas de esa historia que vivió con esa extranjera

   Se abrazaron, fuera de sentir lo que había sentido hasta esos momentos. Captaba toda la tristeza y pena de Julián provocándole un llanto desconsolador y contagiando a su compañero. En esa muestra cariñosa le comprendió perfectamente. Seguía unida a esa holandesa y no solo eso, lo estaría para toda la eternidad. No sintió desesperación por perder aquel hombre del que se había enamorado hasta las entrañas. Era consciente y no se lo explicaba muy bien que aquello era lo lógico. Pero se preguntaba interiormente

 

      “Pero si en el amor no hay lógica. Hay sentimientos”  

 

   Los que experimentaba en esos momentos era de pena compartida, de tristeza compartida, de deseos compartidos con aquel compañero de trabajo. Al separarse él le tendió su pañuelo y enjugo sus lágrimas en él. Dieron un pequeño sorbo a sus bebidas para proseguir la conversación. Al finalizar el tema de Anki comenzaron a contarse sus proyectos, sus metas, sus sueños, sus perspectivas de futuro. Cuando le contó la intención de su padre de construir un gran complejo deportivo. Se apuntó y le advirtió que la primera contratada tendría que ser ella. Sonrieron asegurando que si por fin lo montaba no se olvidaría”

 

  “Pero lo digo en plan egoísta. No hay quien encuentre profesionales de tu categoría”

 

     “Ya lo sé. Pero no te resultara gratis”

 

   Le replicó en tono de broma. Se iría a su empresa a ojos cerrados y en esos momentos.

  Julián le acompañaba en su vehículo, conducía atento a la carretera, a las calles y a las indicaciones que de vez en cuando Teresa le daba. Ella pendiente de aquel compañero al que veneraba. Se extrañó su cambio tan radical. Salió a su casa prendada como una adolescente de aquel joven y ahora regresaba venerándolo como si se tratase de una persona mayor a la que se aprecia, se respeta pero se le quiere de otra manera, como a un padre, como a un abuelo o un tío. Su historia le había conmovido. Su amor por Anki le tenía fascinada, embobada lo miraba y se preguntaba que si llegara a cruzarse con alguien que le quisiera como él le amaba, sin duda haría exactamente lo mismo que estaba haciendo él. Permanecer fiel por los siglos de los siglos.

    Al llegar frente al portal de su casa ella aproximo su rostro al de Julián, él hizo lo propio aguardando el beso en la mejilla pero se encontró con un roce de sus labios, muy leve pero que le descolocó por completo. Sus palabras le hicieron regresar al momento, a las circunstancias y al instante en el que se encontraba.

 

    “El lunes nos vemos en la piscina”

 

      Sonrió, puso la primera y circulando por las calles, regresó a la residencia. Se cruzó con los de casi todos los días, saludó. Fue al comedor, cenó poco había comido demasiado. Su madre siempre se pasaba con la comida. Intercambio unas palabras con sus compañeros de mesa y se retiró a descansar.

   Ese domingo se perdió por el retiro, caminó recorriendo sus jardines, sus esculturas, bordeó el estanque y terminó en un hotel para poner una conferencia y hablar con los padres de Anki pues hacia dos semanas que no sabía nada de ellos. Se alegraron de escucharlo y le animaron a seguir con su empeño. En la olimpiada serian sus principales fans, convencidos que lograría el oro. Sonrió con la de bronce se conformaba y la firmaba ya, llegó a comentar. Pero él era un ganador nato y si iba a disputar la olimpiada no se conformaría si no lograba el oro. Iba a por él y para ello se entrenaba. Aunque era consciente que sus rivales tenían las mismas intenciones. La conversación se prolongó por espacio de cerca de treinta minutos. Se despidió de sus padres políticos y al ir a pagar la cuenta le resultó un buen pico. Volvió a entrar por los jardines del retiro pues, el coche lo tenía justo en el otro extremo del parque. Se detuvo escuchando a un par de músicos que guitarra en mano la rascaban para acompañar a una triste canción. Eran malos con avaricia pero aquella letra le llamó la atención. Cuando finalizó se extrañó al comprobar que andaba derramando unas lágrimas, sacó de su cartera un billete y lo deposito en esa ruinosa funda de guitarra, para proseguir a continuación su camino en busca de su vehículo y regresar a la residencia. La tarde la tenía programada para estudiar y terminar algunos trabajos que debía presentar ese lunes en el INEF.

   Iba camino del comedor cuando se cruzó con su compañero de regata, se había desplazado a Madrid y aprovechó la ocasión para saludarlo. Comieron juntos y repasaron la programación de su preparación. Esa semana santa viajaban a Australia para participar en una importante regata que la federación tenía programada dentro de las competiciones a disputar. Se congratuló de verlo tan animado, pero sobre todo tan ocupado, volvía a ser e Julián de siempre. Alegre, solitario, ocurrente, chicha ratero. Nunca sabía por dónde le iba a salir su compañero de regatas. Pero aquel muchacho al que le sacaba seis años era el mejor compañero de Star que había tenido en su larga trayectoria. Presentía que iban a hacer historia en esa olimpiada y todas las circunstancias que rodeaban ese periodo olímpico de preparación se lo confirmaban. Luego esa seguridad que aquel muchacho le daba no la había experimentado ni con su padre un marino de toda la vida. Julián no solo aportaba sus conocimientos, que por lógica con esa edad su experiencia era mínima, pero era un marinero intuitivo, seguro y sobre todas las cosas que más le agradaban de su compañero era esa madurez de no arriesgar nada hasta que veía que no había otra alternativa si se quería conseguir la victoria. Pero esa visión la detectaba mucho antes que fuera real, eso era lo que le sorprendía de aquel joven marinero. Muchos, incluido su padre, solo arriesgaban cuando la posibilidad de victoria era tarde.

   Ese día tuvo que irse a la cama mas tarde de lo normal. Tampoco tenía una obligación al día siguiente, pero lo que programaba desde luego no lo iba a trucar por tenerse que acostar más tarde al no terminar lo programado para el día.

 



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