miércoles, 18 de diciembre de 2013

UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN-PRIMERA PARTE-ANKI-CAPITULO XX-LA RESIDENCIA BLUME

    CAPÍTULO XX

 

                     LA RESIDENCIA JOAQUIN BLUME



    Su primer día en la residencia fue increíble. Se asombró por la acogida de la gente con una cercanía y un cariño inesperado. Pero en el mundo del deporte Julián era una autentica estrella. El año anterior había sido portada de varios periódicos y revistas deportivas. No en balde era una de las esperanzas olímpicas del estado y la noticia de su regreso a la alta competición había levantado muchas expectativas, amén de servir como estandarte del régimen. Cualquier triunfo internacional o con grandes posibilidades de ello se aireaba por el aparato del estado. Julián fue consciente de lo que le esperaba de conseguir una medalla, pero por otro lado le permitiría lograr una independencia económica hasta terminar su carrera. Pero no solo era la obtención de tan preciado metal supondría que muchas puertas se le abrirían en su campo de trabajo.  Sin duda pasaría un par de años agobiado pero luego la vida le resultaría más sencilla, pero sobre todas las cosas era pensar que lo conseguiría por sus propios meritos. Conoció al hijo de un importante empresario que se dedicaba a las grandes instalaciones deportivas y éste le propuso realizar el curso de entrenador de natación y trabajar en una de las instalaciones de su padre. Le aseguraron un sueldo aceptable pero especialmente la posibilidad de ausentarse siempre que tuviera un compromiso olímpico. Aquello le daba una propaganda extra a los complejos de su padre sin un gran desembolso. El mundo de la natación le apasionaba. Pensaba que era de los pocos deportes limpios que quedaban. Pero pronto se dio cuenta de su error y como siempre solía hacer intentó cambiar la dinámica. Solía ir a la piscina dos horas por la tarde. Lo que más le impresionó fueron los niños pequeños y lo que menos fue el trato que algunos monitores le daban a esos casi bebes. Pronto se dieron cuenta de la calidad de aquel educador. Conforme pasaban los días más padres solicitaban que sus hijos fueran con aquel joven. En un principio lo achacaban a su popularidad, pero poco a poco fueron dándose cuenta que sus métodos de trabajo eran diferentes al resto de monitores. Los niños iban contentos, felices de poder jugar una hora en el agua con aquel joven y les costaba sacarlos de la pileta cuando finalizaban su clase. Algunos monitores comenzaron a imitarlo y pronto consiguieron los mismos resultados.

   La titulación de entrenador nacional la consiguió sin gran esfuerzo y pronto se le asignó un grupo de nadadores de la escuela. No eran grandes dotados para la natación pero con la filosofía y la mentalidad de equipo, en contra del grupo, logró incluso superar a otros donde se trabajaba más intensamente para la competición. Sus nadadores le rogaban que les acompañara en las competiciones pero estas siempre coincidían con los fines de semana que debía desplazarse para preparar la olimpiada. Lo entendían tenían a toda una celebridad. Amén de una gran persona pues fue el mismo quien reunió a los padres para confesarles cuál era su planteamiento. No deseaba engañar a nadie, él se debía en primer lugar a la vela y así lo acordó con la dirección de la piscina. Si cualquiera del equipo deseaba pasarse a otro grupo no pondría el menor reparo. Pero no solo no se le iban sino que muchos de otros grupos deseaban pertenecer al equipo de Julián. Cariñoso, atento y al mismo tiempo exigente con lo que cada niño buscaba y se comprometía. Con algún padre tuvo que hablar seriamente para que derivaran a su hijo hacia otro deporte pues se le notaba que la natación no le gustaba. 

  Una tarde se acercó a la piscina la madre de uno de sus nadadores que portaba un bebé, no tendría más de seis meses. Como hacia excesivo calor en el recinto la madre lo dejó casi desnudito y al final del entrenamiento Julián le pidió al pequeño. La madre una joven progresista no rechazó la oferta y le acercó al niño. Deseaba comprobar ciertas teorías que había leído en un libro sobre natación para bebes de un sueco. Comenzó a aplicarlas y pronto consiguió que aquel pequeño se mantuviese por si solo en el agua. La madre no daba crédito a lo que estaba visionando, pero desde el despacho de dirección que controlaba la pileta, dio la casualidad que se encontraba el dueño charlando con el responsable de aquella instalación. Al ver a Julián y el resultado con el bebé no dudó ni un solo instante en bajar a la pileta para observarlo de cerca. Cuando concluyó su experimento le rogo que cuando se duchara pasara por el despacho para proponerle algo relacionado con lo visionado. Todos los presentes estaban alucinados y varios preguntaron si podían traer a sus pequeños. El dueño tomó la palabra y les aseguró que el próximo mes comenzarían un curso para bebes.

   Tras darse una ducha y vestirse de calle acudió al despacho de la dirección. Fue un encuentro interesante y pronto se pusieron de acuerdo en los términos de la propuesta. Se encargaría de preparar a varios monitores para comenzar el siguiente mes con bebes y niños menores de seis años. A partir de esa edad ya se daba cursillo en esas instalaciones.  

   Su horario era libre, la cuantía de su contrato subió grandes enteros amen de incentivos por número de cursillistas. Nada más llegar a la residencia se puso a buscar información sobre la natación de bebes. Logrando algo de información. Pero cuando volvió a encontrarse con el director de INEF y le habló del tema, éste le proporcionó el teléfono y correo del autor de aquel libro que había despertado el interés del joven. De inmediato se puso en contacto con aquel profesional y el intercambio de información fluyó con cierta frecuencia entre los dos técnicos.

  Aquellos cursillos fueron un total éxito. Al principio pocos se atrevieron a confiar sus bebes a los monitores, la mayoría era niños entre los tres y seis años, pero aquella madre que inició la natación con bebes no faltó y esto ayudó a motivar a otras al ver los progresos de aquel bebé. Julián solía moverse con los menores de dos años y congenió con una monitora dos años mayor que él con una filosofía de la educación y del sentido del deporte muy similar a él. Acababa de finalizar sus estudios en la Almudena y estaba diplomada en educación física. La natación de bebes le entusiasmó y se interesó por toda la información que Julián recopilaba. Al observar la calidad educativa de aquella joven recomendó a la dirección que ampliaran su contrato y se dedicara única y exclusivamente a la natación de bebes. Antes lo habló con ella y esa propuesta le entusiasmó. Siempre que Julián tenía que ausentarse ella era la encargada de dirigir aquel departamento de las instalaciones. No solo seguía las indicaciones de aquel profesional sueco, intentó cosas nuevas y se las confirmaba a ese profesional. Luego por mediación de Cajigal contactaron con otros especialistas en Estados Unidos y Australia creándose un grupo de trabajo muy interesante. El director del INEF vio con claridad la potencialidad de aquel apartado por la riqueza de movimiento que se le podía dar al ser humano en edades muy tempranas y organizó el primer congreso mundial de natación para bebes. Aquello fue todo un acontecimiento. Más de quinientos profesionales de la natación se apuntaron al congreso, que cuanto menos era innovador. Como ponentes invitó al australiano, al americano, al sueco y a su futuro alumno. Había leído sus trabajos y apuntes sobre el tema y estaba impresionado, pero también se lo confirmaron aquellos compañeros de gran experiencia en el mundo del deporte. Sus padres se apuntaron a asistir cuando el ponente le tocó a su hijo. Se sentían enormemente orgullosos de cómo había superado esos últimos años cargados de desgracias una tras otra. Ya era un hombre con sus escasos diecinueve años.

    Fue todo un éxito y su resonancia social increíble pues muchos medios de comunicación no deportivos se hicieron eco del acontecimiento. También NODO realizó un largo reportaje que luego se distribuiría por toda España. Destacando la capacidad de aquel joven español que se codeaba con las más altas autoridades del deporte mundial. Todos aquellos acontecimientos hicieron subir el cache del joven. Pero se tenía que centrar en la olimpiada, ya le había fastidiado una vez a su compañero y por nada le volvería a traicionar.

   Las jornadas de mar, amén de servirle para prepararse para la olimpiada le servían de relax de la intensa semana. Acudía a algunas clases en el INEF con el expreso permiso de su director y de los profesores que lo admitieron sin la mínima queja. El titular de natación, un conocido y famoso entrenador de otro club madrileño estaba entusiasmado con el muchacho. Pero lo que verdaderamente le impresionó fue esa generosidad que mostraba al facilitarle toda la información que tenía, así como los contactos en otros países. Devoraba los libros de la biblioteca tanto de la residencia, como de la delegación, como del INEF, no dejaba de buscar información por todos los medios. Luego por las tardes solía pasarse entre cinco y seis horas en la piscina. Formando monitores, dando cursillos o entrenando a su equipo.

   Una tarde reunido con Teresa, la diplomada que se encargaba de la sección de natación para bebes, quedaron en salir juntos a tomar algo. Julián la había observado en repetidas ocasiones era una persona capaz de leer el lenguaje corporal y detectó cierto interés no profesional hacia su persona. Era unos años mayor que él pero tampoco eso tenía importancia. Pero estaba casado para la eternidad.

 

    “No sé si sabrás que estoy casado”

 

   Aquella mujer se quedó petrificada. Nunca había visto ni oído hablar de su mujer. Si de su familia, de sus padres, de su hermana, pero jamás de su esposa. Tan joven no le cuadraba. Ese fin de semana la vela tenía descanso y como aquella criatura insistió optó por invitarle a comer en casa de sus padres y con la tranquilidad de la sobre mesa charlar sobre el asunto. No era lugar ni momento para aclararle nada. Sabía que rompería a llorar y no deseaba hacerlo allí en el club donde trabajaba. Teresa se quedó muda. Aceptó, pero no comprendía nada. Era educado, inteligente, deportista, buena presencia, guapo no, era guapísimo, se le notaba un toque romántico que le hacía ser una persona sensible, dulce, muy distinto al macho ibérico que reinaba en la península. Anhelaba con verdadero deseo que los días corrieran deprisa para poder aclarar todas las dudas que le invadían. Era el hombre perfecto, difícilmente se podía encontrar otro que pudiera igualarlo. Soñaba con él. Su habitación cargada de póster de Julián, editadas por las diferentes revistas deportivas. Luego ese cariño, esa ternura con el trato con los bebes, los niños o los jóvenes le enloquecía.       

   Siempre que abandonaba la piscina tras su jornada laboral se prometía que si no le invitaba al día siguiente sería ella quien tomara la iniciativa. Ese día la tomó y se encontró con aquella respuesta. Desconcertante y sin embargo le invitó a ir a su casa con su familia. No cuadraba nada, no entendía nada. Pero estaba segura que era el hombre de su vida.

   Estaba preocupado, no deseaba lastimar a nadie pero tampoco estaba dispuesto a dar falsas esperanzas. Debía se directo, con dulzura, con cariño, incluso con ternura pero tenía que aclararlo dejándolo perfectamente claro. Temía que fuera a romper en llanto como un idiota, el recuerdo de Anki lo tenía cada instante y especialmente a la noche cuando en la soledad de su habitación en la residencia no encontraba su cuerpo para abrazarse y poder dormir con el calor, el aroma, la fragilidad de aquel cuerpo que despertó todos sus instintos primarios más dulces.

   Esa tarde habían asistido más niños de la cuenta y de inmediato puso solución a la situación. Preguntó por el número de madres que podían meterse con sus pequeños e inmediatamente la mitad estaban dispuestas. De esa forma descubrió una nueva metodología de dar la clase. Le indicó a Teresa que tomara un bebé y con medio grupo de madres frente a ella siguiera las indicaciones que debían hacer con sus pequeños. De inmediato se pusieron manos a la obra y fue una sesión increíble. Los niños no tendrían que entrar y salir del agua, con los consiguientes riesgos de resfriados. Fue tan gratificante aquella sesión que decidieron aconsejar a las madres o acompañantes que se trajeran el bañador para manipular a los bebes. La nueva circunstancia animó a un mayor número de personas a traer a sus pequeños. Ellos serían los que estuvieran con su bebé y el monitor les iría indicando lo que debían hacer para conseguir que los pequeños flotaran y se desplazaran por sí mismos. De nuevo el director de las instalaciones se quedó atónito con aquel joven, su capacidad para resolver situaciones que provocaban una mayor posibilidad de matriculación y por tanto de ingresos. No perdió el tiempo y telefoneo al dueño para que cuando pudiese se pasara por la piscina para comprobar lo que aquel muchacho era capaz de conseguir.  En un periodo de menos de tres meses habían logrado que todos los bebes que comenzaron en esa época se mantuviesen a flote y la mitad de ellos eran capaces de caer al agua girarse de espaldas y desplazarse hasta el bordillo para cogerse y girarse para asirse al borde o a la barra. Luego gateando salía del vaso de la piscina. No era menos cierto que el agua estaba casi a ras del suelo. Pero los pequeños eran capaces de salir. A Teresa se le ocurrió la idea de lanzarlos en la pileta grande donde el bordillo estaba imposible para que el pequeño saliese de la piscina por sus propios medios. Lo lanzó al agua, subió a la superficie y desplazándose hasta el borde de la piscina se cogió del rebosadero del agua. Allí con sus dos manitas asidas con fuerza al rebosadero aguardaba a que alguna alma caritativa lo recogiera. Todos los presentes aplaudieron y de inmediato corrió la voz como la cerveza en un bar bávaro.

   Los ingresos desde la llegada de Julián a la piscina habían aumentado considerablemente. Todos los meses cuando retiraba su sueldo, con la correspondiente gratificación como acordaron, pedía que se repartiera entre todos los monitores a partes iguales. Aquello no solo logró valorar mucho más al joven. Sus compañeros de trabajo se lo agradecían profundamente pues era un reconocimiento a su trabajo. Pero le llegaron a pedir que se quedara él la mitad y repartiera la otra entre el resto. Por supuesto que no aceptó la propuesta, el trabajo era del equipo y todos eran iguales en el mismo. Esa filosofía se la había inculcado su padre y la había podido comprobar en multitud de veces que daba unos resultados increíbles. Verse valorado por los jefes hacía que los empleados se esmerasen más en su trabajo consiguiendo una mejor calidad en su labor diaria. 

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