sábado, 12 de octubre de 2013
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN - PRIMERA PARTE - CAPITULO X - ANKI
CAPÍTULO X
ANKI.
En un
principio sus padres le comentaron ir a por él a Donostia, pero la cosa se les
complicó y quedaron con su hijo en ir a por él al aeropuerto de Alicante.
Deseaban pasar esa semana, que le quedaba libre a su hijo con él en la playa.
Su padre disponía de esos días para compartirlos con su familia y especialmente
con su hijo. Estaban muy orgullosos de él. Por el contrario los celos se comían
a su hermana. Pero su última relación con un muchacho hijo de un importante
empresario de banca, con el que hacía constantes tratos comerciales su padre,
le apartaron un poco de ese ambiente en casa de marginación a la que se sometía
ella misma. La familia del banquero también veraneaba en la costa levantina.
Llegó el
sábado por la noche, el domingo había quedado con su padre para navegar los dos
y charlar de hombre a hombre. Cosa que era habitual entre los dos cuando
disponían de tiempo. En el aeropuerto le comentó que el chico que salía con su hermana
les había retado a una regata entre su embarcación y la de ellos con dos
etapas. La primera se desarrollaría desde el puerto de Gandía donde veraneaban.
Hasta Jávea allí comerían y tras una pequeña sobre mesa, disputarían la
segunda. De Jávea a Benidorm, donde pernoctarían tras cenar en el club náutico.
Las siguientes etapas con el mismo recorrido pero a la inversa, el lunes una por
la mañana y la otra por la tarde. No le apetecía en absoluto la idea pero su
padre se había comprometido aceptando la propuesta de su progenitor, vitando
comprometerlo con aquella familia. No solo andaba su hermana comprometida con
el joven de la casa, su padre hacía constantes negocios con la entidad que
dirigía el progenitor del muchacho. La carrera en si le atraía siempre,
especialmente poder bacilar a esa gente pija del círculo de amistades de su
hermanita. Pero le reventaba tener que convivir en las comidas o veladas, eso
no lo soportaba. Su padre trató de eludir esa segunda parte pero las señoras y
su niña quedaron en acercarse a las conclusiones de cada etapa para realizar
las comidas en familia.
Julián se
despertó como todos los días sobre la seis de la mañana. Tras una serie de
ejercicios se dio una pequeña ducha y se lanzó a la piscina para quemar unas
cuantas calorías. Luego la ducha pertinente para entrar en el comedor donde el
servicio le tenía preparado el desayuno que solía ingerir el señorito. Como le
reventaba esa palabra. En más de una ocasión en dialogo tertuliano, pues
siempre se dirigía así tanto él como su padre al servicio, les reprochaban que
los trataran de esa forma. Ellos se justificaban que si su madre les oía hablar
familiarmente con ellos se encendía y les llegaba la gran bronca. El servicio
apreciaba de forma especial a ese joven. Que distinto era de su hermana o de su
madre. Siempre interesándose por sus problemas y en muchas ocasiones
resolviéndolos. Su padre en ese terreno era igual que el jovencito. Pero era
explicable, venía de familia humilde y trabajadora, mientras que la señora provenía
de la alta sociedad madrileña y la niña le seguía el juego. Jamás había
escuchado una palabra amable por parte de aquella jovencita. Es cierto que
siempre los trataba con educación pero salvando las enormes distancias que
había entre la clase obrera y la alta burguesía madrileña. Cuantas veces había
escuchado a su Señorito mofarse de sus modales. Pero especialmente de su
lejanía en el trato con el servicio. Estaba finalizando el desayuno cuando
salió su padre para atacar los alimentos.
“¿Preparado campeón para que paguen los
banqueros?”
Con la
sonrisa rasgando las comisuras de sus labios respondió a su padre.
“No vendas la piel del oso antes de cazarla.
No sea que te cace a ti”.
Su padre
sonrió. Conocía muy bien a su hijo, no era el típico fanfarrón y eso que estaba
seguro de su triunfo. Conocía como nadie esas aguas y llevaba ya unas cuantas
competiciones a sus espaldas para saber que no tendría problemas. Pero su hijo
ante la actitud de su padre le aseguró:
“Esa gente no es tonta y se rodea de
personal que les pueda echar una mano, son tan narcisistas que se resisten a
que alguien les gane y ese personaje sabe muy bien a quien se mide. Aunque a
decir verdad yo también he conseguido un buen compañero”
Volvió a
esbozar una sonrisa. Tenía a un hijo genial y en ocasiones pensaba que no lo
valoraba lo suficiente. Se lanzó a sus brazos para fundirse con él.
Tras la
muestra de cariño le comunicó que iba a darse una vuelta por la playa para
estudiar un poco el tiempo que iban a tener. El hombre se sentó en la mesa
contemplando como su hijo se perdía tras la puerta y recapitulaba sobre su
sensatez. No improvisaba ni los chistes. Siempre metódico y con tiempo. No le
gustaba dejar nada sin estar atado y bien atado. Cuando le recriminaba por ser
tan meticuloso. Siempre le escuchaba decir su frase
“Si, pero aun así las cosas no salen como
uno quiere. Imagínate si improvisas como puede ir”
El reloj no
marcaba aun las siete de la mañana, se notaba algo de fresco pero no regresó
para coger algo de abrigo. Aumentaría el ritmo de su paso si comenzaba a sentir
frió. Pero lo cierto es que con la cadencia de paso normal todo fue bien.
Observó el cielo, las aguas, la brisa y constató que sería un día tranquilo.
Tal vez en la tarde pudieran tener algo más de problemas, pero mínimos.
Se desplazaba
con su calzado en una mano por el linde de la playa. Sus pies se marcaban en la
arena húmeda para dejar su huella hasta que una ola la acariciaba y se la
llevaba mar adentro. Al principio notó el agua fría pero poco a poco su
organismo se fue adaptando y prosiguió su cadencia de paso.
A unos doscientos
metros observó a un tres mañaneros que paseaban por la playa. Dos iban
abrazados detrás de la tercera persona que jugaba con sus pies con las olas.
Era una joven, bastante delgada. Reaccionó de inmediato al ver como se
desplomaba en el suelo. Se aproximo a la joven y comenzó a explorarla. De
inmediato la pareja acudió a socorrer a su hija.
Cuando Julián
contactó sus manos con aquel cuerpo inerte la sangre se le heló. Un escalofrío
de un placer sin precedentes recorrió su
cuerpo. De inmediato el matrimonio le dijo al muchacho que no se preocupara,
era una bajada de tensión. Él le tomó en brazos y rogó que le confirmaran si
tenían el coche próximo. Así era y Julián la depositó en los asientos traseros.
Intentó convencer a sus padres para reanimarle pero alegaban que ya le había
sucedido otras veces que la llevarían al centro de salud para tenerla
controlada. Fue un espejismo. En la acera, con los brazos caídos y sin fuerzas
por algo extraño que invadió su cuerpo, permaneció como un autista, hasta que
un ciclista le sacó de su estado. Le habían hablado en francés, con mezcla de
alemán e inglés. Sin duda debían ser holandeses. Él se comunicó con ellos en
francés, el poco dialogo que mantuvieron. Aun medio atontado, reaccionó y
olvidó el incidente para concentrarse en lo que había ido a buscar a la playa.
De camino a
casa volvió a rondarle por la cabeza el incidente con la joven. No había visto
prácticamente su rostro, sus ojos estaban cerrados y su cabellera la cubría una
capucha de toalla. Eso si pesaba poco, no más de cuarenta y cinco cuarenta y
ocho kilos. No había ni tensión ni mucho músculo en aquel delicado cuerpo. Fue
un espejismo que le había impresionado. No podía ni calcular su edad. Igual
tenía nueve años que sesenta, pero como la pareja le confesaron que era su hija
no podía contar con más de veinticinco. Pero en fin tampoco tenía importancia
había que concentrarse para la competición de esas dos jornadas de lo contrario
su querida hermanita se estaría cachondeando el resto de su vida.
Al entrar en
el chalet su padre ya estaba dispuesto para salir hacía el club náutico y
preparar la embarcación. Quedaban poco más de dos horas para la salida. La cita,
para iniciar la primera etapa, se fijó a las once de la mañana. Madre e hija
ultimaban sus arreglos para estar a la presentables como correspondía a su
clase. En el vehículo de la familia, el chofer los acompañó hasta el puerto
deportivo donde tenía amarrado el velero. Al descender del vehículo Julián se
topó con su compañero de equipo, era el invitado de la pareja de su hermana. El
muy bribón se había sabido buscar una buena compañía para la travesía, conocía
tan bien o mejor que Julián esas aguas pues no en balde era nativo de esa ciudad. Un fuerte abrazo selló el encuentro para
proseguir con las presentaciones. Julián
era consciente que partía con una ventaja, la calidad de su pareja, pero él
tenía algo a su favor, la compenetración entre él y su padre era muy superior a
la de aquel arrogante jovencito, sin duda su compañero lo sabía y aunque quiso
tomar el mando de la embarcación para no cometer errores el ego de aquel
muchacho le impidió que se tomara la opción más lógica. Aquel pedante no era
mal navegante pero no se podía comparar con el nivel de Julián y mucho menos
con el de su compañero.
Fue su
hermana la encargada de dar la salida a las dos embarcaciones y lo hizo desde
una lancha de gran cilindrada. La maniobra que realizó su hermanita una vez
dada la salida enfadó a Julián. Le había impedido tomar la trazada más lógica
para iniciar la regata. El compañero de Julián rogó detener la embarcación y
repetir la salida pero su padrón se negó en rotundo. Las reglas que habían
acordado, no figuraba la repetición de la salida. No le agradó la actitud
antideportiva de su patrón pero era quien mandaba y a él lo había contratado
para navegar no para discutir normas o acuerdos entre los participantes. Pero
desde ese momento se negó a tomar iniciativas, seguiría instrucciones y solo si
le preguntaba daría su opinión profesional. Sabía que eso daba toda la ventaja
a la pareja formada por padre e hijo, pues la veteranía de Julián era muy
superior al de ese mequetrefe.
Pronto
remontaron distancia y fueron sobrepasados. El enfado de aquel aprendiz era
descomunal y comenzó a darle iniciativa a ese profesional pues para eso lo
había contratado. La llegada a la primera etapa estuvo muy justa pero Julián
consiguió vencer. Se dio cuenta del cambio de estrategia en el mismo momento
que los adelantaron. Sin duda el mando en esa recta final la tomó su compañero
de equipo. La comida en Jávea fue suculenta y mucho más a sabiendas que la
costeaban los banqueros.
La sobremesa
se hizo por separado cosa que no gustó nada a la familia de Julián pero aquel
mequetrefe estaba herido en lo más profundo de su ego. Pronto se inició la segunda etapa. En esta
ocasión la iniciativa de la embarcación recayó completamente en el compañero de
Julián y lograron llegar a Benidorm con una diferencia de veinte segundos. En
caso de empatar en las etapas los tiempos serían los segundos jueces y en esta
ocasión seguía a la cabeza Julián y su padre por una diferencia de dos minutos
y diez segundos ya que la primera etapa les sacó dos minutos y treinta
segundos. La cena le tocó costearla al constructor.
La mañana
amaneció con un cielo cubierto. La etapa de la mañana no corría riesgo pero la
de la tarde podrían tener problemas y no disputarla.
Llegaron a Jávea
con posibilidades ambas embarcaciones pero una moto de agua se cruzó en la
trayectoria de Julián y tuvieron que realizar una maniobra rápida que les restó
velocidad en las últimas millas de competición, ganando la otra embarcación con
una diferencia de cinco minutos. La familia perdía por escasamente dos minutos
cuarenta segundos. En la comida tanto Julián como su compañero, rival en esta
ocasión, acordaron dejar la etapa de la tarde ya que se podían correr riesgos
innecesarios, pero el niño pijo se opuso en rotundo. Él era capaz de navegar en
cualquier tipo de aguas. Julián era consciente que no se podrían desplegar toda
la vela y siempre avanzando en las diagonales con menos velocidad. La etapa
comenzó. Las precauciones tomadas por padre e hijo mermaron la velocidad de la
embarcación pero le daban una seguridad y estabilidad que la otra embarcación
no tenía al asumir excesivos riesgos. La distancia se iba alargando y aconsejó
a su padrón reducir riesgos. No le hizo el menor caso, allí quien mandaba era él.
A mitad de la regata aproximadamente el palo mayor de la embarcación rival de
Julián rompió y tuvieron que ir a su rescate. La normativa estaba clara aquel
que sufriera una avería perdía la regata.
El enfado de
aquel pelele era monumental, su carácter impulsivo le derrotó y aunque Julián
no hizo alarde de su victoria a la cena de esa noche no acudió el personaje.
Los dos amigos pasaron una velada encantadora en compañía de la familia.
Durante la misma los padres del muchacho presentaron sus disculpas por el
comportamiento de su hijo.
Era martes,
no había salido de casa para estudiar esas asignaturas a la que aspiraba a
matricula, pero sobre las veinte horas decidió darse un paseo por la avenida de
la playa. El tumulto de gente circulando en todas direcciones, con paradas en
cada tienda comercial desesperó a Julián y descalzándose optó por entrar en la
arena y caminar por el linde de la playa. Había gente pero muchísima menos y la
mayoría realizaban su carrera diaria por la arena húmeda. Iba abstraído en sus pensamientos
contemplando el tibio sol que aun calentaba la playa, mientras iba poco a poco
ocultándose tras los accidentes geográficos del oeste de la población
veraniega. Ese curso que iniciaría iba a ser diferente. Conviviría muchas horas
con su compañero de equipo y las clases no serían tan continuas como desearía.
El compromiso con la Federación le iba a obligar a tener un determinado horario
dedicado a la vela. No le iba a gustar mucho estar controlado, pero serían dos
años. Por otro lado era consciente que nunca se había sometido a un horario
impuesto y pensó en positivo. Sin duda sería una nueva experiencia para su
formación.
Salió al
paseo y esquivando a gente logró sentarse en la valla que separaba la playa
para limpiar como pudiera sus pies de arena y calzarse con las playeras. Al
girar su mirada hacia la izquierda se cruzó con la mirada de una joven. Y al ir
a apoyar su mano se encontró con la de ella. Ni uno, ni otro retiró su mano
unida por el dorso de ella y la palma de él. Algo nuevo le sucedió a Julián,
pero de inmediato recordó esa misma sensación cuando recogió aquel cuerpo inerte
del suelo y se lo entregó a sus padres al depositarla en el coche. Ninguno de
los dos se podía explicar cómo sus labios iban al encuentro de aquella persona
desconocida y con un beso tenue, infinitamente corto, pero lleno de ternura, de
cariño, de química, de … amor, se selló entre los dos. Sin pensar las palabras
Julián articuló sus cuerdas vocales para lanzar una frase que no la había
pensado, pero que salió de su caja de resonancia para perderse solo en los
oídos de aquella aparición.
“¿Te dignarías a volverme a dar un nuevo
premio Nobel?”
Las comisuras
de sus labios se rasgaban en la más dulce y sensual sonrisa que había
experimentado en toda su vida. Y de nuevo con ese gesto infinitamente femenino,
con esa ternura celestial, se aproximó a él para dejar un nuevo Nobel en sus
labios. Sus respiraciones jadeaban, les faltaba aire, para atender toda la
demanda de sus células alteradas por aquel contacto. Por las terminaciones
sensitivas de sus manos se intercambiaban ondas, de una felicidad
indescriptible y no experimentada hasta la fecha. Sentados uno junto al otro,
sus manos en contacto, sus miradas clavadas en su compañía, sin percibir nada más
que aquella criatura que tenían a su lado. Sin reaccionar, sin pensar, solo
sintiendo y a una velocidad que los envolvía hasta alcanzar el éxtasis del
momento.
No recordaron
cuanto tiempo permanecieron en aquella posición hasta que un matrimonio se
aproximó a los dos llamando la atención de su niña.
¡ANKI!, cariño. ¡ANKI!
“OH. Nombre de los cielos. Se llama Anki, sin
duda el de un ángel”.
Fueron los
primeros pensamientos que le llegaron a su mente al escuchar a sus padres. Ante
su asombro constató como por el rostro de aquella joven unas lágrimas
brillantes se desprendían recorriendo sus mejillas al tiempo que un nuevo golpe
sonoro, dulce, armonioso penetró por sus oídos al escuchar su voz.
“Darme unos minutos por favor papás, solo unos
minutos”.
En un
francés con mezcla de alemán e inglés pero lo comprendió perfectamente, aunque
a decir verdad tampoco era necesario comprender lo que se hablaba. Las
sensaciones, las ondas, el amor que circulaba entre esa pareja hacía
innecesario cualquier otro tipo de lenguaje.
Sin
pronunciar palabra se separaron para sentarse en una terraza de un local
hostelero a quince metros escasos de su hija. Dándole a entender que disponía
de lo solicitado. Anki sintió como el dedo índice de aquel joven recogía sus
lágrimas para luego depositarlas con fervor y devoción en sus labios. Al
contactar con la piel se humedecieron, brillando al tiempo que las sensaciones
a través de sus manos unidas los
elevaban un peldaño arriba de aquel paraíso que vivían. Giraron sus caras para
ponerlas una delante de la otra. La sonrisa brotó de sus rostros y ella girando
la mano que protegía Julián la entrelazó. De nuevo la expresión de sus rostros,
de nuevo la felicidad embargando hasta el último rincón de sus cuerpos.
Era tal la dicha que temían respirar no fuera
que estuviesen soñando y se desvaneciera de la misma forma que les llegó. Al
ver levantarse a los padres de la joven él reaccionó de inmediato.
“Te llamas Anki. ¿Verdad”?
Sin aguardar
respuesta añadió.
“Yo Julián, quedamos después de cenar”
Tenía a sus padres delante y de inmediato les
suplicó.
¿Puedo?
Los ojos
húmedos de aquella madre, desmarcó a Julián, pero cuando aquella señora
contestó. Ambos pensaban que les estaban tomando el pelo. Eran las doce de esa
noche ya habían cenado y estaban locos buscando a su niña. Con la sorpresa la
madre comunicó que lo mejor era quedar a la mañana siguiente. Asintieron los
dos y temerosos sus manos fueron despegándose sin quererlo. Julián los siguió
con la mirada y luego sin explicárselo muy bien sus pies se pusieron a caminar
siguiendo su rastro, para detenerse frente a unos apartamentos a pie de playa.
Allí se fue a la valla que separaba la calzada de la arena. Sobre ella se sentó
aguardando poder adivinar que luz se encendía en esos momentos, sin duda era
donde se alojaban. Tenso como un felino de caza permaneció con los cinco
sentidos clavados en el edificio. A los pocos minutos las luces de un tercer
piso se encendieron y al ver su silueta circular por aquella ventana el corazón
se le encogió. Allí sentado como un indigente comenzó a poner en funcionamiento
sus neuronas. Aquella criatura era sin duda la que recogió del suelo en la
playa y la condujo hasta el vehículo de sus padres, pues ahora caía que la
pareja eran esas dos personas que le suplicaron que la dejara en los asientos
traseros del coche. Volvió a ver su cabeza por la ventana. Sin duda era el
comedor y se disponía a tomar algo, pero cuando se sentó solo podía distinguir
la lámpara de la habitación y la luz que permanecía encendida. De nuevo sus
neuronas trabajando.
¿Por qué se besaron? ¿Por qué no
desenredaron sus manos al primer contacto? ¿A qué santo, esas lagrimas
deliciosas que humedecieron sus labios para mezclarse con su saliva provocando
toda una erupción en su interior?
La química
funcionó. ¡Y como funcionó! Debía marchar y regresar a casa, seguro que sus
padres estarían preocupados, pero sus piernas no le respondían. Se habían
apalancado en aquella piedra que separaba el paseo de la playa y no respondían
a la orden de su cerebro. El corazón había echado el freno y no le permitía reaccionar.
Al volver apagar la luz, se levantó y regresó a casa. Tras las oportunas
explicaciones se metió en su cuarto pero no pudo dormir. Sus neuronas
trabajaban a destajo para tratar de aclarar ese incidente de la noche. Habían
permanecido sentados, mudos e inundados de felicidad por espacio de cuatro
horas.
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