viernes, 25 de octubre de 2013
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN-PRIMERA PARTE- ANKI-CAPITULO XII EL PRIMER ENFRENTAMIENTO CON LA FMAILIA
CAPÍTULO XII
EL 1er
ENFRENTAMIENTO CON LA FAMILIA.
El reloj de
cuco armonizaba con sus siete “cucus” el salón de esa esplendida mañana cuando
Julián regresaba al chalet tras veinticuatro horas sin dar señales de vida. Un
vecino de la urbanización conversaba con sus padres. Saludó con cortesía pero
sin desviar la dirección que le conducía a su cuarto. Rogó la presencia de su
padre, cuando le fuera posible, para conversar sobre un imprevisto. Su
progenitor asintió, mientras su madre le rogaba que tuviera preparado el
equipaje para partir hacia el aeropuerto y embarcar en el avión con destino a
Barcelona. No era momento ni ocasión para entablar la batalla que sin duda se
iba a dar. Faltaría en parte a su palabra por primera vez en su vida. Si bien,
él se comprometió a firmar con la federación en Julio siempre que se dieran las
circunstancias favorables para ello. Logrando que no lo atosigasen, con el
compromiso de hacerlo en el mes de Julio.
A los quince
minutos su padre aparecía, tras el permiso oportuno. Ya se había duchado y
cambiado de muda. Entraba en los dominios de su hijo sonriente y feliz por la
madurez que estaba mostrando, pero pronto su expresión cambio por completo.
Julián fue directo, como siempre acostumbraba, y sin dar la menor opción a
buscar una media salida. Lo sabía y por ello le sentó peor. Los razonamientos
de su progenitor tratando de convencerlo a sabiendas, que era inútil, se
sucedieron uno tras otro. Iba a perder la opción de su vida. Llegar a medallista
olímpico le iba a abrir muchísimas puertas. Los medallistas eran los nuevos
gladiadores del siglo veinte. Los dioses que lograban introducir la pelota por
el aro en el juego de la pelota mexicana en tiempo de los aztecas. Pero ahora
Anki era lo único que le importaba.
Eran las ocho
cuando la conversación entre padre e hijo proseguía. Él sin dar su brazo a
torcer, el padre consciente y resignado a ello. Le hubiera gustado sincerarse
por completo con su padre y confesar que dejaría la carrera de Ingeniero para
matricularse en el INEF de Madrid. Pero no era aconsejable disgustarlo más. Por
fin cuando le mostró el comportamiento que tuvo cuando se fue con mamá a pesar
de todas las trabas que les pusieron las dos familias accedió. Ya habría tiempo
para seguir con la lucha. Al fin y a la postre lo que se estaba forjando era su
futuro no el de ellos y deseaba encauzarlo como más le acoplara. Y esa
extranjera, Anki había dado un salto significativo en sus prioridades, ella era
ahora lo más importante.
Sabía que esa noche cuando regresara a casa
tendría la segunda sesión con su madre. Pues ellas se iban a quedar
prácticamente todo el mes en la playa. Papá se acercaría los fines de semana.
También era consciente que la tercera batalla se desataría el sábado cuando los
dos estuviesen en casa pero su astucia le llevó a tratar de paliar esa nueva
batalla. Invitaría el fin de semana a Anki a pasarlo en el chalet con la
familia.
Al llegar
frente a su razón de vivir, ella esperaba con impaciencia. Desde el balcón le
invitó a subir.
En el
apartamento primero su madre y luego su padre fueron presentados, quienes ya
conocían por su hija el talante del joven. Con su exquisita educación y los
cumplidos que siempre tenía a mano impresionó gratamente al matrimonio. Luego
sentados a la mesa comenzaron a degustar los alimentos que tenían preparados
para esa primera comida del día. En más de una ocasión fue el joven quien se
levantó para traer algo que se había olvidado, sin dar opción a quien lo
intentaba primero. Fue un desayuno encantador. Pudo comprobar la ternura y el
cariño con el que aquellos padres trataban a su niña, hija única, percibiendo
que la sobre-protegían pero en cierto modo era lógico. Solo ella y con los
problemas de tensión los tenía preocupados. Pero no llegó a captar el drama que
se cocía en la familia. En aquella velada ya soltó la posibilidad de pasar el
fin de semana en su chalet, así como invitaban a los padres a comer o cenar ese
sábado en casa. Sabía que Anki lo trataría con ellos a lo largo de la semana.
De ese modo la tercera batalla con sus padres la tendría más que controlada.
Llegó tarde
esa noche, no deseaba perder ni un solo segundo junto a aquella criatura, pero
del segundo asalto no se libró. Su madre leyendo un libro le aguardaba. Le dio
un par de besos en las mejillas invitándole a sentarse frente a ella en el otro
sillón del comedor, mientras mostraba su malestar por pasar todas las horas
fuera de casa cuando eran para convivir con la familia y ni siquiera en las
comidas se dejaba ver. Llevaban más de una semana y solo lo había visto unos
segundos cuando iba a dormir. En parte le entendía tras un curso tan intenso
como había vivido y del que estaba muy orgullosa. Pero el tirar por la ventana
la oportunidad de su vida no lo podía comprender y esperaba que él le pudiera
aclarar el motivo que le había llevado a ello. Conocedor que siempre le
defendía ante el resto de la familia, debía ahora ser convincente ante su
progenitora de los motivos de su decisión. Le iba a escuchar y sin la menor
duda si exponía sus motivos con claridad y sin tapujos le comprendería. Siempre
le había dicho que él y solo él, aunque se equivocase debía tomar la decisión
final. Era algo que había aprendido de ella y le encantaba que fuera así. Pero
en esa ocasión no podía comprender a su hijo. Cuando consiguió desahogar todo
lo que le estaba inquietando se encontró con la ironía que le caracterizaba,
eso era de su padre,
“Mamá nunca
te vi lanzar tanto por la boca sin haber escuchado al reo”
El gesto
duro, firme, preocupado y hasta triste de su madre se truco en una sonrisa. Tenía
un hijo genial y le había facilitado la defensa de un modo muy infantil.
Asintió la afirmación de su hijo y le suplicó que expusiera sus razones. Inició
su confesión del mismo modo que lo realizó con su progenitor. Con una
afirmación tan rotunda, que desde ese mismo momento se dio cuenta que no había
marcha atrás. Lo conocía lo suficiente para tener eso seguro. La oportunidad de
su vida le confesaba era esa joven. Era la que el Señor le tenía designada
desde el inicio de la creación y nada ni siquiera ellos, pues ella se había
convertido en su familia, lo impediría. Intentarlo, podían pero a sabiendas de
una rotura total, cosa que ni deseaba él y que al menos sospechaba que ellos
tampoco lo querían. Cómo no, le recordó las experiencias que ella y su padre
tuvieron para poder unirse. No había duda que la batalla de ese round lo tenía
ganado. Se abrazó fuertemente a él mientras que con lágrimas en los ojos le
pedía perdón pero que comprendiera que ella solo deseaba lo mejor. De nuevo le
salió con su capacidad de palabras al aseverar que entonces lo mejor que podían
hacer era dejar que se equivocase. Cuantas veces le comentaba que era con los
errores donde uno aprendía y se hacía más fuerte. Y si aquello era un error,
bendito error porque esos momentos no los olvidaría el resto de su vida.
“Ojala mamá
todos los errores fueran como estos”
De nuevo la
sonrisa en su rostro, de nuevo las muestras de cariño entre madre e hijo. Iban
a separarse para perderse en sus habitaciones cuando él le detuvo.
Puedo invitar
a sus padres este sábado a cenar o a comer, a ella ya la he invitado a pasar el
fin de semana, de ese modo me podréis tener en casa cuando esté el papá
No puso la
menor pega pero que le informara cuanto antes del acontecimiento para tener
tiempo y prepararlo todo. No quería dar una mala imagen a los padres de esa
criatura que le había robado el corazón a su hijo.
El miércoles
llevó a Anki a comer con la familia. Sus padres se comprometieron en pasar la
velada de la noche del sábado con ellos.
La primera
impresión de su madre sobre Anki fue buena aunque detectó que su salud no era
muy boyante. Al confirmarle su hijo algunos problemas con la tensión dejó de
cavilar sobre el asunto. La encontró encantadora, dulce, como el iban a su
hijo. Femenina cien por cien, cariñosa y atenta con la gente que le rodeaba.
Pero haber despertado en su hijo las ganas de conectar con alguien, era ya
suficiente para aceptarla sin ningún reparo. Desde el fallecimiento de sus
amigos Julián se aislaba demasiado y llegó a temer seriamente por su salud
mental. Ahora lo observaba como no apartaba su mirada de aquella extrajera,
recordándole a su marido cuando la vida les permitió que se cruzaran. Esa
felicidad que se dibujaba en el rostro de su hijo merecía la pena perder
cualquier otra oportunidad de la vida. Llegando a comprobarlo durante toda la
semana. La pareja se turnaba en pasar una velada con los padres de ella y otra
con la madre y hermana. A ésta última no le cayó muy bien la compañera de su
hermano pues le había restado protagonismo en su casa y eso era algo que no
perdonaba. Gracias a los cielos, o a lo que quiera creer la gente no estuvieron
muchas veladas juntas, pues solía perderse con la familia de su novio.
Cuando su
madre le comentó la posibilidad de invitar a la familia de la pareja de su
hermana, él suplicó que no tenía inconveniente en compartir velada con aquella
familia pero en ese primer encuentro prefería que los protagonistas fueran los
padres de Anki. De nuevo la lógica de su hijo le hizo recapitular y coincidió
con su hijo que habría otras y mejores oportunidades para juntar las familias.
Julián era
consciente que la tercera batalla no se daría, mientras se sentía culpable al constatar que su padre se tragaría el
marrón que le correspondía a él. Hablar con los de la federación.
Ese jueves
contactó con su compañero de equipo y le expuso los acontecimientos de esa
última semana y no sabía muy bien si podría seguir en el equipo olímpico. Él
seguiría con la preparación hasta que optaran por una decisión. Estaba
dispuesto a competir y buscar tiempo pero no con la intensidad que le
solicitaban. Renunciaba a la compensación económica y ya se buscaría el pan por
otro lado. Su compañero de equipo, aunque le dolió, le comprendió. Si un interés superior se cruzaba en la vida
había que tomarlo. Él hubiera hecho lo mismo, pero le esperaría como pareja
para competir juntos hasta el último instante. Por parte de él tendría todo el
apoyo hasta la misma cita olímpica. Le agradeció sus palabras y quedaron en
comer las dos parejas en el club náutico de Gandía. Luego con un fuerte abrazo
los dos compañeros de equipo se despidieron deseándose lo mejor para el otro.
Ese viernes
noche su padre conoció a Anki, previa charla con su mujer se rindieron a los
argumentos de su hijo y aceptaron a esa joven con cariño y entrega.
Sobre las
doce del medio día se personaban en el chalet Julián en compañía de la familia
al completo de Anki. Al no venir la familia de la pareja de su hija los
invitaron a pasar las dos veladas. Los saludos correspondientes y tras ponerse
en bañador salieron a la piscina para tomar el baño, el sol y el aperitivo que
el servicio tenía preparado. No podían creer el estatus económico de aquella
familia, Julián era un chico, educado, inteligente, pero no era el patrón del
muchacho con unos medios económicos como se deslumbraba de aquel ambiente. Por
el contrario la niña de la casa si daba el talante de la gente de clase alta.
Al igual que la madre, el padre era como su hijo, directo, con la chispa
siempre en sus preguntas y respuestas, sin esos aires que si transmitían su
madre y hermana.
Julián se
había agenciado una hamaca y en un rincón del jardín del chalet la instaló
entre dos árboles. Invitó a Anki a que la estrenaran y envueltos sus cuerpos
por sus brazos se acurrucaron en el artilugio colgante mientras dormitaban o se
acariciaban con veneración.
La expresión
de la madre de Julián cambió radicalmente. Aquella madre, entre lágrimas, le
estaba confesando la enfermedad de su hija. Se quedó helada, había notado algo
en su primer encuentro con la joven pero ahora comprendía todo. No se
explicaban como su hija continuaba con vida. Los médicos le habían pronosticado
uno o a lo sumo dos meses y ese era el tercer mes que estaba aguantando. Se
desplazaron a España por petición de su niña pues ellos preferían que si
llegaba el desenlace se produjera en casa. Fue tal la insistencia que puso su
niña, que fueron incapaces de negárse. Ahora lo comprendía mucho mejor. Sin
duda el Señor le tenía reservado ese joven y no quería que abandonara el mundo
sin conocerlo. De la palidez aparecieron las primeras lágrimas y ambas se
levantaron y se perdieron en una pequeña salita de la segunda planta para
seguir la conversación.
Era
consciente de lo que iba a suponer para su niño. Un nuevo golpe de la vida, no
estaba muy segura si lo resistiría. Al preguntarle si Julián era consciente de
ello le relató todo lo sucedido. La actitud de su hija al decirle que lo
apreciaba como amigo pero que no sentía lo mismo que él. Esperando que llegara
el fin de vacaciones. Con la separación Julián la olvidaría, para encontrar
otra chica que le llenara. La madre de Julián le confesó que su hijo no
volvería a buscar otra mujer. Anki era la que el Señor le había predestinado
desde la creación y eso lo creía como creía en Dios. Era parte de su religión,
de sus principios, de sus creencias. Que maravillosa era la vida, pero al mismo
tiempo que injusta. Tanto uno como el otro no se merecían un desenlace de ese
tipo y sin embargo los destinos del Señor solo los conoce Él.
Se conjugaron
en guardar el secreto. Era ella la que debía confesar, si lo creía conveniente,
el drama que vivía. La madre de Julián le permitía informarse y prepararse para
tener de inmediato ayuda su niño. Sin la menor duda la iba a necesitar.
Los hombres
hablaban de temas de política, de economía y como no de fútbol.
La segunda
velada fue una continuación de la primera. Anki propuso a Julián dormir esa
noche juntos en la hamaca. Su primera noche sin separarse. Sacó un colchón de
goma espuma que tenía, en el diván y lo colocó en la hamaca, luego una gran
almohada, para completarla con una fina manta. Se metieron en su lecho de amor
antes de abandonar los padres de Anki la casa. Las dos mujeres se acercaron al
lugar y besaron con un cariño sin igual a sus hijos deseándoles las buenas
noches. Luego se giraron rápidas pues las lagrimas se escapaban a pesar de los
esfuerzos.
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