- EL
CINISMO -
La mansión de los Bordeaux estaba patas
arriba. La noticia de la llegada del señor tenía atenazado a todo el personal.
Habían disfrutado de años sin la presión y el despotismo de aquel personaje y ahora
regresaba. Según todas las informaciones que habían podido obtener lleno de
energía y vitalidad. Su estancia en España había recuperado al señor de su
estado de salud y regresaba con todas las fuerzas intactas. Todo estaba cuidado
hasta el último detalle. Aún así, eran conscientes que el señor podría alguna
pega, pero todos rezaban para que no se dirigiera a ellos en concreto para
recriminar algo. En la biblioteca, impacientes y preocupados, aguardaban sus
dos tíos ante la inminente presencia de José. Si se daba cuenta de la maniobra
que estaban preparando sería capaz de matarlos. El miedo los tenía atenazados
sus rostros desencajados por ese pánico que les provocaba el simple hecho de
escuchar su nombre. Tras esos años sin control de ninguna clase ahora se verían
confiscados y vigilados hasta el último detalle y en todos sus movimientos.
Cuando el coche cruzó el umbral de la
entrada a la finca, hasta la puerta de
la mansión tendrían que recorrer más de un kilómetro, Marie le rogó que no
hablase con nadie. Debía entrar con el semblante serio y mirando fijamente a
quien se atreviese a dirigirle la palabra o su mirada. No entendía nada, pero
si su madre lo decía sería por algo. Aguardó pacientemente a que le abriesen la
puerta del vehículo y salió con parsimonia. Miró fijamente a la fila de
sirvientes que formaban, a modo de comitiva militar. El que se atrevió a
mirarlo tuvo que bajar rápidamente la mirada al suelo. Su expresión reflejaba
un estado irritante, de enfadado y con mirada hiriente. Por dentro, Paco,
sonreía. No recordaba nada. Ni la casa, ni la finca, ni el mayordomo, ni el ama
de llaves, que por lo que le había contado su madre lo había criado desde
pequeño. Escuchó sin prestar aparentemente atención los saludos de bienvenida
del personal de servicio se dirigió en compañía de “su madre” al interior de la
mansión. En el vestíbulo salieron a recibirles sus tíos, hermanos de su difunto
padre. La sonrisa forzada se dibujaba en sus rostros de oreja a oreja. Al verlo
no podían explicarse el buen estado de salud
de su sobrino. Las últimas noticias que tenían les aseguraban que José
tenía sus días contados. Y ya se veían controlando por completo aquel holding.
Pero la labor de Marie, su madre había logrado el milagro que buscaba
desesperadamente para salvar su patrimonio y especialmente a su hijo. La
estrategia de hundir a su sobrino en la droga, la información recibida les daba
a entender que lo estaban logrando,
verlo entrar en tan buen estado, los desilusionó. Pero no era menos cierto que
durante esos años que el patrón había estado lejos de casa no se cruzaron de
brazos. Las trampas legales, las argucias, mentiras y engaños planificados
milímetro a milímetro estaban dando sus resultados. Pero ahora con la presencia
del señor del vino deberían acelerar y evitar por todos los medios que
descubriera sus maniobras antes de tiempo. De lo contrario de nuevo perderían
una nueva oportunidad de hacerse con todo.
Siguiendo los consejos de su madre, José,
elevó casi con desprecio la mano y ni se detuvo a saludarlos. Marie lo hizo por
unos instantes, pero al darse cuenta que
“su hijo” no iba en dirección a sus aposentos, los dejó con la palabra en la
boca y le acompañó hasta sus habitaciones. Un gran vestíbulo daba entrada a sus
dominios, para acceder a un gran salón donde tres puertas más, sin contar por
la que había entrado comunicaban con el despacho, a un espacioso y amplio
cuarto de aseo y por último a su dormitorio. Unos doscientos metros cuadrados
eran su territorio. No sabía que hacer, se dejó caer en el sofá del salón
conectó el equipo estereofónico y con el mando a distancia puso en
funcionamiento la radio.
A la hora aproximadamente de la llegada de
los señores de la casa lo hacía precipitadamente Bernard. En primer lugar se
entrevistó con Marie y le informó de los asuntos de Valencia. Los terrenos para
la construcción de la ciudad del deporte ya se habían apalabrado. Los contactos
con las autoridades municipales para los permisos pertinentes se desarrollaron
sin complicaciones, Bernard conocía de sobra como funcionaban los funcionarios
municipales y con dinero por delante los impedimentos eran mínimos. La
dirección de urbanismo y el departamento de turismo tanto del municipio como de
la Generalidad
se interesaron por el proyecto y le aseguraron que lo apoyarían en todo
momento. Su ubicación, próxima a la ciudad de las ciencias, de la justicia, y
al parque oceanográfico, no podía ser mejor. El reclamo turístico de la ciudad
y de la Comunidad
aumentaría considerablemente con aquel complejo deportivo. Donde el turismo de
calidad podría disponer de unas instalaciones deportivas de primera magnitud.
No en balde su campo de golf, especialmente, proporcionaría el esparcimiento de
los turistas. Sus piscinas cubiertas, sus pabellones polideportivos, sus pistas
de tenis, de padel, de pelota valenciana. Su picadero, sus caballerizas y sus
instalaciones anejas al complejo deportivo, como restaurantes, salas de fiesta
y hoteles, brindaba al turista una gama variada y de primera calidad para la
práctica de los diferentes deportes. Amen de poder disfrutar de los otros
complejos culturales y recreativos de la zona.
Finalizado su encuentro con la señora subió
a los aposentos del señor. Tras llamar a la puerta y concederle acceso, Bernard
le acompañó a visitar la mansión al tiempo que le ponía al día. José estaba
desconcertado no comprendía bien el idioma y desde luego no recordaba haber
estado en esa casa nunca. El fiel servidor de su madre se desplazó por toda la
propiedad y cuando se dio cuenta que se había familiarizado con el lugar, se
metieron en el despacho y comenzaron a planificar la actuación. Antes avisaron
al servicio para que les preparasen el aperitivo. A los pocos minutos una
encantadora joven, no contaría con más de veinte años, de una presencia exquisita
y de unos ojos verdes cautivadores entró tras el oportuno permiso en el
despacho para servir lo que los señores habían solicitado. José cruzó su mirada
con la joven y olvidó las recomendaciones de Marie, sonriéndo, encontró
inmediata respuesta al esbozar su dulce sonrisa. Al tiempo que abandonaba el
despacho se preguntaba si verdaderamente ese era el señor tan fiero que le
habían comentado los sirvientes más veteranos. Cuando llegó a las cocinas y lo
comentó con sus compañeras, incrédulas no creyeron a la joven.
Pero cuando a los cincuenta minutos
aproximadamente vieron entrar al señor en la cocina con la bandeja y el
servicio que había utilizado para el aperitivo se quedaron perplejos. Él con la
sonrisa en su rostro comentó.
- Exquisito y en su punto. Muchas gracias.
Las siete personas del servicio de cocina,
que observaron y escucharon a su seño, se quedaron atónitas.
Durante varias semanas José trabajó cerca de
veinte horas diarias para ponerse al día con aquel impresionante imperio del vino.
Bernard fue el encargado de enfrentarse a sus tíos. Conforme el tiempo
transcurría aquel fiel servidor de Marie, se sombraba por la capacidad de ese
hombre. Sin conocimientos de contabilidad ni de dirección de empresas. Tras
esas semanas parecía que había estado toda su vida trabajando en ese campo.
Detectó irregularidades que Bernard no había captado y se dieron cuenta que sus
tíos tenían bastante dominada la situación.
Cuando José fue consciente que comenzaba a
dominar aquel impresionante imperio se dejó caer por los viñedos y decidió
compartir ilusiones y trabajo con sus empleados. Muchos de ellos eran
partidarios de sus tíos pero cuando trataron con su nuevo señor se dieron
cuenta de la calidad humana de esa nueva persona. No era el déspota que hacía
unos años les había dejado para descanso y sosiego en sus labores diarias. Su
cambio había sido radical. Algunos entre bromas comentaban que deberían ir por
España sus tíos para ver si obraba en ellos el mismo milagro. Atento,
preocupado por los problemas y dificultades de sus asalariados y participando
con ellos en las labores más duras. José estaba convencido que si quería
dominar aquella impresionante empresa debía conocer todos sus rincones y
trabajar en todas sus secciones para comprobar personalmente donde estaban las
dificultades y resolverlas antes que cualquier pequeño problema se pudiese
convertir en más grave.
Cuando se acercó al caserón antiguo, morada
de sus abuelos y cuna de aquel gran imperio, se sorprendió al ver lo descuidado
que estaba aquello. A cargó de la casa y de su pequeña bodega estaba un joven,
que no tendría los treinta años. Se trataba de Michel, odiaba a su señor como
pocas personas son capaces de odiar a alguien. Estaba enamorado de Carolina y
le dolía en lo más profundo de su corazón lo que aquel hombre le había hecho al
amor de su vida. Cuando su jefe se presentó en su mirada se reflejaba todo el
odio que sentía hacía el personaje. Estuvo distante y contestaba con monólogos.
José se compadeció de aquel trabajador, vivía en condiciones infrahumanas y se
propuso poner solución de inmediato. Notó perfectamente lo arisco que estaba
con él, pero el descuido al que lo tenían relegado no era para menos, por ello
se propuso averiguar más sobre aquel trabajador. Estuvo varias horas
comprobando el estado de aquellas posesiones y al despedirse le aseguró que al
día siguiente se presentarían los albañiles para solucionarle los problemas de
la vivienda. Era necesario adecentar aquel caserón que según le habían
comentado era la cuna de aquel holding. Compartió la comida de ese día con sus
empleados de los campos junto a Garona. Al finalizar la jornada llegó exhausto
por el cansancio. Entró en el salón, donde se encontraba su madre conversando
con Bernard. Besó con delicadeza las mejillas de Marie y saludó efusívamente al
fiel empleado de casa. José inició un interrogatorio a la pareja sobre Michel.
Bernard fue el que tomó la palabra y relató a su patrón todo lo que deseaba
saber sobre el empleado en cuestión. El padre de Michel había sido el hombre de
confianza de su padre, pero con la muerte del señor Bordeaux, Marie prefirió
confiar en su persona.
- Michel, padre, estaba muy unido a los
hermanos Bordeaux y recelaba de Marie y de usted. Por ello su madre perdió la
confianza y prefirió que me encargara de sus asuntos.
El relato prosiguió por espacio de varios
minutos. A los pocos años de fallecer su padre, murió el padre del joven y
quedó algo olvidado, encargándose de controlar y vigilar el caserón antiguo y
sus bodegas, las de menos entidad de la empresa. Le confesó que estaba
locamente enamorado de Carolina, la hija de su tío Jak.
- Pero la señorita esta enamorada de usted y
aunque no era correspondida es una mujer fiel a sus sentimientos y le soportaba
todas sus impertinencias y caprichos.
José le interrumpió. No recordaba nada y eso
le preocupaba le rogó que le contara todo lo que supiera, sobre esos dos
personajes. Deseaba saber lo que sucedía e intentar recordar algo. Pues su vida
era una laguna y le preocupaba enormemente. Le indicó que tenía sueños donde se
le aparecía una mujer maravillosa con cuatro hijos, tres chicas y un chico, que
le llamaban papá en sus sueños. Bernard se quedó helado y de inmediato trató,
que su patrón se olvidara de ese tema. Comenzó a relatar lo déspota y cruel
que había sido con Carolina y de ahí el odio que Michel sentía por él.
La conversación prosiguió casi hasta el
nuevo día. José no podía comprender que hubiese tenido un comportamiento con
alguien, y menos con una señorita, de ese modo. Pero eran demasiadas dudas las
que inundaban su mente como para preocuparse. Al despedirse Bernard para
retirarse a dormir se encontró con la orden de su señor que esa misma mañana sin falta mandara un grupo de trabajadores
para que arreglaran el caserón y especialmente la zona donde vivía Michel.
No llegó a meterse en la cama. Desayuno una
gran cantidad de calorías y personalmente con el equipo contratado por Bernard
se desplazó al caserón. Su cuidador no se encontraba en la casa y José ordenó
que comenzaran de inmediato las obras. Lo buscó por los alrededores y por fin
lo encontró trabajando en las bodegas. Conversó con él y en un principio le
rogó que se instalara en la gran mansión mientras reparaban y adecentaban
aquella vivienda, pero ante la negativa se lo ordenó. Michel no le hizo mucha
gracia pero, ante la actitud de su patrón, recogió sus efectos personales y se
trasladó.
Por espacio de más de un mes José se
preocupó por aquel empleado. Michel poco a poco sintió como ese odio hacía su
jefe iba mitigándose. Su actitud hacía él, el respeto y especialmente el apoyo
que le daba le sorprendió. Se preguntaba, como todos, como se había producido
ese cambió tan impresionante en él, pero aquella mañana tras el accidente,
llegó a admirarlo. Estaban en el caserón, concretamente en sus bodegas, un
barril se deslizó. Iba a aplastar a Michel, pero José reaccionó y consiguió
salvar a su empleado. Pero le pilló su brazo derecho y sufrió una factura de
cubito y radio. El mismo Michel lo trasladó al hospital donde le atendieron de
inmediato. El incidente marcaría sus relaciones para siempre.
Al abandonar el hospital se propuso dar
mayor responsabilidad al hijo del fiel servidor de su padre. Seguía sin
recordar nada de su pasado, pero lo que habían hecho con aquel hombre no le
parecía correcto. Poco a poco las responsabilidades de Michel en aquel holding
eran mayores y también sus dudas aumentaban. Su jefe estaba teniendo un
comportamiento increíble con él. Pero, no sólo con su persona, con el resto del
personal era ejemplar.
Era una persona muy observadora, pero
también indiscreta y curiosa. Desde la ruptura con Marie se había inclinado por
los cuñados de su señora y mantenía una buena relación con ellos. Solía dejarse
caer por su casa con el propósito de poder ver y contemplar a Carolina. La
adoraba y en más de una ocasión le confesó sus sentimientos. Pero, ella, una
mujer de una bondad increíble se sinceraba con él confesándole que su amor se
lo había arrebatado José.
Una tarde estando en casa de Carolina
escuchó una conversación entre los tíos de José que le dejó perplejo. Tenían
pensado cambiar los barriles con las madres de mejor calidad y antigüedad por
otros más recientes y ocultarlos en las
bodegas de su propiedad.
Esa misma noche Michel con la ayuda de unos
amigos comenzó el traslado de los barriles madre al antiguo caserón. El
traslado le llevó varias semanas pero por fin había conseguido cambiarlos y
tenerlos a buen recaudo. Siempre había oído decir a su padre que las bodegas
del caserón eran el mejor sitio para conservar la madre de aquellos famosos
vinos. No lo comentó con nadie deseaba ver como evolucionaban las cosas. José
no era santo de su devoción, pero el cambio tan espectacular le había hecho
dudar. La actitud de los tíos no era honrada y tampoco le hacía mucha gracia.
Esperó pacientemente los acontecimientos para inclinarse definitivamente hacía
un bando.
Ese domingo José rogó a Bernard que avisara
a sus tíos, tenía que actuar con rapidez, pero especialmente con prontitud de
lo contrario se harían con el control absoluto. Marie, temía a esa reunió pero
Bernard le tranquilizó el comportamiento de “su hijo” estaba siendo ejemplar y
su capacidad de trabajo y de negociación hasta la fecha no había conocido a
nadie con esas aptitudes.
El talante chulesco y déspota de sus
familiares había provocado en todo el personal un rechazo absoluto. Por el
contrario la admiración, el respeto y obediencia, hasta limites incomprensible,
hacía José era patente. Entraron en la casa de forma descortés y violenta. En
sus rostros se reflejaba el odio y el deseo de hundir a quien se le pusiera por
delante. Eran conscientes de su situación ventajosa y estaban seguros de tener
todos los ases en la mano, de ahí que no rechazaran la propuesta de conversación.
Es más estaban seguros que ésta no se produciría y se sometería a todas sus
condiciones. José les hizo esperar hasta límites irritantes. Deseaba
encontrárselos fuera de control, era consciente que su situación era delicada,
pero no hasta el punto que ellos pensaban.
Por fin y con una parsimonia y tranquilidad
que desquició a sus familiares, entró en el salón.
- Me temo querido sobrino que habrá una
justificación para este retraso. No creo que estés en condiciones de
menospreciar.
José
se limitó a sonreír, dejó que el silencio se adueñase de la situación y que los
nervios se acumularan e hicieran saltar a sus tíos. Cuando el silencio alcanzó
el mismo grado de tensión que había en la sala saltaron hartos de la gallardía,
pero especialmente de la serenidad de aquel hombre que consideraban impulsivo y
en una situación como esa, en otro tiempo hubiera irrumpido como una fiera. No
aguantaron más y saltaron. Con los ánimos alterados fueron relatándo cual era
su situación y la de su madre.
- ¡Mañana mismo queremos que esta casa este
desalojada! Nos instalaremos nosotros. Según esta documentación nos pertenece y
deseamos que la dejéis libre. Habéis perdido todo cuanto teníais. Solo os
quedan los terrenos y el caserón antiguo.
Sus rostros reflejaban la felicidad que les
producía tirarlos de casa y hacerse con aquella impresionante mansión. Con la
arrogancia del que cree tener controlado todo. Añadieron.
- Tendréis que vendernos los campos, de lo
contrario no habrá nadie de la zona que os compre la vid. Y sin bodegas
adecuadas tendréis que tirar la cosecha.
José se limitó a sonreír, el plan de
contraataque lo tenía bien meditado y planificado por ello disfrutaba como
aquellos personajes se alteraban cada vez más al observar la tranquilidad de su
sobrino. Cuando sintió que era el momento oportuno intervino con una frase que
les llegó como una puñalada.
- El próximo fin de semana venderemos, a
Champagne, la mayor parte de los terrenos. Nos quedaremos los del bajo Garona
para seguir produciendo en menor escala nuestros vinos en las bodegas del
caserón.
Esbozó una sonrisa llena de sarcasmo y con
entonación de victoria prosiguió.
- Me temo que con solo las bodegas poco creo
que podáis hacer. Champagne nos ha prometido que no os venderá materia prima y
tendréis que traerla fuera de la región, con la consiguiente elevación de
costes. Pero sois muy dueños de hacerlo.
Se quedaron perplejos, nunca habían
imaginado la sangre fría de su sobrino ni se les había pasado por la cabeza la
posibilidad que los dejaba desarmados, aún teniendo la sartén por el mango.
Encolerizados abandonaron la casa entre amenazas y gritos.
No habían atravesado la verja de entrada a
la mansión cuando Marie, Bernard y José comenzaron los preparativos para
abandonar esa misma tarde su hogar para trasladarse al antiguo caserón. Michel
junto con varios compañeros habían mejorado aquella antigua casa y cuando Marie
y “su hijo” entraron en aquel lugar de gratos recuerdos no daban crédito a lo
que sus ojos estaban contemplando. Todo el personal de la casa nueva se había
trasladado y aguardaban en plan de comitiva militar la entrada de sus señores.
El mayordomo habló en nombre de todo el personal. Aseguro que jamás se pondrían
a las órdenes de aquellos déspotas. Marie estaba emocionada la actitud de sus
asalariados se debía sin lugar a dudas a ese hombre al que consideraba todo el
mundo como su hijo. Le llegaba el recuerdo de su muerte pero también se daba
cuenta que había sido un descanso después del último periodo por el que pasó y
ahora aquel sustituto era un autentico ángel. Que no solo los estaba sacando de
la miseria, sino que con su inteligencia y astucia aún estando en una situación
precaria se estaba atreviendo a burlarse de aquellos buitres.
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